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5. Autocontrol.

¡Hola mis bonitos lectores! Subo el capítulo temprano porque debo irme corriendo, ha sido un fin de semana extraño, lo reafirmo, espero tener más tiempo en la semana o lloraré. Muchas gracias a quienes han apoyado esta pequeña dinamica, vamos bien con la puntualidad, hasta ahora. ¡Espero que les guste!

✩ Advertencias: Episodio de reexperimentación, pensamientos intrusivos, negativimos, otros sintomas del PTSD.

Aslan odia a Salinger por haber escrito su novela favorita.

«El guardián entre el centeno» no es más que un montón de mierda.

O tal vez, la mierda es identificarse tanto con su protagonista.

Holden Caulfield es un chico de apenas diecisiete años con una visión tan cínica acerca de la realidad que le roba sonrisas, es casi escalofriante, el sarcasmo impregnado en sus palabras entremezclado con la saña diluida fríamente tras una fachada encantadora casi parecen arrancadas de su miserable historia. Lo que le molesta, es cuando Holden se pone blando, esos tenues instantes donde se siente incómodo con sus propias debilidades y las pretende encubrir con falsedad, terquedad e incluso con superficialidad, le recuerdan demasiado a él mismo, arrojando chistes sexuales para ocultar el dolor, porque si le quita peso al tema tiene la esperanza de que efectivamente lo pierda. Desde Dino hasta la secretaria del doctor Meredith, inclusive Max en prisión, Ash no teme usar su lengua mordaz.

Pero tal como Holden, no es más que un manto para encubrir su desmesurada fragilidad, es algo así como esconder lo evidente a simple vista. Hasta ahora, esto le ha funcionado de maravilla, su forma de supervivencia primordial ha sido adoptar su naturaleza depredadora y atacar.

Sin embargo, esto es...

Aterrador.

Ash está asustado y no puede esconderlo, está temblando.

—Te ves espectacular.

Jessica Randy, la ex esposa de Max es una dama bastante peculiar (no en el buen sentido), tiene una voz estruendosa y aguda, un estilo apegado en demasía a las pasarelas de moda y una presencia tan imponente que lo hicieron retroceder apenas entró al estudio de fotografía, es una alfa, le sienta a la perfección, se cuestiona cómo alguien tan dominante quedó atrapada con un beta simplón, no es por su género, sino por esa personalidad despreocupada y apática que en más de una ocasión le ha sacado canas a Aslan.

—Con un par de retoques más podremos empezar.

Cierto.

Se halla conteniendo un ataque de pánico porque es su primer día de trabajo, un trabajo de modelo, le han puesto ropa costosa y elegante, le cepillan desde el cabello hasta el pelaje, actualmente se encuentra recibiendo los últimos retoques de maquillaje, la base se concibe reseca contra su piel, la chica no le ha sabido aplicar los productos correctos, es delicado, ¿acaso nadie lo comprende?

—Lo harás increíble. —Max se ha pedido el día libre para acompañarlo, reluce extraordinariamente diferente con una afeitada y ropa casual, el naranja del uniforme lo hacía ver demacrado, le pintaba esas ojeras dignas de veterano de guerra y sobreviviente de drogas, Ash se pregunta si él las tendrá.

—No estoy seguro de esto. —Los focos del tocador lo obligan a entrecerrar la mirada, el ambiente le desagrada de sobremanera, le recuerda a los burdeles que dirigía Dino, solo que a los prostitutos no los maquillaban ni siquiera para cubrir los moretones, a los cerdos les fascinaba ver el dolor que ejercían, sádicos—. No creo que sea un trabajo para mí.

—¿Por qué? Eres guapo y pagan bien.

—Me siento como un fenómeno de circo expuesto así. —No por el hecho de ser modelo, sino por esta naturaleza de dominante que lo condena. Vuelve a recapacitar en Holden, su nombre también posee un significado furtivo, una espera o un alto, buscaba convertirse en la puerta entre la adultez y la niñez, un Peter Pan—. No saldrá bien. —Su verdadero nombre hace alusión al alba, le da risa.

—No seas pesimista, muchacho. —Le da pena—. Eiji y yo te estaremos apoyando.

—¿Eiji? —Pronunciar ese nombre es como quebrantar un hechizo del que no sabía era prisionero, el beso eterno de buenos días o el último deseo obsequiado por altruismo, son pensamientos tontos que lo mantienen evitando enfocarse en lo brusca que está siendo la maquillista—. ¿Él vendrá?

—Es su primer día siendo asistente de fotografía. —Le dijo algo similar hace algunas semanas—. Claro que vendrá.

Amigos.

Eiji lo ha llamado amigo.

Mientras más lo considera, más irracional suena. Tiene sentido en cierta manera, Ash es el único ser humano que el omega ha tenido la desgracia de conocer durante su estancia en la ciudad, es normal que lo busque para hacer turismo e intente entablar una conversación, lo más sensato es anhelar el contacto. Pero le es extraño, este chico es el más extraño que ha conocido. Incluso habiendo sufrido una trasgresión anda con el corazón sangrando en la manga, es ingenuo, ridículamente bonachón y en exceso amable, eso lo saca de quicio, teme que Nueva York se lo trague para escupir un cascarón vacío, igual que Griff.

Es un buen chico.

Un chico normal del que cualquiera quisiera ser amigo.

Un chico simple.

Y aún así, le es un misterio imposible de descifrar, un acertijo compuesto de contradicciones y orillas punzantes pero no lo suficiente para herirlo, más bien, orillas que se lastiman entre sí mismas, lo ha contemplado en esa timidez que le muestra al encogerse al otro lado del sillón, es educado, gentil y cálido, y al mismo tiempo, es jodidamente inflexible, no ha necesitado de más de un par de semanas para comprobarlo, eso lo vuelve loco o le encanta, no se decide todavía, lo deslumbra independiente de la respuesta, existe algo sumamente arrebatador escondido en esos ojos cafés y Ash quiere saber qué es aquello que lo vuelve tan especial.

Es una ambivalencia dura, es consciente de que Eiji terminó herido por las creencias arcaicas de esos idiotas y que ha sido su relación lo que le permitió salir ileso, y también sabe que peligra estando a su lado. Todos a su alrededor terminan muertos, esa no es una buena señal de amistad. No lo quiere acá, eso es lo único que consigue articular con decencia.

—Ya estamos listos. —La maquillista aparta la brocha de sus ojos, incitándolo a mirarse en el espejo.

—Viejo... —Aslan aprieta inconscientemente los bordes de su silla, es de cuerina barata, está fría y huele insoportable—. No parezco yo. —Ni siquiera sabe quién diablos lo mira en el reflejo.

—Es lo normal. —Max no lo dice con mala intención, es ajeno al mundo del modelaje profesional, lo sabe—. Te ves como una superestrella. —Debería agradecerle el simple hecho de que esté aquí siendo apoyo moral, no obstante, le es difícil siquiera sostener la mirada con este desconocido.

¿Holden se habrá reconocido siendo un adulto?

—Vamos a iniciar en cinco minutos.

—¿Dónde están? —El beta suspira, revisando su celular, es de aquellos con carcasa que cargan los abuelos—. Shunichi me dijo que ya venían en camino. —Él tensa los pies hacia los bordes de la silla, los botines se sienten como dos bloques de cemento contra sus pies, no puede erizar la cola por la laca, la peste es tan sofocante que cree que va a vomitar, sus sentidos son más agudos gracias a su naturaleza y tanto químico le hace mal. Oh, no consideró eso consumiendo sustancias.

—¡Max! —Él mitiga su crisis de pánico ante esa tercera voz, es un acento japonés, no cabe duda, es mucho más pesado que el del omega, no le agrada—. Lo lamento, tuvimos problemas con los de seguridad, aún no tenemos tarjetas.

—Ash. —Eiji lo saluda tímidamente detrás del otro sujeto, no se halla escondiendo sus facciones animales esta vez—. Te ves como toda una estrella de cine. —Son las mismas palabras que soltó el periodista, palabras que adquieren un peso completamente diferente ante la euforia genuina que chispean esos ojos cafés.

—Gracias. —Por primera vez se atreve a observarse, intenta que le guste el reflejo, falla—. ¿Estás nervioso por tu primer día, onii-chan? —El aludido se aferra a la correa del bolso que le atraviesa el pecho, su aroma delata hasta la última gota de ansiedad, es peligroso que hasta sus feromonas sean sinceras, y a la vez, encantador. Quizás, esta pureza le impide desconfiar.

—Esa debería ser mi línea. —No es verdad—. ¿Cómo te sientes con esto?

—Bien. —Musita—. ¿Y tú?

—Genial.

Ambos mienten.

Admira las bolas que ha tenido Eiji para salir del apartamento luego de esa transgresión, reportar el incidente con Arthur sería lo mejor para el omega, sin embargo, se muestra reticente y pobre de quien se atreva a contradecir al rey de la terquedad. Ha notado sutilmente los síntomas de trauma, se encuentra dentro de una zona esperable, mientras no se cumpla el criterio temporal ni se torne patológico para funcionar no será clasificado dentro de la gama de trastornos, aún así, mantiene un ojo encima de este chico.

—¿Qué hacen holgazaneando? —Jessica no se ve feliz con la conversación en el área de maquillaje—. Por eso no te quería invitar, siempre interrumpes mi trabajo.

—No he hecho nada. —Max se intenta defender en vano—. Shunichi llegó tarde y...

—Él siempre es bienvenido en mi estudio. —La alfa se suaviza—. Tú no, hoy hice una excepción por el modelo. —Y se tensa a una impresionante velocidad.

—¡Pero...!

—¿Estás listo para salir a escena, cariño? —No le agrada ese apodo empalagoso ni se molesta en disimularlo—. Tenemos el estudio completamente listo para ti. —Ibe lanza una señal al omega para que se acomoden junto al resto de las cámaras.

—Estoy listo.

Miente otra vez.

Holden estaría orgulloso.

El producto que tiene que modelar son feromonas artificiales, claro que lo son, ¿para qué otra cosa serviría un fenómeno andante como él? Es una rareza, por eso le han dado tratos especiales desde los ocho años. Racionalmente él comprende que su naturaleza de dominante no es inherentemente mala, no obstante, hay un sentimiento arrastrándose por sus entrañas, es seco pero helado, lo hace sudar bajo los focos, ni siquiera recuerda cómo llega hasta el montaje que le han armado.

—¡Solo trata de verte natural! —Jessica se lo grita, realzándole que muestre la botella.

Es un empaque elegante, le dan pena los consumidores de esta clase de mierda, aunque entiende que algunos quieran imitar las feromonas de un omega, son la casta más anhelada y protegida en la sociedad, no le cabe en la cabeza las de un alfa.

—Te ves muy tenso, Ash. —Es Max quien le pide que sonría—. Intenta relajar las orejas.

Oh, ha sacado sus garras y colmillos.

Se encuentra hiperalerta.

—¡Vamos de nuevo!

Ash hace su mayor esfuerzo por intentar poner una pose normal contra un fondo descolorido, con la botella de feromonas deslizándosele por las palmas empapadas, los focos lo ciegan, irónicamente lo único que anhela encontrar son esos ojos cafés, se siente seguro siendo contemplados por estos, pero los flashes son demasiado intensos. La sangre se le hiela, el corazón le pega con suma lentitud, el sudor le escurre por el flequillo, empapándole desde las sombras de ojos hasta la base, su sonrisa se convierte en una mueca ansiosa, no logra mover ni la cola ni las orejas por la laca, las garras se le clavan contra la ampolleta.

—¡Lo estás forzando demasiado!

Mientras más se prolonga la sesión, más se desconecta de este circo, la cabeza le duele, sus propios pensamientos, sentimientos y su cuerpo se han desconectado, Aslan siente que flota en el aire sobre ese reflejo desconocido, ve al maldito robot sostener la botella de feromonas con una sonrisa falsa, de pronto, pierde el control de sus movimientos y del habla. Aunque sabe que ha alzado la mano al verlo, todo está distorsionado, como envuelto por algodón, no, más bien, como quedar ahogado en mugre.

Es ver una película jodidamente retorcida o estar atrapado en un mal sueño.

Clic. Clic. Clic.

—Relájate, cariño.

Relájate, cariño.

Esas palabras despiertan en Aslan algo que perjuraba dormido, algo que el oficial Evanstine no tuvo vergüenza de mostrarle antes de encerrarlo en prisión, la visión se le pone borrosa y...

Clic. Clic. Clic.

Los violaron a todos mientras se reían como hienas.

Todavía puede verse a sí mismo temblando en ese mugriento estudio de pornografía infantil, con el puerco de Marvin encima, con Froggy y los demás depravados del Club Cod grabándolo mientras él suplicaba piedad, estaba llorando, trataba de no llorar porque lo golpeaban más fuerte si se atrevía, recuerda haber pensado en Griffin, haberle rezado a Dios para que lo sacase de ese lugar, lo violaron noche tras noche a pesar de sus oraciones. Se encontraba aterrorizado, lo único que sentía era terror escaldándole en los huesos, se turnaron para usarlo y lo fotografiaron mientras lo hicieron.

Tenía miedo, tenía tanto miedo que no podía hablar, su corazón gritó pidiendo ayuda, pero no pudo decir nada.

Todavía escucha el chasquido de la cámara.

¡Es hilarante!

Clic. Clic. Clic.

Mira hacia la cámara, gatito.

Clic. Clic. Clic.

—¡Ash!

Aslan parpadea, confundido por lo que acaba de pasar, le toma tiempo regresar a sí mismo, trepida con suma violencia, sus pupilas se encuentran desenfocadas, el pecho le sube y baja erráticamente, ha sacado las garras y los colmillos, el sudor le empapa el cabello, pegándolo a su frente más que la laca, no reconoce nada, aprieta los párpados, desesperado, hay muchas voces a su alrededor, no le es familiar ninguna, todas son fuertes y ruidosas, como si estuviesen explotando en sus tímpanos al mismo tiempo. Alto, alto, ¡alto!

Un toque suave en el hombro lo hace saltar alerta.

—Ash... —Es Max quien le habla, el estudio permanece en silencio, todos lo están mirando.

—¿Qué...? —Eiji se halla contemplándolo horrorizado, es acá donde se percata que ha destruido su cámara de fotografía—. ¡Te dije que esto no funcionaría!

No quiere enfrentar a nadie, solo quiere cavar un agujero y echarse a morir, fue estúpido atreverse a pensar que él podría tener una vida normal. ¿Normal? ¡Ja! Nunca estará bien, incluso si consigue su presuntuosa venganza y domina Nueva York, los síntomas lo carcomerán hasta su muerte, igual que a Griffin, que belleza de ironía, se convertirá en un cascarón de estrés post traumático, consumo de sustancias y anorexia purgativa, ese es su legado.

—¡Ash! —Que Max lo vaya a buscar es jodidamente molesto—. ¡Detente!

—¡No! —Saca garras, se encuentra dispuesto a matar y a matarse en este momento—. Te dije que esto sería un fracaso pero tú insististe en que debía intentarlo, en que podía ser un chico normal.

—Aún puedes hacerlo. —El beta ansía calmarlo, ha adoptado una postura de sumisión—. Podemos volverlo a intentar, Jessica está de acuerdo. —Aquello le saca una carcajada de lo más profundo de la garganta, resuena quemándole cada cuerda vocal y chocándole contra los dientes con amargura.

—¡El modelaje no es igual al porno infantil!

Luego de soltar eso se da cuenta.

—Eiji...

Max no vino solo a buscarlo.

Mierda.

Huye hacia el rincón más recóndito que encuentra en el edificio, se asegura que nadie lo siga, no se puede ir a casa sin cambiarse de ropa pero no bajará al estudio hasta que todos se marchen. Se hace un ovillo contra sus piernas, su cola lo ha envuelto en un patético intento de confort, le es imposible moverse, menos gritar, lo único que hace es observar un punto vacío en la terraza, el aire lo sofoca, anhela llorar y no puede, la garganta se le ha cerrado mientras se ahoga, no respira, no va a respirar jamás.

Es una reexperimentación lo que ha sufrido, es perfectamente consciente de aquello, el sonido es de los estímulos más potentes junto a lo visual, escuchar el clic junto a los flashes ha sido demasiado.

Aslan hunde su mentón contra sus rodillas, la angustia le sube y le baja desde el estómago hasta la boca sin que la pueda sacar, la concibe altercar entre erupciones y témpanos, las imágenes le siguen dando vueltas en la cabeza. Debió ser aterrador para Eiji ver eso, probablemente lo odie, se mande a cambiar de apartamento y no le vuelva a dirigir la palabra, lo que debería estar bien, por supuesto, ha sido su meta desde el inicio.

Pero Eiji...

Desearía poder contemplar algún motivo escondido de su bondad, sospechar de absolutamente el mundo entero es su estilo de supervivencia, pensar que todo es un plan elaborado de Dino desde el infierno porque aún lo quiere muerto. No obstante, el abrazo que le dio para reconfortarlo luego de que Arthur lo atacase ha sido lo más real que ha pasado, cuestión de instinto o debilidad emocional, no se cree capaz de dejar ir al chico, no por completo al menos, es lindo tener un amigo fuera de las pandillas y la corrupción, es agradable permitirse de a poco ser él mismo.

Y ahora lo arruinó.

Solo cuando anochece se permite bajar hacia el estudio para buscar sus cosas, los turnos de trabajo se han acabado, Eiji ya debe estar en casa, no quiere confrontarlo, probablemente termine pidiendo refugio con Shorter o Alex hasta que el omega desaparezca. Baja cada escalón con pesadumbre, los párpados le arden aunque no ha soltado una sola lágrima, el lugar se encuentra a oscuras, el silencio es casi agradable, esto es todo.

—Ash...

Pero Eiji lo está esperando, abrazando sus cosas en el piso.

—Estaba preocupado.

Y eso lo rompe.

No lo entiende.

No entiende nada.

—¿Acaso no escuchaste lo que dije? —No tiene la fuerza necesaria para caminar, se arroja contra una pared sin despegar su mirada del omega—. Ahora sabes la clase de persona que soy.

—No escuché nada. —Miente, es un terrible mentiroso.

—Debe ser lindo. —Gruñe—. Seguramente esa clase de cosas no pasan en Japón.

—No me refería a eso. —Eiji se encoge sobre sí mismo, se encuentran frente a frente en ese estudio, a kilómetros de distancia, a mundos enteros o vidas pasadas quizás—. A lo que me refiero es que cuando estés listo para contarme algo así, solo ahí lo escucharé, si tampoco quieres contarme está bien.

—¿Qué?

—No pretendo hacer nada para transgredir tu comodidad, no preguntaré ni volveré a tocar el tema hasta que tú digas lo contrario. —Quiere ponerse alerta o enfadarse con semejante comprensión, con todas sus fuerzas desea pensar que esto es falso, que le pedirá algo a cambio porque así funciona el mundo, nadie es amable con Ash Lynx solo porque sí. ¿Qué quiere? ¿Sexo? ¿Protección?

—¿Por qué harías eso por mí? ¿Acaso no te incomoda vivir con un...?

—Porque somos amigos. —Ni siquiera lo deja continuar—. Porque me importas. —Lo dice como si fuese lo más natural, como si fuese normal preocuparse por un prostituto o ambicionar aligerarle la carga con altruismo desinteresado—. Esa es razón suficiente. —Y supone que para este chico, lo es.

Ash lleva tiempo suficiente acá para aceptar que no existe la gentileza desinteresada, los que lo alimentaban o le daban un lugar para dormir siempre querían algo a cambio, como sexo, solo tiene una pistola y aprendió a disparar porque era la única forma de sobrevivir. No los culpa, si los pervertidos poseen necesidades no le debería extrañar que este conejo de ojos dulces y orejitas esponjadas le demande algo a cambio de su comprensión.

—Ash. —Acá viene, puede sentirlo, el omega se ha levantado con sus cosas y le está extendiendo la palma, acá viene la otra parte del contrato, fue bueno mientras duró su amistad—. Vámonos a casa.

Pero Eiji no lo presiona ni lo obliga a nada.

—Vamos a casa.

Es la primera vez que alguien lo ayuda sin pedir nada a cambio.

Cuando regrese, más en la tarde, encontraran una sorpresa en este perfil~ Porque me odio y soy masoquista con las dinamicas, perdón. Otra vez, estos capítulos son super meh, pero por alguna razón me gustan, me gusta mucho enfocarme en un episodio puntual y exprimirlo al maximo porque una vez se está ahí, no se repite, el avance de Ash con las cámaras es algo que se ve en el fic, no porque Eiji sea una medicina magica o algo así, sino porque se puede reescribir sobre los traumas, es algo que siempre me gusta tocar. Muchas gracias por el cariño.

¡Nos vemos mañana con un capítulo bonito!


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