4. Cuello.
¡Hola mis bonitos lectores! Hoy ha sido un día extraño, como les dije, el capítulo de hoy da pie para el comienzo de la trama, es como los cimientos, gracias por la paciencia y el cariño.
¡Espero que les guste!
—No sé qué le ves a ese libro. —Aslan baja la novela hacia su regazo, los anteojos de montura gruesa se le deslizan hacia la nariz, sus pies se hallan enfundados por pantuflas, al omega no le agrada que caminen con zapatillas dentro del apartamento y él tuvo que acatar—. Es imposible de leer.
—El guardián entre el centeno es un excelente libro. —Su compañero se encuentra del otro lado del sillón, ajustando las cámaras para su primer día de trabajo—. Tú no sabes apreciar el arte.
—No es verdad. —Gimotea, dejando una Canon A-1 encima de la mesa—. Hay muchas palabras que son difíciles, he tratado de terminarlo desde que me lo prestaste y es imposible. —El alfa no esconde su emoción, su cola lo ha delatado, meneándose de un lado a otro ante tan adorables pucheros.
—Te parece aburrido porque no está lleno de dibujitos como tus libros.
—¡Se llaman mangas! —Eiji contiene un berrinche al hacerse un ovillo contra uno de los cojines, lo ha abrazado hacia su vientre, hundiendo su mentón en la funda de terciopelo—. Esos son divertidos.
—¿Eh? —El alfa esboza una sonrisa traviesa, el ambiente es ligero, el día es grato—. ¿Admites que eres un otaku, onii-chan? —El sobrenombre enciende las mejillas del aludido con un ensordecedor carmesí, es suave, como un mosaico de pétalos o una nube azucarada, lo hace arrojar un suspiro.
—¿De dónde has sacado el apodo? —Sus orejas se ven especialmente peludas esta mañana, quiere tocarlas, existe un desmesurado impulso por pasear sus dedos por esos mechones entintados para mimarlo, es instinto, lo sabe, su naturaleza de dominante lo empuja a querer protegerlo.
—Significa hermano mayor, ¿verdad?
—Sí, pero...
—Vaya, eres malo haciendo cálculos. —No le permite reclamar o defenderse—. Eres dos años mayor que yo, ¿acaso lo olvidaste o el Alzheimer te afectó?
Uno de los pasatiempos preferidos de Aslan es molestar a su compañero, le es sumamente bonita la forma en que frunce el ceño hasta formar algunas tenues arrugas, infla las mejillas y contiene una patada mientras tensa los puños, le encanta provocar semejante expresión de cólera, es tan infantil que le usurpa automáticamente una sonrisa. Aunque la mejor parte de hacerlo enfurecer es cuando el infame conejo le devuelve tanto bromas como insultos. Al comienzo le resultó indignante, nunca nadie se había atrevido a desafiarlo gracias a su título indiscutible de líder, incluso sus subordinados, le temían en cierta medida y no los culpaba, Shorter es la única excepción a la regla, o lo era.
Existe algo innegablemente encantador en que este chico que apenas consigue cuidarse a sí mismo, que tiene voz suave, ojos amables y unos modales perfectos, su misma antítesis, esconda un descaro arrebatador, una chispa en Eiji que lo mantiene despampanado, igual que una luciérnaga ofuscada por la luz de un candelabro o Ícaro eternamente enamorado del sol, es una centella juguetona, jovial y sobre todo, determinada que quiere conocer más. Pero no debería porque él es peligroso y bla bla bla. ¡Lo entiende! No necesita más pensamientos intrusivos.
—Incluso si vivo en Estados Unidos el inglés me sigue costando. —Ash parpadea, Eiji parece dolido con su propio comentario, como si se sintiese avergonzado y casi tonto—. Así que no puedo leer ese libro. —Oh, se ha portado como un idiota otra vez, eso le pasa por dejarse llevar.
—¿Quieres leerlo conmigo? —Esas orejas esponjadas se alzan hacia el aire, manifestando genuina emoción, eso le arrebata una sonrisa—. Así puedo explicarte las partes que no entiendes.
—¿De verdad?
—Claro que sí, onii-chan. —Si bien, el aludido rueda los ojos no impresiona molesto, al contrario, se encuentra moviendo la cola de forma errática, de un lado a otro—. Así te podré llevar a la biblioteca y no te vas a aburrir. —Le es insólito esbozar planes a futuro con este chico, se supone que desea apartarlo, que al finalizar el contrato del arriendo lo echará y le pedirá otra recomendación a Max.
—Eso me gustaría. —Pero acá está, acercándose torpemente en la butaca, poniendo el libro justo en el medio para que ambos sean capaces de disfrutar la lectura—. Aún no conozco mucho de Nueva York.
—Yo podría mostrarte, conozco como la palma de mi mano a la ciudad.
—Gracias.
Esto es sencillo, Ash lee prácticamente dormido novelas enteras.
Si bien, le resulta levemente más complicado concentrarse al estar tan cerca de Eiji, con sus hombros rozándose en la amplitud del sofá, con ese exquisito y delirante dulzor desconocido cosquilleándole debajo de la nariz, lo que ni siquiera debe ser especial, asegura que es reminiscencia de shampoo y ya, le sorprende la cantidad de veces que debe repetir una oración en su cabeza para acabar párrafos cuando es un genio certificado. Por alguna razón, su mente no funciona bien.
—Voy a dar vuelta la página. —Musita, el omega no le ha preguntado ninguna palabra aún y tiene la impresión de que se ha demorado una eternidad para finalizar el inicio del primer capítulo.
—Todavía voy a la mitad del párrafo. —El aliento de Eiji le golpea el cuello, haciéndolo tragar duro, ni siquiera se encuentran tan cerca, es apenas un toque de brazos y Aslan siente que va a explotar. ¿Qué diablos es esto?—. El protagonista no es educado, no me agrada.
—¿Aún sigues ahí? Lees como un abuelo. —Ese puchero indignado lo congela, hasta su cola se eriza ante el ceño fruncido—. Deberías unirte al club de lectura en el asilo de Max, te irá bien.
—¿Sí? Pues me gustaría verte leyendo en japonés, a ver si eres tan habilidoso con el hiragana o el katakana. —Tiene un punto que no consigue refutar, si semejante insolencia la hubiese dicho alguno de sus subordinados le habrían asentido con sumisión antes de darle la razón.
Pero no, su compañero de apartamento es el mismo rey de la terquedad.
—Prometí ayudarte, lee a tu ritmo, no te presionaré más. —Eiji lanza una mirada suspicaz antes de volverse a acomodar para continuar con la lectura, se ha apoyado más cerca, no es lo suficiente para transgredir su intimidad, le agrada, lo hace profesarse cómodo.
Es seguro.
Aunque Aslan se dispone a leer otra vez la página para matar el tiempo, su atención acaba vagando hacia Eiji, ahora que lo piensa, jamás lo ha contemplado bien, ni siquiera en el desayuno, se halla demasiado ocupado despreciando el fetiche de los japoneses con la comida apestosa. Esta vez Ash se dedica a vislumbrarlo, tiene largas pestañas negras que tintinean contra su piel bronceada al leer, enmarcan unos ojos cafés que se confunden fácilmente con sus pupilas, son más grandes de lo usual y rasgados, le gusta mirarlos o más bien, le fascina el sentimiento que transmiten.
Recuerda haberlo deliberado de forma fugaz cuando se conocieron, le da curiosidad que le atraigan tanto estas facciones coloreadas por tonalidades brumas, incluso su cabello suave y esponjado junto a esas orejas expresivas de conejo, él siempre ha sido cauteloso con la oscuridad gracias a la noche de Halloween donde se escondió a los cinco años, esa que le gatilló el terror a las calabazas. Por eso, le es raro verse a sí mismo tan encandilado con la apariencia del omega. A pesar de su cotidianidad se ve etéreo, lejano y limpio.
Son de mundos diferentes, se recuerda.
—No porque me presiones con la mirada acabaré más rápido. —¿Tan evidente ha sido? Ni siquiera se dio cuenta—. Esta palabra... —Le apunta al párrafo final de la novela—. ¿Qué significa, Ash? —Se lo pregunta con esos ojos de Bambi y un mohín tan apenado que maldición, aunque le generan una sacudida que es incapaz de nombrar, le hierve desde el centro del pecho para expandirse alrededor de las venas, es violento y destructivo, es novedoso.
«Susceptible».
Esa es la palabra que está apuntando.
—Tú eres susceptible por ejemplo. —Eiji ladea la cabeza, sus orejas peludas caen hacia el lado ante la incertidumbre, es demasiado para poderlo soportar.
—¿Es algo malo?
—Es alguien que se ofende con facilidad.
—¡Ash! —Eiji se atreve a golpearlo encima del hombro, si fuese Bones le habría arrancado el otro colmillo—. No me ofendo fácilmente.
—Claro que sí, te llamé hermano mayor y no te gustó.
—Porque es racista. —Gimotea, arrebatándole el libro de las manos sin vergüenza.
—Claro que no es racista, es un apodo afectuoso. —El omega alza una ceja, cerrando la novela de golpe—. Deberías aprender la diferencia y no dudar de mis buenas intenciones.
—Lo que digas. —Bufa, abrazando el libro con una mueca de suma ofensa—. Dude.
—¡Oye! ¡Eso sí es racista! —Omitirá que hubo un tiempo que lo usaron en su pandilla, prefiere morir a darle la razón a este terco.
—¿Prefieres que te diga bro? ¿O partner in crime? —De hecho, el último le gusta, sabe que lo ha soltado cegado por la inocencia, sin embargo, le sienta de maravilla en el contexto en el que están. Compañeros en crimen, es lindo, no lo bastante para que baje la guardia.
—Tu pronunciación en inglés es terrible. —Se burla, arrebatándole el libro de las manos—. Deberías considerar ver plaza sésamo, ayuda a los niños pequeños. —El omega se levanta del sillón con falsa indignación, tiene la cola tensa y erizada, e incluso enfurruñado, sigue siendo cálido y suave. ¿Será cuestión de japoneses? ¿O de omegas dominantes? No lo sabe.
—Llegaré tarde a mi reunión con Ibe-san. —El moreno agarra su bolso de la mesa de la cocina—. Te dejé algo de natto en el refrigerador por si te da hambre. —Aprovechando el espacio extra, Ash se acuesta en el sofá, extendiendo las piernas hacia los bordes, quedando con las pantuflas colgando y la cabeza contra el viejo cojín de terciopelo.
—No hagas nada imprudente allí afuera.
Eiji le saca la lengua antes de dejar el apartamento.
Dios, este omega lo matará.
El alfa apoya el antebrazo en la frente, los anteojos rechistan contra el movimiento, presionando de manera ligera su nariz, un suspiro vaporoso pende de sus labios, la novela le pesa encima del pecho, la siente hacerle un agujero hacia el corazón, la reminiscencia dulce le es agradable y a estas alturas, omnipotente en el apartamento.
Es duro tener que procesar la muerte de Dino Golzine y lidiar con el vacío quemado en su alma, sin importar cuánto intente rellenarlo, no lo consigue, espera que dominar Nueva York o acabar con los pederastas del Club Cod le confiera la libertad que tanto anhela, sin embargo, haber asesinado a su creador lo ha conectado con su vida otra vez, la disociación se está esfumando, es consciente de eso debido al intenso malestar que le genera su pasado, es un homicida, no puede darse el lujo de volver a conectarse con él mismo, es mucho más fácil si los demás no son humanos y se reduce a cuestión de instinto. Teme que su compañero de cuarto descubra esto, que un día tenga un ataque de pánico o una reexperimentación lo suficientemente grave para soltar sus secretos y lo odie.
Aslan se encoge en el sillón, abrazando el cojín que con tanto recelo sostenía su compañero, hunde su nariz en la funda, el terciopelo le hace cosquillas, nunca le ha agradado este material al recordarle a los burdeles, pero es lo mejor que pudo pagar con sus míseros ahorros, suele poseer una fragancia pesada y desagradable, pero hoy no, esto es dulce y reconfortante, él presiona los párpados, aspira más de lo que debería antes de caer dormido.
No sabe cuánto tiempo duerme.
No sabe desde cuándo no dormía tan relajado.
Lo único que sabe, es que al despertar el apartamento apesta a miedo.
Eiji.
El alfa salta del sillón, el vapor entremezclado al sonido de la ducha le da una clara idea del paradero del omega, se apoya contra la puerta del baño, incluso con la fragancia del shampoo, el pánico le es palpable en el aire, él golpea un par de veces la portilla, se niega a entrar o a romper su privacidad.
—¿Eiji...? —Un gimoteo ahogado bajo el agua es la respuesta—. ¿Estás bien? —La llave se corta, el eco del baño lo vuelve todo aún más real y atemorizante. Posee el instinto de entrar para comprobar su bienestar, incluso su cola se ha enrollado alrededor del pomo.
—Lo estoy. —No es para nada convincente.
—¿Estás seguro? Hueles diferente a cuando te fuiste. —No es necesario mirarlo para saber que se halla temblando, él se obliga a sí mismo a mantener el control sobre sus deseos egoístas, a luchar contra el instinto, prácticamente son desconocidos, lo último que desea es asustarlo de más con un ataque de imponencia.
—Estoy bien. —Dice eso, pero no sale del baño—. Estoy cansado, eso es todo.
Aslan decide no insistir más.
No duerme esa noche, la preocupación lo carcome, quiere ir al cuarto de Eiji para cerciorarse acerca de su bienestar, pero no puede, no tiene el derecho a hacerlo si ni siquiera son amigos. Semejante inquietud le es nueva y extremadamente incómoda, es distinta a la hiperalerta que lo azota cuando Shorter u otro miembro de su pandilla salen heridos. Esto es mucho más visceral y al mismo tiempo, espiritual. Entra a un bucle de destrucción catastrófica y masiva durante horas que se le tornan una infinidad.
—Está a salvo. —Se repite a sí mismo, reprochándose—. Está bien.
Pero Eiji llora esa noche.
Nada está bien.
El desayuno no es más que incómodo, Eiji parece un fantasma salteando camarones, unas espesas ojeras han oscurecido sus ojos, su cola no deja de temblar, delatando su miedo, no dicen nada. Ash se queda helado en la silla, escuchando los tenues jadeos ahogados contra el vapor, desea tener las palabras de consuelo correctas, sin embargo, lo empeorará sino le confiere espacio. No tiene ningún motivo para indagar en su intimidad, en esta clase de situaciones él huiría, es un escamoteador por excelencia, aunque es su mecanismo de defensa, teme que si escapa se arrepienta.
—¡Auch! —El omega se ha quemado con aceite, Ash ni siquiera lo vacila, corre a mojar un paño para aliviarlo, envolviendo con suma gentileza la mano del moreno.
—¿Estás bien? —Pero la expresión de dolor incrementa, eso le quiebra el corazón.
—Suéltame. —Sus feromonas gritan miedo, han asfixiado el apartamento—. Por favor, déjame ir. —Y es ahí cuando el alfa se percata de los moretones que esconde debajo del suéter, lo ha enrollado para no mojarlo, revelando esas violentas marcas.
—¿Qué...? —Le duele mucho el corazón, es tonto, ha visto cómo los sesos se revientan en la cabeza de sus víctimas y le ha sido indiferente, no deberían herirlo tanto estas cicatrices minúsculas, son patéticas, iguales a las de un niño que se cayó en bicicleta—. ¿Qué te pasó?
—Tenías razón. —Pero ver a Eiji llorar y tiritar—. Debí cuidarme mejor.
—Eiji...
—¡Tenía mucho miedo!
El alma se le desgarra en miles de piezas cuando el omega se arroja hacia sus brazos, eso le paraliza, nunca ha sido bueno obsequiando consuelo ajeno, ¿hola? Es un prostituto exótico y un homicida, la clase de afecto gentil que se encuentra esperando no lo conoce. Y aún así, Aslan lo acuna con fuerza, lo envuelve contra su pecho, siente al llanto humedecerle desde la camiseta al cuello, no le importa, lo único que quiere es arrancarle el dolor a este chico y verlo sonreír, sabe que no puede, así que le absorbe los temblores del cuerpo, como le hubiese gustado que alguien lo hiciera, como lo necesitó con desesperación siendo un niño, pero nadie le mostró compasión.
Le obsequia su primer abrazo.
—Estás a salvo. —Se lo musita, estrechándolo con suavidad, permitiendo que la impotencia explote para cesar, su propio cuerpo no medía lo anhelante que se profesaba por contacto físico hasta este momento, la calidez de Eiji lo inunda entero, es violento y agradable.
—Fue horrible.
—Estás conmigo.
Ash le acaricia desde las orejas para relajarlo hacia la nuca, baja con lentitud, se asegura de darle un espacio seguro a cada pedacito de Eiji, lo recorre con delicadeza y paciencia, con ternura, como un ser querido debería, sus movimientos se congelan al llegar a la parte baja de su cuello, justo al borde de ese horrendo suéter, hay una mordida recién cicatrizando en su piel, el omega incrementa tanto los temblores como el horror en las feromonas ante la acción, se apartan, dolidos.
—Cuéntame lo que pasó. —No es una orden, es más bien una súplica.
—Bien.
El cuello.
Le han mordido el cuello, no la nuca.
No debería aliviarle esto, no obstante, la idea de que Eiji sea marcado sin consentimiento le retuerce las entrañas, las leyes resguardan a los omegas como tesoros, más cuando se habla de dominantes, no se han escatimado medidas de seguridad, las transgresiones se castigan con penas de presidio e incluso, muerte en algunos estados. Porque esta casta es la cima de la pirámide social y aun así...Le es insólito que sigan existiendo esta clase de basuras radicales. ¿Solo sirven para satisfacer a un alfa? ¡Que no lo jodan! No tienen idea de nada.
Ash no suelta la palma de Eiji cuando se sientan en el sofá, quiere seguirlo abrazando, a pesar de los traumas que salvaguarda acerca del contacto íntimo, existe una desmesurada fuerza creciéndole en el interior que le grita: «debes protegerlo». Mataría por el omega, no lo duda ni entiende de dónde ha surgido tan implacable emoción, pero verlo así simplemente lo quiebra.
—No pude llegar con Ibe-san. —El chico ha bajado el mentón, le aprieta la mano con fuerza mientras intenta mitigar el llanto, es lo normal, no tiene más conocidos en Nueva York y probablemente no desea preocupar más a su tutor, no tiene otro apoyo que no sea Aslan—. Me arrinconaron cerca de la estación de metro, parecían ser un grupo radical o algo así, hablaban de tráfico, no estoy seguro.
—Debió ser aterrador.
—Lo fue. —Eiji traga con fuerza—. Pero lo más terrible fue que conocía al hombre.
—¿Qué? —Ningún escenario mental lo había preparado para esto—. ¿Cómo lo conocías?
—¿Te conté que vine a Nueva York hace medio año?
—Lo hiciste.
—Debía entrevistar a alguien, pero el chico nunca llegó y... —La voz se le quiebra, aunque no tiene las energías para llorar las lágrimas no cesan, se ve extremadamente frágil, a Ash le aterra que lo apague una brisa, porque este chico es el mismo sol y maldición, ¡si lo hubiese acompañado esto no habría pasado! Es su culpa—. Quedé atrapado en una redada.
—Max me dijo algo similar.
—Estaban buscando al niño que me cuidó, lo querían usar de carnada. —A pesar de su frustración se asegura de escucharlo con cuidado, Eiji sigue conmocionado, posee la mirada desenfocada y muy vidriosa, como si estuviese procesando desconectado lo que acaba de ocurrir, como si fuese un filme lejano, es síntoma de trauma, incluso se atreve a decir que es una desrealización—. Nos separaron en una bodega, estuve ahí hasta que la policía llegó, pero pasé tiempo con ese alfa.
—Eiji... —Sus orejitas se han caído completamente.
—Cuando me reconoció le pareció divertido, dijo que me llevaría lejos.
—¿Cómo escapaste?
—Porque te olió en mí. —Ash palidece, ahora es él quien sostiene la palma del omega y clama para que aplaquen sus temblores, este siempre fue su mayor temor ¿no?—. Me iban a dejar ir para darte un mensaje, pero uno de sus compañeros se descontroló porque soy un dominante y me trató de marcar. —Acariciarse la marca en el cuello es un reflejo involuntario—. Falló.
—¿Quién fue? —Lo último que desea es asustarlo, sin embargo, la cólera le hierve en las venas como si fuese magma en un maldito volcán, tiene rabia, pena y sobre todo, impotencia, matará al bastardo que le ha puesto un dedo encima de la forma más cruel que se le ocurra—. ¿Sabes quién lo hizo?
—Sí.
—¿Puedes decirme? —Eiji se atreve a entablar contacto visual, luce increíblemente herido y vacío, como una simple muñeca de trapo, le recuerda a cuando los clientes lo violaban y él trataba de ir a cualquier otro lugar.
—No te metas en problemas. —Le resulta insólito que incluso en estas circunstancias se preocupe por su bienestar, es un asesino, no vale la pena—. Por favor promételo.
—¿Por qué te importa?
—Porque somos amigos y me preocupo por ti, Ash.
Amigos.
Son amigos.
—Lo prometo. —Si bien, la confesión le es inefable, tiene un objetivo del que no desistirá.
—Frederick Arthur.
El capítulo de mañana se viene fuerte en el PTSD y habrá otra sorpresita por este perfil, así que atentos para aliviar tanto drama y darle confort al corazón. Muchas gracias por tanto, de verdad, nunca me tengo fe en estas cosas, así que es lindo que a alguien le guste y las mantenga arribita con la fe.
¡Nos vemos mañana! (dos veces para mayor spam).
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