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🏐Cap. 32🏐

El gimnasio se sume en un pacífico silencio que solo es alterado cuando entre diversos chasquidos se escucha la lluvia correr por encima de sus cuerpos.

Ducha que predispone a sellar el comienzo de algo que se les hace muy difícil de frenar.

Aunque es más certero anunciar que prefieren ser atrapados que alejados y las continuas manos enredadas de ambos, dan por verídicos los supuestos.

Un rubio y un castaño que están de más entusiasmados con la cálida situación, dejando de lado los reproches que quieran asomar cuando alguno de los dos vuelva a pensar con la única cabeza que puede hacerlos razonar.

Pero el calor es tal que sus bocas se atraen como metal al imán, dejando espacios sin respirar que solo lo llenan los guturales sonidos que se asoman al inspirar.

Uno deseoso y el otro, entregado a lo que deba ser, será. O más bien, un intercambio de placer que excede más allá de lo sexual cuando notan que es casi imposible separar la química que se genera cuando sus cuerpos se rozan y sus ojos se acarician en un mar de tranquilidad.

Porque más allá de todo, de ese sube y baja de emociones, está la paz... Esa sensación que se genera en cuanto sus cuerpos -inevitablemente- se acercan.

Lejos quedaron los momentos en donde el nerviosismo era lo primero, de un modo inexplicable se asemeja a sentirse como hogar... Aquel lugar al que todos queremos regresar cuando nos sentimos entre afectos.

Y para el rubio, este aspecto es algo muy difícil de sobrellevar dado que la parte filial de su relación paternal ha sido duramente intoxicada y por ende, dañada, dejando entreabiertas aquellas heridas que parecieran nunca querer cerrar.

Dolor que trata de ser reparado por el afecto que le nace desde el fondo de su pecho aunque no pueda ponerlo en palabras por el momento.

Porque en cuanto sus miradas se cruzan, sabe que algunas cosas que no se nombran, se sienten por demás.

Un inusitado afecto que lo hace sentir perfecto aún estando en un estado de imperfección total.

Una persona que logra lo que nadie ha logrado a lo largo de los años, darle cierto grado de estabilidad emocional y un temor real a lo desconocido que vendrá.

Aún así, sintiendo que el miedo se apodera de cada fragmento de su cuerpo, se deja llevar. Porque es más fuerte la increíble necesidad de afecto que todo temor al que se deba enfrentar.

Con ese pensamiento, abre la boca y recibe esa lengua gloriosa (órgano que barre con cada resquicio de su racionalidad) cuando en un acto de fe absoluta -áspero- la enreda con la suya. Incrementando la afección como leña abrasadora cuando sus miembros -sin ropa- se rozan.

Y el castaño, perdido en el menester de esos labios y ni hablar del roce allá abajo, apela a lo que le dicta su frágil estado de consciencia cuando lo gira y ase de su nuca como si fuera una condenada bestia. Barriendo su cuello con húmedos besos y unos dedos que hacen de la suya a medida que palpita duro entre las dos molduras vecinas.

Pero luego de varios minutos de acelerado jugueteo, todo resquicio de cordura fue a parar a la basura en cuanto el rubio gime tapándose los labios con una mano y con la otra, se aprieta la base de su duro mástil... Venoso y palpitante que quiere ser atendido con suma urgencia cuando nota algo húmedo pasearse por sus nalgas e introducirse entre sus piernas.

"¡Maldita puta vida!" Se le cruza en la cabeza cuando el vaivén no se detiene y la zona se vuelve aún más humedecida.

Generando un cortocircuito en ambas direcciones cuando -por instinto- el rubio apoya las manos y empuja su culo, llenando el baño de obscenos pensamientos y un incrementado deseo que se transmite en cada toque, en cada roce y en cada beso.

—Dime... Dime que ésto está bien... Dime que no es demasiado.

La voz ahogada del castaño sale en modo afirmativo más que de un cuestionamiento en sí mismo. Y aún así, rogando por no asustar ni frenar la aquerrida contienda, no puede dejar de preocuparse por aquel que pone su mundo de cabezas.

—Yo... —el rubio gira la cabeza y abraza con sus labios, los delicados del contrario —Solo sé... Que quiero mucho más de esto.

Si a las palabras se las lleva el viento, a la vergüenza, el agua caliente la drena. Porque el simbiótico e imparable movimiento que se genera entre ambos desata un éxtasis de deseos y jadeos. Dejando al rubio consumido en el olvido cuando la mano del hábil castaño, agarra su miembro adolorido y le muestra el glorioso camino.

Jadeando sofocado cuando lo inevitable lo toma desprevenido. Y sintiendo hervir su sangre cuando lame la mano de aquel que intenta aminorar sus gemidos a medida que penetra con fuerza, la unión entre sus delicadas piernas.

En algún otro rincón del gimnasio, algo parecido le sucede a un jugador que se está dejando avasallar por un reguero de besos sobre el comienzo de su columna vertebral, seguido de la firme toma de sus cortos cabellos.

Y el deseo es tal, que no les importa ser atrapados luego de desencadenar un mar de jadeos incontrolados a medida que el calor se eleva como fuego infernal.

Mientras las manos de aquel que diseña certeras estrategias de juego recorren con esmero cada contraído músculo, el central (repleto de gozo) no puede dejar de jadear. Últimamente, pareciera que su espalda está perfectamente diseñada para ser amada por la piel de aquel moreno mayor que no puede ni quiere dejar de desear.

Hasta que un sordo ruido seguido del movimiento de una puerta, los regresa a la indeseada realidad. Un par de pies que corretean, un ácido comentario y una risa profunda y nasal, provocan que se separen acomodando sus prendas y riendo por lo bajo porque no eran los únicos en el gimnasio, haciendo lo indebido e inmoral.

Lamento la espera, lamentablemente, mi cerebro se consume en problemas. Así mismo, agradezco cada lectura, voto y comentario 🫂♥️

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