Capítulo 20: horas antes. (2/2)
Lunes, 30 de marzo.
Horas antes...
Frey cruzó la puerta de su casa, saliendo a paso apresurado.
De repente, su celular suena en su bolsillo. El hombre lo saca y contesta.
—¿Aló?
—Frey, no sé si te has dado cuenta, pero llevo media hora esperándote.
—Yo sé, no te voy a dar explicaciones para nada. Ya voy para allá —dice mientras entra en su auto y lo enciende. Rápidamente lo pone en marcha.
—Sabes que no que me gusta esperar, que no se te olvide lo que acordamos.
—Sí, ya sé. Está todo listo.
Frey se bajó del auto con el maletín en su mano, camino por el sendero de piedra que componía aquel parque. Rápidamente diviso a alguien sentado en una de las butacas del centro.
Se acercó, sentándose a un lado de la persona que lo esperaba con ansias.
—Frey, por fin llegas —comentó el hombre, mientras se disponía a mirarle—. Que gusto verte.
—Ronald, el gusto es mío —saludó Frey estrechando su mano con la de su amigo. El hombre respondió con una pequeña risa.
—Por favor, basta de formalidades —pidió, mientras le restaba importancia con una mano—. Sabes que puedes hablarme sin profesionalismos.
—Sí, lo sé perfectamente. Solo es la tensión del momento, ¿cuánto tiempo ha pasado? —pregunta Frey, sin esperar alguna respuesta—. Me pareció raro que me contactaras, pensé que estarías ocupado con tu negocio.
—A mí me pareció raro que tú me contestarás, te escribí sin esperar alguna respuesta —explicó Ronald—. Pero al parecer, recibí una respuesta que no esperaba. ¿Cuánta pizza traes ahí?
Frey tensó un poco la mandíbula mientras sostenía el maletín en su mano. Lo levantó y lo puso en medio de él y Ronald.
Ronald, por su parte, sacó un maletín de metal que llevaba en su mano izquierda, imitando la acción de Frey. Los hombres intercambiaron maletines.
—No sé dónde te enteraste que hago... esto, la pizza —susurró, mientras utilizaba la palabra clave que le había dicho Ronald que tendrían que emplear para ése negocio.
—Tengo mis contactos en el bajo mundo, o como mejor es conocida la "red oscura" —confesó Ronald, mientras verificaba el contenido del maletín.
—¿Qué piensas hacer con eso? —interroga con una mirada recelosa Frey.
—¿A caso eso es parte de los intereses? No te incumbe lo que yo vaya hacer, educadamente hablando —bramó Ronald, viéndose cohibido ante la mirada fulminante que le lanzaba Frey—. Bueno, tal vez tenga algunos compañeros que les interese, no lo sé.
Frey meditó mientras sostenía el maletín. Su mirada estaba perdida en los columpios del parque.
—Aquí hay cincuenta mil, ¿no?
—En efectivo. Cincuenta mil dólares en efectivo —se regodeo Ronald.
—Bien, supongo que eso es todo —suspiró Frey levantándose del lugar donde se encontraba. Ronald hizo lo mismo.
—Fue un placer negocios contigo, viejo amigo —musitó Ronald mientras estrechas su mano con Frey—. O mejor debería decir que fue un placer compartir negocios contigo. Lo cual me parece irónico, ya que dijiste que nunca los compartirías conmigo, ¿no? Al parecer los giros de la vida te han pasado factura. Hasta luego, viejo amigo.
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