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Capítulo 33

Abro con cuidado la puerta del departamento, intentando hacer el menor ruido posible. Al entrar, dejo mi bolso y las llaves sobre la mesa para avanzar por el lugar.

—¿Kat?

Escucho la voz de Jace al tope de las escaleras. Levanto la mirada y lo observo, sin camiseta, baja corriendo hasta mí y me abraza con fuerza.

—Nena, estaba preocupado por ti —susurra él, mientras se aferra a mí.

Enredo mis brazos alrededor de su cuerpo y le correspondo el abrazo. Él se separa de mí y me mira a los ojos.

—¿Dónde estabas?

—Lo siento, Jace. Me quedé encerrada en un despacho.

¿Qué? ¿Por qué no me llamaste?

Trago en seco, ni siquiera se me ocurrió.

—No había cobertura —contesto, rogando que mi respuesta le sea convincente.

Él suspira, abrazándome de nuevo.

—Como sea, me alegra que estés bien. No había podido dormir.

Dejo una leve caricia en su espalda desnuda, sintiéndome como la más grande de las basuras. Él finalmente se separa de nuevo, y me sonríe antes de besar mi frente.

—Vamos a dormir, es tarde ya.

Asiento y le sonrío con los labios juntos. Jace me toma de la mano y me lleva a nuestra habitación, en la que no tardamos en caer profundamente dormidos.

(...)

Despierto temprano por alguna razón, probablemente por el hecho de que estuve pensando toda la noche. Me estiro un poco y me levanto de la cama para darme una ducha y quitar todo rastro de pereza que siga en mi cuerpo.

Con el cabello húmedo, salgo del baño ya vestida con la idea de ir un rato a Wallmart y comprar algunas cosas. Paso frente a Jace, que sigue profundamente dormido y me conmuevo, pobre, debe haber estado agotado.

Sonrío, porque sigue siendo hermoso incluso cuando duerme, a pesar de que yo no lo merezca.

Tomo mi bolso y bajo hasta la cocina, desayuno algo rápido y salgo hasta la cochera para subir a mi auto y ponerlo en marcha. Mi cabeza es un completo nudo, ni siquiera sé cómo debería sentirme al respecto, pero lo único que sé, es que Dylan sigue significando algo para mí, tal vez más de lo que debería.

Al llegar, me bajo y entro al establecimiento, tomo un carrito y comienzo a pasearme por los pasillos. Como es costumbre, el primer lugar al que llego es el de las sopas enlatadas. Tomo un par y las meto en el carrito, pienso en comprar algo de pasta y mentalmente repaso cada una de las cosa que necesito llevar.

Pero al cruzar en una esquina, mi carrito choca con el de alguien.

Y no lo puedo creer.

—Tal parece que ahora te veo en todos lados.

Enarco una ceja.

—Sí, estoy comenzando a pensar que me estás acosando —contesto, él frunce el ceño y ríe.

—Estamos en Wallmart, Kat, todo el mundo viene aquí a comprar cosas importantes.

Ruedo los ojos, pero entonces veo lo que lleva en su carrito y frunzo el ceño antes de reír.

—Dylan, ¿Qué es eso?

—¿Qué cosa? —pregunta, mirándome con confusión.

Me alejo levemente de mi carrito y me acerco al suyo, tomando entre mis manos algo que haría reír a cualquiera.

¿Un disfraz de Pikachu? ¿En serio, Dylan?

Él abre los ojos, arrebatándolo de mis manos y colocándolo de vuelta en el carro.

—Es para mi perro, no molestes.

Enarco una ceja.

—¿Tu perro tiene cuerpo de humano?

—Mi perro es bastante civilizado, Katherine.

Río, él también.


Verlo reír me hace sentir viva de cierto modo, mucho más después de haberlo destrozado aquél día en su hogar.

Me gusta dormir calentito, ¿está bien? —él contesta, haciéndome reír de nuevo.

—¿Por qué eres tan infantil?

Él se coloca la mano en el pecho.

—Para Pokémon no hay edades.

—Eso diría mi primo de seis años.

Dylan se hace el sorprendido.

—Me estás ofendiendo, Kat.

—Como sea, Dylan —río —Espero que te vaya bien con ese traje de Pikachu.

Intento seguir mi camino, pero él se coloca frente a mi carrito.

—A ver, ¿Qué tenemos aquí? —dice, revisando lo que está dentro del mío y tomando una de las latas de sopa —¿Por qué siempre compras sopas enlatadas?

—Porque... Son baratas y no requieren mucho esfuerzo, además son buenas para... —contesto, entonces sacudo la cabeza y se las quito de la mano —Oh dame eso, son buenas y ya.

Él ríe.

—Come algo de verdad, mujer. Burritos, hamburguesas, incluso algo de grasa de cerdo.

Hago mueca de asco, él ríe.

—Yo paso. Ahora, si me disculpas tengo que seguir comprando. Adiós, Dylan.

Tomo mi carrito y sigo de largo, sintiendo que él voltea y me ve alejarme antes de seguir por su lado.

Y por algún motivo, desearía que me siguiera y me llevara con él.

Sacudo mi cabeza ante esos pensamientos, mientras me demoro al menos media hora más en completar la lista de cosas que necesito. Pago, tomo las bolsas y salgo del lugar.

Pero apenas unos pasos después, alguien me toma del brazo y me tapa la boca, arrastrándome hacia la derecha en un callejón sin salida. Intento gritar, pero en cuanto mi espalda choca contra la pared veo los ojos de Dylan clavados en los míos mientras tiene una mano sobre mi boca y la otra apoyada en la pared a un lado de mi cabeza.

Suspiro aún con su mano sobre mi boca, aliviada de que no haya sido alguien más que quisiera hacerme daño. Sin embargo, mi pulso sigue acelerado.

Dylan retira suavemente su mano de mi boca y la coloca alrededor de mi cintura, halándome y uniendo mi cuerpo al suyo contra la pared. Mi respiración se agita en cuanto él se inclina y siento su respiración agitada sobre mis labios, rozando su nariz con la mía.

—No puedes esperar que te vea todos los días y no quiera tenerte cerca, Kat. ¿Cómo puedo soportar estar tan cerca de tu piel sin poder tocarla? —él susurra, mirándome a los ojos desde tan cerca, con su frente apoyada sobre la mía.

—No está bien, Dylan, ya no... —susurro, él mueve su rostro unos centímetros hasta estar junto a mi oreja, mientras baja su mano de la pared y roza mi cuello con sus dedos.

—Pensé que podía dejarlo atrás, Kat. Pensé que lo había superado, pero eso es una vil mentira —susurra sobre mi oído, haciendo que mi piel se erice ante su aliento.

—¿Qué estás diciendo? —susurro, él se mueve ligeramente y besa suavemente mi mejilla, haciendo un camino de besos hasta llegar nuevamente a mi oreja.

—Que aún te amo, y no tengo pensado dejar que te alejes de mí sabiendo que tú me amas también —susurra nuevamente, antes de besar suavemente mi cuello.

Escucharlo decir que me ama es algo que hace que mi mente se vuelva todo un lío, porque hace que mi corazón se infle, y hace que quiera gritarle lo que siento por él.

Pero no puedo.

—Dylan, sabes que no...

Él regresa la mirada hasta mis ojos, acunando mi cara con su mano y dejando una leve caricia con el pulgar.

—¿Que no qué? ¿Quieres que me vaya? Kat, ¿Quieres que vuelva a irme de tu vida?

Él susurra sobre mis labios, y mi corazón se siente como si fuese a abandonar mi cuerpo en cualquier momento. Siento que me estremezco, él se inclina aún más y siento un leve roce de sus labios sobre los míos. Mis ojos se cierran inconscientemente.

Él me está torturando, porque sabe que no puedo resistirme.

No quiero resistirme.

—No, no te vayas —susurro de vuelta, y en cuestión de segundos él da el último paso y presiona sus labios sobre los míos.

Siento una corriente eléctrica a lo largo de mi espina dorsal. Sus labios se mueven lenta y profundamente sobre los míos, posiblemente en uno de los besos más apasionados que haya tenido. Abro levemente la boca y le doy paso a su lengua para que roce con la mía, siento demasiada necesidad de él ahora mismo y no puedo siquiera controlarlo. Mis dedos recorren los cabellos de su nuca mientras los suyos recorren mi mandíbula y mi cuello, y la otra mano descansa en la parte baja de mi espalda. Dylan muerde levemente mi labio y lo hala con suavidad, haciendo que se me escape un leve jadeo y la velocidad del beso incremente.

La falta de oxígeno nos obliga a separarnos, y a intentar recobrar el aliento aún con las frentes unidas. Levanto la mano y le acaricio la mejilla, mientras él aún intenta regularizar su respiración.

—Tengo que irme, Dylan —susurro, él levanta mi mentón y me besa de nuevo por unos segundos.

—Espero que esto te haya ayudado a entender que deberías estar conmigo ahora, Kat, no con él. Cada vez que veas ese anillo que tienes en el dedo date cuenta que no vas a poder luchar con esto que ambos sentimos aunque quieras pensar que sí. Estás prometiéndole amor a él, pero tu corazón sólo se acelera conmigo.

Él se separa de mí, me besa la frente y me mira un par de segundos antes de marcharse. Intento recobrar la cordura, y como puedo tomo las bolsas y subo a mi auto.

Las lágrimas se asoman en mis ojos ante la confusión tan grande que siento ahora. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?

Sé que Dylan tiene razón de cierto modo.

Celebré cuando creí que lo había superado porque estoy mucho mejor sin él, pero eso no es más que una hermosa mentira, porque me quiebro cada vez que él está cerca.

Por más que quiera sé que no podré renunciar a él de nuevo, porque él tiene algo que lo vuelve adictivo para mí.

Mi corazón se rompe al pensar en lo que estoy haciendo, porque no sé cuál es la mejor decisión.

Lo único que puedo hacer, es pensar.



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