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9

Linda lo ve en el sillón, pasando los canales de televisión con pesadez. Da un suspiro. Frank es tan cambiante que llega a fastidiarle, pero es su bebé, mejor tenerle toda la paciencia que se le pueda llegar a tener a una persona. Piensa en no molestarlo, después de todo, quizás luego regresaría con otra de esas sonrisas despampanantes que gritan "Gerard" a diez manzanas de distancia. Pero no es como si pudiese ignorarlo. Desde hace mucho que las preocupaciones de Frank pasaron a ser sus preocupaciones también. Así que dejando su abrigo en el perchero de la entrada, va a sentarse a su lado.

— ¿Hijo?

— ¿Uh? —suspira volviéndose a ella—. ¿Necesitas algo, mah?

Linda sonríe.

—Vendría necesitando que me dijeras qué sucede.

— ¿Siempre tiene que suceder algo? —ladea su cabeza, sonando verdaderamente fastidiado. Su madre le da una mirada severa, obviando su respuesta. El pelinegro suspira—. Estoy bien, mami.

— ¿Es sobre Gerard otra vez? —pregunta frunciendo su nariz, él se estremece—. ¿Qué pasó?

El avellana calla por un largo rato en el que decide jugar con sus dedos tintados. Recuerda cuando le dijo a Gerard que algún día quería tener muchos tatuajes, fue cuando se conocieron. Él no parecía muy entusiasmado en cuanto a la idea de una aguja taladrando su piel cuantiosas veces, pero con verlo feliz a él, el ojiverde no tenía problema. Acabó dándole muchas otras ideas para que el avellana las plasmara en su cuerpo. La mejor parte, según él, era que primero las dibujaba en su block y luego se las entregaba para obtener su aprobación.

Su cuerpo está lleno del arte de Gerard.

Quería estar en una banda, ese era su plan; tener un trabajo genial. Probablemente entonces, en Estados Unidos se legalizaría el matrimonio homosexual, él terminaría proponiéndosele al ojiverde primero porque la emoción siempre le puede mucho más, y luego adoptarían un bonito niño, quizás uno de tez morena. Lo hablaron tantas veces que ya podía sentir las diminutas manos entre las suyas, y ver claramente cómo los dedos regordetes se aplacaban a los largos y pálidos de Gerard.

Y ahora debe comenzar todo desde un principio. En donde Gerard no está. En donde sólo está la estela que ese accidente dejó, con su mente en un caos y él siempre testigo de ello. ¿Por qué Linda seguía dándole razones para seguir? ¿Por qué no sólo le decía que lo dejase ir tal como hizo Beta? Su madre lo incentiva a querer hacer que Gerard lo recuerde. Pero es que no puede hacer algo como eso. La alternativa queda en hacer que Gerard lo quiera, tal vez un poco, como hacía antes.

—Siempre es sobre él, mamá —murmura en voz quebradiza, pronto hay lágrimas deslizándose por su rostro. Se pregunta cómo demonios es que no se ha deshidratado, si todo lo que ha estado haciendo desde hace dos años es llorar.

—Oh, bebé, no llores —Linda extiende su brazos, y él claramente es lo contrario a un bebé, pero va a refugiarse en ella—. Cuéntame.

—Tenemos... varias semanas "saliendo" —hace comillas con sus dedos—. Va a la cafetería la mayor parte del tiempo, me vengo con él, me deja aquí y luego él sigue hacia su casa, pero...

—Pero... —asiente su madre, Frank encoge sus hombros.

—No... No es lo mismo.

—Frankie...

—Tú sabes cómo era él, mamá, lo sabes. Él prefería quedarse aquí, en lugar de irse a casa. Y se rehusaba a dejarme —risotea—, me abrazaba más fuerte para que no me fuese, y... lo malagradecido que siempre me sentí... por no mostrarme igual a él en ocasiones... ¿Está mal arrepentirme de eso ahora?

Lo mira con fijeza. Frank necesita esperanza, no alguien que le diga algo al respecto. Sus ojos brillan esperando por una respuesta que lo llene de seguridad, por lo que sólo se molesta en negar.

El tatuado absorbe por la nariz.

»He querido decirle que lo amo tantas veces, y me tengo que morder la lengua, porque para él acabo de conocerlo, ¿entiendes? —se ríe— Veo sus comics todas las noches... Me estoy torturando, mamá. Gerard no me amará igual que hacía hace ocho años, ni porque intente enamorarlo de nuevo. ¿Y cómo me lo hago entender si lo sigo amando igual, cuando él a duras penas sabe mi apellido? —suspira, las manos de Linda han ido a acariciar su cabello ahora corto, casi hasta la raíz, deslizándose por su rostro y así constantemente. En su voz siempre puede escuchar ese ápice de dolor que le hace querer abrazarlo con fuerza hasta que ya no sienta más que sólo su afecto.

—Frank, tú retomaste tu vida. No puedes dejar que Gerard te lleve abajo todo el tiempo.

— ¡Él no me lleva abajo, mah! ¡Gracias a él sigo aquí! ¡Gracias a él todavía me tienes respirando! Esperando por que algún día todo vuelva a ser como antes, pero no lo será, y yo no puedo aceptarlo porque soy un maldito idiota enamorado de alguien que...

Su pecho sube y baja agitadamente, con el horror pintándose en su expresión. Linda lo mira de la misma forma, dándole el chance de proseguir, pero no lo hace. Sólo posa su mano en su boca y llora, porque al parecer es lo único que sabe hacer bien. Su pecho escoza rotundamente y sollozando vuelve a los brazos de su madre, escondiendo su rostro en su cuello.

»Él está bien —murmura, más para sí que para ella—. Él sabe quién soy ahora. Él está bien, y yo lo quiero. Él está trabajando ahora, y quizás- lo vea más tarde... Sí...

Ignora los sollozos de su progenitora, dándose la tarea mental de abrirle un hueco a una pared con su cabeza. Perdió la cuenta de cuántas veces su madre ha llorado y sufrido la pena de su único amor junto a él, y le está agradecido. Sin embargo, se llama un imbécil por ser él quien la hace llorar todo el tiempo.

—Sí está —susurra ella, asintiendo y apretando el agarre por su espalda—. Sí está, amor. Lo está.

—Y yo lo merezco. Merezco a Gerard.

—Mereces a Gerard. A Gerard y mucho más.

*

Los comics van a su mochila, unos tras otros. Habría un total de catorce, o dieciséis, pero eso a cuentas viejas. No quiere volver contarlos, pero todos van a su mochila. Baja las escaleras regalándole una última mirada a Linda dormida en el sofá y acomodando su chaqueta se dirige a las afueras de Summit.

Una calle más abajo es donde se ubica el hogar de la familia Way. No hay un detalle que no recuerde de ella, incluso si a veces era un problema estar ahí por su suegro. No va nervioso, y aun así tiembla cuando el timbre resuena por toda la casa hasta afuera. Sabe que Gerard no está ahí, le comentó su horario de trabajo, no tardaría en llegar. Él sólo requiere de unos cuantos minutos sin interrupción para dejar los comics en su habitación y luego regresar a casa, tomar una ducha, descansar y esperar para verlo mañana por la cafetería. Casi una rutina.

Sin embargo, cuando ve la silueta robusta que viene junto a una cabellera rubia a través de la ventana plástica de la puerta, se hace la pregunta que debió hacerse antes de salir de casa: ¿cómo haría?

¿Cómo haría para verle la cara a esa familia luego de dos años de haber desaparecido? ¿Cómo haría para adentrarse sin que Donald lo estallase a golpes? ¿Con qué cara vería a Mikey, si es que éste se encuentra ahí?

Cuando da un paso hacia atrás para comenzar a correr lejos de ahí, la puerta se abre dejando ver a una extrañada Donna que parece empalidecer cuando lo ve trabado frente al umbral de su puerta. Hacen contacto visual por un largo par de segundos antes de que la señora, temblorosamente, aclare su garganta y decida romper el incómodo silencio.

— ¿Se te ofrece algo? —pregunta con el tono en el que siempre le ha hablado a él. No es un tono duro o malicioso, sino uno maduro con ese toque maternal que ligaba al dirigirse a Gerard y a Mikey también.

Él balbucea.

—Y-yo vengo... —respira agitadamente jugando con las trenzas de su mochila. Hace el ademán de quitársela una vez toma valor. Le deja ver ésta a la señora, con sus dedos en manos enguantadas acariciando la tela—. Tengo u-unas cosas que pe-pertenecían a- Gerard. Quiero regre-sarlas. ¿Está bien si... me permite- entrar?

La respiración de Donna se torna irregular, fijando su vista en la mochila. Frank siempre le ha parecido alguien inofensivo, le ha visto junto a su hijo tantas veces que quizás en un momento llegó tomarle cariño como uno. Siempre demostró su aprecio por Gerard, siempre. No permitirle el paso a esa casa —que bien también podría ser la suya— sería absurdo. Así que suspira, alzando sus comisuras en un aire nostálgico.

—Sí —asiente una sola vez, abriendo más la puerta para que él pueda pasar. Sonríe de lado rodeando la mochila contra su pecho y se adentra. Enseguida nota que todo ha cambiado, desde la decoración hasta el ambiente. Si antes no era un ambiente familiar, ahora lo es mucho menos, y siente a su pecho dar un vuelco, porque ni siquiera la presencia de Gerard puede iluminar el espacio. Aunque para él lo pueda iluminar todo.

Al encaminarse a las escaleras, se petrifica. Bajando éstas, Mikey lo mira inmutado, percatándose de cómo su pecho se alza repentinamente ante la sorpresa. Sus gafas siguen siendo las mismas que recuerda, y su cabello ahora es más oscuro, con sus ojos en maquillaje negro y combinando con su ropa. Tras el incómodo contacto visual, el Way menor sube la vista a su madre.

—Él sólo... irá a dejar algo a la... habitación de Gerard —intenta explicar ella, pero Mikey no se mueve ni dice nada. Solo puede verlo sin ninguna expresión en su rostro—. Sube, Frank.

El avellana gira a verla y asiente, dándole una última mirada al delgado postrado en las escaleras. No tarda en llegar a la puerta de él. Por más que hayan removido todo lo que adornaba su puerta antes, sabe que es esa, y respira aliviado cuando puede abrirla sin problema. Enciende la luz en donde recuerda el interruptor e intenta ignorar toda memoria que le proyecta ese lugar. Quizás sería la última vez que entrase ahí.

— ¿Qué es?

La gruesa voz de Mikey le sobresalta. Gira en sus talones para verlo de brazos cruzados en el umbral, da un vistazo a la mochila y hacia la cama. Presiona su mandíbula antes de tenderle la mochila.

—Son sus comics —el chico de gafas frunce su ceño, mirando también a la mochila—. Estaba pensando que... Ahora que él está bien, podría devolverlos, porque yo ya cumplí con mi parte. Quizás él lo quiera tomar como un regalo, porque mi nombre sigue ahí, pero no tiene ninguna fecha escrita. Volví a hablarle, estamos bien y... creo que es mejor regresarle una parte de él. Así que... —encoge un hombro—. Agradecería que se los hicieras llegar.

Aun varado en el umbral, Michael lo observa atónito, pasando enseguida a incrédulo. Su mandíbula tiembla y pronto los cristales de sus gafas se empañan por sus lágrimas. El avellana frunce el ceño. Mikey jamás lo había mirado con tanto... odio. Puede hacerse una idea del porqué, pero le da miedo. Por primera vez se siente indefenso ante el menor de los Way, y cree que debe salir corriendo de ahí cuanto antes, pero sus pies están clavados al suelo, buscando indagar en la reacción del castaño.

— ¿Crees que es gracioso? —una irónica sonrisa se dibuja en su rostro, le hace fruncir el entrecejo con más extrañeza—. ¿Para eso viniste, Frank? ¿Ah? ¿Para... burlarte, acaso?

El tatuado jadea, empezando a negar con su cabeza.

—Mikey-

—No entiendo para qué volviste. Tú no puedes burlarte de nosotros de esta manera, y mucho menos de mi hermano. Estábamos bien sin tu jodido culo por aquí, ¿sabías? Y te hubieras quedado con esa mierda, porque ya no la necesitamos.

—No, p-pero-

—Vete, Frank. Estás... demente. Vete.

—Mikey, por favor-

— ¡Que te vayas, maldita sea! ¡¿Qué no entiendes?!

Antes de que pueda formular otra palabra, el de gafas está tomándolo por las solapas de su chaqueta y empujándolo fuera de la habitación. Deja la mochila caer al suelo antes de cruzar la puerta y da traspiés cerca de las escaleras, intentando poner fuerza contra el menor pero no logra más que hacer que éste se impulse contra él, llevándolo a empujones y gritos hasta la planta baja.

— ¡Mikey! —el grito de Donna cuando el puño del castaño golpea su mandíbula con fuerza hace eco en su cabeza, la suficiente fuerza para dejarlo dando tumbos por un segundo pero no siente sangre. Toca la puerta de entrada y él mismo la abre. Sin embargo, Mikey ha logrado zafarse del agarre de Donna y le da un último empujón fuera de la casa junto a un golpe en seco que lo tira de bruces al suelo. Escucha gritos a lo lejos de una voz familiar, pero son opacados por Mikey vociferando:

— ¡Y ni vuelvas a aparecerte por esta casa, porque ni tú ni él están aquí!

Y da un portazo que ya no oye por la persona que llega a él con tono de suma preocupación. Tras parpadear repetidas veces, las largas pestañas de Gerard se abren paso en su campo visual. Los gritos lejanos han sido de él, y ha corrido desde esa distancia hasta el tatuado, más no pudo llegar a tiempo para evitar cualquier ataque.

— ¡Dios, Frank, ¿estás bien?! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Fue Donna?! ¡¿Qué te hizo?!

El avellana sólo alcanza a asentirle antes de retomar su postura, no acepta la ayuda que el blanquecino le ofrece para levantarse del suelo y sacude su ropa una vez está de pie. Jadea mirando a la casa.

—Fue... Mikey.

— ¿Mikey? —se acerca a él—. ¿Te golpeó? —asiente—. ¿Por qué? Frank, ¿qué hacías aquí? ¿Para qué-?

—Gerard, basta —posa sus manos frente a él—. Estoy bien, ¿sí? No me lastimó del todo. Sólo me maree.

— ¿Seguro? ¿Por qué hizo eso? Voy a ir-

— ¡No! —exclama tomando su brazo cuando quiere dirigirse a la casa, Gerard lo mira petulante—. No le eches... más leña al fuego. Por favor, mejor déjalo así. Yo estoy bien.

— ¿Estás bien? —murmura regresando a su lado, Frank asiente, entonces él asiente también. Suspira bajando sus hombros.

—Yo venía por otra cosa, pero... realmente no sé por qué él actuó así. Mejor debería irme a casa, y te pido que no le digas nada, Gee, no me meteré en problemas con Mikey, por favor.

Él lo mira, buscando qué decir, o qué hacer. Las acciones siempre suelen ser relevantes a las palabras, claramente preferiría expresarse de esa forma siempre que pudiese, por lo cual da un asentimiento de cabeza y comienza a caminar en dirección contraria a donde se encuentran. Frank gira sobre sus talones observándolo caminar.

» ¿Gee? ¿Adónde vas?

Gerard gira.

—A tu casa, o a otro lugar, si podemos. Quiero estar contigo, porque realmente dudo querer estar con ellos ahora.


Perdón por durar medio siglo sin actualizar y luego venirles con capítulos tan mierdas, pero los quiero :)

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