7
Se levanta de su puesto para ir a entregar el examen, seguro de él. Pero al dar la vuelta, Bob lo mira suplicante desde su puesto y presiona sus labios para no reír. A pesar de que la mitad ya ha entregado y están conversando bajamente, el profesor está realmente pendiente de todos. No es como si pudiese decirle una de las respuestas sin que éste se diese cuenta. Se lo hace saber con una mueca y una sacudida de cabeza, disculpándose con el movimiento de sus labios. El rubio suspira bajando sus hombros. Desistiendo va a entregar la hoja, y sin siquiera decir palabra puede escuchar los lamentos recurrentes en la mente de su amigo.
—Estoy jodido —dice Bob recostando su hombro a un lado de su casillero—. Como: realmente jodido. La verdad es que no sé si comprendes el concepto de "jodido", pero deberías buscarlo en Google, porque estoy-
—Dices "jodido" una vez más y te golpeo —sonríe irónicamente, su amigo rueda los ojos—. Te dije que si querías ir a esa fiesta que estudiaras desde antes. Pero no, ¿para qué escuchar a Frank, cierto? Frank sólo habla mierda que Bob nunca escucha. Es por eso que estás jodido.
—Eres el único idiota que estudia días antes de un examen.
—Seré el único idiota, pero no fallé los últimos dos exámenes —se encoge de hombros. Bob sólo vuelve a negar cruzándose de brazos, con esa mirada de molestia y dando un suspiro resignado. Lo hace reír, golpea su hombro—. Ánimo, Bobby. Aún nos queda camino por recorrer.
—Dices tú. Puto cerebrito —resopla haciéndolo reír nuevamente, acaba por sacar todo lo que necesita de su casillero y prosigue a cerrarlo. Pero una sonrisa curiosa se dibuja en el rostro del rubio que mira por encima de su hombro. Apunta con su barbilla—. Al menos tú no te puedes quejar. Disfrutaste tu fiesta. Incluso noté que te quitaste el piercing, y puedo imaginar por qué. Pídele que te lo regrese.
Tras guiñarle un ojo, su amigo comienza a caminar en dirección opuesta, dejándolo confundido. Hace el ademán de girar, pero unas manos cubren sus ojos y parte de su rostro antes de poder ver de quién se tratar. Siente un pecho pegarse a su espalda y de pronto un ligero aroma a perfume familiar llega a él. Intenta recordar a quién pertenece, y cuando recuerda siente a sus rodillas temblar.
Sonríe.
—Gerard, espero que sepas que el no poder ver nada me aterra como la mierda.
Las manos ajenas saltan de su rostro como si quemara, posándose en sus hombros y luego dándole la vuelta. Reprime su sonrisa al ver al pelinegro con sus ojos abiertos.
— ¿Es en serio?
No lo reprime más, suelta una risa.
—Sí, pero ahora estoy mejor ya que puedo ver. Gracias por su consideración, señor —hace un mohín. Muerde su labio cuando él finge alivio tras suspirar y poner una mano en su pecho.
—Eso sí que estuvo cerca. Por favor, no vuelvas a asustarme así.
—No prometo nada —alza sus manos, riendo a su par—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en clases?
El ojiverde muestra su dentadura en una sonrisa cómplice, arrugando su nariz y entrecerrando sus ojos. Frank lo imita, cruzándose luego de brazos.
—Tú mismo lo dijiste: debería, pero...
—Pero... —el almendrado mueve sus manos. Gerard suspira.
—Necesitaba hablar contigo.
— ¿Ah, sí? —alza sus cejas, el pelinegro frunce sus labios—. ¿Conmigo? ¿Y... para qué?
—Pues... —se encoge de hombros—. Me tomó mucha valentía, golpes de Mikey, también de Ray y violación a mi ansiedad para pedirte que me acompañes a un lugar cuando salgamos de acá. ¿Qué dices?
— ¿Violación a tu ansiedad? —se ríe—. ¿Para invitarme a salir?
Gerard cierra sus ojos jadeando una risa.
—Por favor, no lo hagas más difícil, sólo dame una respuesta —sacude su cabeza. Nada le toma al avellana darse cuenta de que el pasillo se halla vacío, y que su risa hace eco entre los casilleros—. Y no acepto un "no" como respuesta.
—Tengo cosas que hacer, Gee.
— ¿Cosas como qué? ¿Salir conmigo? Porque eso será buena excusa.
—No —alarga en otra risa—, tengo que estudiar, y practicar con mi banda. Hemos trabajado en ella, no podría abandonarla. Sector 13 ha tomado rumbo.
—Sector 13 puede esperar, Frank. Un día no les afectará. Además, ¿estudiar? ¿Eres del grupo de estudiosos?
— ¿Lo dices por cómo luzco? —hace su cabeza a un lado—. Puedo vestir como quiera y aun así querer ser inteligente, Gerard.
—Y eso me parece excelente —lentamente da con su puño en su hombro. El avellana vuelve a entrecerrar sus ojos—. Pero es en serio. Quiero que me acompañes a un lugar. Es especial. Y prometo que luego incluso iré a verlos practicar, sólo dime cuándo y dónde.
Luego de unos segundos de pensarlo y verlo juntar sus manos, suplicándole por una respuesta afirmativa, da un suspiro.
—Sólo si me prometes que correrás a tu sección antes de que McKagan te descubra —muerde su labio, visualizando al director al final del pasillo. Los ojos del pelinegro se abren.
— ¡Lo prometo, lo prometo!
—Entonces sí, ¡ya corre! —exclama cuando el director los llama, comenzando a caminar rápido hacia ellos.
— ¡Voy, voy! —da un par de zancadas, pero regresa a él sacando algo de su bolsillo—. Esto es tuyo —deja su piercing en su mano—. Descubrí que fui un idiota por hacértelo quitar, te ves mejor con él.
Le da un guiño antes de comenzar a correr al otro lado de pasillo, y no presta atención cuando McKagan llega él. Está muy ocupado sonriendo hacia donde el pelinegro se ha ido.
*
Carcajea cuando Gerard lo toma del brazo y comienza a correr, haciéndolo correr junto a él. No tiene ganas de preguntarle el por qué corren, prefiere seguirlo. Estuvo las dos últimas horas ignorando a Bob sólo por ver el bendito reloj que parecía que cada vez se movía más lento, hasta que el último timbre sonó y casi sale huyendo del aula. Dejó a Bob confundido, pero supone que vale la pena si se trata de huir junto a Gerard.
—Si nos vamos por acá el camino es más corto, pero si nos vamos por allá el camino es más largo y tendríamos más tiempo de conversar —murmura para sí cuando se detiene, posando ambas manos en su cintura. Frank sonríe.
—Por mí, cualquier camino va a estar bien —ladea su cabeza, el pelinegro sonríe, volviéndolo a tomar de la mano y cruzando en una esquina hacia una calle abierta. Le comenta que es una clase de atajo, de ida y vuelta, por lo que sabe que tomaron el camino corto. Va mostrándole otros caminos y explicándole otros más hasta que parecen dar con el sitio al que el ojiverde quería llegar.
Entre muchos árboles y ramas caídas, hojas secas y una carretera vacía, se encuentra un bonito parque de atracciones abandonado que parece estar en muy buen estado. Gerard no se resistió a decirle, la emoción le ganó esa vez. No le creyó cuando le dijo porque, ¿un parque de atracciones... abandonado? Eso sería imposible. El único parque de atracciones conoce está en el centro comercial, al parecer del otro lado de la ciudad ya que de hecho han recorrido una distancia considerable. Le dijo que tenía muchas historias, pero que sólo creía en la más realista: los dueños tuvieron que irse porque tenían mayores prioridades y sólo lo abandonaron, ahora la alcaldía se hacía cargo de ese sitio y para él es más importante de lo que aparenta. Y siguió sin creerle. Hasta que estuvieron rodeados por máquinas sin funcionamiento que hace a sus ojos brillar y a su pecho escozar cuando ve al pelinegro sonreír con tanta alegría.
Podría verlo sonreír todo el tiempo, piensa. Sería un honor causar esa sonrisa, con dientes diminutos y suaves labios. No sería algo de lo que pudiese cansarse.
—Ven, este es mi favorito —vuelve a entrelazar sus manos, guiándolos a un gran carrusel con caballos de distintos tamaños y colores. Dejan ambas mochilas al pie de la entrada y luego lo ve subirse con agilidad a uno de los caballos—. ¿Y? ¿Qué tal? ¿Ahora sí me crees?
—Te creo con todas las letras —asiente viendo a su alrededor—. Esto es... increíble. Se ve como si fuésemos dueños de un jodido reino —carraspea abriendo sus brazos, Gerard carcajea, yendo a igualarlo a su lado. No lo había imaginado desde el punto de vista de un "reino", pero ahora que lo piensa, tiene sentido. Y a su imaginación le agrada tal idea.
—Te dije que era especial.
—... ¿Y si es tan especial por qué me trajiste? —mete las manos en sus bolsillos, girando a verlo. Gerard se encoge de hombros.
—Sólo quise. Me pareció buena idea.
El avellana sonríe.
— ¿Seguro? ¿O es porque quieres que te la chupe de nuevo?
Puede ver el rostro del ojiverde sonrojarse casi enseguida, tiene que apartar su mirada de la de él y no puede evitar comenzar a reír. El pelinegro golpea su hombro.
—Tonto, no. Al menos... que tú quieras.
Ahora es él quien se sonroja hasta la orejas, haciendo al mayor soltar una carcajada.
—No, no, digo- ah —balbucea, arruga su nariz—. ¿Tú quieres?
—Frankie —risotea negando con su cabeza—, estábamos borrachos el día de la fiesta. Y por más que lo disfruté, realmente no me aprovecharía de ti de esa manera —se encoge de un hombro. Frank lo mira. Quizás tiene un tic nervioso y no lo sabe... O quizás él es muy estúpido para pensar en eso.
— ¿Supongo que gracias? —frunce su ceño, Gerard vuelve a reír. Estira sus comisuras siguiéndolo con la mirada hasta que vuelve a estar entre los caballos, parece buscar algo. Regresa a tomar su mochila y con una seña de cabeza le pide que lo siga.
—Quiero mostrarte algo —le dice abriendo su mochila y luego sacando un gran cuaderno, todo bajo la mirada almendrada. Lo mira con atención hasta que abre el cuaderno y entre las primeras páginas puede saber que se trata de un block de dibujos. La sonrisa va desapareciendo poco a poco, se acerca a él y detiene sus manos que pasan las hojas con rapidez. Entonces su sonrisa reaparece observando los bosquejos a grafito junto a otros a color.
— ¿Tú dibujas? —alza sus cejas, quitándole el cuaderno.
—Uhm... algo. No es tan genial como estar en una banda, pero me gusta.
— ¿Estás jodiendo? ¡Eres increíble! ¿Qué planeas estudiar?
—Ah... ¿Derecho? —arruga su nariz. Frank frunce su ceño, cerrando el block para golpear su pecho con él—. ¡Oye!
—Imbécil. Tú —lo apunta—, vas a estudiar artes. Y tú, vas a ser el mejor de todos, ¿me oíste?
El pelinegro presiona sus labios, reteniendo una sonrisa. El avellana continúa ojeando su block y diciendo lo geniales que son sus obras. Sus comisuras se elevan con cada una de sus expresiones. Debe parpadear repetidas veces para regresar a sí mismo.
—Ve la última página —apunta, Frank le hace caso, saltándose todas las hojas hasta el final. El avellana observa el dibujo fijamente, subiendo a verlo deliberadamente y jadeando por sus labios entreabiertos.
— ¿Soy yo?
—En efecto —suspira, tomando a tientas el block nuevamente—. He... intentado dibujarte ya varias veces, pero nunca consigo terminarlo. Hay algo que me falta que nunca puedo recordar. Creí que teniéndote en frente podría hacerlo.
— ¡Entonces hazlo! Vamos, quiero ver.
El ojiverde ríe buscando sus lápices en el interior de sus bolsillos. Del cuerpo plástico de uno de los caballos apoya el block y, escogiendo una página en blanco, comienza por trazar las líneas del rostro de su acompañante, que después de tanto practicar sus contornos, ahora ésta se mueve sola, sabiendo hacia dónde ir con presión para crear el marco adecuado. Girando unas cuantas veces a mirarlo consigue dibujar su cabello cubriendo sigilosamente mitad de su frente, pero lo ha hecho a un lado y le resulta más fácil. Dibuja sus cejas, bajando rápidamente hacia sus ojos en donde hace las sombras creadas por el maquillaje e incluso retrata el brillo que irradia de sus ojos. Al momento de comenzar a dibujar sus labios, debe volver a girar, no obstante, los orbes avellana se apoderan de los suyos oliva.
Su mirada recorre la contraria por unos segundos en los que decide ir a besar rápidamente su mejilla, y luego regresar a terminar el bosquejo en su block. Por el rabillo del ojo lo ve aun con su vista sobre él, y toma aire cuando la mano de Frank va a su mejilla, haciéndolo girar hacia él. El menor debe ponerse de puntillas para alcanzar sus labios, pero lo logra, dejándolo atónito. No le interesa dejar el block caer junto a su lápiz para corresponder al beso del avellana. Probablemente lo estuvo esperando desde que él tuvo que irse una vez la fiesta terminó. Se perdió entre las personas y por ende de él, pero quizás extrañó su tacto. Le hace saber que sí.
—Gee... Gee —ríe besándolo castamente, va a pasar los brazos por su cuello. Gerard hace un sonido con su garganta, rodeando su cintura para apegarlo a él—. Tu- tu block. Está en el- suelo. Gee —ríe en medio de otro beso, no lo dejaría ir.
—A la mierda el block. Te prefiero a ti.
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