ᴠɪɪ. ᴇʟ ꜱᴀɴᴛɪᴀɢᴏ ʙᴇʀɴᴀʙéᴜ
Cuando el chófer me deja delante del Santiago Bernabéu, ese estadio que tantas veces he visitado para ver jugar a mi amado Real Madrid, me siento como un niño pequeño que lo ve por primera vez. Hoy no lo visito como fanático de un club o un equipo. Lo visito como un artista que va actuar aquí, frente a decenas de miles de personas.
Acojonado es la palabra perfecta para describir cómo estoy.
Una mujer de mediana edad viene hasta a mí, y empieza a hablarme en español con soltura, explicándome un par de cosas sobre las entradas y accesos al estadio. Después, me da una tarjeta identificativa que me cuelgo al cuello y me acompaña hasta el camerino que me corresponde. Tenemos que andar un gran trecho hasta llegar, y me siento algo tranquilo al reconocer mi entorno. Por suerte he paseado por este lugar muchas veces, en visitas tanto en grupo como privadas, gracias a que en mi familia siempre hemos sido muy fans del Real Madrid y mi tío tiene una amistad personal con Florentino Pérez, el dirigente deportivo del club.
- Cada uno tenéis un camerino – me informa la mujer mientras suelto mis cosas en una silla, mirando todo lo que me rodea. – También hay una sala más grande, al fondo del pasillo. El señor Alonso me ha pedido que te informe de que debéis estar todos ahí a las nueve y media.
Miro el reloj de mi muñeca, viendo que eso es en diez minutos.
- Está bien, gracias – murmuro sonriendo un poco.
- Ha sido un placer, señor Sainz.
- Igualmente, señorita.
La mujer sonríe, supongo que porque está acostumbrada a que le digan "señora" por su edad, y me deja solo en el camerino. Respiro hondo y giro sobre mí mismo, mirándolo todo. No es una sala muy grande, pero está bien. Se ve que en realidad era un pequeño almacén, probablemente para guardar material deportivo, pero es agradable. La luz es cálida, y han puesto un sofá y un espejo con una mesa y una silla delante. Hay un armario, y me acerco para curiosear qué hay dentro. Me sorprende encontrarlo lleno, con ropa que, creo que no por coincidencia, es de mi talla.
Me pongo a dar vueltas por la habitación, inquieto. Mis manos se mueven solas, y mis dedos se retuercen, y no sé si son mis nervios normales o los nervios previos al ensayo. Me he aprendido todas las letras de las canciones de la setlist en apenas una hora, aunque la mayoría de ellas ya las sabía de antes, pero aún así me preocupa equivocarme. Tendría que haberle dedicado más tiempo a eso. Si tan solo hubiera vuelto a casa anoche, en vez de...
Suspiro sonoramente, negando con la cabeza. La realidad es que no me arrepiento de ello. Egoístamente, me alegro de que pasara. El sexo es una buena forma de liberar la cantidad excesiva de energía que tengo, y de cierto modo me ayuda a calmarme. Pero se ve que ese efecto ya se me ha pasado.
Miro el reloj, y aunque quedan cinco minutos para que tenga que ir a donde la mujer me ha indicado, no aguanto más aquí encerrado. Así que salgo y me aventuro por el pasillo, viendo que en cada puerta hay un cartelito con el nombre de lo que hay dentro. Enfrente de mi camerino está el de Charles, y a continuación, están el de George a la izquierda y el de Alex a la derecha. El de Lando está justo después, y frente al suyo, una sala para guardar los instrumentos. Y al fondo, unas puertas dobles sin cartel me esperan. Las empujo sin mucha confianza, y me encuentro con una sala amplia y con varios sofás y una batería en una esquina. Fernando y Lando están ya aquí, los dos sentados y charlando de no sé qué en inglés.
- ... falta la parte instrumental y no quiero hacerla sin ella.
Es lo último que dice Lando antes de que los dos hombres giren su cabeza hacia mí. En la cara de Fer pronto aparece una cálida sonrisa, mientras Lando me mira impasible, como... Como siempre.
- ¡Carlos! – El español se pone de pie y viene hacia mí, abrazándome y palmeando mi espalda, gestos que imito. – ¿Cómo estás? ¿Nervioso?
- Un poco, pero creo que no irá mal. Tengo ganas de ver cómo tocan los chicos.
- Lo hacen genial, y cuando escuches sus solos, te va a encantar – sonríe con amplitud y mira al ojiverde, que no ha abierto la boca todavía. – ¿Vas a tocar ahora ese solo que tienes en la tercera canción?
- Lo tengo bastante controlado, pero sí. Quiero practicarlo otra vez – asiente con tranquilidad. – Hola, Carlos.
- Hola – le sonrío, y aunque la sonrisa no me es devuelta, no dejo que eso mine mi moral. – Le decía a Fernando que tengo muchas ganas de oíros.
- Los chicos tienen mucho talento, dudo que te decepcionen – contesta encogiéndose de hombros.
- Que no se enteren de que has dicho eso – se ríe el mánager, sentándose de nuevo donde estaba antes e indicándome que tome asiento también. – Yo quiero escuchar cómo sonáis todos juntos.
- Tengo confianza – admite Lando. – La voz de Carlos me gusta particularmente porque se adapta bien a distintos tipos de canciones.
- ¿Sabes eso habiéndome escuchado sólo un par de veces? – Cuestiono, sonriendo un poco, aunque tomándome lo que dice como un gran halago, sobre todo viniendo de él.
- Sí – asiente fríamente, mirándome de forma calculadora. – Puedo equivocarme, pero lo dudo. Lo que he escuchado me ha dicho mucho más de tu voz de lo que tú te crees.
- Lo que le falta de simpático lo tiene de buen oído – comenta Fer de forma bromista. – ¿Verdad, Lan?
- Yo soy una persona de lo más agradable – replica en un tono que se asemeja a la ironía.
- Oh, desde luego. El más entrañable de toda la banda – se ríe Fernando.
Sonrío un poco, divertido por su sarcasmo, y entonces entran en tropel los tres miembros restantes de la banda, armando jaleo y peleándose, o más bien, chinchándose.
- ¡Vete a tomar por culo, Leclerc!
- Míralo, se ha puesto rojo – se burla Charles, riéndose en toda su cara.
- ¡Que me dejes!
George se ríe sin intervenir, y miro a Fernando, aguantándome la risa. Fer los mira como si fueran sus hijos, y niega con la cabeza.
- Niños, comportaros...
- ¡Pero si es Charles el que no para! – Protesta el joven de tez color caramelo.
- Charles, deja en paz a Alex.
Cada uno toma asiento, Alex cruzándose de brazos, enfurruñado, mientras George y Charles luchan por dejar de reírse. Lando los mira impasible, aunque en sus ojos brilla algo cercano a la diversión. Aunque tampoco diría que es eso, puede que sean imaginaciones mías y esté tan serio como siempre.
- Ya estamos todos. ¿Qué querías?
- He estado hablando con el equipo de redes sociales, el de marketing y el de dirección. Desde que se anunció la ida de vuestro vocalista, los números han descendido, y hay muchas protestas en redes – comienza a explicar con seriedad, apagando el aura risueña que había hace unos instantes. – Puede que mucha gente no asista al concierto, pero cabe la posibilidad de que revendan las entradas.
- Eso no nos perjudica, las entradas ya están vendidas. La compraventa ilegal no es cosa nuestra – señala Lando. – ¿Cuál es el problema?
- La opinión pública – contesta, encogiéndose de hombros. – El equipo de publicidad y marketing está trabajando con el de redes sociales para hacer anuncios y acertijos sobre el nuevo vocalista – me señala con la cabeza y todos me miran un momento antes de centrar su atención nuevamente en el mánager. – Estamos llamando la atención del público y, es más, estamos haciendo que la expectación por saber quién es el nuevo cantante mantenga a la gente interesada.
- ¿Y cuándo revelaremos que es Carlos? – Pregunta Alex.
- En el concierto. Tenemos a la prensa comiendo de nuestra mano. Carlos es una figura pública ya en España, así que eso jugará a nuestro favor. Para mal o para bien, que sea él y no cualquier otro, dará muchísimo que hablar.
- El poder de un apellido – murmuro con amargura, sonriendo. – Espero que hablen para bien...
- Seguro que así será – me tranquiliza George, con sobrada confianza.
- Todo dependerá del concierto – acota Fer. – Tenéis que bordarlo. Y no quiero meter presión, pero... Carlos – me mira directamente, y trago saliva, – te necesitamos al 200% de tu capacidad. Si no deslumbras a todo el jodido mundo...
- Bye, bye, Formula Love – tararea Charles, con la mirada perdida. – Pero sin presión, ¿eh?
Trato de sonreír, pero no me sale, y me retuerzo las manos, necesitando levantarme y moverme. Demasiada presión y demasiado tiempo estando quieto. Aún así, permanezco sentado, sin poder dejar las manos quietas.
- Haré todo lo que pueda y más – aseguro, firme y tratando de inspirar confianza.
- Bien – asiente el otro español de la sala. – Por último, el equipo de dirección está trabajando en el espectáculo. Se han cambiado algunos detalles y están abiertos a pequeñas modificaciones con la llegada de Carlos, pero para mañana tendría que estar todo amarrado y listo.
- Hoy tenemos dos ensayos – dice Lando, sus fríos ojos verdes maquinando. – En el primero podemos ver qué nos sale, hacer correcciones, proponer ideas. En el segundo lo habremos perfeccionado, y al acabar ya podríamos dar los últimos detalles para tenerlo listo para mañana.
- Me parece estupendo – afirma Fernando. – ¿Chicos?
- Por mí bien.
- Suena perfecto.
- Me gusta la idea.
Yo soy el único que no dice nada, y todos me miran.
- ¿Carlos?
Miro al único que es mayor que yo, y no me lo pienso demasiado. He llegado muy lejos como para echarme atrás, y la verdad es que no tengo ninguna pega a lo que ha dicho Lando.
- ¿Empezamos a ensayar ya o no? – Contesto con una sonrisa confiada.
- Así me gusta – ríe Charles, poniéndose en pie. – Que comience la fiesta.
Salimos de la habitación por una puerta distinta, y caminamos por un largo pasillo hasta que salimos al exterior. Cuando piso el césped, contengo la respiración, emocionado. He pisado este terreno como fan, como socio de un club, pero no como artista, no como el protagonista de algo. Subimos por una escalera algo empinada para mi gusto, y cuando estamos en el escenario, me intimida su inmensidad, y al mismo tiempo me alivia. Tengo espacio de sobra para moverme y echar toda esa energía extra.
Yo soy el segundo que llega arriba, pues voy siguiendo a Fernando, pero cuando George, el último, tropieza al pisar el último escalón, y se tiene que agarrar del que tiene más cerca, que resulta ser Lando, no puedo evitar percatarme de cómo ese simple gesto parece paralizarlo. George simplemente se agarra de su brazo para no perder el equilibrio, pero enseguida lo suelta, y lo mira con los ojos muy abiertos, comenzando a disculparse insistentemente. Observo esa interacción con infinita curiosidad, pues juraría que Lando se ha quedado pálido, por no decir que se ha puesto verde del asco. Durante unos breves instantes, veo algo aparte de inexpresividad en su rostro. Veo horror, incluso pánico. Pero el gesto desaparece deprisa.
- No pasa nada, George – le dice, en voz baja. Entonces su mirada encuentra la mía, y su rostro se endurece. – ¿Y tú qué miras?
- Yo... Nada. Perdón.
- No le hagas caso, Carlos, hoy se ha levantado con el pie izquierdo – dice Fernando en un tono tranquilo y resuelto, queriendo aliviar la tensión.
- Sea lo que sea que signifique eso, vete a la mierda – bufa Lando de malas maneras.
- Tengamos la fiesta en paz, por favor. Es demasiado pronto para empezar a discutir, ¿no creéis? – Ruega Alex.
- Aquí nadie está discutiendo – replica George.
Los dos empiezan a pelearse hasta que Fer pone orden, y un técnico de sonido viene hasta mí mientras los chicos van a buscar sus instrumentos. Me ayuda con todos los micrófonos y demás, explicándome cómo funcionan, y yo escucho lo más atentamente posible que puedo, porque es importante. Me es difícil mantenerme centrado, pues no puedo dejar de pensar en el asco y el miedo que había en la cara de Lando cuando George lo ha tocado. Me intriga, cuanto menos. Pero aparto eso de mi mente y trato de atender a este chaval.
Los chicos empiezan a calentar, y el técnico se ve sustituido rápidamente por una coreógrafa que me pasea por el escenario, explicándome con paciencia lo que se hará en cada canción y si debo hacer algo en concreto en algún momento. Por suerte ella me habla en español, lo cual me simplifica la tarea de hacerle caso.
- Los bailarines van por libre, pero en esta canción en concreto tienes que cuidar de no interponerte en su espacio de baile – me explica, a lo que yo asiento. – El anterior vocalista se paseaba por la pasarela en esta parte, pero siempre existió la posibilidad de jugar un poco y que se moviese entre los bailarines. Eso requeriría que ensayaras con ellos, claro. No tendrías que aprenderte la coreografía, pero sí aprender a moverte entre ellos sin molestarles.
- Me parece bien – asiento, motivado por ese reto. – Será mucho más guay si interactúo con ellos, en vez de no hacer ni caso, ¿no?
- Eso pienso yo desde que empecé a planear las coreografías de esta gira...
Me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa, por amabilidad más que nada. Ella sigue explicando, y aunque empiezo a aburrirme y a incomodarme porque empieza a coquetearme con disimulo, aguanto y escucho, anotando todo mentalmente. Por suerte, acabamos pronto, y por fin me reuno con los chicos, sin poder ocultar mi hartazgo por estar tanto tiempo con esa chica.
- Por fin.
- ¿Qué pasa, Sainz? No estaba tan mal – se ríe Charles. – Era fea, pero en cuatro eso no se ve.
Me sorprende y horroriza su comentario, porque me parece ciertamente desagradable, pero no le hago mucho caso, quizás ese sea su humor. Así que sonrío y niego con la cabeza.
- Digamos que el problema no es su cara – comento con cierto tono que da pie a muchas interpretaciones.
- ¿No te van las rubias? – Me pregunta con sorna.
- Me van más los rubios – respondo, sin saber que el comentario causaría tanto revuelo. Ninguno dice nada, pero sus caras lo dicen todo. Menos Lando. Su cara no dice nada. – ¿Qué pasa? – Murmuro, avergonzado por tener la atención de todos sobre mí.
- ¿En esta banda no puede haber un solo hetero o qué pasa?
Me río ante las palabras de Charles, que mira hacia el cielo, muy dramáticamente.
- ¿Por qué das por hecho que no lo soy? – Protesta Lando, frunciendo el ceño y mostrando molestia, gesto que me sorprende viniendo de él.
- ¿Tú qué vas a ser hetero? Asexual como mínimo – lo chincha George.
- ¿Por qué no os vais todos a la mierda? – Replica de forma borde y disgustada.
- Porque preferimos estar en tu agradable compañía, Landito – ironiza el mánager. – Ya en serio, chicos, tenéis que ensayar.
Y por suerte, nos ponemos manos a la obra.
♪
- Que te den, Carlos – lo escucho decir mientras me alejo.
No hago otra cosa que reírme, porque es incluso tierno lo borde que llega a ser. Sé que no le gusto ni un pelo a Lando, pero si le sirve de consuelo, él a mí me gusta cada vez menos también.
Llego hasta Fernando, y juntos caminamos de regreso al interior de la parte cubierta del estadio. Estoy muy tranquilo, como siempre que canto durante mucho tiempo. He soltado toda mi energía de más y me siento muchísimo mejor, más calmado. Ha sido un primer ensayo gratificante, la verdad es que me ha gustado cómo hemos sonado y estoy bastante feliz con mi trabajo. No se me ocurre nada que cambiarle, en realidad. Pero Fer me ha dicho que tiene una propuesta para mí, y yo he accedido enseguida. Así que cuando llegamos a mi camerino, me dejo caer en el sofá y Fernando toma asiento en la silla que hay frente al espejo, girándola para poder mirarme de frente.
- ¿Cómo te has sentido? Yo he visto una gran química entre todos. Hacéis un buen equipo – opina, con una sonrisa amable en la boca.
- La verdad es que he estado muy cómodo, me ha gustado – admito, asintiendo con la cabeza. – También creo que hacemos buen grupo. Sonamos bien juntos.
La sonrisa del asturiano crece, y antes de que pueda hablarme y cambiar a otro tema, decido proponer yo mi propia conversación, porque es algo que no me he sacado de cabeza en todo este rato.
- ¿Qué le pasa a Lando?
Fer deja de sonreír prácticamente de inmediato, y me mira serio, como si no quisiera responderme en absoluto. Aún así, pregunta:
- ¿A qué te refieres?
- Cuando George ha tropezado y se ha agarrado a él – explico, y por si no quedara claro lo que quiero decir, insisto. – Se ha puesto blanco. Parecía estar a punto de desmayarse o de vomitar.
El mánager asiente con la cabeza, sin mirarme, y me parece que se lo está pensando. Creía que no respondería o que se haría el loco, pero me alegra ver que me equivoco y empieza a hablar.
- Probablemente estaba a punto de vomitar – afirma secamente. – Te voy a decir algo, y más te vale no mencionar nunca nada al respecto, ¿queda claro?
Asiento con la cabeza despacio, francamente intimidado por su tono. Parece estar dispuesto a arrancarme la cabeza si no cumplo mi palabra.
- Nunca. Jamás. Bajo ningún concepto – dice despacio, haciendo mucho énfasis en esas palabras, – te acerques demasiado a Lando, y mucho menos lo toques. Ni siquiera rozarlo por accidente. Nunca – insiste.
Frunzo el ceño, nada satisfecho con eso. Lo único que logra es alimentar mi curiosidad.
- ¿Por qué?
- Odia el contacto físico. Por no decir que le da un pánico terrible. Es prácticamente una fobia. Es muy poca gente la que puede acercarse. A veces ni siquiera yo puedo tocarlo, y eso que confía mucho en mí – me cuenta en voz baja, de forma confidencial, como si temieran que las paredes escucharan. – Y si alguna vez llega a haber contacto, tiene que venir de él. Él marca los límites. Él tiene que dar el primer paso. Los únicos con los que tiene una relación normal es su familia.
- ¿Ni siquiera con los chicos?
- Ni siquiera ellos. Los verás abrazarse, pero siempre será Lando el que inicie el contacto, nunca al revés. Él tiene que saber a quién toca y quién lo toca.
- ¿Qué tipo de trastorno es ese? – Pregunto con algo de sarcasmo, pues la seriedad de Fernando me está enervando.
- No es para reírse, Carlos. No es ningún chiste – me riñe, logrando que me asuste un poco. – Es un problema muy serio y quiero que me prometas que no lo harás sentirse incómodo.
- Está bien, está bien. Haré todo lo que pueda para respetar su espacio personal – desisto, de forma solemne y templada. – No tenía ni idea, lo siento.
- No pasa nada. Pero tenías que saberlo, para que no se diera ninguna ocasión desafortunada.
- Ya – murmuro, pensativo. Me acuerdo de varios detalles que ahora me resultan muy obvios. – Por eso no me dio la mano cuando nos conocimos... Y por eso no saludó con un abrazo a las ingenieras de sonido.
Fer sonríe de una forma algo triste y asiente con la cabeza. Se ve que le importa mucho el inglés, que lo protege lo máximo que puede. A los cuatro, en realidad. Realmente parece el padre de la banda.
- Pasando a temas más relevantes ahora mismo... – musita, deseando cambiar el rumbo de la conversación. – Hemos pensado que sería buena idea que un artista español cantara contigo. Una canción en español, claro. Al público le gustará, y creo que a ti también.
- Obviamente, me encanta esa idea – digo, emocionado y con una gran sonrisa. – ¿Con quién quieres que cante?
- Pues... Hay algunos artistas invitados al concierto, simplemente para verlo, pero estoy seguro de que cualquiera de ellos diría que sí a nuestra propuesta – me cuenta, logrando que mi corazón se acelere. – ¿Te digo la lista?
- Por favor.
Dice una serie de nombres, a cada cual mejor que el anterior. No son muchos, pero son artistas conocidos en España, y algunos me encantan. Pero hay uno que, sin duda, sería mi elección de entre todos los artistas españoles.
- Alborán. Quiero cantar con Pablo Alborán – digo con vehemencia. – Es la ilusión de mi vida.
Fernando asiente, sonriendo con amplitud.
- Una buenísima elección – afirma, satisfecho. – Me pondré en contacto con su mánager, Esperanza. Es amiga mía, y a Pablo lo conozco y es un gran tío, seguro que me dicen que sí. ¿Has pensado qué querrías cantar con él?
- Algo suyo. No sé si algo lento o algo marchoso, pero... Algo que sea suyo.
- Podríais cantar las dos cosas. Algo lento para empezar, y algo con más ritmo para terminar y seguir con las canciones del grupo – propone, encogiéndose de hombros. – ¿Sugerencias?
- ¿No sería mejor hablarlo con él?
- Tienes razón. Llamaré a Espe.
Y como el que no quiere la cosa, saca el teléfono y llama a la mánager del mismísimo Pablo Alborán. Empiezo a ser consciente de la agenda de contactos llena de famosos que debe de tener, y me da mucha envidia. Más de la que me gustaría admitir.
- ¿Nando?
Me emociono al ver que ha puesto el altavoz, y así podré oírlo todo. Me siento como un fan tonto y desesperado. Pero es que... ¡Es la mánager de Pablo Alborán!
- ¡Hola, Espe! – Saluda, alegre. – ¿Te pillo ocupada?
- No, no. Voy en el coche con Pablo, que vamos a su casa. Ha estado grabando algo en el estudio de la discográfica, pero ya hemos acabado. ¿Tú qué? ¿Qué te cuentas? Tienes un marrón con eso de tu vocalista inexistente, ¿eh? – Su tono es de burla, pero lejos de ofenderse, Fernando se ríe.
- En realidad, por eso te llamo. Pon el altavoz, que Pablo escuche...
- Él no va a ser tu vocalista – lo frena Esperanza.
- No es eso, listilla. Hazme caso, anda.
- Está bien.
Se oye un silencio de un par de segundos, y luego escucho una voz que ya he oído antes, pero sólo a través de mis auriculares o en la televisión.
- Hola, Fernando. Soy Pablo.
- Buenos días. ¿Vas conduciendo?
- No, conduce mi hermano. Soy todo oídos, tienes toda mi atención.
Fer me mira con una sonrisa ilusionada antes de explicarle la situación.
- El nuevo vocalista de mi banda es español, y nos gustaría que cantaras mañana con él, en el Bernabéu, algo tuyo. Un par de canciones. ¿Qué me dices?
Se hace un silencio que se me antoja eterno, y juraría que escucho los murmullos de Pablo y su mánager debatiéndolo apenas.
- ¿Cuándo debo estar ahí para ensayar?
El asturiano suelta una risa, y yo doy un pequeño brinco de emoción, aún sentado.
- ¿Mañana temprano te viene bien?
- Por supuesto.
- Pues te dejaré hablar con el susodicho, para que os pongáis de acuerdo con las canciones – le informa antes de tenderme el teléfono.
- Vale.
Me entra el pánico, pero lo cojo igualmente, a punto de reventar de la emoción.
- Eh... Hola, soy Carlos.
- Hola, Carlos. Dime, ¿tienes alguna idea?
- Pues... Había pensado en cantar una canción lenta y otra con más ritmo. ¿Te parece bien?
- Me parece perfecto.
- Genial – murmuro, nervioso. – Había pensado en... "Contigo", esa canción tuya y de Sebastián Yatra.
- ¡Me encanta esa canción! Y es perfecta para cantar a dúo. Podríamos tocar los dos el piano, sería muy bonito.
- Es una opción, sí.
- ¿Qué más habías pensado?
- No sé, la verdad. Pensaba en cantar "La Fiesta", o "No Vaya A Ser", algo así...
- ¿Qué me dices de "Tabú"?
Abro mucho los ojos. ¿Cómo me he podido olvidar de esa pedazo de canción? Es justo el tipo de canción que buscaba. Y me encantará cantarla con él, desde luego.
- Creo que esa es la mejor opción – respondo, muy seguro de ello. – Entonces, ¿te apetece? ¿Cantamos esas?
- Sí, por supuesto – dice, y se escucha igual de emocionado que yo. – Mañana nos presentamos en condiciones y ensayamos.
- Perfecto.
- Pues, hala, ya está. Mañana nos vemos, Carlos. Que Espe y Fernando concreten los demás detalles.
- Sí, claro. Hasta mañana.
- Chao.
Le devuelvo el teléfono a Fernando, que no deja de sonreír, y quita el altavoz, comenzando a hablar con Esperanza. Se despide de mí con un ademán de mano, dejándome solo en el camerino, y yo trato de procesar todo esto.
Voy a cantar en el Santiago Bernabéu, ante unas 65.000 personas, y Pablo Alborán me acompañará en un par de canciones. Debo pellizcarme para creérmelo, y cuando siento el dolor, sonrío como un idiota. Es real, muy real.
Tocan en mi puerta abruptamente, y una cabeza se asoma por ella segundos después. Es la chica de antes, la coreógrafa.
- ¿Listo para el ensayo con los bailarines? – Me pregunta con una gran sonrisa.
- Vamos a ello.
No lo pienso dos veces antes de ponerme en pie y seguirla. Lejos de sentirme cansado, me siento más enérgico, radiante y feliz que nunca.
Creo que esta es la vida a la que pertenezco.
♤
Nota de la autora:
Hola, mis amores. Os hago esperar más de lo que me gustaría, pero bueno, tiempo al tiempo. Estoy trabajando en un campamento de verano por las mañanas (pasé de alumna a "seño" en tiempo récord) y por las tardes voy al gym y descanso, así que no dispongo de tanto tiempo para escribir como pensaba. Pero lo importante es que avanzo poco a poco y cuando tengo ganas.
Simplemente espero que os esté gustando mucho, mucho, mucho, esta historia, porque yo la estoy disfrutando bastante.
Ah, una cosita. Mis lectores más fieles recordarán una historia que empecé a publicar hace un par de años, pero que mandé a borradores tras un par de capítulos, llamada "Éxtasis". Bueno, digamos que... Vamos a tener nuestra pequeña versión de esa historia aquí AJAJAJAJAJAJA.
Os ama,
A💛.
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