Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30. Impregnación de aroma.

Hi~ Tengo que hacerles una pequeña pregunta al final del capítulo, ojala la respondan para estar segura, pero fuera de eso, ya se nos acaba el fic mañana, ha sido un largo proceso en esta trama, a veces releo los primeros capítulo y igual es brigida la brecha, pero han pasado 30 capítulos es justificable.

¡Espero que les guste!

Aslan arroja un gruñido frustrado al aire, el nido repleto de sus prendas cae desde la cama hasta sus tobillos, escondiendo esas fabulosas converse rojas con chaquetas de mezclilla viejas y camisas que le quedan grandes del vientre (Eiji ha robado su ropa en el embarazo, pero vamos, se ve adorable y le encanta el gesto), los jeans parecen ser lo único que está bien, son los menos rasgados que posee, los demás se hallan al punto del desgaste o se encuentran arreglados por unos horripilantes parches de Nori Nori que francamente le generan pesadillas.

—Mierda. —Gruñe por segunda vez, intentando arrastrar sus zapatillas hacia el espejo del baño, es una lucha en vano y lo sabe, no logra moverse más de dos centímetros al estar ahogado en su nido.

Esto es un desastre.

Un chillido de frustración retiembla contra lo más profundo de su garganta, como cristal fino se abre paso entre sus cuerdas vocales, consiguiendo que un sonido áspero escape. Al final, se ha resignado a usar un atuendo semi formal, jeans acompañados de un cuello alto que resalta su palidez angelical y una chaqueta de vestir beige, se mira bien, de todas maneras no le importa, sí, le da absolutamente lo mismo cómo se vea en esta cena con Jim.

¿Por qué diablos tendría que impresionar al viejo?

Supone que si vino hasta Nueva York lo mínimo que puede hacer es verse bien mientras le destroza el corazón.

Papá de mierda.

—¿Aslan? —Su nombre pende adormilado en el aire, le fascina que Eiji lo pronuncie de esa forma, tan salpicado por el japonés con el significado ininteligible, cree que es algo que el inglés tosco jamás podrá imitar ni ningún otro idioma siendo sincero—. ¿Qué ocurre?

—No tengo nada que ponerme. —Suena como una colegiala—. Griff me dijo que la cena era formal y nada me queda bien.

—Oh, cariño.

Entonces, su silueta se hace presente dentro del cuarto y a Ash le dejan de importar esas simplezas, porque su omega le ha robado otra de sus camisetas para usarla, abultándose tenuemente sobre su vientre, resaltando el lienzo bronceado que es su piel con el celeste del algodón, haciéndolo lucir un millón de veces más suave y lindo, incluso se le ha arremolinado en la parte trasera para darle cabida a su pompón negro. El alfa no lo duda, va hacia él, acomodando sus palmas en su cintura, ganándose uno de esos tentadores y arrebatadores sonrojos de su sol.

Huele a felicidad.

Le ha impregnado su aroma.

Eiji se avergüenza de su silueta a causa del embarazo, es lo normal, piensa, han comenzado a brotar estrías a pesar de que se mantiene activo con el deporte y aunque su vientre no ha crecido de forma exuberante comparado a otros embarazos, sus cachorros han hecho desaparecer sus abdominales, es importante hacerlo sentir amado, deseado y hermoso durante cada instante que respire, así que eso hace, plantándole no uno, sino una galaxia entera de besos entre las mejillas.

—Eso hace cosquillas. —Se burla, su rabo ha clamado su lugar feliz, él se cuestiona severamente si cobrará vida durante el parto, colocándose una bata de papel mientras espera a los bebés, ridículo y lo sabe, sin embargo, esto le ha enseñado que el instinto no es inherentemente malo—. Raspas.

—Lo siento, no me he afeitado.

—¿Quieres que yo te afeite?

—¿Eh? —La petición lo toma por sorpresa.

—Puedo hacerlo.

Le enternece de sobremanera que el omega continúe encontrando detalles para sorprenderlo como estos, que lo afeite no porque busque algo a cambio en un coqueteo, Ash está familiarizado con las técnicas de seducción, con excusas casi burdas para tocarlo. Pero a estas alturas, es gracioso pensar que Eiji es diferente, porque lo es, se lo ha demostrado con golpes de pura terquedad, no usa, usaría ni ha usado su bondad cual moneda de cambio, no le da palabras dulces para manipularlo y siempre antepone su consentimiento. Es un bastardo afortunado, lo jura otra vez.

—Solo si quieres. —Añade, luciendo ligeramente más nervioso que antes.

—Claro, onii-chan.

El omega le lanza una de esas sonrisas de sol antes de preparar las cosas, indicar que se demora una eternidad adecuando es poco para manifestar su indignación, debió suponerlo, es un anciano pleno en su embarazo, ¿en qué pensaba? Aun así, rechaza su ayuda para recolectar implementos de aseo. Intentando matar el tiempo se pone a leer el guardián entre el centeno, hace mucho no repasa su novela predilecta, le toma por sorpresa lo desagradable y pesimista que Holden se muestra, lo débil que es la defensa que despliega, ni siquiera disimula sus cuatro espinas.

—¿Tienes que leer justo ahora? —Él baja el libro hacia su regazo, Eiji le ha esparcido crema de afeitar desde la nariz hasta el mentón, lo ha acomodado en la silla del comedor con una bata, Aslan sostiene un bol de agua con su mano libre, permitiendo que acerque el filo, si fuera cualquier otra persona sacaría garras y dientes—. Estoy tratando de dejarte guapo.

—¿Insinúas que no soy guapo con mi barba de anciano? —Pero es su novio, así que está bien, dejaría que le pusiese una navaja contra la garganta las veces que fuesen necesarias e incluso, él mismo se apuntaría un arma contra la cabeza con tal de protegerlo—. ¿Es eso? Dijiste que me parecía a Max. —La crema se le mete entre los dientes a causa de la risa.

—No es lo que insinué. —Bufa, intentando concentrarse—. Aunque te ves bonito con lentes, debo admitirlo. —Su sonrisa es sincera, lo suficientemente linda para hacerlo ruborizar mientras permite que le retire los anteojos.

—Tú pareces necesitar unos lentes. —El omega bufa, acercándose por su espalda, impulsándolo a alzar la cabeza hacia el respaldo de la silla. Lo mira—. Escuché que Ibe te regañó por eso.

—Tengo algo de miopía, cuando Ibe-san recién me conoció pensó que era grosero por mirarlo fijo.

—¿Eh? —Aslan no se encuentra tan familiarizado con esa relación—. Me gustaría ver esa fotografía con la que ganó, ¿fly boy in the sky?

—Me daría vergüenza mostrártela. —Musita, encogiendo sus orejas esponjadas hacia sus cabellos, la atmósfera que los ha envuelto es suave, la luz dorada ha embarrado el apartamento, un tenue bulto golpea su espalda, son sus cachorros energéticos sobresaliendo bajo el delantal—. No me han dado un respiro desde que les hablaste, parecen inquietos.

—Es un alivio. —Eiji deja los lentes en la mesita cerca, el libro cae contra sus rodillas—. Sé que están bien, pero escuchar que se mueven y sentirlos me hace consciente de que...

—Están vivos. —Susurra, encogiéndose dentro del delantal—. Entiendo la emoción. —Eiji le arroja una sonrisa que solo puede ser interpretada como un enigma, vuelve a pensar en la conversación que tuvo con Shorter y se pregunta si los Okumura son un témpano de familia—. No hemos pensado en nombres todavía.

—No hay ningún nombre en particular que me guste.

—¿Qué tal tu segundo nombre? —Ash eleva aún más el mentón por la incertidumbre, desde aquella posición logra contar cada pestaña bruna, el grácil albor de oro no le hace justicia a la belleza de su pareja, los rayos derriten el chocolate caliente para convertir su piel en caramelo brillante, es etéreo, angelical y aun así, cotidiano—. Aslan Jade Callenreese, suena de la realeza.

—¿Te gusta Jade? —No le agrada la idea, porque bueno, tiene complejos con su nombre.

—Es un nombre unisex y es especial. —Supone que sí...Pero no.

—Sigamos buscando— Traga duro, permitiendo que la suavidad en las yemas de su pareja lo derrita, el aire se ha reducido a estática líquida, la cuchilla contra su cuello no le consiente tragar.

—¿Por qué? Tu madre pensó mucho para llamarte así, deseando que su niño nacido al alba fuese feliz. Deseó que tu vida fuese tan hermosa como un jade al amanecer. —Pero Ash adora a este chico, quien le da verdadero sentido a las palabras, quien no solo lo convierte en romántico empedernido o en un idealista sobre una recuperación, sino que inspira una mejor versión de sí mismo, es patético y cursi, lo sabe—. Amanecer y jade, me gustaría que tuvieran esa parte de ti.

—¿Por qué? —Deja escapar la pregunta en un trémulo temblor.

—Tú me salvaste. —Eiji esboza una sonrisa tímida y vibrante—. Sé que nuestras situaciones no son comparables, pero estaba muy mal antes de conocerte por lo de Arthur y por mi familia, incluso la terapia allá en Japón era monótona, sentía que estaba flotando a la deriva, que no tenía un objetivo y por mucho que gritara nadie me escuchaba, solo Ibe-san, le agradezco haberme traído otra vez a América, eso me devolvió la motivación y me dio el valor para tomar las riendas de mi vida.

—Eiji...

—Me alegro mucho de haber venido a América, he conocido a mucha gente y lo más importante, te he conocido a ti. —¿Qué puede responder a eso? Lo único que él es capaz de hacer es quedarse maravillado en la silla, con la espuma cayendo de su barbilla hasta la bata, con la cara roja mientras esos ojos cafés se hacen aún más bonitos—. Por eso, me gustaría que ellos tuviesen un pedacito de lo más preciado para mí, aunque fuese en su nombre. —Mierda—. ¿Ash?

—Estoy bien. —Que Eiji le limpie los excesos con una toalla no ayuda a disimular.

—Lo siento, ¿te incomodé? Fui egoísta, podemos pensar en otros nombres.

—No es eso. —El omega lo examina de cerca, presionando con suma gentileza la toalla contra el resto de la espuma, con su mirada de ciervo fulgurando preocupación—. Es solo que mi nombre no me ha traído buenas memorias. —Desde que el entrenador de béisbol lo contaminó en Cape Cod y olvidó la voz de Griffin pronunciándolo se enfocó en odiarlo—. Es como reescribirlo.

—¿Reescribirlo?

—Gracias. —Puede escuchar los latidos de Eiji acribillándose en sus tímpanos, dando caladas de aire como un pez fuera del agua mientras un tierno rubor le quema la cara—. Eres maravilloso.

—No es gran cosa, tu nombre es bonito.

—Es gran cosa.

Se quedan en silencio, el omega se dedica a limpiar hasta el último vestigio de crema de afeitar con esa vieja toalla tibia, el bol de agua le pesa en las manos, la reminiscencia oxidada se ha impregnado en su lengua, las piernas le tiritan contra la bata y aun así, se siente como si flotara, completamente relajado por las caricias de Eiji, es una paz increíble o tal vez sea la conversación acerca de los bebés. Otra vez este terco hace de las suyas, primero lo rehabilitó ante los flashes de las cámaras, luego le hizo saber que el contacto físico podía ser seguro, sanó a su cuerpo sumergiéndolos en un acto que perjuraba sucio y floreció a una entrega de amor, y ahora limpia su nombre.

¿Lo limpia? Más bien lo pule, como si fuese una especie de piedra preciosa, lo toma entre sus palmas gentiles para sacarle brillo con un trapo, es un trabajo duro, esa piedra se rodea de espinas ante una inminente amenaza, pero Eiji no se rinde, sigue frotando y frotando hasta que aparece ante sus ojos un tesoro, un jade, no cualquier jade, un hermoso jade bajo el alba.

Eiji no solo ha impregnado su aroma en él, sino su misma esencia.

Gracias por salvarme.

Gracias por darme una familia otra vez.

Eres mi refugio.

—Sino te gustan esos nombres podemos ponerle Nori Nori a ambos.

—¡Eiji! —Ni siquiera le deja chillar su nombre con dignidad o mofarse de semejante idiotez, porque su omega no es condescendiente con él, está siendo amable para aligerar el ambiente y lo desglosa con suma facilidad, lo agradece—. Hemos tenido esa conversación. —Su pareja se para enfrente, sigue con las piernas rígidas en la silla, los huesos de la espalda le crujen ante tan tosca superficie.

—Lo sé, pero no cooperas. —El alfa no tarda en rodearlo entre sus brazos, en acomodar su cara contra ese pequeño vientre abultado, en ceder su calidez hasta flotar vacío, sabe que su alma ha quedado congelada acá para siempre, está bien—. Tengo miedo por el nacimiento. —Su amante ha comenzado a cepillarle los cabellos dorados, no tira con fuerza, es un toque gentil y suave, carente de cualquier clase de demanda, lo hace una y otra vez.

—¿Por qué? —Es una pregunta tonta considerando que también se profesa muerto de miedo.

—No lo sé. —Los toques gentiles se extienden, lo hace como si no requiriese de esfuerzo, como si amarlo fuese natural—. Hemos tenido la cuna armada desde hace meses y les hemos comprado cosas, pero aún no se siente...Real.

—Sé a lo qué te refieres. —Aslan le presiona un beso encima del vientre, sus cachorros patean en respuesta, ama ese sutil intercambio de afecto—. ¿Tu familia?

—Siguen reticentes, no quieren que los conserve pero estoy tan agotado de pelear con ellos que me da igual a estas alturas. —Su aliento choca contra su nuca, gatillando cosquillas sobre aquella marca permanente que tanto adora presumir—. Son nuestros cachorritos.

—Sí. —Ash sonríe, rodeándolo un poco más—. Lo son.

Vuelve a pensar en el inicio de todo este caos, en cómo suplicaba para que la farsa de Eiji se cayese y tomase de él igual que los demás. Pero acá están, en contra de sus expectativas pesimistas avanzó y no solo eso, se permitió confiar, cediendo el control en cosas pequeñas, en dulces caricias encima de sus cabellos, hasta en cosas gigantescas como dejar caer su corazón. Nunca antes ha sentido algo así, es la angustia de tener un futuro delante, es sólido e increíblemente real. Es volverse a conectar con su cuerpo y disfrutarlo porque es suyo, carajo, es suyo y nadie se lo volverá a arrebatar, es mirar su alma y aceptar tanto lo bueno como malo, aunque no cambie el pasado él puede cambiar, es ver y conocer su verdadera identidad, no más etiquetas, él no es una etiqueta ni se comportara así.

—¿Estás nervioso por lo de Jim?

—Mucho. —Pero las manos de su omega recorriendo cuidadosamente su cabello mientras presiona su oreja contra su pancita, lo mantienen sumergido en la realidad, la piel ya no le pesa, no carga con el mundo encima como antes, esto es diferente, se asemeja a volar—. Espero que me escuche.

—Ash...

—Y sino, se puede ir a la mierda. —Eso le roba una sonrisa, diablos, qué sonrisas más lindas tiene.

—¿Querías verte guapo para tu papá?

—Si voy a mandarlo a la mierda mejor que esté guapo. —El omega rueda los ojos, el timbre retumba por el apartamento—. Debe ser Griff.

—Seguramente. —El alfa se alza, tiene las piernas tan temblorosas como la gelatina que prepararon ayer y olvidaron meter al refrigerador, está mareado—. Te amo, Aslan. —Eiji es su cable a tierra, le toca los hombros, plantándolo firmemente en ese asteroide donde limpian volcanes.

—También los amo. —Presiona un beso primero en su vientre y luego en esos tentadores labios.

—Cuando vuelvas, te estaré esperando con una deliciosa cena y una película. —Definitivamente Eiji es un amo de casa, pero no lo dirá en voz alta o se ganará una patada y tendrá que cojear al local.

—Eres maravilloso. —Dice en su lugar—. Serás una excelente esposa.

—Tú serás una excelente esposa.

—Tú usas delantales bonitos y eres amigo de las amas de casa, eres la esposa.

—Tú eres un gato delicado.

Se burlan hasta llegar a la puerta, efectivamente es Griffin quien los espera, aquello no le sorprende, lo que capta su atención descaradamente es Max empujando la silla de ruedas. Okey, puede que su hermano mayor necesite ayuda para movilizarse, sabe que aborrece aquel aparato y que ansía tratar con las muletas lo antes posible, sin embargo, por esa sonrisa nerviosa le toma un segundo descifrar que el periodista trama algo.

—Tengo que hablar contigo.

Así que lo arrastra hacia el balcón, cierra el ventanal mientras Eiji y Griff se ponen al día como amigos de toda la vida, le despierta un sentimiento curioso verlos juntos. Si bien soñó en múltiples ocasiones con esa escena quemándose tras sus pupilas, sigue siendo extraño, casi irreal. No hay tiempo, debe regañar a Max antes de que el caos explote.

—No me mires así. —El periodista alza las palmas en señal de inocencia—. Solo haré de chofer.

—Mientes. —El beta se tensa, desplomando la farsa que pretendía levantar—. ¿Qué haces acá?

—Quería ir. —Confiesa, despertando sus mecanismos de defensa al punto de sobrecarga, él quiere decirle que no le incumbe, que no es parte de su familia podrida y por ende, no tiene nada que hacer allá—. Soy algo así como tu papá ahora y... —Oh—. Quiero gritarle un par de verdades a Jim.

Max es paternal.

Max siempre ha sido paternal.

—No es necesario. —Ash solía odiar semejante empatía, esa que lo mantuvo alerta en prisión otra vez, esperando lo peor porque eso es más fácil que aceptar que hay personas buenas, no más, ahora es capaz de vislumbrarlo, procesarlo y degustarlo, pero en ese entonces—. No quiero pelear con él. —Era muy duro incluso pensar que era merecedor de algún toque gentil.

—¿Quieres arreglar las cosas con él?

—No. —No aparta su mirada del periodista—. Quiero cerrar las cosas con Jim.

—Ya veo. —Max le revuelve los mechones, desordenando el fabuloso peinado mejor conocido como cabello de cama—. Si eso te deja tranquilo adelante, pero yo los estaré esperando afuera del local en todo momento y si veo que el sujeto tiene una reacción inapropiada, entraré a golpearlo.

—¿Eh? No sabía que eras violento.

—Por supuesto, ¿quién crees que le da palizas a tu hermano cuando se porta como idiota?

—Me da la impresión de que es al revés. —Se burla, relajándose dentro de su gabardina.

—Te di una paliza a ti, mocoso. —Gruñe—. No me subestimes.

Nunca lo ha hecho.

Se despide de su pareja con un tímido beso ante las miradas conmocionadas de dos ancianos cursis, se suben a la camioneta en silencio, Griffin intenta hacer charla para aligerar la tensión, no funciona, pero permite que le de la mano por encima de la manta, de esa fea y roñosa manta de cuadrille que jamás le quitó de encima porque siempre le daba la impresión de que tenía frío, ha memorado más cosas alrededor del banana fish, Ash no tiene que preguntar para saberlo y aun así, no ha cambiado la ternura con la que contempla a su hermanito, tal vez por eso insistió en esta charla.

Merece un cierre.

Merece dar vueltas la página.

Max se queda en la camioneta con una sonrisa trémula y angustiada, los espera justo frente a aquel restaurante familiar donde Jim los citó, es un ambiente infantil y desordenado, encaja en Cape Cod a la perfección aunque se encuentre en medio de Downtown. Griff permite que le empuje la silla de ruedas, es su primera vez haciéndolo, sus manos se hunden en la cuerina del soporte, el chirrido de las ruedas retiembla sobre la música, no demoran en descubrir la mesa, es la más sombría y patética.

Jim se ve...Viejo.

Muy viejo.

—Pudieron llegar. —Hay tres grotescas hamburguesas encima de la mesilla, se cuestiona si está tratando de apelar a la nostalgia y le da rabia, porque jamás los premió con este festín de grasa para los niños, al contrario, era Griffin quien lo mimaba incluso en su cumpleaños—. No sabía si lo harían.

—Griff insistió. —Toman asiento frente a su padre.

—Ya veo. —El aire es incómodo, se ha vuelto bruto, mucho más pesado que un bloque de concreto, ni siquiera cuando enfrentó a Bull en prisión pendió tan desagradable atmósfera.

—¿Dónde te estás quedando?

—En un hotel cerca.

—Ajá.

Quedan en silencio, nadie parece saber de qué hablar, siendo franco, las conversaciones con su papá lúcido han sido escasas, la calabaza de Jack es su memoria más sagrada y linda, pero no hay más. Se dedica a repasar aburrido el comedor, la hamburguesa tiene un aspecto grasiento y triste, es capaz de observar la cebolla frita goteando de aceite entre panes tostados, la carne luce abominable, eso lo incita a vomitar, no por su flamante trastorno en remisión, esto genuinamente da asco.

—Entonces... —Griffin parece pensar lo mismo—. ¿Qué te trae por acá? Dijiste que era urgente.

—Nada en particular. —Jim le da un mordisco al pan, las pocas verduras que tiene se empapan del líquido dorado, eso le provoca a esbozar una mueca grosera, Eiji lo regañaría por su falta de modales, puede imaginárselo regañando a los cachorros con suma claridad, pero Eiji no está acá y puede ser grosero.

—Aslan se matriculó en la universidad. —Su hermano mayor lo musita con orgullo, se mira tenso frente a Jim, todavía debe dolerle la ruptura de esa relación, y si está acá, aguantándose los puños contra la manta, es a causa de Ash y sus necesidades—. Entró a medicina.

—¿De verdad? —Su tono es despectivo.

—De verdad. —Ash prefiere ignorarlo—. Puedo congelar todavía estando matriculado el primer año para criar a mis cachorros, aunque tendremos mucha ayuda al parecer. —Intercambia una mirada cómplice con Griffin, aunque esperaba que se mortificara o lo regañara por el embarazo, lo apoyó y claro que lo hizo, en el fondo, ambos siguen siendo los mismos ilusos de Cape Cod.

—Sobre eso... —Jim deja la hamburguesa en el plato, los dedos le chorrean, el hielo se derrite en su vaso de cerveza—. Quiero ser parte de la vida de mis nietos.

—¡¿Qué?! —Ambos hermanos están conmocionados.

—Sí.

Se quedan en silencio otra vez y Ash no puede creer el maldito descaro para pedirle aquello, fue un padre de mierda con sus dos hijos. ¿Por qué diablos lo querría cerca de sus bebés? Sí, la historia no tiene que repetirse porque las personas cambian y bla, bla, bla. ¡Pero vamos! Este idiota no cambiará ni aunque lo visite el mismo Cristo Redentor.

—Debes estar bromeando, ¿nos llamaste para esta locura? —Griff alza la voz, arrojando un gruñido protector, si fuese un alfa dominante habría sacado las garras y los dientes, lo apuesta—. Luego de qué... —Ni siquiera logra terminar la frase—. ¿Con qué cara?

—Lo siento.

—¡No debes sentirlo! ¡No sirve de nada que lo hagas! —Su hermano golpea la silla de ruedas, está tan furioso que impresiona a punto de llorar por la cólera—. ¡Dijiste que lo cuidarías si me iba! ¡Me prometiste que serías un buen papá! ¡Lo prometiste! —La impotencia que desprende le encoge el corazón en miles de pedazos, lo rompe, lo pisa, lo destroza.

—Lo siento. —Repite, con la cabeza gacha.

—No permitiré que le hagas lo mismo a mis sobrinos, queda fuera de discusión. —Ash debería usar este momento para restregar sal en la herida, es su oportunidad de vengarse de su propio papá, de encontrar una paz idealizada en el maltrato, de invertir el ciclo y darle de su medicina.

—Griff... —Pero en su lugar, prefiere darle la mano a su hermano—. ¿Nos dejas hablar a solas? —Y cortar el ciclo.

—¿Eh?

—Por favor. —Se lo suplica, mostrándose vulnerable, no teme conectarse con el pequeño niño que se perdió en Cape Cod, está bien—. Lo necesito. —Y Griffin le da una de esas miradas, la misma que le daba cuando quería decirle: «lo siento por no tener más dinero para comprarte cosas lindas», «lo siento por no poder pagarte zapatos nuevos para la escuela», «lo siento por no poder darte una vida mejor, mereces más, te amo, pero no puedo darte más», «eres un buen niño pero no pasará Santa».

«Lo siento, Aslan».

Es una mirada repleta de disculpas.

Pero Griffin nunca ha tenido que disculparse por nada, para Ash su infancia es un tesoro incluso con las carencias porque crecieron juntos y eso ha sido suficiente.

—Iré a comprar una bebida. —Hay un toque amenazante en su voz que le saca una risita, este lado protector lo remonta a su época más frágil, debió considerar que su hermano despertaría esta clase de estímulos, estímulos que pueden ser peligrosos para su estrés post traumático, pero no lo son al haber avanzado—. Puedes irme a buscar por cualquier cosa.

—Lo sé.

—Si le dices algo hiriente. —No duda en amenazar a Jim—. No temo ir a prisión otra vez.

Se quedan a solas.

La música del local le golpea los tímpanos como si fuese una especie de taladro, le cuesta aferrarse al momento, el aroma a grasa entremezclada con las feromonas de los demás le revuelve las tripas, se aferra a los cubiertos de plástico en busca de una sensación lo suficientemente sólida para existir en esta conversación, pero los cubiertos se quiebran bajo sus garras y su cola se ha tensado frenética contra la silla, está angustiado, reconoce el nudo deshaciéndose como una pelota de caramelo entre sus ácidos estomacales, tiene la angustia cerrándole la garganta.

Porque este debe ser el primer encuentro real que tiene con Jim desde quién sabe cuándo, Ash odia sus relaciones familiares, se escapó de la casa de su tía al ser igual de negligente que el resto de esa rama Callenreese (Griffin es una excepción, por supuesto). Aborrecer fue su mecanismo de defensa predilecto para no destruirse a sí mismo con su propio odio, pero ya no quiere odiarse ni odiar a los demás, Shorter ha tenido razón todos estos años, lo supo desde la correccional.

—Lo siento.

Esas palabras brotan como brea, inundan sus sesos y lo incitan a ladear la cabeza, sus orejas de lince se encuentran gachas, solo es consciente al sentirlas pender hacia su flequillo, el miedo le incita un tiritón, le da risa que los niños se condicionen como perros de Pávlov, los tratan lo justamente mal y pum, el cuerpo reacciona a base de miedo para siempre. Respira, debe respirar, ha mantenido su respiración durante meses y no recaerá ahogándose ahora.

Por Eiji.

Por sus cachorros.

Por el pequeño Aslan que falleció.

—¿Por qué? —Es la única palabra que permite salir.

—Lo siento. —Jim no se deja de disculpar, presenta las palmas apretadas alrededor del vaso, su mandíbula está muy tensa—. Lo siento, hijo. —No usa apodos despectivos, no lo llama puta ni hace bromas sobre clientes o el abuso sexual infantil, vaya, de pronto ve de dónde heredó sus defensas.

—No necesito tus disculpas. —Intenta no alzar la voz, Griff debe estar cerca y no dudará en romperle un vaso en la cabeza a su padre si lo hace llorar—. Tampoco te daré mi perdón.

—Lo sé. —Frunce la boca, los pulmones le pesan, la atmósfera pasa a un plano diferente de verdad—. Y no puedo enmendar nada de lo que hice, pero quiero ser parte de la vida de mis nietos.

—¿Por qué crees que serás una buena influencia? ¿Para que les puedas contar como su padre abría las piernas siendo un niño? ¿Para que los lleves a entrenar béisbol y si pasa algo no les creas? —Una risa sarcástica brota de lo más profundo de su garganta—. Eres un padre de mierda, serás un abuelo de mierda, no me cabe duda, no te necesito acá. —Okey, esto fue más duro de lo que pretendía.

—Ash...

—No permitiré que les hagas daño.

—No quiero hacerles daño.

—¡¿Entonces, por qué me hiciste daño a mí?! ¡¿Cuál es la maldita diferencia?! —Se pone de pie, golpea la mesa con sus garras, agitando su cola contra la butaca, captando la atención de todos—. Yo también necesité de un papá, yo... —Se obliga a calmarse, tanto Max y Griffin están pendientes de esta charla y lo último que anhela es darles más preocupaciones—. ¿Al menos me amabas?

—Tenía miedo, Cape Cod es un pueblo pequeño.

—¿Miedo? —Se vuelve a sentar, arrojándose en la silla—. Imagínate yo que era un niño, no entendía lo que pasaba, no tenía por qué hacerlo, era inocente. —Rasga la herida—. Él me amenazaba con que nadie me querría si lo sabían porque estaba usado y tú dijiste exactamente lo mismo, crecí mi vida entera creyendo que no merecía nada, si tú me hubieras acogido, si tú me hubieras creído sería tan diferente.

—Pero no lo hice.

—¡Exacto! —Golpea, derramando el vaso de cerveza de Jim—. No lo hiciste.

—Y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

—Dejarme de tratar así puede ser una buena idea.

—Eso quiero. —Jim se muestra sumiso—. Los hijos no vienen con un manual, entré en pánico, hice lo que mi padre hacía conmigo, te mandé donde mi hermana pensando que sería mejor, te busqué pero cuando te encontré ya eras un adulto, un adulto repleto de amargura como yo. —Es imposible precisar sus emociones en este momento, es un huracán de furia, cólera, tristeza, pena, resignación, rencor y sobre todo, melancolía.

—¿Al menos me amaste?

—Siempre lo he hecho. —No le cree ni una mierda, se abofetea mentalmente, debe permanecer sin juicios, sí, sí, lo sabe—. Pero te pareces tanto a tu mamá, para mí era muy duro verte. —De nuevo, no es excusa para entregar semejante negligencia—. Hizo lo correcto al dejarme.

—Yo te habría dejado si pudiera.

—Lo sé. —Jim baja la cabeza—. Lo siento.

Y de pronto, ya no siente rabia, sino pena.

Le da pena su papá.

—No estoy pidiendo otra oportunidad de crianza con mis nietos, sé lo que he hecho y cargo a diario con esa responsabilidad aunque no lo creas. —Jim bebe mucho, mejor que nadie sabe que eso ayuda a disociar, debe tener cosas que aspire olvidar—. No puedo borrar lo que hice, pero sí puedo intentar ser un abuelo digno, cada día lo intentaré más duro, lo prometo. —La furia se evapora de su cuerpo, esas palabras han sido las mismas que él le dio a sus hijos.

Los humanos pueden cambiar su destino, tienen sabiduría que los leopardos no, se recuerda.

—No quiero que estés en sus vidas. —No desea ser hipócrita cuando suplica por oportunidades.

—Lo entiendo. —No obstante, es duro mirar a su padre como un ser humano frágil, supone que ese rencor tarda en esfumarse, que esa herida debe cerrarse bien, no con palabras lindas, sino acciones concretas que se lo demuestren.

—Pero algún día podría invitarte a uno de sus cumpleaños, ¿quién sabe? —Así que abre la puerta, no lo suficiente para que le vuelva a hacer daño, ¿qué más da?, ¿acaso debe seguir martirizando su infancia? Ya fue, Jim fue un padre de mierda, pero Ash no quiere esos sentimientos si será un papá—. Pórtate bien, aprende a mejorar y ámalos, como jamás pudiste hacerlo con nosotros, quiero que los ames y protejas con tu misma vida. Si llegas a conocerlos, claro, no te aseguro nada.

—Gracias. —Y tiene todo el derecho a avanzar.

—No lo malentiendas, no quiero una relación contigo, solo quiero cerrar esta página, pero podemos iniciar de nuevo supongo, como dos adultos funcionales.

—Eso me gustaría. —Las hamburguesas se han enfriado en el local, Max canta en la camioneta con la intención de matar el tiempo, Griffin arrastra la silla de ruedas con varias latas de bebida encima del regazo—. ¿Ahora qué hacemos? —Es extraño, no lo ha perdonado y aun así, sabe que no lo ata más, es libre, es realmente libre.

—Pasamos la página.

Okey, el final está planificado para mañana, pero existe un epílogo en mi corazón que es un par de años despúes, la cosa es que lo tendría que subir el fin de semana porque el lunes entró a trabajar y morir, y las cosas que requieren tanta energía necesitan tiempo, so, imposible tenerlo antes, pero a muchas personas no les gustan los epílogos y tampoco me urge, así que no sé qué piensan. De todas maneras, nos veremos acá.

¡Hasta mañana!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro