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Iseul se encontraba por quinta vez en el mes en enfermería, esta vez la aquejaba un mareo por no haber desayunado, ya tres días sin haberse alimentado como correspondía. Su madre no le había querido dar de comer. "Hija, por más que comas tu fealdad no desaparecera. Naciste fea y morirás así. No sé de dónde mierda me habrás salido tan horrible" eso le había dicho, cosa que le había dolido muchísimo. No es que ella comiera porque quisiera, claro que no, no tenía ganas, la depresión le dejaba sin energías, pero a su vez los malditos ataques de ansiedad no le dejaban en paz y con algo los debía saciar.

Además lo que decía su madre no era verdad, o bueno, al menos eso quería creer, no era como el resto de sus compañeras, todas con lindos cuerpos, bien desarrolladas y con todo donde correspondía. Ella... era distinta, simplemente eso, no tenía grandes pechos o un buen trasero, pero ella tenía la esperanza de que alguien la aceptara tal y como era.

Ya con sus dieciséis años sabía que la vida era dura, lo sabía a la perfección. Los constantes malatratos por parte de su madre y el abandono de su padre se lo recordaban casi a diario. Y no podía evitar sentirse mal. Solo hace un par de días le habían botado por las escaleras de la secundaria, habían llamado a su madre porque realmente no se encontraba para nada bien. Y lo único que había sacado era que su madre, al llegar a casa después de retirarla, le insultara hasta aburrirse.

—Ah... que buena madre tengo— suspiró cansada. ¿Por qué alguien no la mataba de una buena vez? Tal vez así dejaría de molestar al mundo con su mísera existencia.

Cogió su bolso y bajó de la camilla resistiendo el dolor producido por sus recientes heridas, de todas formas nadie la ayudaría, con suerte la enfermera de la institución le había dicho que se tomara la primera clase para dormir, mas, ¿con tantas complicaciones alguien podría descansar siquiera un poco?

Caminó al baño, esperando no encontrarse con ninguno de los chicos o chicas que le molestaban, estaba muy cansada como para comenzar el día de una forma tan agitada.

Una sonrisa pequeñísima se formó al ver que a esa hora no había nadie por los pasillos, pero al entrar al baño desapareció, le estaban esperando allí.

—Miren chicas, ya ha llegado la pequeña escuálida que nadie quiere. ¿Por qué no le damos de nuestro aprecio?— Habló la "líder" del grupo que le molestaba, ¿cómo alguien tan linda podía ser tan malvada? Bueno por lo menos gracias a ello sabía que no debía juzgar solo por el exterior.

—Hoy no estoy de ánimo para sus estupideces, solo por hoy déjenme en paz ¿sí?— Su mirada, completamente vacía, se posó en el grupo de cuatro chicas, implorando con su voz apagada que le dejaran tranquila, aunque fuera por un día.

—Uy... eso lo veo un poco difícil— Espetó otra de las chicas. ¿Cómo se llamaba? bueno, en verdad no sabía, ni siquiera las conocía, simplemente un día la habían molestado y luego se les hizo un hábito. "Molestar a la zorrita guacha", ese era el apodo que le habían puesto. O al menos el que más utilizaban.

—Vamos, solo será un ratito, nos divertiremos y cuando nos aburramos te dejamos en paz— El tono de bondad que empleaba no podía ser más falso.

—Ya les he dicho que no— habló saliendo del baño, antes que las chicas estuvieran más cerca. Comenzó a correr a alguno de los patios, viendo para atrás de vez en cuando para verificar si le seguían.

Su corazón resonaba fuertemente en sus oídos, acababa de salir de enfermería como para ir otra vez. Las piernas le dolían y podía sentir el ardor cada vez que alguna de sus prendas rozaba con su piel dañada. Pero no se podía detener, su cuerpo todo maltratado y cansado le pedía a gritos que escapara de allí. Y cuando se dio cuenta ya se encontraba en el muro final del terreno escolar, donde si se saltaba hacia el otro lado había un terreno baldío.

Miró para atrás y no había nadie, las chicas no le habían seguido, y unas lágrimas de alivio brotaron de sus ojos. Hace tanto que no había podido llorar tan libremente, en casa siempre se tenía que aguantar y en las clases se concentraba más en la materia que dictaban que en sus problemas.

Escaló el muro apenas, y ya encima de éste, se lanzó hacia el otro lado, cayendo en un montón de pasto natural, abandonado al igual que el terreno.

Se quedó allí tirada, contemplando el nublado cielo. ¿Qué haría? se había fugado de clases, llamarían a su madre y en casa... uh, ni pensarlo. Por lo menos por un par de noches, más bien días, no podría volver.

Se sentó un rato a disfrutar del silencio, la naturaleza era tan linda, ella quería vivir en un lugar alejado de todo, en paz, sin nadie que le maltratara o juzgara por ser diferente al resto.

Sacó su celular, que con mucho esfuerzo había conseguido, y le escribió a la persona que siempre recurría cuando algo no iba bien. Su querido ¿amigo?... no, no era su amigo. ¿Novio? no, no eran novios. Simplemente era un conocido que la entendía casi a la perfección. No eran nada, pero a la vez eran su todo.

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—¡Hey, Iseul!— Namjoon le llamó desde la siguiente cuadra, bastantes metros los separaban, pero todo estaba tan callado que le pudo escuchar perfectamente.

—¡Nam!— Le regresó el saludo.

Rápidamente Kim fue corriendo hasta ella para envolverla con sus brazos, ese era su saludo habitual, para sentirse queridos aunque fuera por un instante.

Se encontraban en las calles que ya daban hacia la salida de la civilización. Namjoon llevaba una mochila con provisiones para ir al lugar al que siempre recurrían cuando alguno tenía problemas, o sea, casi siempre. El cementerio a las afueras de la ciudad era prácticamente el segundo hogar de ambos.

—Toma— Le extendió una botella y un paquete de galletas—. No has comido aún, ¿cierto?

—Oh... no. No tuve tiempo para comer hoy —respondió apenada, siempre que se encontraba con Namjoon era por problemas, aunque sea le hubiera gustado encontrase sin una excusa de por medio.

Como cuando se habían conocido, justo en donde se dirigían ahora mismo.

Todo habia sucedido un día en que Iseul había sido echada de casa por un arrebato de su madre. Y Namjoon había discutido con sus padres fuertemente, tal vez fue cosa del destino que ellos terminaran justo ahí, quién sabe. A veces el destino sí se puede apiadar un poco.

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Iseul caminaba rápidamente sin un rumbo fijo donde ir, había sido echada de casa por su madre, quién en un arrebato le había dicho palabras inmensamente horribles. "Nunca tuviste que nacer", "eres un asco de hija y persona", "por tu culpa tu padre se fue" y "eres un completo error" eran unas de las tantas frases que rondaban por su mente mientras frías lágrimas caían por su rostro.

La gente de donde vivía solo se había burlado de ella, especialmente los jóvenes, los adultos sólo eran indiferentes a la situación, como si les diera lo mismo que sus hijos maltrataran a una pobre chica.

Caminó y caminó, hasta que llegó a las afueras de la ciudad. Ahí se quedó un rato pensando en donde ir, y fue justo en ese momento cuando vio que un chico pasó rápidamente, a unos cuantos metros de donde ella se encontraba, corriendo desenfrenadamente, subiendo la colina a una rapidez espeluznante.

Se limpió sus lágrimas para poder enfocar mejor a la persona que iba subiendo y sin duda se notaba mal. Sus pasos era rápidos, como si escapara de algo o buscara algo desesperadamente.

Le siguió, no era una chica entrometida, pero el chico se notaba mal y le quería ayudar de alguna forma. Además ni siquiera tenía donde ir, y entre quedar sola a la falda de la pequeña montaña o seguir a un extraño, la segunda opción no se escuchaba tan mal.

Le siguió hasta que llegaron a un lugar bastante peculiar. Era un cementerio abandonado. Un escalofrío le recorrió su columna vertebral, ¿en qué se había metido?

Un poco dudosa se introdujo en este, caminó entre las tumbas y estructuras antiguas hasta que escuchó unos débiles sollozos, debían provenir del chico que había visto anteriormente.

Agudizó su oído para poder saber de dónde provenían y ya sabiendo las respuesta comenzó a caminar hacia el lugar de dónde provenían. Detrás de una estructura, en no muy buen estado, se encontraba Namjoon, estaba sentado  con sus piernas flectadas, y entre estas tenía escondida su cabeza.

—Hey... —Iseul intentó llamar su atención, pero su voz era tan baja que para el chico fue igual que escuchar una suave brisa.

Se acercó más hasta que colocó una de sus manos en el hombro del contrario para zarandearlo suavemente. Namjoon se asustó al instante, sacando su cabeza del escondite en que se encontraba, la quedó mirando con sus ojos bien abiertos.

¿Qui-quién eres? —Preguntó secando velozmente sus lágrimas con la manga de su polerón. ¿De dónde había aparecido?

Me llamo Iseul, te vi hace un rato muy mal y te seguí para ver si te podía ayudar en algo —Se agachó para quedar a la altura del chico, pero este se levantó como un rayo, y wow, para su sorpresa el chico era bastante alto, más de lo que pensaba.

No es necesario, estoy bien. Ya te puedes ir —Apartó su vista de la chica para observar el lugar.

—No debes mentir... por algo has de estar llorando, ¿quieres hablar sobre ello? no te juzgaré ni nada parecido, por si es lo que te preocupa. ¿Cómo te llamas? —La necesidad de ayudar al chico la invadió, tal vez podría ayudarle aunque fuera un poco y de paso olvidar lo que había sucedido con su madre.

Humm... me llamo Namjoon —habló inseguro, las situación era bastante rara. Nunca se había topado con alguien más en ese lugar, siempre era él acompañado con la naturaleza, y ahora, para agregar más, una chica se estaba preocupando por él. ¡Se estaba preocupando! Eso ni siquiera sus padres lo hacían, y esa completa extraña lo estaba haciendo generosamente.

Bueno... ¿y porqué llorabas, Namjoon? —Se levantó para quedar un poco más a su altura.

Mis padres, he discutido con ellos, de una manera muy ¿fuerte? —soltó, esperando la risa por parte de la chica por lo que le acababa de confesar, pero en cambio, solo recibió una mirada empática de su parte.

¿Y... qué más? ¿Por qué ha sucedido eso? —Le incentivó a seguir contando.

Hum... ellos se enojaron porque les comenté que estaba aburrido de que se la pasaran actuando como que yo estoy bien, yo... yo siempre me la paso triste porque en donde estudio se burlan de mi apariencia y hoy les comenté que ya estaba aburrido por ello, pero lo único que hicieron fue decirme que no exagerara y que me pusiera a estudiar —Comenzó a contar y nuevamente sus ojos se comenzaron a llenar de lágrimas— Y-yo sé que no soy el chico más apuesto de todos, existen tipos realmente guapos y sé que no pertenezco a ese grupo, pero... mis padres solo ignoran ese tema y me mandan a estudiar, estudiar servirá para mí futuro, lo sé, pero si el presente lo estoy viviendo del asco, ¿de qué sirve?

Los puños del chico se apretaron tan fuertes que sus nudillos comenzaron a tornarse de otro color a comparación del color de su piel normal.

Yo solo quiero su comprensión y ayuda... pero de alguna forma a veces se llegan a parecer a las personas que me molestan, y-y entonces hoy les terminé gritando, realmente estaba muy triste, pero al final les terminé gritando porque me decepcioné de que no hicieran nada, nunca lo hacen, pero en serio tenía la esperanza de que hoy sería diferente —Consternado se volvió a sentar en donde estaba antes, lágrimas brotaban de sus ojos y su respiración era muy agitada. Limpiaba sus manos en sus pantalones nerviosamente, esperando a que la chica le dejara o se burlara, ahora sí que estaba a punto de colapsar emocionalmente.

Iseul se volvió a agachar, esta vez quedando justo en frente de él. Ver a Namjoon era como si se viera en un espejo. Pobre chico tan dañado por la maldita sociedad, con sus estereotipos estúpidos de belleza o normalidad. Se veía tan roto y dañado. ¿Qué se le podía decir a alguien así? ella sabía muy bien que por más que le tratará de animar con palabras de aliento no lo animaría. Así que sin palabras que poder decirle, simplemente lo abrazó.

Le envolvió con delicadeza entre sus brazos, intentando demostrarle que sí había alguien que estaba para él, que no le juzgaría por estupideces como el físico o por su forma de reaccionar. Que simplemente estaba ahí para él por si en cualquier momento los trozos que formaban su ser se querían destrozar, ella estaría allí para impedirlo.

Y Namjoon comenzó a llorar con más fuerza, y unos segundos bastaron para que Iseul también rompiera en llanto, y fue justo ahí cuando él reaccionó regresándole la muestra de apoyo, envolviéndola con la misma delicadeza entendiendo que ella tampoco estaba bien.

Eso ya había ocurrido hace dos años, pero se sentía como si solo hubiera sido ayer.

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—¿Qué sucedió hoy? —Namjoon preguntó preocupado al ver el estado de la chica, cada vez se veía más delgada y más cansada. Cada vez que se encontraban cada uno estaba más roto.

Se encontraban sentado en uno de los tantos escombros del cementerio, el día estaba nublado así que no había necesidad de resguardarse de los rayos del sol.

—Me escapé de clases —Admitió con pena—. No me sentía bien, últimamente las discusiones con mi madre son más fuertes y pues... tuve que ir a enfermería. En verdad me dolía todo, pero no podía hacer nada, así que resignada me dirigí al baño para ir a clases. No obstante, allí estaban ellas, esperandome para poder "jugar" un rato conmigo, no lo soporté, así que al final terminé huyendo —Tomó un sorbo de agua de la botella que le había entregado Namjoon, esperando a que el nudo de su garganta desapareciera, mas, eso no sucedió.

—Ellas otra vez —Namjoon gruñó molesto—. ¿Por qué no se aburren de una buena vez? No entiendo qué cosa tiene de lindo molestar a alguien hasta aburrirse... —Apoyó sus brazos el frío material para sostenerse al inclinar su espalda para atrás, quedando con la mirada posada en el cielo.

—No lo sé, ya estoy tan aburrida de ello. Simplemente espero que el sufrimiento acabe, o morirme para que por último ya no me puedan molestar —Abrazó sus piernas, aún dolían mucho, pero no había traído consigo el botiquín de su propiedad, se le había quedado en casa.

—¿Te curo las piernas? —Namjoon giró su cabeza para poder verla— He traído unas vendas y uno que otro implemento para curar.

—¿Te molestaría hacerlo? —preguntó nerviosa.

—Claro que no, tú sabes perfectamente que lo hago con todo gusto —Se levantó de un salto para ir a su mochila a sacar las cosas necesarias. Ya con todo en mano regresó a su lado.

—Uh... esto está un poco feo... yo... Perdón por lo que verás —Levantó con delicadeza la tela que cubría su pierna, dejando ver unas manchas oscuras en su piel y varias raspaduras para nada lindas—. Esta semana fueron un poco más rudas. ¿No crees?

Namjoon no pudo evitar hacer una mueca de dolor

—¿Cómo has podido correr así..?

—La desesperación, supongo. De todas formas hace unos días dolía más, creo que ya me acostumbré-ay... —Un leve quejido salió por entre sus labios al sentir el roce de las manos de Namjoon en la parte herida. Bueno, tal vez aún dolían mucho.

—¿Le has mostrado esto a tu madre? Tal vez así la señora reaccione y se dé cuenta de que su hija no está para nada bien —Con suma delicadeza empezó a limpiar los raspones.

—No, a ella no le importo. Estoy segura de  que aunque estuviese muriendo ella no haría nada al respecto.  Le importa más saber cuál es la moda más reciente o que su cuerpo esté bien cuidado, yo simplemente soy un estorbo en su vida, siempre me lo dice —Una risa amarga se le escapó, en su vida había escuchado más palabras ofensivas que un te quiero. Y el agua salada no tardó en llenar sus ojos.

Namjoon no tardó mucho en terminar envolviendo su pierna herida con una venda para bajar la prenda con cuidado hasta cubrir por completo su piel.

—Hey... —estiró sus manos para acunar su rostro— Yo estoy aquí, ¿sí? Perdón por nombrarla, solo haz como que no he mencionado nada.

—Pero, Nam... Es tan díficil olvidar. Las palabras negativas siempre se pasean por mi mente y controlarlas no es una tarea fácil, a veces simplemente me ganan y no puedo hacer nada...

—Tranquila, te comprendo. Sé que es difícil, pero hay que intentar ganarles, no te dejes vencer por esos pensamientos, solo son pensamientos, por más daño que te intenten hacer no lo lograrán, yo estoy aquí para impedirlo.

—¿Y si ya no estás? ¿Qué pasará cuándo ya no estés? ¿Qué haré sin ti? —comenzó a sollozar, cuánto se había contenido, cuánto tiempo se la había pasado sufriendo en silencio. Y ahora estaba Namjoon, ¿pero cuando ya no estuviera? ¿Qué haría?

—No pienses en el futuro, ahora estamos los dos juntos y eso es lo que importa, el presente en este momento es lo más preciado que tenemos. No sufras por algo que no hay certeza de que va a suceder. ¿Cómo sabes que no te voy a acompañar en un futuro? eso es imposible de saber —Acarició su rostro, eliminado algunas lágrimas.

—Tengo miedo del futuro... No lo puedo evitar, no quiero alejarme de tu lado, te has convertido en mi pilar de vida. Sin ti me derrumbaré.

—Iseul...

—No, Namjoon. Es la verdad, en este último tiempo me he vuelto tan dependiente de ti... odio ser como soy, pero tú me haces sentir segura y nunca nadie me ha hecho sentir así. ¿Qué puedo hacer entonces? Tú eres el único que no me ha juzgado por como soy.

—Yo no lo sé... para serte sincero, cuando nos conocimos pensé que ya no nos volveríamos a ver. Pero todo ha resultado diferente, nos hemos vuelto a encontrar muchas veces, los dos escapando de nuestros problemas para desahogarnos entre nosotros.

—D-dime, ¿debo morir? ¿Acaso esa es la opción correcta? —Ignoró las palabras del chico, estaba demasiado concentrada en sus pensamientos— ¿Mi madre estará feliz con ello? Ya no sufriré más si lo hago, ¿cierto? —Sus ojos llorosos buscaban respuestas. Sobrellevar todo ese dolor le estaba siendo demasiado complicado— Mi cuerpo no es bonito, a kilómetros se nota que estoy mal, y todos simple lo ignoran, ¿cómo es eso posible?... ¿cómo vas a ser tú el único que lo nota para intentar ayudarme..? ¿En serio valgo tan poco como ellos dicen? —Apartó las manos de Namjoon de su rostro y giró su vista para mirar a la nada, mientras que mordía su labio inferior con fuerza, intentando retener los sollozos.

—Iseul, mírame —colocó una mano en su mejilla aplicando la más poca fuerza posible en girar su cabeza con delicadeza para que le mirara, cosa que logró exitosamente. La chica ni siquiera se opuso y logró captar su atención—. Tú vales mucho, que el resto no lo vea es su problema, ¿entiendes? Rllos son los ciegos al no contemplarte, porque tú realmente eres muy linda, y en el momento que alguien se dé cuenta de que le causó daño a alguien tan buena y bella, se arrepentirá en serio.

—Solo lo dices para que me sienta mejor, el resto nunca notará eso, porque no existe. Tanto tiempo hemos estado recurriendo al otro que se nos  ha hecho un hábito —Bajó sus piernas de la estructura, moviéndolas y observándolas como si fuera lo más divertido. Sus manos quedaron apoyadas a sus costados.

—Iseul, este es el único lugar donde podemos estar juntos sin ser juzgados. No es el mejor lugar, pero créeme lo que te digo, se ha llegado a convertir en mi lugar favorito ya que puedo estar contigo sin restricciones —Tomó con su mano izquierda su mano derecha, juntandolas para transmitir seguridad, acariciando con su pulgar la piel que alcanzaba—. No me importa si el resto habla mal de mí, porque sé que te tengo, al igual que tú sabes que cuentas conmigo para lo que sea.

—Lo único que quiero es ser aceptada tal como soy, tan solo quiero ser querida de verdad, eso es lo que quiero —Su mano desocupada se aferró a su pantalón, apretando la tela con fuerza.

—Yo ya te acepto tal y como eres, sabiendo tu historia, tus problemas, tus debilidades. Aún así te acepto sin siquiera juzgar. Sé que tampoco soy mucho, pero aquí estoy, aquí estamos. Solo mira a nuestro alrededor, este lugar se ha convertido casi como en un segundo hogar para mí, y sólo estamos los dos, solo tú y yo. Este cementerio es nuestro lugar especial, ¿lo captas?

—Sí.... ¿pero eso qué tiene? —Preguntó incrédula. ¿A qué quería llegar repitiendo tanto que solo estaban ellos dos allí?

—Debe ser difícil para ti entenderlo, pero escúchame atentamente —Se acomodó mejor en su lugar.

Iseul fijó su vista en el chico y este apartó unos mechones que cubrían su rostro, era tan lindo que debía ser mostrado, aún con ojeras notorias e imperfecciones, seguía siendo el rostro más bello para él.

—Yo te quiero, en verdad te quiero y no porque sea mi obligación o algo así. En el tiempo que hemos estado haciendonos compañía me he llegado a dar cuenta de que realmente te quiero y te necesito en mi vida. Si alguien me hubiera preguntado en el pasado qué haría en el futuro, nunca hubiera pasado por mi cabeza en que terminaría encontrándome en un cementerio con una chica, pero ahora estoy seguro de mi respuesta y si lo pienso bien es lo mejor que estoy viviendo, tú eres ese mejor.

—¿Ha-blas en serio?, ¿cómo puedo saber que en verdad no solo estás mintiendo o qué haces lo mismo que el resto?... —le miró insegura, todo estaba siendo demasiado espléndido como para ser verdad.

—¿Sientes esto? —Namjoon llevó su mano hacia su pecho, su corazón latía a una gran velocidad y Iseul lo pudo notar—.  Cuando quieres mucho a alguien, tu corazón siempre dice la verdad, puede que tus palabras o pensamientos te engañen, pero el corazón nunca lo podrá hacer.

Iseul quedó sorprendida, los latidos de su corazón estaban igual que los de Namjoon. Un calor subió a su rostro, la situación estaba siendo un tanto diferente a la normal y el ambiente se sentía más cálido.

—Ya habiéndo escuchado lo que te dije. ¿Es necesario que te dé más pruebas de que te quiero de verdad? —besó el dorso de su mano— Si es necesario puedo estar toda una vida demostrando cuanto te quiero hasta que lo logres comprender.

—Gracias —Fue lo único que pudo responder, su voz amenazaba con romperse. Desde que tenía memoria nunca había escuchado un te quiero y escucharlo se sentía tan raro, pero a la vez tan bien porque el que se lo decía era Namjoon.

—No es nada, Iseul —sonrió con los ojos cristalinos, sus hoyuelos gentilmente se marcaron en sus mejillas.

—¿Te podría dar un abrazo? Creo que también lo necesitas al igual que yo.

—Claro, eres libre de abrazarme cuanto quieras —Y sin soltar sus manos se acercaron para poder envolverse con sus brazos libres.

—Eres la persona más buena, Namjoon... —le susurró antes de hundir su rostro en el hueco de su hombro para poder sentir más cerca su calefacción corporal.

—Tú eres la más buena —sus largos dedos acariciaban el cabello de la chica con cautela y afinidad.

🍃

Y en ese lugar remoto, apartado de todos lo prejuicios y estereotipos de la sociedad en la que vivían. Dónde solo se suponía que había muerte, nació entre dos jóvenes un sentimiento nunca antes vivido.

El dolor era mucho, pero la fuerza con la que se apoyaban era mucho más duradera.

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