xɪᴠ. ᴄᴏɴꜰᴇꜱɪᴏɴᴇꜱ ᴇɴ ꜱᴇᴠɪʟʟᴀ
⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
En este capítulo se tocan temas sensibles como la violencia doméstica, la drogadicción, el alcoholismo y las autolesiones. No es nada muy explícito, sólo se mencionan en conversaciones, pero puede herir la sensibilidad de algunas personas.
Lando no ha vuelto a dirigirme la palabra desde nuestra charla en la furgoneta. Y juraría que desde entonces la vida ha sido más bonita.
Lo cierto es que el margen entre el anterior concierto y este era mínimo. Llegamos el jueves por la tarde a Sevilla, nos acomodamos en un hotel, y cenamos cada uno en nuestra habitación, descansando tras el viaje por carretera. Viernes, y sábado por la mañana, han sido ensayos sin parar, e incluso Charles y George han empezado a ayudarme con el piano y la voz. Aparte de eso, la noche del viernes Fernando vino a hacer un poco de trabajo de prensa.
Pero el concierto es hoy, sábado por la noche. Sé que hay un artista invitado, pero esta vez lo ha escogido Lando y me acabo de enterar de todo esto. Así que, inevitablemente, tengo que volver a hablar con míster Simpatía.
- Pasa – dice desde dentro de su camerino al oír que pegan en su puerta.
Cuando abro la puerta y me adentro en la habitación, veo que está frente a un pequeño teclado, con un lápiz en la mano y una partitura a medias llena de borrones.
- ¿Interrumpo?
- Sí, pero ya estás aquí – suspira, girándose en el taburete. Me mira y enarca una ceja. – ¿Qué quieres?
- El concierto es en cuatro horas y me acabo de enterar de que hay un artista invitado.
- ¿Y?
- ¿Puedo saber quién es? Además, la otra vez al menos se me consultó – me cruzo de brazos, pero él sigue impasible.
Se queda mirándome unos segundos, con tanta indiferencia que empiezo a sentir rabia. ¿Cómo se puede ser tan frío?
- ¿De verdad quieres hablar de esto? – Cuestiona, frunciendo el ceño.
- Formo parte de la banda, Lando – le recuerdo. – Y me estoy esforzando. No me dejes fuera de las decisiones, por favor – suavizo mi tono, porque el otro día me di cuenta de que por las malas, es aún peor.
- ¿Quieres un premio por hacer tu trabajo? Y podrás decidir con quién colaboramos cuando yo lo vea conveniente – declara con contundencia.
- Eres imposible – gruño, dispuesto a marcharme.
- Carlos – me llama, estando yo ya en el pasillo. Me giro para mirarlo, encontrándome de nuevo con su estúpida cara de gilipollas. – No se te ha pedido tu opinión porque la otra vez elegiste y luego te follaste al artista. A partir de ahora voy a procurar que no exista esa opción.
- ¿Por qué te importa tanto mi vida sexual? – Inquiero, frustrado por que siga echándome en cara lo de Pablo.
- Me suda la polla con quien te acuestes, mientras no sea alguien de la industria. Y no te pienses que es algo personal, porque no lo es, Carlos. Puedes preguntarle a Charles si hemos o no hemos tenido esta conversación, y te dirá que sí – me asegura, y la sinceridad es obvia, a pesar de su sequedad.
- Me da igual eso – replico, frunciendo el ceño, hastiado. – Lo que me jode es que te pienses que me voy a follar a todos los artistas gays que se me crucen sólo por lo que pasó con Pablo. Me sé controlar.
- ¿Y por qué no lo hiciste?
- Porque no quería – respondo con simpleza. – Mira, estoy harto de esta puta conversación. Si quieres que sea un monje, seré monje. Me uno al celibato – dramatizo, largándome de aquí y dejándolo sin posibilidad de contestar.
Prefiero no oír una palabra más de su boca. Aunque cuando llego a mi camerino, me doy cuenta de que al final, no me he enterado de qué artista va a cantar conmigo. Me ha cabreado tanto que se me ha pasado por completo. Puto inglés de los cojones.
Más enfadado de lo que me gustaría, salgo de nuevo de mi camerino, en busca de Fernando. Él debe de saberlo. Sólo espero que sea alguien de quien conozca sus canciones mínimamente, porque sino puede ser un completo desastre.
Encuentro al asturiano en el backstage hablando con otro hombre, que como está de espaldas no sé quién es, pero debe de ser español porque ambos hablan ese idioma.
- ... acostumbrado. Sí, no te preocupes por eso, Fer.
- Entonces perfecto – el mánager sonríe y entonces me ve, dedicándome una nueva sonrisa a mí. – Carlos, ven, te voy a presentar a alguien – el otro hombre se gira y enseguida lo reconozco. Cuando llego hasta ellos, sonrío como un bobo. – Carlos, te presento a Manuel Carrasco.
- Un placer – me dice el hombre, estrechándome la mano y sonriéndome encantado.
Es un hombre atractivo y con buen gusto para la moda, además de tener unos pícaros ojos verdes. Y bueno, también es uno de los mejores artistas españoles de la actualidad, por supuesto.
- El gusto es mío – digo, dándome cuenta de que aún no había respondido. – ¿Tú eres con quien voy a cantar?
- Eso parece – afirma, mirando a Fernando. – Aquí mi amigo Fer me llamó hace unas horas y no pude negarme.
- ¿Venías al concierto? – Me sorprendo, alzando las cejas.
- No exactamente – murmura Fernando, riendo levemente.
- Estoy de gira también, pero me pillaba cerca – añade el onubense. – Bueno, ¿ensayamos o qué?
Su acento de Huelva es obvio y la verdad es que tiene su encanto. He de admitir que me encanta escuchar los distintos acentos andaluces, son tan graciosos como bonitos.
- Ni siquiera sé qué canciones vamos a cantar – admito, avergonzado. – Y no me pidas que elija porque me gustan muchísimas canciones tuyas.
Él sonríe afablemente y asiente, sentándose encima de un altavoz. Fer se apoya a un lado suyo, con los brazos cruzados, y su ceño fruncido me indica que ya está maquinando.
- ¿Te identificas con alguna canción en concreto? – La pregunta viene del cantante, y yo resoplo.
- Con muchas, la verdad.
- ¿Alguna en especial?
Me quedo pensando, y la verdad es que hay dos en concreto que son conocidas y a la vez me gustan muchísimo.
- "Me dijeron de pequeño", por ejemplo. Y "Aprieta" también me gusta mucho.
- Esas dos son muy buenas – opina Fernando. – ¿Tú qué dices, Lolo?
Me deja algo descolocado que Fer lo llame así con tanta confianza, pero al otro hombre no parece importarle en absoluto, como si no le sorprendiera.
- Esas dos estarán bien – asiente, mostrando una seguridad envidiable. – ¿Empezamos o no? – Añade, inquieto.
Ese detalle me gusta, porque puede que por primera vez vaya a cantar con alguien igual de nervioso que yo. Esa idea me gusta bastante, siendo sincero.
♪
El corazón me late a mil por hora, y la sonrisa no cabe en mi rostro. Si el Bernabéu me parecía grande, La Cartuja me ha parecido monstruosa. Diez mil personas más que en el otro concierto. Y aunque pueda no parecer tanto, se nota.
Lo mejor es que lo he conseguido, ha acabado el concierto y creo que he mejorado con respecto al anterior. Más que mejorar, me he relajado. He dejado a los bailarines en paz y yo he ido por mi cuenta, y he procurado no tocar ningún instrumento. He seguido los consejos de George y, a pesar de que me duele admitirlo, Lando le ha bajado el tono a alguna que otra parte de algunas canciones para que yo pudiera alcanzar todas las notas sin parecer un gallo cacareando, cosa que debería agradecerle, pero que no hago.
Cantar con Manuel ha sido una experiencia tan surrealista como cantar con Pablo. Te pasas toda tu vida escuchándolos y puede que incluso viéndolos en concierto como un mero oyente y espectador, y de pronto... Los tienes a tu lado y estáis cantando juntos sus canciones. Es fascinante, cuanto menos. Y aunque mi conexión con Manuel no puede rivalizar con la que conseguí con Pablo, lo cierto es que es un gran hombre y artista y me lo he pasado genial compartiendo escenario con él.
- Vas a llegar lejos, confía en ti – me ha dicho antes de que nos despidiéramos.
Quizá otro piense que es un detalle tonto, pero en ese momento me percaté de que no dijo "confía en mí", es decir, no dijo que yo llegaría lejos porque él lo piensa así. Dijo "confía en ti", como queriendo decir que llegaré lejos confiando en mí mismo. Otro ni siquiera se habría parado a pensar en ello, o puede que él no haya pensado en eso al decírmelo, pero yo lo he entendido e interpretado así, porque me parece un detalle muy bonito.
- Necesito una ducha – declaro, llegando al área de descanso. – ¿No hay alguna aquí?
- Tendrás que esperar al hotel – responde Charles. – Aunque yo también me muero por una ducha calentita.
- Mejor una bañera – cavila Alex, bostezando. – Con una de esas bombas de baño que sueltan espuma de colores...
- Eres un niño – se ríe George, tomando su mano y besando sus nudillos.
- Y así me amas – lo molesta el medio tailandés, sonriendo.
Una sensación extraña me recorre al ser testigo de esta escena, pues jamás he tenido una relación así, nunca he vivido un momento así. Y algo dentro de mí añora eso. Pero ¿se puede añorar lo que nunca has tenido? Aparto mi mirada de ellos, incómodo ante tantas preguntas y sensaciones que no entiendo. Aunque detecto que siento una envidia de la que no me enorgullezco en absoluto.
- Ya empiezan – bufa Charles, poniendo los ojos en blanco. – Iros a un hotel.
- En un rato estaremos en uno, no te preocupes – se mofa George.
Yo me río un poco y miro a Lando, que está en un rincón, escribiendo en su libreta, sumido en su propio mundo y ajeno a toda esta conversación. Ha pasado lo mismo de la otra vez: durante el concierto parecía feliz y lleno de energía, su mirada al fin demostraba algo; y al terminar el concierto, ha ido perdiendo esa vitalidad. Está muerto por dentro, no hay otro modo de expresarlo.
Me detengo en Fernando, que parece exhausto. Quizá él no actúe en los conciertos, pero es probable que trabaje más que nadie. El único que creo que trabaja más que él, es Lando. Puede que yo, también. Y yo estoy agotado. Hacía mucho tiempo que no me pasaba una semana durmiendo tan bien. Definitivamente esto es lo mío; me hace feliz y me ayuda a dormir.
- ¿Cuándo es el concierto de Barcelona? – Pregunta Charles, que aunque se ve algo cansado, parece bastante espabilado.
- El miércoles – bosteza Fer, frotándose los ojos. – Tenemos el domingo entero para descansar, y el lunes temprano cogemos el Ave aquí en Sevilla hasta Barcelona.
El monegasco asiente con la cabeza y yo agradezco el cambio de transporte, porque en la furgoneta terminé agobiado y con ganas de matar a alguien. Ese alguien era Lando, claro.
Seguimos charlando de lo que se nos va ocurriendo, hasta que llega una jovencita muy dulce a avisarnos de que nuestro vehículo ya está preparado. Podría haberla besado por la alegría, porque me muero de ganas por tocar una cama.
Ya en la furgoneta, de camino al hotel, una duda acude a mi mente al ver al grupo al completo. Fer, a mi lado, mira algo en su teléfono, pero los cuatro chicos que tengo delante son una combinación extraña. Fernando tiene pinta de ser abogado y mánager, pero estos cuatro... Son totalmente distintos y me pregunto inevitablemente qué los unió. En concreto me pregunto como alguien como Lando ha conseguido amigos.
- ¿Puedo haceros una pregunta? – Me atrevo a decir, logrando que todos me miren con atención.
- Acabas de hacerla – murmura Lando, devolviendo la mirada a su libreta.
Pongo los ojos en blanco y suspiro, nada sorprendido por su amable respuesta.
- Adelante – me anima Alex, sonriéndome con dulzura.
A eso me refiero cuando digo que no entiendo por qué son amigos. ¿Qué hace alguien tan agradable como Alex con alguien tan antipático como Lando?
- ¿Cómo os conocisteis? – Pregunto, lleno de curiosidad.
Lando sigue concentrado en sus cosas, pero los otros tres se miran entre ellos, y luego a su mánager, que se encoge de hombros.
- A mí no me miréis. Es vuestra vida. Pero yo confío en él – añade, cosa que me halaga.
Aún así, me resulta extraño. ¿Por qué parece que estaban pidiendo permiso o consejo sobre si responder? ¿Tan secreto es el motivo por el que se conocieron?
- Si es demasiado personal... – digo entonces, intentando no ser entrometido.
- ¿Prefieres la versión oficial o la de verdad? – Me corta Charles, con una sonrisa irónica.
- Las dos, supongo.
- Bien – ahora habla George, cruzándose de brazos. – La oficial, la que le contamos a los medios y los fans, es que nos conocimos en el instituto.
- Intuyo que no es cierto – adivino con facilidad, y los tres asienten. – ¿Y cuál es la verdad?
Los tres se miran de nuevo los unos a los otros, y a Lando de reojo. Tanta tensión me pone de los nervios. Parece que se conocieron porque organizaron un atraco juntos, malditos sean. La verdad no puede ser tan terrible, ¿no?
- Nos conocimos en un grupo de apoyo – dice Alex, escogiendo cuidadosamente sus palabras. – George y Charles se hicieron amigos primero, y luego George empezó a salir conmigo.
Miro al bajista del grupo, queriendo saber cómo él entraba en esa ecuación. ¿Quién querría tener a alguien como él a su lado? Sólo su presencia te quita las ganas de vivir.
- ¿Puedo preguntar de qué era el grupo de apoyo?
Mi curiosidad no está nada satisfecha, quiero entender bien cómo sucedió lo que tengo delante. Quiero conocer a las personas con las que formo una banda. Quiero que sean mis amigos y, no me parece justo que ellos sepan mucho sobre mí y yo poco o nada sobre ellos.
- Por supuesto – asiente George. – Era para adolescentes con problemas de adicción o problemas familiares – me explica con cautela, sonriendo levemente, aunque no es una sonrisa alegre, precisamente.
- Yo soy de Mónaco, ¿cómo crees que terminé en Inglaterra en una mierda de grupo de adolescentes medio locos? – Bromea Charles, que parece no tomarse demasiado en serio el asunto. Yo lo miro, intrigado, deseoso por saber cuáles son sus historias. – Mis padres se enteraron de mi problema con las drogas, así que me mandaron lejos para que no manchara su reputación. Me metieron en un internado inglés y me obligaban a asistir al grupo de apoyo.
- Joder – susurro, sorprendido por ese modo de actuar de sus padres y de la gravedad de esas confesiones. – ¿Eras drogadicto? – No puedo evitar mirarlo con otros ojos al enterarme de eso, porque de pronto me recuerda a mis padres y no sé si eso me hace sentir lástima o incomodidad.
- Lo sigo siendo. Cuando eres adicto a algo, nunca dejas de serlo. Ya no consumo, claramente, pero fue una época difícil. Era bastante joven cuando empecé.
- Por suerte, se desintoxicó – interviene Fernando, y su sonrisa es la de un padre orgulloso.
- Todos lo hicimos – asiente George. – Yo tenía problemas con el alcohol – me cuenta, con una timidez atípica en él. – Y problemas para controlar la ira. Me metía en muchas peleas, incluso me detuvieron un par de veces – se ríe con cierta amargura, y yo siento tristeza por él. Yo soy algo mayor que ellos, y me genera lástima ver que gente tan joven ha pasado por tanto. – Hacía todo eso para molestar a mi padre, para distraerlo – su tono de voz baja bastante, y me fijo en cómo Alex sostiene su mano, dándole apoyo. – Si estaba molesto conmigo, lo pagaba conmigo, pero no con mi madre.
Asiento levemente con la cabeza, entendiendo enseguida qué quiere decir todo eso.
- Lo siento muchísimo, George. No tenía ni idea – me disculpo, sintiéndome bastante mal por haberles preguntado todo esto. – Me estoy metiendo en cosas que no me incumben.
- No pasa nada, Carlos – me tranquiliza Alex. – Tenemos que conocernos mejor, y estas cosas ayudan en cierta manera, ¿no crees?
- Puede.
- Yo no bebía ni me drogaba – me cuenta con soltura. – Pero tenía una depresión muy grande. Me autolesionaba – su sonrisa es tan grande y tierna, que me cuesta imaginar a un Alex sumido en una depresión. Es un ser humano tan bueno, con tanta luz propia, que parece imposible. – Cada uno tenía lo suyo, pero juntos logramos seguir adelante.
- Gracias a Lewis – admite Charles, y me doy cuenta de que eso logra que Lando aparte la mirada de su libreta, aunque sólo sea un instante.
- ¿Qué quieres decir con eso?
Me maldigo a mí mismo por seguir preguntando, pero estoy muerto de la curiosidad a estas alturas de la conversación. Por suerte, los chicos no tienen reparo en contestarme.
- Lewis en realidad es psicólogo. En aquel entonces, dirigía el grupo de apoyo – me explica Charles. – Hacíamos talleres de convivencia, aparte de la terapia grupal. Un día hicimos un taller musical, y se quedó sorprendido por nuestras habilidades. Sugirió que formáramos un grupo, así que George, Alex y yo decidimos intentarlo.
- Pero – aporta George, – no teníamos bajista, y aunque sabíamos cantar, queríamos un vocalista.
- Lewis se ofreció a ayudarnos, y aunque costó, convencimos a Lando. Ni siquiera era amigo nuestro, pero Lewis se llevaba bien con él y consiguió que le diera una oportunidad – la sonrisa de Alex oscila entre la melancolía que le provocan los recuerdos y la tristeza de saber que, al final, Lewis los ha dejado tirados.
- Y el resto es historia – termina Fernando, suspirando. – ¿Quién lo diría? Cuatro adolescentes con problemas y su psicólogo formando un grupo y triunfando.
- Gracias a que tenemos el mejor mánager del mundo – le dice Charles, guiñándole un ojo. – Y bueno, podemos decretar que Carlos ha sido una gran elección. Nos hacía falta un huérfano – bromea, arrancándome una carcajada.
- Eres un bruto, Charlie – lo regaña Alex.
Pero de cierto modo, tiene razón. ¿Quién mejor que un huérfano para completar un grupo de chavales con adolescencias e infancias complicadas?
♤
Nota de la autora:
Hola chiquis, ¿cómo estáis? Espero que muy bien. Yo aquí os traigo un capítulo interesante, en el que conocemos un poco a los chicos y pretendo mostraros que la historia va a tomar otro ritmo.
Con lo del ritmo quiero decir que este es ya el capítulo 14 y apenas ha sucedido el segundo concierto. Ya he sentado las bases de cómo se llevan todos entre ellos y cómo funciona el tema de los conciertos, así que podemos ir avanzando un poquito más deprisa (tampoco mucho).
Espero que no lo veáis demasiado apresurado. Cualquier cosa, me decís, yo estoy aquí para aprender, y toda opinión respetuosa y crítica constructiva es bien recibida.
Os ama,
A💛.
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