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Capítulo 17: la tortura.

Domingo, 29 de marzo.

—¿Por qué me haces esto? ¡Soy tu hijo! —exclamó Remy, su voz ronca debido al llanto.

—Porque soy tu padre, y eres mi hijo, yo sé lo que es mejor para ti. Y también para mí —explicó Frey, mientras apartaba el aparato de plástico de la cavidad anal de Remy.

Había estado documento todo con la laptop que se encontraba en la pequeña mesa. Había montado un pequeño espectáculo en el sótano de su casa.

—¡Te odio, te odio! —repitió el menor—.  Ojalá te mueras, y que cada parte de ti se pudra en el infierno.

La voz de Remy, ahora pequeña debido a los espasmos y gemidos lastimeros sufrido a causa del mayor hacían que su garganta raspase cada vez que intentaba pronunciar cualquier oración.

Remy intentó gritar repetidas veces, arañó la silla en la que estaba sentado. Y nada, era como si lo hubieran dejado en un desierto desolado.

¿Estaría su madre preocupada por él? ¿Acaso alguien pensaría en él?

Sentía sus piernas húmedas, y era incapaz de hacer cualquier movimiento para ver en qué estado se encontraba. Simplemente no podía mirar su vergüenza. ¿Cómo había podido terminar en aquella situación?

—¿Cómo mi madre puedo haberse casado con alguien como tú? —escupió colérico Remy.

—El amor a veces es extraño. Puedes vivir con una persona que amas sin saber qué cosas pasan por su mente —respondió Frey—. Aunque igual eso tú lo sabías, ¿no?

—E-eres un enfermo —insultó Remy en un hilo de voz—. ¿Que pretendías hacer con eso?

Remy señaló la laptop, donde anteriormente había estado grabando Frey.

—Es realmente increíble hacia donde puede llegar la inmoralidad de las personas. ¿Sabes todo lo que puedo hacer con esas cintas? —intuyó Frey, cambiando su postura a una recta. Remy frunció levemente el ceño.

—¿Cintas? ¿A qué te refieres con eso? —había un miedo en la voz de Remy, que hacia que sus dientes tiritaran.

Él no quería pensar en ello, cerró los ojos durante todo aquella tortura, y si su mente no le fallaba había sido solo una vez delante de aquella cámara. Y si Frey decía aquello, ¿acaso él
...?

—Realmente no sabes nada — cínicamente río Frey—. Fuiste parte de un acto que estuvo planificado desde hace mucho tiempo, ¿o crees que esto fue algo improvisado? Lo de Heyder fue algo que nunca me esperé, pero tú fuiste mi única opción.

Remy cerró los ojos mientras algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Sentía asco por sí mismo. Sentía asco de toda aquella situación, y pensar que su hermano pasó por todo aquello... hacía que no quisiera recordar nada más.

—Suéltame. Sácame de aquí, por favor. Te juro que no le diré nada a nadie, ni a mamá, solo... sácame de aquí —suplicó Remy, mientras su boca temblaba.

La expresión en la cara de Frey fue indescifrable.

—Me temo que aquello no será posible.

Directo. Sin sentimientos. Aquellas palabras eran tan vacías como el corazón de Remy en aquel momento.

Vacilante, Frey dio una vuelta y comenzó a subir las escaleras.

—¡No! ¡Sácame de aquí! ¡Ayuda!

—No lo intentes, nadie te oirá, hay medio metro de hormigón rodeando estas paredes —Frey disimuló una pequeña sonrisa mientras terminaba de subir las escaleras, abandonando la habitación.

Remy siguió gritando y pidiendo ayuda, hasta que sintió como su garganta se apretaba, y cada palabra de auxilio se sentía como una apuñalada en la tráquea.

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