22. Pelea/Protección.
¡Hola mis bonitos lectores! Someone missed me? Hoy ha sido un día extraño donde quedé media desamparada y no creo poder llegar a mi pequeña casa para ser feliz en un rato, pero igual encontré la manera de subir esto porque no me iba a atrasar dos días, de hecho tengo el capítulo que corresponde a hoy, pero no lo subiré, porque son los más fuertes de la trama, es mucho para digerir de golpe, así que con promps más suaves me pondré al día otra vez. El encuentro con Arthur no es largo, pero a mí se me hizo intenso.
¡Espero que les guste!
—Eso hace cosquillas, cariño. —La ternura en la voz de Eiji le roba una sonrisa automáticamente, es la primera vez que escucha el apodo, repasa de forma mental las inflexiones en la tonalidad, saborea como si fuese miel cada una de las letras, las degusta, las prueba como un crítico antes de aceptarlo.
—¿Cariño? —Adora que le haya puesto un apodo empalagoso—. ¿Estamos en ese nivel?
—No lo sé, tú eres el genio. —El omega se burla, está recostado encima del nido, con la novela que le regaló entre las palmas (Aslan sospecha que no la ha leído, que se ha entretenido con las bonitas ilustraciones entre las páginas), con el suéter alzado en el tórax solo para que el alfa pueda trazarle círculos en el vientre, navega con las yemas desde su ombligo hacia su cadera—. ¿Lo estamos?
—Un bebé parece lo suficiente para llevarnos a otro nivel. —Su pareja bufa, removiendo un mechón entintado durante el proceso hacia su nariz, Ash tiene muchas ganas de acomodarlo, es una excusa para olfatear las feromonas de su compañero y reconoce el descaro—. Eso dicen mis 200 de IQ.
—Presumido.
Se quedan en silencio, con el japonés pretendiendo leer esa desastrosa novela mientras él lo repasa con una ternura que no creía posible brotando de su cuerpo, el vientre sigue plano, el cachorro es demasiado pequeño para ser un bulto o incluso para ser sentido, y aún así se las ha arreglado para ser lo más emocionante (y aterrador) en su vida. Él no sabe por dónde iniciar enlistando sus temores, la terapeuta le ha dicho que es bueno concretizarlos para poderlos trabajar, así que lo intenta: van desde la posible paternidad de mierda que Jim le heredó, pasan por pánico a que su pasado extinga a un inocente y terminan con que el saco de progenitor le quede muy grande.
Sí, en el fondo se encuentra aterrorizado de no poder ser un buen papá, todavía es un simple niño, que inclusive así no tuvo una infancia, ¿cómo va a criar a uno?, ¿qué pasa si el bebé nace y conoce exactamente lo que es?, ¿si lo odia?, ¿si sabe que es un asesino y le teme por instinto?, ¿sino logra controlar sus síntomas del PTSD y termina haciéndole daño?, ¿sino puede alimentarlo y es hipócrita considerando su propia anorexia en remisión discutible?, ¿si revela su pasado? Le daría vergüenza a cualquiera enterarse de que papá ha sido una superestrella.
Sí, es mucho para tomar.
Han sido semanas abruptas y violentas.
Además, quiere apoyar a Eiji en esto, quien una vez procesada esa fragosa paternidad, impresiona disfrutarla mucho más, sigue con miedo, obviamente lo está, pero se muestra genuinamente alegre con las posibilidades que esto puede y no puede abrirle. Es curioso como el mero hecho de escuchar o estar para alguien muchas veces cambia un universo inmutable de sufrimiento.
Probablemente, ese es el corazón del sentimiento: «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado».
—Creo que puedo sentir su patada. —Aslan acomoda su oreja emocionado contra el ombligo de Eiji, le encanta ese lugar, es cálido y suavecito, desprende brasas de calor como si fuese su hogar, aunque claro, es consciente de que la verdadera chimenea yace dentro del corazón de este terco.
—Es demasiado pequeño, debes estarlo imaginando. —Y es verdad.
—Aun así, me gusta besar tu vientre. —Tras declararlo lo demuestra, presionando sus labios contra esa piel increíblemente bronceada que luce moteada a causa de la lámpara en la mesita, atardece, falta poco para lo inevitable, sin embargo, no desea pensarlo—. Y tu colita, amo morderla.
—¡Ash! —Eiji suelta la novela.
—¿Qué? Es la verdad. —Lo ha alzado ligeramente de las caderas para poder enrollar sus dedos en ese travieso pompón negro, el cual se retuerce dichoso de las caricias, no es el único desafortunado al que su naturaleza dominante le da una mala jugada—. Creo que le gusto. —Procede a morderlo.
—¡No hagas eso! —El omega se encoge con timidez en el nido—. Es un lugar sensible.
—Lo sé. —Dios, su puchero es irresistible—. Estoy intentando provocarte, onii-chan.
—Eres malo. —Aún tras esa mueca molesta, yace un resplandor en sus ojos acompañado de tenues hoyuelos que lo convierten en un cuadro irresistible para Ash.
—¿Cómo te sientes con esto? —El ambiente cambia ligeramente, no se torna pesado pero sí más serio, es necesario abrirle el espacio a estas preocupaciones, hacerlas sentir validadas y bienvenidas o se irán acumulando bajo la alfombra hasta convertirse en una catástrofe insostenible—. Con el embarazo.
—Es complicado. —Es turno de Aslan de recostarse contra la cama, abrir sus brazos para envolver a su pareja, quien no duda en acurrucarse contra sus latidos, eso le roba un suspiro satisfecho y más de un ronroneo—. Estoy muerto de miedo siendo honesto, alcanzaré bien a terminar el semestre porque lo más duro del embarazo será en vacaciones, ya hablé con la facultad y no tienen problemas en darme tiempo o algunas libertades, son bastante comprensivos con los omegas.
—Me alegro.
—¡Pero atrasarme es tan frustrante! —Eiji gimotea, conteniendo un berrinche contra el pecho de Aslan—. Ibe-san va a estar decepcionado.
—Eso no es verdad. —No usa tono agresivo ni imponente para musitarlo, su objetivo bajo ninguna circunstancia es hacer menos su experiencia—. Te apoyará pase lo que pase. —Es un cable a tierra.
—Lo sé. —Bufa, rodando los ojos porque es jodidamente terco—. ¿Tú cómo te sientes con esto?
No lo sabe.
No tiene ni la menor idea.
Mierda.
Desde que sabe del embarazo no ha podido conciliar bien el sueño, tal como Eiji, presenta una serie de ambivalencias acerca de ese cachorro, no está preparado para la paternidad, no cree poder estar preparado nunca siendo honesto, es peligroso, es una máquina asesina, no se va a atrever a tocarlo cuando nazca porque va a ensuciarlo, sus manos están repletas de sangre, de tanta sangre. Y todavía así, lo que más le aterra es fomentar el apogeo de la negligencia, seguir con el ciclo Callenreese, que ni siquiera llore porque su bebé se rinda a la vida segundos de existencia, que mate su inocencia.
—Bien, me siento excelente.
—Ash. —El reproche en su nombre es obvio—. Puedes ser sincero conmigo.
—No quiero convertirme en Jim. —Bien, saca el pensamiento a tirabuzón, es mejor que olvidarlo para que se pudra en su mente, echando raíces entre el mosaico de sus inseguridades—. No tuve una gran paternidad y los patrones tienden a repetirse, así que... —Es turno del lince de encogerse, usa su cola para abrazarlos a ambos, Eiji no duda en acariciar las manchas en su pelaje—. Sí.
—Aslan.
—¿Qué pasa si no veo las obvias señales? —No necesita explicarle más al omega para que vislumbre el abuso al que se refiere—. ¿Qué pasa si hay más entrenadores de béisbol allá afuera? El cachorro será tan...Inocente, no me perdonaría no protegerlo sabiendo en carne propia lo asqueroso que se siente, no quiero que pase por esto, no quiero que lo ensucien, será mi pequeño. —No mide lo frágil de esa confesión hasta que contempla los ojos cafés de su novio, impresiona a punto de llorar.
—No pasará.
—No puedes prometerlo, no podemos predecirlo. —Ha usado hasta la última fibra de cordura para no alzar la voz, estas reacciones agresivas no son voluntarias, aunque las controla mejor.
—No prometo que no pase, no puedo saber lo que nuestro cachorro pasará o no en su vida, eso es verdad. —La tibieza que el omega sangra hacia su piel lo deja deshuesado y sediento, como si fuese una simple caña de pescar vieja, anhelante del mar—. Pero tendrá dos padres que harán todo lo posible para cuidarlo y hacerlo sentir amado, no para que no sufra, es imposible que no sufra, pero sí para que aprenda que ni el mundo, ni la vida se acaban acá.
—Eres... —Es incapaz de completar la oración.
—Lamento mucho por lo que has pasado y por la reacción que tuvo tu padre. —Tampoco lo necesita, este terco exterioriza, vislumbra, metaboliza y le devuelve su dolor limpio, es impresionante, jamás ha dejado de deslumbrarle esta capacidad de su amante, esa que atraviesa como fuego su alma.
—A veces lo odio, ¿sabes?
—¿A tu padre? —El alfa asiente, cae rendido contra la almohada, se ha entretenido cepillando las orejas de su amante mientras mira el techo blanco.
—Me cuestiono constantemente si habría sido diferente si me hubiese creído, si me sentiría menos sucio, menos quebrado, menos...Culpable, me siento culpable por lo que pasó y era apenas un niño, lo sé, y aun así de repente escuchó una voz que me dice que ha sido mi culpa, que yo lo seduje, que debí gritar más fuerte y no lo hice, qué lo disfruté y me lo merecía.
—Aslan.
—Entonces me doy cuenta de lo jodido que estoy gracias a eso, me da miedo que la gente me quiera por lo mismo, personas como Max y tú son tan intimidantes, siempre tengo el temor secreto de que algún día realmente me verán y se sentirán engañados, que les daré asco cuando noten que soy más traumas que un humano y me dejarán, eso me dolerá, no creo poder soportarlo, así que hago todo lo posible para que se alejen, así cuando lo hagan, finalmente podré mirar hacia atrás y decirme que lo sabía, que no valgo la pena y estoy pagando mi condena. No quiero darle eso a un bebé, se merece algo mucho mejor que yo.
Ash parpadea, dándose cuenta de todo lo que ha dejado salir.
—Aslan... —Los ojos de Eiji se han cristalizado al escucharlo, ha pronunciado con un tono indiferente y extraordinariamente frío su relato, como si charlase del clima no de abuso sexual infantil—. Has pasado por mucho solo.
—No quise incomodarte, perdón.
—No. —Pero es Eiji de quien está hablando—. Te amo y nada de lo que puedas decir va a cambiarlo, aunque elijas contarme absolutamente todo sobre tu pasado o escojas permanecer en silencio con tus heridas, eso no cambia mi amor por ti, te he dado mi alma, ¿no es prueba suficiente?
—Lo es. —De pronto, se profesa cohibido—. La inseguridad no es voluntaria, llega de golpe.
—Lo comprendo. —Se inclinan en la cama para quedar cerca de sus rostros—. Aun así quería hacerte saber cómo me siento por ti, idiota. —Eso lo hace fruncir el ceño.
—Prefiero cariño.
—Cariño es para cuando no eres idiota.
—¡Eiji! —Y está riendo otra vez, aferrándose a esa tentadora cintura, meneando su cola en un círculo de protección contra el destino mientras el pasado se quiebra en su garganta, no puede estar lleno de pasado, se repite, si tiene tanto pasado no hay futuro, ahora hay alguien por quien considerarlo, dos personas en realidad—. ¿Cómo es tu padre? —Nunca ha profundizado más en el tema.
—Estricto. —Le resulta disonante con el mohín melancólico que le entrega—. No creo agradarle en realidad, siempre me ha encontrado demasiado debilucho, solo se enorgullece de mí por mi casta, incluso cuando practicaba salto de pértiga parecía decepcionado por mi falta de talento.
—No se escucha agradable.
—Ni lo es. —Bufa, tensando sus yemas alrededor de las manchas en su rabo de depredador—. Debe estar muriendo, él lleva años enfermo por el hígado, pero cuando me fui estaba especialmente mal. —Al omega le es duro tragar—. Soy un hijo terrible, debería importarme más y acá estoy.
—No creo que la familia se deba forzar.
—¿A qué te refieres? —Trata de ordenarse, pero su mente es un tren bala en plena coalición.
—Griffin es mi medio hermano, pero lo amo más que a cualquiera con ese apellido, igual que a Max, ni siquiera somos familia de sangre y lo considero mejor padre que a Jim. —Enrojece con fuerza tras musitar aquello, maldice haberse puesto tan sentimental, le basta inclinarse para saber que Eiji no se lo perdonará fácilmente, ha metido la pata.
—¡Sabía que lo querías! —Tiene una sonrisa altanera pendiendo entre sus mejillas—. Lo amas.
—Ya basta.
—Amas a Max pero lo llamas viejo y lo insultas cada vez que lo ves. ¿Qué eres? ¿un gato? —Se burla, enrollando sus dedos alrededor de su cola—. En el fondo lo sabes, eres un gatito doméstico.
—¡No es verdad! —Chilla, levantándose ofendido.
—Claro que sí, mira. —La desgraciada de su cola se atreve a frotar contra la mejilla de su novio, luce empalagosa y cursi, es una imagen enfermiza—. Creo que tu rabito me gusta más que tú, él es atento y me da siempre la razón.
—¡Eiji! —Okey, el nivel de la discusión se ha tornado ridículo, es ofensivo para su intelecto superior.
—Definitivamente es mi favorito. —Y se vuelve mil veces más ridículo cuando Eiji decide empezar a besar la punta de su cola, esa donde hay una gran y esponjosa mancha negra característica de lince.
—Yo también quiero. —Finalmente reclama, alzándolo del mentón, disimulando un puchero.
—Entonces, bésame. —Eiji se ríe con una melodía hipnótica antes de envolver el cuello del alfa entre esos fornidos brazos y diablos, eso le ilumina el alma entera como un farol en medio de un océano olvidado—. Estoy esperando.
—Será un placer.
Sonríen entre el beso, Aslan lo recuesta aún más en la cama, acomoda su peso sin llegar a presionar, las palmas de Eiji se encuentran acariciando sus mejillas, trazando figuras azarosas, contando pecas de inocencia que no volverán a fulgurar jamás, él se derrite bajo estos toques, siente a los dedos de su novio acariciarle el cabello, enredarse hasta perderse en ese mar dorado hacia sus orejas, eso le arranca un ronroneo que se ve mitigado por su boca, lo besa con suma parsimonia, como si la misma galaxia se hubiese detenido para esto, es como si Eiji estuviese memorizándolo en caso de pérdida, saben lo que vendrán apenas se aparten, así que se atesoran, se adoran extendiendo sus caricias al último aliento hasta que llaman a la puerta.
—Jefe. —Se han separado apenas Bones entra—. Ya es hora. —Dios, la forma en que Eiji lo vislumbra le remece el alma entera, desatando un huracán que despierta a ese amanecer incoloro.
—No seas terco y quédate con la pandilla. —Finalmente el día de la contienda se ha presentado—. Por favor. —El alfa se lo suplica con voz débil, ha acunado sus mejillas mientras sus frentes reposan encima de la otra—. No te separes de ellos por ningún momento.
—Lo prometo. —Han acordado que los chicos, Eiji y Yut-Lung permanecerán en un refugio a salvo. Si bien, la idea era que contemplasen la pelea desde un lugar seguro, no es opción con el embarazo.
—Gracias.
—Odio esto. —Ash no es lo suficientemente fuerte para mirarlo a los ojos, no quiere verlos repletos de lágrimas que no derramará, con la boca trémula y la impotencia a carne abierta—. No quiero...
—Sé. —El alfa lo besa con amargura—. Prometo que será la última vez. —Es un juramento vacío, así como el omega no puede predecir las dolencias que pasará su hijo, él es incapaz de saber si regresará a casa.
—Jefe.
—Vamos. —Entonces se levanta, dejando a su alma congelada acá, con la mirada vidriosa en el nido.
—Ten cuidado. —Eiji hace un esfuerzo sobrehumano para no tomarle la mano, hace que la mente se le tambalee y el corazón le sangre, las mariposas en su pecho agonizan—. Si te pierdo a ti... —El cuarto se ve reducido a una nada descolorida, el aire pesa—. Me volveré loco. —No quiere ir, teme dejarlo, teme no volver cuando finalmente ha sido encontrado.
—Alex, cuida bien de él. —Pero debe ir para asegurar que tengan un futuro, incluso si eso significa que termine pereciendo, su novio estará a salvo, así que está bien—. No lo dejen solo ni un segundo. —La voz le brota con un jadeo lastimero, en un fuego a punto de extinguirse o una estrella muerta.
—Sí, de acuerdo. —La pandilla le abre paso en el cuarto.
—¡Ash! —Le duele que pronuncie su nombre con un tono tan desesperado—. ¡Vuelve a salvo! ¡Te estaré esperando, siempre!
Por siempre.
No da marcha atrás.
Debe enfrentar a Arthur.
Cain lo está esperando a las afueras del metro, igual que Sing, Shorter se ha quedado vigilando a los alrededores, Arthur le ha prohibido participar al conocer su carente neutralidad, el líder pandillero le ha susurrado algo que le es imposible de reconocer, ese encuentro se profesa irreal, como si fuese un mero espectador de una película, seguramente se ha olvidado de matar y su cuerpo se ha oxidado lo que es peligroso, lo sabe y aún así, mientras baja cada escalón metálico hacia el subterráneo, Ash es incapaz de abandonar el pensamiento de lo lindo que sería volver a su hogar, incluso con el terror calándole los huesos por la paternidad.
Ama a Eiji, lo ama y por primera vez, eso es suficiente.
Su contrincante no duda en reclamar por la presencia del alfa león, arroja un montón de argumentos irracionales que Aslan no tiene ganas de escuchar, está cansado, la sensación de hastío se ha vuelto bastante más común de lo que desearía, está cansado de las etiquetas que se coloca, codicia poder despertar en los brazos del omega, con el cachorro al lado y ser otra persona. Puf, como por arte de magia de pronto tiene una nueva identidad, una limpia, una agradable. Pero no pasa.
Tampoco pasará.
—Está decidido. —La voz de Cain le perfora los tímpanos como si fuese un taladro, Ash ha esbozado una mueca de desagrado, hay mucho ruido, aunque el subterráneo es silencioso no logra enfocar—. Denme sus pistolas. —Obedece, la ha traído por mera precaución, por si decidían atacarlo durante el trayecto, no ha ocurrido.
—No llevo ninguna. —Arthur le sonríe con saña, extiende la palma al aire en una ironía—. No puedo apretar el gatillo.
—Solo se permiten sus garras y sus colmillos. —Se apartan a extremos contrarios del metro—. Nada de jugar sucio, eso va para los dos. Si hacen algo extraño se la tendrán que ver con nosotros.
Desenfundan sus garras pero Aslan no siente las suyas, su cola está torpemente arrastrándose por el piso, no tiene idea de qué le pasa hoy, sabía que charlar con el omega antes de venir le haría mal, que lo desconcentraría porque intrínsecamente se vería preocupado. ¿Estará obedeciendo a Alex?, ¿estará comiendo la cena que le reservó? Le hará mal pasar hambre, su bebé necesita de nutrientes y la terquedad no lo alimentará, ¿dormirá en la noche incluso sino llega? Se pondrá triste, Eiji puede verse muy fuerte por fuera pero en el fondo, le es imposible dormitar sino reposa encima de Ash, lo más probable es que necesite de su nido, olvidó empacarle prendas, ¿cómo pudo olvidarlo?
—¡Ah!
Arthur ha hecho el primer movimiento, le ha arañado las muñecas, no es sutil, el corte se le incrustó como un hacha contra madera, marcando una línea blanca y pulcra en sus venas, dividiendo su carne en dos antes de que la sangre se coagule al punto de la putrefacción, mira estupefacto cómo chorros carmesí penden hacia el pavimento, le toma tiempo resolver que está herido, su cuerpo no procesa el dolor, igual que cuando era niño y debía desaparecer durante las violaciones, ya no está acá.
—Esta vez vas a sangrar de verdad. —La hiena lame los restos de las garras, es grotesco, le retuerce las tripas y lo hace retroceder, tiene el aroma de Eiji aún impregnado a la polera, debe concentrarse.
Concéntrate, concéntrate, concéntrate.
Concéntrate o te morirás.
Vuelve a arremeter, arrojándosele encima como el maldito carroñero que es, Aslan salta por reflejo, analiza desesperado los movimientos hasta esquivarlo, cree que Sing ha vociferado algo, no alcanza a metabolizarlo cuando el crujido de las vigas capta su atención, es de noche, es imposible que hayan trenes activos a esta hora, ha mandado a sus hombres a revisar la estación antes para asegurarse.
—¡Tren! ¡Viene un tren! —Aun así, sus presentimientos nunca fallan.
Él se inclina con todo su peso para atacar a Arthur, la mandíbula le pesa, la herida no deja de escurrir, es casi como si lo hubiese querido matar de un suicidio, a puros cortes desde los brazos a las piernas, ejerce fuerza hasta que los dientes le crujen en la cabeza, el corazón le arde, los huesos le queman, no va a poder mantenerse de pie, está cansado, ¿por qué diablos está tan cansado?
—Maldito... —Gruñe, intentando partirle la cara.
—¡Es hora de que mueras! —Entonces, Arthur lo patea hacia las vigas.
Lo siguiente que sabe es que el tren viene cargado de disparos, corre lo más rápido, se empuja hacia el límite de lo humano, Sing le ha arrojado el arma para que se defienda, sabe que es una trampa, y aún así, no duda en subirse al vagón, entrando directo a la boca del peligro. Las luces del carro son enfermizamente amarillas, les dispara y usa las balas del arma lo mejor que puede, derriba hombres como si fuesen moscas, la sangre se impregna a su alma, mientras más avanza más duro es caminar, las piernas le pesan y le tiemblan en una dulce ironía.
¿Cómo no estar lleno de pasado si él es su pasado?
No tiene tiempo para compadecerse, carga el revólver, reventándole los sesos a un sujeto, la carne explota justo encima de su rostro, le salpica sangre hacia los cabellos, pero otra vez, no siente nada, no es más que una bestia diseñada para matar. ¿Cómo volverá a su hogar así? ¿Qué ejemplo le dará a su pequeño hijo siendo...Esto?
Asesino.
Es un maldito asesino.
¡Qué risa!
—Ash Lynx. —Arthur finalmente ha salido del escondite, tiene una sonrisa de triunfo, como si diera aquella victoria por sentado, lo jode—. Finalmente nos enfrentamos. —El tren no se detendrá hasta golpear la última estación en Coney Island, tiene al menos una hora para acabarlo.
—Eres un tramposo, conoces los códigos de las pandillas. —Se mantienen en extremos opuestos del carro, las vigas de metal le taladran la cabeza, haciéndole un agujero en la duramadre para drenarle los sesos, se ha quedado vacío, Dino estaría orgulloso, ¡ja!—. Haciendo tratos con la mafia.
—Me has decepcionado. —La hiena ha acomodado sus garras detrás de su espalda, no por eso baja la guardia, al contrario, la sube—. Rebajándote a un omega, nosotros somos la casta superior.
—¿Hablas en serio?
—Lo hago. —Esa sonrisa macabra le hiela la sangre, quiere desconectarse, quiere desconectarse, cada poro de su cuerpo se lo grita, no quiere estar acá, quiere cerrar los ojos para despertar después del horror, es igual a cuando Marvin iba a tomarlo durante los videos, quiere desaparecer—. Te has dejado domesticar, eres un desperdicio de alfa.
—Mira quién lo dice. —Eso no le hace gracia—. Eres una escoria.
—Los Lee piensan como yo.
—Los Lee han rechazado tu trato. —Esa mueca le provoca una arcada, el ácido se queda impregnado en sus dientes, envolviéndolo en una capa de horror fantasmal, esto es visceral.
—No lo harán cuando les lleve a su problemático heredero para negociar. —Él parpadea, las piernas le han temblado como si fuesen dos ramitas, recuerda a la rosa del principito y a sus espinas, tenía solo cuatro espinas para protegerse y no funcionaban, ¿y él?, ¿cuántas espinas tiene Ash?, ¿qué tan fuertes son para protegerlo de la adversidad?—. No los escondiste muy bien.
—¡Tú...! —La ira le explota en el corazón, lo despedaza.
—Ese omega tuyo se veía aún más delicioso que la última vez.
Salta para matar a Arthur, para desgarrarle la garganta como debió hacerlo la otra vez, no obstante, un peso extra encima de su espalda lo frena, el maldito ha atacado en manada, lo reducen varios de sus hombres, le ponen un bozal y le atan las manos contra la espalda, la hiena le sonríe prepotente, lo patea, su boca choca contra los barrotes del instrumento, va a reexperimentar, lo presiente, está demasiado frágil mentalmente, tener esa correa en su boca, no, no, por favor no.
—Vamos a divertirnos juntos.
Arthur lo noquea con una última patada, duele, le ha aplastado las orejas, probablemente las quebró porque es una zona sensible. Ash no sabe cuánto tiempo queda inconsciente, Coney Island no es lo que lo recibe cuando despierta, sino una mugrienta bodega cerrada, está contra el suelo, congelado en su carcasa en el Kilimanjaro. El corazón se le encoge al darse cuenta de que va a morir acá y ahora a manos de un desquiciado, eso le duele, los conejitos tienden a la monogamia, se recuerda, suelen morir luego de que su compañero muere, él no quiere que su adoración muera de tristeza.
Eiji.
Perdóname.
—Finalmente despiertas.
—¡Ash! —Y para su horror, no está solo—. ¡Ash!
Alza la cabeza helado, encontrarse a Eiji y a Yut-Lung siendo inmovilizados en una esquina de dicha bodega lo hace querer vomitar, su pandilla no está, probablemente los acabaron por una diferencia numérica, Ash no es consciente de lo violento que está temblando hasta que mira su cuerpo repleto de heridas abiertas, se pregunta si le habrá hecho más dormido, no le sorprendería.
Desangrarse lo marea, apenas puede mantener la mirada enfocada en Eiji, quien parece batallar, lo más seguro es que batalle con síntomas de traumas, este escenario es demasiado familiar, ha sufrido de una ataque de pánico, lo garantiza por el terror impregnado a sus feromonas, Arthur no le da un descanso, lo vuelve a patear, aplastando su cabeza como si fuese una sandía a la espera de reventar, hundiendo su nariz contra el bozal, va a vomitar, va a vomitar, debe vomitar, sino morirá, va a morir.
—¡Déjalo! —El omega le arroja un débil gimoteo.
—Eiji...
No tiene idea de cómo el omega se las arregla para arrastrarse a su lado a pesar de estar magullado, lo abraza con fuerza, Ash no tiene la fuerza necesaria para levantarse o sonreírle, de hecho, no siente su cuerpo ni lo obedece, incluso su cola es incapaz de alzarse. «Perdóname, Eiji», se dice a sí mismo, con las lágrimas estancándose en su boca, delineando los barrotes del bozal, con el corazón roto.
«Perdóname».
«Perdóname».
«Perdóname».
—No eres más que un patético gato doméstico. —Arthur le extiende una mano para darle otro golpe y entonces...
—¡No te atrevas a tocarlo!
El omega lo muerde y gruñe, acunándolo como si fuese capaz de matar a cualquiera que lo roce sin su consentimiento, envuelve a Aslan contra su pecho como si fuese el cristal más frágil del mundo y con ese gesto lograse resguardarlo de cualquier maldad, es acá cuando el alfa se percata de lo herido que han dejado a su pareja, hay un hematoma que se extiende por debajo del suéter.
—Eiji... —Solloza, intentando alcanzarlo, suplicándole a su cuerpo que se mueva, pero no pasa.
«Perdóname».
«Perdóname».
«Perdóname».
—¡Pedazo de mierda! —Arthur jala al japonés del cabello, lo arrastra por la bodega a pesar de sus gritos, la imagen se quema en las pupilas del alfa, el corazón le corre como si fuese un ave a punto de ser devorada—. ¡No te atrevas a morderme! —Eiji cubre con fuerza su vientre, protegiendo a su pequeña cría, Eiji siempre protege, Eiji siempre protege a los demás y nadie lo protege a él.
—¡No! —Aslan lo suelta en un patético jadeo—. Por favor no le hagas nada, te lo estoy suplicando. —Su cuerpo no responde, la impotencia es demasiada, no puede, ya no.
—Vaya. —Arthur lo comprende—. Preñaste al omega. —Su tono de burla se intensifica cuando tira con más fuerza de las orejitas del conejo, las tensa y Ash siente el temor irracional a que las desgarre.
—¡No lo toques! —No puede hacer más que gruñir impotente, su cuerpo no sirve, él ya no sirve.
—Me pregunto si violarlo le gatillará un aborto, ¿quién sabe? —Arthur ha inmovilizado a Eiji contra el piso de espaldas, hunde su rostro contra el pavimento a pesar del horror, Yut-Lung maldice y grita cosas que no escucha, no escucha nada—. Los conejos son sensibles al estrés, ¿no es así?
Entonces aparece esa voz: «Debes protegerlo».
Debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo.
—Perdóname.
Se levanta.
Todos se quedan quietos en la bodega por sus feromonas, no le importa desangrarse o romperse la mandíbula mientras muerda ese bozal para quitárselo, lo hace mierda entre sus dientes, el aparato se cae, haciendo un eco frío contra el pavimento, Arthur lo mira horrorizado, esa furia frívolamente calmada que lo ha hecho un sobreviviente, esa con la que no solo mató a Dino Golzine, no solo llevó violación tras violación, sino que lo convirtió en un cadáver congelado, se hace presente.
Debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo.
Matará a cualquiera que le haga daño, no los perdonará.
—¡Ash!
Lo último que sabe es que está encima del cadáver de Arthur, tiene sangre escurriéndole entre los colmillos, chorreando hacia la mirada vacía que esa hiena le arrojó, le mordió el cuello hasta el punto del desgarro, aún hay trozos de carne pendiendo abiertos en el muerto, recuerda haber sentido algo similar tras matar a su creador, haber encontrado a un torbellino de violencia, del que cuando salió, se sintió extremadamente frágil y necesitó que Max lo recogiera a pedazos.
Alza su mentón, todos en la habitación lucen tan asqueados como horrorizados por el escenario, no quería que Eiji viese eso, incluso Yut-Lung ha palidecido, su pandilla ha entrado, todos lo miran como lo que es, un asesino, una máquina para matar, está encima de un cadáver, gruñendo, muestra esas garras porque está asustado, no quiere que lo miren, lo han mirado, debe espantarlos, debe...
—Aslan. —Pero Eiji aún lastimado llega hasta él, a pesar de la sangre y del horrible espectáculo que presenció—. Ya estamos a salvo.
—Eiji.
Ash se rompe en sus brazos.
Llora, no sabe por qué llora.
Pero llora como si fuese un gatito herido.
Mañana se viene un capítulo con advertencias por si acaso, para que las lean porque de nuevo, puedo poner muchas advertencias y todo lo que quieran, pero no puedo hacerme responsable por sus lecturas o las acciones que no son mías, tengan consciencia de qué tanto pueden tolerar, eso es todo. Muchas gracias por el cariño.
¡Nos vemos mañana!
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