Capítulo 23 || "Reencuentro con el pasado"
*Trece años antes*
— Mami no quiero ir a casa de esos señores otra vez—la dulce voz de una pequeña Maddie resuena mientras es arrastrada por la casa ya que se encuentra enganchada de la pierna de su mamá.
— Princesa te hemos dicho que tienes que pasar más tiempo con tus tíos, tu primo tiene una condición muy complicada y necesita estar con personas de su edad— las uñas de Lily acarician su craneo como hacía siempre que quería que estuviese relajada.
— Es que no me cae bien, siempre es pesado— la hace gracia ver lo protestona que puede ser una niña tan pequeña.
— ¿Qué dice papá siempre?
— Que hay que ayudar a los demás.
— ¿No vas a ayudar a tu primo entonces? El necesita que alguien con mucha luz que le ayude a ver lo bonito de la vida, ¿quien mejor que tú?— pellizca delicadamente la puntita de su naricita haciendo que la mueva como si fuese un conejo.
— Pero...— la mirada de su madre muestra que está decidido así que Maddie no le queda más opción que aceptar—, está bien mami, pero vas a tener que darme un besito— su puchero es sustituido por una sonrisa cuando siente unos labios llenarle el rostro de besos mientras le hace cosquillas.
— Tranquila, solo serán dos días— ambas se ponen de pie dispuestas a recoger las pertenencias de la niña.
En el camino cantan, ríen y conversar los tres, son una familia bastante básica, su casa no es muy grande pero es muy bonita, su escuela no es la mejor pero tiene mucho amigos, no mantiene mucha relación con familiares cercanos pero es muy feliz rodeada de sus padres, a los siete años Maddison ha conocido la felicidad más simple, no necesita nada más que la sonrisa de su mamá y las tardes jugando a las muñecas con su papá.
Una vez fuera de la casa que le ponía los pelos de punta la dulce Maddie se sostuvo de la mano de su mami sin querer apartarse de ella nunca, su padre se acercó para rodearla con los brazos y llevarla adentro envuelta en ellos.
— ¿No me he ganado una sonrisa de mi bebé?— su manita acaricia la barba de papá mientras le ofrece una tímida sonrisa y luego apoya su cabecita en su pecho.
«Ambos están aquí, ellos me cuidan. »
— Ya llegó la niña más linda del mundo— dice la señora Smith, madre de Noah, esposa de George y hermana de Lily.
— No soy una niña, ya tengo un diente flojo lo que significa que soy mayor, mami dile que soy mayor— su dedito señala acusatoriamente a su tía haciendo que todos rían.
— Eres enorme princesita— propina un suave beso en la mejilla de su hija haciendo que esta se calme—. ¿Y Noah?.
— Esta en su cuarto como siempre, cada día se encierra más y yo no sé si pue...— Lily no permite que su hermana termine de hablar ya que la envuelve en un abrazo consolándola.
— Todo estará bien, con la medicamentos mejorará, dale tiempo— Olivia asiente mientras los hace esperar yendo en busca de su marido, al poco rato llegan sonrientes con un ojeroso Noah en brazos.
— Richard hace mucho que no te veía, ¿como te encuentras?— George aparece siendo tan educado como siempre dándole un fuerte apretón de manos a el esposo de su cuñada y un casi imperceptible asentimiento de cabeza a modo de saludo a ella.
El padre de Noah era un ejemplo a seguir para muchos, trabaja para mantener a su familia, fiel, respetuoso, inteligente, el tipo de marido de libro que todas desean, por el contrario Richard era un hombre sencillo, trabajador sin dudas, carismático por naturaleza, demasiado dulce con su esposa lo cual era algo que se le recriminaba muchísimo pero el solo podía pensar en la sonrisa de felicidad de Lily mientras el la besaba, no había nada que le importara más en el mundo que hacer feliz a su mujer y su hija.
George era adicto a las apuestas, Richard a comprarle juguetes a su hija.
George ingería alcohol constantemente, Richard disfrutaba haciendo competencias con Maddie para ver quien acababa primero su batido de helado.
Uno representaba lo socialmente correcto, sin embargo, el otro era constantemente juzgado de blandengue por priorizar a sus dos mujeres.
¿Irónico? Tal vez.
¿Estúpido? Sin dudas.
Por otra parte, Olivia era una mujer serena, acostumbrada a ejercer como ama de casa y entregarse a su familia en cuerpo y alma. Lily era diferente, ella fue más volátil, le gustaba su independencia y libertad, no le importaba bailar en medio de la calle si a lo lejos podía escuchar una canción que le gustase, amaba la vida y pretendía enseñarle a su hija la belleza que había en ella.
Olivia era sumisa y doblegada, el tipo de mujer que hasta en la biblia te vendían. Lily era de las brujas que quemaban por herejía, por no aceptar una vida simple a la sombra de un hombre.
Olivia aceptaba y respetaba la idea de ser madre dándolo todo sin esperar nada a cambio, Lily siempre consideró que detrás de ese discurso incesantemente repetido en todos los medios de difusión se encuentra otro mensaje implícito que se basa en reforzar cierto rol dañino y esclavista: El de la figura de la mujer, madre abnegada y dedicada a dar su vida por servir a su familia y cuyo ejercicio de la libertad propia— en diferencia al del hombre— es, en consecuencia, visto como una actitud de libertinaje que merece el repudio social.
"Dar tu vida sin recibir nada a cambio como consecuencia de adoptar una norma social que consigue coartar tu libertad mediante la sutileza y el refuerzo positivo del rol a través del continuo bombardeo de estos mensajes y el esfuerzo negativo en todos los ámbitos de tu vida, haciéndote sentir mala mujer o mala madre por no cumplirlo, tiene un nombre y no es altruismo, es esclavitud."
No sabía cuántas veces le había ofrecido la misma explicación a su dulce hermana pero solo recibía de respuesta:
"Blasfemias, entregarte a tu familia es lo más hermoso que hay y lo entenderás cuando tengas una."
Años después Lily había creado la suya y seguía sin entender ni aplicar el modo de vida impulsado por su hermana, supongo que después de todo nunca estarían de acuerdo en cuanto a estos temas.
La reunión se alargó por un rato y Maddie seguía tratando de captar la atención de un visiblemente agotado Noah pero no la recibía, lo cual la había cabreado.
—Vete a la mierda, no me esfuerzo más contigo— todos levantaron la mirada hacia los dos niños y se escuchó la suave voz de Richard dirigirse a su hija.
— Pequeña pídele perdón a tu primo.
— Papi es que yo trato de hacernos amiguitos pero él... él...— sus ojos se habían llenado de lágrimas logrando que su padre la envolviera en un cálido abrazo.
— Eso es porque está nervioso, deja que se acostumbre a tu belleza, no todos estamos acostumbrados a ver a princesas tan de cerca— sus manitas restriegan sus mejillas y asiente tratando de volver a jugar con Noah.
— Rich creo qué deberíamos irnos ya, se está haciendo de noche y está anunciada una tormenta— él asiente y ambos se despiden de la pequeña llenándola de besos y prometiéndole que volverán en dos días.
El resto de la noche pasa tranquilo, le ofrecen una habitación a Maddie justo en frente de la del niño y cuando está dormida un ardiente dolor la hace chillar.
— No sé cómo será Richard contigo, conociéndolo seguramente demasiado permisivo pero en mi casa no se levanta la voz—. Distingue el cinturón en la mano de su tío, el cual le propicia otra fuerte corriente llena de ardor y dolor en sus piernas— ¡En mi hogar no se le habla a ningún hombre en ese tono!— otro latigazo— ¿Entiendes?
La pequeña ni siquiera podía articular palabra, no estaba acostumbrada a la violencia, sus padres nunca le habían ni siquiera levantado la voz.
— No hay respuesta— su risa sarcástica hizo que a la niña se le pusieron todos los pelos de punta—. Pues vas a pasar una noche reflexionando— la sacó de la cama y encerró dentro de un pequeño armario ubicado en el suelo.
Gritó hasta el cansancio, golpeó con sus manitas la puerta, llamó a su mamá y a su papá, nadie le contestó, nadie la salvó, gruesas lágrimas recorrían su rostro y notó que cada vez se sentía más grande dentro de aquel cajón con cerradura, el aire escaseaba, su cuerpo temblaba y tenía su camisón empapado por el sudor que corría y se magnificaba cuando rozaba sus piernas lastimadas contra algo.
— Una noche más y estaré en casa con mami y papi, solo una noche más.
No paraba de repetirse en susurros lo mismo una y otra vez.
— Soy una niña valiente, solo una noche más.
Tanto agotamiento acabó haciendo que se quedara dormida y cuando George le abrió la puerta salió huyendo hasta la cocina, no quería estar sola con él, no de nuevo. Un estridente ruido en la sala capta su atención y se dirige hacia ella viendo a su tía con el rostro lleno de lágrimas y el teléfono roto en el piso.
— ¿Estás bien tía?— se acercó lentamente .
— Maddie cariño...
— ¿Has hablado con mis papis?— su fina voz se lleno de esperanza.
— No Maddison, tus padres... tus padres...— la miró extrañada viendo lo mucho que temblaba.
— ¿Mis papis qué?
— Tus padres tuvieron un accidente anoche Maddison, no han aguantado— Nadie en su sano juicio le hubiese pronunciado esas palabras a una niña de siete años, y tal vez eso no nos demuestra que su tía no estaba del todo bien de la cabeza.
En ese momento la pequeña Mad se sintió como el gato de Schrödinger, muerta pero viva al mismo tiempo, viendo cómo aún siendo una bebé toda su vida se desmoronaba junto frente a sus ojos.
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Un vistazo al pasado, a lo que era la vida de Mad y lo que se volvió.
Espero que estén bien, besitos.
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