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parte única

Look at the stars (look how they shine for you)

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Observa frente a él una tumba que sabe que está vacía, pero que carga con más pesar del que William está dispuesto a expresar.

En su puño izquierdo sostiene un ramo de flores, sus favoritas, se recuerda, no sin un poco de desprecio por si mismo. Aún no ha juntado el valor suficiente para dejar aquél ramo junto a los muchos otros que había por ser el aniversario.

El aniversario de la muerte de León Deaton.

No es que él realmente haya muerto, William sabe lo que sucedió de verdad, al menos lo poco que puede recordar de aquella oscura noche en la que perdió a su mejor amigo.

—No creí que vendrías. —dijo una voz a su espalda, no tiene que voltearse para saber de quién se trata, el padre de León, Alan.

—Tampoco lo creí. —admite William, soltando un suspiro tembloroso que había estado intentando contener.

No se ha aparecido en los últimos cinco aniversarios de su muerte, ni en la casa en la que León solía vivir antes de aquella noche.

Sin presentarle sus respetos a la familia del pobre chico que alguna vez fue su mejor amigo, sin estar ahí para ellos, prometiendoles que él haría todo lo posible para compensarlo.

Porque incluso aunque no fue su culpa, se siente y se sentirá por siempre responsable de lo que le sucedió esa noche a León.

William no levanta la vista, ni se voltea para enfrentarse al hombre que sabe que ha dañado de una manera irreparable, para toda la vida.

Alan Deaton lo rodea y coloca su propio ramo de flores sobre la lápida, apoyando una de sus manos sobre la gran piedra opaca en la que estaba tallada el nombre de su hijo.

El clima no es el mejor para estar en un lugar tan abierto como un cementerio, las brisas frías del invierno golpean contra ellos sin piedad, pero en esos momentos enfermarse era una de las últimas preocupaciones que William Jecksen tenía en esos momentos.

—¿Has seguido tu investigación? —pregunta William después de un silencio que de seguro les pareció eterno a ambos, su cabello rubio rizado cae sobre sus ojos para ocultar como estos brillan con lágrimas contenidas.

—Por supuesto que sí. Sabes que jamás me detendré, no si tengo al menos una posibilidad de recuperarlo. —su voz apagada, pero tan decidida como siempre, deseó darle un poco de esperanza.

—Tal vez algún día lo logres. —murmuró con cuidado, dejando que las flores floten suavemente hasta la pila que ya había allí con un simple movimiento de sus dedos.

—Has estado mejorando.

—Es lo único que he estado haciendo desde que... —William se detiene, mordiéndose la lengua y desviando la vista de la tumba a un costado del bosque, buscando algo más que decir—. Bueno, será mejor que me retire.

Cuando finalmente voltea a encontrarse con Alan Deaton, no puede evitar mirar su propio atuendo, notando como ambos diferían más allá de la exageración.

William llevaba una oscura capa negra que cubría gran parte de su atuendo simple, un par de jeans negros desgastados y una remera que oculta con el borde de su capa, ya que sabe que Alan podrá reconocerla como una antigua remera de León.

La mejor forma que William había encontrado para sentirse cerca de su mejor amigo y recordarlo con mayor facilidad fue usando sus antiguos atuendos, pero frente al padre de su amigo, puede admitir que en esos momentos se siente un poco avergonzado.

Por otro lado Alan vestía más elegante, un traje negro que casi brillaba por los pocos usos, con zapatos encerados de un mismo color y un moño que lo hacía ver menos peligroso de lo que en realidad era.

Se quedó medio minuto observando al hombre, notando el gran parecido que tenía con León y preguntándose si su amigo de grande luciría como él, sabiendo que ahora nunca lo descubrirá.

Cuando dió un paso para alejarse, sintió a Alan moviéndose nerviosamente detrás de él, no le tomó más de un segundo descubrir que el hombre querría decirle algo.

—Habrá una nueva luna de las sombras perdidas en dos meses.

¿Qué...? No es posible. Fue su primer pensamiento, frunciendo el ceño y volviendo a acercarse ese paso que se alejó.

—¿Otra? Creí que... Creí que eso solo sucedía una vez cada...

—Una vez cada cien años, eso creí yo también. Leyeron mal las runas, no eran cien, si no cinco. —declaró Deaton, su postura ansiosa de antes cambió a una expresión más seria, más decidida, él estaba seguro de sus palabras y William las tomaría como una verdad absoluta.

—¿Tú crees que...? —comenzó a decir William, lamiéndose los labios en un hábito nervioso y mirando con ojos muy abiertos al hombre frente a él, pero de pronto todo su semblante cambió, negando con la cabeza volvió a darse la vuelta—. No. Por favor Deaton, no me des esperanzas.

Estaba dispuesto a irse esta vez con un paso más apurado que antes, creyó que Alan Deaton no diría otra palabra, hasta que gritó.

—¡Es lo único que me queda! —William se volteó para verlo, Deaton se veía desesperado, algo tan inusual en él que lo mantuvo congelado en su lugar—. La esperanza Billy... Es lo único que me queda.

William tiemba al escuchar aquél apodo surgir de los labios del hombre, aquél que León le había otorgado cuando ambos eran niños, aún inocentes y felices.

Sus manos se vuelven puños al recordar la sonrisa de León y vuelve a negar con la cabeza al ver la insistencia en la mirada de Alan Deaton.

—Jamás te he culpado. —comienza a decir Alan—. Tú lo llevaste a ese bosque esa noche Billy, pero jamás te he culpado cuando regresaste sin él... Solo he deseado encontrarlo desde entonces, ¿me dirás que no has deseado lo mismo?

—¡Por supuesto que lo he deseado, Deaton! ¡¿Qué clase de pregunta es esa?! ¡Todos estos años he mejorado solo por él! —gritó el rubio sin control, sus manos temblando mientras sus ojos iban y venían entre la lápida a unos metros de ellos y los ojos desesperados del hombre frente a él.

—¡Entonces ayúdame! —el grito de súplica se quebró en el aire, una gran ventizca fría chocando contra ambos—. Porque solo una persona como tú podrá hacerlo, solo tú puedes lograr que regrese.

—No... No me des esperanzas... —repitió William, intentando controlar sus emociones, recordando mantener su respiración estable y notando como el clima a su alrededor se calmaba junto a él.

—En dos meses habrá otra luna de sombras perdidas Billy, podríamos... —Deaton aspiró una bocanada de aire temblorosa—. Realmente podríamos encontrarlo.

—La llave se ha destruido. —recordó Bill.

Aquella llave que de llave nada tenía, la que encontraron con León en la mansión oscura en una de sus tantas aventuras.

—Se puede volver a crear.

—No es cierto, no es posible.

—Lo es. Gran parte de mi investigación se basó en buscar una réplica de esa llave, alguna otra que pueda llevarnos allí, no hay otra, porque solo han logrado crear una, es difícil crearla, pero no imposible.

Las palabras de Alan Deaton dejan más impacto del que William decide ofrecer, manteniendo su semblante lo más inexpresivo posible.

La idea de volver a ver a León una vez más comienza a formarse en su mente, casi sin su control, de una forma inconsciente, como si todo su ser hubiera deseado de manera desesperada finalmente volver a pensar en su amigo, en una posibilidad de volver a verlo.

—¿Se puede crear otra llave? —preguntó William, su rostro impasible observando la pequeña sonrisa que comenzó a formarse en el rostro del otro hombre.

¿Alan realmente había creído que yo no aceptaría? Si hay una posibilidad de volver a ver a León... Haría todo lo que haga falta.

—Es posible. —afirmó el hombre, de su gran saco de gala sacó lo que parecía ser pergamino, amarillento por la antigüedad doblado de forma cilíndrica—. Me tomé la molestia de traducir todas las runas. No queremos que otro error vuelva a ser cometido.

William forzó una sonrisa falsa, sabiendo que fue él el responsable de mala interpretación de las fases de la luna de las sombras, extendiendo una de sus manos para alcanzar el pergamino y abriéndolo al segundo de tenerlo en sus manos.

—Fuego de Hellhound. —leyó William muy por encima, murmurando los detalles de preparación que estaban traducidos paso a paso para su facilidad—. Dientes de wendigo...

—Nada de ello te será muy difícil de conseguir con tus nuevas habilidades... ¿Verdad? —preguntó Deaton, con una chispa de curiosidad en sus ojos.

William había entrado en aquél bosque con su mejor amigo siendo un simple humano y regresó siendo un ser sobrenatural, pero sin su mejor amigo a su lado.

No recuerda con exactitud que ocurrió aquella noche de la luna de las sombras, pero sabe que su amigo quedó atrapado y desde entonces habían pasado cinco años, en los cuáles, había logrado perfeccionar su característica sobrenatural.

—Nada muy difícil. —convinó William, sin dar mucha información, sus ojos aún moviéndose sobre el pergamino, hasta detenerse en el último ingrediente—. ¿Alma de un kitsune oscuro?

—Eso... Será complicado. —apuntó Deaton.

—No ha habido un nogitsune en casi noventa años. —replicó William, sus ojos finalmente desviándose para ver a Alan—. ¡Dijiste que esto era posible!

—Bueno, lo es. —una sonrisa calmada se instaló en los labios del veterinario—. Le agradeceremos a la familia Yukimura más tarde, por haber atraído a un nogitsune a las mismas puertas de Beacon Hills.

William entre abrió sus labios en sorpresa, sin poder creer lo que había escuchado.

—Repite eso que dijiste. —pidió rápidamente.

—Hace unos cuatro años, un nogitsune despertó en Beacon Hills, liberado por tres grandes sacrificios en el nemeton. —comenzó a explicar Deaton, aún sin alejarse demasiado de la lápida de León—. Fue difícil atraparlo, pero lo logramos. Ahora está seguro en una caja de los Demonios que un alfa verdadero está custodiando.

William volvió a quedarse boquiabierto al tener tanta información nueva sobre aquél pueblo que alguna vez había considerado un hogar, aquél del cuál huyó hace más de seis años después del rechazo del alfa Derek Hale.

—Dijiste hace cuatro años... —comenzó William, con demasiadas dudas en su mente—. ¿Por qué hasta ahora me pides que creemos la llave?

—El pergamino lo encontré hace tan solo unos meses, me aseguré de traducirlo con la mayor exactitud antes de pensar en ir a buscarte, no sabía que hoy te encontraría aquí, planeaba visitarte de sorpresa la próxima semana. —admitió Deaton.

William aceptó, comprensible. Pero aún tenía más dudas en su mente, que se permitió hacer ahora sabiendo que no tendrá otro mejor momento.

—Dijiste... que hay un... ¿Alfa verdadero en Beacon Hills? Jamás he visto uno así, no es algo muy normal. ¿Cómo llegó al pueblo?

—Bueno, te sorprenderá saber lo siguiente. —Deaton hizo una pausa dramática que casi logra hacer que William ruede los ojos—. No es alguien que no conozcas.

—¿Qué? ¿Derek...? Es imposible, él ya ha cometido asesinatos, los alfas verdaderos... ellos no...

—No me refiero a Derek Hale... ¿No había cierto lobo que sólo veía el bien y el mal, aquél del que tanto solías quejarte por ser tan imprudente? —se preguntó Alan, una sonrisa de pura inocencia en su rostro al ver como William finalmente reconoce de quién está hablando.

—McCall... Él lo logró... Él... —William soltó un suspiro incrédulo, mirando con sorpresa al hombre frente a él—. Scott McCall... Un alfa verdadero.

—Hay mucho de lo que te has perdido... —comentó Deaton, sus dobles intenciones notandose desde kilómetros de distancia—. Y hay mucho de esa lista que puedes conseguir en Beacon Bills...

La sugerencia casi pasaría desaparecida, pero William ya no es un niño torpe que se pierde detalles importantes a su alrededor.

—No sé si será una buena idea volver. —se pregunta William en voz alta, pensativo.

—Nadie sospechará cuando lo hagas, todos saben en dónde estoy yo ahora, cuando regreses conmigo, todos sabrán porqué.

Espera un segundo...

—¿Te refieres a hoy? ¿Quieres que hoy vaya a Beacon Hills? —preguntó William, comenzando a sentir aquella ansiedad adolescente que por años se había negado a sentir.

Hay muchas personas que no he visto en un tiempo... Ni siquiera me despedí de ellos después del rechazo de Derek.

—No te haré regresar a la escuela a que termines tu último año, por supuesto. Pero solo tenemos dos meses para conseguir todo, solo dos meses para planear como recuperarlo.

No hace falta decir de quién están hablando, en el aire está impregnado ese nombre que ambos se negaron a decir en toda su conversación.

William podría negarse, sabe que con un solo no todo se acabará, Alan lo dejará ir y podrá volver a encerrarse en la choza que no podrá jamás llamar un hogar, volverá a su rutina de practicar todo lo que ya sabe hasta el cansancio para acostarse y soñar con aquél bosque y aquella luna.

Pero se conoce lo suficiente a si mismo como para saber que en realidad no puede no hacerlo, no hay podría no cuando se trate de León Deaton. No cuando la posibilidad de recuperar a su mejor amigo está justo frente a él, de encontrar a su alma gemela que un día hace tantos años se perdió.

—Bien... ¿Quieres que nos lleve? —preguntó William, extendiendo una de sus manos en dirección a Alan, esperando no tener que dar una explicación acerca de cómo lo haría.

—Estaría encantado. —admite Alan, sosteniendo su mano con decisión.

Desde la distancia se podrían ver dos personas en un cementerio, en un frío día de invierno y de pronto, con un corto ruido de succión, el cementerio se quedaría completamente desolado.

Ambos habían desaparecido.

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—No he traído demasiadas cosas. —admitió William, dejando caer un pequeño bolso sobre la cama en la habitación de invitados de la casa Deaton.

El hombre detrás de él hizo un ruido afirmativo, moviéndose para liberarle un escritorio, que más tarde se convertiría en su centro de operaciones.

Ambos habían llegado primero a la choza de William, en dónde él recogió un par de cosas importantes en un bolso que jamás parecía llenarse lo suficiente y que al sostenerse no se sentía pesado en lo absoluto.

—Creo que aquí podrás hacer todo. —dijo Alan después de unos segundos, William se volteó para observar la gran mesa vacía, a unos pies de la cama, que estaba contra la pared de en frente, con una pequeña silla en medio.

William asintió, y se permitió por un momento observar una vez más aquella habitación, nunca había estado antes, ya que la casa Deaton siempre había tenido un lugar para William en la misma habitación que su mejor amigo.

Tan solo pensar en volver a pisar aquél otro cuarto revuelve el interior del rubio de una manera incómoda, una en la que no quiere pensar por ahora.

Cuando él regrese... Solo entonces... Se dijo a si mismo, acercándose a la mesa y con un solo movimiento de su mano, todo lo que había logrado meter en el pequeño bolso comenzó a acercarse flotando hacia ellos, deteniéndose encima de la mesa.

Alan Deaton observó todo con ojos impresionados, y William no puede evitar sonreír un poco, reconociendo la extrañeza de su propia naturaleza.

En Beacon Hills no había existido un hechicero en décadas.

En su abrigo aún podía sentir su varita mágica, casi chispeando por ser utilizada, pero tantos años de práctica le habían permitido hacer encantamientos básicos sin necesidad de utilizarla.

Los poderes de un hechicero real, no eran nada comparados como los que se enseñaron en las películas, aquellas que jamás habían logrado explotar el real potencial que la magia podía ofrecer.

La única similitud que William había logrado encontrar, después de meses mirando películas de magos, era aquella varita mágica, solo que él no la consiguió en ninguna tienda, en ningún callejón, el mismo había tenido que crearla, usando antiguas pociones, leyendo confusas runas y realizando extraños encantamientos.

—Bueno, creo que todo está listo. —murmuró con un poco de inquietud, toda la situación lo mantenía ansioso, aquél presentimiento de que todo lo que hará tal vez no podría ser suficiente para recuperar a su mejor amigo lo mantenía nervioso.

Frente a ellos y sobre la mesa se encontraban ahora diversos frascos de pociones todos de distintos tamaños.

Se alegraba de que en su propia choza él tenga un par de los elementos que se requerían para crear la nueva llave.

En frente de los frascos un caldero de tamaño mediano en dónde podría realizar la primera parte, la unión de todos los ingredientes.

Había pasos muy precisos que él debía seguir y se dijo que en esos próximos días se aseguraría de hacer todo tal cuál lo había traducido Deaton, ni un error podría cometerse si en realidad querían crear esa llave.

—Le daré una llamada a Scott, vamos a necesitar la caja de los Demonios. —dijo Alan, revisando un par de pociones que no tenían ninguna inscripción, pero que William sabía de memoria cuál era cada una.

—¿Le contarás para que lo quieres? ¿Le dirás que intentaremos encontrarlo? —le preguntó William, sintiendo como la ansiedad que se había instalado en su cuerpo se desvanecía un poco ante la curiosidad de reencontrarse con McCall, quién era ahora un alfa verdadero.

—Scott sabe que llevo años intentando encontrarlo, pero no le diré que lo usaremos exactamente.

—¿Qué le dirás?

—Tengo algo planeado, no podemos permitir que la curiosidad innata de Scott se entrometa en esto.

Alan Deaton, demostrándole a William que el hombre sería siempre igual de impredecible que cuando lo conoció, finalmente dejó la última poción sobre la mesa y se retiró de la habitación.

Con un fuerte suspiro William volvió su vista hacia la mesa, sentándose sobre la silla y decidido a ponerse a trabajar.

No hay tiempo que perder.

Sacó de su bolsillo el pergamino que aquella mañana Deaton le había dado y lo estiró sobre el costado de la mesa que mágicamente había ampliado, para tener aún más espacio a sus costados, de manera que ahora la mesa fue un semi cuadrado que rodeó la silla de William.

Tengo dos meses, León... Dos meses para que nos volvamos a encontrar, hermano.

Una pequeña sonrisa, llena de ilusión y esperanza se instaló en sus labios, mientras sus ojos se movían hacia el primer paso.

Paso número uno. Coloca el caldero tallado con runas protectoras en los bordes sobre el fuego de Hellhound, usando pinzas de hierro protectoras para sostener las llamas.

—Fuego de Hellhound... —leyó William, observando su caldero con runas protectoras.

Darle una rápida revisión a sus pociones no le servía de nada, sabe que entre ellos no hay uno que logre contener las llamas infernales.

En su bolso tiene una pequeña caja hecha con escamas de kanima, que sabe que podrán retener las llamas, pero ahora faltaba lo más importante... ¿Dónde conseguiría un sabueso del infierno?

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—Jordan Parrish, te presento al amigo de mi hijo, William Jecksen, está ayudándome con mi investigación, ya sabes, estamos cerca de encontrarlo. —lo presentó Alan, con una sonrisa relajada que no parecía ocultar ningún secreto.

Alan había estado fuera toda la tarde, pero cuando regresó logró hacerlo con la caja del Demonio, avisándole a William que a todos los del pueblo les dirían que están siguiendole la pista a León, de una forma muy diferente a la realidad.

No estarían creando una nueva llave de las sombras perdidas, si no que habían encontrado un antigüo mapa que escondía muchos secretos, y que para descubrirlos se necesitaban ciertos objetos específicos.

Cuando William preguntó porqué tan solo no le decían la verdad, era porque Scott McCall no tendría razón para insistir tanto si se trataba solo de un mapa y seguir un camino exacto, pero si fuera una llave que abre un mundo nuevo en un bosque oscuro, probablemente se entrometería.

Aún más de lo que ya lo hará, porque intentará entrometerse de todos modos. Había dicho Deaton, de camino a la comisaría de policia, en donde aparentemente había un sabueso del infierno.

Ahora frente al dichoso sabueso, William extendió una de sus manos, que el policía Parrish aceptó en un segundo.

—Es un placer conocerte, he escuchado mucho de tí. —admitió Jordan, con una sonrisa amable en su rostro que difería mucho con todos los otros sabuesos que William había conocido a lo largo de su vida.

—¿Has escuchado de mi? —repitió con curiosidad, observando el firme asentimiento.

—Por supuesto. Stiles siempre encuentra alguna excusa para hablar de ti.

William carraspeó un poco incómodo, soltando la mano de Parrish y volteandose para ocultar el comienzo de un sonrojo al costado de su rostro.

Stiles Stilinski...

Oh, hace tiempo que no pienso en Stiles...

Cuando William aún no había comenzado la preparatoria, él y su mejor amigo habían descubierto la existencia de los hombres lobo en el pueblo de Beacon Hills.

De alguna manera, casi como por arte del destino, habían logrado conocer a Stiles y a Scott, otros dos mejores amigos que también eran bastantes inexpertos en aquél nuevo mundo, pero que tenían la fortaleza de unos titanes y se lanzaban a proteger al resto contra cualquier criatura temible.

William recuerda como él y León colocaban cámaras por todo el pueblo y la reserva de Beacon Hills, en busca de la enorme criatura que estaba matando a los ciudadanos sin razón alguna.

Al final lograron descubrir que aquella criatura, era en realidad Peter Hale, un hombre que buscaba venganza por su familia diezmada.

Aquellos fueron los meses más emocionantes que William había tenido, quedándose en la casa Stilinski porque su madre lo había abandonado.

Al darse cuenta que había estado un par de minutos en silencio William le sonrió finalmente  a Parrish, que lo observaba con curiosidad.

—Pareces sorprendido de que Stiles hable de ti. —comentó Parrish, cruzándose de brazos, una pequeña sonrisa divertida formándose en su rostro.

—Sí, bueno... No creí que muchos me recordarían, era muy pequeño. —replicó inseguro, sintiendo su rostro calentarse un poco más ante la atenta mirada del hombre frente a él.

Toda interacción que William había tenido con otras criaturas fue de lo más hostil hasta el momento, teniendo que enfrentarse a hombres lobo, wendigos y banshees para aprender a utilizar sus habilidades de la manera correcta.

Entonces, comúnmente, lo hizo sentir un poco fuera de lugar la calidez con la que fue recibido por un hombre que no lo conocía en aquél pueblo en donde alguna vez vivió.

—No puedo creerlo... —una voz llegó desde su espalda y rápidamente William sonrió, reconociendolo—. Las historias eran ciertas, el prodigio ha regresado.

—¡Noah! —llamó William, volteandose para encontrarse a aquél hombre que le dió la bienvenida en su hogar una vez hace tantos años.

Pequeñas chispas de magia brotaron de William al ser recibido en un abrazo, su sonrisa sólo se hizo más grande al sentir el fuerte agarre del hombre.

—Como has crecido. —dijo el sheriff Stilinski al separarse de él, acunando con manos el rostro de William—. Incluso eres más alto que yo, Billy.

Los ojos de William brillaron con lágrimas contenidas al escuchar aquél apodo ser pronunciado con tanto amor, aquél que él había querido olvidar, porque siempre le recordaba a la voz de su mejor amigo.

—Hola, Noah. —susurró William, aún sintiéndose demasiado perdido y avergonzado como para permitirse decir alguna palabra más.

—Hola, Billy. —lo saludó de regreso el hombre, con una amable y cálida sonrisa en su rostro que ya tenían marcas de expresión a los costados de sus ojos y en sus mejillas al sonreír—. No sabes lo feliz que estará Stiles de verte.

Stiles, Stiles, Stiles.

Todo su cuerpo vuelve a sentirse como si tuviera once años de vuelta, como si el tiempo no hubiera pasado en lo absoluto y aquél enorme crush que alguna vez había tenido por su amigo estuviera tan latente como siempre.

—Aquí la tengo, Bill. —llamó Alan, trayendolo de regreso a la realidad.

Noah soltó finalmente el rostro de William y ambos voltearon a ver que Alan sostenía la caja echa de escamas de kanima.

Tanto Alan como William se volvieron para observar a Parrish, quién al sentir sus miradas se sobresaltó un poco, con una sonrisa nerviosa ante la nueva atención.

—¿Entonces está sucediendo? ¿Intentarán encontrar a León? —dijo Noah al lado de William, una de sus manos descansando en el hombro del rubio rizado, que asintió con seguridad.

—Lo encontraremos. —aseguró, tomando la caja que le extendía Alan y acercándose con paso seguro hasta donde estaba Parrish—. Y necesitaré tu ayuda.

Parrish, confundido ante aquellas palabras, no pudo hacer más que buscar la mirada de su jefe, el cuál asintió con firmeza, mirando de William a Jordan.

—Haz lo que te pida. —afirmó Noah segundos después, y William tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no sonreír con cariño ante la seguridad en su voz.

—Bien, ¿qué necesitas? —le preguntó Jordan.

—Solo un poco de tu fuego.

Parrish y Noah se dedicaron miradas sorprendidas, preguntándose como William sabría acerca de su aparente secreto.

—¿Necesitaremos más después? —preguntó Alan, que experto en la naturaleza y sus posibilidades al ser un druida, no tenía ni la más mínima idea de cómo funcionaba la magia de un hechicero.

—No, la llama infernal jamás se apaga. —le respondió William, abriendo la caja que sostenía en sus manos y enseñandola a Parrish—. Por favor.

—¿Quieres que...? —comenzó a preguntar Parrish, señalando hacia la caja, William simplemente asintió—. Tal vez necesitamos un lugar con más privacidad.

William frunció el ceño confundido—. ¿No sabes enviar tus llamas solo con una mano?

—¿Puedo hacer eso? —preguntó Jordan, con una expresión aún más confundida que la del rubio frente a él.

Una pequeña risita se escapó de los labios de William, finalmente negando con la cabeza—. No te preocupes, entonces vayamos a un lugar más privado.

Jordan seguramente no habría tenido otros Hellhound que lo guíen a mejorar sus capacidades como un sabueso del infierno.

Y aún sabiendo aquello con seguridad, William no pudo evitar quedarse boquiabierto al ver la transformación completa de un sabueso del infierno.

Los pocos a los que se enfrentó, jamás le enseñaron su transformación completa, de pies a cabeza, con ojos naranjas y brillantes.

—¿Qué debo hacer ahora? —preguntó Parrish, su voz sonando mucho más ronca que antes.

Estaban en la oficina del sheriff y las cortinas se encontraban cerradas para un poco más de privacidad, William sostuvo la caja y la tapa con una de sus manos, para dejar la otra libre.

—Copia mis movimientos, apuntando hacia la caja. —pidió William, extendiendo una de sus manos con cuatro dedos en dirección al frente y el pulgar sobre la palma.

Parrish copió su posición al instante y observó impresionafo como una sola ráfaga de fuego se escapaba de su cuerpo directamente en dirección a la caja, al obtener suficiente llamas William la cerró con rapidez.

—Woah, no sabía que podía controlarlo... —admitió Parrish, sus ojos volviendo lentamente a la normalidad y de pronto, encontrándose completamente desnudo frente a él.

—Oh, uhm... —William se volteó en un solo segundo al notar que el hombre estaba desnudo y después de recorrer rápidamente su cuerpo con la mirada.

Parrish soltó una carcajada, moviéndose detrás de él probablemente para buscar algo con lo que cubrirse.

—No hay pro-

Las palabras de William se interrumpieron cuando la puerta de la oficina fue abierta de golpe.

Unos ojos color avellana lo miraron con sorpresa y por poco William casi deja caer la caja que sostenía entre sus manos.

—Billy... —susurraron esos labios con los que William tantas noches soñó.

—Stiles...

Detrás de William, Jordan carraspeó de manera incómoda.

—¿Parrish? —preguntó ahora Stiles, mirando por sobre el hombro de William para observar al oficial de policia.

—Sí... Los dejaré solos ahora. —comentó incomodamente Parrish, señalando a la caja al pasar por al lado de William—. ¿Quieres que le de eso a Deaton?

William asintió, extendiendolo en silencio, sus ojos sin poder despegarse del rostro se Stiles.

Una vez que Parrish salió de la habitación y la cerró, todo pareció quedarse en silencio, excepto por supuesto, las chispas de magia que se extendían por los costados y encima de William, dándole un aura dorada casi brillante.

Stiles seguía frente a él mirándolo boquiabierto, sus ojos comenzaron a recorrer el aura dorada y William se sorprendió de que él pueda verla.

—¿Qué es...? —comenzó a preguntar Stiles, acercándose lentamente hasta él, una vez que estuvo justo al frente estiró una de sus manos para intentar tocar las chispas, que parecían pequeñas estrellas rodeandolo.

—Nadie puede verlas además de mí. —susurró William incrédulo, comenzando a recorrer el rostro de Stiles, ahora que estaba cerca observando detalle a detalle.

Está aún más hermoso de lo que recordaba. No puede evitar pensar William, observando la expresión sorprendida de Stiles, que seguía intentando capturar alguna de sus chispas.

—¿Y por qué aparecen? —susurró Stiles del mismo modo, sin querer romper el ambiente intimo que habían formado.

—Emociones fuertes.

—Oh...

Una pequeña sonrisa comenzó a formarse en el rostro de Stiles, enseñándole a William aquellos dientes perlados, sin notar que sus ojos se habían desviado sin reparos hasta la boca de Stiles.

—Billy, volviste. —finalmente dijo Stiles, la mano que había intentado atrapar las chispas se detuvo sobre el hombro de William, flotando allí durante unos segundos antes de dejarlo caer contra su hombro, tocandolo.

Las chispas revolotearon con más intensidad al sentir el toque de Stiles, que sin más tiempo que perder lo acercó a un suave abrazo.

William dejó caer su cabeza sobre el hombro de Stiles, rodeando la cintura del castaño y aspirando una fuerte bocanada de aire, sintiendo el fuerte aroma que siempre fue tan Stiles.

—Te extrañé. —no puede evitar admitir William, al sentir los fuertes brazos protectores de Stiles rodearlo.

—Te extrañé. —repitió Stiles, riendo un poco al sentir cómo las chispas que ahora los rodeaban a ambos volvían a descontrolarse—. Hay mucho que debes contarme, ¿Mmh?

—Sí... Demasiado... —susurró contra el cuello de Stiles, apretándose aún más contra él.

Stiles no se apartó.

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Tan pronto como salieron de la oficina del sheriff Stilinski, William fue recibido por muchos abrazos más, de todo aquél grupo con el que alguna vez tuvo aventuras.

Se abstuvo a comentar en dónde se encontraba Allison Argent, y no pudo evitar la sorpresa sin adulterar en sus ojos al ver a Scott McCall, sabiendo que estaba presenciando a un alfa verdadero.

Hubo un par de presentaciones extras, entre ellos se encontraba Kira Yukimura y el apellido resonó rápidamente ya que Alan le había dicho que fue su familia quién atrajo al nogitsune a descansar en el nemeton que más tarde le permitió la salida al tener tres sacrificios.

Con una sonrisa casi permanente en su rostro William escuchó y saludó a todos los antiguos amigos a su alrededor, preguntándose quiénes fueron los que se habrían sacrificado para liberar algo tan cruel y despiadado como un kitsune oscuro.

Al final Noah los había terminado echando de la comisaria cuando notó que estaban ocupando demasiado espacio, pero aún así la celebración por su regreso no acabó, ya que Scott propuso continuar la reunión en su casa y William no tuvo tiempo para negarse.

Con una mirada insegura buscó a Alan, pero el hombre simplemente asintió, sosteniendo la caja del kanima y asegurándole que la pondría a salvo en su habitación para cuando regrese, y que podía tener un día para descansar antes de comenzar con todo.

Comenzar con todo... Todo esto... Es por León.

Una vez que se encontraron todos en la casa de Scott, sentandos alrededor de una gran mesa comienzo pizzas y contándole anécdotas a William, finalmente uno de los chicos que él no conocía se levantó con un fuerte estrépito, llamando la atención del resto.

—No es por ser aguafiestas-

—Entonces cállate. —lo cortó Stiles, que estaba sentado justo al lado de William, quién no pudo evitar alzar las cejas con curiosidad.

—No es por ser aguafiestas... —repitió el chico una vez más—. ¿Pero por qué nadie está sospechando de él? Es decir, cuando yo regresé todos hicieron un escándalo y nadie confiaba en mí.

—Eso no es verdad, todos confiaban en tí. —se quejó Stiles, rodando los ojos.

—No tú.

—Aún no confío en tí. —admitió Stiles con seguridad, todo el resto del grupo los miraba con distintos tipos de diversión, como si aquél intercambio fuera de lo más normal—. Pero Billy es distinto, él no se comió ningún corazon de ninguna hermana, ¿Verdad Billy?

—Eh... ¿qué? —susurró confundido, ladeando la cabeza hacia un lado para mirar con confusión al chico de pie.

Su nombre si no mal recordaba, era Theo Raeken, parte de la manada de Scott y fue uno de los muchos que lo miró en silencio mientras estaba recibiendo abrazos de las personas que sí conocía.

—¿Ves? Él no lo hizo, por eso no desconfiamos de él. —concluyó Stiles, rodeando uno de sus brazos por los hombros de William.

Fue turno de Theo para rodar los ojos, un chico rubio a su lado tiró de su mano con insistencia.

—Ya siéntate. —dijo el chico rubio, Liam Dunbar, el primer beta de Scott según las presentaciones de aquella tarde.

—¿Por qué debería sentarme? Esto es muy sospechoso. —dijo Theo, pero aún así cumplió y se sentó junto a Liam, mirando con ojos entrecerrados directamente a William—. Además llevaba una caja extraña.

—No es una caja extraña. —dijo William, hablando para todos por primera vez esa noche—. Es solo una caja de escamas de kanima.

La mayoría que estaba alrededor de la mesa se sobresaltó y William observó confundido como todas las miradas se dirigían directamente a Jackson.

Jackson Whittemore fue uno de los que abrazó a William, aquél chico que le había entregado una bomba química para que pueda arrojarle a Peter Hale aquella noche, no fueron grandes amigos como él y Stiles, pero William lo recordaba con cariño, al igual que al resto.

—¿Qué? Yo no le di nada. —dijo Jackson, encogiendose de hombros, a su lado Lydia bufó una risa.

—Existen más kanimas además de ti. —dijo la pelirroja con una sonrisa alegre, volteandose nuevamente para mirar a William—. La pregunta es... ¿Por qué tienes una? Deaton nos dijo muy poco acerca de sus planes, tal vez podrías decirnos algo más.

La mano de Stiles en el hombro de William se apretó de manera amigable, asegurándole que no debía decir nada si no quería.

—Necesitamos llamas infernales para... —William se detuvo un segundo para calentar el caldero casi se le escapa de los labios—. Para averiguar que oculta el mapa.

—¿Como una luz ultravioleta con tinta invisible? —preguntó Stiles a su lado, a lo que William simplemente asintió.

—Algo así, sí.

—¿Crees que lo encontrarán? —preguntó Lydia, mucha esperanza intacta en su voz.

William recuerda como ella y León habían creado juntos la bomba química y cómo después de eso pasaban gran parte de sus días juntos, charlando de manera agradable.

El dia que Derek le negó la mordida, William se llevó también a su mejor amigo con él, en ese momento León había estado más que dispuesto en seguirlo hasta el mismísimo infierno, pero en esos momentos, William se preguntó si fue lo correcto dejar que su amigo lo siga.

Fue un niño idiota, egoísta y herido, indignado por no tener permitido aquello que tanto deseaba y aquella noche que se fue con su mejor amigo fue una que nadie en esa mesa podría olvidar.

—Estoy seguro de que sí. —dijo William, incluso aunque su voz apagada no demostró la seguridad que prometia.

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Paso número dos: Añadir la sangre y las lágrimas de una Banshee. Con el caldero ya caliente por las llamas infernales, vierte una sola gota de sangre de banshee y tres lágrimas de la misma. Asegúrate de hacerlo en completo silencio, ya que la sangre de una banshee absorbe los ecos de cualquier sonido cercano.

William se alegró de esta vez tener ambas entre su suministro de frascos, hace más de un año había tenido que enfrentarse a una banshee que logró dejarlo sordo por un par de meses después de su muerte.

Las llamas infernales ya estaban ardiendo debajo de la pequeña caldera, que no era mucho más grande que una hoja A4, pero era la medida perfecta para crear la llave.

Siguió las instrucciones con sumo detalle, sabiendo de antemano que todo durará en el caldero un total de un tres hasta que las llamas terminen de extinguir todas sus propiedades mágicas, sabiendo que de todos modos no necesitará tanto tiempo.

En tan solo dos meses... En dos meses la luna de las sombras perdidas volverá a brillar en el cielo, extendiendo el velo oscuro en donde León quedó atrapado, y con aquella llave, finalmente lograré liberarlo.

Con una expresión confianda y el alma llena de seguridad, William siguió con el tercer paso, introduciendo en el caldero agua purificada de un lago encantado.

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Paso número cuatro: Tritura los dientes de wendigo hasta convertirlos en polvo fino y agrégalos al caldero. Los dientes tienen un poder latente que activará la esencia de la poción. Al añadirlos, la mezcla se volverá de un tono gris opaco, y el caldero comenzará a emitir chispas.

William se levantó de su silla una vez más, había estado todo un día completo despierto y mezclando el caldero para que el agua del lago encantado pueda disolver las lágrimas y la sangre de banshee hasta convertir todo de un color azul vibrante.

Pero ahora el nuevo paso requería algo que él no tenía, dientes de wendigo.

Caminó por la sala después de asegurarse de encantar la puerta de su habitación, para que nadie más pueda entrar, sabiendo que debía tener extremo cuidado con el caldero al cuál le había puesto un encantamiento de protección extra.

Sentía todo su cuerpo entumecido, solo había logrado estar despierto con todo el café que Alan le había llevado durante el día, pero ahora se sentía sudoroso y hambriento casi en partes iguales.

Al llegar al comedor descubre como Alan no se encuentra solo, Scott McCall en algún momento llegó a la casa y ambos están revisando un mapa que William sabe que no tiene nada oculto.

Es el mapa al bosque oculto, León y yo logramos descubrir todos sus secretos en tan solo una semana. Pensó con un poco de nostalgia, sabiendo que Alan seguro intentaría distraer a Scott.

—Alan, ¿hay algún wendigo en el pueblo? —preguntó William después de unos segundos de observación silenciosa.

Ambos hombres se voltearon a verlo, Deaton con una expresión calmada y Scott sorprendido.

—Sí, al final de esta misma calle, la familia de los Dimmons. —afirmó el hombre, sin preocuparse por la extraña pregunta.

—Okay, iré a bañarme y luego iré a verlos. —dijo William, decidiendo agregar a último momento para curiosidad de Scott—. Son buenos rastreadores.

Una sonrisa conforme se dibujó en el rostro de Alan, como si pensara que William tuvo una gran idea.

—Será bueno preguntarles, exacto. ¿Deseas llevar el mapa contigo?

—Nah, tengo una foto. —dijo William, comenzando a caminar hacia el pasillo y deteniéndose a último segundo—. Buenos días, Scott.

—Hey, Billy. —saludó el alfa verdadero, con una pequeña sonrisa amigable, había estado observando el intercambio en silencio con gran curiosidad, pero aún así no preguntó nada hasta que William se perdió de vista—. No sabía que vivía aquí contigo.

—Oh sí, su casa sigue igual de abandonada y no quería que esté solo. —estaba diciendo Alan, su casa no era demasiado grande así que William desde las escaleras había logrado escucharlos con facilidad.

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Se limpió las manos ensagrentadas con un solo movimiento y un encantamiento no verbal, sintiendo contra el bolsillo de su jardinero los dientes de wendigo que parecían arder contra su piel.

—Te lo dije, está tramando algo. —dice una voz a su espalda, que William finge que no escucha.

Comienza a caminar de regreso a la casa de Alan, sabiendo que Theo y Liam lo vienen siguiendo a una buena distancia.

Se había asegurado de poner un encantamiento de oídos en todos lados solo para asegurarse de que nadie lo esté siguiendo cuando llegó a la casa de los wendigos.

Esas criaturas asquerosas. Pensó William, sin sentirse en lo absoluto culpable al haber acabado con la familia de caníbales, que ningún bien le hacían al pueblo después de todo.

Se aseguró de conjurar un encantamiento de olvido a la casa, para que todo aquél que vaya a buscar a la familia se olvide de lo que fué a buscar al entrar o tan solo intentar golpear la puerta.

Cuando da una vuelta en la esquina, puede escuchar como Theo le pide a Liam que se queden allí un segundo, por si él voltea a ver hacia atrás, pero Liam le asegura que es solo un estupido.

—Hablo en serio, yo también era así de amigable cuando llegué a Beacon Hills y ya sabes que los más amigables son los peores. —concluyó Theo, volviendo a seguir sus pasos.

—Scott confía en él, incluso Stiles lo hace. ¿Sabes que Stiles se estará quedando en Beacon Hills de vacaciones? Escuché que le decía eso a Scott esta mañana, ambos parecían felices, creo que la manada finalmente comenzará a reunirse nuevamente y creo que es gracias a él. —dijo Liam con seguridad.

¿Stiles no está viviendo en Beacon Hills? Se preguntó William con curiosidad, desviando su camino de la casa de Alan y decidiendo dirigirse a la Stilinski, el camino ya se lo sabía de memoria y tendría más tiempo para escuchar las teorías de Theo.

—No es que me alegre demasiado tener a Stiles cerca. —respondió Theo, en un tono despectivo que hizo sonreír un poco a William.

¿Por qué esos dos se odiarán tanto?

—Vamos amor, ya sabes que él lo está intentando, pero... Lo que hiciste... No todos pueden olvidarlo aún. Por eso Malia aún no regresa y dudo que regrese algún día, por eso Kira sigue por aquí...

—Vigilandome, lo sé. Tan pronto como respire de manera incorrecta ella querrá volver a encerrarme, seguro tiene miles espadas de ese estilo, no habrá servido de nada que la destruyeran.

—No seas pesimista, lo estás haciendo bien.

William oye como ambos se detienen y el ruido meloso de besos comienza de una manera suave, pero cada vez más ruidosa con el paso de los segundos.

Se alegra de estar cerca de la casa de Stiles, ya que no cree que pueda estar mucho tiempo escuchando a Theo y Liam besarse.

No le sorprende en realidad que esos dos estén juntos, la escena en casa de Scott el otro día le había dado esa impresión, por supuesto William no había querido asumir nada allí, pero la manera en la que Liam parecía calmar a Theo y viceversa parecía más especial que tan solo una amistad.

Al llegar a la puerta de los Stilinski sabe que Liam convenció a Theo de volver a su hogar y ya no lo están siguiendo, así que se prepara para golpear la puerta, pero de pronto su encantamiento logra captar una conversación a medias y no puede evitar quedarse allí parado, escuchando.

—Nada salió bien con Malia, ni contigo, sé lo que él sentía antes, pero no arriesgaré el tiempo que él esté aquí con ideas que tal vez... —Stiles se detiene, soltando un suspiro y sentándose en algún lado, tal vez en el sofá.

—Sé que no funcionamos como nos hubiera gustado, pero aún así miranos, seremos siempre los mejores amigos. —estaba diciendo Lydia, sentándose al lado de Stiles aparentemente—. He visto la manera en que lo miraste aquella noche, como si estuvieras... Encantado.

—Se ve muy bien. —admitió Stiles, William no pudo evitar sonreír un poco ante ello—. Se ve como demasiado bien. ¿Has visto la manera en la que sus ojos brillan? Y su cabello está más rizado que nunca y su sonrisa tan- está bien, entiendo a qué te refieres.

Lydia suelta una risita y pronto Stiles se le une, un ambiente muy relajado entre ambos que William aún no quiere quebrar.

—Yo digo que lo invites a salir. No creo que esté todo el día encerrado con ese mapa, o tal vez lo está, esperando a que te animes a tomar el primer paso y te acerques tú a él, como siempre sucedió antes.

Como siempre sucedió antes.

Fue Stiles quien me invitó a dormir a su casa después de esa noche encerrados en la escuela y quién le preguntó si quería pasar todas las siguientes.

—Tal vez. —concluyó Stiles, su voz sonando aún pensativa.

Cuando ambos volvieron a quedarse en silencio William finalmente tocó la puerta con sus nudillos un total de dos veces.

La idea de salir con Stiles finalmente se siente como una posibilidad realista en su mente y se permite, por una vez, ser un poco egoísta.

—¡Billy! —llamó Stiles al abrir la puerta, mirándolo con una sonrisa abierta y relajada.

—Hablando de roma. —comentó Lydia con una sonrisa divertida, caminando hasta pasar por al lado de William—. De todos modos ya debo irme.

Lydia se alejó un poco de la puerta y desde la distancia le susurró a Stiles, seguramente haciendo mimicas invitalo a salir que el encantamiento claramente permitió que William lo escuche que total claridad.

Stiles soltó una risita nerviosa y le hizo una seña a William para que pase.

—¿Necesitabas algo en especial para el mapa? ¿Quieres que te ayude como en los viejos tiempos? —preguntó Stiles, comenzando a emocionarse ante la perspectiva de unirse a una nueva aventura.

—No realmente. —admitió William, la idea de invitar a salir a Stiles sigue dando vueltas en su mente sin control—. En realidad yo quería preguntarte...

Pero se detiene un segundo, recordando el caldero en la habitación de invitados de la casa Deaton y los colmillos de Wendigo ardiendo en su bolsillo.

—¿Preguntarte...? —ayudó Stiles, acercándose a él para subir la correa del traje jardinero que William estaba usando y que se había deslizado por su brazo.

—Eh... —guardó silencio al sentir la intensidad en la mirada de Stiles, sintiéndose nuevamente de once años mirando a su mayor crush.

Stiles guarda silencio, permitiéndole poner sus ideas en orden, mientras sus manos tantean los hombros de William, fingiendo que está asegurando los tirantes en su lugar sobre la remera negra.

Hay tiempo, todavía hay tiempo. Se dijo a si mismo, sintiendo su rostro arder por la cercanía y sabiendo que es lo correcto preguntarle, León querría que él se anime a hacerlo.

—¿Te gustaría salir conmigo? —preguntó rápidamente, comenzando a divagar al ver la sorpresa en el rostro de Stiles—. Aún hay mucho de Beacon Hills que no recuerdo y...

—Sí, me encantaría. —respondió Stiles, cortando los balbuceos de William, una de sus manos descansando en la unión entre su hombro y su cuello, tocando la piel de manera suave.

Las chispas de magia revolotearon sobre ellos.

—Tendrás que explicarme que es esto. —dijo Stiles después de un momento, soltando una risita e intentando nuevamente atrapar las pequeñas estrellas doradas.

—Lo haré.

Tendré tiempo para encontrar a León, aún hay mucho tiempo, hay tiempo para ambos.

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Están atrasados, muy atrasados. No hay tiempo suficiente, no lograrán llegar.

—¡Te lo digo Deaton! No está el alma completa, aquí no está todo el nogitsune. —se quejó William, su voz alterada mientras daba vueltas por su propia habitación.

Observando la caja de los Demonios y la barra morada que había sobre ella, un encantamiento que él había lanzado y que enseñaba un espacio de un cinco porciento vacío, el alma está incompleta.

—Las instrucciones son claras dice alma completa de un kitsune oscuro. —lee nuevamente el pergamino, enseñándole a Deaton, que se encuentra inmóvil cerca de la mesa—. ¡Ves! Un alma completa de un kitsune oscuro, ¡completa!

—Efectivamente puedo leer y aún recuerdo cuando yo mismo lo escribí. —dice Alan con una calma que contrasta con la ansiedad de William, que no puede evitar gruñir con frustración—. Creí que estaría el alma completa en la caja, esto es extraño.

—¡Esto es tu culpa! ¡Ahora estamos atrasados, queda solo un mes y no tenemos la parte más importante para crear la llave! —gritó William, completamente escandalizado.

—Debes decir... Tu culpa. —comenzó Alan, de manera seria—. No he sido yo quién se distrajo todas las noches del primer mes.

William no puede evitar quedarse mudo ante ello, creyendo que Alan no lo sabría, pero por supuesto que lo sabe.

Cómo podría no darse cuenta de que William se escapó cada noche para ir a tener citas con Stiles.

Un pequeño sonrojo cubre todo su rostro al recordar como la noche anterior le dió un beso en la mejilla a Stiles cuando finalmente lo dejó en su casa.

Todo un mes de citas y su avance más lejano fue ese, pero aún así las chispas a su alrededor fueron tan intensas que Stiles había reído a carcajadas al sentirse cegado.

—Yo... Yo no... —comenzó a decir William, cerrando sus manos en puños al ver como en realidad fue él quién comenzó a atrasar todo—. Son demasiados pasos, por eso la poción demoró. Me tardé una semana en conseguir suficiente savia del nemeton y tú no ayudaste demasiado.

—Debo asegurarme de que nadie en el pueblo sospeche de todas tus acciones más sospechosas, debiste decirme que asesinaste a toda la familia Dimmons.

William se niega a sentirse avergonzado por ello, encogiendose de hombros al escuchar las palabras del hombre.

—Creo que estás comenzando a olvidar porqué comenzamos esto en primer lugar... —comenzó a decir Deaton, con una voz oscura—. No regresaste a Beacon Hills para estar con tu

—¡Por León, regresé por León! —lo cortó William, antes de poder escuchar cualquiera sea la palabra que Deaton habría elegido para calificar a Stiles—. Todo esto es por León, no estoy confundido, no lo he olvidado.

Su voz es firme, llena de toda la ira que ha estado escondiendo ese último mes, ese mes en el que le ha tenido que mentir a Stiles acerca de sus verdaderas intenciones, ese último mes en el que escuchó con impotencia todas las historias acerca de Beacon Hills.

Excepto una... Stiles jamás habló acerca del nogitsune, ni le explicó porqué Allison Argent ya no estaba en ese pueblo.

—Alan... Debemos conseguir otro nogitsune, este es inservible si no está completo. —concluyó William, su voz un poco más apagada al admitir lo que ninguno de los quería terminar de aceptar—. Si lanzo esta alma, todos los pasos anteriores se habrán arruinado.

—Lo sé... No he oído de ningún pueblo con nemeton que haya aparecido un nogitsune, no en noventa años. —dijo Deaton, con pesar en su voz.

—Era posible... Lo íbamos a lograr... —susurró William, toda esperanza que había tenido de encontrar a su mejor amigo, después de cinco años sin él...

Creí que podría encontrarlo... Creí ser lo suficientemente bueno esta vez... ¿Ni todo el poder que me otorgó el bosque podrá ayudarme a recuperarlo?

Sus manos temblaron de manera ansiosa, las ganas que tenía de tirar el caldero al suelo se hacían más poderosas a cada segundo.

Todo por nada.

Todo por nada.

Nada sirvió.

Nunca lograremos encontrarlo.

La llave nunca podrá ser creada una vez más...

Jamás lo volveré a ver, ya lo había aceptado, pero entonces Alan me dió esperanzas y esta vez es como perderlo una segunda vez...

Ahora jamás... Jamás...

Su labio tembló, intentando contenerse a si mismo de comenzar a llorar justo en frente de Deaton, su cabeza había bajado hasta que sus ojos estuvieron fijos contra las tablas de madera en el suelo.

Jamás volvería a...

—Puede que haya una solución... —comenzó a decir Alan, su voz insegura, incierta, pero levantando los animos de William al segundo.

Una última oportunidad.

—¿Qué es? ¿Qué hay que hacer? Haré lo que sea, lo que sea. —prometió, su mirada firme sobre el rostro del hombre frente a él, que no se había contenido a llorar.

—Tal vez... Sé en donde puede estar ese cinco porciento que le falta a la caja. —dijo Alan lentamente—. Ven, siéntate aquí, creo que aún nadie te ha contado la historia.

William, que estaba ansioso de descubrir como el nogitsune había logrado hacer tantos estragos en el pueblo de Beacon Hills, que incluso los pueblerinos seguían tensandose y teniendo escalofríos cada vez que preguntaba, se sentó al lado de Alan, para escuchar la historia.

Alan le contó como un darack llegó al pueblo, con sacrificios humanos y con mucha manipulación había logrado incluso ser una amenaza para la manada de alfas del gran demonio alfa Ducalion, que tantas historias William había oído de él.

Este darack capturó en un momento esencial a tres personas demasiado importantes y para encontrarlos, otros tres debieron sacrificarse. Aquél sacrificio, había despertado al nemeton y con ello al nogitsune, que estaba en búsqueda de una puerta entreabierta, un alma sin protección.

Al poseer a uno de esos tres sacrificados, aquél que estaba mas desprotegido, causó estragos por todo el pueblo, con onis como soldados a sus ordenes y asesinando a personas importantes.

—Y aquél que se sacrificó para salvar a su padre... Quién quedó desprotegido y fue poseído... Es Stiles. —concluyó Alan.

William se quedó congelado en su lugar una vez que la historia terminó, Alan le había contado como lograron derrotarlo y guardaron el alma del nogitsune en la caja de los Demonios, haciéndole esa última pregunta clave.

—¿Cuántas posibilidades hay de que... los fragmentos de alma que faltan en esa caja...?

—Aún los tenga Stiles... —concluyó William, sopesando todo lo que había oído y en las posibilidades—. Hay un encantamiento que me podría permitir verlos...

Revelar aquello que los ojos no ven era un encantamiento que William solo podía realizar con su varita, aquella que siempre se mantenía escondida en alguno de sus bolsillos, secreta pero siempre presente.

—Tal vez esa sea la última opción.

—Sí...

Pero si Stiles tiene en realidad los últimos fragmentos del nogitsune... Deberé matarlo para conseguirlos...

William no está seguro de que podrá hacerlo.

—Y así salvaremos a León. —concluyó Alan, una sonrisa triste, pero aliviada, instalándose en su rostro.

—Y así lo salvaremos... —repitió William, inseguro.

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Paso número quince, Infusión Final: El Alma del Kitsune Oscuro. Finalmente, toma el compartimiento que contiene el alma completa de un kitsune oscuro y rompe el sello sobre el caldero, permitiendo que el alma caiga en la mezcla y sea absorbida por completo. Al añadir el alma, la poción cambiará a un negro brillante y profundo. Este es el paso más complejo, ya que el alma debe entrar en la poción sin fragmentarse, esperar un total de diez días antes de extraer el agua encantada para encontrar la llave creada.

Para ese entonces, William se ha aprendido de memoria el último paso, repitiendolo de manera inconsciente cada vez que se encuentra distraído.

En esos momentos está sentado junto a Stiles, mirando una película de star wars que ambos han visto mil veces, Stiles se sabe la mayoría de las líneas y las va susurrando cuando se emociona por alguna escena en específico.

Ambos están tomados de las manos, en algún momento de la noche William se acurrucó contra el pecho de Stiles y el castaño simplemente se lo permitió, con una cálida sonrisa en su rostro.

—No estás prestando mucha atención. —se quejó Stiles en algún momento de la mitad de la película.

—Tengo sueño. —mintió William, sabiendo que no puede revelar en qué está pensando en realidad.

Quedan un total de veinte días antes de la luna de las sombras perdidas, necesitamos diez para que la poción descanse y aún... aún debo averiguar si tienes los restos de fragmento de nogitsune en tu propia alma.

Sí, definitivamente no puedo decirle eso.

—¿Te gustaría quedarte a pasar la noche? Como en los viejos tiempos. —susurró Stiles, acariciando con una de sus manos la espalda de William, que asintió automáticamente.

Mejor hacer el encantamiento cuando estés dormido.

El último mes William se la había pasado mayormente encerrado en la casa de Alan ante las sospechas de Theo Reaken, a excepción de cuando salia a encontrarse con Stiles para tener sus citas, pero en general, no solía encontrarse con nadie más.

Por eso fue un poco molesto cuando escuchó que desde la puerta de entrada se escuchaban diversos pares de pasos acercándose.

—¡Ya voy! —gritó Stiles al sentir como la puerta fue golpeada. Le dió una mirada apenada a William antes de desenredarse del cómodo abrazo en el que estaban.

William se estiró en el sillón y se puso de pie mientras escuchaba las voces amigables adentrándose a la casa Stilinski y el grito sorprendido de Stiles.

Al voltearse observó como Stiles abrazaba con fuerza a un chico rubio sonriente, que lo hizo fruncir un poco el ceño.

¿Quién carajos es ese? Se preguntó William, comenzando a acercarse hasta ellos y colocandose justo detrás de Stiles, saludando brevemente a todos los acompañantes.

Scott, Lydia, Liam, Theo, Jackson y Kira habían llegado acompañado de este chico rubio que era un poco más alto que él y que de alguna manera se sentía demasiado parecido.

Un reemplazo. Dijo una voz cruel en su mente mientras miraba de arriba a abajo al chico cuando finalmente se separó de Stiles en el abrazo.

—Oh, Isaac, tú no conociste a Billy antes. —Stiles estiró su brazo y alcanzó la mano de William, el cuál la tomó de inmediato, entrelazado sus dedos con los de Stiles ante la atenta mirada confundida de todos en la sala, incluyendo Stiles—. Billy, este es Isaac, el segundo beta de Derek.

—Hey. —saludó, fingiendo una sonrisa que le fue devuelta de manera alegre por el tal Isaac.

—¿Celoso de que Derek si nos haya querido como betas? —bromeó Jackson, acercándose hasta William para rodearlo por los hombros, el cuál simplemente rodó los ojos.

—Me da igual, soy mucho mejor que un perro rabioso en luna llena. —dijo sin poder contener la arrogancia en su voz.

Stiles se movió de manera ansiosa a su lado, él era el único que sabía que William era un hechicero después de la cuarta cita y todas sus insitencias y pucheros tiernos, había decidido contarle.

—No todos podemos ser hechiceros. —dijo Scott, con una media sonrisa.

William alzó una ceja al notar que Scott lo descubrió y automáticamente volteó la cabeza a buscar la mirada de Stiles, quien resultó igual de sorprendido que él.

—Creí que no le dirías a nadie. —se quejó Stiles haciendo un pequeño puchero—. Claro que el alfa verdadero lo sabía.

—No le dije nada.

—Es cierto, Deaton me lo dijo. —comentó Scott, encogiéndose de hombros—. No creí que era un secreto.

—No lo es.

William puede sentir la mirada de Theo fija en él y todos su movimientos.

Jackson aún lo rodea por los hombros y Stiles tiene una de sus manos entrelazada con la suya, como si ambos fueran un campo protector.

William le sonrie a Theo con un poco de arrogancia, recordando lo que Stiles le había contado acerca de él, porque odiaba a Theo y lo traidor que fué con todo el grupo, incluso con su pareja y aún más con Scott.

—Me alegra tanto que hayas vuelto, Isaac. —dijo Stiles finalmente—. ¿Y por qué volviste?

—Scott me dijo que la manada se estaba reuniendo y no quería faltar. —dijo Isaac con simpleza, William notó que incluso aunque no había un clima frío el rubio tenía una bufanda enredada de manera desprolija sobre su cuello—. Pedí unas pizzas.

—Oh, definitivamente te extrañé. —admite Stiles, soltando la mano de William para darle un nuevo abrazo a Isaac—. Y tu las pagarás, por supuesto.

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Decir que William estaba celoso de Isaac era la subestimación del año, estaba rabiando en silencio mientras observaba como el rubio se llevaba tan bien con el grupo.

Incluso el maldito Theo Raeken parecía haberse relajado con la presencia de Isaac, algo que jamás sucedía con William.

En algún momento de la noche alguien dejó caer una bebida sin querer sobre William y él, que ya estaba cansado de presenciar al perfecto grupo ser felices dijo que iría arriba a limpiarse.

—¿No puedes hacerlo con magia? —preguntó Theo con sospecha, pero William solo lo ignoró, asegurándose de murmurar el hechizo oídos en todos lados solo para ver si alguien diría algo.

Y por supuesto que lo hacían.

Tan pronto como cerró con fuerza la puerta del baño escuchó con claridad todos los susurros, como si estuvieran justo frente a él.

—¿Entonces Isaac, crees que él está ocultando algo? —preguntó primero Scott, logrando confundir a William como nunca antes.

—No dijo demasiado, pero se lo veía incómodo. —les respondió Isaac con honestidad.

—¿En serio este chico es el mejor agente de Londres que pudieron traer? Les dije que ese idiota está tramando algo y ¿lo traen a Isaac? —se quejó Theo, dejando caer sin fuerza sus manos sobre la mesa que todo estaban rodeados.

Para su disgusto, Stiles se mantenía en silencio.

—Es nuestra mejor opción. —comenzó Lydia.

—Isaac es increíble en su trabajo y siendo que Stiles parece algo... encantado, es nuestra mejor opción. —explicó Scott.

—¡Ya les dije que él no me embrujó! Solo me gusta y paso tiempo con él y ya, si ocultara algo yo lo sabría. —se quejó Stiles finalmente Stiles, levantándose de su silla.

William se sintió un poco culpable al recordar como la primera noche sacó en el cine su varita y conjuró el no desconfíes de mí directo a Stiles, solo para asegurarse de que nada salga mal en su plan para recuperar a León.

—Billy mató a toda la familia de wendigos Dimmons y colocó un encantamiento para que todos los que se acerquen a esa casa se olviden de ellos. —comenzó a decir Scott—. Deaton intentó ocultarmelo y cuando se dió cuenta de que no tenía sentido hacerlo me mintió diciendo que era por una buena causa... Ya no estoy tan seguro de que sea una buena causa.

—Los Dimmons siempre fueron buenos vecinos, nunca comieron a nadie en el pueblo, ellos tienen sus propios suministros del extranjero. —dijo Isaac pensativo—. ¿Tal vez necesitaba algo de ellos? Dijeron que es un hechicero, los hechiceros hacen brujería, pociones y esas cosas, ¿verdad?

—¿Entonces están diciendo que Billy oculta un maldito caldero en su habitación para hacer una poción asesina o algo así? Solo escuchense, todo esto es ridículo. —se quejó Stiles, dejándose caer con fuerza hacia atrás en el respaldo de la silla.

—Tal vez. Dijeron que querían encontrar a su amigo muerto, ¿tal vez necesita matar a muchos de nosotros para traerlos de vuelta? —sugirió Theo—. No sería nada muy descabellado.

La habitación se queda en silencio, pensando en las palabras que cada vez cobraban más sentido.

William no puede creer que todo aquél mes haya sido tan descuidado como para que todo el grupo haya comenzado a sospechar de él.

Pero no hay tiempo, hoy debo saber si Stiles tiene al nogitsune... Debe ser hoy... No puedo irme con cualquier excusa porque también les resultará sospechoso.

—Puedo ver que hay un par de cosas extrañas con él. —admite Lydia—. Pero si alguien fuera a morir yo lo sabría.

A menos que alguien te haya encantado para inhabilitar tus poderes. Pensó entre tanto William, sintiéndose un poco ofendido de que lo estén subestimando tanto.

Llevo años rodeado de seres como ustedes, si creen que no se deshabilitar a una banshee o engañar a un humano, están muy equivocados.

León no me habría subestimado.

Si ellos fueran mis amigos sabrían que yo haría todo lo posible para encontrar a León.

Tal vez eso es... No debería sentirme mal por escucharlos y por lo que deba sucederle a Stiles, después de todo... Ellos no son mis amigos.

León lo es.

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—No volviste a bajar. —dijo Stiles, entrando a su propia habitación, William se había cambiado de ropa con algunas que encontró de Stiles, ya que las suyas se habían manchado de gaseosa.

—Sentí que sobraba. —admitió, sentándose para ver como Stiles se acercaba hasta él.

—Billy... —comenzó Stiles lentamente, sentándose a su lado y abriendo una de sus manos para que Bill la tome y así hizo—. Tú... ¿Tú jamás me hechizarias, verdad?

Su voz suena apagada e inseguro, Stiles llevaba dos horas completas escuchando a sus amigos desconfiar de él, William puede entender que finalmente Stiles está comenzando a entrar en razón, tal vez porque no había real fuerza detrás de su encantamiento sobre él, deseando que simplemente Stiles confíe en él sin un encanto de por medio.

—¿Eso crees?

—No es algo que yo crea... Yo... Yo sé que mi Billy no haría una cosa así. —dijo Stiles, sonriéndole, incluso aunque su sonrisa tembló un poco, no se lo dejó ver a Stiles.

—No lo he hecho. —mintió William, sabiendo que aún no es momento para admitir nada—. Theo desconfia demasiado en mi por ser que él no fue mucho mejor.

—¿Cómo sabes que Theo...? —las palabras de Stiles se detienen un segundo, soltando un fuerte suspiro—. Sí, tal vez Theo estaba allí abajo hablando un poco de ti.

William se encogió de hombros.

—No me importa. No quiero hablar de él.

El silencio tenso entre ellos parecía imposible de ser cortado, hasta que finalmente Stiles apretó un poco su mano con la suya.

—¿Y qué quieres hacer?

Levantó la vista de sus manos para mirar a Stiles una vez más. Seguía siendo aquel chico encantador que le ofreció un lugar en su hogar, aquél que lo sostenía con fuerza en apretados abrazos cuando tenía miedo de algo, quién le contaba entre risas las anécdotas más estúpidas como esa vez que su padre lo retó por tener un campamento en México.

Stiles, que siempre fue el más leal amigo que nadie podría haber pedido, aquél que siempre se arriesgaría por los que ama, quién se sacrificó por su propio padre para encontrarlo y que por ello tuvo que soportar a un demonio fusionandose con su propia alma.

—Stiles... —susurró William, ambos aún sentados uno al lado del otro, con las miradas fijas en el otro, esperando un solo segundo para poder cortar aquél silencio, para acortar esa distancia y demostrarle todo lo que no sabe expresar con palabras, pero en cambio otra cosa surgió de sus labios—. ¿Tú confías en mí?

Stiles hizo una breve pausa, estudiando los ojos de William frente a él, sus pómulos y mejillas sonrojadas, la manera en la que sus labios rojos temblaban un poco y en la intensidad de toda su expresión, además de la manera en la que las chispas doradas comenzaron a surgir una vez más a su alrededor.

Stiles no tiene motivos para confiar en él, todas sus citas se basaron en hablar de lo que sucedió antes cuando ellos estaban juntos, recordando lo que vivieron. En Stiles contando todas sus historias con su grupo de amigos, en mirar películas y hablar de cosas que a ambos les gustan.

Pero William sabe que no le ha dicho a Stiles nada de su propia vida, nada de cómo por orgullo abandonó Beacon Hills y se obsesionó por conseguir poder de alguna otra manera, sin Derek, necesitaba a alguien más.

Jamás le contó a Stiles que una noche de aventuras él y León encontraron una llave y un mapa entre las cenizas de una mansión destrozada que de alguna manera les había recordado un poco a la mansión Hale.

Ni le dijo que esperaron la noche de luna de las sombras perdidas para seguir el mapa al bosque oculto, en donde un velo transparente se abrió ante ellos y que cuando lo pasaron una gran luz logró deslumbrarlos.

No le contó a Stiles que no recuerda en absoluto lo que sucedió en aquél lugar, pero que cuando salió su amigo ya no estaba a su lado y que cuando volteó hacía atrás intentó alcanzarlo, pero la luna había dejado de brillar con intensidad y su amigo se había perdido nuevamente en las sombras de aquél bosque.

Ni como sus manos comenzaron a brillar y chispear sin control cuando el sol finalmente se colocó en la parte más alta del cielo, recordándole que su mejor amigo había quedado atrapado en aquél lugar y que estaría allí cien años más, porque esa luna especial no volvería a aparecer hasta entonces.

Entonces William entiende el silencio inseguro de Stiles, porque él no le ha contado nada de todo ello, ni de los cinco años en donde mató a tantos seres sobrenaturales con la escusa de fortalecer sus propios poderes, volviéndose la gran amenaza entre las sombras, convirtiéndose en el ente tenebroso que todas las criaturas evitarán.

Pero entonces Stiles habla y lo que dice logra que un par de lágrimas finalmente bajen por las mejillas de William.

—Sí, Billy. Yo confío en tí.

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Aquella noche durmieron acurrucados, sin decir mucho más después de ello, y en algún momento de la madrugada William se despierta y saca de su bolsillo la barita de madera y ceniza que ha logrado crear con gran esfuerzo y trabajo, aquella que contenía ecos de banshee, gritos de un alfa y sangre de un druida.

Se libera de los brazos de Stiles que lo rodean desde atrás, pensando con cariño que habían estado durmiendo en cucharita y su sonrisa se desvanece al voltearse para apuntarle a Stiles con su varita.

En latín William conjuró el revelar aquello que mis ojos no ven y de su varita salió un lazo morado que se conectó al cuerpo de Stiles al instante, que jamás notó el choque de magia contra él.

Sobre Stiles, se colocó una pequeña barrera de energía, la misma que la caja de los Demonios tenía con un porcentaje al que le faltaba el cinco porciento.

Sobre un Stiles plácidamente dormido, la barra descansaba con el cinco porciento restante que le faltaba a la caja.

William suspiró, concluyendo el encantamiento y volviendo a acostarse junto a Stiles, está vez fue él quién rodeó a Stiles por la cintura, su pecho apoyándose contra la espalda del castaño que incluso pareció más feliz con la nueva posición.

Lentamente, William volvió a quedarse dormido sin darse cuenta que por la ventana alguien había estado observando todo lo que él hizo.

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—Scott, lo tenemos. —dijo en un susurro, sosteniendo su celular contra su oído y bajandose finalmente del árbol frente a la ventana de Stiles—. Le hizo un encantamiento a Stiles, tenía una barra casi vacía, creo que es lo que le queda a Stiles de vida... Lo matará, debemos hacer algo.

—Reune a todos en mi casa, también logré conseguir más información acerca de Billy. —dijo Scott del otro lado, cortando la llamada.

Theo Raeken observó desde el suelo la ventana de Stiles, sonriendo victorioso al tener el completo apoyo de Scott ahora.

Con esto lo lograré, cuando salve a Stiles todos confiarán en mí, por fin podré estar con Liam sin recibir malas miradas.

—Te haré sentir tan orgulloso, bebé. —susurró Theo para si mismo, comenzando a correr en dirección a la casa de Liam, sabiendo qué debía despertarlo para llevarlo a lo de Scott.

Necesitaban un plan si querían acabar con el hechicero.

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—Buenos días... —murmuró Stiles, somnoliento, William ya estaba despierto, sentado nuevamente en el borde de la cama.

—Hey, buenos días. —William se dió la vuelta y soltó una risita divertida al sentir como la mano de Stiles lo alcanzaba y tiraba de él para que vuelva a acostarse a su lado.

—¿Ya pensabas irte? —susurró Stiles, haciendo un adorable puchero con sus labios que William tenía tantas ganas de besar.

Tal vez está sea mi última oportunidad de hacerlo.

Así que así lo hizo.

William acortó toda la distancia entre ellos y besó el puchero de Stiles, quién sorprendido se quedó inmóvil, sintiendo sus labios cálidos contra los de él.

—¿Qué fue eso? —preguntó Stiles, con una pequeña sonrisa traviesa al separarse.

—Creo que te besé.

—¿Crees que lo harás de vuelta?

—Tal vez.

Stiles acunó su rostro con ambas manos y William no pudo evitar sonreír encantado.

—Hazlo.

Y así lo hace. Esta vez Bill lo besa como hubiera querido besarlo la primera vez, lento, cuidadoso y dulce, con solo un poco de lengua y definitivamente sin dientes.

Mientras lo hace, se le ocurre una idea, y es probablemente la más ridícula que ha tenido desde que llegó a Beacon Hills, pero cree que quiere hacer el amor con Stiles Stilinski.

Una primera vez.

Una única vez.

No se lo hace saber de manera explícita, pero cuando mueve sus manos para levantar la remera de Stiles y no siente objeción alguna, sigue con lo que está tramando.

Sus labios finalmente se separan cuando Stiles suelta un fuerte jadeo, las manos de Bill ahora habían subido hasta el cabello de Stiles.

—Me encantaba cuando lo habías rapado. —susurró entre besos, ya que Stiles no se permitió contenerse esta vez, dejando repetidos besos con la boca abierta sobre la de Bill.

—Tal vez me lo puedas cortar mañana. —sugirió Stiles, con una sonrisa perezosa antes de volver a unir sus labios en un beso aún más apasionado.

O tal vez no... Pensó debastado Bill, apartándose del beso y enterrando su rostro sobre el cuello de Stiles, comenzando a besar allí, sus manos bajando hasta la cintura de Stiles, sintiendo como el castaño debajo de él se movía para darle espacio y permiso para que baje toda su ropa.

Las manos de Stiles pronto se movieron de su lugar sobre el cuello de Bill, comenzando a tocar sin restricción lo que tiempo antes no se había permitido.

—Gracias por confiar en mí, Stiles. —susurró Bill, lágrimas bajando por sus ojos, que logró hacer desaparecer con un parpadeo mágico antes de que logren tocar la piel de Stiles y lo alerten.

—Gracias por volver, Billy.

Ambos tuvieron que cerrar los ojos, cuando las chispas doradas brotando de Bill se volvieron demasiado para que puedan mirarlas, pero aún así sus manos, ansiosas y curiosas, no pudieron detenerse.

Deshaciéndose de toda la ropa mientras sus cuerpos se movían juntos en un compás casi tortuoso, uno que ninguno de los dos podría mantener tan lento demasiado tiempo.

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—Gracias por aceptar reunirse con tan poca anticipación. —fue lo primero que dijo Scott, encontrándose después de tantos años con una mesa rodeada por sus amigos más cercanos, tanto de su manada como algunos que no.

Una expresión de agradecimiento se posó en su rostro al ver como incluso Derek había logrado llegar, con su pequeño niño entre sus brazos.

Eli Hale, que aún nada tenía que temer en este nuevo mundo que pronto podría acabarse para ellos.

—Debo admitir que subestimé el peligro que es Billy. —comenzó a decir Scott, mirando de uno en uno a todos sus amigos—. Es más peligroso de lo que ninguno de nosotros se lo podría haber imaginado.

—Yo sabía que era peligroso. —dijo Theo, levantando una de sus manos, todos voltearon a verlo con expresiones hartas y el solo bufó antes de volver a bajar la mano.

—Sí, gracias Theo. —aceptó Scott, intentando borrar el segundo en que recordó el desgarrador grito de su madre al encontrarlo muerto a manos de Theo—. No solo es un gran hechicero, es un asesino, uno como jamás lo hemos visto, un cazador de lo sobre natural, lo hacen llamar el temor entre las sombras o simplemente Shadow.

—He escuchado un par de veces hablar de un tal Shadow. Un salvaje hechicero que acaba con todas las vidas sobrenaturales en los pueblos con nemeton. —comienza a decir Derek, su hijo sobre su regazo jugaba distraídamente con una de sus manos—. No puedo creer que todo este tiempo... Ese pequeño niño que me rogó por la mordida sea ahora esa bestia desalmada.

—Entonces, ¿podemos decir que todo esto es culpa de Derek? —contempló Jackson, sonriendo con diversión, pero aquella sonrisa se desvaneció al ver que su comentario no había causado risa—. Lo siento, sigan.

—Bien, entonces... No sabemos porqué Shadow querría a Stiles, Stiles es solo un humano, pero ahora lo quiere y lo está embrujando, creemos- —Scott se interrumpe a ver la insistencia en la mirada de Theo—. Theo cree que quiere matarlo para llegar primero a nosotros, esta madrugada vió un... ¿qué fue lo que viste?

Theo se animó un poco, levantándose de su propia silla y mirando primero a Liam como si estuviera pidiendo permiso, a lo cuál el rubio asintió.

—Le estaba lanzando un encantamiento a Stiles, se veía una barra de energía morada sobre él, como una barra de vida en los videojuegos, estoy seguro de que era eso, y la barra... Estaba casi vacía. Lo que quiere decir que...

—No le queda mucho tiempo. —concluyó Malia por él.

La mujer había regresado también con tan poca anticipación al saber que Stiles estaba corriendo peligro, pero aún así no le causaba nada de regocijo saber que Theo Reaken aún estaba tan libre y campante en las calles de Beacon Hills.

—Exacto. —dijo Scott, atrayendo nuevamente la atención de todos a él—. Necesitamos capturarlo, pero debemos averiguar cómo. No tenemos a Deaton de nuestro lado esta vez, por alguna razón parece estar protegiéndolo.

—¿Y si tal vez todo esto lo hacen por León? —preguntó Lydia de pronto—. Necesita vidas para salvar vidas.

Todos guardaron silencio ante su nueva teoría, todos mirando con distintos tipos de confusión y semblantes pensativos.

—No debería tener que matar a nadie para salvar a otra persona. —declaró Scott—. Siempre hay otra manera, nosotros sabemos eso mejor que nadie.

—¿Y qué tal si no tiene otra opción? —pregunta Lydia, aún sentada en su silla, mirando con tranquilidad a Scott, sin levantar la voz, solo estableciendo sus pensamientos para el resto—. ¿Qué tal que su única opción sea matar para salvar, que ya, durante estos cinco años, lo intentaron todo y es lo único que les queda? ¿Tú no habrías hecho lo mismo por Stiles, Scott?

—¡Estamos aquí por Stiles! ¡Para salvar a Stiles! —replicó Malia, Scott le hizo una seña tranquilizadora.

Lydia no es un enemigo.

—Lo estamos haciendo, todo para salvar a Stiles y entre esas opciones, no estará la opción de matar a Billy por esto. —ante aquella declaración muchos parecieron decepcionados y comenzaron a alterarse, así que Scott siguió hablando—. Tienes razón, puede que Billy haga todo esto por su amigo, pero aún así, no tiene derecho de matar a nadie.

—¿Tú no matarías por Stiles, Scott? —le preguntó Lydia y por primera vez, Scott tuvo que guardar silencio—. Muchas veces comparamos su amistad con la de ambos niños, dijeron que eran igual de intensas, ¿tú no matarías por Stiles?

—Si... si no queda otra opción. —admitió Scott, una lenta mirada a Theo, asegurándole lo que una vez antes no pudo, sabiendo que ha madurado lo suficiente como para poner esa opción en la mesa por Stiles, solo por Stiles—. Pero siempre, siempre hay otra opción.

—Tal vez no está vez. —concluyó Lydia, soltando un suave suspiro y encogiendose de hombros—. Podemos crear un plan, Scott, solo quería asegurarme de que todos aquí tengamos en claro lo mismo: Billy no es nuestro enemigo, él solo está aquí para intentar encontrar a su propio amigo.

—¿Siquiera será eso real? —preguntó de pronto Liam, hablando por primera vez desde que comenzó la reunión—. Quiero decir... Yo nunca he visto a este chico León.

—Ni yo. —concordó Malia.

—Yo tampoco.

—Ni yo.

—Yo menos.

—Bueno claramente no lo conocían porque no todos estaban aquí cuando él vivía aquí, son todos tan idiotas como los recordaba. —comentó Jackson, que tenía su rostro apoyado contra su mano, el codo sobre la mesa y mirándolos a todos con una expresión aburrida—. León y Billy eran dos niños que nos perseguían por todos lados en nuestro tercer año.

—Billy era un niño tan tierno. —susurró Lydia con melancolía—. Y León, él era tan amable... Tan bondadoso e inteligente... Ellos existieron, ambos. Y eran los mejores amigos, el uno para el otro.

—Si hacemos todo de manera correcta, tal vez incluso podamos salvarlos a los dos. —dijo Scott lentamente—. Bill no es de esas personas que piden ayuda, tan pronto como Derek le negó la mordida él huyó con León, pero tal vez, si le ofrecemos ayuda...

—¿Ese es tu gran plan? ¿Ofrecerle ayuda? ¡Está hechizando a Stiles! —gritó Theo, ya cansado de que no se tomen las cosas con seriedad.

—Theo, si tienes un mejor plan. Todos te oímos. —declaró Scott después de un corto silencio.

—Que bueno que tengo un plan entonces.

—¿Y este quién es de todos modos? —se quejó Jackson, señalando a Theo, ambos se dedicaron miradas filosas y Lydia intentó ocultar una sonrisa.

—Mi plan es...

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—Eso fue... —comenzó a decir Stiles, una sonrisa agotada en su rostro.

—Algo que desearía repetir. —concuyó Bill por él, sonriéndole con ternura y acercándose a su rostro para robarle un beso.

Sus pechos desnudos se tocaron y Stiles gimió con suavidad—. Estás muy cálido.

—Tu muy caliente. —bromeó Bill, escuchando la carcajada que soltó Stiles.

—¿Puedes limpiarnos con magia? No quiero salir de la cama en un año. —pidió Stiles, estirándose un poco más en la cama.

—La magia nunca termina de limpiar por completo. —admitió Bill—. ¿Tal vez podamos tener esa segunda ronda en la ducha?

Y con esa simple pregunta Stiles se sentó de golpe, levantándose para caminar en dirección al baño, siendo seguido por Bill que no dudó en darle una sonora nalgada cuando Stiles se detuvo a abrir la puerta del baño.

—¿Eso era necesario?

—Sumamente necesario. —acordó Bill, acercándose para besar la nuca de Stiles y riendo al ver como el otro tenía un escalofrío.

—Vamos, vamos. Quiero que sea mi turno está vez. —apuró Stiles, tomando de la mano a Bill para que ambos se adentren a la ducha, entre besos y carcajadas encantadas.

No quiero que esto termine, no quiero que esto termine.

Pero no hay tiempo.

Ya no queda tiempo...

Desearía que haya mas tiempo...

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—Creo que eso podría funcionar. —admitió Scott, buscando las miradas de todos en la mesa antes de decir—. Vamos a votar, quién quiera seguir la idea de Theo, levante la mano.

Scott observó a todos en la sala levantar lentamente la mano. Lydia, Malia, Derek, Liam, Jackson, Isaac, Kira, Mason y Corey.

—Honestamente, cuando dijiste que querías reunir a la manada... No estaba esperando esto exactamente. —admitió Isaac, con una sonrisa de rendición en su rostro, sabiendo que no le quedaba a nadie más remedio que aceptar.

—Si, esto no era mi plan tampoco. —dijo Scott, una sonrisa culpable en su rostro, finalmente levantándose de la silla en la que estaba—. Bien, en marcha. Kira, Malia y Liam, vayan a buscar los lazos, el resto me sigue a la casa de Stiles y nos encontramos todos allí.

Ciertamente, el plan de Theo era uno muy bueno, nadie moriría y todos conseguirían aquello que buscan, pero por supuesto, se demoraron demasiado en planear, y al llegar, fue demasiado tarde.

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William sabe que todo se le ha salido de control, mientras es acorralado por un grupo de hombres lobo, sabe que debió haber atrapado al nogitsune antes.

Pero no le importa que Scott haya llegado hasta él, ni siquiera le interesa que Theo tenga una sonrisa victoriosa en su rostro mientras lo rodea junto a Derek y Liam.

No, nada de eso importa, porque lo único en lo que William puede enfocarse es en la mirada traicionada de Stiles a un par de metros de ellos.

—¿Ellos dicen la verdad? Billy- Billy ellos no- ellos no están diciendo la verdad, ¿cierto? —susurró Stiles, su postura derrotada le demostró que cualquiera sea la respuesta que le dé, no la creerá.

Todo estaba bien, todo estaba tan bien, teníamos cinco días todavía.

Cinco días que podría haber pasado con Stiles, haciéndole saber lo mucho que lo amo.

Cinco días más, pero había tiempo, tiempo suficiente para explicarle, para que entienda.

Pero Scott... Scott tenía que llegar.

Bill dirige toda su atención a Scott, que es uno de los hombres lobo que lo están rodeando, puede apartarlos a todos con un solo movimiento de su varita, pero sabe que eso no ayudará, sabe que solo puede empeorar todo a partir de ahora.

—¡Scott, déjenlo ir! —una voz gritó desde la distancia. Alan Deaton llegó caminando hasta ellos con un paso relajado, levantando las manos en señal de rendición—. Él es todo lo que me queda para recuperar a mi chico, déjalo ir.

Derek, Liam, Theo y Scott estaban rodeando a Bill, habían logrado atraparlo y separarlo de Stiles.

Stiles y él estaban recién bañados, aún puede sentir en su cuerpo todos los besos y las marcas que Stiles dejó en su piel, sus rizos aún están húmedos mientras observa con aire furioso a Scott.

Habían decidido bajar a mirar unas películas y fue allí cuando notó que no se encontraban solos, había bajado la guardia y lo habían capturado.

Los lobos habían logrado sacarlo de la casa a base de empujones y Stiles, confundido los había seguido, exigiéndoles que se detengan y fue entonces cuando Theo le gritó que Bill lo estaba embrujando y que lo iba a matar, Scott a su lado le había dicho a Stiles que era verdad.

Ahora frente a él, con su rostro húmedo por las lágrimas, Stiles seguía observando a Bill, sin comprender, deseando comprenderlo.

Te lo explicaría todo, si tan solo tuviéramos tiempo.

—No tenemos tiempo. Ya no hay más tiempo que perder, Billy. —llamó Alan, pero ni siquiera aquella afirmación logró que Bill aparte los ojos de Stiles.

—No puedo hacerlo... —susurró Bill, sus ojos llenándose de lágrimas al recordar de manera tan vivida la sonrisa de su mejor amigo.

—¡Es León! ¡Todo esto es por León! —le gritó Alan desesperado, perdiendo toda la cordura que le quedaba.

Aquél hombre, siempre tan recto, tan serio, aquél que jamás levantaría la voz, gritaba ahora de manera desesperada por su hijo, y no fue Bill al único al cuál logró impactar aquella visión del gran Alan Deaton.

Scott McCall estaba boquiabierto, observando a su jefe caer al suelo de rodillas, sus manos entrelazadas en una postura de súplica.

—Déjalo ir, Scott. Es mi hijo. Es todo por mi hijo. —suplicó Alan.

Theo se acercó al costado de Bill, entrando en todo su espacio personal y comenzando a buscar en sus bolsillos hasta que logró capturar su varita.

—Recordé que tenías esta, no queremos que causes más problemas. —dijo Theo en un bajo susurro, tanto sus ojos como los de Bill estaban fijos en la figura suplicante de Alan.

—¿Qué es lo que necesitan de Stiles? —preguntó Scott lentamente, sus ojos brillando de un rojo vibrante—. ¿¡Lo matarán, en serio!?

—¡No! —gritó Bill, en un momento de desesperación, sus ojos desviándose de Alan, a Scott y por último a Stiles—. Solo... Solo necesitamos los fragmentos de nogitsune que Stiles aún tiene... Él no morirá.

Le dedicó una mirada cómplice a Alan, esperando que lo pueda ayudar a formar la mentira indicada.

—Scott, por davor, liberálo. —volvió a pedir Alan, con el mismo tono suplicante en su voz, sin negar ni admitir aquello que Bill dijo, dejándoles a todos creer lo mismo.

—¿Fragmentos de nogitsune? —susurró Stiles confundido, escapándose del agarre consolador de Lydia, que lo había estado sosteniendo alejado de Bill, comenzando a acercarse al círculo que habían hecho los hombres lobo para rodear a Stiles.

—Eso fue lo que Theo vió, lo que yo hice por la madrugada, no estaba revisando cuánto te quedaba de vida, la barra morada marcaba cuánto demonio quedaba aún en ti, es un cinco porciento. Por eso... —su voz tembló un poco mientras se recordó que tenía que hablar del mapa—. Por eso el mapa no ha funcionado desde el principio, porque el alma estaba incompleta...

—¿Y puedes sacarla de Stiles sin matarlo? —preguntó Scott, su postura ofensiva relajándose un poco mientras sus ojos buscaban la verdad en Bill.

Bill movió sus dedos, estabilizando los latidos de su corazon con magia para poder mentir con tranquilidad, el gesto pasando como un simple movimiento ansioso.

—Sí, puedo hacerlo sin matarlo. —afirmó con seguridad, aquello que era una simple mentira, buscó la mirada de Stiles tan rápido como Scott pareció conforme.

Stiles lo miraba con una pequeña sonrisa, lleno de ilusión y esperanza que lo hizo odiarse aún más por ello.

Tal vez encuentre una forma de traerte de vuelta.

Encontraré una forma...

Volverás.

Todo estará bien. Prometió internamente Bill, aspirando una fuerte bocanada de aire antes de devolverle la suave sonrisa a Stiles.

Todo estará bien, amor.

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Lo está engañando y lo sabe, todas sus palabras de amor quedarán siempre cubiertas por sus mentiras, por aquella traición de la que jamás podrá alejarse.

Pero si con ello logra salvar a León, entonces todo habrá valido la pena.

Una vida que ama por otra vida que ama.

El amor de su vida o su alma gemela.

Sabe que no podrá vivir completo si uno de los dos falta, pero se permite tener esperanzas, solo por un segundo, incluso aunque no sean reales, solo una ilusión que le permitirá continuar.

Si ahora salvo a León, después de cinco años en donde creí que eso no sería posible... Podré salvarlo también a él después.

León podrá ayudarme, él siempre fue el inteligente.

Y los tendré a ambos, ambos volverán a estar conmigo.

Una de sus manos se movió para acariciar el cabello de Stiles, quién se encontraba acostado en su cama con una sonrisa nerviosa en su rostro.

—Ve a buscarlo y luego ven a despertarme, ¿te parece? —le preguntó Stiles, intentando que su tono de voz fuera calmado y sabiendo que a lo mejor falló, ante la mueca triste en su rostro.

—Espero poder encontrarlo... —susurró Bill, observando como a su lado se encontraban Scott y Alan, para ser testigos de que todo salga bien.

Alan le extendió un collar encantado a Bill, que tomó con rapidez y se acercó para colocarselo a Stiles.

—¿Qué es eso? —preguntó Scott, su tono aún lleno de sospecha.

—Lo mantendrá respirando hasta que pueda venir a despertarlo. —aclaró Bill, sin decirle exactamente toda la verdad, pero sin mentir.

Aquél collar hecho con cabello de unicornio le permite al portador respirar, incluso sin un alma para su cuerpo, no hará mucho por Stiles, pero sí por ellos.

Les dará los diez días que la poción necesita, todos creerán que Stiles simplemente está en una clase de coma, inconsciente pero vivo.

Lo que no sabrán es que tan pronto como Bill apunte su varita y diga el encantamiento, Stiles morirá.

Y así fué.

—Oye Billy, vuelve por mí, ¿okay? Aún tenemos que ver el despertar de la fuerza, ¿Recuerdas? —preguntó Stiles a modo de broma, una risa húmeda se escapó de los labios de Bill, quien no pudo hacer más que asentir—. Ven aquí.

Desde la cama Stiles estiró su brazo para tomar a Bill de la nuca y atraerlo a un suave beso que Bill no pudo hacer más que prolongar, mientras sentía sus lágrimas cayendo sobre su rostro y el de Stiles.

—Te amo. —le susurró Bill, se le escapó, fue inconsciente, pero cuando lo dijo, supo que fue la absoluta verdad.

Amaba a Stiles.

Pero no tanto como ama a su mejor amigo, no tanto como siempre amará a León.

—También te amo. —aseguró Stiles, cerrando sus ojos para permitirle a Bill un mejor enfoque.

Y eso fué todo.

Bill apuntó con su varita en dirección a Stiles y recitó en latin el encantamiento que tantas veces antes había disparado sin la más menor duda, pero que ahora comenzó a hacerle un gran agujero a su corazón: el encantamiento asesino.

Stiles aún respira con su collar puesto, pero cuando Alan abre la caja para que el alma pueda ser succionada, ambos se dedican una mirada y saben que Stiles murió aquella tarde nublada.

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La caja de los Demonios tiene ahora dos almas, la del nogitsune y la de Stiles, pero con un simple encantamiento Bill permitió que el alma del demonio sea la que caiga sobre su caldero aún caliente por las llamas infernales.

—Y ahora... A esperar. —dijo Alan, colocando un cronometro que marcaba diez días a partir de ese momento.

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Los días pasaron con una debastadora lentitud para Bill a partir de ese momento.

Se encierra en la habitación de invitados de la casa Deaton y no permite que nadie pase, incluso aunque Alan golpee la puerta o Scott o Lydia, no permite que nadie pase.

No necesita consuelo de nadie.

En una de sus manos sostiene la varita fuertemente apretada, mientras sus recuerdos aparecen justo frente a él cómo si estuvieran en una pantalla o tuviera puestos algunos lentes de realidad virtual.

Repite sin cansancio aquella mañana en donde hicieron el amor, sin poder evitar llorar cada vez, reviviendo las risitas de Stiles cada vez que cometia un error por estar nervioso.

Frente a él van pasando todas las citas que tuvo el mes pasado con Stiles, desde la primera en el cine observando una serie de un chico que decidió ser mudo en un apocalipsis, hasta la noche que se quedaron en una plaza hamacándose de noche mientras miraban las estrellas.

Al séptimo día, con la sonrisa de Stiles pegada en sus retinas de tanto ver todos sus recuerdos, incluso aquellos cuando él era un niño y Stiles tenía una energía mucho más vibrante y extrovertida que después de ser poseído, Bill decide hacer algo.

Sacando los pocos libros que había empacado en su bolso sin fondo, comienza a leerlos, en busca de una respuesta que sabe que no encontrará en ellos, ya los ha leído todos más de una vez durante cinco años, pero necesita una distracción.

Si no comienza a distraerse sabe que no podrá sobrevivir hasta el décimo día, porque la realidad lo sigue golpeando con demasiada fuerza y sus propios pensamientos parecen deseosos de seguir atormentandolo.

Tu lo mataste.

Mataste a Stiles.

Lo mataste como mataste a todas esas criaturas durante todos esos años.

Mataste a Stiles.

Stiles está muerto.

No hay nada que puedas hacer para salvarlo.

Lo mataste.

Un desgarrador grito se escapa sin control de sus labios, el libro que sostiene es arrojado contra la pared frente a él y las lagrimas comienzan a escaparse de sus ojos sin control.

Bill cae de la cama, sentándose en el suelo, abatido, preguntándose si todo fue necesario, si valdría la pena, culpandose, como sabe que todos lo culparán pronto.

Se pregunta si Scott ya averiguó lo que dijo aquella tarde, si finalmente decidió traducir el latin en su encantamiento y descubrió que lo que en realidad le lanzó a Stiles era un encantamiento asesino y no solo lo que él había asegurado.

Siente su garganta rasposa después de horas de llorar, pero aún no logra juntar la fuerza necesaria para ponerse de pie.

En cambio, se recuesta contra el suelo, alcanzando una vez más su varita y tocando con ella su sien, para exponer una vez más los recuerdos de Stiles frente a él.

—Todo valdrá la pena Bill, sé que no puedes verlo ahora, pero cuando León regrese te ayudará a recuperarlo. —prometió Alan del otro lado de la puerta, Bill no sabe hace cuánto tiempo el hombre estuvo allí, pero solo puede sonreír un poco al pensar en ello.

Tiene razón, León me podrá ayudar a traerte de vuelta... Sí, sé que lo hará.

Todo saldrá bien...

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—¿Estás listo? Finalmente es esta noche, acuérdate que debes estar allí cuando la luna llena esté en lo alto del cielo, no te demores. León seguro estará esperándote allí, regresa con él. Tráeme de regreso a mi hijo, Billy. —pidió Alan, dándole el mapa de regreso.

Bill apretó en una de sus manos la llave oscura que sostiene en su mano, la copia exacta de aquella que habían encontrado en la mansión con León.

Todas sus emociones se habían tranquilizado un poco después de comer apropiadamente y una larga conversación con Deaton acerca de León, en donde ambos se aseguraron de recordarse el uno al otro todo lo que sabían de León, preparándose para verlo de vuelta.

La poción y el encantamiento posterior para la llave habían salido perfectos, un verdadero éxito.

—Estoy listo. —afirmó Bill y con una última despedida del hombre, Bill desaparece en el aire después de unos segundos de concentración.

Y finalmente está de regreso en donde todo comenzó... El bosque oscuro se cierne frente a él de la misma forma amenazadora que hace cinco años.

Una pequeña sonrisa se instala en su rostro, caminando lentamente al punto exacto en donde se encontraría el velo, sentándose justo en frente al llegar.

Ya estoy aquí hermano, vuelve a casa conmigo. Pensó Bill con alegría, una sonrisa brillante estableciéndose en su rostro por primera vez desde la muerte de Stiles.

—Vamos Li, es hoy. Hoy volverás. Espero que estés preparado para volver.

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No...

No, esto no es posible.

No puede ser.

No puede ser verdad, no puede estar sucediendo esto.

No después de todo lo que hice.

No después de a quién perdí.

Esto no...

No...

Un grito quebrado y desgarrador se escapó de sus labios, mientras caía de rodillas sobre el brillante césped debajo de él.

El velo fue abierto.

La llave funcionó.

Iba a encontrar a León.

Y lo encontró...

—León, hermano, por favor... —susurró Bill, tomando aquél rostro entre sus manos, atrayendo a aquél cuerpo que estaba acostado justo frente a él.

Un cuerpo frío.

Un cuerpo conocido.

El cuerpo de León Deaton.

No, no, no, no, no.

Su voz se quebraba con cada nuevo lamento, y las lágrimas caían sin control mientras escenas, recuerdos, comenzaban a aparecer ante sus ojos, en la distancia de aquél brillante bosque.

Una visión, de lo que en realidad ocurrió aquella noche en el bosque, una que había estado oculta por años en las sombras de su mente.

Frente a él, el recuerdo cobró vida de una manera impactante: él y León, con tiernos trece años, corriendo para entrar al velo, cruzando aquella frontera prohibida para obtener algo que solo uno de ellos quería.

—Tu puedes tenerlo Billy, yo ni siquiera lo quiero. —decía León frente a él, señalando la piedra frente a ellos que sabe que les otorgará todo el poder que habían estado buscando.

—No... Pero... La podemos tomar ambos. —decía él.

Solo uno puede tomarla. —se escuchó un susurro entre las copas de los árboles.

Tanto el Bill adulto como el niño habían intentado buscar de quién provenía la voz, pero no había ninguna figura allí.

—No… No puede ser —murmuró Bill, bajando la cabeza como si eso pudiera borrar lo que estaba viendo, pero la visión siguió justo frente a sus ojos, no importaba a donde mire.

En aquél recuerdo, Bill veía sus propias manos temblando mientras sostenían la piedra que le otorgaría todo lo que el deseó.

Su yo más jóven se volteó a ver a León, que lo recibió con una sonrisa igual de emocionada, llena de la ilusión infantil que ambos tenían.

Y entonces, la mano que sostenía la piedra se abalanzó sin control hasta la cabeza de León.

—¿Billy...? —susurraba su amigo, un hilo de sangre corriendo por su sien.

¡León! ¡Lo siento, yo no quiero! —gritaba desesperado el rubio, pero una vez más la piedra se dirigió con fuerza hacia León, golpeándolo una segunda vez y una tercera y una cuarta.

Bill gritaba que la piedra se detenga, con lloriqueos incontrolables llamó a su amigo, pero León había caído sobre el césped de un brillante color blanco.

Todo era brillante y blanco en ese lugar, incluso la piedra que Bill sostenía en una de sus manos, pero no lo fué la sangre que brotaba de la cabeza de León.

—Yo no... ¿Cómo pude...? —susurró Bill, una vez que el recuerdo acabó con él saliendo del velo sin un solo recuerdo, creyendo ver a León llamándolo desde el otro lado, un León que jamás estuvo allí.

Porque él lo mató.

Mató a León.

—Yo no quería... yo... —susurró Bill, más para intentar convencerse a si mismo que otra cosa, la llave en su mano seguía pesada y oscura, discordando con todo el brillo de aquél nuevo mundo.

El cuerpo de un León de trece años se encontraba allí, en el mismo lugar que Bill fue forzado a abandonarlo, su yo más pequeño ni siquiera quería apartarse, no quería salir, pero la piedra, de alguna manera, lo convenció de hacerlo.

La piedra que ahora formaba parte de su varita junto a muchos otros elementos.

Con sorpresa, Bill descubre que todo ese tiempo allí había estado la piedra, junto a él, todo este tiempo, sin recordar que la había colocado en la mezcla en un primer lugar, como si la piedra misma no quería que él la recuerde.

Bill volvió la vista una vez más hacia León, observando el rostro aniñado de su mejor amigo, con ojos cerrados y rostro pálido, su cuerpo frío logró darle un escalofrío cuando Bill tomó su mano.

La realidad de lo que sucedió comenzó a asfixiarlo, la mirada confundida de León como su último recuerdo, sin comprender porqué Bill lo había golpeado con la piedra.

León le había permitido a él que la tome, yo ni siquiera lo quiero había dicho el niño con tanta seguridad, otorgándole la felicidad a Bill.

Si no hubiera sido tan egoísta...

León me habría matado a mí, sí, pero él podría haber vuelto con su padre y ser una familia.

No es que yo tenga alguna familia, jamás la he tenido.

Si no hubiera sido tan egoísta...

Incluso Stiles estaría vivo ahora...

Egoísta.

Egoísta.

Asesino.

Fuera del velo, la luna ya había comenzado a perder su intenso brillo, Bill sabe que ese es su llamado para volver porque su varita tira inconsciente de él para regresar, pero no lo hace.

Deja que su varita se deslice de su mano hasta caer sobre el césped blanco, permitiéndole que sus dos manos tomen la fría y pequeña mano de su mejor amigo.

Al final, solo queda él y su traición.

Al final Bill vuelve a estar solo, sabiendo que es lo único que se merece.

El portal comienza a cerrarse, atrapándolo en ese mundo blanco en donde el cadáver de su mejor amigo lo esperó cinco años.

Ahora sabe que no había nadie a quien salvar, que jamás ha logrado salvar a nadie en su vida.

Ahora sabe que el único monstruo en su historia había sido siempre él mismo.

Siempre fuí yo...

El malo siempre fuí yo...

Arruiné todo.

Sacrifiqué a Stiles por nada...

León murió ¿para qué? ¿para que yo tenga estos estúpidos poderes?

¡Murió porque soy un maldito egoísta!

Ambos, muertos... Por mi culpa.

Y mirando a las estrellas blancas que brillaban encima de él, Bill susurró, con el corazón roto y la mirada vacía:

—Stiles, León... Espero que puedan perdonarme…

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Este es un one shot para el concurso Beautiful Crime de ellasttyless. y xElsyLight, honestamente se me ha ido un poco de las manos lo largo que ha quedado.

¡Información para el concurso! Temática: Witch. El protagonista, un hechicero, deberá matar a su enamorado para usarlo como una poción. Conteo de palabras: 17,284.

¿Cómo creen que llevé la temática pedida? ¿Qué les pareció el one shot? ¿Cuál fue su opinión final? Esta es mi primera vez escribiendo algo así y espero que lo haya hecho más o menos bien.

Mención a lizzarchives. por la preciosa portada, muchísimas gracias hun♡⁠

Espero que les haya gustado, no se olviden de votar y comentar ♡⁠

Happy Halloween, you guys.

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