6. Ofrenda.
Hi~ El capítulo de hoy es más que nada un slice of life más tranquilo para calmar el caos que tuvimos ayer con la reexperimentación, así que relax, me gustan mucho estos momentos cotidianos, me hacen feliz.
¡Espero que les guste!
—Necesito regalarle una ofrenda a Eiji.
Ash suelta esas palabras en medio del Chang Dai, frente a un plato de sopa humeante, no ha comido prácticamente nada del caldo, aunque conoce el contenido calórico a la perfección, no posee ganas de vomitar hoy. ¿Trastorno alimentario en remisión? Se encuentra en una maldita recaída, desde el episodio de reexperimentación en el trabajo los síntomas de sus trastornos han brincado con suma violencia hacia la superficie de su vida, sabe que cumplen una función. ¿Hola? Aquello textualmente implica la definición del síntoma, intenta desesperadamente manifestar algo que el inconsciente no anhela dejar escapar, como una caja de pandora o un portón sellado.
Si bien, comprende que es demasiado punzante de ver o imposible de tolerar para el inconsciente y por eso se busca otra vía de expresión, es desagradable estar lidiando con tanto al mismo tiempo.
—¿Una ofrenda? —La voz de Shorter lo regresa desde sus pensamientos al restaurante, el alfa está sorbiendo sin una pizca de modales de su propio bol, Nadia le dio permiso para que almorzaran los dos juntos entre turnos—. ¿Lo quieres cortejar?
—No es eso. —Casi se atraganta con su propia saliva ante semejante ocurrencia.
—¡Claro! —Pero Shorter lo ignora—. Como los pingüinos vas a buscarle la piedra más bonita de la isla para pedirle que sea tu pareja de apareamiento. —Ash tensa sus uñas contra el bol de cerámica, el vapor de las verduras le azota la cara, quemándole tenuemente tanto la frente como la nariz, es una sensación áspera y familiar, le recuerda a las cenas que Jennifer le solía preparar.
—No me estás escuchando, no es eso.
—¿Eh? Pero te ves feliz con la idea. —Aslan frunce el ceño, dándole un ademán para que continúe con dicha idiotez—. Estás moviendo la colita, amigo. —Mira horrorizado hacia atrás de la butaca, es verdad, sus facciones animales lo han delatado de la forma más humillante posible, bamboleándose como si fuese una especie de cachorro mimado—. Quieres aparearte con tu compañero de piso.
—¡No es eso! —Gimotea, golpeando su frente contra la mesa, puede sentir a su cola contradecirlo con movimientos vivaces y energéticos. ¿Qué diablos le pasa?—. Solo quiero darle una ofrenda.
—¿Cómo el pájaro que le lleva una ramita a la pajarita para hacer un nido? —Dios, esta conversación cada instante se torna más tortuosa.
—Rompí algo importante para Eiji. —Finalmente lo suelta, le ha tomado trabajo, las palabras se le han atorado en la tráquea como si tuviesen espinas, le resulta apropiado, a su creador le encantaba compararlo con una rosa, decía que le sentaba a la perfección y tenía razón—. Fue durante nuestro primer día de trabajo. —El ambiente ha cambiado, se ha vuelto más denso y serio, no le gusta.
—¿Qué fue lo que pasó? —No lo dirá, el único que conoce su pasado infantil además de Jim es Max.
—Pensé que había entrado uno de los hombres de Arthur al estudio. —Es una mentira factible, la recita con una extraordinaria convicción, nadie nunca es capaz de detectar cuando miente, por eso es fácil esconderse tras carcasas o máscaras—. En el ajetreo terminé rompiéndole la cámara.
—¿Te ha reclamado algo? —Niega, sin levantar su mentón de la mesa, haciéndose pequeño contra la silla forrada con cuerina—. ¿Entonces, cuál es el problema?
—Que él es mi amigo.
Amigo.
Eiji lo considera un amigo.
Desde que lo vio quebrarse en la cocina, aferrándose a Aslan como si de esto dependiese su vida, el alfa ha jurado que mataría para protegerlo, está encariñado, no posee sentido negarlo. Ser llamado amigo por ese ingenuo sigue siendo extraño para sus oídos, sin embargo, es una rareza hermosa en ese sentido, ser considerado digno de amistad por alguien como Eiji es lo más asombroso que le ha pasado desde que salió de prisión. Es indiscutible, ha aprendido a apreciar al omega como un amigo de forma genuina, sabe que es tonto, sigue existiendo esa ambivalencia acerca de si es correcto que lo mantenga cerca a pesar de su pasado o lo deje ir. Pero ambas alternativas presentan contras que son peligrosos e imposibles de ignorar, ha obtenido a la conclusión de que se concibe más tranquilo si lo puede vigilar de cerca.
No tiene que ser para siempre, al menos solo por ahora.
—Quiero darle una ofrenda de paz.
—¿Qué le rompiste?
—Una cámara de fotografía. —Aun así, lo esperó hasta que anocheció en el estudio, convertido en un quebradizo ovillo junto a sus mochilas, no le preguntó acerca de su repugnante infancia, tampoco lo juzgó, lo único que él pudo ver fue la sincera expresión de alguien que quiere ayudarlo y no sabe cómo, es violento recibir semejante ternura—. Se la regaló su mentor y yo la rompí.
—Oh... —Shorter se dedica a juguetear con la cuchara, la retuerce entre sus dedos, como si pudiese hallar la respuesta en el reflejo de plata—. ¿Por qué no le regalas una nueva?
—No es tan fácil. —¿No lo es? Se le dificulta comprenderlo cuando él ama complicarse la vida y esta es la primera vez que se preocupa por estas pequeñeces. Eiji no es su primer amigo, no le cabe duda aquello, tiene la lealtad incondicional de la pandilla y de este tonto, no obstante, es diferente—. Esa otra cámara tenía un alto valor emocional, me lo mencionó durante un desayuno creo.
—No pierdes nada con preguntarle, puede que la necesite y le hagas un favor. —Envidia la facilidad que este hombre tiene para soltar las cosas—. Sino, siempre puedes traerle la piedra más bonita de Nueva York y preguntarle para que se empareje contigo. —Las mejillas se le han puesto rojas, tanto sus orejas como su cola se han engrifado.
—¡Qué no es eso! —Chilla, pateando al suelo, es una costumbre que el conejo le ha pegado.
—Lo sé. —Shorter bufa, dándole un último trago a los fideos—. Pero ustedes parecen cercanos, me tomó por sorpresa verlos tan apegados en el bar.
—No estábamos apegados. —Se intenta explicar.
—Ajá.
—Es solo que no acostumbra a esa clase de ambientes. —Las palabras se le vuelven a incrustar en la garganta, le duele empujarlas hacia su boca, como si se deshiciese cada cuerda vocal durante el proceso—. Él cree que estudio medicina en la universidad. —El otro alfa casi escupe la sopa, los lentes se le caen hacia la nariz por la conmoción, luce horrorizado.
—¿Qué?
—No podía decirle quién era en realidad.
—Es verdad. —Shorter ya no lo está mirando, ha enfocado su atención en el reflejo de las lámparas de papel contra los restos del caldo—. ¿Pero estás seguro de esto? Te ves algo apegado. —Ambos tratan de articular sus pensamientos con coherencia—. Y puede salir herido si le mientes.
—No saldrá herido si nunca se entera de la verdad. —Aslan se levanta, se sacude desde la polera hasta los jeans a pesar de lo impecables que se encuentran las butacas—. Le preguntaré si quiere una cámara de fotografías nueva, gracias.
—Ash... —El tono de Shorter lo congela, es gélido e imponente, aun así, se ha teñido con una tenue decepción—. No te acerques demasiado al omega o también saldrás herido, sabes que las mentiras no son buenas. —Sonríe, parece el regaño de una maestra hacia un niño pequeño, aunque la verdad, no lo sabe, nunca lo dejaron asistir al colegio en el burdel, solo llegó hasta la primaria.
—No hagas enfadar a Nadia.
Se da la vuelta y se va.
Ash se dedica a pensar en Eiji durante el camino, es inconcebible, gritó a prácticamente todo pulmón acerca de su pasado en la pornografía infantil y en contra de sus expectativas no se sintió sucio tras enlazar su mirada con esos ojos cafés. Él no es el omega más lindo que ha visto, es seguro, de hecho, incluso con sus facciones animales luce tan aburrido y normal que no comprende lo que lo mantiene fascinado y atraído, casi como un imán. Quizás, sea la calidez que desprenden esas pupilas, esas que no lo miran con la lujuria que acostumbra de sus clientes o el terror de sus subordinados, es centella desinteresada lo que pende bajo sus pestañas, es el sincero deseo de entablar una amistad y ya. Eso lo ha conmovido de sobremanera.
No quiere arruinar esto, Shorter tiene razón, no saldrá nada bueno de crear un vínculo con mentiras, pero ya se ha enterado de que se encuentra jodido, ¿cómo lo mirará tras saber lo realmente jodido que se profesa? El asesinato, los trastornos, la prostitución, no, es demasiado.
—¿Eiji? —De todas maneras, ha llegado hasta su puerta, ese delicioso dulzor que tanto lo caracteriza se cuela por debajo, es adictivo y reconfortante, debe ser un perfume, especula—. ¿Puedo pasar?
—Puedes. —No se hace de suplicar, el omega se encuentra revisando algunas fotografías en la cama, se ve increíblemente suave y hogareño envuelto por un mullido suéter que armoniza con el pelaje de sus orejas—. Buenos días, Ash. —Le lanza una sonrisa brillante, tan brillante que derrite hasta el hielo impregnado en su alma y más allá, es intenso.
—Hola... —Se acerca, nervioso. Se sienta en la cama con una impresionante tensión, su cola luce tan rígida que puede confundirse con un palo, es perfecto.
—¿Acaso entraste a mi cuarto con las zapatillas puestas? —Detecta la molestia inmediata en su voz, el alfa baja la mirada, contemplando el camino de mugre seca que ha dejado hasta el cubre—. ¿Qué te he dicho acerca de eso? —Se queja como un anciano, piensa. Por supuesto, no va a perderse la oportunidad de molestarlo.
—¿Qué vas a hacer si lo he hecho, onii-chan? —El aludido deja las imágenes de lado, frunciendo tanto el entrecejo como la mirada, moviendo la nariz como un conejito antes de saltar.
—¡Te dije que te quitaras las zapatillas dentro del apartamento! —Entonces, el terco lo toma de los tobillos para quitarle las converse solo porque puede y se le ha dado la gana—. ¡No te resistas! —Aslan gimotea, no puede creer el descaro que este sujeto tiene, batalla con fuerza por su honor.
—¡No seas tan bruto! —Chilla—. ¡Soy una persona delicada! —Aunque dice eso, le patea la mejilla con el calcetín a Eiji, es una lucha patéticamente infantil que los hace reír a ambos.
—¡Listo! —Por supuesto, este tenaz gana—. La próxima vez que uses zapatos dentro, tendrás que barrer tú mismo. —Es un tonillo amenazante que le hiela la sangre, Aslan se sienta amurrado en la cama, se ha colocado de esos calcetines viejos, esos que se encuentran zurcidos y le dan vergüenza.
—Eres malo. —Bufa, tratando de esconderlos en la frazada—. Te vengo a preguntar si quieres salir. —Esos ojos cafés se ven envueltos por un fulgor arrebatador, eso le despoja el hálito, es una imagen bonita e hipnotizante—. Hay una tienda de cámaras fotográficas cerca, podemos ir caminando. —Sus orejitas de conejo saltan con emoción, es fácil de complacer, eso le encanta.
—¿De verdad?
—Dijiste que querías recorrer la ciudad, así que...
—¡Quiero! —Pero no necesita expresar más, el omega ya ha saltado de la cama para buscar alguna gorra entre sus pertenencias.
—Vaya, estás emocionado
—Claro que sí, es mi primera vez yendo de paseo en la ciudad. —Le da mucha ternura que esa cola esponjada se menee erráticamente para manifestar la felicidad—. Aunque usualmente diría que no luego de que me golpearan con un calcetín apestoso.
—¡Eiji! —Se queja—. ¡No huelen mal!
—Solo digo que deberías lavarlos más seguido.
¿Cómo diablos sobrevive a esto?
Ha elegido una tienda cercana al apartamento, por mucho que Eiji intente disimular las secuelas del ataque los síntomas de evitación le son obvios, probablemente ni siquiera lo capte en la consciencia, pero una de las maneras que la mente desarrolla para protegerse tras un evento traumático se halla asociada a la evitación, tanto a estímulos internos como externos, cualquier cosa que despierte una memoranda psicológica, física e incluso cognitiva, se evade. Por eso, a Ash le es inadmisible retornar a Cape Cod, hay un exceso de estímulos que abren esa caja de pandora que ni siquiera desea ojear.
Al menos, Eiji se ve contento fuera de esas cuatro mugrientas paredes, eso le sube el ánimo, el lugar es seguro, ha corroborado el perímetro con su pandilla para que ninguna rata de Arthur fisgonee su salida e incluso si lo hiciera, Aslan tiene muchas ganas de romperle la cara por lastimar a ese omega.
—¡Es aquí! —Eiji salta emocionado frente al escaparate, la tienda no es la gran cosa, desde la vitrina se ven artículos viejos y descuidados, le habría gustado llevarlo al gran centro comercial, no obstante aún no conoce la severidad de esos síntomas y puede ser reactivante una multitud, lo mejor es tener un perfil bajo por el momento—. Tienen muchas cosas interesantes.
—¿Quieres entrar? —El omega asiente, está usando una horrenda gorra de Nori Nori, no comprende la obsesión que tiene por esa caricatura, más, despierta su curiosidad—. Entonces vamos.
La tienda es una sinestesia de colores y aromas, las diversas fotografías acomodadas encima de los estantes de madera le confieren un aura casi mágica al interior, en su mayoría son cámaras antiguas, se ven desbaratadas y el vendedor no se ha molestado en disimularlas, se abarca una gran gama de modelos, desde amateurs hasta lentes profesionales y lujosos. Ash nunca había andado por aquí en la ciudad, al menos, no con semejante esmero.
Se han detenido frente a un mostrador polvoriento con modelos que no consigue reconocer, no se asemeja al lujoso aparato que ha quebrado, este es simple, hasta aburrido se emprende a decir. Los nervios florecen en la piel del alfa cuando sus hombros se rozan por accidente, le agrada la diferencia de altura que tienen, eso alimenta su instinto protector.
—Me gusta esta. —El anhelo que desprenden esos ojos mientras sostienen una Canon arruinada lo deja sin palabras.
—Pero se ve tan vieja y rota. —Se queja, analizando las grietas alrededor del lente, es una máquina polvosa, fea y de mal gusto—. No temas por el precio, he ahorrado para comprarte. —Pero Eiji niega, claro que lo hace, es un terco por naturaleza. ¿Alguna vez se ha escuchado la expresión terco como un conejo? Pues debería.
—Esta es especial.
—¿Por qué?
—Porque tú la has estado mirando desde que entramos. —¿Lo ha hecho? No se dio cuenta—. Por eso, esta es la única que quiero y aceptaré. —Es una petición extraordinariamente infantil que le agita el corazón.
—¿Tienes que ser siempre tan irracional?
—La ha elegido mi amigo más preciado de Nueva York, la quiero llevar.
Oh.
Ash siente algo palpitar dentro de su pecho, algo que le duele, es un sentimiento familiar que no ha dejado de manifestarse y crecer desde que ha compartido con Eiji, cree haber descifrado lo qué es, es una emoción interesante que antes jamás habría soñado con tener, más profunda que el desvelo, mucho más intensa que la atracción, tan reconfortante como aterradora.
—Si esa te gusta, la compraré. —Eiji le da una sonrisa brillante, de esas cálidas que lo hacen parecer el mismo sol, es este tipo de persona resplandeciente, la clase de la que Ash debe alejarse debido a su grotesco pasado y aún así, se encuentra a sí mismo deleitándose de su tibieza.
—Gracias.
Se aleja para pagar sin decir más, repasa la cámara, inconscientemente puede haberla mirado al ser el mismo modelo que Froggy solía usar durante su infancia, es una ironía que debería generar pena, pero no le da. Quizás él pueda reescribir sobre su dolorosa historia con esta clase de gestos, espera que al escuchar el click de la cámara, algún día pueda repasar en la dulce sonrisa del omega en lugar del Club Cod. Han pasado semanas juntos, pero el alfa cree que apenas ha rozado la superficie de la mente de ese terco, eso lo tiene deslumbrado, esa rareza que contrasta con una apariencia cotidiana y simple. Es una rareza que lo impulsa a entenderlo y a mantenerlo cerca.
Es tonto.
Es tonto y egoísta.
Eiji sale de la tienda ridículamente feliz, apretando la bolsa de papel contra su pecho, como si tuviese el secreto del universo dentro y no una cámara rota. Su atención es atrapada por una librería cerca del apartamento, no la había visto antes, aunque claro, no ve mucho gracias a la bendita hiperalerta, los detalles que bosquejan en su ciudad aparecen con una turbadora nitidez mientras más se borra la disociación. Pero debe concentrarse, no es correcto andar meneando la cola como un gato por una simple salida de amigos.
—¿Quieres entrar? —Y de pronto, ese sentimiento de dolor en el pecho le incrementa—. Te gustan los libros ¿verdad? —Porque están jodidos en esto, tanto en el Club Cod como con Arthur, la muerte de Dino no le ha obsequiado la paz que esperaba, es un mundo podrido de asesinatos, pero Eiji es capaz de sonreír de esta manera y...
—Quiero.
No le pide nada a cambio.
Nunca le pide nada a cambio.
Eso es violento.
Gracias a su intelecto superior y sus sentidos intensificados por la naturaleza de dominante, es capaz de captar de inmediato los libros que valen la pena en los estantes, por supuesto está Salinger, Aslan se ofendería de sobremanera sino lo tuviera, es una tienda pequeña y hogareña, los pisos de madera crujen bajo cada paso de sus converse, los manuscritos parecen en buen estado, hay algunos sillones para poderse sentar a leer junto a las ventanas, es una atmósfera grata, se imagina viniendo con Eiji luego de un largo paseo, el pensamiento intensifica aún más la molestia en su pecho.
—¿Un libro de pingüinos?
—¿Eh? —Eiji ha aparecido por detrás, apuntando el manuscrito que ha tomado.
—Estás leyendo un libro sobre pingüinos. —Hijo de puta de Shorter Wong, le ha metido ideas raras en la cabeza.
—Es que los pingüinos buscan la piedra más linda de la isla cuando se enamoran, es una ofrenda. —Se golpea la frente con el libro, ha soltado una estupidez cósmica que pone en duda sus 200 puntos de IQ, es genial, ahora Eiji pensará que es un idiota.
—¡¿De verdad?! —Pero el omega se inclina hacia las ilustraciones, completamente asombrado—. Eso es muy romántico. —La emoción es tanta que sobresalta la gorra contra sus orejas esponjadas.
—¿Lo es? —Eiji alza el mentón con un puchero, maldición, luce hermoso con los focos dorados del local iluminándole desde la punta de los cabellos hasta la infinidad que tiene por pestañas, el punzar en el pecho le aumenta, su perfume dulce le cosquillea contra la nariz—. No sé mucho de romance.
—Claro que es muy romántico, Ash. —Ama que estornude su nombre, es un acento bonito que su inglés tosco jamás podrá imitar—. Es especial invertir tanta dedicación para un presente, eso es lo que valoran al final del día ¿no? —No lo sabe, es un maldito lince, no un pingüino emperador.
—No te puedo responder, no me he enamorado. —El omega le lanza una mueca de pura suspicacia, esto lo indigna. ¿Quién se ha creído para desafiarlo de esta manera?—. No estoy hecho para esa clase de cosas. —Muy tarde percibe el desastre que acaba de comenzar, como el primer dómino cayendo contra una hilera infinita.
—No lo habría imaginado de ti. —Balbucea, metiendo sus manos dentro de los bolsillos, meciendo esos cabellos increíblemente oscuros bajo esa horrible gorra—. Supongo que a los estudiantes de medicina no les alcanza el tiempo para el romance. —La conversación con Shorter le revienta en los tímpanos cual tetera hirviendo—. Debe ser duro.
—Lo es. —Chilla, cerrando el libro—. ¿Y tú, onii-chan? —El aludido agita sus pestañas con curiosidad, no parece haber comprendido la pregunta, así que la resalta—. ¿Tienes novia en Japón? —Si bien, es ideal que un omega escoja de pareja a un alfa, estos son los más cotizados y quienes tienen mayor libertad incluso con su misma casta, tienen al mundo prácticamente a sus pies.
—No realmente.
—¿Algún novio? —No es sutil en preguntar.
—Tampoco. —Pero la curiosidad lo obliga a hacer idioteces.
—¿Por qué? —Eiji patea el suelo, lo ha irritado, casi puede ver a su colita tensa escondida detrás del suéter, eso le da más ternura que miedo, es un arma de doble filo.
—Porque todos son unos idiotas. —Así que ha tenido malas experiencias, piensa—. Por eso quería iniciar otra vez acá, aunque ha sido duro. —De repente, se ve desinflado, es casi deprimente, eso despierta el instinto de protección que tanto lo jode. Una parte de Ash anhela confiar en este chico, la otra es consciente de que lo odiará cuando se entere de todo.
—¿Quieres que te compre algún libro? —Es una pregunta pobre para aligerar la tensión.
—No. —Eiji repasa los estantes con sus ojos, no tan brillantes como siempre, sus pupilas continúan nubladas por la bruma del pasado, puede decirlo porque le pasa algo similar con facilidad—. Quiero comprarte un libro a ti. —Esto lo toma por sorpresa por tercera vez en el día, es un irracional.
—Pero...
—¿Cuál te gusta, Ash? —Su aliento se ha entremezclado con la brisa, un tímido carmesí ha coloreado sus mejillas—. No quiero comprarte a Hemingway otra vez. —La pequeña mierda se está burlando de sus gustos intelectuales incluso al momento de hacerle un regalo, tiene agallas, debe admitirlo.
—¿Por qué no me eliges uno tú? Dijiste que yo te escogí la cámara. —Sabe lo que piensa, así que actúa más rápido—. No puede ser el libro de pingüinos.
—No eres divertido. —Se queja.
—No lo soy.
Pero eso no lo desanima en su búsqueda.
El omega mira los estantes durante lo que le resulta una eternidad, (es un anciano, no debe esperar otra cosa), hasta que finalmente esboza una sonrisa tímida, se eleva en la punta de sus pies para ser capaz de tomar el libro. El título le hiela la sangre, está seguro que es una mera coincidencia, Eiji no se ve cómo la clase de sujeto que lee autores clásicos como Fitzgerald, aun así, luce complacido con su elección, le extiende el manuscrito, en busca de aprobación.
—Tender is the night. —Ash lo lee, repasando las letras en relieve de la portada—. ¿Por qué?
—Creo que te puede enseñar una que otra cosa del amor. —Musita, dándose vueltas hacia la caja.
Aslan conoce el título, es una historia de amor entre un psiquiatra y una paciente, quienes lo tienen absolutamente todo para ser feliz, pero caen en el abismo de la desesperación con una sutileza que lo asombra, es realista y crudo, no se asemeja en nada a la visión que esperaba que Eiji tuviese sobre el romance, esto es cruel, es una bancarrota emocional. Se cuestiona si lo habrá leído o lo escogería por el nombre u alguna otra superficialidad, sea cual sea la razón, eso solo aumenta su curiosidad.
CHAN, mañana tenemos el primer paso en el arco donde jodo a Ash con su naturaleza animal, lo siento pero si algo amo de este fic es que la naturaleza de Ash lo traiciona para estar cerca de Eiji y eso se ve de golpe mañana hasta siempre en el fic. Paz mental, gracias a quienes han llegado hasta tanto.
¡Nos vemos mañana!
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