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Capítulo 24: un favor. (1/2)

Lunes, 30 de marzo.

Frey bajó las escaleras con una bandeja de comida en sus manos. Remy por su parte, estaba sentado en aquella silla entumecido, con los ojos cerrados.

El hombre colocó la bandeja en una pequeña mesita que se encontraba en aquel lugar, mientras se encaminaba hacia el chico.

—Mierda —susurró el mayor mientras palmeaba la cara de Remy. El chico se movió a duras penas. Un suspiro de alivio salió de los labios de Frey.

Remy lo miró con los ojos cansados, intentado alejarse del tacto del mayor. Movió sus párpados pero el movimiento era lento y agotador.

Frey se volteo y cogió la bandeja.

—Dos huevos revueltos, pan de avena, ciruelas, mantequilla, y queso crema —sonrió ladeando la cabeza—. Creo que nunca había cocinado una cena tan singular y la vez apetitosa.

Remy sintió el olor del pan caliente adentrarse por sus fosas nasales. Haciendo que su estomago hambriento se retorciera. Se boca se humedeció, haciendo que sus labios irritados dolieran.

—¿Tienes hambre? —preguntó Frey, a la vez que acercaba la bandeja hacia Remy, haciendo que los ojos del menor se sobresaltaran.

El chico no quiso darle la razón a su progenitor, pero el cuchillo que sentía en su estómago lo obligó a que asintiera.

—¿Mucha, mucha hambre? —frunció las cejas mientras interrogaba al chico. Haciendo que la mirada suplicante de Remy se abrumara.

—Ya b-basta —pronunció Remy, arrastrando las palabras—. No me hagas esto. No me hagas pasar hambre.

Suplicó el chico mientras pasaba saliva por su garganta seca. Frey solo lo miró pensativo.

—¿Qué serías capaz de hacer por un trozo de pan? —quiso saber el mayor, mientras le daba la espalda a Remy.

Remy giró los ojos angustiado, mirando el techo de aquella habitación. Entonces fue cuando se dio cuenta lo que su padre traía en la espalda.

—Lo que sea —respondió el menor mientras el miedo lo invadía.

—Lo que sea... —repitió el mayor dándose la vuelta, su mano estaba acariciando su mentón—. Voy a darte de comer, pero antes necesito que me hagas un favor.

—¿Qué tipo de favor? —quiso saber Remy, no dándole a su imaginación alguna imagen mental de lo que podría pedirle su padre.

—Necesito que llames a tu madre y le digas que estás bien. La pobre anda muy preocupada por ti, y su desesperación la quiere llevar a llamar a la policía —explicó el mayor, mientras fingía preocupación en el bienestar de su esposa—. Qué problemático, ¿no? Eso es algo que no sería bueno no para ti ni para mí, ¿verdad?

Remy aspiró profundamente mientras procesaba todas las palabras dichas por su padre. Intentó incorporarse en la silla y gimió de dolor.

—¿Qué pasa si me niego? ¿Si no quiero seguir tu jueguito? —atacó Remy, arrugando las cejas.

—No eres muy listo, ¿verdad? ¿No sabes quién lleva la ventaja aquí? —puntualizó Frey, a la misma vez que dirigía su mano hacia su espalda. Lugar de donde saco un arma, que ahora apuntaba a Remy—. Si no llamas a tu madre, tendrás una razón por la cual no sentirte con hambre.

Remy se quedó inmóvil ante el arma que apuntaba directamente hacia él.
Su respiración se había cortado por unos segundos.

Frey soltó la bandeja de comida en la pequeña mesa. Sostuvo el arma entre sus mano mientras apuntaba a Remy y sacó un celular de su bolsillo. Encendió la pantalla y marcó un número.

—Si intentas cualquier cosa, lo que comerás serán migajas de balas —amenazó el mayor mientras apuntaba el arma hacia la cabeza del chico.

El teléfono vibró en su oído y la voz de su madre hizo que se estremeciera. El mayor puso el teléfono en altavoz.

¿Aló?

—Mamá... —Remy pronunció aquellas palabras, y escucho unas exclamaciones al otro lado del celular.

¿Remy? ¿Eres tú? ¿Dónde estabas? ¡Me tenías preocupada!

Frey miro atentamente a Remy mientras inclinaba la pistola en su sien.

—Estoy bien, mamá. No te preocupes —explicó difícilmente, no queriendo gritarle a su madre que estaba en el sótano de su casa. Del cual ella no tenía ni idea.

Son casi dos días que no se nada de ti, por supuesto que me voy a preocupar —exclamó la mujer mientras se pasaba la mano por el cabello, caminando de un lado hacia otro en su habitación—. Dime dónde estas y cuando llegue tu padre le digo que te vaya a buscar.

Frey reprimió una pequeña risa al escuchar a su esposa pronunciar su nombre.

—Mamá, no... no no puedo decirte dónde estoy.

¿Por qué, cariño? ¿Estás en problemas? ¿Es sobre esa tal Cary?

Remy frunció las cejas mientras miraba Frey, el mayor solo se encogió de hombros.

—Es algo complicado —dijo, mientras indagaba en su mente—. Pero estaré bien.

Cariño, lo que te haga falta; dinero, que te vaya a buscar, cualquier cosa.

—Estoy bien, mamá, tengo mis ahorros —explicó el menor mientras cerraba los ojos—. Pero dime, mami, ¿seguirás cortando el jardín? ¿Seguirás arreglando mi habitación?

Remy... —la voz de Rebecca se escuchaba entrecortaba—. Por supuesto que lo haré, cariño. Cuando vengas, tendré cada rosa para ti, y tú vendrás a buscarlas, ¿de acuerdo?

—Mam-má —Remy escuchó un 'click' que lo hizo estremecerse—. Mamá, te amo. No me extrañes.

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