Género: E (contenido sexual explícito, por poquito, pero lo hay).

Tema: Fijación oral.

Notas: Así como ese JyuDo del Kinktober pasado, esto resultó de andar de graciosa diciendo (allá por finales de octubre del año pasado, cuando apenas iban traduciendo el drama track de DH) que si salía fijación oral en el de este año, escribiría a Sasara con quien fuera que lo shippeara para ese entonces. Poco sabía en esos días que se iba a volver mi favorito ni que le iba a tener más de un ship, ja, pero cumplí porque tocó para el quinto día (que lo esté subiendo el seis puede o no ser que haya terminado un pelín tarde y me diera flojera preparar la fotito de arriba y el separador a esa hora). Nunca me ha quedado claro y hasta me causa conflicto si este tema en este contexto es que prenda que el otro tenga la fijación o si solo es llevarla a estas cosas, pero he hecho la segunda, por si acaso(?

A Sasara hay que mantenerlo con la boca ocupada. Rosho lo ha sabido desde años antes de que la abstinencia al tabaco lo volviera demasiado evidente, incluso antes de que siquiera comenzase a fumar. En sus tantas reuniones en casa de alguno o en un café para armar sus rutinas, podía ver cómo las pajillas que usara acababan mordisqueadas, al igual que los extremos de los bolígrafos; los lápices se salvaban por saber feo, o eso decía las veces que lo olvidaba y escupía trocitos de borrador.

Ahora siempre tiene caramelos a la mano para cuando el ansia golpea y necesita más juegos que los de sus palabras para que su lengua se entretenga. Oh, ¿y cómo no mencionarlo?, los besos. Desde que añadieron otro tipo de compañerismo más a su relación, las visitas repentinas a su apartamento se han llenado de besos por donde pueda dárselos. No se queja, se siente lindo tener un novio cariñoso; solo es inconveniente cuando sus labios lo distraen de algún trabajo que haya llevado a la casa. Lo mejor de todo es que luce tan contento haciéndolo, mas eso lo ha dirigido a ponderar algunos puntos.

Es un pensamiento cada vez más recurrente cuando la ropa desaparece. Claro, no es como si la tela le impidiera del todo besarlo en las zonas cubiertas, pero es obvio que no es lo mismo. Con la libertad de incluir los dientes, la lengua y de incluso repartir una que otra marca, se entretiene bastante durante el juego previo. El asunto es que, sin algún motivo en especial, verlo sonreír entre chupetones o justo antes de engullirlo le hace preguntarse quién es el que realmente disfruta más esas atenciones.

Malentendidos aparte, es maravilloso que su boca pueda quitarle el aliento de muchas maneras. No es más que una pronta curiosidad. Incluso ahora, con él arrodillado entre sus piernas, la pregunta surge en su cabeza. Si voltease la situación, no lo habría sentado al borde de la cama luego de quitarle los pantalones con el entusiasmo que le ha puesto Sasara, no si el plan fuera hacerle una felación; hay demasiadas formas de darle placer por encima de esa. Es una de esas cosas que prefiere recibir; entonces, la duda está en, si de igual manera, a su pareja le guste más que Rosho sea el receptor, por extraño que le resulte estar más inclinado a darlo.

La respuesta parece ser afirmativa, pero tal vez sean factores emparejados. Mientras él no se niega a hacerlo porque tampoco es que lo odie, sino que lo que más disfruta es cómo reacciona en esas ocasiones, Sasara podría sumar que, a fin de cuentas, está ocupando su boca para algo, ¿y no es eso a lo que suele acudir para calmarse? Debe ser muy satisfactorio combinar eso con llevarlo al orgasmo sin tener que añadir nada más. Es un excelente balance, brindar un placer equivalente al que experimenta.

Una succión acompañada de un gemido reverberante alrededor del glande lo devuelve al presente, sobre todo porque lo repite —inconscientemente, cree— con cierto toque gustoso después de que le contestara con otro que no fue capaz de controlar en lo más mínimo por la sorpresa.

—Rosho, ¿estás viendo? —Solo lo deja descansar durante lo que dura la pregunta. Ah, ya está demasiado sensible, no le extrañaría acabar en breve.

—Ahora sí —responde, no sin antes suspirar. No sabe en qué momento habrá cerrado los ojos, pero ahora no desea apartar la mirada—. ¿Por qué?

La explicación viene sin previo aviso. Primero desciende lo suficiente para llegar casi a la base, permanece allí unos segundos, y luego se va retirando con una tortuosa lentitud que lo tiene mordiéndose los labios. Sus esfuerzos por mantener la compostura son en vano cuando entreabre los ojos a mitad del camino y mira directo a los suyos. Rosho inhala erráticamente; sus manos se aferran con fuerza a las sábanas. No lo hace muy a menudo, pero las veces en que le permite vislumbrar su brillo o cuán dilatadas están sus pupilas, sabe que está perdido.

—¡Sasara...! —Es imposible resistirlo más. Alcanza el clímax al volver a sentir su lengua contra la punta. No hay problema con terminar en su boca, no si lo rodea otro gemido más, así que eso no le preocupa. La mano que lleva a su cabello es solo para jugar con él, no para apartarlo.

—Ya me encargaré de ti —habla entre jadeos en lo que se recupera.

—Hm, eso no hará falta.

—¿Qué? —Baja un poco más la mirada, entonces se encuentra con salpicaduras blancas que no estaban en el suelo antes. Solo puede arquear una ceja y quedar ligeramente boquiabierto. Quizás se ayudara con la mano sin que él se diera cuenta, aun así, no deja de sorprenderle.

—Aunque no me niego si quieres hacerlo después de limpiar esto.

Es probable que esta sea la vez en que más rápido ha sacado un pañuelo de su caja.