Parte Uno.
—¿Qué quieres dividir tu equipo? —preguntó la señora Marsigliese levantando una ceja.
—Sí, ¿si puedo hacerlo? —Respondió Luca con determinación, llevaba consigo una bicicleta que había encontrado en el fondo de la playa, cerca de la costa.
—¿Luca? —Preguntó alguien a sus espaldas, reconoció la voz de inmediato.
Giulia se acercaba hacia ellos, venía vestida con su traje de baño, su gorra y un visor, iba con su bicicleta; la chica tenía la intención de comunicarle a la señora Marsigliese que competiría sola después de la partida de los chicos, no esperaba ver a Luca de regreso.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó preocupada.
—Tranquila, voy a competir solo.
Al oír eso ella lo vio como si estuviera loco, ¡porque lo estaba! ¡¿En qué pensaba?! ¡No había manera en que pudiera competir sin revelar su identidad! Y todo el pueblo estaba reunido en la plaza, si llegaban a verlo con sus escamas no dudarían en cazarlo; fuera el lugar al que sus padres querían enviarlo, no podía ser lo suficientemente malo como para arriesgar la vida.
—Puedes hacerlo si quieres, pero no lo recomiendo...
—Eso no será necesario —dijo alguien detrás de ellos.
Luca y Giulia abrieron los ojos, no pudiendo creer lo que escuchaban, lentamente se dieron la vuelta, y ahí estaba:
—Los tres vamos a competir —declaró Alberto, estaba de brazos cruzados, y tenía una expresión muy seria, no parecía ni feliz ni enojado.
Giulia apretó los dientes mientras bajaba la mirada, desde que Luca se fue de su casa, había querido pedirle disculpas a Alberto por cómo reaccionó en la playa, claro que no esperaba poder hacerlo, ya que no creía volver a ver los chicos, pero ahora que estaba ahí... No se sentía preparada, había mucho que quería decirle, pero seguía sintiéndose avergonzada.
Luca no sabía que decir, después de lo de anoche, no esperaba que Alberto regresara, estaba seguro que su amigo no lo perdonaría hasta que consiguiera la Vespa, pero ahí estaba, obviamente todavía molesto, pero había decidido apoyarlo.
La señora Marsigliese solo pasó la mirada de un niño a otro, estaba claro que algo andaba mal, el día que se inscribieron parecían tener muy buena química, pero ahora todos se veían incomodos, ¿y por qué de la nada Luca había querido dividir el equipo?
Fácil, habían tenido una pelea, no era tan sorprendente, todos los amigos tenían una de vez en cuando, pero al final, esas discusiones ayudaban a fortalecer los lazos, solo esperaba que eso no afectara su rendimiento en la carrera, en verdad no quería tener que entregarle la copa a Ercole otra vez.
—Lo más recomendable es que compitan en equipo —les dijo, los tres voltearon a verla—, y más considerando tu historial, Giulia.
Marsigliese la vio entrecerrando una ceja, Giulia la miró con furia y gruñendo.
Luca se volvió hacia Alberto mientras iba con él.
—Alberto, ¿qué haces aquí?
Alberto suspiró mientras apartaba la mirada, él tampoco estaba tan listo para esto.
—Aprecio lo que quieres hacer... pero tampoco puedo permitir que arriesgues tu vida —finalmente lo miró, sonriéndole, su traición todavía le dolía, pero ahora podía ver que él también se equivocó, además, si Luca estaba dispuesto a arriesgar tanto por su amistad, estaba claro que merecía su perdón, y ayudándolo, el se ganaría su propia redención.
Luca sonrió, pese a todo, Alberto no lo iba a abandonar, no sabía si así le decía que lo perdonaba, pero el que estuviera ahí ya era un gran avance.
Giulia suspiró, seguía pensando que aquello era una pésima idea, pero si los tres trabajaban como equipo, reducía el riesgo para los chicos, si lo hacían bien ellos no tendrían que mojarse para nada, ¿y quien sabe? Quizás y hasta podrían ganar.
«Y puedo ahorrarme la parte de la pasta» pensó, no queriendo que el incidente del año pasado se repitiera.
—Competiremos juntos —le dijo a la señora Marsigliese.
Ella sonrió mientras lo anotaba en su libreta.
—Una decisión perfecta —respondió, y esperaba que eso los ayudara a resolver el problema que tenían.
Luca suspiró aliviado, se sentía mucho más tranquilo ahora que no tendría que nadar. Giulia sonrió y volvió a ver a los chicos, al notarla, Alberto apartó la mirada, Giulia tragó saliva, sabía que no iba a ser fácil ganarse el perdón de Alberto, pero quería intentarlo, quería que volvieran a ser amigos.
—Alberto, yo...
—Giulia, será mejor si solo competimos, y ya —la cortó.
La chica se detuvo, claramente herida, ya se esperaba algo como esto, pero aun así no pudo prepararla.
—Alberto —dijo Luca, sabía porque Alberto estaba enojado con ella, pero Giulia también merecía su perdón, además, su amigo también se había equivocado al asustarla de ese modo.
—Iré a prepararme —fue lo único que dijo Alberto antes de alejarse.
Luca iba a decirle que esperara, pero se detuvo, quizás fuera mejor darle tiempo, tal y como él se lo dio anoche; Giulia suspiró tristemente mientras bajaba la mirada, el chico se sobó el brazo, Alberto y él tenían un lazo muy fuerte pese a lo que había pasado, pero su amigo no lo tenía con Giulia, o al menos, no era lo suficientemente fuerte como para perdonarla de inmediato, pero estaba claro que Giulia quería arreglar las cosas, y que los quería a ambos.
Además, Luca tenía la esperanza de que los tres pudieran volver a ser amigos, por ahora, parecía que Alberto había aceptado competir juntos más como una obligación.
—Oye, tranquila —le dijo mientras dejaba la bicicleta contra una pared, ya no la necesitaría, fue con ella y le puso una mano en el hombro—, te perdonará, solo dale tiempo.
—¿Tú crees? —le preguntó ella viéndolo a la cara, se veía preocupada.
—Sí, anoche estaba más enojado, pero hoy lo veo más tranquilo, ¡y vino a apoyarnos! Eso quiere decir que no está tan enojado con nosotros.
Pero Giulia apartó la mirada resoplando.
—Te vino a apoyar a ti, querrás decir.
Giulia no era tonta, recordaba todas las miradas molestas que Alberto le lanzó, como le reclamó cuando estaban en la cima de la cuesta, y el gruñido que le dio en la playa, era obvio que no era del agrado de Alberto, Santa Gorgonzola, quizás nunca la quiso.
Luca tragó saliva, debía decirle algo para que se sintiera mejor, pero no sabía que, no podía usar nada de lo que Alberto le dijo anoche, porque eso sería romper la confianza con su amigo, pero tampoco podía dejar a Giulia desamparada.
—Estoy seguro que también está aquí por ti.
Después de todo, Alberto había dicho que él era solo el que "arruina todo", y aunque Luca no estaba de acuerdo, al menos le daba a entender que Alberto tenía culpa por como actuó, así que una parte de él debía querer pedirle disculpas a Giulia.
Pero ella no respondió, solo seguía viendo en la misma dirección, Luca suspiró, quizás esto fuera más difícil que la carrera misma.
—Oye... iré a hablar con él, quizás pueda convencerlo para que te hable.
Pero Giulia negó con la cabeza.
—No, sí ve a buscarlo y dile que necesitamos hablar, pero para aclarar unas cosas de la carrera.
Con su cabeza apuntó en la dirección en que Alberto se había ido, Luca asintió, tomó la bicicleta y ambos empezaron a alejarse.
—Si vamos a hacer esto, necesito que estén conscientes del peligro que presenta, para ustedes.
Unos hombres pasaron a su lado, cargando arpones y redes.
—Créeme que estoy consiente —dijo mientras se encogía.
Giulia miró a los hombres, decir que ella no estaba asustada sería una mentira, no quería que nada les pasara a sus amigos, ¿por qué demonios el pueblo quería cazar monstruos marinos? ¿Qué les habían hecho para empezar?
—Por eso necesitamos hablar, debemos planear cómo hacer para que a ustedes no les pase nada, al menos otras tres personas tendrás arpones y redes, y Ercole estará aquí también.
A Luca le dio escalofríos al recordar a Ercole y a sus matones lanzándole arpones a Alberto.
—Santo Pecorino, ahora aparte de esforzarnos por ganar, debemos cuidarnos las espaldas.
Luca la miró entrecerrando una ceja.
—¿Debemos? —quería a Giulia, pero ella no tenía que preocuparse de que le arrojaran arpones, ¿o sí?, ¿los humanos eran capaces de matar a uno de ellos si apoyaban a monstruos marinos? De haberlo sabido, habría insistido que él y Alberto compitieran solos.
Giulia se detuvo, y él hizo lo mismo, la chica puso su mano encima de la de él.
—¡Claro! ¡Somos un equipo, si se meten con uno se meten con todos! —había cometido un error al rechazar de esa manera a Alberto, pero no pensaba repetirlo, de aquí en adelante, si alguien se metía con sus amigos se las verían con ella.
Luca sonrió, una ventaja de competir juntos era tener a Giulia a su lado, la compañía de la chica le daba valor, de hecho, el apoyo de sus dos amigos lo alentaba.
«En serio espero que podamos arreglar las cosas» pensó.
—Gracias, Giulia —le dijo sonriendo.
Giulia sonrió también.
—Hey, la fuerza de la manada es el lobo, y la fuerza del lobo es la manada.
Luca abrió los ojos, recordaba que el lobo era un animal que vio en el libro de zoología de Giulia, según lo que leyó, era una criatura que vivía en grupos denominados manadas.
—¡Que buena frase!
—Gracias, pero no es mía, solo la cité.
—¿Qué es eso?
Giulia rodó los ojos felizmente, incluso en un momento tan tenso, Luca no podía detener a su curiosidad.
—Es cuando usas una frase célebre de algún autor, yo acabo de citar a Rudyard Kipling, escribió «El Libro de las Tierras Vírgenes».
—¡Wow! ¿Y de qué trata?
—Luca, nos estamos desviando del tema.
—Oh cierto.
Habían llegado a donde los competidores colocaban sus bicicletas, Giulia acomodo la suya mientras que Luca vio la de él.
—¿Y ahora qué hago con esto?
Giulia se encogió de hombros.
—Déjala aquí, quizás y le sirva a alguien.
Luca asintió con la cabeza y la soltó, y está al no tener un soporte, cayó en el piso, ambos chicos se miraron entre ellos.
—Esperemos que nadie esté tan desesperado.
Luca se fue a buscar a Alberto mientras que ella se quedó viendo al océano, varios botes estaban navegando hacia la meta, seguramente para cuidar el perímetro de monstruos marinos, Giulia tragó saliva.
«Solo mantenlos alejados del agua y problema resuelto».
Se dio la vuelta, pero entonces notó unas nubes a la distancia.
«Esas nubes se ven demasiado oscuras» pensó.
...
Alberto estaba en la tienda donde vendían las vespas, ese día las habían guardado por la carrera, pero el chico tenía su vista clavada en el cristal, viendo hacia adentro, donde reposaba su Vespa deseada.
—Pronto será nuestra.
Alberto miró a su derecha, ahí estaba parado Luca, el moreno sonrió mientras despegaba sus manos de la ventana.
—Claro que lo será, nadie en esta Copa podrá con nosotros.
Luca sonrió, al menos era bueno saber que su amigo tenía una actitud positiva.
Alberto hizo lo mismo, mentiría si dijera que no estaba feliz de haber vuelto; anoche, luego de que Luca se fuera, se quedó pensando en lo bien que se sentía dormir al lado de alguien, en cenar con amigos, pasar el día acompañado, luego vio a su alrededor, y se dio cuenta que ya no quería quedarse en esa fría, deprimente y solitaria torre, y más ahora que había destruido todo, al menos antes sus cosas le daban un pequeño sentimiento hogareño; empezó a añorar la compañía no solo de Luca, sino también la de Massimo... y hasta la de Giulia, extrañaba su espíritu hiperactivo, incluso cuando se levantó, extrañó no ser despertado por la imitación de Giulia de una trompeta, así que decidió que iba a regresar para ayudar a sus amigos.
Y que también quería hacer que Ercole mordiera el polvo, después de los insultos, el golpe, y que le lanzara los arpones, era hora de que le dieran su merecido a ese cara de pez gato
Eso y otra razón, pero no iba a admitirla.
—Giulia quiere hablar con nosotros, aclarar unos detalles antes de la carrera.
Al mencionar su nombre, Alberto apartó la mirada, Luca volvió a suspirar mientras caminaba hacia su amigo.
—Alberto, sé que estás enojado, pero...
—No estoy enojado con ella —lo interrumpió.
Luca se detuvo, quedando sorprendido.
—¿No lo estás?
Alberto negó con la cabeza.
—¿Entonces, porque la estás ignorando?
Alberto llenó su pecho de aire antes de soltarlo en una prolongada exhalación.
—Porque me da pena —le costó admitirlo.
Luca abrió los ojos.
—Sí, no debí asustarla de ese modo, ¿okay? Lo admito —vaya, decirlo en voz alta lo hizo sentirse mejor—, y ya sé que gritó y que me apuntó con un palo... pero... yo quería asustarla, yo quería que gritara.
En realidad no podía culpar a Giulia, tuvo la reacción que cualquier humano hubiera tenido, se esforzó por parecer intimidante, incluso espero a que ella fuera a buscarlo, había sido cruel con ella, y para empeorar las cosas, mientras reflexionaba anoche, hizo memoria de todos los momentos que pasó con ella, como los rescató de Ercole el día que la conocieron (y todas las veces posteriores a esa) a como lo alentaba mientras entrenaba, como los dejó dormir en su escondite, y de lo feliz que se había puesto luego de ver que Luca y él estaban a salvo después de que cayeran al mar.
Giulia era una buena amiga, y él le había fallado, y quería arreglar eso, solo que no aguantaba mirarla, cada vez que la veía recordaba su expresión horrorizada, sus gritos, y la forma tan desesperada en la que retrocedió; le recordaba su error.
«Te vio como un monstruo, sí, pero solo porque la empujaste a eso».
Luca se dio cuenta de lo arrepentido que se sentía su amigo, pero entonces se le ocurrió algo.
—Pero Alberto, esto es bueno.
Su amigo lo volteó a ver como si hubiera dicho una tontería, Luca dio un paso atrás y negó con las manos.
—Me refiero a que Giulia también se siente mal por lo de ayer, y quiere disculparse.
Alberto solo abrió los ojos, por supuesto que quería, así era ella, pero no hacía el asunto más fácil. Luca avanzó hacia él.
—Los dos sienten lo mismo, solo tienen que decírselo —pero Alberto seguía sin parecer muy convencido—, vamos, Silencio Bruno, ¿recuerdas?
Alberto suspiró.
—Está bien, tú ganas, vamos.
Luca sonrió, las cosas empezaban a marchar bien, esperaba que todo siguiera así, los dos empezaron a caminar de regreso a la plaza, sin saber que, unas calles arriba, los Paguro acababan de ofrecerse de aguaderos.
...
Giulia estaba por bajar a la playa cuando sintió una mano en el hombro.
—Giulietta, hablemos.
Se giró para ver a su padre, quien la miraba algo confundido.
—¿Qué pasa, papá?
Massimo miró hacia el descenso, por donde Luca y Alberto venían bajando, luego de regreso a su hija, ella soltó una risa nerviosa.
—Oh sí...
Anoche, después de que Massimo regresara de buscar a Alberto, y de notar la ausencia de Luca, ella le había dicho que sus amigos habían preferido regresar a casa, su voz sonaba dolida, y como no, Massimo se había dado cuenta del gran esfuerzo que habían hecho los niños para ganar, era la mejor oportunidad que Giulia había tenido en años, y así de la nada, sin avisar, sus dos amigos se iban, Massimo no quiso indagar más para no hacerla sentir peor, y mejor la envió a la cama.
Fue lo correcto, ya que Giulia cayó dormida como un tronco.
Massimo conocía a su hija, y sabía que, aún sin Luca y Alberto, ella no se daría por vencida y competiría sola, no solo porque ya había pagado la inscripción (el dinero era lo de menos, siempre iba y venía) sino también porque era una Marcovaldo, y los Marcovaldos no se daban por vencidos; así que pensó que lo mínimo que podía hacer era una pancarta para animarla; se la pasó haciéndola toda la noche, ayudado por Machiavelli, y no podía esperar para mostrársela, esperaba que eso al menos la ayudara un poco.
Pero ahora que veía que los chicos habían vuelto, se sentía confundido, ¿regresaron para apoyarla? En ese caso que nobles. ¿Regresaron para competir contra ella? No, eso solo complicaría las cosas, ¿verdad?
Levantó las cejas, su gesto característico para pedir una explicación; Giulia se rió nerviosamente mientras se sobaba las manos.
—Ah sí... verás, Luca y Alberto... ellos... decidieron que valía la pena competir, después de todo lo que entrenamos, así que por eso regresaron, para ganar —terminó con una gran sonrisa que esperaba que lo convenciera.
Massimo ladeó la cabeza, su explicación parecía convincente y lógica, pero había algo que no le cuadraba, Giulia sonaba muy nerviosa, tardaba en responder, como si estuviera pensando en cómo seguir su historia, no se oía sincera, había algo más que no le contaba.
Además, quería saber a dónde se habían ido los chicos, estaba feliz de que ambos estuvieran a salvo, pero quería saber dónde habían estado, Giulia mencionó que Luca regresó con sus padres, pero no sabía nada del paradero de Alberto; lo buscó por todo Portorosso pero no había rastro de él, al ver que su búsqueda no rendía fruto regresó a casa, y tan solo pudo rezar para que Alberto estuviera bien.
Al menos sus plegarias fueron escuchadas, pero aún debía preguntarles.
Pero en realidad, podía esperar, ¿por qué? Porque los chicos habían regresado, y eso aumentaría sus posibilidades de ganar, ahora mismo debía dejar que los niños se concentraran en la carrera, ya después podría interrogarlos, ahora era tiempo de cumplir su labor de padre.
Así que sonrió mientras le ponía una mano en el hombro a Giulia.
—Bueno, esas sí son buenas noticias.
Giulia suspiró aliviada, una explicación menos; Massimo sonrió, siempre tendría debilidad por esos chicos, después de todo, nadie hacía a Giulia tan feliz como ellos.
—Ve a prepararte —apuntó con la cabeza hacia la playa—, quiero saludarlos.
Y comenzó a caminar hacia los chicos, pero Giulia rápidamente lo tomó de su mano; Massimo se volvió a verla.
—De hecho papá, quisiera hablar con ellos primero, tenemos que hablar sobre la estrategia y eso.
—Oh, por supuesto —entonces caminó hacia la playa—, los veré en la línea de salida.
—Sí, ¡gracias papá! —y Giulia fue corriendo hacia ellos.
Massimo sonrió, escuchó un maullido y miró al suelo, ahí estaba Machiavelli acompañándolo, en su boca sostenía la pancarta.
—¿Crees que podamos hacerle unas modificaciones de último momento?
Machiavelli soló apretó las cejas.
...
Luca y Alberto habían llegado a la plaza, venían bromeando, pero en cuanto Giulia apareció frente a ellos ambos se callaron, Luca estaba esperanzado de que pudieran arreglar las cosas antes de que la carrera empezara. Miró a Alberto, su amigo lo miró a él, Luca señaló con la cabeza a Giulia.
Alberto suspiró mientras ponía la mirada en Giulia, esta vez ella no apartó los ojos, tenía que aclarar las cosas de una vez por todas.
—Giulia, Alberto tiene algo que decirte, y creo que Giulia también quiere decirte algo, Alberto.
—Así es —dijeron Giulia y Alberto al unísono.
Ambos abrieron los ojos y la boca, luego se rieron; Luca sonrió, era un buen comienzo, parecía que las cosas iban a mejorar; los dos dejaron de reírse y volvieron a concentrarse en ellos.
Pero la buena vibra que hace unos momentos había aparecido volvió a desvanecerse, ambos evitaron la mirada del otro y empezaron a sobarse partes del cuerpo, con muecas en sus rostros; Luca soltó un suspiró de derrota, los amaba a los dos, pero vaya que eran difíciles.
—Quería decirles algunas cosas antes de la carrera —dijo finalmente Giulia, miró a sus alrededores para estar segura de que no hubiera nadie indeseado escuchado—, primero, ¿alguno de ustedes tiene una sombrilla?
Alberto sonrió mientras asentía con la cabeza.
—Sí la tengo, la traje conmigo, la dejé en tu... —se detuvo a media oración.
Luca y Giulia lo miraron expectantes.
—La dejé en tu carroza—terminó, siempre la dejaban afuera del patio trasero, así que no tuvo dificultad para ponerla ahí.
Giulia entrecerró una ceja.
—¿Por qué?
Alberto se encogió de hombros.
—Fue el lugar más fácil que encontré.
Giulia asintió con la cabeza.
—Segundo, espérenme aquí en la plaza, no en la playa.
—¡Pero eso nos alentará! —protestó Alberto.
—No parece muy táctico —admitió Luca.
—Para la carrera no, pero para su seguridad sí, los quiero lo más alejados del agua que se pueda.
Alberto pudo escuchar de nuevo el grito de Giulia, rápidamente miró hacia otro lado apenado, Giulia lo vio, y ella misma no se sintió tan bien.
—Alberto... aunque no lo creas, me preocupó por ustedes —se acercó a él y lo tomó de una mano.
El chico estaba por levantar la mirada cuando la voz de la señora Marsigliese se escuchó:
—¡Todos los competidores, acérquense a la playa, la Copa Portorosso está por iniciar!
—Creo que deberías adelantarte —dijo Alberto soltando a Giulia, y apartando la mirada.
Giulia abrió la boca, queriendo protestar, pero se dio cuenta que no tenía nada que agregar, así que solo miró hacia el océano.
—Esta bien.
Antes de que Luca pudiera protestar, Giulia ya estaba caminando hacia la costa, no volteó a verlos en ningún momento; Luca miró a Alberto.
—¿Qué fue eso? —preguntó apuntando con ambas manos en la dirección en la que Giulia se fue.
Alberto soltó un suspiro.
—Te dije que no podría... me cuesta hasta hablarle.
Luca negó con la cabeza, decepcionado, parecía que la relación entre esos dos estaba acabada.
—Vamos a prepararnos.
Si Alberto y Giulia no podían hacer las paces, lo mejor sería estar listos para competir, al menos eso aún los impulsaba.
Alberto asintió con la cabeza, los dos fueron hacia las escaleras cuando alguien los llamó:
—Hey, ragazzi.
Los dos se detuvieron al reconocer la voz, lentamente se dieron la vuelta para encontrarse con Massimo, el pescador se veía tan imponente como siempre, su cuerpo tapaba al sol, así que los dos habían quedado en la sombra. Luca apretó los dientes y apartó la mirada, ya sabía que Massimo no era peligroso, al menos no mientras no los viera con escamas, pero anoche habían dejado su casa sin explicación, y ahora de seguro el marinero querría una.
Alberto se rascó detrás de la cabeza mientras reía nerviosamente.
—Oh... hola señor Massimo —saludó nerviosamente Alberto, teniendo las mismas preocupaciones que Luca.
Para su suerte, el pescador ya se había resignado a solamente apoyarlos.
—Es bueno ver que ambos están bien —dijo sonriendo mientras pasaba los ojos de un chico a otro.
Luca se sorprendió ante la tranquilidad que Massimo presentaba, no sonaba enojado, solo aliviado, y hasta feliz, de volver a verlos.
—Oh... gracias señor Massimo —dijo Luca.
—Los extrañamos anoche en la cena.
Eso hizo que ambos se sintieran avergonzados.
—Oh... lo siento mucho señor Massimo, es que... —miró a Alberto por ayuda.
—Surgió algo que debimos atender —terminó Alberto.
Luca asintió con la cabeza mientras volvía a ver a Massimo.
—La próxima vez, no se vayan sin despedirse, por favor.
Ambos asintieron con la cabeza, Massimo sonrió mientras veía la pancarta que llevaba en la mano.
—Yo... hice esto para animar a Giulietta... pensando que ya no competirían con ella —ahora era Massimo quien sonaba avergonzado, lo que sorprendió a los chicos, miraron la pancarta y vieron lo que decía—, de haber sabido que vendrían, hubiera agregado sus nombres.
Pero los chicos no estaban enojados, de hecho, una parte de ellos estaba sorprendida que hubieran decidido regresar.
—No se preocupe señor Massimo —dijo rápidamente Luca—, lo entendemos.
—Sí, completamente —agregó Alberto.
Massimo asintió ligeramente con la cabeza.
—Puedo guardarlo si quieren.
—No, no, no —dijeron rápidamente los muchachos, negando con las manos.
—Se tardó tanto en hacerlo, sería un desperdicio no usarlo —dijo Alberto.
—Sí, además, creo que Giulia lo apreciara mucho —agregó Luca, viendo como los familiares de los competidores se habían reunido en el borde de la plaza para animarlos, con porras y carteles, entonces tuvo una idea.
Quizás si su amiga viera a Alberto sosteniendo la pancarta, entendería que Alberto ya no estaba enojada con ella, o al menos la animaría.
—Yo digo que podríamos ir a apoyarla, ¿Qué opinan?
Alberto lo miró, Luca solo vio suplicantemente a la playa, Alberto rodó los ojos, no se sentía en posición de discutir después de lo que había hecho.
—Me parece buena idea.
Massimo volvió a asentir con la cabeza, entones vio que ya no había espacio en la plaza.
—Creo que tendremos que bajar.
Luca y Alberto miraron nerviosos las escaleras, Giulia había dicho que no se acercaran a la playa, pero tan solo tenían que estar lo suficientemente lejos del agua para estar fuera del peligro, ¿verdad?
—Silencio Bruno —susurró Luca.
Alberto asintió.
—Bien, pues vamos.
...
Giulia se acomodó un mechón de cabello dentro de su gorra, tenía sus ojos bien atentos al frente, nuevamente estaba aquí, su suplicio de todos los años, su tortura de cada verano, la boya siempre se veía muy lejana, cinco competidores; pero ahora las cosas eran diferentes, ahora tenía un equipo, no tendría que hacerlo sola, ni soportar la pasta, ni el dolor de estómago que le daba cuando tenía que pedalear.
Debería estar feliz, pero no lo estaba.
Porque ahora tenía un nuevo problema, que sus mejores amigos fueran expuestos frente a todo Portorosso, y que los cazaran por ser monstruos marinos, de hecho, no sabía si era sensato dejarlos competir, ninguna copa o dinero valía la vida de sus amigos, ellos eran realmente lo mejor que le había pasado en la vida.
—¡Forza Giulietta! —escuchó la voz de su padre, volteó a la derecha y lo vio, junto con Alberto, sosteniendo una pancarta que se leía:
«Vai Giulia».
Estaba escrito con pintura morada, y los puntos de la "i" eran las patas de Machiavelli, quien estaba al lado de Massimo, parado sobre un bote, sonriéndole a la chica, del lado de Alberto estaba Luca dándole dos pulgares arriba.
Giulia quería gritarles a los chicos por desobedecer su plan, que se estaban exponiendo demasiado, pero... otra parte de ella se sentía conmovida, ahí estaban reunidas las personas que más amaba del pueblo, solo faltaba su mamá para que estuvieran todas las de su vida, y no solo eso, todos se veían felices de estar ahí, incluso Alberto, no parecía estar sosteniendo la pancarta por obligación, se veía genuinamente feliz de estar haciéndolo.
Le sonreía mientras lo hacía, aunque cada vez que Giulia ponía su atención en él, Alberto apartaba la mirada, no en enojo, más bien en... pena.
«Bueno, es un avance» pensó.
Con sus energías renovadas, Giulia miró hacia su objetivo.
«Puedes hacerlo, puedes hacerlo, ya no estás sola, ya no estás sola».
Giulia tomó su pierna y empezó a estirarse, luego fue con los brazos, en eso notó que Ciccio estaba a su lado, y que la veía con mala cara, ella no iba a dejarse intimidar, así que también endureció sus facciones.
—¡Ciccio! —y ahora Ercole llegaba.
«Perfecto» pensó Giulia con odio.
Ercole traía una gran botella verde, el rubio apartó su mirada de la chica para ver a su jefe.
—Quieto —continuó Ercole mientras le quitaba el corcho a la botella, los Relegados vieron con duda lo que su adversario hacía—: Olio de oliva.
Entonces Ercole vertió todo el contenido encima de Ciccio, al principio el chico pareció incomodo, pero rápidamente cambió, pareció que hasta lo estaba disfrutando.
—Cortarás el agua como un cuchillo —entonces Ercole vio a Giulia—, un cuchillo aceitoso —agregó acercando su boca a Giulia y apretó los dientes.
—Eh, yo no haría eso si fuera tú —dijo Luca con sinceridad, todos voltearon a verlo.
—¡Claro que no! ¡Por qué no tienes mentalidad ganador, vago! —Ercole lo cortó rápidamente.
Luca iba a agregar algo más cuando Alberto negó con la cabeza, no merecían sus consejos, Luca suspiró y volvió a retroceder, las cosas no terminarían bien para el rubio.
Desde los escalones, Guido veía la escena, entrecerró una ceja al escuchar a Luca.
«¿Por qué le diría eso?» Pensó, «¡Porque no quieren que ganen!».
Rápidamente se regañó a sí mismo, durante todo el verano no habían hecho otra cosa que molestar a esos tres, sobre todo a Luca y Alberto, no tenían ninguna razón para ayudarlos, ¿verdad?
—Señores, señoras —anunció la señora Marsigliese desde un megáfono—, ¡La Copa Portorosso está a punto de comenzar!
Seguido hubo muchos aplausos, la organizadora esperó a que terminaran antes de seguir:
—Hubo algunos avistamientos estos días, ¡pero no teman! ¡Sí aparece algún monstruo marino hoy, estaremos listos! —señaló hacia el agua, cerca del bayo había varios botes, y en todos ellos, los pescadores tenían arpones y redes.
Alberto tragó saliva, mientras que Luca ahogó un grito y se encogió, hasta una señora de tercera edad tenía un arma; Giulia apretó los dientes.
«No están en el agua, no están en el agua» se repetía.
Miró de nuevo hacia los chicos, y con su cabeza señaló la plaza; los chicos entendieron y asintieron con la cabeza.
—Señor Massimo, ¿podemos esperar mejor en los escalones? —preguntó Luca.
El pescador lo vio con duda, ¿no era mejor esperar en la playa para el relevo?
—Queremos tener mejor vista para la competencia, el terreno alto parece ideal —Alberto improvisó.
Massimo no creyó que fuera lo mejor, pero debía confiar en los chicos, ellos debían saber lo que hacían.
—Está bien, si creen que es lo mejor.
Los chicos suspiraron aliviados, viéndose entre ellos, guardaron la lona, y Massimo caminó hacia la plaza, con ellos siguiéndolo por detrás, mientras se alejaban, Luca miró una última vez a Giulia, le sonrió dándole un pulgar arriba; Giulia le sonrió de regreso, Alberto iba a mirarla también, pero al final solo vio a las rocas, siguió caminando con la cabeza cabizbaja.
Giulia lo notó, ahora estaba frustrada, ¿Alberto estaba enojado con ella, sí o no? Sostenía la pancarta pero se le veía incomodo, ella trataba de parecer amistosa y él se apartaba.
«Solo está aquí por Luca y la Vespa» pensó, «yo no le importo».
—¡Nadadores en sus marcas! —gritó la señora Marsigliese.
«Bueno, no le daré otra razón para odiarme» Giulia se acomodó su visor, si Alberto quería tanto esa Vespa, iba a dársela.
Marsigliese levantó la campana y la mantuvo unos segundos en el aire para generar suspenso, Ciccio se puso su lente, se le veía confiado, como cada año.
«Esta vez no» porque a pesar de todo, estaba feliz de que no competiría sola, aunque Alberto ya no la quisiera; «tal vez nunca te quiso», pensó recordando las muecas que Alberto le mandó, y el gruñido que le dio después de encontrarlos en la playa.
¡DIN, DOND, DAND!
Sus pensamientos la habían distraído, los demás competidores ya estaban en el agua y le llevaban ventaja.
«¡Santa Gorgonzola! ¡Ya empezó!» Pensó.
Y ella ya iba al último
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