25 | Osadía
La llama de fuego en plena nevada no se resignó a ser apagada por el frío, se mantuvo firme... resurgió.
Dryden Greends
—¡Arde! —Mientras mi corazón estaba siendo apuñalado por la espada de Rishten, mi cuerpo se envolvió en una incandescente llamarada que se extendió en forma de rayo de luz hasta el sielo.
La temperatura se había elevado a tal punto que todo el lugar se volvió lava a medio millón de grados kelvin, mi cuerpo incluso lograba opacar a un sol.
Rishten se encontraba a varios metros; el brazo con el que sostuvo la espada con la que me estoco estaba completamente calcinada.
Caminaba lentamente mientras mis brazos se regeneraban en y se cubrian de escamas incandescentes.
El aura de fuego a mi alrededor tomo forma de dragón, el cuál miró a mi enemigo imponentemente.
—¡Es realmente interesante! —exclamó el ebrio de exaltación, tras cambiar drásticamente su expresión a una muy oscura y aburrida dijo—. Eso no te salvará.
Extendí mi mano derecha en dirección a su rostro creando un pequeño sol de tan solo unos centímetros de diámetro. Lo disparé directo a su T, pero a pesar de que su velocidad casi rivalizaba con el de la propia luz Rishten fue capas de evadirlo deslizando su rostro a un lado.
La explosion que se generó detrás de él reventó el propio espacio agrietadolo como un fino cristal.
Rishten no aparto la vista ni por un solo segundo de la mía. Apareció delante de mí lanzandome un devastador ataque con su espada.
Rápidamente generé una espada negra y al bloquear la suya el suelo volcánico incandescente de bajo de nosotros se reventó en gigantescos bloques que salieron desparramados por el lugar.
Nos desplazábamos a una velocidad abrumadora en ese inhóspito terreno.
Bloqueaba y contraatacaba cada unos de sus ataques, a nuestro camino solo se generaba más destrucción.
Rishten desapareció y apareció a mi derecha, lanzandome un poderoso ataque con su hoja de espada cubierta en rafagas de energía negra como el humo.
Detuve su espada, las chispas y rayos al entrar en contacto ambos filos salieron desparramados. Lo miré frente a frente.
Su mirada solo me decía una cosa:
"No pelea en serio"
Contraataqué su espada expulsandolo a decenas de metros, debajo de sus pies el suelo se expandía levantando una gran zanja. Rishten impactó contra un gran trozo de roca de dónde se levantó una gran polvareda.
—¡Logras dar pelea! —gritó mientas extendía sus brazos a los lados apartando el polvo.
Su mirada comenzó a mostrarse sería. Instintivamente me deslicé a la izquierda observado como el lugar en el que estaba fue cortado por una ráfaga de oscuridad.
Rishten aprecio delante de mí lanzandome una poderla estocada con su espada directo a mi cuello, desvíe su espada con la mía.
Rápidamente hice aparecer otra espada en mi mano derecha y le hice un gran corte en uno de sus hombros, de él salió expulsada una corrosiva oscuridad.
Sin perder un solo segundo realicé otro ataque con mis espadas, un corte horizontal con ambas hojas de espada cubiertas en llamas.
Las espadas se detuvieron a pocos centimientos de su rostro. Rishten las miró y un brillo negro relucio en su mirada. Ambas espadas se partieron.
Otro ataque, envolví mi puño en llamas...
Él lo detuvo delante de su rostro sin ninguna complicación, lo aparto y lo apretó fuertemente. Extendió su espada a un lado y la recubrió en rafagas negras.
—¡¡¡Muere!!! —Su último ataque, uno cargado con el poder y la decisión de causarme la muerte.
Con una de mis espadas partidas, cubierta en fuego detuve su espada, con la otra le lanzé en un corte vertical directo en su torso. La fuerza que tuve que ejercer para hacerlo fue descomunalmente tan grande que los músculos de mi brazo derecho se incharon al punto de romperse.
Finalmente logré partirlo en dos.
Su cuerpo sin vida calló al lado mío, caminé hacia adelante y me recosté a un trozo de obsidiana.
Las heridas en mi cuerpo drenaban a gran velocidad. Tomé un respiro.
—Comandante Dryden al habla, ¿puedes escucharme Dan? —Intenté comunicarme con Dan.
—Alto y claro.
—Ven a mi posición lo más pronto posible.
—Entendido.
Dan Reinsd
Continuamos caminando, hasta llegar al centro del abismo en el se encontraba dos sujetos uno tirado en el piso y otro recostado a una trozo de roca, a simple vista no se podía distinguir quienes eran, parecían estar muertos.
Corrí para acercarme temiendo lo peor, me detuve sin saber que decir.
Daewinm, no entendía el lazo que la unía a ella con mi Comandante, al ver la horrible escena grito muy asustada:
—¡¿Dryden!?
Dryden, parecia estar muerto...
—Pensé que no llegarían —dijo él.
Comandante con una voz aunque devilitaba su presencia seguía siendo igual de imponente, revelando un brillo muy intenso es sus ojos color rubí.
Aún vivía, apenas, fue un gran alivio.
—¿Qué pasó? —pregunté, mientras veía a Borjas acercarse al cuerpo sin vida, partido en dos al lado suyo.
—Al parecer Gerald no terminó con todos los Souverän —respondió.
—¿Él era uno de ellos? —pregunté, refiendome al cadaver.
—Si, nunca estuve tan cerca de la muerte. Dime Dan, si Daewinm está contigo significa que terminaste con la misión.
—Si, esta hecho.
Tras escucharme Dryden hizo una breve pausa, en su rostro se marcó una sonrrisa llena de alegría. Tras tanto haber peleado.
—Muy bien.
Ayudé a levantar a Dryden, el realmente estaba muy mal herido, le dije:
—Conocí a mi padre.
—Lo supuse, ¿dónde está él en este momento?
—Fue a buscar a mamá. —Al responderle Dryden dejó de caminar y me miró fijamente.
—Dan, lamento decírtelo pero eso no puede ser posible. Ella... esta muerta.
No entendía por qué lo había dicho pero sus palabras en mi se clavaron como una cuchilla llena de deseperanza, no quería creerle.
—¿Por qué lo dices? Según mi padre sus contantes vitales se encontraban en sueño semi suspendido, se que pasaron años pero aún así...
—Lo lamento, pero así son las cosas.
Dos días después, la URS Lanceloft estaba a punto de terminar con sus reparaciones, pronto nos dirigiriamos hacía Fhensel, allí intentariamos comenzar desde cero.
El Comandante Dryden nos había contado lo que encontró en esa prisión, me asombre al escuchar el nombre de Aristell. Ella llegó junto a nosotros y nos contó lo mismo que a Dryden. Saber que yo era ese que hace más de doscientos años retó al Forjador de Vida Souverän, solo me dejaba caer en un hueco de incertidumbres.
Me encontraba en Sactum Garden nuevamente caminando entre las concurridas calles.
Todas las hadas habían desaparecido misteriosamente, después del enfrentamiento de Dryden contra Rishten. Esas pequeñas criaturas sólo eran un respiro de paz de Aristell estando tanto tiempo apresada.
"Aristell, gracias a ti cómo obtener el poder de Azasell; el poder de Un Dios de la Creación" le agradecí en mis pensamientos. Ella me brindó las respuestas, era simple solo debía matarlo.
Sea como sea, esta breve paz terminaría pronto.
—¡Miren a quien tenemos aquí! —Escuché una voz femenina a mi derecha.
Frente a una especie de cafetería se encontraba la chica de cabello y ojos color cielo que acompaña a Lards, se encontraba junto a un chico y otra chica.
—¿Ese no es el soldado que se nos escapó, no será peligroso? —le preguntó la joven muchacha a la peliazul.
—Puede que no —respondió, luego me miró
— ¿Te iras volando cómo la última vez?
—No. ¿dime, cómo te llamas?
—Dhalas.
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