¿Sabes por qué es rojo? | SasaRo
Género: E (contenido sexual explícito).
Tema: Spanking.
Resumen: Algo que debió imaginarse desde un principio sobre los gajes de tener a un comediante como pareja es que el sexo puede desencadenarse por motivos bastante ridículos.
Notas: Esto es del día 2 del Kinktober, pasa que no tenía internet y bueno, ahora es que puedo subirlo. Viene de esta frase de Sasara en Wara Osaka, Sasara mono en el collab con Sanrio y conexiones random que hago en mi cabeza¿? Suena idiota, pero prometo que quedó sexy(?????
Algo que debió imaginarse desde un principio sobre los gajes de tener a un comediante como pareja es que el sexo puede desencadenarse por motivos bastante ridículos, aun así, no es hasta verse envuelto en un juego previo salido de la nada demasiadas veces para su gusto que Rosho es consciente del hecho.
Es la segunda noche de su estadía en Nagano. Ambos llevaban tiempo queriendo ver a los monos de Jigokudani en persona, así que ese es el destino de sus vacaciones invernales. Hoy han hecho el recorrido por las aguas termales de los macacos y, de regreso, es su turno de bañarse en el onsen donde se hospedan. Siendo el mayor fan de estos animales entre los dos, no le extraña que Sasara haya estado más que contento el día entero. Se le complicó la tarea de no mostrar los dientes al sonreír demasiado para no provocar a los machos dominantes, pero, de resto, ha sido una experiencia divertida.
Las cosas se ponen extrañas en cuanto entran a su habitación. La calefacción les permite no abrigarse tanto, pero no es como para que Sasara se quite el haori y el hakama para solo quedarse en la yukata interior, piensa. Rosho solo se retira la primera prenda.
—Solo vas a conseguir temblar de frío más tarde si te quedas así. Dudo que tengas tanto calor.
—Estaré bien, estaré bien —canturrea ligeramente frente a él. Con cada repetición, da una palmada en sus hombros—. Por ahora, de seguro sigo un poco rojo, ¡como los monos!
—Rosado, más bien.
—Como sea —alarga la primera vocal a la vez que retrocede un par de pasos, los suficientes para estar junto a la cama—. Ahora sabemos por qué el trasero de los monos es rojo —dice con el mismo ritmo de la canción, incluso da media vuelta para imitar la nalgada que Rosho suele actuar en esa línea.
—Habías tardado mucho en decir eso. —Sacude la cabeza con lentitud, aunque sonriente.
—¿Imaginabas que lo haría? —Suelta una risilla. Rosho simplemente asiente—. Hmm —sospechoso. Que aún lo mire por sobre el hombro mientras inclina medio cuerpo hasta apoyar los codos sobre el colchón es sospechoso—, ¿y no te da curiosidad ahora saber si este mono trasero sigue rojo?
Esto debe ser justo lo que quiere, pero Rosho no es capaz de frenar el impulso de acercarse a darle el usual manotazo que llega después de esos chistes; que caiga ahí es solo porque esa es la zona más accesible en esta posición. A pesar de verlo venir, a Sasara se le escapa un pequeño quejido.
—Con eso, sí que debe estarlo.
—¿Lo crees? —Es consciente de que todo esto es una trampa, aun así, Rosho cae hasta el fondo. Por esta vez, da igual; es mejor morder este anzuelo con premio y no uno que solo perfore sus bolsillos. Quitarse las capas superiores de ropa antes fue un plan para este momento, piensa al acariciar sus piernas, colar las manos por debajo de la tela en un camino que acaba en el elástico de su bóxer, enganchar los dedos allí para repetir el recorrido en reversa y, una vez en sus pies, separarse de su piel para apartar el inferior de la yukata—. No lo suficiente.
—¿No? —Ya debería dolerle el cuello, mas no ha dejado de verlo.
—No, solo un poco rosado. —Pasa una mano con calma por ambos cachetes.
—Oh.
—Pero puedo arreglarlo. —Da un golpe igual al anterior, aunque el sonido es mucho más satisfactorio así... los sonidos, más bien.
—Hazlo.
—¿Nada más?
—¿Qué?
Rosho se va inclinando sobre él, sus cuerpos cada vez más pegados.
—¿Nada más, Sasara? —susurra con voz grave a su oído. No sabe si es eso o su mano izquierda aventurándose debajo del escote de su única prenda lo que lo estremece. Tal vez ambas.
—¿Qué más?
—Se supone que esto es más para castigos, pero contigo se vuelve una recompensa, así que deberías portarte bien para que te la dé, ¿no? ¿Qué se dice si vas a pedir algo?
Sin dejar de explorar su pecho, se separa lo suficiente hacia un lado para ver bien su rostro. Sasara entreabre los ojos, probablemente por puro espectáculo, pero Rosho nunca podría quejarse de tan raro avistamiento.
—Por favor.
Sonríe. No lo hará ser más específico, decirlo completo, porque sabe que acabaría avergonzándose al escucharlo.
—Perfecto. —Pellizca un pezón justo antes de volver detrás de él. Eso es lo que finalmente logra que esconda la cabeza.
Antes de seguir, decide quitarse su yukata; el calor comienza a convertir la ropa en estorbo. Se toma su tiempo solo para impacientarlo un poco, así, el siguiente impacto es más sorpresivo.
—¿Con esa fuerza está bien? —pregunta justo después.
—Puedo con más.
—¿Así? —Prueba.
—Sin miedo.
—¿Ahora? —Esta vez, su mano se queda allí a apretar.
—Oh, eso me gusta-...
—Así que la máxima es esta —irrumpe con una última potencia.
—¡Ah! —Sus rodillas se flexionan un poco—. Sí, no la uses más de dos veces seguidas.
—De acuerdo. —Se agacha a dejar besos suaves en la piel que empieza a tomar un color más vibrante. Con los límites fijados, ya puede proceder tranquilamente.
Permanece ahí, dándole atención con la boca por al menos un minuto para apaciguar el ardor de varias nalgadas seguidas, incluso se desvía y también mordisquea sus muslos. Se pregunta cuánto le tomará cansarse de esa pose, aunque le gusta la libertad que tiene así.
Masajea cuando considera que es momento de continuar. Le parece notar que Sasara pisa con más firmeza, ¿acaso ha captado la pista? Que venga, entonces.
—Hm. —Es breve, mas suficiente para alentarlo a repetir en el mismo punto y luego otros dos más del otro costado. Mirar al sur es un recordatorio de que debe buscar dos condones en su equipaje si no quieren ensuciar las sábanas. Aún no es urgente.
Toma cada lado con una mano y los mueve en direcciones opuestas. Sus pulgares están muy cerca, pero es su lengua la que surca ese tramo ahora bien expuesto. Sasara jala aire cuando la punta insiste un segundo, como si quisiera hundirse más, aun si solo pasa de largo.
El hakama de Rosho también tendrá que irse o se mojará.
Observa mientras deja la ropa descartada fuera del camino. En general, está rosado, pero algunos puntos están a un tono de la rojez que busca. Una ronda más de impactos consecutivos debería bastar.
—Sasara, di un número de dos dígitos, ¿sí?
—¿Huh? —Voltea a verlo. Si lo que tarda en responder es por pensar o por distraerse detallando su cuerpo más desnudo que antes es algo de lo que no está seguro—. Veinte.
—Veinte.
Arranca por la derecha sin mucha fuerza, pues va en aumento con cada número que cuenta en su cabeza, alternando el lado. También acelera más que antes, quizás por eso sea que Sasara comienza a recostarse más en la cama con exclamaciones más prolongadas —o puede que sean varias tan unidas que no logra diferenciarlas—. Al detenerse donde empezó, se percata de que se aferra a las sábanas a puños.
—¿No... —jadea— no falta uno?
—Oh, ¿los contaste?
—Quería comprobar por qué el número.
—¿Y estás seguro de que contaste bien? —Las puntas de sus dedos pasean por sus muslos.
—Estoy seguro de que fue impar y dudo que te pasaras.
—Eso es confiar mucho en mí.
—Dije que trabajaría en eso, ¿no?
—Y yo dije que me esforzaría para volverme alguien en quien confíes plenamente, así que cumpliré. —En menos de un segundo, se escucha un último golpe seguido de una rápida inhalación de Sasara—. Esa fue la veinte.
—Rosho... —Reconoce ese tono. Le está pidiendo un beso, ¿y cómo negárselo, si acaba de recibir la mayor fuerza que habían acordado?
—Lo hiciste muy bien. —Acaricia su espalda por sobre la ropa al separarse.
—¿Habré perdido la cabeza si aún quiero fuertes aplausos con las caderas?
—Se supone que mañana vamos a esquiar, ¿no tendrás problemas?
—Estaremos varios días aquí, ¿qué importa cambiar el orden? —Pone una sonrisa traviesa. Alertas encendidas—. Anda, aprovecha que sigue rojito... ¿o debería decir caliente?
—Idiota. —Un pequeño golpe a su frente basta para borrarle esa expresión, aunque de pronto parece demasiado interesado en su mano.
—¡Hey, también quedó roja! —Señala.
—¿Qué? —Hasta ese momento, no se le había ocurrido ver su palma que, efectivamente, ha cobrado un intenso color—. ¿Me pasé?
—Nah, no se te pasó la mano. —Ahora le sonríe con más dulzura. Baja la guardia—. ¿Tengo que pedir por favor de nuevo?
—Si mañana tienes problemas, tú los pediste.
Aun si es lo más cuidadoso que puede al satisfacer las ganas de rudeza de Sasara, con más nalgadas y sus cuerpos queriendo imitar ese sonido al chocar, Rosho está muy seguro de que tendrán que reorganizar sus planes mañana.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro