Capítulo 13: juego. (2/2)
9 años atrás...
Sábado por la mañana, estaban Rebecca y sus hijos desayunando en el comedor de su casa. Parecían modelos de una revista para ventas de productos familiares. La realidad: no habían productos ni tampoco familia.
En la pequeña mente de Remy aún seguía lo que había presenciado en la madrugada, y estaba esperando el momento perfecto para preguntarle a su hermano que era aquello que estaba haciendo con su papá.
—Heyder, comete todo eso, o no habrán dulces —ordenó Rebecca mientras señalaba el brócoli en la comida de su hijo.
—Pero, mamá...
—Nada de "pero, mamá" te lo comes y punto.
Heyder gimió mientras hacía una mueca de fastidio y con su tenedor aplastaba el brócoli que pronto estaría masticando con una expresión asqueada. Remy sólo lo veía con una expresión cómica.
—Muy bien, hijo, está bien —su madre sonrió mientras desordenaba el pelo del menor—. Ahora váyanse a jugar mientas limpio esto.
Y como si les hubieran inyectado una pequeña dosis de adrenalina los pequeños salieron corriendo hacia la sala.
Subieron las escaleras hacia el segundo piso mientras se iban empujando y cuando llegando a la habitación de Remy—donde estaban los juguetes—comenzaron a jugar.
—Heyder —llamó Remy.
—¿Sí?
—¿Puedo preguntarte algo? —preguntó el menor sigilosamente, Heyder solo asintió sin imaginarse lo que preguntaría su hermano—. ¿Qué era lo que estaban haciendo papá y tú anoche?
Heyder sintió con si le hubieran lanzado una cubeta de agua fría en la cara, simplemente palideció tres tonos.
—Ehm, nada... ¿por qué? —Heyder intentó hacerse el desentendido mientras sacaba algunos carros de juguete.
—Porque anoche escuché a papá entrar y después salí y la puerta de tu cuarto estaba abierta, entonces... te vi llorando, y papá te estaba aplastando.
—Estábamos jugando, no te preocupes —respondió mientras sentía como el corazón le latía a todo prisa.
Remy hundió las cejas sin haberse sentido satisfecho con aquella respuesta a lo que preguntó.
—¿Y por qué llorabas? ¿Qué juego era ese?
Heyder solo quería que su hermano se callara para siempre y no hiciera más preguntas.
—Un juego que a veces juego con papá, y no todas las veces gano, por eso lloraba —Heyder sentía algo estrujando su pecho mientras decía aquello. Ya no quería seguir jugando con Remy—. ¿Podemos seguir jugando?
—¿Y como era ese juego? —volvió a cuestionar el pequeño Remy.
—N-no te puedo decir, papá... papá dice que es un secreto —explicó mientras se volteaba a recoger algunos bloques, para que así Remy no viera como una lágrima bajaba por su mejilla.
—Qué aburrido.
—Sí —Heyder se limpió las lágrimas y se volteó hacia su hermano—. ¿Podemos seguir jugando, por favor?
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