Capítulo I
La mañana del sábado empezaba a presentarse bastante tranquila, con un estado de tiempo veraniego, y la paz que reinaba la casa empezó a parecerle demasiado irreal a una joven de tez cremosa, totalmente cubierta por la frazada atigrada de color beige y con una almohada justo encima de su cabeza, ocultando sus ojos de la luz mañanera. Empezando a escuchar los ladridos molestosos del pinscher del vecino, al igual que el sonido ronco de algún autobús público que pasaba frente a la casa; la joven de unos diecisiete años se empezó a desperezar en la cama y seguidamente levantarse abrazando su almohada, tras un bostezo profundo.
—Está ameno el día, parece que este día será diferente. —murmuró para sí misma, mientras su mente aún se encontraba en un estado de reinicio bastante lento. Pero seguido de unos largos minutos se acordó de algo. — Mamá y Papá se fueron al abasto tengo la casa sola. Ah, como extraño a mi hermano...
Se levantó de la cama a trompicones, sus pies automáticamente buscaron sus zapatillas de goma, caminando unos pasos tuvo que levantar un poco más de lo promedio su pisada para subir por la escalera ancha y alta que daba hacia un corto pasillo en el que se dividía entre el acceso de la salida de la habitación y la puerta al baño. Siguió al camino de la mano derecha, directo al baño con la intención de liberarse de las necesidades humanas primarias. El baño constaba de un espacio para ducharse, un jacuzzi rectangular personal, un lavabo de color blanco al igual que las paredes, una estantería con tres caras de espejo, el inodoro del mismo color del lavabo de manos, aunque había un detalle que siempre la perturbaba... y ese era el hueco parchado en la puerta de roble ligero de color marrón ocurso el cuál poseía dos pestillos, es decir: uno fuera y otro dentro del baño. Y no creía que fuera porque por la ventada pudiera entrar algo para matarla, ya que hasta verjas tenía la pequeña ventana circular por donde tenía un mecanismo de palanca para abrir.
En fin, luego de volver a perderse en esa incógnita pensativa del baño. Solo le bastó unos minutos para estar lista, lavarse las manos y cara, para luego salirse de la habitación en dirección a la planta baja. Si, su habitación estaba ubicada en la planta alta donde se podía acceder a cuatro habitaciones contado con la suya, aunque separando la suya de esas tres se encontraba un gran espacio para la pc, en este espacio se podía notar un gran ventanal de tres ventadas con vidriera de textura craquelada, cubierta por una cortina blanca mientras que el suelo era de una terciada ligera donde se podía escuchar el rechinido de los pasos pesados de las personas que pasaban por la zona o que se dirigía alguien hasta su habitación. Aunque para acceder a las otras habitaciones se debía pasar por un pasillo. Su habitación se encontraba en el ala sur, y la ex habitación de su hermano en el ala norte por donde debía pasarse por un tétrico pasillo sin iluminación.
En fin, una gran muralla blanca dividía el sitio del pc hacia el espacio del balcón de la plata alta, el cual se podía acceder a través de la ventana de la habitación de la joven, como también a través de una puerta que se encontraba oculta entre esa muralla y ese espacio, justo un metro después siguiendo la muralla se encontraba el acceso de unas escaleras de maderas compactas para así poder bajar hacia la planta baja. En ese lugar si había buena iluminación, dos faroles rústicos y tiernos, los cuales fueron apagados por ella ya que el soleado día le permitía ver todo sin necesidad de la luz artificial.
Una vez en la planta baja, se podía ver paredes que dividían el comedor principal, la sala (mano derecha) y la cocina (mano izquierda), frente al comedor se podían ver dos puertas divididas por una pequeña pared de un humano de anchura, estas eran de roble pesado que también poseían alrededor de tres pestillos: uno arriba, otro en el medio y uno a los pies; ambas puertas lo poseían. Si se pensaba que ya tenía bastante seguridad, no, aun no acababa el detalle de esas puertas. Aun cerradas de esa forma, detrás, justo al aire libre se podía uno encontrar con verjas de hierro fino que también poseía el mismo estilo de pestillo, aunque en estas verjas se solía colocar un candado para cada puerta doble.
En la sala del comedor, se podía ver la presencia organizada y adornada de su madre. Con la mesa circular cubierta con un mantel blanco con detalle floral. Unas orquídeas al agua en un florero, signo claro que estaba preparando ese ramo para regalar a quién fuera a visitarlos. Sea familia, amigos o vecinos. Sonríe enternecida por el detalle de su madre, ¡cuánto la amaba a esa mujer de estatura baja! Prosiguió su camino hasta llegar a las puertas vaivén, al empujarlas accede fácilmente a la cocina amoblada y pequeña, con dos heladeras, una que sirve de almacenaje de chucherías obsoletas o útiles y otra que si anda para los alimentos.
Busca rápidamente leche, azúcar y su taza de color crema, para seguidamente cerrar la puerta haciendo malabares. Debía desayunar a la de ya, voltea curiosa por encima de su cabeza y de las puertas vaivén para fijarse en la hora. Quedándose avergonzada, iba a desayunar sobre las 10.30 y eso la hacía ser una nini dormilona sin remedio. ¡Qué pena! En fin, prosiguió rápidamente a prepararse su desayuno ya que tenía hambre y sentía que si no lo hacía pronto se desmayaría del hambre.
Mientras la protagonista se preparaba un desayuno merecido, en otra parte o universo las cosas pronto estarían por cambiar.
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En la mansión Sakamaki. Cada uno de los hermanos se encontraban desarrollando sus habituales actividades, tales como: Raito y Ayato intentando consumar la sangre de su presa: Yui. Reiji analizando una nueva fórmula en su laboratorio. Kanato hablando con su dulce y tierno oso de felpa: Teddy. Subaru simplemente mirando desde el patio la torre que pertenecía a su madre. Y, por último, pero no menos importante: Shu. Durmiendo tal cual un perezoso.
Todo iba tal cual su rutina escandalosa habitual.
Sin embargo, de un momento para otro, un extraño aroma inundó como literalmente una bola de humo de color azul, entorno a cada uno de los vampiros Sakamaki. Dejando de lado, en libertad breve a Yui Komori, aunque el miedo mermaba en esa joven rubia.
Nadie pudo decir nada, aquello los paralizó y enmudeció en grandes rasgos. Sin embargo, la veracidad de Subaru a la defensiva pudo observar entre todo ese ataque, una figura extraña caminando cerca de la torre de su madre.
—¡Oe! —exclamó casi en un rugido de amargura. Molesto por la falta de respeto a su madre.
La figura extraña. Un hombre joven casi de su misma edad. Lo mira y con el rostro inclinado a la derecha y una sonrisa inocente, levanta su mano a modo de despedida tétrica.
—Disfruta o mejor dicho... Disfruten de su viaje de muerte. jejeje
Y justo después de esa voz angelical, aterciopelada y varonil. Un humo de color azul mágico lo engulle, perdiendo total conocimiento de lo que ocurre.
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