15
Un año, dos meses, seis días después.
Su emoción le eriza la piel, y con ello su estómago ruge. Quizás debió hacerle caso a Linda cuando le pidió que desayunara antes de embarcarse a la estación de tren, pero apenas si dio un par de mordidas a sus tostadas cuando la bocina de Mikey estaba sonando a las afueras de su casa, y tuvo que jugárselas para no resbalarse con la fina capa de hielo que cubría parte de las escaleras de entrada. Sería jodido recibir a Gerard con medio rostro luciendo como Vincent, de la Casa de Cera. Le ha comentado tanto sobre esa película que muere por encerrarse en su habitación a verla junto a él, pero conociéndolos, seguro no llegaban a los créditos. Y puede que esa sea su parte favorita del filme. Su felicidad y la de su cuñado estaban por rebasar, incluso fueron escuchando The Smashing Pumpkins en honor al pelirrojo porque, merecía ser recibido de vuelta a Summit de la mejor manera posible, ¿y qué mejor que con su banda favorita sonando en el auto durante un largo recorrido? Eso le traería centenares de besos, y su sonrisa lo delata.
La estación está particularmente llena para ser vísperas de noche buena. Sería una semana dura, y aún no tiene ese regalo perfecto que le prometió. Gerard dijo que no debía preocuparse, porque de estar con él ya sería regalo suficiente, y eso le hizo retorcerse de ternura, ¡pero él realmente quería darle un buen regalo! Sin embargo, en cinco años de relación las opciones se van agotando poco a poco. Pronto se ve pensando en regalos repetidos, y otras veces considerando las palabras de su novio alegando que sólo su presencia en una linda noche suficiente. Probablemente le regalaría otro block de dibujos, o medias. Ha desarrollado este extraño gusto por los diversos pares de medias que no le importaría en lo más mínimo el gastarse unos cuantos dólares en otros cuantos pares de éstos. Verlo feliz lo recompensa todo.
—Relájate —alarga Mikey sacudiéndolo desde los hombros, pero su nerviosismo no se disuelve. Mikey puede ver por encima de las personas al ponerse de puntillas y saciar un poco de su curiosidad en cuanto a la ubicación del Way mayor, pero él no fue bendecido con un poco más de metro sesenta, así que debe hacerse a los lados, intentado buscar donde realmente no hay. Resopla.
— ¡No puedo! Ya déjame tranquilo.
— ¿No querrás que te vea así, verdad? —el menor canturrea— Vamos, Frankie. También estoy emocionado, pero tu ansiedad me está desesperando. Tranquilízate, ¿te provoca un café?
—Me provoca que te calles. No sabes lo que es no ver a la persona que amas por tanto tiempo y luego tener que esperar. ¿Alguna vez consideraste enamorarte, cuatro ojos?
Mikey rueda los ojos y desiste negando por lo bajo. ¿Para qué discutirle al devoto enamorado de Frank? De ser Gerard los papeles no se invertirían casi en lo absoluto. Deciden seguir esperando en silencio, hasta que escuchan una risotada venir de su lado. Una chica de intensos ojos azules y quizás unos años mayor que ellos les sonríe girando hacia ambos, tiene un bonito ramo de flores en sus manos.
—Jóvenes —disiente, con una sonrisa risueña—. Es dulce lo que dices, a pesar de cómo lo dices —vuelve a reír. Sin querer ser descortés, ambos muchachos regalan medias sonrisas con sus ceños levemente fruncidos—. ¿A quién esperas? ¿A tu novia?
Presionando los labios, ambos chicos intercambian miradas y jadean un par de risas divertidas que dejan a la joven dudando. Frank le asiente.
—Sí. Algo así.
— ¿Algo así? —la muchacha frunce el ceño, y él vuelve a asentir, pero no da tiempo a preguntar porque Mikey de pronto comienza a palmear su brazo y dar saltos con notoria emoción. Él se alarma y su mirada busca hasta toparse con una corta cabellera rojiza. Su cuñado le grita que vaya, sin prestarle atención a la curiosa chica y sin pensárselo dos veces, corre captando enseguida la atención del mayor que deja todo su equipaje caer para atraparlo entre brazos segundos antes de unir sus labios. Mikey risotea, palmeando el hombro de la muchacha levemente impresionada a su lado.
—Una pregunta, ¿estás en contra del amor entre dos hombres? —sus ojos se entrecierran detrás de sus gafas, en un tono divertido. La joven ríe encogiendo sus hombros al ritmo de su risa y niega. Antes de que una respuesta verbal sea dada, las puertas del siguiente tren se abren, permitiéndole salir a otra chica pelinegra de visibles tatuajes a la que ella le sonríe de inmediato. Da tiempo para que la pelinegra frente a él tantee sus bolsillos y le tienda una sencilla tarjeta blanca en tonos pasteles.
—Es de mi mamá, abrió una nueva floristería, por si en algún momento tus amigos desean regalarse de éstos —blandea el ramo en sus manos. El miope resopla una risa, viendo a la tatuada acercarse a ellos y un poco más allá a su cuñado junto a su hermano—. Por cierto, mi nombre es Frances, ella es mi novia Lindsey, y no, no estoy en contra, pero sólo si ustedes tampoco lo están.
—Mikey. Y por supuesto.
Entrecerrando sus ojos las ve alejarse luego de que la ojiazul le guiñase un ojo y le tendiera el ramo a la bonita y sonriente tatuada. Cuando los otros dos llegan a él con el equipaje de Gerard, les tiende la tarjeta.
—Para cuando se casen —el pelirrojo la toma con el ceño fruncido. Al ver qué es ambos sueltan una risa y el mayor se dedica a besar la mejilla de su novio para entonces tirar del cuello de su hermano y encaminarse a los tres al auto.
Eso ha sido demasiada casualidad, pero le hace reír. Espera que la tarjeta les sea útil pronto. Realmente pronto.
*
Frank se siente temblar cuando la voz de su suegra resuena encima de la mesa, apretando sus dedos en la mano de Gerard. El pelirrojo le mira, y en su mirada se desborda la seguridad así que suspira. No tiene que temer a nada, pero está nervioso. La mueca de su cuñado en el extremo de la mesa a su derecha también le tranquiliza, pero Donald está frente a ellos y se siente acorralado. Parece que en cualquier momento estrangulará la mano de Gerard. Donna comienza a servir la cena con un carismático aire que ciertamente le ha visto en un par de ocasiones, cuando Gerard le invitaba a quedarse en casa una que otra vez que decidía no prestarle atención a su padre que, con el paso del tiempo, al parecer ahora puede verlos juntos y no hacer un suplicio fuera de ello. Se siente aceptado bajo su mirada, por más que el cambio haya sido minúsculo y su mueca de disgusto continúe tangente. Al menos no les está gritando, y aceptó que Gerard lo invitara para la cena de noche buena. Le ha ofrecido a Linda venir, pero ésta ha dicho que ya tenía planes y tampoco quería arruinarlos, su madre lo merece.
—Frank —su nombre zumba roncamente de la garganta del señor, tensándolo repentinamente—. Gerard... me comentó que no estás estudiando.
Mal comienzo. Gerard suspira denotando indignación ante el comentario innecesario de su padre. Frank balbucea.
—S-sí, es... cierto.
— ¿Y hay una buena razón detrás de eso? —alza una gruesa ceja. Gerard replica por lo bajo, pero el tatuado posa una mano en su pierna tras darle una severa mirada. El pelirrojo baja los hombros, regresando a su comida. Donna y Mikey se mantienen callados, pero atentos a la escena.
—Quiero enfocarme en mi música. No suena como una gran profesión, pero para muchos lo es, y realmente quiero dedicarme a ello. Tengo el apoyo de mi madre y tengo el apoyo de Gerard, entonces —encoge un hombro, sonriendo de lado—, para mí es suficiente.
Un extrañamente cómodo silencio se expande entre las cinco personas alrededor de la mesa. Continúan comiendo callados hasta que Donna aclara su garganta.
—Es... asombroso que ambos se tomen en cuenta en ese tipo de cosas —sonríe—. Una relación en donde ambos se apoyen es sumamente primordial, el apoyo significa-
—Donna —replica el esposo de la señora.
—Es cierto, Donald —dice firme, le regala una mirada hostil de vuelta—. El apoyo en una relación también significa respeto. Y es importante que ambos muestren respeto por el otro, fundamenta su relación y el amor que sienten.
El pecho del menor se infla con patente felicidad, trata de buscar las palabras correctas con las qué responder, pero nada además de una enorme y sincera sonrisa es capaz de mostrarse de su parte. Gerard también sonríe, probablemente porque al fin su madre se ha mostrado imponente frente a su padre y que sobre todo ha sido para defenderlos a ellos. Por lo bajo le agradece y Donald no vuelve a abrir la boca además de para decir lo necesario, y por primera vez en los cinco años de relación que lleva junto a Gerard, al fin se siente parte de la familia Way.
*
— ¡¿Se puede saber qué mierda fue eso?! —salta el menor tras jalar el brazo del pelirrojo que larga una risa.
— ¿Qué fue eso de qué, amor?
—Tu padre no nos gritó, Gerard —enfatiza con movimientos de cabeza—, ¡en casi dos horas! ¡Estuvo viéndome la puta cara directamente por dos horas y no hizo nada! —jadeante mete sus manos a los bolsillos, risoteado— Increíble.
—Eh, ¿pero qué es lo que te sorprende tanto? —Way frunce el ceño, dándole un empujón al hombro del menor con su propio hombro. Frank se ríe— Él no podía estar en nuestra contra por siempre, Frankie. Tarde o temprano tenía que acostumbrarse al hecho de que estamos juntos. Han pasado cinco años, no tres días.
—Ya lo sé —vuelve a reír el tatuado subiendo de un salto a la rampa que rodea el carrusel, equilibrándose con los brazos logra mantener la postura, pero Gerard toma su mano para ayudarle a no caerse. Comienza a caminar poniendo un pie delante de otro—. Sólo que pensé que diría algo sobre lo inútil que es mi carrera musical, o el que no estuviese estudiando algo importante como la medicina o el simple hecho de que tenga múltiples tatuajes y el cabello largo.
—Amo tu cabello largo —Gerard frunce el entrecejo nuevamente, con una sonrisa vacilante—. ¿Qué tiene que ver?
Frank se encoge de hombros.
—No lo sé.
Un breve silencio se forma entre ellos y continúan el recorrido por la rampa, hasta que ésta se acaba y de manos entrelazadas se disponen a recorrer el parque. Hace frío y no le sorprende cuando comienzan a caer diminutos copos de nieve del cielo nocturno, iluminado solo por los faros de luz blanca. Ambos ríen mirando alrededor, Frank gira a verlo cuando deja un beso en el dorso de su mano aun entrelazada con la pálida. Gerard sonríe.
—Lo hablé con ellos. En la última visita a la universidad. Les dije que llegaría para vísperas de navidad y que te llevaría a cenar. Por supuesto, papá estalló, y te insultó, pero no me inmuté. Decidí hablar con ellos por separado: primero con mamá, luego con Donald —suspira—. Le di mi punto de vista, y ella lo comprendió. Sabes que nunca ha estado en contra de nosotros, pero acabó por aceptarlo. Luego Donald apenas si quería verme, pero tenía que hacerlo. También le di mi punto de vista, con calma, me tomé el tiempo para hacerle saber su error y qué tan exagerado ha estado siendo al respecto. Le dije que no dejaría de ser un hombre, que además soy un adulto y que soy lo suficientemente maduro como para tomar el control de mi vida sentimental, y que necesitaba que estuviese en todo, menos en ese ámbito.
»Él no te conoce, Frank. Nos ha escuchado teniendo sexo en mi habitación, eso le hierve la sangre y por eso me gusta hacerlo, pero no es la manera —vuelven a reír—. Quiero que te conozcan, Frankie. A ti, como tú eres. Que conozcan al Frank del que me enamoré. No quiero que se dejen guiar por tu apariencia, eres más que tatuajes y mal vocabulario.
— ¿También soy una linda sonrisa con lindos ojos? —arruga la nariz, el pelirrojo risotea.
—Para mí, por supuesto, para mis padres, no necesariamente —hace una mueca, riendo cuando el avellana maldice por lo bajo y acaban por reír los dos—. Pero ya, en serio. Quiero que mi familia te acepte, porque Linda es muy linda conmigo, y es tu única familia, así que...
—Bueno... No es como si Linda no fuese linda con todos por el respeto que suele mostrar, pero capto tu punto —suspira haciéndolos reír nuevamente, se pone de puntillas para alcanzar a rodear el cuello del ojiverde que no tarda en rodearlo con sus brazos de igual forma. Lo besa—. Pues debo decirte que sí me sentí aceptado, Gee —vuelve a besarlo—. Estoy orgulloso de que lo hayas enfrentado. Gracias.
—Es para que sepas lo mucho que te amo —susurra el mayor pasando uno de los largos mechones del tatuado tras su oreja.
—No hace falta decírmelo si me lo demuestras —sonríe Frank antes de besarlo, Gerard ríe en medio del beso y se ve obligado a separarse para agregar—: Ahora entiendo a Mikey cuando dice que damos asco.
—Asco —bufa—. Te refieres al que si ha tenido más de una novia es mucho, porque está prácticamente ciego y seguro se termina acostando con Bob.
—Eh, no te burles de la ceguedad de tu hermano —golpea su hombro sacándole una aguda risa—. Ni de los sentimientos de Bob tampoco. Mikey le dejó en claro su sexualidad.
—Yo que tú no alardearía mucho —Way alza sus perfectas cejas y el menor pellizca su mejilla frunciendo los labios.
—Bien, basta de hablar de ellos. Qué tal... —su mueca de lado va tornándose en una lenta sonrisa que enseguida el pelirrojo detecta como una seductora— Gee... ¿Te he dicho lo bien que te queda el cabello corto?
—Y ahí vas —gira los ojos, Frank se ríe.
— ¿Ahí voy?
— ¡Ahí vas! Primero me dices algo sobre cómo se ve mi cabello con esa sonrisita y ese tonito y ¡bum! Estás follándome duro contra Lucifer —Frank larga una sonora carcajada soltando su cuello—. Hablamos sobre eso, ¿sabes? Firulais tampoco está contento.
—Ah, Gee, por favor, no lo hemos hecho aquí —su mirada de perro regañado regresa, haciendo al mayor entrecerrar los ojos—. ¿Acaso no te gustaría?
—Oh, no, todo lo contrario, me fascinaría, pero en otro momento, Frankie. He tenido tiempo de visualizar nuestra relación a plano completo y...
— ¿Y...? —Frank frunce su nariz. Gerard suspira, bajando los hombros y tomando su cintura de nuevo.
—No todo tiene que ser sexo, Frank —estira sus comisuras en una leve sacudida de cabeza, temeroso a que su novio malinterprete lo que ha querido decir. Frank suspira, acariciando sus brazos.
—Por un momento sólo pensé que era una de nuestras maneras de... No lo sé, ¿llevar la relación? Tenemos sexo desde niños, Gee. Sólo... —chasquea con su lengua— Tienes razón. Lograremos controlarnos. Sabemos controlarnos. No somos adictos al sexo, ¿cierto?
—Bueno... A lo que a mí concierne, no. Pero ahora que lo pienso bien, será difícil mantenerme alejado de ti sin tener una erección —el pelirrojo ríe a la par del menor, escondiendo su nariz en el cuello tatuado—. Culpo a Raymond por retarte a que me la chuparas en esa fiesta.
—Corrección, fue gracias a Raymond y a Bob también. Le debemos mucho a esos imbéciles.
Gerard asiente en una sonrisa, es su turno para caminar por la rampa tomado de la mano del tatuado hasta llegar nuevamente al carrusel. Sacudiendo copos de nieve fuera de su cabello, el pelirrojo le dice que cierre los ojos porque le tiene una sorpresa. Frank frunce el ceño. ¿Una sorpresa? Llevan veinte minutos recorriendo el parque y no lo vio tan entusiasmado como cuando recordó que tiene una sorpresa para él. Se deja hacer por Gerard, permitiéndole llevarlo a encarar el gran y oscuro carrusel, le hace cerrar los ojos y con sincero aporte decide no arruinar la sorpresa de su novio. Tiene el leve presentimiento de lo que pasará, pero no puede ser posible. Aun así, pasan unos cuantos minutos antes de escuchar sonidos provenir de su frente, y con el corazón comenzando a palpitarle con fuerza Gerard llega a él tomándole los hombros. Le pregunta si no está viendo y con una sonrisa el tatuado niega, para luego sentir el pecho del Way mayor pegarse a su espalda, sus brazos rodearle el torso y su aliento rozar su cuello al susurrarle "sorpresa".
El corazón de Frank cae a su estómago cuando observa el hermoso carrusel en movimiento. Le preguntará el cómo lo ha hecho, pero el mayor ataca sus labios primero y luego le hace correr al carrusel, ambos sumidos en risas infantiles. Pronto todas las preguntas se esfuman de su cabeza, prefiriendo quedarse con la imagen de los dientecitos de Gerard ilustrando preciosamente su rostro. Le invita a sentarse en el suelo mientras siguen girando. Las luces de diferentes colores tintinean a su alrededor, con un control remoto Gerard las hace quedarse en luminarias amarillas. Entonces parece que ambos han quedado atascados en un árbol navideño, con nada más que las pequeñas luces rodeándolos. Desciende su mirada sorprendida a un Gerard concentrado en su expresión, así que se acerca a besarlo, y a disfrutar de él también.
—Ojalá pudiera encontrar otras palabras que no sean "te amo" —dice el pelirrojo luego de un rato. Frank cruzó sus piernas frente a él y el carrusel se detuvo cuando ambos se marearon. El tatuado sonríe, enternecido—. Ya no me es suficiente. Necesito algo que exprese más.
—Te amo más, Gee.
—Yo te amo incluso más.
Ambos ríen, probablemente recordando qué tan patéticos pueden estar sonando para alguien más, pero Gerard no miente. Muchas veces ha querido decir algo más, y "te amo" ya no es suficiente, ya no representa sus sentimientos hacia el avellana. Va más allá de un simple "te amo", y debe haberlo, sólo... Debe encontrarlo. Sus dedos juegan con el largo cabello de Frank, viéndolo sonreír, grabándose el contorno de su nariz, quizás deseando enumerar sus pestañas y memorizar el tono de sus ojos. Qué tan brillosos pueden tornarse bajo luminarias y cómo sus piel no deja de ser perfecta, ni siquiera por la pequeña marca que la varicela le ha dejado entre las cejas. Todo Frank es precioso, y joder, de nuevo ese sentimiento le envuelve. Es ese sentimiento que le hace sentirse débil, y luego querer llorar como un niño, porque lo ama tanto que le cuesta tolerarlo. Que le eriza la piel y se adueña de su pecho y su estómago, de su alma.
¿Cómo expresar eso con algo que no sea un "te amo"? Lo ve tan falto, tan poco. Frank merece más. Frank... Frank lo merece todo.
El castaño lleva su mano a acunar el rostro de Gerard. El instinto del mayor es llevar su mano a acariciar la contraria por sobre su rostro, frotándose instintivamente contra éste, sin dejar de verlo.
—Desearía poder mirarte como tú me miras —suspira Frank con su mandíbula temblante—. Con tanto..., amor, y cariño.
—Puedes hacerlo, Frankie —asiente el ojiverde entrelazando sus dedos desde el dorso tatuado—. Sí puedes. Mira...
Su mano libre va al rostro de Frank, donde el menor repite las acciones del pelirrojo, acariciando el dorso de su mano con la propia. Siente sus ojos escozar nuevamente. Es una reacción común al verlo detenidamente, llorar de alegría. Y es que se siente tan bien, tan propio. Tan de ellos. Frank besa su palma antes de entrelazar sus dedos y Gerard lo traiga hacia él, haciéndole pasar sus piernas por sobre sus muslos en una posición que si bien podría ser comprometedora, están lo suficientemente ocupados dedicándose un caluroso beso que resulta necesario para el congelado clima.
—... Cásate conmigo.
Frank aleja su frente de la contraria, abriendo los ojos y dejando de respirar. Pero Gerard además de lucir melancólico, también luce esperanzado. La mandíbula del tatuado tiembla.
— ¿Ca-casarnos?
—Sí. Cuando legalicen el matrimonio entre el mismo sexo, en unos años, ahí, cásate conmigo. Ya hasta tenemos florista —respinga alegre—, sólo... Acepta.
El menor vacila sonriente.
—P-pero... ¿Cómo estás tan seguro de que en unos años lo legalizarán? —jadea una risa— Gee, nosotros- nosotros no necesitamos ningún papel con nuestras firmas para- poder...
Lentamente la sonrisa del pelirrojo desaparece, desconcertado. La ansiedad les comienza a brotar, y pronto Frank solo está impaciente por que Gerard diga algo, lo que sea, pero que no se quede callado porque lo está matando.
—Así que... —el mayor suspira— ¿No te quieres casar conmigo?
— ¿Qué? —Frank respinga— ¿Qué? N-no, digo ¡sí! ¡Pero no! —carraspea frustrado, viendo a Gerard sumirse en confusión. El avellana suspira— Cariño, no es que no quiera casarme contigo, es solo que... No quiero que pienses que debemos esperar a que al jodido gobierno le dé la gana de legalizar el matrimonio gay para empezar a tratar nuestra relación como un vínculo fuerte, ¿comprendes? No quiero- que pienses que para consolidar nuestra relación necesitamos casarnos, porque sé de parejas que han estado toda una vida juntos y no están casados. Lo quiero todo junto a ti, y casarnos está en la lista, por supuesto, pero vivimos en un mundo de ignorantes y... Por favor, entiende lo que quiero decir. Podemos utilizar los anillos, si eso quieres, y presentarme a tus colegas como tu esposo, no tendré problema, yo haré lo mismo. Estamos juntos en esto.
Gerard parpadea una vez, lento, procesando las palabras de su novio. Acaba por cerrar los ojos y reír, entrelazando su mano con la tintada y depositando un beso en su dorso antes de dejarse caer de frente contra el hombro del menor, el cual lo rodea en un abrazo y ríe a su par.
» ¿Te asusté, cierto? —murmura en su oído, Gerard asiente, riendo de nuevo— Lo siento —besa su mejilla, suspirando—. Te amo.
—Te amo incluso más —susurra el ojiverde tras buscar los labios contrarios.
Atesoraría esos momentos hasta en la tumba.
—Sé que será difícil con el tema de tu carrera —dice Frank—, pero intentaremos seguir como vamos, hasta que tú te gradúes y yo..., busque qué hacer, en realidad no tengo idea. Pero la distancia no nos será problema, trabajaremos en eso, porque en serio quiero una vida juntos.
Se abre un amplio silencio entre ambos que sólo es acompañado por sus respiraciones y la fría ventisca que trae consigo más y más copos de nieve que lentamente van cubriendo el suelo. Frank no recuerda haber sentido tanto alivio. Ante la propuesta del pelirrojo, está seguro de que es esto lo que quiere hacer cada navidad: sentarse junto a él a observar la nieve caer. Quizás ahí, sentados en medio de su reino, o quizás en casa, en donde estarán cómodamente abrigados tomando café caliente. Cualquier lugar será la ocasión perfecta, mientras estén juntos.
—No tienes que preocuparte por mi carrera... —murmura Gerard de pronto— Voy a dejarla.
El avellana respinga haciéndole a él sacar la cabeza de su hombro, la estupefacción toma lugar en el rostro de Frank, pero antes que éste puede decir algo, Gerard se adelanta.
»Lo hago porque es el momento, Frankie. Es hora de que tome mi propio camino. Donald ya no se interpondrá, él ya hizo suficiente, y si quiere pasarse de la línea tendré que llevarlo a asuntos legales, tengo el apoyo de Shannon, es mi abogado y hemos hablado acerca del tema. Yo..., necesito ir por mi carrera artística, lo haré en una universidad pública si hace falta, pero lo haré. Y necesito tu apoyo, porque eres importante, Frankie, no podría-
Las manos tintadas tiran de su rostro y Frank estampa sus labios contra los de su novio. Gerard ríe tomándolo de los hombros. ¿Qué tan extraño sería entrar a un parque abandonado de noche, en vísperas de navidad y encontrarse a dos hombres besándose en el suelo de un viejo carrusel iluminado? Mejor no pensar en eso, nadie puede interrumpirlos estando ahí. Es el único sitio que los ha refugiado por años, en donde saben que puede compartirse y no ser juzgados por el mundo, su lugar de escape, su punto de referencia, su lugar secreto. Ahí son felices, sólo ellos dos. Con fuerza el tatuado abraza al mayor y le repite lo orgulloso que está de él, de que por fin haya tomado las riendas de su vida y le haya puesto colores a su historia a blanco y negro.
Pero ahora marcarían pasos juntos, harían planes, todo sería adecuado y a la medida. Y sin dudas, esa es la mejor parte:
Lo harían juntos.
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