Capítulo 27: odio. (1/2)
4 años atrás...
Remy estaba sentado en el suelo desde hace un rato mientras dibujada. Su madre estaba sentada en el sofá de la sala, con una taza de té en sus manos y había un cigarrillo encendido en la pequeña mesita del centro.
El reloj seguía girando en su eje y la mujer seguía preguntándose dónde estaría su hijo. Cuando la aguja marcó las cinco, la puerta de la casa se abrió estrepitosamente. Heyder cruzó la puerta tambaleándose, luciendo un semblante devastado y totalmente desarreglado. Grandes bolsas moradas cubrían la zona inferior y el le baja por la frente.
Rebecca se levantó rápidamente, dirigiéndose hacia su hijo. La mujer lo intentó abrazar pero el chico la empujó. Remy se quedó petrificado en el suelo.
—¡No me toques! —reprendió Heyder, repeliendo el tacto de su mujer. Remy se levantó rápidamente del suelo.
—Heyder, ¿qué te pasa? ¿Dónde estabas? —quiso saber la mujer, descolocaba por el empujón que le dio su hijo.
Heyder la miró finalmente y algo en su mirada hizo que Rebecca sintiera que la habían atravesado con un cuchillo. El chico siguió caminando, pasando por un lado de Remy, que seguía estático en su lugar. Rebecca lo siguió consternada.
Heyder llegó a la cocina y cogió un cuchillo que había en la encimera, la mujer se alertó y se abalanzó sobre su hijo, pero se detuvo cuando el menor la apuntó con el arma blanca.
Remy miraba todo desde atrás asustado, empezaba a temblar y sintió que alguien estaba abriendo la puerta. Volteó y miró a su padre entrando en la casa.
—¡Aléjate! —gritó Heyder a su madre mientras sostenía el cuchillo con su mano.
—Hijo, ¿qué te sucede? —sollozó Rebecca, mientras levantaba las manos—. Suelta ese cuchillo, por favor. Puedes hacerte daño.
—¿Qué me sucede? —se preguntó el chico mirando a su madre—. ¿Acaso no sabes lo que me sucede?
La manos de Heyder temblaban y había algo en el ambiente que Rebeca olfateó en ese instante. ¿Acaso eso era alcohol?
—Heyder —llamó Frey, entrando en la cocina. Rebecca dio un pequeño respingo y volteo a ver a su marido.
—Frey... —dijo Rebecca mientras miraba aquel hombre.
—Suelta ese cuchillo ahora mismo —ordenó el mayor mientras miraba al chico con una mirada directa.
—¿Por qué lo haría? Eres más peligroso que esto —confesó mientras movía el cuchillo.
El ambiente era tenso y aquello lo podía sentir Remy desde la sala donde podía ver a su hermano, seguidamente de su madre y padre. Una pequeña flama de molestia se instaló en su pecho que lo hizo estremecer.
Siempre hace algo para tener más atención, pensó mientras volteaba los ojos.
—¡Váyanse a la mierda los dos! —escuchó gritar a su hermano—. ¡Los odio a los dos! ¡A todos, pero más a ti! ¿Creíste que nunca me daría cuenta de lo que nos hacías?
—Hijo, tú papa ha buscado ayuda, ya no es el mismo hombre de antes —intentó razonar Rebecca, no sabiendo en realidad a lo que se refería su hijo—. Él ya no bebe como antes...
— ¡Oh, por Dios! ¡Y lo defiendes! Debe ser que se te olvidó todo lo que nos hizo pasar.
—No lo repetiré más —exclamó Frey, mientras se acercaba lentamente a Heyder.
—Cariño, tu padre cambió, nadie es perfecto...
—¡No me hagas reír! —vociferó Heyder mientras reía, y unas lágrimas escapaban de sus ojos—. Estoy tan cansado de todo esto...
—Nosotros estamos cansado de ti —remató Frey mientras agarraba las manos de Heyder y comenzaban a forcejear. Rebecca gritó alterada sin saber qué hacer.
En un rápido instante, Remy cogió el florero que había en la pequeña mesita y corrió hasta la cocina, estrellando el objeto en la cabeza de Frey.
Una exclamación por parte del mayor se hizo escuchar y se balanceó en sus pasos perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo. Heyder se quedó estático.
—Remy, ¿qué hiciste? —preguntó su madre mientras miraba a su marido retorcerse en el suelo.
—N-no lo sé.
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