26. Anidados.
Hi~ Subo el capítulo extrañamente temprano porque no sé si podré en la tarde así que mejor prevenimos, es un capítulo medio intenso pero relajado, no sé, espero que haya quedado bien, tiene muchos momentos que me gusta. Mil gracias por leer.
¡Ojala les guste!
Lo primero que vio cuando despertó fue su propio reflejo.
Se ha examinado con una escalofriante rigurosidad, como si de un taxidermista se tratara, Dino solía bromear con eso y admite que le roba una risa. Se repasa el pecho sin camisa, está más alto, mucho más fornido y un poco ancho, lo nota desde los hombros que le aprietan dentro de las camisetas, al vientre que a pesar de sus abdominales de vez en cuando se hace un bultito, le resulta lindo porque al omega le gusta rodear su cintura con recelo para dejarse reposar ahí, dice que tenerlo más relleno hace que haya "más Ash para amar".
Pasea sus manos por las líneas de sus músculos, no le llega ni a los talones a la bestia que fue, parece increíblemente doméstico, casi fofo. Se da vueltas en el espejo, navega por las cicatrices escritas en su espalda como puede, han forjado un lienzo cercenado, no impresionan tener final y aun así, Aslan recuerda cómo se hizo cada una. Hunde sus yemas en la tibieza de su carne, saborea lentamente su progreso, se estremece, las palmas le tiemblan contra sus propios huesos, ni siquiera prendió la luz del cuarto pero la reminiscencia de esa imagen fantasma le es intimidante en demasía.
—Medio año. —Musita para sí mismo.
Lleva medio año sin purgar y mierda, tiene muchas ganas de llorar.
Se despertó sintiéndose especialmente incómodo en su propia piel, el pensamiento de vomitar abrió paso, arrojando raíces y veneno por doquier hasta asfixiarlo, eso lo llevó al baño aún de madrugada, estuvo a punto de hacerlo, pero si lo hace, sabe que será un retroceso imperdonable. Así que respiró desde diez hacia atrás (su habilidad preferida de mindfulness por excelencia) y se examinó.
El tema de la comida es duro, Ash se ha resignado a tener una relación ambivalente respecto a esto, no quiere andar dando explicaciones, sin embargo, el malestar y la energía que consumen tener que preocuparse por el alimento resulta agotador, lo era aún más cuando purgaba, purgar lo convertía en prisionero de un bucle sinfín donde tragaba para vomitar, para volver a tragar y vomitar, y repetir hasta más no poder. Si hubiese tenido un atracón sería bulimia, jamás ha tenido y como se ha puesto en un peso normal la anorexia ha desaparecido.
—Medio año. —Se repite incrédulo, maravillado con su propio cuerpo.
—Ash... —Eiji se ha levantado somnoliento, se restriega los párpados con movimientos soporíferos, sus orejas se encuentran desordenadas, son tan esponjadas como su cabello, la apariencia hogareña le roba una sonrisa—. Vamos a la cama. —Entonces, le extiende una palma.
—Vamos. —Y Aslan la recibe.
Si cualquier otra persona lo hubiese encontrado examinando su cuerpo semidesnudo habría tenido que dar una serie de explicaciones, lo habrían arrinconado para que expusiera comportamiento que ni siquiera es voluntario. ¿Hola? A nadie le gusta tener una enfermedad crónica que te lleva directo a la tumba. Si bien, eso no es excusa para tratar al mundo como se le dé la gana, no es rico forzarse a explicar absolutamente todo su comportamiento, mitiga las crisis como puede.
Y Eiji nunca le pide explicaciones.
Porque no tiene que entenderlo, solo amarlo.
—¿No puedes dormir?
Se han recostado frente a frente en el nido, las palmas de Eiji lo están acunando, deslizándose desde sus brazos desnudos hasta su espalda cristalizada por cicatrices, se pregunta si algún día sanarán, si podrá completar su metamorfosis y no nacer en otro cuerpo, sino mitigar las partes que ensuciaron.
—No puedo, roncas demasiado fuerte, onii-chan. —El aludido tensa el entrecejo e infla las mejillas, lo ha ofendido, incluso sumergidos en una oscuridad líquida es capaz de precisarlo.
—¿Seguro no fueron tus propios ronquidos? —Aunque se queja, permite que su cola de lince lo abrace alrededor del vientre, su naturaleza lo ha vuelto más protector, por primera vez agradece ser un alfa.
—Quizás fueron los ronquidos de nuestros cachorritos. —Eiji bufa, divertido.
—Si roncan como tú será una pesadilla.
Se quedan en silencio, Ash se encuentra a sí mismo maravillado por los ojos de Eiji, gracias al reflejo de las estrellas que pende tenuemente por las cortinas su iris da la impresión de fluctuar, como un espectáculo de iridiscencia. Se miran cafés, luego un cobrizo vibrante, después pasan a ser dorados, y luego cafés otra vez. Sus pestañas oscuras generan un contraste precioso ante tan cerosa piel, ama este cuadro, cree que podría admirar siempre esos ojos que ahora no solo crean universos enteros, sino que le dan la ventana para vislumbrarlos.
—¿Estás bien? —El omega deja caer esa pregunta al aire, la suelta igual que una bomba atómica, la siente expandirse desde esos delgados labios hacia el resto del cuarto, destrozándolo. Porque ponen un tema real a pesar de la incomodidad.
Gracias, gracias por preguntar.
Gracias por importarte.
—Lo estoy. —Ash bebe del cobrizo que desprenden sus pupilas, del cabello esponjado danzante en la almohada, de las mejillas ruborizadas y las caricias purificadas, es sanador. Ibe tiene razón, Eiji no es un ángel ni debe satisfacer las expectativas de nadie, incluso siendo humano, lo salvó—. Pero no puedo dormir por tus ronquidos de conejo. —Se vuelve a burlar.
—Entonces, hablemos hasta que te quedes dormido. —Ninguno puede apartar la mirada del otro, se profesan maravillados.
—¿De qué te gustaría hablar? —El omega frunce los labios, sus pies se han enrollado casualmente bajo las sábanas, es tibio y agradable—. Son las tres de la mañana aún.
—El otro día Bones me dijo que siempre has escondido las armas en la casa. —El comienzo es torpe y áspero, como los bordes de un risco rocoso—. ¿Por qué jamás me he tropezado con alguna pistola? Yo limpio el cuarto.
—¿Eso? —El lince no pierde la oportunidad para esbozar una sonrisa sagaz—. Las escondo en los estantes altos porque eres bajito y así no las encontrarás. —El omega abre los ojos de golpe, un rojo furioso pinta su rostro, robándole una risa altanera.
—¡Ash! —Chilla, más, no se aparta—. Eso hiere bastante mi orgullo, ¿sabes?
—Supongo que no todos pueden tener la altura de un modelo. —El conejo arruga la nariz, sus fosas nasales se expanden frenéticamente antes de volverse a comprimir.
—Sing será más alto que tú. —Le rebate—. Yue lo ha apostado y le creo.
—Esa serpiente es una terrible influencia para ti.
—Dice que no sabes usar desmaquillante. —Se burla, consiguiendo que ruede los ojos—. Y que él vestirá a nuestros cachorros, no quiere que Shorter les contagie de su estilo. —Ha sido amable en formular esa oración, le sorprende hasta donde llegan los modales de los japoneses y le encanta.
—¿Estás más tranquilo con el embarazo?
—El embarazo es un dolor de culo. —Se queja, encogiéndose hacia el alfa, quien no vacila al cambiar las posiciones y ser quien acune ese esbelto cuerpo entre sus brazos—. Jess me ha hablado de los síntomas, es lo normal, pero aun así me molesta sentirme tan...
—¿Sensible? —Se mofa.
—Vulnerable. —Eiji se encoge aún más hacia el alfa—. Agradezco que estés para darme seguridad. —Su conejito ha comenzado a restregarse de forma inconsciente bajo el mentón de Ash, robándole un ronroneo mimoso. Esto es estar anidado, el simple hecho de estar recostado a su lado es especial.
—Te amo. —Le presiona un beso en el cabello—. ¿Puedo preguntarte algunas cosas al azar?
—¿Hacerme preguntas al azar? —Balbucea, sus orejas se han crispado hacia el cielo igual que uno de los viejos resortes de la cama, delatando la emoción—. ¿En una especie de pijamada?
—Sí. —El aire se ha tornado denso, tiene los pulmones pesados y el corazón doliente—. Nunca tuve una. —Recuerda con amargura, aferrándose aún más a su pareja—. No esa clase de pijamada.
—Podemos. —Eiji no le permite ahogarse—. Pregúntame lo que quieras.
Se quedan dormidos charlando.
Lo segundo que ve Ash cuando despierta, es a su omega dormitando.
Se da un momento para captar semejante belleza, usualmente es Eiji quien lo despierta a golpe para que vaya a desayunar. Así que se sumerge en este cuadro, en la suave curva de sus mejillas rosadas, en esa linda nariz de botón que al expandirse hace más obvia su naturaleza de conejo, en una sonrisa arrebatadora alzándose con timidez entre sus sueños. Se dedica a contar las pestañas de carbón, se cuestiona si incluso en la serenidad de este momento sus ojos cambiarán de tonalidad, es precioso.
No pretende despertarlo, ha decidido sorprenderlo con el desayuno en la cama, tendrá que ir a una tienda comercial y fingir que ha cocinado, pero es más seguro que quemar la casa. Se obliga a dejar la comodidad de las sábanas para poner en marcha su cita dominical, antes de salir se detiene justo frente al vientre del omega y presiona un tímido beso en aquel lugar, dándole susurros dulces a sus cachorros, esperando que algún día se muevan para responder.
Lo tercero que ve Ash cuando despierta, es a Shorter Wong ensangrentado en la sala de su hogar.
—Ash... —Hay sangre embarrándole tanto la ropa como las manos, parece en shock, se ve ido.
—¿Qué diablos te pasó?
—Estoy jodido. —Murmura, inclinando su mandíbula contra sus nudillos, encorvándose aún más en su sillón, las fundas se han empapado de sangre, su piso está goteando, los lentes de sol yacen rotos contra el arco de su nariz—. Asesiné al clan Lee, perdí el control.
Ayuda a Shorter a asearse, le trae recuerdos, él tallándole la espalda en una mugrienta tina, su mejor amigo reducido a un ovillo tan pequeño que se le marca cada vértebra bajo la piel, la destemplanza del agua escurriendo por los bordes de marfil, las pupilas irritadas en perpetuo estado de ida mejor conocido como el shock, su piel más pálida a causa de la recaída, la boca temblorosa que pronuncia la misma palabra una y otra vez mientras Aslan recoge sus pedazos:
«Perdón».
Luego.
«Perdóname Ash, prometo no volver a recaer».
Ash sabe que esto no se trata de una recaída, aun así, le es inevitable remontarse a los catorce años, cuando descubrió que la primera persona amable con él también era vulnerable y necesitaba apoyo, su primer vínculo seguro de reciprocidad, es raro todavía repasarlo. Niega, encarrilando sobre las vigas sus propios pensamientos, regresando a la espalda huesuda del alfa, a la estampida de matices que se ha forjado en el agua entre la sangre, el tinte púrpura de su cabello y el jabón.
Shorter se mantiene aislado en sus páginas mentales, como si el hueso que mejor pudiese proteger su corazón fuese su cabeza. Eiji ha despertado por el ajetreo, es amistoso, prepara un té con varias hierbas para fomentar la calma y lo logra.
Cuando finalmente regresan al comedor (el omega debió limpiarlo mientras se encargaba del alfa), toman asiento los tres y la charla comienza, siendo honesto, no le importa si el clan Lee ha perecido, era inevitable, le hizo la promesa a Yut-Lung y con la pandilla estaban planificando el golpe para fin de mes, este representaría su último asesinato antes de abandonar el manto de líder, lo que a Aslan le preocupa es la expresión quebrada de Shorter, luce perdido, tan perdido como esos días grises.
«Perdóname, Ash».
—No lo soporté. —La frase se quiebra en la garganta de Shorter en un ruido polvoriento, las palabras impresionan estar hechas de arena, se ve realizando un esfuerzo sobrehumano para formularlas—. He visto a sus hermanos menospreciarlo mientras lo cortejo, pero está vez fue diferente.
—¿Por qué? —Eiji está apretando con fuerza las manos de Shorter, sabe que Aslan no es de piel y aprecia que alguien sí lo sea en este momento—. ¿Qué pasó?
—Ese bastardo de Hua-Lung intentó obligarlo a pasar el celo con él, estábamos juntos en su cuarto, Yue me pidió que me escondiera, su hermano entró y... —El alfa palidece, alza lentamente una mano hacia su boca, conteniendo una arcada—. No pude quedarme sin hacer nada, se veía tan resignado, como si supiera que defenderse no cambiaría su destino, no pude, se veía frágil y roto.
Roto.
Entiende perfectamente a lo que se refiere.
—Es su hermano mayor, no pude tolerarlo, la manera en que lo tocó y lo intentó tomar, yo jamás le haría algo así a Nadia o a Sing, ¡la familia se supone que está para ayudarse! Fue enfermo.
—Shorter...
—Perdí el control, Ash. Hace mucho no me pasaba. —Esa es la cuestión con los alfas, dominantes o recesivos se encuentran destinados a la violencia. Especialmente en los días de consumo donde no existía la regulación, era común que Shorter se apagara en ciertos episodios de intimidación, a causa de las drogas se desconectaba, dándole pie al instinto—. Fue muy tarde cuando regresé a mí mismo.
—Tarde o temprano íbamos a matar a todos esos bastardos.
—No solo fue eso. —Shorter alza el mentón, tiene los ojos vidriosos y la boca reseca—. Yo lo mordí.
—¿Qué? —Las palmas de Eiji se crispan por reflejo.
—Mordí a Yue en la nuca.
No sabe qué responder a eso, queda entre la espada y la pared.
Por un lado, quiere ser un buen amigo y consolarlo, decirle que no ha sido su culpa, que lo hizo para proteger a quien amaba así que está bien, que solo Dios sabe lo mucho que lo entiende, que también lo ha encarnado con su propia piel, quiere estrecharlo entre sus brazos aunque repela el contacto y ser un apoyo. Por otro lado, teme que esas palabras despierten una retraumatización en Eiji acerca de su propia transgresión en la bodega, lo mordieron sin consentimiento, aún lo recuerda cayéndose a pedazos entre sus brazos, llorando desconsolado porque Arthur pretendía venderlo. Es un dilema, responde a la lealtad o al amor, no ambos.
—Shorter... —Para el asombro de todos, es Eiji quien habla—. De seguro Yue está preocupado por ti, te fuiste después de morderlo ¿no? —Tiene la voz suave y delicada, como el aleteo de una pluma suelta en la brisa. El nombrado asiente, intentando mantenerse acá.
—Probablemente me odie.
—No lo creo. —Eiji tiene el impresionante talento de ser dulce y comprensivo incluso cuando pelea, el alfa sabe que eso le garantiza la derrota durante el resto de su vida y lo acepta—. No fue tu culpa, no estabas en tus cinco sentidos cuando pasó. —Los dedos del omega se tensan encima de la áspera mano de Shorter, le acarician desde los nudillos hacia la muñeca, el consuelo resulta reconfortante y exitoso—. Si lo marcaste fue porque te importa y no querías que sufriera más.
—Eiji... —El alfa se mira conmocionado por esas palabras—. Soy igual a Arthur, lo siento.
—No. —Le asegura, sin dejarlo bajar el mentón—. Ustedes dos no han hecho más que protegernos, incluso si nosotros somos la casta más apreciada, nos han mantenido a salvo. —Su omega le arroja una mirada fugaz, no debe profundizar para tener la certeza de que hace alusión al asesinato de la hiena, hay cosas que simplemente no puede controlar.
—Deberían hablar. —Ash apoya a su pareja—. Le importas a la víbora, lo sé.
—No creo que Yue quiera verme. —Y entonces...
—¡Lynx, abre la maldita puerta! —El rey de Roma se hace presente—. ¡Sé que está ahí dentro! ¡No voy a permitir que escondas al cobarde! —Shorter traga duro antes de pararse del sofá, dejándolo estático en las fundas de cuerina, sus zapatillas embarradas se mueven lentamente hacia la puerta.
—¿Seguro? —Es un ruego hacia el omega—. ¿De verdad crees que no me odie?
—Tienes una manera de averiguarlo. —Shorter suspira en la crónica de una muerte anunciada, llena sus pulmones de aire en lo que impresiona una eternidad antes de girar el pomo.
—¡Lynx!
Yut-Lung queda sin aliento tras ser recibido por el alfa, está hecho un desastre, no se asemeja nada al lujo inalcanzable que desprende en el estudio de fotografía, posee el cabello revuelto, sangre aún pende de su nuca herida, su ropa es roñosa y vieja, se ha puesto zapatos diferentes, probablemente corrió apenas su mejor amigo huyó, porque es correspondido. Aslan se maldice internamente, serán un dolor si llevan una relación y aun así, le alegra.
—¡Tú...! —Una bofetada retumba por el apartamento, dejándolos a todos boquiabiertos, sus pupilas amatista se encuentran cristalizadas y acumuladas de llanto, tiene la cara roja por la pena, los labios le retiemblan—. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? —Shorter baja el mentón, avergonzado.
—Lo lamento.
—¡¿Tienes idea de lo mucho que me preocupé?! —El alfa pierde el aliento ante semejante muestra de fragilidad—. Te fuiste herido y... —No duda en estrecharlo contra su pecho—. ¡Eres un idiota!
—Lo sé.
—Eres un idiota desconsiderado que se viste horrible, hace lo que quiere, me sigue coqueteando a pesar de haberte dejado más que claro que no te necesito, eres insoportable Shorter, es asqueroso cómo te las has arreglado para contagiarme con tus cursilerías, eres de lo peor, marcarme para huir, ¿acaso estás loco? Debes tener las peores tácticas de cortejo en la faz de la tierra, las odio.
—Lo sé.
—Estaba preocupado.
Yut-Lung se aferra a Shorter como si su propia vida dependiese del toque, se hunde entre su mentón y el cuello, bebe de sus feromonas con desesperación, siente la tibieza que desprende su cuerpo, se atreve incluso a soltar un ronroneo en esta escena, es frágil, es pequeño y Ash se identifica con dicho sentimiento. El alfa lo envuelve suave, repasa la marca con cuidado, repite en silencio esas mismas palabras que no arreglan nada cuando el daño está hecho pero resultan reconfortantes.
«Perdón».
«No quise hacerlo».
Eiji se encarga de aligerar el ambiente una vez que se apartan, primero cura la herida del omega con uno de esos parches que Skipper les regaló antes de enfocarse en las heridas del alfa. Yut-Lung le es irreconocible tiritando en su sala de estar, han quedado a solas, detesta la presencia del histriónico porque lo descoloca, nunca sabe qué hacer o decir para ganar. Debe estar asustado, piensa. Cuando recién se percató de sus verdaderos sentimientos por su novio fue horrible, la intrusión no tardó en hacer de las suyas igual que la autodestrucción.
No son dos caras de la misma moneda, Yut-Lung no es Ash, pero empatizan en esta situación.
—¿Te duele?
—Mis hermanos están muertos. —Murmura, ignorando la interrogante del alfa—. Finalmente están muertos. —Sus esbeltos y pálidos brazos lo envuelven a sí mismo, más que una serpiente venenosa, le parece una culebrita aterrada en su nido, a merced de los depredadores—. Soy libre.
A pesar de esa presunta libertad, el omega ha roto en llanto, Aslan es capaz de empatizar alrededor del vacío que la venganza implica, ni matar a Dino Golzine, ni acabar con el Club Cod, ni destruir al clan Lee va a arreglarlo. Es duro percatarse, metabolizar, procesar y digerirlo, como si en plena caída desde un rascacielos se diese cuenta de que efectivamente morirá apenas choque contra el piso, es romper el estado de disociación y ver el mundo real por primera vez. Es esto, no habrá acto mágico que los retribuirá.
—Es patético. —Yut-Lung tensa los puños hacia sus rodillas, colérico, ha arrugado los bordes de sus jeans gastados, blanqueando la tela por la fricción—. Debieron sufrir mucho más, debí hacerlo con mis propias manos para garantizarlo. —La voz del omega se eleva un par de tonos, es una ópera in crescendo de rencor—. ¡Debí matarlos! ¡Debí arrancarle los colmillos! ¡Debí torturarlos!
—Aunque lo hubieras hecho... —Es la primera vez que lo ve desde que llegó—. No te sentirías mejor.
—¿Así te sentiste luego de matar a Dino?
—Hasta el día de hoy. —Yut-Lung le responde con una sonrisa sarcástica.
—Entonces, esto es todo. —Brama. —Nadie me va a pagar por lo que me hicieron sufrir, tengo que resignarme a estar jodido para siempre, no me parece justo.
—No tiene que ser así.
—Si me vas a dar una charla de autosuperación voy a vomitar. —Le advierte.
—Yut-Lung.
—No necesito que un gato doméstico me dé palabras de aliento cuando lo tiene todo, tienes amigos que te quieren a pesar de lo que has hecho, tienes a tu omega perdidamente enamorado y dispuesto a formar una familia, es injusto, no te he dado el derecho a compadecerme, no somos iguales, tú lo tienes todo y yo... —El más joven se levanta—. ¡Nunca he tenido nada además de la venganza!
—Lo tienes. —Si bien, no es la clase de hombre que anda reconfortando a los demás—. Shorter lo hizo porque te ama, eso cuenta. —Es su obligación moral ser un cable a tierra, por muy irónico que resulte si se considera su naturaleza, ha estado en estos mismos callejones de destrucción—. Los chicos en la pandilla también te aprecian.
—No empieces.
—Eiji igual.
—¡Silencio!
El omega lo afirma del cuello de la camisa, lo zarandea contra el sillón, parece estar echando humo por la rabia, solo al mirar la desesperación que arde en sus pupilas, mide lo realmente solo que está. Aslan tuvo la fortuna de conocer a personas buenas a lo largo de su camino. ¿Qué hay de Yut-Lung?, ¿quién le mostró más allá del rencor?, ¿quién lo apoyó?, ¿quién lo defendió cuando abusaron de él sus propios hermanos? Nadie.
—Realmente le importas a Shorter. —Por eso es tan duro aceptarlo ahora—. Deberías hablar con él.
—Como si fuera muy fácil.
—No dije que fuera fácil, sé que no lo es. —Diablos, suena igual que su psicóloga—. Pero si sigues con ese comportamiento insoportable alejando a quienes te quieren... —De pronto, él ya no le está hablando a ese omega venenoso—. Te terminarás quedando solo. —Sino a un niño lastimado.
—Lo sé.
Se quedan en silencio hasta que Shorter y Eiji irrumpen en el comedor.
La conversación que tienen es torpe y forzada, gatilla las letras y alterna las emociones. Aslan no es capaz de descifrar qué es lo más extraño, ser testigo de un momento tan íntimo pero ajeno, o verse claramente reflejado en Yut-Lung Lee. Supone que el terror a corromper la inocencia florecida es un poco compartido, porque las personas buenas como Eiji y Shorter perecen ante las espinas, incluso el principito se cansó del rechazo y huyó de su planeta por la indiferencia de la rosa, aunque es parte de domesticar, espera que el recesivo tenga paciencia suficiente para acercarse cada día más aquel animal herido hasta ganarse su confianza.
—Ya deberíamos irnos. —Es Shorter quien toma la iniciativa, la calma ha dominado el apartamento, no han tenido una conversación reveladora, pero para ese omega debe ser bastante duro exponerse ante tantos desconocidos, exponerse es una debilidad, es peligroso aceptar la inherente fragilidad—. Aún tenemos que charlar.
—¿Seguros? —Eiji es incapaz de disimular su preocupación—. Pueden quedarse si eso quieren.
—Has sido muy amable por tu hospitalidad, Eiji. —Esas pupilas amatistas se han suavizado a campos de lirios—. Gracias. —El desgraciado disfruta un favorito y no lo disimula, quizás no sea tan terrible tenerlo cerca de sus crías, solo tal vez queda un poco de amor que ofrecer dentro de su carcasa.
—Asegúrense de llegar bien.
—No te preocupes, Eiji. —Shorter ha rodeado con el brazo los hombros del más joven, no es brusco, mucho menos demandante, es protector, este idiota siempre anda protegiendo a los demás, espera que a su manera, la víbora pueda protegerlo de regreso—. No lo dejaré solo.
—¿Por qué? —El tono de Yut-Lung es tan ofendido como anonadado, le cuesta trabajo creer que el alfa se haya mantenido a su lado a pesar de la sangre que se derramó.
—¿De verdad me lo preguntas?
—Ni siquiera me conoces desde tanto. —Entonces, su mejor amigo le lanza una sonrisa especial.
—Bueno. —Una sonrisa que conoce a la perfección al esbozarla, pero nunca había visto en Shorter—. Porque estoy enamorado de ti, pensé que había sido claro. —Y puede ver cómo la armadura de Yue se hace trizas en este instante, se quiebra, se aparta para caer hasta el suelo en una montonera que sin importar cuánto recoja, ya no le servirá.
—Ya veo.
Esos dos también están anidados, lo sabe.
Qué curioso es el amor.
Se queda acurrucado con Eiji en el comedor, acariciando su pancita en silencio, deleitándose con la calidez que desprende este esponjado conejo mientras digiere lo que acaba de sobrevenir, el clan Lee ha muerto, no tuvo la oportunidad de hacer el trabajo final ante la pérdida de control de Shorter, le dará tiempo, no lo va presionar, mejor que nadie aprecia lo duro que ha batallado su mejor amigo por mantener el control de su naturaleza, es imposible salir impune de las drogas, supone que tarde o temprano vienen las consecuencias. Aun así, espera que mañana le cuente que se ha vuelto pareja de esa insoportable víbora, morirá antes de admitirlo, solo espera verlos juntos.
—Shorter mordió a Yue. —Eiji divaga en voz alta, tiene la cabeza apoyada en el hombro de Aslan, luce cómodo con los toques en su vientre y lo comprueba ante el dulzor en sus feromonas—. He escuchado que si un alfa más fuerte muerde la nuca de un omega marcado puede imponer su propio vínculo. —Parpadea, confundido.
—No lo sabía.
—No ocurre en muchos casos. —El omega se ha unido a sus traviesos jugueteos por encima del vientre—. Pero espero que sí ocurra en el de ellos, aunque Shorter sea un recesivo, dan la impresión de tener una grandiosa compatibilidad. —Las palabras de su mejor amigo acerca de ese sentimiento imposible de describir le caen como un balde de agua fría.
—¿Cuestión de destinados?
—¿Quién sabe? —Eiji se gira en el sillón, acomodando sus palmas encima del pecho de Aslan—. No creo que sea mala la mordida de un alfa, es un símbolo de compromiso mayor que el matrimonio.
—¿Eh? —Ash alza una ceja, pícaro—. ¿Estás insinuando algo, onii-chan?
—Sí. —Responde sin inmutarse, las mejillas del rubio arden ante tan descarada mirada, queman, se ven repletas de llamas que se hacen cenizas—. Te estoy arrojando una indirecta. —Su atención salta hacia la marca en la nuca de su novio—. Ya está desapareciendo, era solo temporal.
—¿Las permanentes no deben realizarse durante el sexo? —El omega se encoge con falsa inocencia.
—Tendremos que averiguarlo, supongo. —Dios, este hombre es su perdición.
—¿De verdad te gustaría? Es una decisión importante. —Aslan mira a sus propias manos nerviosas trazando círculos en el vientre plano del japonés, la miel de la luz ha endulzado su bronceado suave para convertirlo en una imagen que no puede dejar de saborear, la disfruta.
—¿Realmente me preguntas esto considerando los cachorros?
—Justamente por eso lo pregunto. —Trata de explicar—. No elegiste quedar embarazado, aunque los quieras tener sé que es un momento duro para ti, por eso quiero hacerte la vida más agradable, asegurarme de que las decisiones que tomemos efectivamente sean lo que quieras, tienes derecho a ser egoísta si tienes un flamante novio que te desea mimar.
—¿Tengo un flamante novio? —Se burla, elevándose los centímetros suficientes para quedar cara a cara—. ¿Dónde está?
—Eres malo conmigo. —Ash gimotea.
—Lo dice quien escondía las armas en los estantes más elevados porque yo no alcanzaba. —No se le ha olvidado, tampoco se le olvidará, ha sellado su condena y lo lamenta—. Ash...
—¿Sí?
—Quiero que me muerdas. —La confesión brota como una sinfonía de los labios del omega, es una orquesta con una infinidad de emociones, pende la vergüenza, retumba la inseguridad, la pena hace de acorde, la añoranza es la voz principal—. ¿A ti te gustaría? Tampoco quiero pasarte a llevar.
—Me gustaría. —Se permite aceptarlo en voz alta—. Y también quiero que me hagas una marca permanente. —Son escasos los casos donde ambos se marcan, implica un compromiso inefable que durante mucho tiempo tuvo atañido a una percepción sucia, sus clientes trataban de forzar las marcas, de ahí las rechazó y ahora, le es lindo finalmente anhelar una.
—Supongo que eso nos lleva a otro nivel de relación. —Eiji se ríe nervioso, su cabello se bambolea aún más bajo las luces doradas de las lámparas, su voz viaja por el aire, cae en un precipicio de confusión que dejaron Shorter y Yut-Lung hasta encontrar su camino a casa—. No te sientas forzado a hacerlo por nuestros cachorros. —Le advierte con un toque de dolencia.
—No lo hago. —Aslan acuna esa inseguridad, entrelazando sus manos para poder presionar un beso encima de los nudillos—. Es porque estoy perdidamente enamorado de un terco, terco, terco...
—Otra vez exageras con los tercos.
—Terco conejito. —Su cola se ha instalado caprichosa junto al pompón de Eiji, el desborde de pasión en esos ojos cafés lo traiciona, opacando la indignación—. Nunca he estado tan seguro de algo, son pocas veces las que me he atrevido a soñar porque la decepción duele, lo aprendí muy joven, pero por alguna razón se siente diferente cuando se trata de ti.
—Entiendo el sentimiento. —El americano se muerde una sonrisa mientras se acercan en el sillón, no queda vergüenza, se rebuscan en la oscuridad iluminada por la tenue neblina de estrellas—. Te amo, Aslan. —La cabeza aún le da vueltas por esas dos palabras, las palmas le sudan, el corazón se le dispara.
—También te amo, Eiji. —Es afortunado, se lo repite a diario y lo agradece—. Ahora sigamos con el maratón que estábamos viendo de Plaza Sésamo antes de que nos interrumpieran.
—Eso no significa que los cachorros aprenderán inglés más rápido ¿sabes?
—Mientras hablen mejor inglés que tú, estarán bien.
—¡Ash!
Espera que Shorter también encuentre esta felicidad doméstica, esta pequeña chispa cotidiana que lo hace mirarse al espejo durante un bajón y decir:
Mantente fuerte por ellos.
Así que tenemos una mordida permantente pendiente con estos dos~ Pero no la veremos hasta un par de días y ya estamos finalizando, entramos a los últimos dos temas, de Ash y Eiji correspondientes. Mil gracias por el cariño.
¡Nos vemos mañana en prisión!
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