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Suerte con las flores | GenDice

Género: G.

Tema: Flores.

Notas: Lo único bueno que sale de no tener internet es que a veces se acelera mi ritmo de escritura (? Hoy vengo con este GenDice que se me ocurrió gracias a la foto de perfil que tengo ahora (por si leen cuando la haya cambiado: Dice con una florecita que está entregando) porque, como la loca de las flores que soy, la reconocí y fue como SÚPER PERFECTO PARA ELLOS DOS ASÍ QUE TENÍA QUE ESCRIBIRLO.

Aunque no sea una novedad para él, Dice está en aprietos. Las apuestas de anoche no le ayudaron a obtener el dinero que quería para ser quien pagase la cita que tendrán hoy por su cuarto mes de relación, así que ahora está en busca de un regalo asequible que lo compense.

Caminar por la calle es lo que le da inspiración en este momento. Solo necesita toparse con algo que le recuerde a Gentaro y que pueda comprarlo con el poco sencillo que le queda en los bolsillos. Está siendo un tanto problemático, pues aún no encuentra nada que lo convenza —o que cumpla con el requisito de no superar su presupuesto—; tampoco se conformaría con cualquier cosa. Debe ser algo que le timbre su nombre al verlo, que tenga una pizca de pensamiento implícito para no lucir aleatorio, elegido solo para salir del apuro.

Lo bueno de estar acostumbrado a —no, de saber— lidiar con las derrotas es que lo que le falta en poder adquisitivo lo tiene en perseverancia —y, tal vez, en improvisación—. Si ni sumando todos sus billetes y monedas podrá dar con un buen obsequio, ya hallará algo que le sirva. De nuevo, la intención de sorprender con un presente es lo importante, ¿no?

Aún le falta bañarse y, ahora que lo piensa, debe disminuir todavía más la cantidad de dinero que gastará si desea llenar su estómago con algo que quizás cuente más como una merienda, no tanto como un almuerzo decente. Suspira. Gentaro lo entenderá si solo le entrega un paquete de galletas.

Quizás deba consultarles a los dados si debería seguir intentándolo por unas cuadras más o si mejor se va a atender sus necesidades primero; puede que la suerte lo acompañe dentro de unas horas. Está por llegar a un parque. Divisa un buen banco vacío donde podría lanzar la adivinación de su fortuna. Par para continuar, impar para posponer. Ya está por sacarlos de su bolsillo, sin embargo, ni siquiera toma asiento una vez que alcanza el punto. En su lugar, se ha detenido a observar la planta que decora sus alrededores.

Dice no solía detenerse a detallar flores a menos que su forma o colores fuesen atractivos, fuera de lo común, o que le dijeran que tenían un buen aroma. Eso ha cambiado desde que conoció al escritor. Hay algo en él que lo hace asociarlo con pétalos delicados, fragancias suaves, belleza nata y sencilla. Quizás sea por la dulzura de su voz, como miel para oír —es válido asociar miel con flores, ¿no? Después de todo, viene del polen que las abejas se llevan de ellas, o eso recuerda—. Puede que sea por las a veces innumerables —a simple vista— capas de ropa con las que se cubre, como camelias, a lo mejor. Le dejará las comparaciones a Gentaro, pues ordenaría sus divagaciones en palabras más bonitas que las suyas.

Lo importante es que ahora mismo está frente a un montón de flores amarillas que, en realidad, lo único que tienen de especial es su centro negro. Ese no es un color que se vea a diario en ellas, ¿no? Sabe que las ha visto antes, mas no recuerda su nombre. Esta es la primera vez que les presta verdadera atención, debe ser porque le hacen pensar en Fling Posse, en la chaqueta que recién compraron para él, e imagina que luciría linda en el cabello claro de su novio.

—¡Oh! —Aplaude una vez. ¡Eso es! Este es su algo bonito que le trae a Gentaro a la cabeza que ha estado buscando. ¡Ni siquiera gastará un centavo en ello! En el peor de los casos, la dejará marchitarse tan rápido como sea posible. En un escenario medio, la exhibirá en un florero por los días que aguante. En el mejor de todos, la sumaría al jardín. Él se conforma con que le permita tomarle una foto si es que de verdad le queda bien como accesorio.

Para que no se maltrate mucho, decide que lo mejor es llevarse una cuando vaya a su casa, así que se devuelve a prepararse.

Ya casi en su residencia, se le ocurre que la flor también podría servirle de inspiración. Es algo que aún no logra comprender del todo, pero ha notado que muchos usan flores que ocultan algún tipo de mensaje en sus batallas de rap. Es efectivo con él, que no tiene ni la menor idea de cómo decodificarlo. Gentaro sí los entiende, Stella es prueba de ello, y aun sin esa pista apostaría todo a que sí solo porque deben servirle de maravilla para sus novelas.

Se acomoda la chaqueta sobre los hombros antes de tocar su puerta. Lo más probable es que la deje aquí; es un poco calurosa para su comodidad en una tarde de sol no tan noble. Solo se la puso porque le pareció divertido combinar con su regalo, de todos modos, así que perderá su razón de ser luego de la entrega. Quizás luzca demasiado casual con solo su camiseta de mangas largas al lado de las varias —ya descubrirá cuántas serán hoy— capas de su novio, pero no es como si sus estilos realmente se acoplaran alguna vez como para que eso le preocupe.

—¿Hm? —Recibe en lugar de un saludo, puesto que ya estaba en posición de darle la flor desde antes de que le abriera—. Es una curiosa elección la que me traes aquí.

—¿Sí? —Sonríe. ¿Ha funcionado?

—Oh, claro que lo es. —Toma la flor por el tallo y la observa mientras la gira entre sus dedos—. Supongo que notaste el punto negro en el centro. Es como si tuviera un ojo, ¿no te parece?

—Ahora que lo dices, puede verse así. —Inclina la cabeza a un lado, mirándola también.

—Por muy bonita que pueda resultar, regalarme esta flor implica que me estás echando mal de ojo, Dice. —Lleva su mano libre a la frente.

—¡¿Qué?! ¡No, solo me recordó a ti y quise dártela! ¡No sabía eso! —Intenta arrebatársela para deshacer la maldición antes de que termine de asentarse, sin embargo, Gentaro retrocede un paso con la flor tan arriba como su brazo puede llevarla. Es un truco un tanto inútil si considera que tienen el mismo alcance al compartir altura, pero es suficiente para frustrar su esfuerzo.

—Es mentira —admite a la vez que la desciende hasta colocarla sobre su oreja derecha. Oh, ni siquiera tuvo que pedírselo.

—Me asustaste —suspira. Aprovecha el espacio que tiene ahora para entrar, también cierra la puerta tras sí.

—Aunque sí es verdad que es una interesante elección. —Ya tranquilo, celebra por dentro que su imaginación haya acertado. Le sacará una foto cuando termine su explicación—. ¿Conoces su nombre?

—Ni idea.

—Ojo de poeta. —Dice alza ambas cejas. Es un nombre extraño para una flor, y aun así hace que ya tenga sentido por qué es tan curioso que se la regalara—. Tal vez no sea solo un poeta, pero ¿no crees que sea una opción bastante acertada para un escritor?

—Esto sí lo creería mentira.

—Entiendo por qué. No lo es, por mucha coincidencia que sea. También debo agradecerte el cumplido.

—¿Qué? —Frunce una ceja y arquea la otra—. No he dicho nada.

—No, pero la flor sí. Es evidente que no lo sabes, así que te lo cuento: significa ojos hermosos.

Dice se sonroja ligeramente, como si el halago fuese para él.

—Ah, aunque es verdad. Tus ojos son bonitos. —Esta vez, el rubor se ubica en las mejillas correctas. Le encantaría tomarle la foto ahora, pero sabe que se compondrá antes de que lo logre—. Siento que saqué el número ganador de la lotería con esa flor.

—Podría decirse que sí, porque hay que ser cuidadoso con las flores que se regalan si esa persona conoce sus significados. Pudiste decirme que te doy asco.

—Mentira.

—No es mentira.

—¡Espera! Si hay flores para cosas malas, debería haber una para desear buena suerte o atraer dinero, ¿no? ¡Regálame esas! —Gentaro ríe tras su mano—. ¡Es en serio!

Unos minutos después, consigue la oportunidad de capturar la fotografía que quería. Gentaro coloca la flor en un delgado florero antes de salir con solo una capa de ropa más que él, sin embargo, la próxima vez que lo visita, descubre que la ha sembrado en una maceta colgante.

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