32. Con amor, papá.
¡Hola mis bonitos lectores! Finalmente hemos llegado a la conclusión de esta historia y ha llegado mi discurso sentimentalón de siempre, cada vez que inicio un nuevo fic o sigo uno viejo de hecho, me da bastante ansiedad por la recepción, ya me conocen la mayoría de los que me han leído, soy bastante bruta con algunos temas que para mí son importantes y siempre hay cierto roce porque no es responsabilidad de nadie entenderlos, pero aún la respuesta en general y el apoyo es algo que no puedo pagar lo suficiente. No iba a participar en esta dinamica, acabe muerta luego del flufftober y no tenía trama y fue esta personita MinervaNorman quien me preguntó por interno si participaría y me dio el impulso que necesitaba para ponerme las pilas con lo que quería sacar, gracias, gracias por querer leer algo mío. Y siempre pienso que será tal vez la última trama o dinamica y no, mi cabeza rumia en muchas ideas tontas, así que ya tenemos actividad para febrero, Dios. Como espero que se hayan dado cuenta, la portada es arte en su maximo esplendor porque la ilustración es de deokumura, no es un secreto, amo y admiro a esta mujer por su escritura y sus dibujos, Deizy, eres de las personas más lindas y especiales que he conocido acá, por favor no dejes de escribir o dibujar si lo amas, eres increiblemente brillante, talentosa e inspiradora en eso. El epílogo va para las dos, gracias. Creo que eso es todo lo que puedo decir a estas alturas, gracias por leerme. Decimos que escribimos para nosotros mismo y es verdad, pero publicamos para compartir con los demás y es lindo ser bien recibido.
¡Espero que les guste!
—¡Papá! —Las suelas de Jade retumban por los pasillos del supermercado, Eiji le ha advertido varias veces acerca de que no debe correr esquivando los carritos como una especie de juego, sin embargo, el chico es terco (¿acaso le sorprende? Es un conejo después de todo)—. Quiero llevar malvaviscos. —Su cachorro ha llegado hasta su meta, sostiene un gigantesco paquete de azúcar barata procesada recubierta en chocolate, debe decirle que no, piensa.
—A Eiji no le gusta que les compre esas porquerías. —Pero en su lugar, usa a su marido de excusa, es más intimidante y efectivo hacerlo, es un corte limpio a la esperanza de sus hijos.
—Otōsan dijo que estaba bien si nos comprabas lo que queríamos. —Es un pésimo mentiroso, sabe, esas largas orejas doradas lo han delatado tras un segundo de pronunciar la mentira—. Por favor. —Suplica, apretando con fuerza la bolsa de chatarra a su pecho, hundiendo sus yemas en el logo.
—Jade... —Su tono es severo, no lo suficiente, se ha vuelto blando, igual que los dulces dentro de esa bolsa transparente de plástico.
—A Dawn le compraste los accesorios que quería. —La aludida alza una ceja, se encuentra sentada en el asiento para niños que trae el carrito, baja su libro, es un ratón de biblioteca y en secreto al lince le encanta que lo sea, suficiente tienen con dos conejos deportistas en casa.
—Yue dijo que me peinaría para mi cumpleaños, necesito accesorios nuevos para el cabello. —Bufa, mece su cola erráticamente contra el soporte de fierro, la suya es corta, presenta una marca oscura y esponjada al final, es digna de un lince, tan diferente a la suya, se pregunta si crecerá y le da risa.
—No los necesita. —Jade responde, cruzando los brazos contra su pecho, apretando más el paquete contra su jardinera—. Igual quedarás fea.
—Sí los necesito.
—No los necesitas.
—Ni siquiera se puede discutir contigo. —Dawn regresa a su lectura, a su nueva novela predilecta, la encontró escondida en el estudio de Ash, desde ahí no ha dejado de releerla—. Holden es nefasto. —Chilla, pasando a la siguiente página con rabia—. Es desagradable, no sería amiga de alguien así.
—¿D-Desagradable? —El alfa intenta disimular cómo su corazón se quiebra, cae y pisotea al instante por los zapatitos de charol de su hija.
—Muy desagradable, tiene apenas 17 años pero cree que lo sabe todo, es cínico, ególatra y todos los chistes que hace en la novela apestan.
Golpe bajo.
Recuerda haber estado mucho tiempo pensando en «el guardián entre el centeno» cuando conoció a Eiji, el alfa solía sentirse muy identificado con las defensas del protagonista, con ese enfoque crudo y casi grosero que tenía alrededor del mundo y sus habitantes putrefactos. Lo que más le fastidiaba era cuando Holden se ponía blando y la farsa se caía, eso lo remontaba a su propia piel, a sus cuatro espinas en agonía sin un domo que las protegiera o al gatito callejero que nadie rescató al estar tan usado, era doloroso ocultar esa fragilidad. Aunque hace casi una década la novela perdió gracia con todo el ajetreo de una vida paternal y matrimonial, lo hiere que su pequeña rechace en la inocencia de la inconsciencia a su alter ego escrito.
—Bien, échalos al carro. —Ash se rinde, permite que sus hijos le ganen y se deleiten por su presunta victoria, tienen casi ocho años y son unos caprichosos, culpa a Yut-Lung y a la pandilla.
—¡No es justo! —Dawn reclama—. ¡Yo quiero un chocolate!
—Me van a sacar canas. —Ash gimotea, ha apoyado los codos contra la baranda del carro, cubriendo su rostro con ambas palmas, sollozando en silencio por su debilidad paternal. ¿Se culpa? Sus hijos son lo más adorable que existe en la faz de la tierra, es físicamente imposible negarles algo.
—Ya tienes. —Dawn le jala un par de mechones del flequillo, no tuvo tiempo para peinarse antes de salir a comprar, estuvo de turno anoche, apenas se logró amarrar una coleta y ponerse zapatillas iguales—. Yue dice que te ves viejo porque no usas desmaquillante. —Ya empezó.
—Puedes ir por tu chocolate, apresúrate. —Su hija le arroja una sonrisa de muchos dientes, una de esas sonrisas bonitas que heredó de Eiji porque ningún ser humano es capaz de salpicar estrellas con risas igual que él. Dawn le extiende las palmas, exigiendo que la baje del carrito, Aslan satisface ese pedido—. ¡No corras! ¡Te puedes caer! —Y ella lo desobedece hacia el pasillo de dulces.
—Es tan problemática. —Jade se queja, finge ser intelectual y grande, eso le da mucho amor.
—¿Y tú no? Eiji casi se infarta cuando llegaste del entrenamiento con las zapatillas embarradas.
—Otōsan ya me perdonó. —Se burla, metiendo sus manos dentro de su jardinera, es igual a la que Skip solía usar, lo llevó de compras alrededor de Chinatown, desde ahí no se la ha querido cambiar junto a unas viejas converse rojas—. Dice que heredé el encanto Callenreese.
—Lo hiciste.
Aslan se limita a revolverle el cabello, los huesos le crujen durante el movimiento, la espalda punza un infierno, las piernas le pesan y sus párpados se asemejan al plomo, Meredith le puso demasiados turnos cerca en el hospital y este es el resultado, es la viva imagen del agotamiento parental, aunque claro, disimula bien, es el cumpleaños de sus pequeños y pretende facilitar una celebración familiar memorable.
—A Skipper le encantarán estos dulces. —Su mirada navega hacia Jade, luce realmente alegre con su caja de golosina—. A los chicos de mi clase también les van a gustar. —Se mece sobre sus talones, tarareando la canción que Eiji suele cantar al desayuno, eso lo hace sonreír.
A pesar del cansancio inherente de estar vivo, su corazón se profesa lleno, igual que una bruma en invierno o un jade fulgurando al alba, es un sentimiento que se alza dentro de su horizonte, expande sus rayos dorados sobre la melancolía añil, tiñéndolo todo de un azul brillante e iridiscente, pasando desde la punta de sus pies hasta el cabello más alto de su coleta, es agradable, es seguro.
—¿Estás nervioso por el partido? —Aún aferrado a aquella innombrable pero hogareña sensación, se lo pregunta—. Michael dice que has mejorado mucho en el equipo.
—Lo he hecho. —Los ojos de Jade hacen estrellas al musitar aquello—. He estado entrenando duro con el abuelito Max y el tío Griff. —Le sorprende lo bueno que es jugando si un asilo lo ha entrenado.
—No seas tan duro con ellos, se van a jubilar pronto.
—El abuelo Max es sensible con la edad. —Ah, lo hizo inflar los mofletes y arrugar el ceño, sus orejas largas y doradas se han encogido hacia sus mejillas—. Eres malo, papá.
—Solo soy sincero. —Ríe, sacudiéndole un poco más el cabello—. Eiji nos regañará por demorarnos. —Y entonces.
—¡No! —Lo escucha—. ¡No quiero! ¡Ya déjeme!
Dawn.
Dawn está gritando.
No tiene tiempo para reaccionar, toma a Jade en brazos para rastrear a su otro cachorro, no necesita buscar mucho, la reconoce en un santiamén por el aroma. La sangre le escalda por todas las venas, despertando del estado de aletargamiento que poseía su cuerpo como un volcán inactivo listo para una matanza cuando ve a su pequeña lince siendo hostigada por un idiota. No tarda en apartarlo, la chiquilla se esconde detrás suyo, tiene la respiración furiosa, el corazón le taladra, cortando su leve intento por calmarse y contar de diez hacia atrás.
Debes protegerlos, debes protegerlos, debes protegerlos, debes protegerlos, debes protegerlos.
El sujeto se queda quieto ante la pesadumbre de sus feromonas, no le importa paralizar al maldito supermercado con tal de proteger a sus crías, sus garras le han arañado los puños gracias a tan tenso agarre, el clic de una cámara fotográfica cae igual que una piedra en su océano de calma, primero genera ondas pequeñas que se expanden hacia ondas de destrucción masiva en un efecto mariposa, esta es la furia fría que juró enterrar tras matar a Arthur, no es un cadáver congelado, se prometió, pero aprieta la muñeca de ese hombre y saca colmillos.
—¿Qué haces? —El tipo luce increíblemente nervioso.
—¿Es su hija? —Asiente, quiere matar a este sujeto por asustarla, su cola los arrulla durante esta confrontación, sus instintos se profesan divididos—. ¡Ah! Esto ha sido un gran malentendido. —No lo suelta—. Verá, yo represento a una agencia de modelaje para jóvenes, tenemos la academia acá mismo dentro del centro comercial, y su pequeña llamó mi atención, es toda una belleza.
—¿Una belleza? —Aquellas palabras despiertan algo en el alfa que había estado dormido.
—Sí, quería tomarle una fotografía para el catálogo.
—¡Solo me gustan las fotos que me toma otōsan! —Dawn grita, apretando los bordes de la camiseta de Ash, pidiendo protección junto a Jade—. No quería...
—Ella dijo que no. —Aslan gruñe, intensificando aún más sus feromonas.
—Ya sabe cómo es. —El sujeto se relaja, jugueteando con la correa de su cámara—. Los niños dicen que no cuando en realidad sí quieren, en el fondo les gusta llamar la atención.
—No quería, papá. De verdad no quería.
—Tonterías. —Entonces, alza su cámara para tomarle una fotografía a su pequeña sin su permiso.
Clic.
Le dijeron que lo disfrutó, que era toda una puta mientras lo violaban, Froggy se reía igual que una hiena mientras él temblaba congelado bajo el clic de la cámara, aún puede ver la asquerosa cara de Marvin o de Dino, arremetiendo dentro de él mientras suplica para establecer distancia entre mente y cuerpo o iba a enloquecer, le decían que se hacía de rogar, que lo disfrutó, ¿acaso lo hizo? Lo único que recuerda es haberle rezado a Dios noche tras noche mientras se rompía aterrorizado, esperando violación tras violación y preguntándose cuánto más aguantaría.
Clic. Clic. Clic.
—¡Papá!
Aslan parpadea anonadado, le toma tiempo regresar a sí mismo, está temblando, varios guardias se encuentran a su alrededor, sus pupilas siguen desenfocadas por la brillante luz de la cámara, el sudor le ha empapado los cabellos, el pecho le quema, subiendo y bajando erráticamente, aunque no logra ver nada, su cola ha abrazado a sus crías, están a salvo, eso es lo único que importa. Entonces, mira al suelo y se da cuenta de que ha golpeado a ese hombre en un estado de ida.
Una reexperimentación.
Hace años no había tenido una.
Se suben al auto en silencio tras algunos papeleos, sus cachorros se sientan atrás, no lo miran, tienen las cabezas gachas y se están dando las manos, intentando transmitirse una conversación silenciosa de la que queda excluido. Sus dedos giran alrededor de las llaves del auto, todo continúa siendo tan ajeno e irreal, le toma más de lo acostumbrado regresar a sí mismo porque había estado bien, joder, había estado tan bien con su pasado y ahora...
—Papá. —Dawn tensa sus nudillos hacia su vestido, alza el mentón, mostrándole esos ojos de ciervo repletos de lágrimas—. Lo siento, debí decirle que sí al señor, así no habrías...
—No. —Ash no desea sonar agresivo con el tema—. Cuando dices no, es no. —Pero le duele mucho saber que esto no ha dejado de ser lesión sensible, porque si hubiesen escuchado su negación, si no hubiese cuestionado su responsabilidad en sus violaciones, la culpa no lo habría atormentado hasta tan destructivo punto—. No es no, ¿entendido?
—¿Y si insisten?
—Me buscan a mí, a Eiji, o a cualquier adulto responsable que encuentren, su consentimiento debe ser escuchado, es valioso, es importante. —Repite, golpeando el volante, arrojando esas palabras al aire sin saber exactamente para quién son—. El consentimiento es importante.
—Lo comprendemos.
Conducen hasta el apartamento en un ambiente incómodo y sepulcral, Aslan se profesa fuera de su cuerpo, es una sensación de desconexión que durante años convirtió en su segunda naturaleza para poder sobrevivir y la enterró apenas conoció a Eiji, porque trabajó duro en terapia, estudió mientras criaba a sus cachorros, hizo lo posible por ganar dinero y mierda, salió adelante con todo. No habría sido posible sin el amor incondicional de tantas personas buenas que lo rodean, sin Max, Griffin, los chicos, Shorter e incluso Yut-Lung. Así que no entiende, ¡no lo entiende para nada!
¿Por qué se cae otra vez?
¿Por qué reaparecen los fantasmas?
—¡Otōsan! —Los dos cachorros se arrojan a Eiji apenas llegan, la casa huele deliciosa, hay una serie de platillos de apariencia agradable pendiendo entre la mesa y la cocina, Shorter está ayudando con el menú, se ha vuelto el dueño oficial del Chang Dai y ama alardear de eso.
—¿Cómo estuvo la salida al supermercado? Espero que no hayan traído golosinas. —Sus dos crías intercambian una mirada constipada antes de enfocarse en Aslan, debe verse como la mierda, es su primer pensamiento para que su esposo deje caer el cucharón—. Shorter, ¿puedes cuidarlos?
—Claro. —El nombrado capta la señal—. Vamos a jugar al cuarto, revoltosos. Sus padres tienen que hablar. —Asienten, haciéndole caso a Shorter, dándole las manos hacia el pasillo del apartamento.
Clic, es el sonido que arroja la puerta.
Clic. Clic. Clic.
—Aslan. —Eiji lo sienta en el sofá, quedan frente a frente, se aprecia increíblemente vulnerable ante esos grandes ojitos cafés, esos que heredó Dawn y se llenaron de lágrimas, esos que se encuentran constantemente alumbrados por una bondad inefable, esos que lo salvaron, esos que dejan su alma doliente—. ¿Qué pasó?
—Eiji.
Se derrumba.
Cinco años, han pasado cinco años desde la última manifestación de los síntomas tanto alimentarios, de trauma como de consumo, ha estado limpio, incluso le dieron el alta en terapia, la psicóloga cita más o menos cada seis meses para hacer un chequeo y saber cómo va su vida, pero en general, tiene una grandiosa vida junto a una familia maravillosa que agradece a diario. Y ahora, acá está otra vez, al fondo, sabe que las recaídas son esperables y racionalmente comprende que no es lo mismo que retroceder, que es humano pensar en su pasado porque bueno, aunque se supere el pasado él sigue siendo pasado, es una ironía que debe sostener.
Cree que Eiji debe estar cansado a estas alturas de estas tenues grietas, la inseguridad involuntaria explota como un derrumbe en una montaña, teme que lo reproche por no reponerse rápido, sí, esto es un pensamiento intrusivo inconcebible. Antes de que la catástrofe escale, su marido lo rodea con esta clase de calidez injusta, esta que concentra todo su amor entre sus dos brazos, lo hace profesar frágil, igual que un diente de león al son de una tormenta.
—Está bien, cariño. —El omega le presiona un beso contra la frente, no lo suelta, no lo deja solo en la tormenta porque son una pareja y diablos, es afortunado—. Estamos a salvo.
Eiji lo aprieta contra su pecho, por un momento únicamente es capaz de sentir los latidos de corazón del conejito, se queda en eso, en Eiji y el golpeteo, golpeteo, golpeteo que canturrea hacia su pecho, en ambos vivos, respirando y a salvo, con sus cachorros en el dormitorio, no más Dino, no más Club Cod, no más dolor, el mundo se silencia dentro de esos ojos cafés. Se apartan, su esposo le continúa trazando pequeños círculos entre los hombros, eso relaja progresivamente sus músculos, lo derrite, su largo cabello negro pende hacia sus mejillas, enmarcando esta cara angelical en un contraste del que no se logra liberar.
Son ellos dos, ellos dos contra el mundo en su burbuja de felicidad.
—Intentaron tomarle una fotografía a Dawn, ella dijo que no. —Empieza, haciéndose pequeño entre las caricias de su adoración—. Ella dijo que no y él no la escuchó. —Estas palabras escurren dolor, gotean de impotencia hasta el piso, embarrándolo de pasado—. Dijo que ella lo quería.
—Ash...
—Jade se parece a mí. —Le cuesta respirar, no queda aire, el tiempo corre a máxima velocidad—. A veces, miro en Jade todo lo que perdí, no puedo evitar que me lastime. —Se aprieta el pecho, jala levemente de su camiseta, clamando por aire—. No es envidia, solo me duele. —Lo suelta—. Y Dawn es la niñita de mis ojos, si a ellos les pasara algo no me lo perdonaría, no podría. Ella le dijo que no, ambos dijeron que no pero él siguió igual que Dino, Dino dijo que me haría su esposa...
—Aslan. —Eiji lo sostiene de las mejillas con una gentileza tan limpia que lo mancha.
—¿Por qué caí otra vez? —Solloza impotente—. ¡Estaba mejor! ¡No es justo! Quiero olvidarlo todo.
—Estás mejor. —Eiji intenta articular sus pensamientos con cuidado—. Ni siquiera te das cuenta.
—¿Entonces, por qué sigo jodido? —Su psicóloga lo regañaría por la etiqueta, la soltó por impulso.
—Sino hubieras pasado por tanto, no serías el padre que ellos tanto adoran. —Eiji es cauto con este tema, danza en un campo minado de síntomas en erupción—. Sino hubieses sufrido lo que sufriste, no le habrías dado tanta importancia al consentimiento de nuestros cachorros y ellos tampoco se la darían. —Lo trae de regreso a la tierra—. No eres tu pasado, eso no te define, pero porque pasaste por tanto, eres quien está al frente mío.
—Pero...
—Tanto tus heridas, tus disfrutes como todo lo que has vivenciado te convierten en el esposo más maravilloso del mundo y el mejor papá. —Podría haber tenido una respuesta de mierda ante esto—. Aslan Jade Callenreese, te acepto por todo lo que eres, por lo que fuiste y lo que serás. Creí dejarlo claro en nuestra boda, te amo, los niños te aman, te amamos por absolutamente todo lo que eres, aunque duele, sé que duele, pero eres fuerte y has convertido esos recuerdos duros en una manera de protegernos.
—¿Por qué siempre eres así? —Ash es un cobarde y las viejas costumbres tardan en morir.
—¿Así cómo?
—Tan Eiji. —Pero es de este terco de quien habla—. Gracias. —No tuvo oportunidad del inicio—. Sé que es duro para ti también apoyarme tanto, gracias. —El alfa deja caer su rostro contra el hombro del omega, quien no tarda en repartirle mimos por encima de la nuca, justo donde se encuentra la marca permanente, siente el roce de la argolla matrimonial en sus toques.
—Para ti también es duro apoyarme, hemos tenido bastantes problemas. —Verdad, piensa—. Pero no has dejado mi lado porque me amas. —Él lo pronuncia como si fuera lo más natural del mundo—. Y yo no he dejado tu lado porque te amo. —Lo es.
—¡Eres tan adorable! —Chilla, apretando al conejito contra pecho, permitiendo que su cola busque ese pompón esponjado y tire hasta sacarle un gritito, le encanta, Dios, debería ser ilegal amar tanto a su marido o ser un cursi sin remedio—. Eres el mejor, onii-chan.
—Claro que lo soy. —Se burla, correspondiendo al toque—. Probablemente estás así por la fecha.
—¿La fecha? —Ash se levanta, ladea la cabeza, genuinamente confundido.
—Nuestros hijos cumplen ocho años y tú...
Oh, por supuesto.
—Tiene sentido.
A los ocho años fue su primera violación, a los ocho años inició aquel espiral de desesperanza el cual le devoró hasta los huesos en un mundo de asesinatos y violencia.
A los ocho años se perdió.
—Si es demasiado para ti podemos explicarles, los chicos entenderán. —Claro que Eiji se dio cuenta antes que Ash.
—No. —Musita—. Puedo hacerlo.
Y reza.
Por favor no me rompas Dios, no todavía.
Se las arregla para recomponerse rápido antes del partido de Jade. Si bien, a Eiji no le agrada mucho la idea de celebrar el cumpleaños de ambos con tantas actividades (son niños, Aslan. Se van a quedar dormidos antes del pastel, le dijo) el conejito es persuasivo con esos ojos verdes y Dawn se muestra emocionada por apoyar a su hermano, así que empacan alguna merienda y parten hacia las canchas. Michael los saluda con una sonrisa brillante, aún lo considera un héroe e incluso su hermano mayor, por eso ha adoptado el rol de tío protector demasiado en serio, el pobre Griff ha tenido competencia muy dura para llegar al primer lugar de favoritismo, aunque claro, lo ha conseguido.
—¡Ash! —Max le hace señas desde la banca, recién están llegando los niños, es temprano.
—Voy a guardarte un puesto, onii-chan. —Musita, Eiji se ha convertido en el centro de las amas de casa y ¿a quién engaña? Él es un amo de casa de corazón.
—Otōsan. —Jade jala el suéter del aludido mientras le arregla el uniforme—. ¿Por qué papá te llama así? Pensé que Dawn me debía decir así. —Entonces, su lindo y adorable conejo le arroja una mirada de muerte absoluta que lo incita a lanzarle un beso al aire, ama molestarlo, qué placer más grande.
Ash huye hacia la zona de los padres, las canchas son gigantescas, una encarnación de la petulancia a campo abierto guiada por Michael, los niños lo adoran, tiene carisma y es talentoso, Skipper es su otro ayudante deportivo, están en buenas manos, se repite, intentando calmarse, percibiendo cómo el terror le cala hasta los huesos y el calor del sol lo ciega.
Béisbol.
De todos los deportes del mundo, tenía que gustarle el béisbol.
—¿Estás emocionado por el cumpleaños de mis dulces nietos? —Max lo proclama con una sonrisa socarrona—. Les he comprado un grandioso regalo, con esto definitivamente le ganaré a Yut-Lung.
—No cuentes con eso. —Bufa—. El año pasado la víbora les regaló uno de esos autos para niños.
—¡¿Ah?! —El periodista deja caer la mandíbula—. ¡¿De dónde saca tanto dinero?!
—Está metido con el gobierno chino. —Aslan se encoge de hombros, enfocando su vista en Jade—. Pero escuché que pidió prenatal, sus cachorros van a nacer en un par de meses.
—Será un trabajo duro para Shorter, ese omega no es fácil de complacer.
—Shorter será un papá de mierda con el estilo. —Es verdad, se imagina perfectamente a Yut-Lung en un asesinato frustrado al ver a sus preciadas crías vistiendo lentes de sol o estampados grotescos.
—Hablando de padres de mierda... —Max no es sutil en poner el tema—. ¿Vendrá Jim? —El corazón le punza, Jade se ha acomodado frente al entrenador, luce exactamente igual que Ash a los ocho años con su uniforme y su guante de béisbol, un revoltijo incómodo le explota en el vientre.
—No lo sé. —Las burbujas le calcinan la garganta, expandiéndose por doquier, quema, hay algo que le quema por dentro—. Le dejé la invitación en la contestadora.
—Espero que no venga. —Griffin arrastra su silla de ruedas hacia su lado, están en el primer escalón de la gradería de madera, Eiji se ha sentado un poco más lejos con las mamás, Jessica parece estarlo avergonzando frente a las amas de casa junto a Dawn—. No lo quiero cerca de mis sobrinos.
—¿Sigues guardándole rencor al viejo? Jennifer me dijo que daba signos de demencia.
—¡Aun así! —Griffin golpea las ruedas, frustrado—. Me es duro ver a papá después de eso.
—Sí. —Aslan balbucea—. Lo entiendo.
El partido empieza.
Jade ama el béisbol desde que aprendió a caminar, gracias a que su omega retomó el salto de pértiga durante la universidad sus cachorros y él pasaron mucho tiempo metidos en la facultad de deportes, aún recuerda la manera en que esos ojos verdes resplandecieron al atrapar una pelota por accidente en un entrenamiento, desde ahí ha practicado tanto con Michael, Max y Griffin (incluso con silla de ruedas sigue pateándoles el trasero a todos), ha ido con orgullo a cada una de sus prácticas, Ash es un padre bastante protector, le gusta vigilarlos con responsabilidad.
Pero sabe que no es solo eso, es imposible dejar al béisbol completamente carente de estímulos, sí, ha trabajado en terapia lo suficiente para sentirse genuinamente orgulloso por el disfrute de su hijo en el deporte, sin embargo, hay momentos, momentos como estos, momentos donde está un poco más roto que ayer y puede ver a Barba Azul sonriéndole en alguna grada, hablando con algún chico sobre ir a la cabaña a jugar, revolviendo mechones rubios, no ayuda que Jade sea la encarnación de la inocencia que falleció, tiene que mantenerse fuerte.
Es importante para Jade.
Puedes hacerlo, puedes hacerlo.
Así que Ash presiona los párpados, toma una gran bocanada de aire, aprieta con fuerza la palma de Griffin, quien no pregunta pero tampoco lo suelta y permanece acá durante todo el partido, se niega a ver al fantasma de Barba Azul saludándolo del otro lado o prestarle atención a cualquier cosa que no sea el innegable talento de su hijito, lo apoyará si esto es lo que desea.
—Me recuerda mucho a ti. —Griffin es más perspicaz de lo que demuestra, ha hecho el comentario a propósito, le ha abierto la puerta para hablar.
—Me hubiese gustado que papá me acompañara a las prácticas de béisbol. —Musita, encogiéndose hacia sus rodillas, tiene la respiración demasiado rápida y la lengua seca—. Tú lo hacías.
—Lo lamento. —Aún bajo los gritos de la multitud ve a su implacable héroe de guerra hacerse trizas, a fin de cuentas, cuando un soldado regresa de la ofensiva vuelve con la mitad de su peso, se pierden a sí mismos en Irak—. Yo debí... —No sabe cómo terminar, el pasado no se puede cambiar, fue la primera regla que entendió en terapia, la aceptación radical—. Debí estar ahí.
—Pero estás acá. —Musita, apretándole un poco más fuerte la mano, haciéndose pequeño en la banca, porque Griffin regresó y finalmente están juntos, el asombro no cesa, es maravilloso—. Estás acá para ellos.
—Y estoy acá para ti. —Le promete, tiene la voz débil y la mirada cansada—. Siempre estaré para ti, Aslan. —El corazón le punza ante esa promesa, no es doloroso, al contrario, lo alivia.
Gracias por sobrevivir.
Gracias por mantenerte fuerte para mí.
—¿Están teniendo un momento acaramelado sin mí? —El beta chilla, se ha acomodado en la gradilla de atrás solo para poderlos abrazar a ambos—. Que injusto, rompen el corazón del abuelo Max, pensé que éramos una linda familia.
—Tenemos casi la misma edad. —Griffin bufa—. ¿Cómo es posible que seas abuelo?
—Shunichi es abuelo también y es de tu misma edad. —Se burla, sacándole la lengua porque Max Lobo es el ser humano más maduro en la faz de la tierra, por supuesto—. Regresa de Japón mañana.
—No conviertan mi casa en un asilo. —Los amenaza, meciendo su cola erráticamente de un lado a otro, es ansiedad de separación hacia sus cachorros o su omega, mentira, sabe que busca el pompón de Eiji porque su rabo es un descarado por naturaleza, le divierte manosear a la mota de algodón.
—¡No estamos tan viejos! —Ash ríe, permitiendo que Max lo acune aunque apeste a sudor a causa del calor mientras Griffin sigue usando esa ridícula manta al tener la presión baja, par de ancianos.
Los ama, aunque no se los dirá.
Los ama mucho.
Se permite disfrutar de la victoria aplastante del equipo de su hijo con sinceridad, la sensación casi delirante de que Barba Azul lo acecha retumba por el rabillo de su ojo constantemente, no obstante, Max y Griffin le están dando la mano como si fuese un niño pequeño. Y aun si es poco convencional, trata de reescribir el momento, de proyectarse en Jade y saber que tiene una zona segura, que nada malo pasará ahora porque alguien lo protege, lo ama y lo cuida. Eso lo hace olvidarse de sus traumas con suma facilidad, le permite respirar, no está en Cape Cod, sus hijos están seguros y se encuentra en medio de una recaída, está bien, está perfecto, ha aprendido a levantarse, se va a levantar.
Eso hace.
Se levanta, se cae, se levanta otra vez.
Su apartamento parece un circo cuando regresa, la pandilla ha acomodado decoraciones espantosas de Nori Nori por doquier, Shorter termina los platillos en la cocina, Sing intenta mover la mesa para que quepan todos en la comida mientras Yut-Lung bebe de una limonada en el sillón, con una panza que no le favorece resaltando de su camiseta, ambos intercambian una mirada depredadora, ¿quién diablos se ha creído ese petulante para tomar su bebida especial?
—¡Yue! —Pero Dawn corre hacia los brazos del nombrado, mostrando su evidente favoritismo—. ¡Viniste! —Y el omega venenoso se suaviza al instante, cambiando esa mueca sañosa por una sonrisa mansa y agradable. Le da escalofríos, de vez en cuando modelan juntos para Jessica, la rivalidad por los productos más importantes ha aumentado y Ash apenas lo tolera.
—Claro que vine. —Él le revuelve los cabellos, repasando sus largas uñas por la melena dorada de su pequeña—. No me perdería su cumpleaños por nada del mundo, incluso tuve que apresurar a Shorter para no atrasarnos. —En lugar de enfadarse por dicha explotación laboral, su mejor amigo esboza una sonrisa babosa que gatilla un asco inminente en Aslan—. ¿No me saludarás, Jade?
—No... —El pequeño se esconde detrás de Eiji—. No quiero.
—¿Por qué no quieres, cariño?
—Jade no quiere saludarte porque está enamorado de ti. —El nombrado enrojece de golpe.
—¡No es cierto! —Chilla.
—¡Sí es cierto! ¡Quieres robarte a Yue! —A Shorter no impresiona hacerle nada de gracia el tema.
—¡A ti te gusta Sing y no he dicho nada! —El león suelta una caja por la sorpresa—. ¡Quieres casarte con Sing cuando crezcas! ¡Te escuché contárselo a nana Jessica!
—Eres un chismoso. —Dawn reclama—. Yue nunca dejará a Shorter por ti.
—¡Tampoco le gustas a Sing!
Dios no.
¿Por qué le envía semejante castigo?
Se niega a tener a cualquiera de los dos como yernos.
El almuerzo transcurre con una agradable paz, Shorter se ha vuelto un hábil cocinero (no tanto como Nadia, por supuesto) es un digno dueño para el Chang Dai, Eiji ha sumado algunos platillos apestosos japoneses que sus hijos adoran, el resto ha aportado con aperitivos o chatarra. Necesitan acomodar varias sillas extras alrededor de la mesa para que todos los presentes quepan, eso debería frustrarlo, al alfa le agrada tener su espacio personal y odia que lo transgredan, no obstante, de cierta manera agradece que sus hijos hayan sido bendecidos con tanto cariño.
—Voy a ser el modelo de Eiji, él me lo rogó. —Yut-Lung suelta el comentario con malicia, ensartando algunas verduras antes de llevárselas a la boca—. Me ha elegido para su siguiente exposición por mi belleza superior. —Ash hace un esfuerzo sobrehumano por no patearlo debajo del tablero, debe dar el ejemplo y agredir a embarazados panzones es malo, así que se limita a juguetear con su argolla mientras su cola se enrolla a su pareja.
—Yo también fui modelo de Eiji. —Bones alardea, acomodándose la corbata chueca en la camisa.
—Yo igual. —Kong se defiende—. El camaroncito tiene buen ojo para la fotografía.
—La exhibición favorita de otōsan es la que le dedicó a papá. —Jade no lo pregunta, lo afirma.
—¿Es así, onii-chan? —No pierde la oportunidad de molestarlo—. No sabía que te traía babeando. —El omega enrojece violentamente ante tan descarados toques, ha acomodado una mano encima del muslo de su esposo, le encanta su calidez, sube un poco más, travieso, nadie los ve por el mantel.
—Claro que sí. —Pero entonces, el conejo le devuelve la jugada—. Estoy absolutamente enamorado de mi lindo y maravilloso esposo. —Libera un ronroneo deliberadamente bajo y sensual mientras le toca los mechones de la coleta rubia, enviando un espasmo de electricidad a todo su cuerpo.
—Eres tan bonito. —Balbucea, hechizado.
—Tú eres bonito. —Sus narices se juntan en un beso esquimal, se restriegan, liberando feromonas y un par de ronroneos—. El más bonito de todos.
—Ese eres tú, terco. Te pediría matrimonio frente a Hemingway otra vez solo para verte sonreír.
—Y yo te pediría matrimonio en un carrito de hot dog, escribiendo con mostaza mis votos por amor.
—¡Ya entendimos! —Bones chilla, arrojando su nuca hacia atrás—. Los dos son bonitos, no sean tan crueles, nosotros seguimos solteros. —Alex y Kong se consuelan mutuamente.
—El tío Alex es genial. —Dawn lo defiende—. Sabe andar en motocicleta.
—Tu papá andaba en motocicleta. —Ash patea a Shorter por debajo de la mesa—. ¡Auch!
—¡¿De verdad?!
Es un largo almuerzo.
Se dedican a contar anécdotas como si todos fuesen unos ancianos (vaya, la enfermedad de Max es contagiosa) mientras Jade y Dawn atienden con ojos brillantes y sonrisas ingenuas. Eiji le murmura palabras de amor cuando nadie más escucha, sus yemas juguetean, repasando los relucientes anillos dorados, mandaron a grabar una frase para sellar su promesa, no necesitaban de una boda a causa de la marca permanente, no obstante, fue una ceremonia preciosa que hasta hoy en día lo mantiene fuerte, firme y presente.
«Mi alma siempre estará contigo», fue lo que eligieron grabar.
Es una frase increíblemente simple y cursi que describe a la perfección su relación. Embriagado por la felicidad de esta celebración familiar se ofrece a recoger la mesa, los invitados se han distribuido por doquier en el apartamento, este es un instante pacífico que ansía pausar para poderlo conservar así, así es perfecto. Mientras levanta los platos y su mente rumia se percata de algo.
Dawn no ha comido nada.
—Ash... —Eiji se mira extraordinariamente angustiado—. Ya vamos a partir el pastel, pero Dawn no quiere comer, dice que ya no le gusta lo dulce. —Esta capacidad para sentir la última y desesperada señal de auxilio que los seres vivos envían no deja de sorprenderlo.
—Déjame hablar con ella.
Okey, Aslan intenta no desatar una serie de pensamientos catastróficos que arruinen la fiesta de los cachorros, sin embargo, ¡es inevitable! Él es psiquiatra, mejor que nadie sabe que los trastornos de la alimentación vienen acompañados por una importante influencia familiar, es más probable el desarrollar un cuadro si alguno de los progenitores lo padece o existe algún patrón de inestabilidad vincular que fomente el caos. Dawn es perfeccionista, Dios, tiene su jodida personalidad, claro que es propensa a padecer anorexia, Jade por otro lado es más impulsivo, encaja mejor en perfil bulímico pero no saca nada atormentándose con esto ¿no? Además son estadísticas, no tienen en cuenta ni la heterogeneidad ni los factores de riesgo.
Respira, respira, respira.
Toca la puerta de su hija, no hay respuesta del otro lado, Ash tiene miedo de entrar, tiene miedo de confirmar sus peores temores acerca de haberla arruinado, de haberle transmitido en inconsciencia un mensaje nocivo sobre la comida, lleva más de siete años comiendo bien, sintiéndose bien con su cuerpo y sintiéndolo suyo, es suyo, no quiere que...
—Dawn. —Entra—. ¿Cariño?
La encuentra hecha un ovillo debajo de las sábanas, ha robado algunas prendas de su nido por mero placer a sentir el aroma de sus progenitores, alza su cabeza con la mirada llorosa, sus orejas de lince se hallan pegadas a su chasquilla, sus manos están temblorosas sosteniendo uno de esos horrendos suéteres de Nori Nori. El alfa no pregunta, se limita a sentarse a su lado, a acariciarle la cabeza una y otra vez, tal como Eiji le enseñó a hacerlo, se desliza entre esos mechones increíblemente dorados en un intento de transmitirle seguridad, de que está acá y la ama, la adora.
—Papá. —Dawn habla sola, ha acomodado su cabeza encima de los muslos de Aslan, luce famélica por mimos, así que los extiende, flotando hacia sus orejas, haciéndola ronronear—. Las niñas de mi clase dicen que estoy gorda. —Y acá está el problema, un problema que para cualquier otra persona puede verse pequeño e insignificante y para él lo es todo, porque es su hija quien sufre.
—¿Te dijeron eso? —Ella asiente—. ¿Por eso no quieres comer? —Vuelve a asentir.
—Jade hace deporte igual que otōsan, no engorda. —Los fanáticos salen a trotar con Shorter en las mañanas para entrenar—. Pero yo odio el deporte, me gusta leer y me gusta comer. —Ella tensa las palmas alrededor del vientre de Ash—. Soy fea.
Oh, mi niña.
Mi dulce y pequeña niña.
—Eres lo más precioso que Eiji y yo tenemos con Jade.
—¡Basta! —Dawn se cubre las orejas—. Lo dices solo porque eres mi papá, no crees que soy bonita. —La ha hecho llorar, esos grandes ojitos de ciervo se han empañado de lluvia, salpicando estrellas fugaces hacia sus mejillas, no alcanzaron a iluminarse antes de extinguirse—. Soy fea, papá.
—Dawn...
—Las demás niñas son lindas y delgadas. —Ella se abraza a sí misma—. No volveré a comer jamás, no hasta bajar de peso. —Y le es sumamente doloroso ver a su pequeña de ocho años preocupada de esto, aunque tiene la misma edad de Jade supone que las expectativas sociales son diferentes, esto es nuevo para Aslan pero al mismo tiempo, es familiar.
—Cariño. —Ash le acuna las mejillas, procura limpiar la pena con suavidad, usa su pulgar, no quiere ser muy brusco ni imponente—. Sé que la apariencia es importante para ti, entiendo lo desagradable que es sentirse...Feo. —Dawn está a punto de protestar, no obstante, la mueca de su padre la incita a guardar silencio, se ve herido, realmente herido—. La belleza no importa si eres una mala persona.
—Dices eso porque eres lindo.
—No me sentí lindo durante mucho tiempo. —Se abre, se muestra vulnerable, lo es—. Me hicieron creer que mi apariencia era mala, eso me hizo pasar por muchas cosas duras. —Teme llorar enfrente de ella—. Pero Eiji fue capaz de ver más allá. —Y lo hace, es importante enseñarle a sus hijos que toda emoción es válida y que expresarla es correcto—. Me ama por quien soy, no por cómo me veo.
—Pero... —Dawn encoje las orejas un poco más—. ¿Y si nadie me ama por quién soy?
—Entonces Sing es un idiota.
—¡Papá! —Dawn enrojece, azotándolo con una almohada—. Sing es un idiota guapo.
—Sobre mi cadáver te casarás con él, jovencita.
—¿Entonces, cuánto falta para que te veas como el abuelo Max? —Ha aprendido bien en el arte de molestar al anciano, le enorgullece.
—Muchísimo. —Se burla—. Faltan siglos y siglos para eso, así que no saldrás con Sing, no te dejaré a merced de un depredador.
—¡Papá! ¡No seas protector! —Y la abraza, permitiendo que esto los hiera y sane a ambos. Está bien tener inseguridades, recaídas o lo que sea, la experiencia más de una vez le ha mostrado que esto es un continuo sin final, que por mucho que toque fondo eventualmente saldrá a flote, tiene una tremenda familia que lo adora, imposible estar más motivado.
—¿Interrumpimos? —Eiji toca la puerta, está cargando a Jade entre sus brazos.
—Papá estaba contándome lo mucho que te ama y babea por ti. —Dawn se burla, le saca la lengua porque es madura e infla las mejillas.
—¿Es así?
—Lo es.
Se acomodan frente a él en la cama, las palmas de Eiji navegan por encima de la manta de sus niños hacia las manos de Ash, él enfoca su atención en su esposo, en este bello y terco conejito, comienza igual que el día que lo conoció, sabiendo que no ha hecho más que meterlo en un problema. Lo que capta su atención son esas esponjadas orejas de conejo que muestran su naturaleza dominante, son extraordinariamente negras, se notan suaves y comprueba que lo son, penden arriba de una matita abenuz que se crispa con rebeldía encima de la marca permanente, su flequillo lo lleva hacia los ojos más amables que ha contemplado en su vida, sus dedos se enrollan nerviosamente contra su argolla, la agarra con firmeza y lucha por no desviar la mirada a causa de la vergüenza.
Está jodido.
Está tan jodido que no lo puede describir.
Porque no tiene a cualquier omega enfrente, no, es un omega dominante con facciones de conejito.
Es Eiji Callenreese.
El infame Eiji Callenreese.
—Pareces haberlo resuelto bien. —Musita, sus mejillas queman ante tan profundo contacto visual, sabe que puede quedarse acá para siempre, sosteniendo las manos de Eiji, bebiendo de su calidez ya no como una rosa dentro de un domo, sino un girasol.
—Te dije que sería el mejor padre del mundo. —Su omega le sonríe, es injusto, está tan lleno de virtudes, esta reacción hace que la euforia se le expanda hacia las venas—. Me da algo de risa, soy psiquiatra y no debería tener esta clase de temas todavía.
—Ash, los médicos no se operan a sí mismos cuando se sienten mal. —Es un cable a tierra gentil—. Todos necesitamos ayuda o un empujoncito de vez en cuando, eso no significa retroceder o fracasar, creo que es otra manera de avanzar porque sigues luchando. —Aslan le acomoda un largo mechón azabache lejos de sus regordetas mejillas, es suave, es seguro, es su hogar, es reconfortante—. Eres mi constante inspiración para seguir luchando.
Es su alma gemela.
Es su pareja destinada.
Es su esposo.
—Y tú la mía. —Proclama—. Me haces mucho mejor persona.
—Te haces mejor persona con tu propio esfuerzo.
—Pero tú me inspiras. —Y ambos se ríen, es común encerrarse en estos bucles de conversación—. Me has dado tanto, te amo.
—También te amo, Aslan.
Ash no logra contenerse más, estampa sus labios contra los del omega, liberando un ferviente jadeo de alivio, se pierde en el tacto suave, se ahoga en la calidez de Eiji mientras bebe de su sabor, estos son toques delicados que degustan necesitados, el alfa le acaricia las mejillas, roba una sonrisa muy nerviosa al intensificar ligeramente el ritmo, su esposo se ha aferrado a su coleta deshecha, están tan juntos que pueden sentir el palpitar ajeno martilleando contra su propia piel, esto es adictivo, lo comprueba cada día al volverse a besar.
Es irónico, pero puede jurar que durante esta caricia el corazón se le ha detenido un solo segundo.
Un segundo es suficiente, se apartan, sus colas se han entrelazado, sus frentes reposan encima del contrario, la habitación se llena de ronroneos y feromonas suaves, sus toques lo limpian, lo rompen y lo vuelven a armar, grabándose en alma, mente y cuerpo.
—Entonces... —Dawn está muy sonrojada escondida en la manta—. ¿Puedo comer pastel? —Ash se ríe, acariciándole la cabeza a ambos cachorros, es paternal, ha logrado ser un buen padre a pesar de los errores y wow, es afortunado.
—Todo el pastel que quieras.
—¿Por qué no querías comer? —Jade le pregunta, ha ladeado la cabeza y crispado sus orejas.
—Porque estoy gorda.
—¡¿Quién te ha dicho eso?! —El conejo saca garras—. Golpearé a quienes te lastimen.
Vaya, la genética es poderosa.
Cuando regresan a la sala se encuentra a una persona extra parada frente a la mesa, las velas encima del pastel brillan, creando una atmósfera de suma intimidad y magia en la habitación, Aslan camina, el corazón le sangra por tan doloroso encuentro, pero acá está, listo para iniciar de nuevo, para caer, caer, y volverse a levantar. Así que aún reticente se atreve a extenderle una mano a Jim, como él no lo hizo cuando lo necesitó, con toda esa comprensión que un padre negligente nunca le dio y hoy lo mira arrepentido.
—Me invitaste a un cumpleaños. —Su padre se ve viejo y cansado, no es el monstruo al que culpó por no creerle o por abandonarlo. ¿Qué gana con odiar a Jim? ¿Qué gana odiando? No necesita más odiar para protegerse, ha bajado sus cuatro espinas y es libre.
—¿Viniste a cumplir tu promesa? —Dawn y Jade se han ocultado detrás de Aslan, miran a Jim con mucha expectación, con ojos grandes y risueños, con ojos de Eiji.
—Estoy mejorando, hijos. —Griff parece a punto de romper en llanto al otro lado del salón, es duro, claro que lo es, es mucho más fácil odiar si se piensa en el otro como inhumano, cambiar no implica perdonar todos los errores o a aquellos que hicieron daño, no obstante, deja abierta la puerta de la incertidumbre, de poder creer y quién sabe, efectivamente crecer.
—Jade, Dawn. —Sus hijos le aprietan las manos, parecen nerviosos y probablemente lo están—. Él es su otro abuelo, Jim Callenreese. —Aslan no sabe si su esposo le ha pegado la ingenuidad o lo ha vuelto más blando a creer en la inherente bondad que esconden algunas personas, solo quiere darle otra oportunidad. No como su padre, el daño quedó y es incapaz de verlo como un padre (además, Max le ha robado ese rol), pero tal vez, solo tal vez, sea un buen abuelo.
—He venido a celebrarlos. —Sus hijos lo reciben con los brazos abiertos, porque son inocentes, son buenos, son ingenuos y no conocen la maldad, tienen ocho años, tienen ocho años y están a salvo—. Feliz cumpleaños.
—¡Bienvenido a casa, abuelito!
—G-Gracias.
—Entonces... —Eiji lo abraza por el vientre, intuye que es un momento emocional y lo sostiene—. ¿Ahora qué?
Aslan pasea su mirada por el salón, por todas esas personas que lo han hecho mucho mejor, que le han mostrado que es más que un asesino, pasa por su mejor amigo, la primera alma bondadosa en mostrarle cómo cambiar su ciclo de destrucción, sigue por la pandilla quienes le juran lealtad a pesar de haber salido de las calles, pasa por Yut-Lung quien es la otra cara de la moneda y ha mostrado lo curioso que es un depredador tras ser amado, continúa por Jess, por Max y Michael, esa familia que la vida le obsequió de adulto, pasa por Griffin, la familia con la que inició su travesía, sigue por sus hijos y se detiene en su omega.
Eiji Callenreese.
Su esposo, su adorable y terco esposo, quien sin saberlo desató caos enamorándolo, demostrándole que nunca ha sido un leopardo ni un depredador, es un ser humano, no hay más, Aslan es un simple y débil ser humano y le encanta.
—¿Ahora qué? —Repite, acurrucándose junto a su marido, mirándolos a todos una última aunque primera vez—. Pasamos la página.
Esto es todo lo que anhela enseñarle a sus hijos, a caerse, caerse, caerse mil veces más y volverse a levantar, ese es el mejor regalo de cumpleaños que les puede obsequiar, les da una familia, un amor incondicional, apoyo, protección y un ambiente donde son libres para volar, ansía que les guste, que cuando más grandes lo entiendan mejor, pero esto es todo, les da su mismo corazón.
Esta es la familia que siempre necesité y nunca tuve a mis ocho años, espero que la aprecien, que la amen tanto como yo.
Feliz cumpleaños.
Con amor, papá.
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