ɪɪɪ. ᴇʟ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏ
- Pero ¿tú eres gilipollas o meas de cara al viento?
Suspiro cuando escucho que, nada más abrir la puerta de casa, eso es lo que me dice mi queridísimo primo. Su esposa, Celeste, le da una colleja, lo cual me hace reír.
- Deja a tu primo en paz, hazme el favor – lo riñe. Luego, clava sus ojos azules en mí, y me suelta lo siguiente: – Pero Carlos, cariño, eres imbécil.
- Buenos días, yo también os quiero, y por supuesto que podéis pasar – murmuro con sarcasmo.
La pareja entra en mi apartamento, y yo cierro la puerta y voy con ellos hasta el salón, donde los tres tomamos asiento en el sofá.
- ¿Queréis algo beber? – Ofrezco con una pequeña sonrisa.
- De momento no, gracias – me dice ella, a la vez que mi primo niega con la cabeza. – ¿Por qué mierda llamaste a ese número de madrugada?
- ¡No podía aguantarme! Quería saber qué era.
- Un español cabreado, al parecer – se mofa mi primo. – Ya han pasado las nueve, supongo que no has llamado.
- Qué va. Qué vergüenza – niego con la cabeza efusivamente, haciendo reír a Celeste. – Creo que fue una broma.
- ¿Y por qué nos pagaron la cuenta?
- Yo qué sé, pero... Da igual. Seguro que no era nada importante – murmuro mirando al matrimonio que está sentado en mi sofá. – ¿A qué habíais venido?
- Carlos, por Dios, te lo puse por mensaje y te lo he dicho por llamada.
- Ya, pero no me acuerdo y no te estaba prestando demasiada atención – le admito a mi primo, sonriendo angelicalmente. – Caco, primo mío de mi alma y mi corazón, ¿a qué habíais venido?
- Serás cap...
- Amor, calla – le espeta Celeste, tapándole la boca. – Tenemos una noticia para ti.
- ¿Buena o mala?
- Depende de cómo lo mires – musita Caco de broma, intuyo que para molestar a su mujer, que le da otra colleja.
- Es que se nota que sois primos, sois igual de idiotas.
- E igual de guapos – decimos a la vez.
Celeste rueda los ojos, y nosotros nos reímos y chocamos las manos como si hubiésemos hecho una gran hazaña o una gran broma. Pero por la cara de Celeste, tenemos la gracia en el culo.
- Es una buena noticia – prosigue ella, ignorándonos. – Al menos, pensamos que te hará mucha ilusión.
- ¿Vais a regalarme un cachorrito? – Pregunto con ilusión.
- A ti no te dejaba a cargo ni de un cactus – niega mi primo. – Y eso que no hace falta ni regarlos...
- Pero... ¡Oye! – Protesto, cruzándome de brazos.
Celeste resopla y se tapa la cara con las manos. No sé cómo nos soporta. Bueno, no nos soporta, sobrevive. Pero es lo que le toca. Ella ya sabía cómo eran las cosas antes de casarse con mi primo. Si no hizo caso a las señales... Nuestra culpa no es.
- ¿Podemos dejar de desviarnos del tema? – Ruega mirándonos a los dos.
- Perdón – murmuramos a la vez.
- Lo que queríamos decirte, Carlos... – Celeste mira a su marido con una sonrisa, y él toma su mano y la mira con un brillo especial en los ojos, un brillo que sé que él sólo tiene para ella. Los dos me miran, y creo saber qué me van a decir. – Estoy embarazada.
Durante unos segundos, los miro a uno y a otro, con la boca medio abierta de modo inconsciente, procesando la noticia. Caco y Celeste van a ser padres. Yo voy a ser tío. ¡Voy a ser tío! ¿Será un niño o una niña? Da igual, lo voy a amar igualmente. La felicidad me recorre de tal forma que no sé cómo reaccionar, cómo actuar.
- Creo que estoy en shock – susurro, sonriendo un poco. – Yo... Oh, chicos, enhorabuena - logro decir finalmente, levantándome para abrazarlos a la vez, con fuerza. – ¿De cuánto tiempo? – Le pregunto a ella.
- Catorce semanas – responde con una sonrisita feliz.
- Para las personas normales, tres meses y medio – especifica mi primo, lo cual agradezco.
Me siento entre ellos, girándome hacia ella. Esta hermosa mujer va a ser madre y yo voy a estar aquí para ella los meses que queden y después también.
- ¿Y cómo te sientes? ¿Algún síntoma ya? Seguro que estás muy emocionada...
- Ey, que yo también voy a ser padre – protesta Caco al ver que lo ignoro.
- Tú no estás embarazado ni te va a salir un niño del tamaño de un melón por la vagina, así que cállate – le suelto con algo de humor.
Mi primo suspira, cruzándose de brazos y echándose hacia atrás. Yo me olvido completamente de él y me centro en la futura mamá.
- ¿Y bien?
- Pues... Me siento bien. Tengo náuseas y antojos, pero estoy feliz, muy ilusionada. Y estoy impaciente. Quiero que nazca ya...
- Yo también – coincido, emocionado, tomándole las manos. – Espera – frunzo el ceño y pienso unos segundos, – ¿no puedes comer jamón?
- Pues no – se ríe.
- Dios, qué horror. Menos mal que nunca estaré embarazado. ¿Tampoco sushi?
- Tampoco.
- Caco, ¿estás escuchando? Tu mujer no va a poder comer sushi ni jamón por tu culpa – le echo en cara.
- ¿Mi culpa? ¿Y yo qué he hecho?
- Meterle...
- ¡Ya vale! – Me corta ella, tapándome la boca entre risas. – Todos sabemos cómo funciona – los tres nos reímos y yo miro con muchísimo amor a Celeste. Amo a esta mujer como si fuera mi hermana. – Ya me estás mirando raro – se burla, pues sabe reconocer cuándo voy a ponerme emotivo.
- Es que... Te quiero mucho – hago un puchero y la abrazo con fuerza. – Vas a ser la mejor madre del mundo.
- Carlitos, no me digas eso... – susurra con voz temblorosa, abrazándome también.
- ¿Puedo unirme? – Pregunta mi primo con voz lastimera.
- Venga, vale.
Me río cuando se une al abrazo con la ilusión de un niño, apretándome hasta casi la asfixia.
- Ey, cabezón – lo llamo, logrando que me mire. – Tú también serás el mejor padre el mundo.
- Gracias, primo.
Mi teléfono comienza a sonar, vibrando sobre la mesita del té, y los tres nos separamos. Me pongo de pie y tomo el teléfono. Es un número desconocido. Les muestro la pantalla a la pareja, y ambos me dicen que lo coja. Les hago caso, y una voz que me suena pero que no conozco, se presenta enseguida en inglés.
- ¿Sí? Al habla Fernando Alonso. ¿Con quién hablo?
No me suena el nombre, y me pregunto quién demonios es y por qué me llama sin saber quién soy. Creo que es español, su acento lo delata, así que le hablo en mi idioma
- Eh, hola. Soy Carlos... Carlos Sainz. ¿Qué sucede?
- Verás, tengo una oferta para usted, Carlos – frunzo el ceño, sentándome en el sofá junto a la pareja y poniendo el altavoz.
- ¿Una oferta? ¿Qué clase de oferta?
- Bueno, verás, estás hablando con el representante de una banda, seguro que la conoces. Está muy de moda ahora. ¿Te suena Formula Love?
- Sí, sí, claro. Conozco algunas canciones, y el vocalista es espectacular.
- Pues me temo que ya no hay vocalista. Abandonó la banda hace unos días. Seguro que has visto alguna noticia – me cuenta calmadamente, con un deje molesto bien controlado.
Miro a mi primo, que asiente. Yo no he visto ninguna noticia, pero se ve que él sí.
- Algo he oído – asiento encogiéndome de hombros.
- Resulta que estamos buscando un sustituto, un nuevo vocalista. De manera temporal y, si funciona bien, permanente.
- Entiendo – asiento algo confuso, sin querer hacerme ilusiones. – ¿Y...?
- Nos gustaría escucharte cantar y hacerte pruebas como candidato. ¿Estarías dispuesto?
Miro a mi primo con sorpresa, esperando que me diga que no acabo de oír eso. Siento que el corazón me bombea deprisa, acelerado por la emoción. ¿Quieren escucharme y tenerme en cuenta como posible vocalista? No sé mucho de esa banda, pero he oído hablar de ella bastante. Hace varios años se hicieron famosos con un single y desde entonces son la hostia en el mundo de la música. En la radio ponen mucho sus canciones, y la mitad de sus discos son temazos que se pasan meses en las listas de más oídos y preferidos por el público. Han ganado incluso Grammys, y estamos hablando de una banda que no debe tener mucho más de tres años desde su primer single.
Cantar con ellos sería un sueño. Podría cantar canciones muy buenas con músicos muy buenos ante cientos de miles de persona. Mi sueño dejaría de ser tal cosa y se transformaría en realidad. Esta es la oportunidad de mi vida.
- Contad conmigo – le contesto al tal Fernando.
- Estupendo. No vamos sobrados de tiempo, el miércoles es el concierto, así que, ¿podrías en menos de una hora?
- Dígame dónde es y saldré ahora mismo de casa – afirmo con entusiasmo.
- Perfecto, te mando la dirección de la sede de nuestra discográfica aquí en Madrid y nos vemos ahí en una hora.
- Vale, muchas gracias.
- A ti, Carlos. Hasta ahora.
- Adiós.
Me cuelga y yo me quedo unos segundos paralizado, en shock. Primero que voy a ser tío, ahora esto... Joder, me estoy mareando. Miro a Caco y luego a Celeste, y sus caras de sorpresa casi igualan la mía.
- ¿Esa conversación ha tenido lugar de verdad o me he vuelto esquizofrénico? – Les pregunto.
- Lo hemos escuchado también – afirma Caco. – Y yo que creía que el que nos pagó la cuenta quería ligar contigo...
Me río y siento mi móvil vibrar en mi mano ante la llegada de un mensaje con la dirección de la discográfica. Está en el centro de Madrid, no muy lejos de aquí. A media hora andando, más o menos. Y tengo que estar allí a las 11:30.
- Sé que os he invitado a desayunar, pero... – recuerdo con pesar, sin querer dejar tirados a mi primo y su mujer.
- Podemos preparar algo rápido, y cuando tengas que irte, te vas. Nosotros lo recogemos todo y ya nos iremos, ¿te parece? – Se ofrece ella.
- Por mí, bien.
- Por mí también – está de acuerdo Caco.
Decidimos que mientras yo me cambio de ropa por algo más formal, ellos preparan el desayuno, y pasamos veinte minutos frenéticos pero felices. Yo desayuno poco, pero disfruto de su compañía, y cuando veo que me tengo que ir, me despido de ella con un abrazo y un beso en la frente y de él con una palmada en la espalda.
Cuando salgo a la calle, me pongo los auriculares y pongo un recopilatorio de las canciones de la banda, dándome cuenta de que conozco casi todas las canciones, es más, me las sé enteras, y todas me gustan, las que no había oído nunca también.
Y así, con paso firme y tarareando las canciones que van sonando, mirando de vez en cuando el GPS para asegurarme de que sigo la dirección correcta, camino hasta la discográfica. Demasiado concentrado en la música como para pensar en la grandísima oportunidad que esto es.
Llego sin darme cuenta, y cuando me veo frente a las puertas de la discográfica más prestigiosa de Madrid, me entra un poco de pánico. ¿Y si no les gusto y no lo consigo? Pero, ¿y si sí? Pasaré de ser medio conocido en Madrid a ser conocido en muchísimos países. Es una banda internacional, no nacional, europea, o hispana. Viajan por Europa, América (del Norte y del Sur), Asia y Oceanía. Estamos hablando de una banda al nivel de Taylor Swift. Tienen hasta una canción con ella, maldita sea.
Entro con algo de miedo, pero emocionado. Voy al recibidor, donde la recepcionista está hablando con una chica que... Juraría que es Aitana, y trato de no flipar. Espero mi turno y no las molesto, y cuando la chica se va, me acerco al mostrador.
- Este... Hola, soy Carlos Sainz, no sé si... Bueno, me han citado aquí a las once y media – balbuceo con nerviosismo.
- Un momento – murmura buscando en su ordenador. – Aquí está – sonríe y señala la pantalla. - Siéntese, el señor Alonso bajará a buscarlo en breve.
Con un ademán de mano me indica dónde sentarme, y yo voy hasta el sofá que hay en una esquina, sentándome y guardando los auriculares, mirando el sitio con incredulidad. Todo es de un blanco pulcro y luminoso, usando distintos tonos de grises en algunos elementos decorativos. En las paredes hay colgados vinilos firmados por los más grandes artistas españoles, algunos Grammys y Grammys latinos expuestos en vitrinas y cuadros de instrumentos y cantantes, todos españoles. Creo que estoy en el paraíso...
- ¿Carlos?
Pego un respingo cuando un hombre que no me había dado cuenta de que se estaba acercando a mí, me habla. Sus ojos castaños están clavados en mí, de forma afable. Las arrugas junto a los mismos me dicen que debe tener unos cuarenta, aunque desprende pura vitalidad. Su pelo castaño está peinado de un modo más bien juvenil que lo favorece mucho, y debo admitir que, pese a la edad, es un hombre atractivo, con una mandíbula cuadrada bastante llamativa y un porte elegante.
- Sí, soy yo – me pongo de pie y, al ver que me tiende la mano, se la estrecho con amabilidad.
- Yo soy Fernando, hemos hablado por teléfono. Encantado – me aprieta la mano, sonriendo.
- Igualmente – contesto devolviéndole la sonrisa.
- Acompáñame – me hace un gesto con la cabeza para que lo siga y ambos empezamos a caminar por los pasillos de la discográfica. Por suerte para mí, empieza hablar, explicándome algunas cosas. – Ahora vas a conocer a los chicos, hablarán un poco contigo, y luego iremos a una sala que se usa normalmente para grabar, y ahí pondremos a prueba tu voz. Si nos gusta lo que oímos, te haré una entrevista, y si la pasas, me pondré a trabajar en los detalles de tu contrato. Si todo va bien, la firma sería mañana temprano, y el departamento de marketing se encargaría de ti. Eso si todo va bien, claro – recalca con una sonrisa algo irónica.
- Qué rápido todo, ¿no?
- Sí, pero como ya te dije en la llamada, es domingo y el concierto es el miércoles, vamos con el tiempo al cuello, y tampoco es que haya más candidatos – admite con seriedad. – Sabes inglés, ¿verdad?
- Sí, sí. Tengo el C1 de inglés y me saqué la carrera en Oxford.
- Estupendo.
Por fin dejamos de andar y llegamos a una habitación amplia y cálida, que parece una simple sala de estar, con sofás y una televisión con una consola. En los sofás hay cuatro chicos, viendo la tele con apariencia aburrida.
- Chicos, os presento a Carlos – anuncia el mánager, cambiando el idioma al inglés. Los cuatro vuelven la cabeza hacia mí, y me siento intimidado al sentir toda la atención en mi persona. Sin darme cuenta, ya estoy jugueteando con mis dedos, retorciéndome las manos. – Carlos, te presento a mis chicos de oro: Charles, Alex, George y Lando.
Los cuatro se ponen de pie y se acercan, y de un momento a otro los tengo saludándome y dándome la mano, diciéndome palabras agradables y regalándome sonrisas sinceras. Todos menos uno de ellos, que se queda de brazos cruzados junto a Fernando, mirándome.
- Yo soy Alex Albon – se presenta el primero.
Su voz es suave, y resulta agradable. Su apariencia es tranquila y dócil. Su piel es color miel, y aunque su acento inglés es perfecto, probablemente porque es nativo, intuyo que tiene ascendencia asiática, por la forma de sus ojos y sus características físicas. Sus ojos son tranquilos y castaños, y su pelo del mismo color salvo que más oscuro.
- Encantado – sonrío estrechándole la mano.
- Yo soy George Russell.
- Y yo Charles Leclerc.
Los saludo a ambos y les sonrío, fijándome en ellos. El primero es alto, un poco menos que Alex, el cual tiene una estatura considerable. Sus ojos son azules, algo saltones. Desde mi punto de vista, es el chaval más inglés que he visto en mi vida. Su acento es de pijo, de típico inglés ricachón, y su ropa le da el mismo estilo. El otro, Charles, me sorprende sobremanera. Es muy atractivo, con unos pacíficos ojos verdes. Su pelo castaño está algo revuelto, lo cual le sienta muy bien. Tiene la nariz pequeña y un rostro bastante simétrico. Le noto algo de acento francés, y me extraña. Yo creía que eran todos ingleses.
- Un placer conoceros – asiento enérgicamente, estrechando sus manos. Me acerco al cuarto, con intención de saludarlo igual, suponiendo que es algo más tímido. – Carlos Sainz, encanta...
Fernando se adelanta un paso cuando ve que voy a tender la mano al chico. Entiendo la señal que me quiere dar. "Ni te acerques". Y aunque el hombre no parece enfadado, ni mucho menos, me siento algo tonto.
- Lo siento – murmuro confuso y abochornado.
- No te preocupes – suspira el chico. – Lando Norris – se presenta con sequedad.
Me quedo bastante sorprendido. Su voz no me dice nada, no me transmite nada. Y aunque cuando lo he visto la primera vez, me ha parecido muy guapo, ahora me quedo algo frío. Sus ojos verdes son preciosos, más claros que los de Charles, con motas azules; y a pesar de lo hermosos que son, de cómo sus largas pestañas los adornan de forma angelical, sus ojos tampoco me dicen nada. Son serios y vacíos, y por otra parte, su mirada es... Vieja. Como la de alguien muy sabio y que ha visto muchas cosas, que está rendido con el mundo. Aún así, todo en él me gusta: su nariz es grande pero bonita, su pelo es castaño y rizado (y aparentemente muy esponjoso), sus cejas están despeinadas, su rostro surcado por diversos lunares, y sus labios tienen una forma la mar de curiosa que me doy cuenta que me quedo analizando demasiado tiempo.
Es precioso. Absolutamente precioso. Probablemente el chico más hermoso que he visto en mi vida. Y aun así, el más serio e inexpresivo. No ha sonreído en ningún momento. Su expresión no ha variado. Es extraño, cuanto menos.
- Vamos a sentarnos – ofrece Alex, para romper el breve momento de incomodidad.
Todos agradecemos su petición, y salvo Fernando, que sale de la habitación para dejarnos solos, todos nos sentamos en los sofás. Alex y George juntos, tan juntos que me resulta ligeramente sospechoso, y Charles en el mismo sofá, pero manteniendo las distancias. Los otros dos sofás están a los lados de ese, formando un ángulo recto, siendo los tres como el contorno de un cuadrado al que le falta uno de sus lados. Lando se sienta solo en uno, y yo me quedo solo también en el de enfrente.
- Bueno, Carlos – inicia Charles, – ¿qué nos cuentas sobre ti?
Me pongo algo nervioso, y me remuevo en mi sitio, sin saber exactamente qué contarle. Es que sé que voy a empezar a hablar y a vomitar datos sobre mi vida sin parar, y les voy a caer fatal y no querrán que forme parte de su banda. Trato de respirar y serenarme antes de abrir la boca.
- Soy de aquí, de Madrid, y tengo 28 años. Trabajo en la empresa de mi tío, una de las más importantes de España. Es de marketing y publicidad. Yo me encargo de la contabilidad y ese tipo de cosas. Lo cierto es que no me gusta demasiado – confieso riendo un poco. Lando me mira... Pues del mismo modo que lleva mirándome a mí y a todo su alrededor desde que lo he conocido. Pero los otros tres me miran con interés, así que sigo hablando. – Vivo solo, aunque casi nunca estoy en casa. Sé tocar la guitarra acústica y el piano, y me gusta mucho ir a karaokes con mi primo para cantar. Soy una persona sociable, tengo muchos amigos, pero las únicas personas en las que confío ciegamente son mi primo y su mujer. Me criaron mis tíos, es decir, los padres de mi primo, así que él es como un hermano.
- ¿Y tus padres? – La pregunta viene de George, y creo que se da cuenta de que me incomoda, porque añade: – No tienes que responder si es demasiado personal.
- No, tranquilo – sonrío algo forzadamente, pues aunque es un tema complicado y algo delicado para mí, no es nada que no pueda contar. – Murieron cuando yo era muy pequeño, casi no me acuerdo de ellos, en realidad.
- Lo siento mucho – murmura algo apenado.
- ¿Compones o sólo cantas?
La pregunta me pilla desprevenido, para empezar porque viene de él. Su voz es clara, más bien neutra, ni muy aguda ni muy grave, y como todo en él, inexpresiva. Su pregunta no suena acusadora, ni interesada. Sólo es... Una pregunta.
- Escribo algunas letras – asiento, algo avergonzado, pues es algo más íntimo para mí. – Aunque hacer las partituras me cuesta más, porque no tengo tantos estudios ni tanta soltura con los instrumentos – reconozco encogiéndome de hombros. – Pero escribo mucho. En español y en inglés.
- Eso está genial – comenta Alex. _ De los cuatro, Lando es el único que escribe. Nosotros le ayudamos a veces, y la parte instrumental solemos hacerla todos juntos. Pero si tú también escribes letras, seguro que podéis sacar cosas muy chulas los dos juntos – la ilusión en sus palabras es obvia, y me veo sonreír sin darme cuenta.
- Eso... Sería muy guay – musito encantado con la idea.
Yo, formando parte de una banda, componiendo y cantando con ellos. Me parece increíble. Estoy ante la oportunidad no sólo de dedicarme a lo que más me gusta, sino también poder compartirlo con unos chicos que pueden convertirse en grandes amigos.
- ¿Conocías la banda? – Me pregunta Charles.
- Muchas canciones, más de las que yo creía – afirmo riendo un poco. – Viniendo aquí he estado escuchando algunas y, la gran mayoría, ya las había oído en la radio.
- Supongo que no eras seguidor nuestro, ¿no? – Sigue preguntando.
- No, no suelo seguir artistas en específico. Me centro en la música, no en el artista. Y vuestra música me encanta pero no os conocía a profundidad – digo con total sinceridad.
- Si lo haces bien, vas a terminar conociéndonos mejor que nadie – comenta George con un deje divertido, pasando el brazo por los hombros de Alex. El gesto me sorprende, e intuyo qué es lo que hay entre ellos. No tengo problema con ello, pero me deben de notar la sorpresa. – Espero que no seas homófobo ni nada por el estilo – bromea enarcando una ceja.
- Para nada – niego con una risita nerviosa y cierta ironía. – Es que no me lo esperaba.
- Tranquilo, si entras a la banda te vas a acostumbrar a la fuerza – bufa Charles, rodando los ojos. – Están todo el día pegados.
- Y tú cada día estás con una distinta, así que te callas – le espeta George, con el ceño fruncido.
- No empecéis a pelearos, por favor – ruega Alex con voz cansada.
- ¿Podemos dejarnos de gilipolleces e ir al estudio? Quiero oírlo cantar.
Miro a Lando, el dueño de esas poco delicadas palabras, y aunque su rostro y su voz no muestran nada, me doy cuenta de que en realidad está molesto. ¿Cómo se puede ser tan... De piedra?
- Si te sientes listo... – murmura Alex, mirándome a mí.
- Cuando vosotros queráis – asiento diligentemente.
- Venga – George da una palmada y se pone en pie, – vamos a oírte, Carlitos.
Me río por cómo pronuncia mi nombre, y todos salimos de la habitación. Mientras los sigo, no puedo evitar pensar en lo bien que me caen. George es más inquieto, como yo; Charles más tranquilo; Alex es... Es un amor de chico, se ve a la legua. Y Lando es la persona más interesante que he conocido. Interesante porque su forma de ser me resulta curiosísima. Yo soy muy expresivo, emocional, ansioso y cariñoso, y verlo ser tan frío y tan vacío me es totalmente extraño. ¿Es así por naturaleza? ¿Dentro de esa cáscara hay un muchachito dulce y tierno? ¿Es un traumadito? ¿Es parte de un personaje? Es fascinante y raro, cuanto menos, ¿no?
Entramos en un estudio de grabación, y me quedo algo embobado viéndolo todo, tanto la cabina donde trabajan los ingenieros de sonido como la cámara insonorizada donde se graban las voces y los instrumentos. Fernando está con dos chicas, que están pendiente de los miles de botones y reguladores que tienen los paneles de la cabina. Supongo que deben ser las ingenieras de sonido, y por cómo saludan a los miembros de la banda, diría que se conocen bien. Yo las saludo también, y me fijo en que, aunque parecen contentas de ver a Lando, y lo saludan, no lo abrazan como a los demás.
- Carlos, te presento a Martina y Alicia, nuestras ingenieras de sonido cuando estamos en Madrid y los chicos necesitan grabar algo – me informa el mánager con simpatía, de vuelta en mi idioma. – Chicas, os presento al candidato del que os hablaba.
- Encantadas – dicen a la vez, sonriéndome con simpatía.
- Vamos a ponerte a prueba – dice una de ellas. Las dos son castañas, una más alta y otra más bajita, y es la bajita, Martina, la que me habla. – Ven conmigo.
Se levanta de su cómoda silla y me abre la puerta de la cabina insonorizada. Me acompaña hasta dentro y se encarga de ponerme unos cascos y una serie de micrófonos y aparatos que no sé exactamente para qué sirven. Ajusta el micrófono dinámico para que esté a mi altura y le ajusta un par de tuercas. Agarra un mando que estaba sobre un altavoz y enciende una pantallita que está frente a mí, situada encima del panel de cristal que divide las dos cabinas.
- Ahí te pondremos las letras de las canciones, por si no te las sabes o se te olvidan.
- Vale, perfecto. Muchas gracias – murmuro algo nervioso.
- Estate tranquilo, seguro que lo haces genial – me dice en voz baja, acomodándome ella misma los cascos. – Si tu voz le gustó a Lando, debes de ser un auténtico diamante en bruto.
Me guiña un ojo y sale de la cabina, dejándome algo desconcertado. ¿Fue Lando el que me escuchó cantar en el karaoke? ¿Fue él quién me pagó la cena y me dio el número de su mánager? ¿Le gustó mi voz? Esa nueva información me es realmente reveladora, y mi asombro probablemente sea obvio, como yo, así que trato de concentrarme en lo que estoy haciendo.
La puerta se cierra definitivamente, y no escucho nada más que mi propia respiración. En la cabina hablan entre ellos mientras las chicas trabajan en el panel, y carraspeo para aclararme la garganta. El cristal oscuro me permite ver qué sucede al otro lado, pero no con mucha nitidez, y pego un respingo cuando la voz de Lando sale por los cascos que llevo puestos.
- Bien, Carlos, ¿por qué no empezamos por un viejo conocido? – Me anima con un tono que resulta incluso simpático, viniendo de él.
No me da tiempo a preguntar cuando empiezo a escuchar la canción que canté anoche, y en la pantalla aparecen las letras que debo cantar. Respiro hondo y cierro los ojos, y aunque hacía un momento estaba preocupado y ansioso, en el momento en que dejo la música envolverme, me olvido de todo. Empiezo a cantar y dejo que todo fluya.
No sé si les gustará, pero si no lo hace, tendré que aceptar que ese puesto de vocalista quizás no es para mí, porque lo doy todo, lo hago casi mejor que anoche, creo. No abro los ojos en ningún momento, y siento que es como si hubiese tirado una moneda al aire. Puede salir cara o cruz, y depende de lo que salga, mi futuro será brillante o no.
Espero que mi único talento, sea suficiente.
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