Día extra de confusiones | SasaRo
Género: G, fluff, humor.
Tema: Cumpleaños.
Notas: Esto se suponía que era para el cumpleaños de Rosho, pero, como se darán cuenta, ya pasaron prácticamente tres semanas desde eso 😂💔
Aunque su trabajo lo ha acostumbrado a despertar temprano, puede dormir hasta tarde en los días donde nada se lo evita. En un sábado como hoy, lo normal sería levantarse cuando el hambre pegue, pero admite —muy a sus adentros— que, por la fecha en especial, creyó que le tocaría un inicio de mañana más abrupto, mas dulce a la vez. Por supuesto, es mucho mejor que empezarlo despidiéndose de sus estudiantes de tercer año al coincidir con el día de la graduación, solo que se había imaginado acompañado durante el desayuno.
Tal vez se había quedado dormido y llegaría más tarde, así que decidió bañarse para darle chance de venir. Quién sabía, quizás aparecía cuando aún no terminaba, entonces se hubiese unido a él en lo que habría sido un muy húmedo saludo; sin embargo, ahora está enjuagando la taza donde se sirvió su café matutino, su estómago ya satisfecho, pero sin señales de Sasara.
Desde que Rosho calculó que su cumpleaños caería en fin de semana, dio por hecho que su novio estaría junto a él de principio a fin del día, sobre todo al recordar que es el primero desde que han vuelto a la vida del otro. Algo así es para celebrarlo en grande, ¿no?, o, al menos, en lo que para ellos significa ir más allá de lo habitual. Tampoco hay señales de él en sus mensajes, asume que prefiere felicitarlo en persona, cuando sea que se le ocurra pasar por aquí, ¿o es que está esperando una invitación? No, sacude la cabeza. Eso sería estúpido, tratándose de Sasara. Con la cantidad de copias que tiene de la llave de su apartamento —ni siquiera se ha atrevido a preguntarle cuántas ha sacado—, podría visitarlo en cualquier momento que se le antoje sin previo aviso.
¿Qué está haciendo, entonces, que no está con él? No es que se ponga caprichoso en su cumpleaños, ¡es normal sentirse frustrado si alguien actúa distinto a lo previsto y más aún si le gustaba la opción que ha quedado en su imaginación!
—¡Ya llegué! —El sonido de llaves, su puerta abriéndose y el canturreo se presentan horas más tarde de lo que hubiese querido, al mediodía, mientras lee un libro en su habitación para distraerse de pensar en lo insípido que iba a ser almorzar solo hoy. Iba—. ¿Rosho? ¿Estás?
—En el cuarto —eleva la voz lo suficiente para que lo oiga.
—¿Uh? Dormir hasta esta hora no es muy propio de ti.
—Idiota, solo leo en mi cama.
—Leías. —Cuando se asoma por el marco de la puerta, solo enseña su cabeza y la bolsa que carga con la zurda. Eso no es un regalo—. ¡Preparemos takoyaki!
—¿Tienes los ingredientes ahí? —Coloca un marcapáginas antes de cerrar el libro y dejarlo sobre la mesita de noche. ¿No le falta algo a su saludo?
—¡Están tan frescos que me preocupa que la refrescante caminata del mercado hasta acá los haya vuelto gaseosa!
Rosho entrecierra los ojos al instante.
—Con eso, ahora huele a que se pudrieron.
—¡¿Eh~?! —alarga—, ¡pero si están refrescos!
—Apesta —insiste. Sasara solo rezonga como respuesta.
Abandona la cama y se dirige a la cocina; solo lo interrumpe un corto beso al pasar por la puerta de su habitación. Puede que ya no se sienta tan olvidado, pero esto sigue siendo muy raro. Sasara es de felicitar apenas tiene la oportunidad, ¿o es que cambió en estos años? No, lo duda. ¿Es que no sabe en qué fecha están? No es como si estuvieran de vacaciones como para desorientarse en el tiempo.
—Dime, ¿te he salvado el almuerzo o ya pensabas comer algo más? —pregunta mientras vacía la bolsa. Algunas cosas las pone sobre la mesa, a otras las guarda, casi como si hubiese hecho las compras por él. Deberá recordar ese detalle luego, a menos que planee preparar otros platos más tarde.
—No tenía un plan en particular aún. —«Porque esperaba que tú lo guiaras». Eso se lo ha cumplido, por lo menos, aunque le extrañe que se haya decantado por lo casero hoy, ¿o será que está reservando la salida para la cena? De todos modos, a ambos les gusta la comodidad del hogar, así que no puede quejarse por esa parte.
—Lo he salvado, entonces —celebra con una sonrisa tan tonta como él por no darse cuenta de que no, aún no lo ha librado de toda molestia ni de que la solución es tan simple que en solo dos palabras todo mal se habrá esfumado.
—No es como si no tuviera con qué cocinar, algo se me habría ocurrido con lo que ya tengo aquí. —No se ha movido de su lugar al extremo opuesto de la mesa desde que llegaron a la cocina. Solo se dedica a observar pacientemente cómo el otro se organiza.
—Pero te ahorré la indecisión y hasta traje casi todo lo necesario. —Su expresión no cambia.
—Bueno, supongo que sí... —Ah, ¿por qué siempre tiene que ganar? No le gusta tener que darle la razón ahora mismo.
Calma. Sasara no lleva ni cinco minutos aquí, puede que lo esté juzgando muy pronto. A lo mejor, por ser el primer cumpleaños después de varios en el que por fin están juntos de nuevo para festejarlo, desea felicitarlo de una manera única. Eso tiene que ser. Escribirá el mensaje con los ingredientes o algo por el estilo. Sospechará si no le permite abrir el refrigerador; puede haber un pastel o un pudín aguardando a que canten a su alrededor con un mínimo de una vela clavada en el centro.
Más confiado en que ha descifrado el plan de Sasara, va a lavarse las manos sintiéndose mucho más ligero. No es como si supiera con exactitud en qué momento ni cuál método será el elegido para la sorpresa, por lo que no se preocupa por no parecer impresionado cuando sea la hora.
—¡Ah! Eso estuvo delicioso. —El problema es que todo el takoyaki desaparece como bolas de billar al entrar al hoyo y aún no hay ni señales de humo de alguna felicitación—. Invitemos a Rei para la próxima, siento que debe tener su propio toque para prepararlos.
Ah, incluso el impuntual de Rei está cumpliendo más con la hora al aún no haberlo felicitado que su propio novio. Está siendo más puntual en su tardanza —u olvido, realmente duda que se acuerde— que Sasara en lo que sea lo que esté haciendo. Es cuestión de pensar en lo que es típico de cada uno.
—Que sea para una cena esa vez, no quiero emborracharme en la tarde.
—¿Por qué presumes que vamos a beber? —Sasara frunce el ceño con una sonrisa divertida.
—¿No lo haríamos? —Arquea una ceja.
—Bueno, es inevitable cuando hay cerveza en la nevera.
—Siempre la hay.
—Exacto~ —Se encoge de hombros. Rosho rueda los ojos.
—Agh, ¿por eso es que creen que esto es un bar?
—Ah, pero tu apartamento es mucho mejor que solo eso. Estoy seguro de que en ningún bar tendría garantizado siempre tener caramelos a mi disposición, y no solo de los que se comen.
—Por favor. —Gira el rostro al lado opuesto al sentirlo subir ligeramente de temperatura—. Esto tampoco es una tienda de dulces.
—No —concuerda. Lo siente acercarse hasta sentarse junto a él en el sofá—. Podré embriagarme en dulzura, pero nunca empalagarme hasta el hartazgo. —Finaliza con un beso en su mejilla mientras es rodeado por sus brazos.
—¿Es en serio? —¿Coqueteando cuando está frustrado con él? Cuánto atrevimiento.
—Y lo mejor es que eres el único dulce que jamás se agotaría. —Apoya la cabeza sobre su hombro.
Qué molesto es que sonrojarse sea involuntario. Si por él fuera, le diría que sus malas bromas podrían agotarlo, pero solo resopla en respuesta; no es capaz de rechazar por completo lo dicho cuando su corazón, muy para el pesar de su consciencia, sí reacciona positivamente a lo dicho.
¿Qué es lo que está pensando Sasara? No es como si lo normal para él fuese entender a la perfección cómo funciona su cabeza, de hecho, es más el tiempo que pasa preguntándose el sentido de su contenido, pero hoy lo ha mantenido intrigado por demasiadas horas.
La tarde se les ha ido frente al televisor, en partes iguales prestándole atención a lo que estuviera en pantalla e ignorándolo si no les entretenía. Para ellos es sencillo sacarles provecho incluso a las malas actuaciones, ya que muchas les inspiran bromas compartidas que les hacen sentir de vuelta al escenario juntos por unos momentos. Debe admitir que eso lo mantuvo bastante distraído, tanto, que ha llegado a olvidarse de su frustración hasta que oscurece y sus estómagos vuelven a pedir comida.
Regresar a la cocina le recuerda que Sasara llegó a su apartamento luego de ir de compras, por lo que todavía hay varias cosas de las que guardó que siguen sin abrirse. Al ver que saca algunas de ellas, supone que desde un principio planeó quedarse hasta la cena, quién sabe si toda la noche. Si es así, ¿es solo una mala casualidad que justo hoy haya decidido estar casi todo el día con él o es que aún está en pie la posibilidad de que esté preparándole una sorpresa?
Una vez más, está muy al pendiente de la aparición de cualquier señal que le indique que se aproxima su felicitación. De hecho, llega a creer que en cualquier momento Rei podría tocar el timbre con todo lo que necesitarían para un pequeño festejo casero de tres y que la visita de Sasara fuese solo distracción. Con lo impuntual que es, no le extrañaría que apareciera faltando minutos para la medianoche, pero ¿su novio se arriesgaría tanto? Mejor dicho, ¿cómo estaría resistiendo las ganas de arruinar la sorpresa? Por convincente que suene la idea, ese detalle le origina dudas.
—De verdad cocino mucho mejor contigo. —El problema es el mismo del mediodía. Acabada la cena, está satisfecho en el sentido de estar alimentado, mas no en el que ha estado esperando todo este rato.
—¿Admites que soy mejor cocinando que tú?
—¿Qué? ¡No! Digo que somos mejores cocinando juntos. Cuatro manos son mejores que solo dos.
—¿Acabas de cambiar el dicho? —cuestiona el... ¿eso siquiera fue un chiste?
—Es que no quiero decir que sean cuatro ojos porque no todos me contarían, a menos que, y esto quiero decirlo aún menos, diga que tienes ojos por los dos o que son seis.
—¿Seis...? —Frunce el ceño un poco por el par de segundos que le toma entender—. ¡Serás idiota! —Le lanza un manotazo.
—¡Te dije que no quería decirlo! —se defiende, más o menos risueño.
—¡Lo hubieses dejado así!
—Pero entonces no podría quitarte el mal gusto así. —Se inclina hacia adelante para besarlo. Se convierte en el inicio de otra distracción porque sus lenguas no desean desenredarse tan pronto. ¿Por qué su sofá tiene que ser tan cómodo y su cuerpo tan traicionero? ¿Es que cede a esos gustos para compensar su carencia? Será mejor no ahondar mucho en ese pensamiento o se frustrará consigo mismo también.
La verdad es que, faltando solo hora y media para el fin del día, lo que a Rosho le queda de esperanza es lo mismo que le queda de sobriedad: nada. No es que sea un borracho depresivo, está así porque Sasara puso una lata a su disposición mientras conversaban y, sin preguntarle si había sacado dos para él de una vez, se apropió de la segunda; después de eso, fueron extrayendo más cerveza del refrigerador hasta que ha terminado con el alcohol siendo el regente de su sistema. Que esa no sea una tarea complicada es tema aparte.
El punto es que se ha dado por vencido porque Sasara sabe qué día es hoy, pero solo en números y nombres, no en todo lo que alberga. Se dio cuenta porque le preguntó sobre las graduaciones, lo que siente al ver a sus estudiantes finalizar esa etapa, si se enfoca más en la tristeza de que se están yendo o en la alegría de que ya están un paso más cerca de cumplir sus sueños. Le parece normal que, siendo profesor, quiera conocer cómo le sientan esas despedidas, por lo que no tendría problema alguno con ello si no fuera por el grandísimo detalle de que las graduaciones coinciden con nada más y nada menos que su cumpleaños. Si aún existiera alguna región de muy difícil acceso en su memoria que guardase ese dato, con mencionar ese evento debió hacer la relación. Que siga sin conectar los puntos solo significa que ya no se acuerda.
Es consciente de que ebrio se vuelve más enojón, pero ¿qué más da? Si ya ha pasado todo el día frustrado, da igual que ahora sea más evidente.
No le preocupa delatarse por la reconocida honestidad de los borrachos, su historial de verdades vergonzosas admitidas en ese estado no es muy largo como para temerlo. Puede que Sasara haya traído la cerveza solo porque quería tomarla, o tal vez el brindis que hicieron por sus graduandos fuese el plan real y Rosho no le dio la oportunidad de explicar que no resultó tan casualmente; pero esto es perfecto para aprovecharlo como un atajo a quedarse dormido porque ya no habría primero desvíos hacia lo dolido que está por no haber recibido la felicitación que más le importa. Mejor aún, la resaca de mañana sería la excusa ideal para despertar malhumorado.
El error de Sasara está en lo que no ha hecho. Es como si, en realidad, no se hubiera equivocado en nada, pero tiene la mala suerte de que solo ha resuelto la parte frontal del examen sin enterarse de que, al voltear la hoja, habría un ejercicio muy valioso por resolver más.
—Rosho —canturrea—. ¡Feliz cumpleaños!
Más le vale a Sasara que esto no sea una broma.
Cuando despierta, no es con resaca como imaginó antes de quedar inconsciente. Aún está ebrio, de hecho, ni siquiera ha aclarado. Sí, puede ver sin mucha nitidez todo lo que hay en su habitación, pero es porque la lámpara está encendida y le faltan los lentes; por la ventana, la luz se concentra en pequeñas figuras de colores variados repartidas por los edificios cercanos.
Sin una reacción directa a lo que ha dicho Sasara, voltea a leer el reloj sobre su mesita de noche. Doce en punto.
—¿Es en serio? —Le devuelve la mirada con los ojos entrecerrados, no para verlo mejor, sino para demostrar su molestia.
—¿Hm? —Solo inclina la cabeza a un costado. ¿Se va a hacer el inocentón?
—¡¿Tienes idea de lo tarde que es?!
—¡Pero también es temprano! —Se sienta al borde de la cama.
—¡Sí, pero no me vengas con eso ahora!
Ahora no es solo su cabeza, sino una buena parte de su cuerpo la que se inclina hacia un lado.
—Rosho, creo que no estoy entendiendo.
—¿Estuviste la mitad del día aquí y esperaste hasta el primer minuto de mi no cumpleaños para felicitarme? —A pesar de ser una pregunta, también tiene su toque de reprimenda, factual.
—Pero hoy es tu cumpleaños. —Arquea una ceja y frunce la otra.
—No, ese hoy acaba de convertirse en ayer hace un minuto.
—¿Qué? —Espera más reacción que esa durante unos silenciosos segundos—. ¿Qué día piensas que fue ayer?
—Mi cumpleaños, por supuesto. —Se cruza de brazos.
—Pero tu cumpleaños no es el veintinueve de febrero, Rosho.
—¡Claro que sé que no es el ve-...! —Pisa el freno hasta el fondo en un milisegundo—. Ay, no puede ser. —Lleva las manos a sus sienes.
—¿Creías que lo había olvidado? —Es apenas en ese momento que se percata de que tiene un pequeño plato con un par de porciones de pastel en las manos, pues se levanta a dejarlo sobre la mesita de noche para luego tomar asiento mucho más al centro de la cama, muy cerca de Rosho.
—Estuve todo el día saltando de eso a creer que me preparabas una sorpresa —admite con algo de culpa, aun si Sasara no suena herido por lo que podría interpretarse como desconfianza.
—No —alarga la vocal con un tono algo cantarín mientras se posiciona para poder acariciarle el cabello con comodidad—. O sea, sí, digamos que quería que te quedaras dormido antes de las doce para ir rápido a comprar un poco de pastel y despertarte de sorpresa, ¿pero creo que terminamos sorprendiéndonos los dos? —concluye con una sonrisa risueña.
—¿Me emborrachaste a propósito?
—Hey, no me culpes de tu hábito de beber hasta la inconsciencia.
Sacude la cabeza, conteniendo la risa. Nunca debe olvidar que, aun con sus chistes estúpidos, su novio en realidad es alguien muy astuto.
—Así que mi cumpleaños sí habría sido ayer si estuviéramos en otro año.
—¿Dices que en tu cabeza me acusabas de haber olvidado tu cumpleaños cuando eres tú el que olvidó en qué año estamos? —Enrolla uno de sus mechones claros alrededor de su dedo.
—Idiota —le da un suave golpe en el pecho con el puño—, solo olvidé que es bisiesto.
—¿Me dejas repetir la felicitación, entonces? —Acomoda el mismo mechón con el que jugueteaba detrás de su oreja. Lo repite con varios más de cada lado para despejar su rostro y besar su frente.
—Sí. —También asiente con la cabeza.
Lo emocionado que luce al repetir la felicitación le hace pensar que no es el único que cree que lo bueno de su confusión es que, luego de años sin escucharlas de él, ahora lo haya hecho dos veces en menos de cinco minutos.
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