Capítulo 28: sin control. (2/2)
ADVERTENCIA +18: ESCENA NO APTA PARA PERSONAS SENSIBLES. SI LEES, QUEDA BAJO TU RESPONSABILIDAD.
4 años atrás...
—¡Tenemos que llamar a una ambulancia! —exclamó Rebecca, mientras se tropezaba hasta llegar a la sala.
Remy seguía estático, con los ojos abiertos y la mitad del jarrón roto en sus manos. Vio como Heyder miraba el suelo, lugar donde su padre se retorcía adolorido y rápidamente subió la vista hacia donde su madre.
—¡No! —gritó Heyder aceleradamente, mientras corría de la cocina a la sala. Rebecca volteó a verlo confundida y él la jaló del brazo.
—¡Tu padre está inconsciente y herido! Debemos llamar a urgencias —dijo la mujer viendo a su hijo consternada, forcejeando en contra de él.
—No, ¡se lo merece! —expresó el menor mientras seguía jalando del brazo de su madre. La mujer lo miraba negando—. ¡No seas estúpida, mamá!
—Ya basta, no peleen —murmuró Remy con la voz pérdida.
—¿Qué te pasa? —quiso saber Rebecca, consternada por la actitud de su hijo—. ¿Estuviste bebiendo?
Heyder no respondió y simplemente siguió forcejeando con la mujer, mientras Rebecca intentaba quitarse al menor del encima. Remy los miraba aislado. Era como si estuviera atrapado en una burbuja.
—Cada día te pareces más a tu padr...
—¡Ni te atrevas! —aventó histérico un manotazo Heyder, azotando el rostro de su madre.
Remy ahogó un grito de sorpresa cuando presenció aquel acto, y fue justo cuando la burbuja se rompió a su alrededor. Sintió un jalón prensado en su cuello y supo que alguien lo había jalado. Levantó la vista anonadado y vio a su padre con un hilo rojo de sangre bajándole por la frente, junto a una sonrisa siniestra.
Soltó un gritó que hizo que su hermano y madre voltearan a ver lo que estaba sucediendo.
—¡No!
—Te crees muy valiente, ¿no? —la sonrisa macabra adornada el rostro de Frey, mientras apretaba el agarre en la camisa del menor. Remy intentó removerse inquieto, pero el agarre era sólido.
Un golpe en el rostro de Remy fue lo que hizo que el mundo del chico girara. El puño de Frey impactó con fuerza en la cara del chico.
—¡Déjalo! ¡No lo toques! —escupió Heyder, mientras corría torpemente hacia donde su hermano. Pateó a su padre varias veces pero el intento fue fallido. Era como si una furia descomunal se hubiera apoderado del hombre.
Ahora la persona que estaba en estado de shock era Rebecca, viendo como su esposo atestaba golpe tras golpe hacia Remy. Su pequeño hijo estaba en el suelo cubriéndose la cara con los brazos, pero el mayor golpeaba sus costillas y cabeza con mucha fuerza e ira.
Frey levantó a Remy del suelo y alzó su mano para reventarle la nariz, pero entonces Rebecca corrió y se interpuso entre su esposo y su hijo, recibiendo el golpe ella.
Rebecca se tambaleó por unos segundos, en los cuales, se tropezó con la pequeña mesita de la sala. Haciendo que por gravedad todo su cuerpo cayera hacia el suelo. Recibiendo un certero golpe en su cabeza, haciendo que cerrara los ojos.
—Mamá... —susurró Remy mientras un hilo de sangre le bajaba por el labio. El chico lucía demacrado. Y sentía que se movía algún músculo de su cuerpo sus huesos se quebrarían.
—Ugh, ¡todo esto es su culpa! —señaló Frey a sus dos hijos, Remy estaba recostado en la pared mientras Heyder estaba en el piso con las manos extendidas, atento de cualquier movimiento de Frey—. Esta no fue la forma en que los crié. No. Ustedes tuvieran que haber sido correctos, no sé porqué Dios me habrá castigado con hijos tan desgraciados como ustedes. De ti, Remy, nunca me esperé nada, eres la decepción de la familia, cuando tú madre quedó embarazada nunca esperamos que saliera otro niño.
Cada palabra soltada por Frey era una estaca al corazón de Remy. Esas palabras dolían más que todos los golpes que tenía en su cuerpo.
—Y tu, Heyder, bebé, tú eres el hijo que siempre esperé, definitivamente no eres como la mierda inservible de tu hermano —suavizó su tono Frey mientras su mirada se dirigía a Heyder. Él menor lo miraba inquieto con una expresión de asco en su rostro.
—No le digas así. Yo no soy tú maldito bebé —escupió con odio aquellas palabras el menor.
—¿Qué te he dicho de decir malas palabras, niño? ¿Acaso papi no te ha enseñado lo suficiente sobre modales? ¿Mhm?
—Vete a la mierda —exclamó Heyder sintiendo una fibra de temor en su cuerpo.
Remy intentaba moverse pero el dolor en su abdomen era insoportable.
—¿Ya olvidaste quién eres, Heyder? ¿Olvidaste quién eres cuando estás con tu papi... Ezequiel? —el mayor se había escabullido lentamente hacia el chico hasta susurrarle eso al oído.
El menor cerró los ojos fuertemente tapándose los oídos. Pero era muy tarde, podía sentir como una vena se le prensaba en su cuello, y una sensación escalofriante le subía por el cuerpo. Rápidamente, una voz en su cabeza le habló.
Hola, Heyder. ¿Me extrañaste?
Una risas resonaron y Heyder no supo qué hacer, había perdido el control. Extendió sus brazos hacia delante y dejó caer su cabeza al suelo.
—¡No, no, no! —gritó varias veces el chico mientras golpeaba su cabeza contra el piso repetidas veces.
—No lo escuches, Heyder... —murmuró Remy en un hilo de voz.
—Ezequiel, necesito que hagas algo por mí. Estoy cansado de que Remy sea solo un espectador en esto, merece respetar a sus mayores —ordenó Frey automáticamente, extendiendo su mano hacia la cocina.
Las expresiones faciales de Heyder se tornaron siniestras, mientras se levantaba lentamente del suelo y se dirigía hacia su padre. El mayor sonrió macabramente y susurró algo en el oído del menor.
Remy miró inquieto y cansado como su hermano entraba a la cocina y salía con una botella en manos. Frunció el ceño y después miró a su padre. El mayor lo veía con una expresión indescifrable.
—Heyder, ¿qué estás haciendo con eso...? —antes de que Remy pudiera decir alguna otra palabra, una fuerte patada se estacionó en su rostro, haciéndole voltear toda la cabeza. El chico gritó de dolor.
—Mi nombre es Ezequiel, insecto —el menor escupió con insolencia y se agarró para sostener a Remy por los brazos.
Remy intentó forcejear pero el golpe lo había dejado anonadado. Veía todo borroso y las lágrimas no eran de mucha ayuda.
Sintió un tirón en sus brazos y cuando levantó la vista su padre estaba mirándolo con una expresión desquiciada. Como si fuera un perro con rabia.
Estaba removiéndose forzadamente cuando sintió que tiraban de sus pantalones, y fue cuando empezó a patalear.
Cuando volteó la cabeza sintió un calambre en su cuello, pero pudo distinguir a Ezequiel con la botella entre sus manos.
—¡Suéltame! ¡Ah! ¡No, no, déjame!
Remy gritó como nunca lo había hecho en su vida, y eso no impidió que Ezequiel incrustara el objeto de cristal en el pequeño cuerpo del chico. Remy sintió que algo traspasaba su cuerpo y su inocencia, y la risa diabólica de su padre le confirmaba que aquello era real y estaba pasando.
Y fue ahí, en ese justo momento, que Remy lo supo. Tenía que acabar acabar con aquella risa macabra. No sabría cuándo, ni tampoco dónde. Pero lo haría.
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