El rubor no hará falta | KuuJyu
Género: G.
Tema: Maquillaje.
Resumen: Finalmente, Jyushi ha conseguido que Kuukou acepte que lo maquille, pero no es hasta estar a pocos centímetros de su cara que se da cuenta de lo poco que había pensado en cómo se sentiría al hacerlo.
Notas: Esta es una idea de emergencia que tuve anteayer para subir algo por el cumpleaños de Kuukou 😂 No tiene esa temática, pero funciona para celebrar~
Aunque Jyushi esté más acostumbrado a maquillarse a sí mismo, no es que no pueda probar técnicas en alguien más. Por lo general, practica nuevas ideas o métodos que encuentra en distintos artículos con sus compañeros de banda, pero hoy está más que emocionado porque finalmente ha conseguido que Kuukou acepte más que solo retocarle el barniz de uñas.
Están sentados sobre una de las alfombras de su habitación, aprovechando que allí se concentra más la luz; su estuche de maquillaje a un costado. Eso sí, le ha advertido que solo quiere algo sencillo en los ojos, así que tampoco puede inspirarse demasiado. Por supuesto, le encantaría hacerle un look completo, mas esto le basta por los momentos. Además...
—¿Qué tanto tardas? —Kuukou entreabre un ojo. Jyushi espera que su sobresalto no haya sido tan notorio como lo ha sentido.
—A-ah, no, es solo que no sé qué textura de delineador usar...
—Solo elige el que sepas usar mejor. —Para su alivio, vuelve a cerrar el ojo.
En realidad, la indecisión no ha sido más que una excusa. Jyushi se había decantado por el plumón desde un principio, pero no se le ocurrió otra manera de explicarle por qué llevaba varios segundos sin hacer nada. Decirle que le embelesó la calma en su rostro mientras le maquillaba los párpados no era una opción.
En todo este tiempo que estuvo esperando una oportunidad así, Jyushi nunca tomó en cuenta que tendría que acercarse a su cara —peor aún, tocarla— y que eso lo pondría al borde de temblarle el pulso, algo que debe evitar para no arruinar el delineado. ¡Debe quedarle bien para que le dé permiso otra vez! Quizás esté nervioso, pero eso no significa que ya no quiera repetirlo más adelante.
—Abre —le indica para la parte inferior. Obedece al instante, y el primer ojo está listo en pocos segundos más. El derecho le toma algo de esfuerzo extra, el habitual por tener que ir al sentido opuesto al que le acomoda para delinear a otros—. ¡Ahora solo falta el rímel!
Es consciente de que lo recomendado es siempre emplear el rizador de pestañas antes, pero le da miedo hacer esa parte en alguien más. No tiene idea de si Kuukou tendrá experiencia ni de si le incomodará como a tantas personas, así que no se atreve a sugerírselo, tampoco. De todos modos, no es como si de verdad le hiciera falta. No hay que acercarse demasiado a él para apreciar lo largas y abundantes que son sus pestañas —por lo que han sido otro motivo de distracción todo este rato—.
El rímel no hace más que resaltar lo bonitos que son sus ojos, en general. Es sorprendente que Kuukou haya permanecido tan quieto desde que empezaron y que solo se haya ganado un pequeño reclamo al acabar con las sombras, porque Jyushi solo se percata de que detalla sus pestañas por más tiempo del debido al estar a punto de crear grumos, momento en el que retrocede.
—¡Listo! —exclama a la vez que le pasa un espejo de aumento.
—Ahora entiendo por qué te tardas tanto arreglándote para salir. —De acuerdo, celebró muy temprano.
—Pero te gusta, ¿no...?
Escucha un sonido aprobatorio de su parte mientras voltea de un lado al otro y va cambiando el gesto de sus ojos frente al espejo.
—Nunca había usado más que un poco de rojo por aquí —señala hacia la esquina exterior de un solo lado—, así que se siente raro, pero nada mal. —Sonríe, Jyushi también.
—¿De verdad no quieres que continúe?
—Hm... —Que cierre los ojos le regala un momento para admirar su trabajo nuevamente—. ¿Qué tal si continuamos, pero en lugar de terminar mi cara, yo te maquillo a ti?
—¿Ah? —Parpadea—. ¿No acabas de decir que solo te has puesto algo de rojo por aquí? —Imita el movimiento que hizo antes.
—¡He intentado otras cosas! Que no me gustaran en mí es distinto. También he hecho algunos más teatrales para algunos eventos, ¡saldrá bien!
—No es lo mismo...
—¡Sé que no! «Siempre hay una primera vez», ¿no?
—S-sí-...
—¡Entonces, que esta sea la mía maquillando a alguien más! Sabes que tengo buen pulso, ¿o alguna vez he estropeado tus uñas?
—Uh, no.
—Ve a lavarte la cara, no tienes razones para negarte. —Recoge un frasco de desmaquillante y se lo lanza—. No irás mucho más lejos de tu cuarto, así que, si terminas pareciendo un payaso, te lavas otra vez y te vuelves a maquillar tú mismo.
—Ah... —No tiene opción, por lo que solo suelta un pequeño bufido antes de levantarse e ir al baño para ver mejor—. Ya vuelvo.
Al menos lleva un maquillaje bastante básico justamente por tratarse de una visita de Kuukou a su propia casa, así no duele tanto deshacerlo tan pronto. Cuando vuelve a su habitación, saca un par de ganchos para el cabello de su estuche de accesorios para apartar su flequillo y luego es que se sienta en el mismo sitio, frente a Kuukou, que ya ha preparado todo lo que piensa usar, al parecer.
—Imitaré el que sueles usar —avisa mientras levanta el pincel para la sombra. Con sus cerdas, apunta al morado de una de sus paletas—. Es con este mismo que me pusiste, ¿cierto?
—Sí.
Considera que es un buen momento para cerrar los ojos cuando ve que carga el pincel con ese color. Desde ahí, aun si no ve por la mayor parte del proceso, solo sigue impresionándose por lo suave que es su toque —incluso si es a través de las brochas, más que todo—, apenas con una pizca de velocidad que se siente más como Kuukou. Si se descuida, el corazón se le acelera al imaginar que son sus dedos los que lo acarician con esa delicadeza o al robarse un vistazo de su rostro concentrado.
Nota una pausa cuando termina de aplicar el polvo compacto, similar a la que él tuvo previa al delineador. En lugar de preguntar, se limita a abrir los ojos. Solo iba a ser lo suficiente para curiosear qué hacía, pero encontrarse con la mirada del pelirrojo a escasos centímetros de distancia hace que hasta casi alce las cejas. Lo peor —aunque lo agradezca muy dentro de sí— es que ni siquiera se aleja después de atrapado. Parece examinar algo.
—Todavía faltan el rubor y el labial —murmura, por si acaso se haya trabado.
—Ya sé —desciende la mirada a sus labios solo porque mencionó el labial, ¿no?—, pero pensaba que te molestarías si lo arruinara.
—¿Por qué lo arruinarías? ¿No crees que te salga bien?
Chasquea la lengua, aún con la vista allí. Jyushi acaba bajando la suya a su boca también.
—No es eso.
Dos dedos atrapan su barbilla, y antes de que logre separar más los labios, los de Kuukou le impiden demostrar su sorpresa. El nerviosismo por la prolongada cercanía se disipa; desde ese instante, la emoción de ser correspondido es lo que apresura a su pulso. Es más presión que movimiento, tal vez porque ninguno tiene demasiada noción de cómo deberían proceder, pero eso es lo de menos. Si es él quien lo besa, está bien incluso con el repentino roce de su lengua que le saca el aliento al finalizar.
—Ja, creo que no te hará falta el rubor.
—¡K-Kuukou-san! —Como siempre, que resalten que está rojo es un truco mágico que fortalece al color. Le encantaría tener el cabello completamente suelto para esconderse tras su flequillo en este preciso instante.
—¿Qué dices? ¿Mejor te quedas así o tienes un labial intransferible? —Arquea una ceja, sonríe de ese mismo lado.
Jyushi lo mira fijo durante unos segundos, casi sin expresión, luego agarra el espejo con una mano y rebusca en su estuche con la otra hasta dar con una barra morada. Kuukou no ha hecho un mal trabajo, quizás solo le faltó difuminar más la sombra, mas no detalla tanto eso para colorear sus labios lo más rápido que puede. Cuando vuelve a dirigirle la mirada, es con una gran determinación en lo que se acerca a él.
—Voy a pintar toda tu cara.
—Ya te dije que n-... —Lo interrumpe con un beso fugaz en la mejilla. Escuchar su inhalación repentina solo le provoca sonreír contra su piel—. ¡Ese no es intransferible!
La reacción de Jyushi es besarlo donde caiga mientras ignora sus quejas e intenta esquivar —y atrapar— las manos que buscan bloquearlo, aunque es cuestión de unos segundos para que la lucha se convierta en risas de parte de ambos.
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