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Capítulo 30: respuestas.

Lunes, 31 de marzo.

Rebecca se encontraba con la oficial Myrna en el porche de su casa mientras que su esposo y el otro oficial estaban en la entrada de la puerta principal hablando. 

Después de que Frey bajó las escaleras, Rebecca quedó muy desconcertada con la actitud del hombre. Primero le dijo que no llamará a la policía, la amenazó y, ¿ahora está hablando tranquilamente con el oficial? Había ahí algo que ha Rebecca le removía los nervios.

 Después de esa pequeña charla "preocupada" de Frey, el ambiente en la sala de torno excesivamente tenso, y Rebecca sintió que si seguía un minutos más ahí explotaría. Salió con la oficial al porche con la promesa de que hablarían con más tranquilidad, pero las miradas que le lanzaba Frey le paralizaban el corazón. 

 —Entonces... ¿cree que pueden encontrar a mi hijo? —preguntó Rebecca a Myrna, mientras miraba discretamente a Frey. Se pellizco el antebrazo izquierdo con la mano. La oficial volteó rápidamente. 

 —Le prometo que haremos todo lo posible, tendremos que encontrar todas las pruebas para poder confirmar que su hijo desapareció, ¿entiende? 

Rebecca asintió lentamente mientras pensaba en algo que quería decirle a la oficial hace rato, pero un nudo le amarraba la garganta. Lo pensó unos segundos y después empezó hablar. 

—Sabe, hace como unos cuatros años, mi otro hijo, Heyder... —empezó a decir Rebecca mientras miraba a la oficial. Myrna frunció el ceño. 

 —¿Tiene otro hijo? 

 —Sí, ¿no le había dicho? —rió nerviosamente mientras asentía—. En fin, el caso es que un día, Heyder y Remy salieron hacer un picnic. Salieron Remy y él, pero horas después solo llegó Remy... 

 —¿Qué le pasó a su hijo, Rebecca? 

—Remy nos dijo que hubo una camioneta negra, muchos golpes, y que intentó ayudar, en serio lo intentó, pero se llevaron a Heyder —Rebecca a ese punto estaba aguantando las ganas de llorar mientras se seguía pellizcando el antebrazo. 

 —¿Por qué no nos había dicho esto antes? —preguntó confundida la oficial Myrna. 

 —No lo sé, no pensé que... —Rebecca dio una pequeña miraba a su esposo y lo encontró mirándola, la mujer se estremeció y la oficial se dio cuenta de eso. 

 —Rebecca, estás temblando, ¿está todo bien entre su esposo y usted? —quiso saber Myrna mientras tomaba a Rebecca por los brazos, la mujer abrió los ojos espantada. 

 —P-por supuesto, digo, no todas las parejas son perfectas, pero sí, estamos bien —respondió Rebecca rápidamente. 

—¿Estás segura? Porque desde que él bajó de las escaleras no has dejado de estar inquieta y llevas como cinco minutos pellizcándote el brazo, y te pregunté si las cosas van bien entre ustedes y pareces nerviosa. Así que si algo está pasando, puedes decirme. 

 —Bueno... 

Mientras tanto, en la puerta principal el oficial Ranson seguía hablando con el patriarca de la casa. 

 —Entonces, señor Frey, ¿usted tiene más hijos? —quiso saber Ranson mientras anotaba en una pequeña libreta. 

 —Ehm, no, que yo recuerde —soltó una pequeña risa mientras se rascaba la nuca. El oficial asintió mientras anotaba—. ¿Qué escribe ahí? —preguntó intentando mirar la pequeña libreta. Ranson cerró la libreta y la guardo en el bolsillo trasero de su pantalón, mientras respondía con una pequeña sonrisa. 

 —¿Trabaja, señor Frey? 

 —Sí, como oficinista en una empresa de marketing —asintió mientras miraba a Rebecca hablar con la oficial. Estaba ansioso de lo que la mujer pudiera decir. 

 —¿Cómo se llama la empresa? 

 —¿Esto es necesario? Debería preguntarme sobre mi hijo. 

 —En una investigación de desaparición todo es necesario, así que dígame, ¿cómo se llama la empresa dónde trabaja? 

 —Glovers Corporations —respondió mientras se cruzaba de brazos. 

 —Tengo una última pregunta, ¿cómo está su matrimonio? 

 Frey se quedó en silenció mientras miraba a su esposa hablar con la policía. La oficial la agarró de los hombros mientras lo miraba fijamente. Frey se aclaró la garganta y respondió. 

—Perfectamente, nunca habíamos estado mejor.  

—No sé por qué, pero presiento algo muy raro en todo esto —expresó Ranson, mientras caminaba a la par de Myrna por la acera del vecindario donde vivían los Shepard. 

—Concuerdo, ¿te fijaste en la manera que actuaba la esposa frente al marido? Parecía un perro maltratado. Y cuando le pregunté sobre su matrimonio, casi enloquece —dijo Myrna mientras Ranson asentía, él se había dado cuenta de la actitud de la mujer cuando su esposo bajó por las escaleras. Todo ella era un manojo de nervios incómodos.

—Él parecía muy tranquilo sobre eso, también le pregunté sobre su matrimonio y me dijo que todo estaba bien. Eso me pareció extraño —explicó mientras cruzaban la acera y se subían al automóvil. Ranson iba de piloto y Myrna a su lado. 

—Ella me contó algo más, tienen otro hijo, o más bien tenían. También desapareció, al parecer lo secuestraron —confesó Myrna mientras sacaba una cajetilla de cigarros y encendía uno.

 Ranson se quedó en silenció mientras procesaba las palabras de su compañera. 

—¿Otro hijo? —preguntó Ranson, mientras se volteaba a verla. 

—Sí, uno gemelo, de hecho. Toda una tragedia. 

—Myrna, le pregunté a Frey si tenía otro hijo y me dijo que no —soltó rápidamente Ranson mientras Myrna se ahogaba con el humo del cigarrillo—. Además, sospecho que las cosas no van muy bien en ese matrimonio. 

—¿Él negó que tenía otro hijo? 

 —Sí. 

—Rebecca también me contó que hace años su matrimonio no era el más feliz. Agresión y maltrato doméstico, al parecer el tipo era un alcohólico compulsivo. 

Ranson encendió el auto y lo puso en marcha mientras seguía pensando. 

—Esa información le da una nueva perspectiva al caso. Queda descartada la idea de una posible huida —razonó el hombre. 

—Hay que darle otro enfoque al caso —Myrna miró a su compañero mientras conducía—. Necesitamos investigar a Frey Shepard y a esa casa.

Frey estaba en la puerta principal vestido para ir al trabajo mientras Rebecca seguía parada ahí, inquieta.

—Cariño, anda a dormir, no lo has hecho en toda la noche —dijo Frey suavemente mientras acariciaba el hombro de Rebecca.

—Solo necesito un poco de café —murmuró viendo al frente, con la vista perdida.

—Nos vemos en la noche. Cuídate —se despidió Frey dándole un beso en la frente a su esposa.

Rebecca entró a su casa y cerró la puerta lentamente. Se recostó de ella y se fue deslizando tranquilamente mientras por su rostro bajaban las lágrimas. Tapó su boca con la mano, intentado callar sus sollozos. Empezó a gritar con la mano en su boda mientras el llanto se apoderaba de su cuerpo. Era como un río desbordado en sufrimiento.

Rebecca empezó a golpear el suelo de su casa mientras la agonía apuñalaba su cuerpo, si saber que del otro lado de la puerta su esposo la escuchaba sufrir.

Once y media de la mañana. Y Frey seguía escondido en la parte trasera de la casa, podía ver a Rebecca a través de la ventana de la cocina y hace más de media hora que había subido al segundo piso, supuso que iría a dormir.

Así que abrió la puerta lentamente y entró, cerrando el portón detrás de sí. La puerta trasera de la casa le daba accesibilidad a la cocina y no tenía que atravesar la sala, así que solo se dirigió hacia la estantería y accionó la madera, haciendo lugar a la puerta del sótano.

Se quedó quieto en el comienzo de la escaleras cuando escuchó una voz.

—No puedo decirle... no me dejará salir...

Frey escuchaba leves murmullos inentendibles y bajó corriendo las escaleras. Encontró a Remy mirando un punto en la esquina de la habitación.

—¿Con quién hablas? —quiso saber mientras miraba a su hijo y luego a la esquina de la habitación, donde no había nadie.

—Con nadie —respondió mientras volteaba la mirada.

—No juegues conmigo —amenazó el mayor mientras señalaba al chico.

—Estaba hablando... solo —respondió con pesar Remy, bajando la mirada.

—¿Te estás volviendo loco?

Remy negó rápidamente. Y gimió cuando intentó mover las manos.

—Mis manos... me duelen mucho, ¿podrías quitarme las sogas? —suplicó el chico, sintiéndose humillado.

—¿Por qué lo haría?

—Te hice un favor, y un favor es un favor, ¿no? —intentó razonar el menor Remy, mientras miraba a su padre—. No aguanto el ardor en las manos, y siento que se me van a caer. Solo serán las manos. Por favor.

Frey se quedó en silencios durante unos segundos. Sacó una pequeña navaja del bolsillo trasero de su pantalón y se acercó al chico.

—No hagas ninguna estupidez —amenazó, apuntando al chico con la navaja.

Seguidamente, Frey cortó las sogas que mantenían presas las muñecas del chico. Remy reprimió un pequeño chillido debido a la fuerza con la que el mayor cortó las sogas.

—¿Algún día me dejaras ir? —preguntó el chico a su padre.

Frey miró directamente a Remy, sus ojos hicieron contacto con el menor. El chico sintió un escalofrío removerle todo el cuerpo. Una media sonrisa se deslizó por la comisura de los labios del mayor.

—Algún día entenderás que el mundo no es como lo ves, y que solo eres una marioneta en el gran show de la vida. Que lindo se ve el telón de este lado del escenario —Frey dejó la navaja en la pequeña mesita mientras de sacudía las manos y soltaba una fuerte carcajada. Remy se quedó mirando fijamente el aquel objeto de mental.

—Algún día lo sabrán, algún sabrán la clase de persona que eres. Algún día sabrán el monstruo que se esconde en tu rostro. Y detrás de esa máscara, me hallarán a mi, me encontrarán.

Frey seguía carcajeándose mientras aplaudía, viendo como el chico escupía tantas estupideces.

—Sabrán que estoy aquí, y tú estarás arruinado. Me encontrarán y ese día yo seré quien estará detrás del telón.

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