Capítulo 18: las fotos.
9 años atrás...
Rebecca tuvo un momento de paz luego de que su esposo llevará a sus hijos al colegio. Había estado siendo borde con su esposo, mientras que por otro lado el hombre no paraba de ser caballeroso. Ella conocía esa actitud.
Ella miraba a Frey como aquel niño que aunque le dijeran que no saltara, él saltaba. Se tropezaba, caía, y luego volvía con su mirada arrepentida.
Se había arrepentido, e intentaba cambiar, eso era lo importante, ¿no? Ella lo amaba, y que tal vez su pómulo luciese morado no cambiaba eso.
Ninguna pareja era perfecta, y ellos no serían la excepción. Tenían sus buenos, y malos momentos. Lo importante era que todavía se aman.
Estaba tomando un té en la sala, mientras pensaba; ¿acaso no era el amor una locura? ¿No volvía loca a las personas? ¿Ella estaría loca? Porque definitivamente sentirse bien luego de que tú esposo te golpeará era una locura. ¿Acaso era eso? ¿Estarían locos de amor?
Negó sonriendo. El amor definitivamente era una locura.
Con aquellos pensamientos en su mente, se deshizo de su taza de café mientras caminaba por el pasillo de la sala. Había estado rodando por la sala un momento, limpiando el desorden que había hecho su marido.
Observo, desde el pasillo, la puerta de la oficina de su esposo y frunció el ceño. Generalmente aquella habitación estaba cerrada y no supo por qué estaría abierta. Así que como cualquier día, se dispuso a cerrar la puerta.
No fueron minutos, caminar era algo relativamente rápido y en cuestión de segundos estaba enfrente de la puerta. La había visto tantas veces, pero esa vez era diferente, ella sentía algo diferente.
Entró, abriendo la puerta con suma delicadeza e inspeccionó el lugar. Estaba oscuro, por supuesto. Así que solamente encendió la bombilla y todo fue esclarecedor para ella.
No hubo nada que le llamara la atención, había entrando en esa habitación un centenar de veces y no encontraba nada interesante.
Justo cuando iba a salir de la habitación, sus espectros oculares captaron algo.
La primera gaveta de la mesa de estudio estaba ligeramente abierta, y causó un pequeño grado de curiosidad en Rebecca ya que Frey siempre mantenía ese compartimiento bajo llave.
Relajadamente, intentó cerrar la gaveta, pero hubo algo en su interior que interfería. Así que, lentamente Rebecca abrió la pequeña gaveta.
La mirada, o más bien toda su expresión facial en ese momento era indescifrable.
Había en un pequeño conjunto de cintas, unas fotos. Pequeñas, pero claramente visibles. Todas y cada una de ellas en estilo polaroid.
Pequeños, de caras inocentes, y desnudos; eran fotos de niños. De bajas estaturas, contexturas gruesas y sin rastros de ropa. ¿Por qué Frey tendría esas fotos allí? ¿Por qué su esposo escondería esas fotos bajo tanta confidencialidad?
Siguió rebuscando más fondo en el cajón, pero solo habían carpetas del trabajo y algunas facturas. No habían más fotos. Parecían ser alrededor de veinte.
No sabía que hacer, miraba las fotos atónita y simplemente quería salir de allí. Cuando iba a guardar las fotos...
—Cariño, ya estoy en casa —anunció Frey mientras entraba por el umbral de la puerta.
No hubo una respuesta que Frey pudiera escuchar, ya que la voz de Rebecca había sonado tan baja, que ni ella misma la había escuchado.
Frey, caminó instintivamente por la sala, y cuando vio la puerta del estudio abierta, entendió todo.
Rebecca todavía seguía allí, algunas fotos habían bajado por sus dedos y ahora Frey las veía en el piso. Se agachó y tomó una de ellas.
—¿Qué hacías revisando mi estudio? —preguntó el hombre, mientras sostenía una de las fotos.
—No l-lo estaba revisando —dijo Rebecca—. La puerta estaba abierta y yo la iba a cerrar.
—¿Ibas a cerrar la puerta y terminaste revisando el cajón? —cuestionó.
—El cajón estaba abierto.
—No me explicas nada, Rebecca —negó Frey—. ¿Qué hacías revisando mi estudio?
—¿Ahora yo te debo explicaciones? ¡Dime tú! ¿Qué haces con esas fotos? —preguntó alzando las fotos que sostenía en su mano.
—No me respondas con preguntas, tú estás invadiendo mi estudio —respondió, volteando la mirada—. Ahora, si me disculpas, tengo trabajo que hacer.
—No, nada de eso, ¿quiénes son estos niños? ¿Qué estás haciendo, Frey? ¡Explícame!
—No tengo que explicar, así que déjame tranquilo.
—¡Claro que sí! ¡Eres un enfermo! —exclamó Rebecca lanzándole las fotos a Frey. Inmediatamente se arrepintió de haber hecho eso.
—¿Sí? ¿Eso es lo que crees? —Frey se acercó hasta su esposa, cogiéndola del cuello—. ¿Crees que el papá de tus hijos es un puto enfermo?
—S-si no... ¿entonces qué h-haces con esas fotos? —preguntó entrecortadamente Rebecca, el agarre en su cuello se hacía más fuerte.
—Esas malditas fotos son del aérea de mercadotecnia, ¿sabías que en mi estúpido trabajo hacen marketing? Son para una puta revista —explicó Frey mientras apretaba los dientes—. ¿Era eso? ¿Estás contenta?
Frey sostenía fuertemente a Rebecca del cuello mientras que la aprisionaba con su pierna. Ella sólo asintió varias.
—Mírate, ¿era así como querías verme? —Frey acercó su rostro al de su esposa.
Frey la besó efusivamente mientras aflojaba un poco el agarre de su mano. Empezó a pasar su otra mano por el cuerpo de su mujer. Rebecca soltó un pequeño jadeo.
—¿Era esto? ¿Me estabas provocando? —Rebecca negó, pero el gemido que soltó fue una contradicción—. Sí, querías que llevará a los niños al colegio, vienes y luego revisas mi estudio, ¿no?
—N-no, Frey, las cosas no son así —intentó explicar Rebecca, pero Frey la calló con un beso—. ¡A-ah!
Siguió, lamió, y desabrochó, la hizo suya en la mesa de su estudio. ¿Qué tan loca podía volverse la gente por amor?
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