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11

"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza...
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto."

Poema 15, Pablo Neruda.


Con tranquilidad caminan hasta la casa Iero. O al menos Gerard va tranquilo, porque su nerviosismo ha traspasado barreras desde que mencionó el irse junto a él a casa o a cualquier otro sitio, mientras que fuese con él. Claramente no se negaría, de hecho, es un enorme avance el que haya sido él quien diese la iniciativa. Le quita un notorio peso de encima.

Al llegar, él está a sus espaldas, y al encender las luces se encuentra con la televisión apagada y el sofá en donde anteriormente dormía su madre estando intacto. Suspira haciéndolo pasar y el ojiverde le dedica una sonrisa accediendo. Pregunta por su madre elevando la voz, recibe una respuesta desde la cocina. Tomando por instinto la muñeca de su acompañante, lo dirige a la cocina en donde ella sonríe al verlo.

—Mamá —le regresa la sonrisa—. Quiero... presentarte a alguien.

— ¿Ah, sí? —ríe ella, removiendo el contenido de su taza con una cuchara— ¿Quién?

—Mamá, él es Gerard —apunta al chico a su lado. Él sólo alza su mano, murmurando un "hola" que no inmuta a la mujer, pero al girar a verla ella tiene sus cejas arqueadas y ha detenido sus movimientos.

— ¿Gerard?

—Sí —asiente—. Él... va a quedarse aquí esta noche. ¿Te parece?

Su madre titubea. El tatuado desearía que no lo hiciese. Lograría ponerle todavía más nervioso y no es claramente su objetivo. Agradece internamente cuando sonríe.

—Está... está bien, hijo. Sólo... tengan cuidado, ¿sí?

Ve al blanquecino descender su mirada, presionando sus labios para no reír. Hace el ademán de golpear su hombro y él suelta una risa que lo hace sonreír por encima de su rostro sonrosado.

—Estaremos arriba, mah.

—Fue un gusto, señora Iero.

Ve a su madre sonreír antes de salir, aprovecha para acercarse al mayor.

—La próxima vez sólo llámala "Linda", ¿sí?

—De haber sabido su nombre lo hubiese hecho, Frank.

—Eh.

—Eh, tranquilo. Es jugando, pequeñín.

Antes de que golpee su hombro abre la puerta con el poster de Linkin Park, suponiendo que es esa su habitación. Se sonríe a sí mismo cuando se halla en lo correcto. Detrás de él entra el dueño del espacio. Lo observa ojear su habitación apoyando su espalda de la puerta.

—Es una habitación bonita para ser pequeña —sonríe dejando su mochila a un lado de la cama. Frank se encoge de un hombro.

—Ha sido la habitación de toda mi vida. Es... una de las pocas cosas a las que puedo denominar mías. Amo este lugar.

—Es genial —asiente, acercándose cautelosamente a él—. Tu cabello.

— ¿Qué tiene mi cabello?

—Es corto —ríe—. Me gustaba cuando estaba largo. Nunca cumplí mi sueño frustrado de pasar mis dedos entre él, pero ahora puedo ver los tatuajes en tu cuello, lo cual resulta mucho mejor.

Descendiendo su mirada, el menor ríe. Sube a verlo frunciendo su nariz

— ¿Estás coqueteando conmigo?

— ¿Lo estoy? —frunce igualmente su nariz. El avellana jadea una risa antes de ir a rodear su cuello con sus brazos. No hace falta ponerse de puntillas para alcanzar sus labios.

Las manos del ojiverde van a rodear su cintura, entonces Frank comienza a encaminarlo hacia la cama. Gerard cae sentado, invitándolo a sentarse a horcajadas sobre él. El tatuado no duda en hacerlo, pero se molesta en remover su chaqueta y hacerla a un lado primero. Gerard hace lo mismo con su típico abrigo negro, dejándole ver una camisa del mismo color. Rápidamente va a apagar las luces, entreabriendo las cortinas de la ventana para que algo de las luces de los postes se cuele por ésta, y entonces regresa a él.

Lentamente cae sobre su regazo, comenzando por despojarlo de su camisa y luego del resto de su ropa entre besos fogosos. Ahoga sus gemidos en su boca y se entretiene besando su cuello con sutileza. Siente su respiración entrecortarse junto a los vellos de su espalda erizarse cada cierto tiempo que hacen contacto visual. Los dedos pálidos se incrustan a su espalda, mientras que su otra mano va a acariciar la parte trasera de su cabeza. Baja sus besos hasta su pecho, escuchándolo jadear. Se separa para ir a remover la última prenda en su cuerpo. Su miembro reacciona sólo con tener la vista del ojiverde encima de él.

Muerde su labio.

—Date la vuelta.

Titubeante y sin despegar su vista de él, Gerard hace caso. El blanquecino lo ve levantarse y abrir un cajón de la mesa a un lado de la cama, saca una caja oscura junto a un envase con líquido transparente, y entonces regresa tras él, en donde su entrada se halla a total merced del tatuado. Jadea al sentirlo acariciar su espalda y su cintura, bajando luego por sus muslos y por último dando un apretón a ambas de sus nalgas. Lo siente pegar su pecho de su espalda.

»Prometo ser cuidadoso —besa su hombro. Dándole una mirada por encima de éste, le asiente. Él sonríe tras besar su mejilla y regresa a su puesto.

De la caja oscura toma un condón, y luego de colocárselo va a verter lubricante en sus manos. Pasa primero por su pene antes de ir a lubricar la entrada del ojiverde, e introduce un primer dedo que lo hace jadear y reprimir un gemido. Añade un segundo cuando lo cree suficiente, avisando que haría el siguiente movimiento en cuanto él estuviese listo. Una vez Gerard asiente, prosigue a guiar su erección a él. Maldice en un murmuro cuando está completamente en su interior.

El mayor cierra los ojos, mordiendo su labio con fuerza. Frank comienza con movimientos lentos que juzgando por los gemidos del ojiverde van aumentando su velocidad.

—Oh, por Dios —jadea el teñido. Frank besa su espalda, hombro y cuello, dejando una pequeña mordida que le hace reprimir otro gemido.

—Gime —murmura en su oído—. Gime para mí, Gee.

—T-tu madre- puede... ¡ah! Oírnos... Mhmm.

—Mi madre no importa. Necesito que gimas, para mí. Hazlo. Por favor.

Una lamida a su cuello es suficiente para desistir ante él. Manda a la mierda todo a su alrededor, a excepción del increíble acto que realiza Frank para él. Suelta leves gemidos que poco a poco van subiendo de tono, al igual que las embestidas que Frank le proporciona.

—Ah, mierda —gime, soltando un pequeño sollozo—. ¿Por qué esto se siente tan bien?

Hace a Frank sonreír antes de tomar su cintura y detener sus movimientos. Con un ágil movimiento logra darle la vuelta, subiendo su pierna a su hombro logra inclinarse para besarlo. Lentamente vuelve a penetrarlo, y esta vez disfruta de poder verlo a los ojos, besar sus labios, su rostro y gemir en su cuello cuando se viene, dando un par de estocadas más hasta que lo siente venirse entre ellos. Entonces besa su frente, sus párpados, mejillas, labios y mentón antes de recostarse en su pecho a escuchar los fuertes latidos de su corazón.

*

Gerard sabe que Frank no duerme, porque siente las caricias de sus dedos en su pecho y cómo de vez en cuando restriega suavemente su rostro de él. De por sí han quedado exhaustos, pero prefieren mantenerse despiertos por alguna razón que ambos desconocen. Acaricia su espalda con su mano, subiendo luego por su cuello. Pasa su mano por su corto cabello. Le hace enderezar la cabeza para verlo, regalarle una pequeña sonrisa y dejar un beso en su pecho antes de volver recostarse.

—... Ni siquiera puedo recordar mi primera vez —risotea por lo bajo, haciendo la cabeza del avellana levantarse de nuevo—. El accidente... se llevó todo. Y es jodido, es bastante jodido, porque... Dios, daría todo por recordarlo.

El avellana desvía su mirada unos instantes. Más allá de la punzada en su pecho y estómago, debe pensar en qué contestarle sin que sea notorio el naciente nudo en su garganta. Cuando halla algo que puede ser eficaz, absorbe por la nariz.

—Bueno... apuesto a que fue asombroso, a pesar de todo.

El blanquecino vuelve a reír. Sus pequeños dientes resaltan de los paréntesis que se forman a los lados de su boca. Le hace sonreír a él de igual forma.

—No todas las primeras veces son asombrosas, Frankie. Realmente no sé si las películas o los libros de novelas mienten, pero... he oído de primeras veces que han sido un completo desastre. Y yo... probablemente era virgen hasta ahora, podría asegurarlo.

—Dudo que lo haya sido —consigue reír junto a él—. Si te tranquiliza el saberlo... mi primera vez fue... más allá de asombrosa. Fue... maravillosa, emocionante —da un pequeño suspiro, pestañeando una vez—. Yo daría todo por repetirla.

Los dedos del ojiverde acarician su rostro en todo momento, y él sólo puede restregarse sutilmente contra éstos porque, además de amar su tacto, el extrañarlo era insólito. Intercambian miradas por un largo rato en el que él parece querer decir algo, pero no encuentra las palabras correctas para formular.

—... Cuéntame acerca de ello —susurra entonces.

El tatuado siente a su corazón latir con fuerza. Las punzadas en su pecho y estómago se vuelven constantes, sin mencionar que al suspirar repetidas veces los vellos de su brazos y espalda descubierta se erizan. Toma con delicadeza la mano izquierda del mayor, depositando un suave beso en su palma. Entonces le asiente.

—Yo estaba en la escuela todavía. Tenía unos... ¿catorce años?

— ¿Catorce? —arquea sus cejas—. La juventud de antes era alocada.

—Sí —ríe, sacándole otra risa a él—. Yo tenía catorce, y este chico... La parte graciosa es que de hecho fue con un chico.

— ¿A los catorce años ya sabías que eras gay? Eso fue... rápido.

—Debía descubrirme en algún momento, y él me ayudó, bastante —suspira, jugando con sus dedos. Absorbe nuevamente por la nariz—. Él era mayor que yo, pero me gustaba, e iba a la misma escuela. Un día él... quiso quedarse en casa, y mamá no tenía ningún problema, así que... Sólo pasó.

— ¿Sólo pasó? —vuelve a reír, el tatuado sólo asiente con una pequeña sonrisa, repitiendo sus palabras por lo bajo—. ¿Y luego qué pasó con él?

—Pues... —suspira presionando los labios, niega—. Creo que sólo... no se dio. Nos dejamos. Él... se graduó, y no volví a verlo.

—Oh... —es lo único que sale de sus labios. El avellana vuelve a asentir y el silencio regresa a ellos. Sus dedos acarician la muñeca del ojiverde mientras su mano sigue acariciando su mejilla y él esparce diminutos besos en el dorso de ésta—. Bueno. Él se lo perdió.

Le hace soltar una risita. Sus ojos se cierran y disfrutando del tacto contrario, siente a sus ojos picar y a su garganta cerrarse. Sabe que sus ojos se han cristalizado cuando vuelve a abrirlos e intenta dedicarle otra de esas sonrisas. La luz hace ver a sus ojos aún mas verdes, haciéndole a él preguntarse en qué momento se perdió del notorio cambio de color. Recuerda perfectamente el cambio de color en sus ojos, cada uno de ellos. Y esa mirada es la que suele tomar cuando lo ve a él, y sólo a él.

Le agrega una gota al barril de su esperanza, que al parecer, después de todo, no está completamente perdida.

—No —susurra en un hilo de voz—. Seguro que no lo hizo.

Sus vellos siguen erizados, acariciando con parsimonia su rostro contra su mano. Gerard lo mira en todo momento, queriendo deducir qué es lo que corre por la mirada avellana. La falta de claridad no es preponderante, observa sus orbes con fijeza, esperando que éstos transmitan un poco más que no sea lo que tiene en mente.

De pronto se ve rogando rotundamente que no sea lo que tiene en mente, porque entonces no lo soportaría. Pero tampoco debe engañarse... lo adoraría.

— ¿Qué? —el mayor jadea una risa al verlo pestañear repetidas y entrecortadas veces. Frank ladea su cabeza.

— ¿Qué de qué?

— ¿Por qué me miras así, Frankie?

— ¿Así cómo?

—Así, con los ojos... brillosos.

El tatuado pelea con su nostálgica sonrisa de comisuras elevadas, encogiéndose de hombros. Pero nunca retirando su vista de él.

—Porque me haces feliz.

Los labios del blanquecino tiemblan.

— ¿Feliz? —Frank asiente—. ¿Te hago... feliz?

—Sí. Justo ahora. Estás haciéndome feliz justo ahora.

Una risita sale entre sus dientes, originándole otra pequeña sonrisa de su parte.

—Por favor, no llores —ríe limpiando una fugaz lágrima—. Me harás llorar a mí también.

—Son lágrimas de alegría —risotea él, removiendo éstas también.

—Creo que también me haces feliz. Justo ahora —le oye decir, paralizándolo—. Justo ahora también estás haciéndome feliz.

La mandíbula del avellana tiembla, mirándolo con mayor fijeza. Incluso sus párpados revolotean y sus dedos tiritan alrededor de su muñeca. Lo mira tomar su mano y esparcir minúsculos besos en sus tintados nudillos. Es cuando decide ignorar al nudo en su garganta.

—... ¿Puedo besarte? —susurra—. ¿Por favor?

Frank bien sabe que para besarlo no necesita un permiso, teniendo la oportunidad de besarlo cuando quisiese. Mucho le cuesta asimilar a éste Frank con el Frank que le pedía gemir para él hace una hora, pero no quiere arrebatarle sus buenas intenciones. Así que sólo se limita a asentirle.

El avellana tiembla al momento de acercarse. Propinando un silencioso sollozo, con cuidado posa su mano en su mejilla y vacila sobre sus labios antes de presionarse tenuemente contra ellos.

Lo besa con temor, a pesar de que lo ha besado tantas veces que pudo llegar a desgastarse. Lo besa con delicadeza, como si sus labios fuesen a quebrarse en cualquier momento, aun sabiendo que no sería posible. Lo besa con furor, creyendo que si no cierra sus ojos con fuerza, él desaparecería. Lo besa con pasión, y dulzura. Toda la dulzura que le debió, toda la dulzura que le faltó. Toda la dulzura que no le entregó cuando pudo y de la cual se arrepiente contundentemente.

Lo besa con tristeza, vigor y fibra que no le ofreció cuando tuvo que hacerlo. Se entrega en un simple beso, que deja ser simple cuando abre sus ojos y son los de él con los que se topa.

Deja sus labios rozar con los suyos para regalarle una significativa mirada. Lo besa superficialmente y junta su frente con la de él. Cierra sus ojos.

— ¿Qué tan rápido sonaría el decirte "te amo"?

Las manos del blanquecino van a tomar su rostro. Y a pesar de que esperaba una mirada de total estupor, ésta no está más que llena de ternura para brindarle.

—Bastante rápido —le sonríe—. ¿Te sientes de esa manera?

—Sí. Pero sé que tú no —da una risa nasal, negando con su cabeza. Gerard titubea.

—Quizás no... Pero podría aprender, Frankie.

El tatuado niega.

—Tú no aprendes a amar, Gee. Debes sentirlo. Aquí —la yema de su dedo roza con su pecho—, con mucha fuerza. Pero está bien. Te amo, de todas formas.

Es la mirada del blanquecino la que se torna cristalina esta vez. Sus manos temblorosas acarician el rostro del avellana y jadea, parpadeando repetidamente.

—Te conozco... —murmura. El pecho de Frank da un vuelco— Te conozco.

Como si su piel quemara, las manos tintadas se alejan de su rostro y su torso, estremeciéndose con sumo nerviosismo. Baja de su regazo para acostarse a su lado, pero cuando intenta cubrir su rostro con las mantas, las manos contrarias se lo impiden.

» ¿De dónde? —susurra temblorosamente— ¿De dónde te conozco, Frank? ¿Cómo-? ¿Cómo?

Silenciosamente el avellana solloza. Toma su almohada, abrazándola y escondiendo mitad de su rostro en ella, de manera que sólo puede verlo con su ojo izquierdo. Y desearía, por primera vez; no verlo del todo.

» ¿Cuánto, Frank? —pregunta luego— ¿Cuánto me conoces?

Y cree que esa es una pregunta a la cual puede responder fácilmente.

—Lo suficiente como para decirte que te amo.



Nota: Me gustaría agregar que Demons de Imagine Dragons es el tema oficial de la historia. Sé que les gustará, por lo cual les invito a escuchar y leer la letra de la canción, asociándola con la historia de esta fic. Más adelante la canción cobrará más sentido junto a la historia, pero por ahora la dejaré ahí para que le echen un vistazo si gustan. Lxs quiero x.

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