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4 | Alas

Azasell

     Quizás solo queria conocer el mundo, más allá del muro. De niño escuchaba historias, que quería conocer con mis propios ojos. En el exterior patrullaba como de costumbre la gran muralla, junto a mi hermano Anzem, ambos caballeros consagrados a proteger a la humanidad.

     —¿En que piensas? —me preguntó Anzem.

     Continuamos caminando, nos alejamos. Desde la distancia deslumbraba la majestuosidad y potencia del muro y las altas torres metálicas de la ciudad.

     —Regresemos Azasell —tras decirme eso comenzaron a sonar las alarmas, giré mi cabeza en dirección a mi hermano, una horda gigantesca de muertos se acercaba.

     Cruzamos al otro lado del muro sin poder evitar estar asustados.

     —Comandante, la situación es crítica... —pude escuchar a nuestro capitán informarle al comandante de la División de Defensa.

     Los fuertes estruendos de los cañones de alto calibre repercutieron toda la zona, mientras decenas de soldados se agrupaban en sus determinadas posiciones. Repentinamente, ocurrió una gran explosión en el muro, de donde salieron desparramados gigantescos trozos de hormigón y metal, que impactaron contra las edificaciones cercanas. No podía ver nada por la polvareda solo escuchaba los gritos de los soldados, el muro había sido penetrado.

     —¿Dónde estás hermano? —Lo llamé mientras desenvainaba mi espada, y me colocaba en guardia.

     —Al lado tuyo —respondió, desde mi izquierda—. ¡Penetraron el muro, debemos pelear! —agregó muy alarmado.

     La polvareda se disipó y comenzaron a saltar las chispas generadas por el impacto de las espadas de los soldados contra la de los muertos, el combate era inevitable.

     Rápidamente mi hermano y yo nos unimos a la defensa sobre nuestros hombros recaía la sobrevivencia de la humanidad.

     Decenas de muertos entraban por la gran brecha en el muro, podía ver sus podridas pieles y sus orejas largas de elfo, arremetían contra nosotros y nosotros contra ellos.

     El choque fue descomunal, me acerqué a un muerto y blandí mi espada fuertemente contra la suya ejerciendo tanta presión hasta el punto de rompersela junto a la coraza de su oxidada armadura, generandole un gran corte en el pecho

     —¡Procura mantenerte cerca, hermano! —escuché a Anzem.

     —¡Sí! —respondí mientras bloqueaba un fuerte espadazo de un muerto y lo contratacaba.

     Los soldados pelearon fieramente, tras varios minutos de extenuante combate, nos dimos cuenta...

     Estaba cansado sosteniendo mi espada, podía observar las amelladuras en la hoja de titanio enriquecido de ella. Respiraba forzosamente mientras veía a los muertos levantarse. No podíamos ganar, nuestra misión no era proteger la ciudad, era ganar tiempo para que terminara la evacuación.

     —Debemos irnos Azasell —dijo mi hermano Anzem.

     Comenzamos a alejarnos, teniamos que dirigírnos a la segunda posición de defensa. En ese momento...

     —¡¡¡Hermano!!! —el miedo recorrió mi espalda un gigantesco mandoble se acercaba a la cabeza de Anzem.

     El reaccionó con gran velocidad bloqueando el gran mandoble con su espada, recibiendo un choque tan bestial que reventó el suelo debajo de sus pies al punto de expandirlo unos cuatro metros a la redonda.

     Yo me cubrí la cara con los brazos de los trozos de piedras que se habían levantado. Entre mis brazos pude ver a mi hermano bloqueando el colosal mandoble de un ogro de 3 metros de alto.

     —¡Tienes que irte! —dijo Anzem mientras bloqueaba el ataque con su espada cada vez más hundiéndose en el piso mientras flexionaba las rodillas.

     El era el hermano mayor, el mayor debe proteger al más pequeño. Los soldados morían a nuestro alrededor, la humanidad iba a perder.

     —¡Me niego! ¡¡¡Me niego!!! —Arremetí contra el gran ogro mientras mi hermano sacaba fuerza de algún lugar y lograba contraatacar al contrincante y le hacía perder el equilibrio hacia atrás, de un salto caí sobre uno de sus hombros y enfurecido le clavé mi espada en el cuello derribandolo. —¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!

     El grito de la furia de la humanidad, en mi espada.

     ...

     7 años antes.

     ...

     Recuerdo que eramos solo un par de niños delante de las tumbas de nuestros padres, yo no paraba de llorar.

     —Azasell, a partir de ahora tenemos que aprender a ganarnos la vida.

     Amzen no lloraba, solo podía pensar en lo siguiente que haríamos.

     Hubieron noches que nos acostamos a dormir con solo un troso de pan en el estómago, otras noches nisiquiera teníamos agua para calmar la sed.

     En el mercado, corríamos cargando comida, la habíamos robado y el dueño junto a varios de sus empleados nos perseguían.

     En un momento chocamos contra un guardia, no sabíamos que hacer en lo absoluto, ese guardia no estaba solo.

     —¿Están buscando que les corten las manos? —preguntó él guardia.

     —¡Oye, oye, no vez que solo son niños! —Interfirio un caballero de imponente figura, que parecía ser su superior.

     Los mercaderes llegaron y estábamos rodeados.

     —¡Apartense de nuestro camino! —exclamó guerreramente Amzen. Los guardias no pudieron hacer nada más que reíra carcajadas.

     —Realmente tiene coraje —dijo otro guardia.

     —¡¿Ellos robaron mi preciada mercancía, por que no los encierran por maleantes!? —intervino uno de los mercaderes intentando agarrarme.

     El caballero lo detuvo y lo miró imponente, diciendole:

     —¿Cuánto te deben?

     Tras un momento los mercaderes se habían ido, y el caballero se volteó hacia nosotros.

     —Azasell, Amzen —al mencionar nuestros nombres era evidente que nos conocía—. Lamento llegar tan tarde, soy el capitán Jorsen de la División de Defensa. Pelee con sus padres contra los elfos y ogros en el exterior del muro, hace ya algún tiempo, supe que ellos murieron en combate.

     —¡Se supone que el Reinado tendría que habernos ayudado pero no lo hizo, ¿sabes cuantas veces tuvimos que pasar hambre y necesidad en estas dos últimas semanas? —Amzen protestó, no era capaz de quedarse callado, yo en cambio no sabía que decir.

     —Lamento llegar tarde —dijo Jorsen—. Vengan conmigo.

     No nos quedó otra que convertirnos en soldados, pero en definidas cuentas era lo que deseábamos, no podíamos dejar que este mundo nos aplastara. Teníamos que pelear.

     Nos encontrabamos sobre el muro que nos protegía del exterior.

     —Azasell, seguiré cuidando de ti pase lo que pase.

     ...

     Regresé de mis recuerdos. Repentinamente vi hacia abajo viendo la punta putrefacta de una espada oxidada traspasandome el abdomen. La sangre salió desparramada por mi boca mientras veía a mi hermano acercarse a mi con un indescriptible miedo en los ojos.

     Lo vi morir, su cabeza fue cortada por la hoja de espada de un muerto, otro ataque por la espalda. Miré al cielo, una lágrima recorrio mi mejilla, dolía. Era extraño, sentía libertad, aquella libertad que tanto habia anelado. Estaba a punto de morir, repentinamente calló del cielo una imponente figura de cabello blanco y ojos rojos, el polvo se disipó, todos vivo o muerto prestaron atención en él.

     Desemvainó su espada roja, y extendiendola a un lado fue embuida en leves llamas, era una presencia no menos que divina. Dijo:

     —Estoy listo. 


Y como siempre agradecerte por haber llegado hasta aquí, me gustaría saber sus opiniones en los comentarios así cometa por favor.

Un saludo especial a 👉  Tamisuta_ es una gran lectora que me a apoyado desde que comencé, puedes seguirla y apoyarla, estoy seguro que ella hará su tiempito para apoyarte. Uvitas para todos 🍇

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