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Capítulo único

Diosa: Afrodita.

Fandom: BNHA

6500 palabras.

..........

El sonido de metal chocando, los gritos de varias personas y la sangre, era lo que le rodeaba mientras desesperado intentaba no morir mientras luchaba. Un soldado inexperto en su primer batalla, el miedo era más grande que la adrenalina, pero por lo menos sabía luchar y eso hizo hasta que cayó.

—Katsuki, hermano, debes estar más concentrado —dijo Kirishima, a su lado, mientras blandía su katana de una forma brutal.

—Lo siento... —contestó, levantándose e intentando llevar su atención al movimiento de su cuerpo y a la espada en su mano, moviéndose con destreza, como si fuera una extensión de su brazo.

El sentimiento de la hoja atravesando la carne y el hueso de su oponente se sintió desagradable, pero continuó, tenía que continuar. Todo por su señor, por la victoria y el honor de su familia.

Tropezó, un error estúpido lo hizo tropezar cayendo dolorosamente sobre el suelo. Había pisado un cojín y caído. Un error tonto que le costó un fuerte golpe.

Volteó con dificultad para mirar al techo, empezaba a cansarse de todo eso.

Su deseo de que todo cambiara, de vivir libre de tal tortura y continuar con su vida de forma normal, se había convertido en más que un sueño para Katsuki, era un anhelo abismal.

—Hermano, no puedes seguir así —dijo Kirishima Eijiro, su mejor amigo, saliendo de su habitación.

—Yo no... ¡Maldición! Pelo de mierda, sabes que no quiero...

—Lo sé, pero por lo menos podemos pedir una cita con tu psiquiatra.

Bakugo calló, no le gustaba ese hombre, él siempre le miró extraño, como si fuera una presa apetitosa que no veía el momento para devorar.

—No quiero...

—¡Katsubro! —regañó Kirishima, mientras ayudaba a su amigo a levantarse.

—¡Deja que termine de hablar, pelo de mierda!

—Bien, me calló, continúa.

Con ayuda de Eijiro, Katsuki llegó al único mueble en la sala, un suave sofá. Se sentó en él y pasó sus manos por su rubio cabello sintiéndose agotado. ¿Por qué tenía que pasar nuevamente por eso en tal momento traumático de su vida? ¿No había recibido suficientes golpes?

—Las cosas empeoraron desde que... Simplemente, pase de haber logrado cero alucinaciones a tener una casi todos los días.

—Bro, por eso te digo que tienes que sacar una cita con tu psiquiatra.

—No.

—¡Katsuki!

—¡Busca otro! Pelo de mierda, solo busquemos otro especialista. No quiero volver a ver a Chisaki.

—¿Un psiquiatra diferente? ¿No sería mejor que siguieras con el que ya conoce tu caso?

—Eijiro, por favor.

El ceño de Kirishima se frunció. Su cabello tinturado de rojo se movió mientras negaba con la cabeza, pero al final nada más suspiró dejando caer sus hombros.

—Pero me prometes que irás a cada cita y tomarás los medicamentos que te manden.

—Lo prometo.

Frente a sus ojos, la destruida aldea pasaba mientras él cabalgaba en su caballo rumbo a un nuevo frente de batalla. La desolación y dolor de los sobrevivientes, mientras recogían lo poco que tenían para salir de allí, apretujó el corazón de Katsuki. ¿Por qué atacar lugares donde no había más que campesinos? La guerra era cruel.

Al fondo, cerca a unos escombros, se encontraba un hombre. De cabello verde oscuro y brazos fuertes. Bakugo se quedó mirándolo, estaba cavando un gran agujero en el suelo, varios cadáveres estaban a su lado. Sin embargo, lo que más llamó la atención del soldado, fue la expresión de serenidad mientras cumplía tal labor. ¿Cómo alguien podía cavar una tumba con aquella expresión?

—Katsubro —llamó Kirishima, haciendo que la imagen se esfumara lentamente.

Ahora, un auto estacionado a un lado del de ellos era lo que llenaba la visión del rubio cenizo.

—¿Llegamos a la clínica?

—Así es.

Bakugo se bajó del auto cerrando la puerta tras de sí. Cuánto extrañaba manejar, pero eso ya no era una posibilidad para él.

Tuvo que seguir su camino hasta el consultorio de la nueva clínica. El ambiente era nuevo para él, aun así, lo encontró tan opresivo como lo fue las anteriores clínicas que visitó. Había tantas personas enfermas, igual de enfermas que él.

Anunció su llegada y esperó por algunos minutos hasta que un hombre bajito de cabello morado peinado de manera extraña salió.

—Bakugo Katsuki, es su turno —dijo la enfermera en la recepción.

Katsuki simplemente se levantó y miró una vez más a su amigo, quien alzó los pulgares de ambas manos en señal de apoyo.

Caminó hasta el consultorio y entró a él cerrando la puerta a sus espaldas.

—Buenos días, señor Bakugo —comentó una voz a sus espaldas.

En ese momento Katsuki lo vio y sus ojos se abrieron como platos. Era la misma persona que momentos atrás cavaba una tumba en su alucinación.

—Por favor, tome asiento —dijo el hombre de cabello verde.

No era la primera vez que tal extraño acontecimiento le sucedía. De hecho, muchas personas de su vida fueron vistas por Bakugo dentro de sus alucinaciones, antes de que siquiera las conociera. Ese fue el caso de Eijiro y de su antiguo psiquiatra, y por más que odiara admitirlo, gran parte de su trato hacia ellos derivaba de lo sucedido en sus alucinaciones.

Kirishima también era su mejor amigo dentro de estas.

—Leí tu expediente. ¿Te diagnosticaron esquizofrenia, no? —comentó el psiquiatra. De quien había descubierto se llamaba Midoriya Izuku, un hombre de la misma edad de Katsuki, pero con excelentes recomendaciones a pesar de su corta edad.

—Así es.

—Aquí dice que llevas varios años sin ver o escuchar algo. ¿Tienes alguna idea de que cambió?

—Mis padres murieron hace poco en un accidente.

Katsuki se sabía la rutina, la había vivido tantas veces en el pasado antes de caer en las manos de Chisaki. Contestó las preguntas con sencillez, pero con la verdad. Intentó calmar su mal genio al escuchar una y otra vez lo mismo, y frunció el ceño esperando el momento en el que le recetaran unas nuevas pastillas que solo lo harían sentir peor.

—Creó que...

Aquellas palabras dichas por el psiquiatra sacaron a Bakugo de su malestar y lo obligaron a mirar al psiquiatra.

El hombre le veía con unos preciosos ojos verdes brillantes y una pequeña sonrisa. Era extrañamente familiar. Aquella sensación ya la conocía, siempre le pasaba lo mismo cuando conocía a una persona de sus alucinaciones. Era como si él ya tuviera sentimientos previos hacia los estos. Por eso confío tan rápido en Eijiro y no se equivocó.

Con Midoriya sintió calidez y un poco de dolor, como cuando se pierde a un ser amado. Sí, era la misma sensación que dejaba cuando alguien querido partía lejos o quizás cuando algo quedaba frustrado.

—Vamos a dejar aquí por hoy, puedes pedir que te agenden una nueva cita en la recepción.

—¿Así no más?

—¿Quieres algo más?

—¿No me va a recetar algo?

Chisaki siempre le restaba cosas, de hecho la única ocasión que lo internó, estuvo tan drogado que no recuerda mucho sobre ello.

—Señor Bakugo, esta es la primera vez que nos vemos, necesito un poco más antes de pensar en un tratamiento.

Cuando salió del consultorio no pudo evitar sentir que algo estaba mal con esa cita. Una sensación similar que con Chisaki. ¿Lo que pasó dentro de ese consultorio era correcto?

Estaba otra vez allí, cavando en el lugar de la tragedia. Ellos, los samuráis, se encontraban sentados descansando de su caminata. Eran menos que antes, los estragos que provocaba la batalla.

—Hermano, no has parado de ver a ese aldeano —comentó Kirishima, antes de tomar un sorbo de agua.

—Solo tengo curiosidad, ya lo había visto antes.

—Entonces ve y habla con él. Después de todo no tenemos afán. Nos iremos mañana,¿no?

Katsuki no replicó, solo se levantó con dificultad y caminó hacia el hombre cavando a lo lejos.

—No son tus muertos —afirmó Bakugo, cuando estuvo cerca de este.

«Es más bajo que yo», pensó el rubio.

—No lo son, pero no quiero dejarlos a la intemperie y que sean comida de demonios, después de todo son los seres queridos de alguien.

—Soy Katsuki del clan Bakugo.

—Midoriya Izuku, la gente suele llamarme Deku.

—¿Deku?

—Dicen que soy una muñeca con un trabajo inútil.

Bakugo lo miró bien. Ojos verdes como cristales, pecas adornando sus mejillas y piel blanca e impoluta a excepción de su brazo derecho. Sí, era cierto, parecía una muñeca.

—Izuku también se escribe muy parecido a Deku.

—Créeme, la gente que me puso así no sabe eso —respondió Izuku, dejando de cavar, para mirar al samurái de arriba a abajo con intereses—. Y dime, señor samurái, ¿consideras que esto acabará pronto?

Una mueca se dibujó en el rostro de Katsuki. El peliverde no necesito más respuesta.

—Señor Bakugo, señor Bakugo.

Aquella voz lo hizo regresar a la realidad. Era su tercer consulta con su nuevo psiquiatra y había entrado en una alucinación justo a la mitad de esta.

Cuando sus ojos enfocaron al hombre que le sujetaba los hombros, pudo ver algo en el normalmente apacible Midoriya que no encajaba con la situación. ¿Acaso era tristeza? No lo sabía, pero tan rápido como vino se fue.

—¿Podemos dejar así por hoy? —preguntó Bakugo, realmente quería ir a su casa y solo pensar.

—Si eso es, lo quiere. No se olvide de pasar por recepción para pedir la próxima cita.

Katsuki asintió y caminó a la puerta sintiéndose un poco mareado. Su psiquiatra quizás lo notó, pues lo seguía de cerca. Era molesto para él depender de otros así.

Abrió la puerta y dio un paso fuera del consultorio, entonces un terrible olor lleno su nariz.

—Hermano, el señor debería estar aquí —dijo Kirishima.

El sonido de la batalla estaba muy cerca, el calor del fuego lo sofocaba. Bakugo no quería pensar en lo peor, pero la situación no le daba otra idea.

Corrió por los pasillos, pasando los aterrados sirvientes que corrían por sus vidas. El ataque inesperado al hogar del señor de esa tierra fue algo catastrófico.

—¡Mi señor! —gritó Katsuki, abriendo la puerta de la última habitación que no habían revisado.

El grito de algunas de las jóvenes sirvientes, que pasaban por allí en su huida, despertó del shock inicial a Bakugo. Eijiro lanzó una maldición mientras desenvainaba su katana.

El señor de aquel feudo se encontraba en el suelo, con el cuello abierto de un lado al otro y sangre que se derramaba de la herida al suelo. Al fondo un hombre vestido completamente de negro sonreía.

—¡Chisaki! ¿¡Chisaki, pero que has hecho!? —exclamó Kirishima, dando un paso en el interior de la habitación.

—Kirishima, no —susurró Katsuki, viendo la sangre que escurría de las manos del hombre frente a ellos.

La risa fue estruendosa y horripilante, la única advertencia que tuvo Bakugo antes de que el que alguna vez fue el médico de la familia se lanzara sobre ellos.

Cayó al suelo de espaldas, el dolor lo hizo reaccionar, pero el miedo seguía clavándose, hondo en su interior.

—¿Bakugo Katsuki? ¿Qué haces en esta clínica?

Allí de pie se encontraba el mismo Chisaki, solo que ahora, en vez de un largo atuendo tradicional negro, llevaba un traje de negocios de tres piezas. El hombre se inclinó un poco hacia Katsuki en el suelo.

Quizás no debió hacer eso, empero, no pudo evitarlo, la aterradora imagen cubierta de sangre de su alucinación se sobrepuso a la realidad. Así que gritó aterrado mientras se arrastraba por el suelo en un intento de escapar.

—¡Rápido! ¡Ahí que ponerle un tranquilizante! —ordenó Chisaki, acercándose más a Bakugo.

El rubio estaba aterrado, no quería a ese monstruo cerca de él. ¿Por qué nadie hacía algo para detenerlo? ¡Lo iba a atrapar!

—Señor, le pido, por favor, que no de un paso más, está alterando a mi paciente.

La terrible vista de aquel hombre, fue cubierta por la amplia espalda de Izuku, quien se quedó de pie como un inamovible muro.

—Así que tú eres el imbécil que me robó el caso de Bakugo.

—No sé de qué me habla.

—¿Entonces estás negando que interferiste en el tratamiento de uno de mis pacientes?

—No he hecho tal cosa. Si un paciente tuyo considero que era mejor para él cambiar de psiquiatra, no es culpa mía.

—Él está enfermo mentalmente, no puede decidir sobre cosas importantes. Ahora mismo vine por sus expedientes.

»Señor Bakugo, tengo un espacio en mi agenda para mañana...

Chisaki se quedó en silencio viendo cómo Katsuki caminaba lentamente al consultorio de Midoriya, sin decir una palabra. Tenía su celular en la oreja y parecía hablar en voz baja con alguien.

—¡Bakugo Katsuki! —gritó Chisaki.

—Le pido que se retire o me veré obligado a llamar a seguridad —amenazó Izuku, moviéndose de tal forma que volvía a cubrir a Katsuki.

Todo había sido un desastre, eso pensó Katsuki al sentarse nuevamente en la silla frente al escritorio de Midoriya. Las cosas estaban empeorando.

Al escuchar la puerta, cerrarse tras él y ver la bata blanca de su psiquiatra, el rubio empezó a contar todo lo que vio en sus dos últimas alucinaciones.

—Siempre le he tenido desconfianza a ese hombre. —Fue lo que dijo al final Bakugo.

El aroma de alguna clase de incienso le hizo abrir los ojos, creyó que había muerto, se había dado por muerto cuando aquella espada le atravesó. ¿Dónde estaba Kirishima?

El dolor en su torso le hizo gemir. ¿Dónde estaba? El techo de una casa sencilla fue lo único que pudo ver en la oscuridad de la noche.

¿Cómo llegó allí?

—Estás despierto.

Una voz que se le hizo familiar hizo a Katsuki mirar a un lado. En la entrada se encontraba Deku, con su pala en la mano.

—¿Cómo llegué aquí?

Vio como el peliverde dejaba su pala a un lado y se acercaba a él quitándose los zapatos.

—Nadie fue por los muertos de la batalla. Algo pasó en una ciudad cercana. Algo terrible —contó Deku, yendo hacia el pequeño fogón para ponerse a encender la madera en él—. Después de un día decidí ir allí. Había mucha muerte, no pude con todo, lo admito. Allí fue donde te encontré, todavía respirabas.

Katsuki quería preguntar sobre Kirishima, pero sabía que era una pérdida de tiempo. Deku no sabía cómo se veía.

—Me tengo que ir —dijo Bakugo, intentando levantarse, pero el hombre más bajo lo volvió a acostar, sosteniéndolo contra el lecho.

—No, tú no te vas de aquí hasta que te recuperes.

—Debo irme, tengo que ayudar.

Bakugo se sentó de nuevo con la intención de levantarse, pero nuevamente fue acostado. Quería reprocharle a aquel campesino, pero aquellos ojos llenos de determinación hizo callar al rubio.

—¡Kacchan! ¡No puedes irte así! En esta condición no ayudarás a nadie. Si te vas de esta forma terminarás muriendo.

—¡Mis compañeros! ¡No quiero abandonar a mis compañeros!

—Tienes un buen corazón.

Una cálida sonrisa por parte del peliverde, provocó que Katsuki sintiera como su rostro se calentaba. ¿Se había sonrojado?

—Te ves, lindo con tus mejillas rojas.

—¡Cállate, Deku!

Una suave caricia en la mejilla, le hizo reaccionar justo cuando su corazón empezó a latir con más prisa. El techo blanco fue lo primero que vio y luego un susurro, reminiscencias de su anterior alucinación, se escuchó.

—¡Ya despertó! —gritó Kirishima, entrando a la habitación.

—Sí, a despertado. —Era la voz de su psiquiatra, demasiado cerca de él—. Señor Bakugo, a estado inconsciente un día, hasta que hace un momento despertó y empezó a hablar con alguien que no estaba aquí.

—Katsuki, creo que tenemos un problema —dijo Eijiro, sentándose al lado de su amigo—. Te acusaron de ser el causante del accidente de tus padres.

Vueltas y más vueltas, interrogatorios y viajes a la policía, mientras intentaba sacar una nueva colección para la empresa que heredó de sus padres, al mismo tiempo que iba a sus citas con el psiquiatra. Decir que Katsuki quedaba rendido en la noche era quedarse corto.

Mientras todo eso pasaba seguía sin entender el motivo por el cual Chisaki, buscaba tan desesperadamente el que le declararan mentalmente inestable y peligroso y le mandaran a una clínica mental. El hijo de puta, se había convertido en la persona más odiaba por el rubio cenizo en ese momento.

Pero más importante que eso, su vida se estaba convirtiendo en una locura.

Cuando por fin pudo acostarse ese día en su cama, se puso a mirar el techo. Tendría otra cita pronto. El tratamiento con Izuku iba bastante bien a su parecer, sobre todo en ese momento de su vida.

Se alegraba de que los medicamentos que le recetaron le estuvieran sirviendo —aunque fueron difíciles de conseguir—, puesto que gracias a ellos estaba pudiendo pasar por los trámites legales sin ningún percance.

Midoriya no era un mal psiquiatra, y le generaba mucha más confianza que Chisaki, por lo que si todo seguía bien, planeaba seguir con él por el tiempo que fuera necesario.

Se quedó dormido pensando. El sonido del viento era lo único que se podía oír en toda la casa, al menos hasta que despertó.

Fue abrupto y en esencia aterrador.

«¿Paralisis del sueño?», pensó Katsuki, mientras intentaba controlar su creciente miedo.

Sintió un peso sobre él impidiéndole moverse y una sombra fue visible a pesar de la oscuridad en la habitación. La sombra se inclinó sobre el rubio cenizo abrazándolo.

Cerró los ojos deseando que pasara, que terminara todo pronto. Entonces, un aliento en su oreja lo estremeció.

—Tengo tanta sed —dijo una voz justo a su lado, un momento antes de que un dolor lo atravesara desde el cuello.

El dolor rápidamente se convirtió en un calor intenso que se acumuló en su vientre bajo. ¿Qué estaba sucediendo? Bakugo no lo entendió de inmediato, únicamente cuando el placer lo llenó supo con seguridad lo que pasaba con él.

Quiso odiarlo, pero no pude.

¿Una alucinación podía ocurrir al mismo tiempo que otra?

No estaba seguro y no tenía tiempo de pensarlo, pues se vio inmerso en el placer mientras veía a Deku moviéndose sobre su cuerpo, iluminado por la luz del fuego dentro de la pequeña casa.

—Kacchan —gimió el campesino, alzando una de las piernas de Bakugo, para darle fuerte mordisco.

Roja sangre se deslizaba por su pierna desde la herida todavía entre los dientes de Izuku. Mientras tanto, su interior fue atacado por una nueva ola de placer cuando el miembro del peliverde tocó aquel punto exacto que tanto le gustaba.

—¡Deku, no puedo más! —exclamó Katsuki, sosteniéndose de las telas debajo de él.

Una embestida más fuerte lo hizo salir de la alucinación, envuelto en la mejor de las sensaciones. Pudo escucharse gimiendo mientras la visión de su cuarto llegaba a sus ojos.

Sintió algo en su interior, no tan grande como en su alucinación, sin embargo, estaba allí.

—¡Mi Kacchan! —exclamaron, en el momento mismo, que sintió algo más grande entrando en él.

—¡Espera!

El placer volvió a llenarlo como en su alucinación. Unas fuertes manos tomaron su cintura mientras arremetían contra él sin piedad alguna.

Sintió su orgasmo llegando rápidamente, el cual fue acompañado por lo que se hallaba sobre él. No obstante, las cosas no se detuvieron allí, el calor del fuego de aquella casa antigua volvió y con este la vista de Deku, quien estaba entre sus piernas saboreando su erección con una sonrisa.

Después de eso todo se convirtió en un ir y venir, entre alucinaciones que no paraban de darle placer, hasta que ya no pudo resistirlo más, quedando su alrededor de oscuro negro.

A la mañana siguiente, al despertar, se encontró con la mirada de Kirishima, quien se encontraba acompañado por su psiquiatra.

Los colores subieron al rostro de Katsuki con tan solo ver ese rostro pecoso.

—Hermano, ayer por un momento creí que te estaban atacando, me asusté —habló Eijiro, entrando en la vacía habitación—. Aunque parece ser que tuviste una alucinación divertida.

—Mierda —murmuró Katsuki, escondiendo su rostro con la manta que lo cubría.

—Tu amigo me llamó porque le preocupó que no despertaste esta mañana, por mucho que intentó levantarte —intervino Midoriya, con tono completamente profesional—. ¿Me podrías contar lo que sucedió anoche?

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

La situación era una completa mierda.

De fondo se escuchó la charla de su mejor amigo y su psiquiatra, mientras tanto Katsuki, por pura curiosidad, se acarició el cuello sintiendo un pequeño dolor allí.

En ocasiones la mentira prevalece causando que personas inocentes paguen por cosas que no cometieron, ese por suerte no era uno de esos casos.

—No hay suficientes pruebas que demuestren que el joven Bakugo, sea el causante de la muerte de sus padres. Aunque, es claro que el accidente fue premeditado.

Era una victoria agridulce. Se había salvado de la terrible situación, sin embargo, al mismo tiempo había descubierto que sus padres habían sido asesinados. ¿Las cosas no podían mejorar para él?

Todo el camino de regreso a la casa que compartía con su mejor amigo se quedó viendo la calle por la ventana. Tenía demasiadas cosas en la cabeza para ese momento.

La empresa, el aparente asesinato de sus padres y su problema con el nuevo psicólogo.

¿Por qué sus alucinaciones se había vuelto tan creativas con Izuku?

—Lo de tus padres —habló Kirishima, sin despegar la mirada del frente.

—No quiero hablar de eso ahora.

—Bien, bien.

Hubo más silencio hasta que Eijiro decidió volver a hablar.

—¿Y tus alucinaciones húmedas con tu psiquiatra?

—Me están jodiendo.

—¿Cómo es eso?

—En estas parece que me estoy enamorando de Deku, y eso me está afectando en la realidad.

—¿Tendremos que cambiar de especialista?

—No... todavía no.

Kirishima supo cuando había perdido contacto con el rubio en el momento que este se quedó viendo la nada unos segundos, antes de moverse.

—Deku, no puedo quedarme más.

Los ojos de Katsuki ahora captaban un hermoso paisaje lleno de flores, ya había llegado la primavera.

—Los demonios, ellos están más activos que nunca —afirmó Izuku, sosteniendo con fuerza la espada en su mano. Resultaba que el peliverde era un gran espadachín.

—¡Deja de decir disparates!

—No lo son, es la verdad. Hay muchos demonios con malas intenciones interviniendo en esta guerra y el olor a muerte está flotando hacia el sitio de la próxima batalla.

»Por favor, Kacchan, no vayas esta vez, espera un poco más.

—No puedo hacer eso, Deku.

—Por favor.

—Lo siento.

Katsuki abrazó al hombre fuertemente, las frías lágrimas de Izuku mojaron la piel expuesta de su cuello mientras lloraba. El rubio no le agradó eso, no quería hacer llorar a la persona que amaba.

—Mi amado, Deku —susurró Bakugo, antes de tomar una de las pecosas mejillas del más bajo y alzar su rostro para besarlo. Un beso largo y lento, cargado de miedo, tristeza y amor.

—Una última vez, quiero estar contigo una última vez.

—Bien, Deku, una última vez antes de irme.

El rostro del peliverde se llenó de tristeza, sin embargo, no dijo una palabra más sobre el asunto, únicamente juntó nuevamente sus labios a los del más alto en un beso lleno de deseo.

—¡Katsuki!

El grito de Eijiro lo regresó a la realidad, antes de que un fuerte golpe le lanzara hacia adelante, siendo detenido de forma dolorosa por el cinturón de seguridad.

No sabía qué pasó, solo pudo ver otro auto frente a ellos golpeado. La luz verde del semáforo le dijo que no fue una imprudencia de Kirishima. El otro vehículo se había metido en el camino de ellos.

Por algún motivo la situación lo hizo sentir en un peligro enorme, como si todo su ser estuviera a punto de ser aplastado. Y como pudo tomó su celular, llamando a su número de emergencias.

—Buenas noches, Izuku habla —sonó en el auto.

—Soy Bakugo, estoy en un accidente, te mandé mi ubicación. No sé qué pasa, pero siento que algo está mal.

—Tranquilo, ya voy para allá —dijo Izuku, los sonidos a su alrededor indicaban que ya se estaba moviendo.

Con demasiada dificultad, pudo enviar su ubicación a su psiquiatra.

—No me puedo mover, mi amigo está inconsciente. Me encontraba en medio de una alucinación, pero esta no fue el problema. —Se le dificultaba hablar, empero, Katsuki necesitaba comunicar la situación lo mejor que podía.

—Necesito que pidan una ambulancia, hubo un accidente —dijo Midoriya, al otro lado de la línea.

Se escuchó la voz de una mujer mientras decía una dirección. Luego nuevamente hubo movimiento.

—Oye, Deku.

Fue un error llamarlo así, no debería hacerlo, su psiquiatra no era la misma persona de sus alucinaciones, sin embargo, el dolor y el miedo apagaron un poco de su racionalidad.

—Ya estoy en camino, no me cuelgues.

El sonido de la respiración de Bakugo era pesado, tenía miedo, pero solo le quedaba esperar allí, mientras intentaba escuchar algo. ¿Por qué no pasaban autos? ¿Por qué no había personas viendo el accidente?

—No tardes tanto, esto... Deku, ayúdame.

El estruendoso chirrido de la puerta a su lado, siendo arrancada, le hizo pensar lo peor, y luego un fuerte dolor le hizo gritar.

¿Estaba alucinando nuevamente? Pues eso era lo único que podría explicar que estuviera viendo eso.

Un enorme monstruo lleno de plumas color brea, le veía con grandes ojos amarillos y su terrible pico rojo abierto, mostrando dos aterradoras hileras de dientes afilados.

El grito del rubio cenizo se quedó atrapado en la distancia cuando el paisaje cambió frente a sus ojos.

Un campo de batalla se extendía frente a él. Los mortales rastros de la lucha estaban regados sobre la hierba que en algún momento fue verde.

Estaba corriendo con su mejor amigo colgando de uno de sus hombros. Estaba huyendo, pero no de la batalla, esa había quedado atrás al mismo tiempo que todos los soldados huían sin importar el bando.

Terribles aves tan grandes como una persona, quizás más que eso, los seguían. Dejarse atrapar equivalía a morir de forma horrible en las fauces de uno de esos seres.

—Son como, Chisaki —dijo Eijiro, en un lamento adolorido.

Uno de esos seres le había atrapado, Katsuki lo salvó por muy poco, pero no lo sacó ileso. Ahora no podría sujetar una katana con ambas manos nunca más.

—No hables, guarda fuerza —soltó Bakugo, sintiendo como el miedo crecía a medida que el cansancio lo alcanzaba.

Los gritos de los pobres infelices que tenían la mala suerte de ser atrapados, junto a los horrendos graznidos de aquellos monstruos, eran todo lo que se podía escuchar esa noche.

Todavía recordaba el día en que su señor murió. La forma en que el rostro del que fue el médico de la familia, se desfiguraba a medida que un gran pico rojo se formaba en este.

Salir vivos de ese lugar fue una hazaña por sí misma, pero ahora se sentía como algo imposible.

Los árboles llegaron a su visión. Bakugo se precipitó a estos con prisa, solo pocos metros los separaba de la espesura de la zona boscosa. No obstante, aquel día parecía que la suerte le había abandonado en algún punto, pues antes de dar un paso en el bosque, fue sujetado del tobillo y alzado con brusquedad.

Dejó caer a Kirishima, no se iba a llevar a su hermano con él.

—¡Corre, Kirishima!

Su amigo lo miró con terror antes de levantarse y sacar su katana. No le dio tiempo a Katsuki de gritar una advertencia. En un momento no quedaba nada de Eijiro, solo la sangre en donde estaba de pie antes de que uno de esos monstruos lo agarrara.

El llanto de Katsuki fue tan fuerte y desesperado que el lugar quedó en silencio por un segundo, como si todo decidiera darle ese momento al dolor del rubio.

—Siempre me pregunté a qué sabrías —dijo la criatura soltando su aliento bañado de olor a sangre—. Oh, Bakugo, esto será un placer.

Un fuerte dolor en su costado provocó que un nuevo grito se quedara atorado en su garganta. Sangre empezó a deslizarse de su costado, cayendo en el bello pasto que cubría el suelo.

Katsuki sintió como uno de sus brazos era tomado y su cuerpo empezó a ser jalado de forma dolorosa en direcciones opuestas. Hasta que sin previo aviso, cuando sintió que ya no aguantaría más, terminó cayendo al suelo con estrépito.

—¡Kacchan! —gritó la persona que ahora lo tenía en sus brazos.

Un fuerte grito de batalla salió de entre los árboles antes de que, por lo menos siete personas, salieran de entre estos a una velocidad asombrosa y atacarán a los monstruos en el lugar. Desatando un nuevo caos.

Con lentitud, Bakugo volteó a ver el rostro de su salvador. Deku estaba allí, viéndole con preocupación.

—Deku. —El nombre salió de los labios del rubio como un quejido.

—Te dije que no vinieras, mi amor.

—Lo siento.

Una fuerte risa hizo que Izuku dejara de verlo, para mirar al frente con una expresión de enojo puro. Bakugo no se atrevió a dejar de contemplar al peliverde, sentía qué la vida se le escapaba del cuerpo y si ese era el caso, prefería morir viendo a su amado.

—¿En serio, piensas que tú y tu pequeño grupo harán una diferencia? —dijo el monstruo, con diversión en la voz, mientras su cabeza regresaba a una forma más humana.

Era Chisaki.

Deku bajó la mirada y se inclinó sobre él. Bakugo sintió el aliento del peliverde en su cuello, como tantas veces antes, y cerró los ojos en el momento en que los labios de este tocaron su ya fría piel.

En ese instante, pudo sentir como daba su último aliento.

Y todo fue negro hasta que la luz le golpeó los párpados, al abrir los ojos se encontró con la luz amarilla de un foco cerca de él.

Estaba fuera de su alucinación, sintiendo el cuerpo pesado y unas terribles náuseas, junto a una abrumadora tristeza.

Acababa de morir, su yo de sus alucinaciones acababa de morir. Por algún motivo eso le llenó de temor. ¿Y si él era el siguiente?

—Ya despertaste, Bakugo —dijo Chisaki, entrando en el campo de visión de Katsuki—. Llevamos tanto tiempo esperando esto. Se sintieron como siglos.

Sombras más allá de lo que alcanzaba a ver con claridad se movieron de un lado a otro como ansiosas por acercarse.

El pánico atrapó a Bakugo, quien de inmediato intentó levantarse para huir, sin embargo, gruesas cuerdas le impidieron moverse. Estaba fuertemente atado a una mesa de metal, sin una sola prenda de ropa encima.

—¡Suéltame! —gritó Katsuki, sabiendo que era inútil pedir tal cosa.

—Serás un manejar. Un humano con el poder de ver su vida pasada y un lazo que lo une a la magia. La venganza solo es un toque más de sazón para nuestra cena.

Chisaki se movía lentamente con cada palabra hasta quedar al lado de una mesa, de la cual tomó un afilado cuchillo.

—No te preocupes, Bakugo, por el buen tiempo que pasamos en tus terapias, dejaré que vivas un poco más. Lamentablemente, no puedo esperar más para probar un poco de ti. Así que comeremos, mientras tanto intentaremos mantenerte con vida el tiempo que sea posible.

Cuando el hombre se acercó a él con el cuchillo y puso una de sus manos en la pierna derecha del rubio, este comenzó un desesperado intentó de liberarse.

Las risas, más bien graznidos, se escucharon desde el fondo, rebotando en las paredes de hormigón.

—Aún recuerdo como nuestros planes fueron arruinados hace tanto tiempo, como nuestra emoción se convirtió en desesperación. ¡Cómo mis brazos fueron arrancados de mi cuerpo sin piedad!

El grito de dolor de Katsuki al sentir cómo el cuchillo cortaba con facilidad la carne de su pierna, fue opacado por los gritos de júbilo de los que lo rodeaba.

—¡Hijo de puta, suéltame! —exclamó Bakugo, con el dolor plasmado en cada sílaba.

—Extrañaré esa lengua vulgar tuya.

Los guantes que aquel hombre siempre llevaba consigo fueron retirados, dejando ver un par de horrendas manos hechas con algo que no podía ser ningún material que normalmente se usaría para prótesis. Parecía carne podrida.

Los que se escondían en las sombras se acercó a ellos cuando el cuchillo bajó nuevamente a su pierna.

Eran las mismas criaturas de su alucinación, lo mismo que le sacó del auto. Estaba perdido, realmente estaba perdido.

El dolor empezó nuevamente junto con otro grito de su parte, antes de que un fuerte golpe dejara todo en silencio.

Los monstruos se movieron rápido hacia el lugar de donde provino el ruido. El sonido de fuertes golpes y chillidos se alzó dentro de la habitación, antes de que Bakugo sintiera como el filo del ensangrentado cuchillo se presionaba contra su garganta.

—Si quieres que muera sigue. Adelante no te detendré —amenazó Chisaki, llevando la atención de Katsuki a un lado.

Allí de pie se encontraba un hombre usando un uniforme de hospital y con una bata blanca completamente sucia sobre este.

Sangre bañaba su rostro, unos largos colmillos sobresalían un poco del resto de su dentadura expuesta.

—Deku —suspiró Katsuki, viendo a su psiquiatra, quien parecía más un monstruo que una persona. Pero, por algún motivo, no tenía miedo de él—. ¡Ayúdame!

El peliverde dio un paso hacia delante, pero Chisaki apretó más el cuchillo en el cuello de Bakugo.

—Todavía no puedo creer que también lo encontraras. La ira que tuve cuando te vi ese día en la clínica... —dijo Chisaki, agarrando el cabello de Katsuki, para halarle la cabeza hacia atrás con brusquedad—. Pensé que mis años de trabajo, el dinero invertido en la planificación de la muerte de sus padres y la supuesta medicina que curó su enfermedad, todo eso había sido en vano.

»Aun así, pude arreglármelas para acusarlo del accidente de sus padres. Un poco más y lo habrían mandado a mi clínica de reposo. ¡Pero el maldito humano que hizo el trabajo lo hizo mal!

—¡Tú, maldito loco! —gritó Bakugo, la ira creció sobre su miedo. Todo lo que había sufrido, la muerte de sus madres, todo era culpa de ese hombre.

—Pero no todo terminó allí, no quería usar este método, sin embargo, ¿qué otra opción me quedaba para tener una presa de tal calidad?

—¡Kacchan, no será tu comida! —exclamó Midoriya, dando otro paso al frente.

—Te dije que te detuvieras. ¿O es que tu amor es tan poco como para ponerlo en peligro?

—Todo estará bien, yo te voy a salvar, Kacchan.

—No deberías creer en su palabra, después de todo, la última vez no te salvó. Pero ya sabes eso, ¿cierto? Hace poco viste tu muerte en tu vida anterior.

¿Aquello no era una alucinación? ¿Todo ese tiempo él estuvo viendo su vida pasada? Katsuki miró de reojo a Izuku, este le dedicó una corta sonrisa.

—Tu condición pudo ser controlada hace años —dijo el peliverde, sin borrar su sonrisa—. Para eso son los medicamentos que te mandé. Los hizo una bruja.

¿Era cierto? ¿Podía ver su vida pasada? Los recuerdos de su última alucinación trajeron una nueva preocupación, una duda que había quedado atrás debido a su situación.

—¡El pelo de mierda! ¿¡Dónde está Kirishima!? —preguntó Katsuki.

—Está en un hospital, se lo llevó una ambulancia.

El alivio lo bañó por muy poco, pues el filo apretándose en su cuello lo hizo dar un pequeño quejido.

—¿No están muy tranquilos aquí? —soltó Chisaki, regresando la atención sobre él—. Midoriya, ¿por qué no das varios pasos hacia atrás? Por lo menos hasta salir de la habitación.

—¿Por qué lo haría?

—No lo sé, por una frágil motivación aquí.

El quejido de Bakugo cuando su cabello fue jalado con más fuerza, provocó que el ceño de Izuku se frunciera.

No lo dudo más, el peliverde empezó a retroceder con lentitud, sin apartar la vista del rubio cenizo.

—Todo estará bien, Kacchan.

Una risa estridente llevó la atención de Katsuki hacia Chisaki. El hombre lo estaba mirando de una forma que le heló la sangre. El miedo regresó a al rubio cenizo con fuerza, mientras nuevamente intentaba soltarse.

Segundos después, todo lo que sintió fue la hoja deslizándose sobre su cuello y luego la terrible sensación de ahogamientos.

Estaba ahogándose con su propia sangre.

—Gracias por darme la ventaja en esta guerra contra la gente de tu antiguo amor —susurró Chisaki, antes de lamer el cuello sangrante de Bakugo y salir corriendo de allí—. Con esto sabré el momento exacto en que reencarnes.

Nuevamente, el frío inundó a Katsuki, igual que lo había hecho en su alucinación, ¿o visión? Volvería a morir desangrado, que mal chiste.

En esos agonizantes segundos en los que lo único que quería era obtener aire y detener el dolor, pudo ver, antes de que la oscuridad lo reclamara, los bellos ojos verdes de Deku observándolo. ¿Él también se acordaba de su vida pasada?

Esa pregunta no sería contestada, pues ya no supo nada más del mundo.

—Es suficiente, Kacchan —susurró en su oído una voz con un tono que había escuchado mucho en sueños.

—Deku —dijo en un lamento, odiando el sabor metálico que seguía en su boca. Por lo menos en ese momento respiraba.

—Perdón por no encontrarte antes, mi amor. Te estuve buscando por siglos—murmuró Izuku, para luego darle un beso en la frente al rubio cenizo—. Pero eso ya no importa, por fin volvemos a estar juntos.

Un quejido salió de la garganta de Katsuki mientras intentaba distinguir su alrededor. Era una habitación que nunca había visto antes. Al moverse pudo sentir el sonido de un plástico.

Estaba desorientado, mojado y con su garganta ardiendo como si estuviera en llamas.

—Deku —repitió como si ese nombre pudiera solucionar cada una de sus preocupaciones.

Un beso en los labios hizo suspirar al rubio, al mismo tiempo que sentía como una mano viajaba sobre su abdomen, pasando por su cadera y deteniéndose en su trasero.

—¿Quieres quedarte a mi lado? —preguntó el peliverde, con angustia—. Ya me encargué de hacer pagar a Chisaki el daño que te hizo.

El sonido de algo pesado cayendo llamó la atención de Bakugo. El cuerpo inerte de Chisaki se encontraba a sus pies, frente a este un hombre de cabello de dos colores, le miraba con una pequeña sonrisa.

—Bienvenido —dijo el bicolor, dando una reverencia antes de salir de allí. No sin antes tomar el cadáver de una pierna y llevarlo arrastrando a la salida.

—Estás temblando. ¿Tienes miedo, Kacchan? —La preocupación era palpable en el tono de voz de Izuku.

Como respuesta, Katsuki únicamente se acurrucó más contra el pecho del peliverde, sintiendo que su garganta iba a prenderse en fuego en cualquier momento.

—Deku, tengo sed.

—Lo sé, mi amor, lo sé, traeré algo más para ti, pronto.

Los brazos del más bajo lo envolvieron de forma protectora y Bakugo pudo descansar con tranquilidad, después de mucho tiempo.

Fin

Hola todos, estoy corriendo, así que probablemente estuvieron viendo la última parte de mi proceso de edición mientras leían, perdón por eso.

Espero que disfrutaran la historia, como siempre es un gusto escribir para ustedes y gracias por darle una oportunidad.

Si ven algún error no duden en decirme se los agradecería mucho.

No siendo más nos leemos en otra de mis historias.

Los quiero.

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