—El dolor es subjetivo. Y el pesar o emociones negativas nos han enseñado siempre a dejar en segundo plano para seguir con nuestras vidas. ¿no? —pregunta repentinamente un joven de cabello blanco, ojos angelicales y piel pálida como la nieve. Acercándose con unas vendas hacia el joven de cabellos color negro oscuro con las puntas grises claras, lo miraban con esos ojos color grisáceo, aparentemente confundido.

—¿Quién eres...? ¿Y qué... quieres? —preguntó molesto por la intromisión. Nadie que no fuera él tenía derecho de acercarse a «Justin», «Melissa», y «Christina»

—Quién sea por ahora no interesa. Aunque si necesito algo de ti. Y que estes débil no será bueno para lo que les espera —responde el desconocido.

—Dilo... —pide Azusa, somnoliento.

—Necesito que la cuides. Ella debe volver con ustedes. Se necesitan. —responde algo incomodo al parecer. Como si no tuviera tiempo o no pudiera decir más acerca de ello.

—¿Quién? ¿Eve? —pregunta Azusa, con cierto interés.

—Es similar, es una Seelie. El destino debe seguir su curso, es más importante que Yui Komori. —responde el joven cada vez más inquieto.

Azusa se queda extrañado.

—¿A cambio de...qué sería? —pregunta sin comprender aún el mensaje. Aunque de que le beneficiaría saber aquello, a él.

—Lo sabrás conseguir luego de verla. Cuídala. Éxitos, Azu-kun. —responde dando un paso atrás. Casi saliéndose por la ventana.

Justo al momento, la puerta de la habitación se abre. Dejando ver a tres vampiros a la defensiva y preocupados por su hermano, a su manera.

—¿Quién eres? Qué descortés la suya. —expresa Ruki.

Yuma se acerca sin medir tiempo hacia el desconocido. Listo para atacar. Pero a milímetros es detenido por una extraña estática. 

—¡SUELTAME! BASTAARDO! — gruñó irascible, con aquel cabello castaño claro y desordenado, con un color de ojos casi idéntico al de su pelo.

—Muy pronto lo comprenderá. Éxitos con el viaje de muerte. 

Ruki, Kou, Yuma ni Azusa tuvieron tiempo para quejarse. Debido a que fueron inmediatamente inhibidos de sus sentidos agudos, del espacio y del tiempo. Un extraño humo azul, y visto con más detalle se pudo notar que eran micro pétalos de rosas azules, casi como polvo de hadas.

Los cuatro con emociones alocadas al máximo, mientras se sentían disparados hacia algún lugar, como si fuera una caída libre. Los tenía alertas y en aprieto.

¿A dónde irían de viaje?

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Karlheiz Sakamaki.

Aquel Rey vampiro se encontraba con una mirada con la máxima expresión de curiosidad como diversión. Mirando al joven frente a él. Por mucho que haya intentado manipularlo, atacarlo o simplemente investigar más acerca de él, no lograba conseguirlo. Más que nada porque por más que parecía estar físicamente presente, en cuánto intentaba tocarlo se encontraba con que se esfumaba o diluía como polvo en el aire. Era como un ser fantasmal de humo.

—Ya los has enviado. ¿Y ahora qué acontece? —preguntó intrigado el Rey.

—Si el plan continúa como debe ser. Nuestro trato saldrá bien. Tendrás lo que más anhelas, sin embargo...—responde tras un cambio en su tono de voz, a uno ronco de amenaza— Llega a salir lastimada por cualquier cosa, o por ti, nada bueno te pasará.

—¿Acaso te crees mejor que yo? Soy el Rey vampiro. No puedes acabar conmigo, son mis hijos quienes deben hacerlo. —responde con molestia en la mirada.

—No presumo. Solo aviso, quien avisa no es traidor. —responde el joven, sentándose y acomodándose mejor en el sillón, de brazos cruzados.

El vampiro de piel pálida, con el pelo largo y blanco, lo mira detenidamente con esos ojos rojos. Cualquiera que los viera podría decir que fuera su hijo, pero él no lo era. No lo percibía como suyo. Ni con esencia que pudiera reconocer. Ríe, y acepta al ingenio del joven.

—Me agrada. —responde aceptándolo— Sin embargo, ¿qué haremos con ella por mientras? — pregunta mientras mira a Eve, la mujercita para su brillante plan.

—Evitar que esa mujer despierte. Aún no es su momento. — sentenció la figura fantasmal.