Capítulo 1
Capítulo 1
* * *
No podía recordar un día que no sintiera dolor.
Había vivido 8401 días y cada uno de ellos se había preguntado cómo seria la vida si no tuviera que haber entrado a la área de oncología en el hospital de Tokio esa tarde invierno hace diez años; había escuchado sus huesos crujir y el dolor punzante en cada parte de su cuerpo manteniéndolo en cama durante semanas enteras. Era lo más cercano a recuerdos infantiles que tenía, desde su madre llorando en la silla frente a la camilla del hospital, o el ruido de las máquinas al lado de él que mantenía latiendo su corazón.
Desde que su pediatra lo había diagnosticado por primera vez leucemia sabía que su vida sería efímera, que la muerte lo acosaría aún sin haber vivido unos años en libertad y que dejaría a personas en su camino a la funeraria. Pero, fue hasta su trasplante de médula ósea fallido que se dio cuenta que había soportado todo esto en automático, iba morir, pero ni siquiera había vivido su adolescencia y adultez sin estar conectado a una máquina. El reloj en su escritorio le recordaba las horas y minutos que faltaba para su muerte, o fecha de expiración como le gustaba llamarle.
—¡Dios mío, Izuku, déjame cargar con eso!—Dijo una mujer castaña con ojos grandes
—Estoy bien, solo son unas pinturas—Izuku respondió con una sonrisa en su rostro.
—Tu madre me dio claras las indicaciones, ayudarte con todo lo que pueda.
—Y te estoy eternamente agradecido, pero estaré aquí solo por lo que resta de...
Mi vida.
Sus cuerdas vocales no habían podido articular la palabra pero su mejor amiga y él lo sabían, esta pequeña casa a las afueras de Shirikawa era solo temporal, hasta que los medicamentos ya no hiciera efecto y podía morir solo en un pueblo costero alejado de todo el bullicio de la ciudad, y principalmente, de su madre. Ella se había vuelto loca cuando le dijo que había dejado el tratamiento experimental, pero ya era mayor de edad, podía elegir si morir conectado a un suero en una sala blanca, comiendo comida insípida y oliendo a desinfectante, o, en un pueblo costero con el sonido de las olas golpeando las rocas en la costa, comiendo comida tradicional japonesa y asistiendo a los festivales de primavera.
—Uh, es que la casa es vieja y alejada del hospital ¿Estas seguro de esto?
—Pienso contratar a un enfermero o algo así, no te preocupes por eso,
—¡Podría ayudarte! Tengo algunos amigos en el hospital...
—Uraraka
—¿Uh?
—Yo resuelvo esto, tú ya tienes demasiado con la bebé y tu trabajo.
Su amiga de la infancia era enfermera, una de las mejores en el hospital, era regordeta con el pelo café, pero se lo había teñido anaranjado hace unos meses cuando tuve una crisis de los 20. Se casó con su compañero de preparatoria, quien era ingeniero informático, y ahora, tenían a una preciosa hija llamada Hana, era la luz de los ojos de Izuku, y como su tío la había mimado hasta lo que más pudo antes de despedirse hace unos días, solo esperaba que la pequeña no lo recordara cuando creciera.
—Te visitaremos cada mes ¡Tendrás comida para mucho tiempo! Asegúrate de cuidarte y...
—Si, lo se, perderás el tren, es mejor que te apresures.
Izuku abrazo a su amiga antes de que saliera por la puerta. Ella le había insistido en la nueva terapia para curar su leucemia pero el se había negado, había intentado de todo esos años y nada le había funcionado, todas trataban de retrasar lo que era inevitable, su muerte. Con los años aprendió a aceptar su enfermedad, y con la herencia de su padre había podido comprar esta casa, quería tener algo suyo por lo menos hasta que el reloj dejara de funcionar.
Miro los pisos vacíos, la paredes color beige, y la gran ventana de la sala que daba vista a un hermoso faro rodeado del basto mar color azul. En la esquina, estaban todos sus utensilios de pintura, era otra cosa que había abandona gracias a los horarios apretados de las quimioterapias y estudios. Hacia mucho que no levantaba un pincel en sus frágiles manos, y lo extrañaba, el olor a pintura, el rose de los pinceles con su sensible piel, y sobre todo, los colores que remplazaban esas simples cosas blancas y las convertían en mundos distintos donde viajar desde su cama.
Desearía haber vivido un poco más antes de su fecha de expiración.
***
Katsuki siempre había sido un inútil y eso lo sabía muy bien. Había nacido con una madre borracha y una padre adicto al trabajo, lo habían llenado de amor pero lo había dejado con el estómago vacío cuando aún era muy pequeño para separarse del calor de su hogar. Había crecido en un barrio de Tokio, Kabukicho, que tenía fama por sus burdeles, bares y reuniones con miembros de yakuzas, cuando lo arrestaron y lo llevaron al reformatorio, no había sido una sorpresa para sus vecinos,que sabían de la reputación del lugar, en cómo convertía a niños inocentes en criminales entrenados muy bien pagados.
Era un ex convicto que había tenido mala suerte en su vida. Su madre le había cerrado las puertas para beber y drogarse, el estaba a su suerte. Todos lo miraba mal al ver sus tatuajes, incluso cuando intento adaptarse a la sociedad, todos lo apuntaron y señalaron que lugares como ese, no estaban echos para personas como él, destrozadas por un mal linaje.
Por eso, cuando su oficial de libertad condicional lo había obligado a buscar un trabajo digno, lo había enfurecido, era la quinta vez que lo sacaba de una pelea de clandestina y no permitirá que estuviera en una fría celda otra vez.
—¿Bakugo? ¿Me estás escuchando?
—¡Si, si, mitad-mitad!—El empleado del centro de trabajo suspiraba cansado de la actitud del chico sentado al otro lado de su escritorio
—Tienes que tomarte enserio esto, soy tu amigo, lo sabes, pero no dejare que desperdicies tu vida así.
—¿Y que si quiero hacerlo? ¿Eh?
—¿Has pensado que un trabajo en un taller? ¿O mesero tal vez?
—Enserio eres un iluso ¿Crees que contraten a un ex convicto que puede robarles? No, no lo creo.
—Buscaré algo más, pero son los únicos trabajos disponibles gracias tú habilidades—Fantástico, hasta la estupida computadora le decía inútil.
—¡Ahg! Qué se vaya a la mierda el maldito policía.—Dejó caer la silla y se paró dispuesto a salir por las puertas de cristal.
—¡Espera! Creo que tengo algo.
—Como me digas que es un café de esos con gatos...
—¿Estuviste cinco años en la carrera de medicina, verdad?—Dijo antes de que el rubio intentará levantarse otra vez.
A Katsuki no le gustaba que hablaran de su desliz para ser un buen ciudadano, ni siquiera sabía que alguien lo recordara, aunque no hubiera pasado tanto desde que tuvo que dejar la carrera.
—Si, pero no la termine.
—Encontré un trabajo como cuidador, no requiere mucha experiencia, solo tienes que acompañar a la personas, administrar sus medicamentos vía intravenoso, y asegurarse que...
—¿No se muera?
—Que disfrute sus últimos meses lo más que pueda.—Ouh, eso definitivamente le había intrigado a Bakugo.
—Como sea, no quiero limpiarle el culo a un viejo decrépito.
—¡No tendrás que hacerlo! La paga es muy buena y hasta te dan un lugar donde dormir, no te piden antecedes.
—¿Cual es el truco?
—Es hasta Shirikawa, un pueblo costero, un trabajo temporal que te dejare con un buen dinero pero no será estable.
—Es solo para calmar los nervios de mi maldito oficial de libertad condicional, lo acepto.
Tendría que ir a una entrevista hasta el otro lado de Japón, nada le molestaba más que los largos viajes en tren, con gente sudorosa a su lado y niños llorando. Pero era trabajo con dinero, y sobre todo, era su primer trabajo legal, nada de contratar menores de edad, o peleas clandestinas, era un trabajo que involucraba un mundo que había intentado pertenecer, y siendo sincero, aunque no lo reconocería frente a alguien, ayudar a alguien de verdad le daba mariposas en el estómago.
Pero la gente como él no salvaba personas, y eso se lo habían dejado muy en claro.
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