20. Dominación asertiva.
¡Hola mis bonitos lectores! Primero, debo dejar una pequeña notita/advertencia, no sé cómo llamarla, quiero que tengan la mente abierta con respecto al embarazo, porque hablando realistamente, dos niños practicamente que no lo planificaron van a tener varias ambivalencias, dudas y complejos acerca de esto, porque vamos, seamos coherente con el pasado de Ash, le toma trabajo asimilarlo (lo hace, pero estamos comenzando) y Eiji igual, y es valido darles ese espacio y yo se los pretendo dar, así que sino se sienten cómodos con esta clase de abordaje, ya saben, ahorrense el mal rato, pero me sorprendió mucho la reacción, me gustan los cachorros, pero en su lugar yo me estresaría y angustiaría mucho. Y esto está planificado así por algo, recuerden, quedan diez días.
El capítulo de hoy debe ir para MakikoMakiMaki, de hecho me dio risa, porque estaba planificado así, el capítulo me remonta a muchos traumas de confía, ama y crece pero me da confort como en BH así que te pensé de una. No es un secreto el amor y admiración que le tengo a esta mujer desde antes de tener una cuenta, pero hoy además ha sacado un nuevo fic (los días antes de navidad) que es tan lindo que morí, justo el 20 de diciembre, si quieren leer algo agradable, vayan, lo recomiendo a mil. Y bueno, luego de todas estas notas.
¡Espero que les guste!
—Cálmate, onii-chan. —Aslan arroja esas palabras con un tono juguetón, ha soltado sus feromonas en la cafetería de la clínica con la mera finalidad de calmar a su pareja, puede sentir la intranquilidad del omega calando en sus propias venas, impregnándose a sus huesos—. Cuando lleguemos a casa lo vamos a saber, podemos hacer la prueba con la cabeza fría.
—Pero... —Eiji aprieta el vaso de cafeína, es de esos de plástico que dan las máquinas por un dólar, no hay muchas personas a su alrededor, la multitud se encuentra dividida entre mesón de exámenes o de pago, los dedos del japonés se han tensado lo suficiente para desbordar la crema del café, pidió eso ante la falta de chocolate caliente—. Estoy asustado.
—¿No quieres al bebé? —No lo pregunta con reproche ni con juicio, intenta mantener su opinión lo más neutra posible, después de todo, ni el mismo Aslan comprende cómo se siente.
—Aún no sabemos si estoy embarazado.
—Yut-Lung lo dijo.
—¡Aún no sabemos si estoy embarazado! —Su tono se ha vuelto más hostil y agresivo.
—Lo siento. —Baja las orejas y sosiega su cola, se hallan frente a frente en la mesa de plástico—. No lo he dicho para presionarte. —Eiji niega, retomando su semblante característico, sigue ansioso y eso le es evidente, la sinceridad impregnada a su aroma le es casi ridícula.
—No me siento preparado para hacerme cargo de otra vida, quiero retomar el salto de pértiga, aún no sé si estoy haciendo lo correcto con la fotografía, no puedo quedar embarazado. —Lo musita antes de retornar el silencio sepulcral, sin emitir sonidos de angustia, muecas de disgusto o lágrimas de impotencia, no, se traga sus problemas y eso...Le duele.
Ash nunca le va a exigir nada a Eiji, porque su comodidad es su prioridad, aun así, le resulta doloroso contemplarlo intentando cargar con el mundo encima, porque fue quién le devolvió una esperanza que profesaba extinta, prendió la palidez de su corazón y le dio el coraje para empezarse a reparar en lugar de quedarse en su bucle de autodestrucción, verlo tan vacío le duele.
Confía en mí, por favor.
—Eiji...
—Estoy bien. —Lo dice con la voz increíblemente áspera, como lija contra una pizarra, aunque cada letra se ha visto envuelta de ese tentador acento, hoy impresiona ligeramente más pesado—. Estoy de maravilla. —Repite, con la mirada vidriosa y desenfocada.
—Eiji. —El pánico no tarda en expandirse desde el pecho del alfa hacia su tráquea, se ha vuelto más susceptible al estado emocional de su pareja, no sabe si es cuestión de marca, destinados o amor.
—A mis padres les encantará la noticia, siempre han querido nietos. —Lo susurra despacio, con una sonrisa irónica, es tan silencioso al hacerlo que si no fuese por el tenue movimiento de labios no cree haberlo podido descifrar en medio de la cafetería.
Se quedan frente a frente en silencio incómodo, es diferente a los que acostumbra, una peculiaridad que el pandillero regocija de sobremanera en esta relación son los silencios, todos con un significado único y exclusivo. Primero, está el silencio que emite en esos ojos negros que despojaron su corazón apenas entró por la puerta de su vida, esos que se suavizan cuando le usurpa besos entre las sábanas y se empañaron de placer durante su celo, esos que lo hacen profesarse digno del amor más cándido y puro que jamás ha existido. El silencio que pende entre sus pequeños hoyuelos de medialuna tras colorearse de sonrojos furtivos en una película u otra excusa para abrazarlo. El silencio que centellea en sus pupilas antes de inmortalizar la belleza del universo en una simple fotografía o volar hacia el cielo, claro que ese irracional sería un conejo alado, es ridículo e increíblemente acertado. El silencio que emiten mientras leen juntos en el sillón, el silencio que comparten cocinando, el silencio que esconden cuando se miran a los ojos en el nido, el silencio con el que se aman y lo gritan.
Silencios.
Hay muchos silencios que caracterizan esa relación, repletos de sonrisas, penurias, vergüenza, furia, llanto y goce. Pero este, este es algo que jamás ha vislumbrado antes y no le agrada. ¿Agradar? No, más que eso Aslan es incapaz de quebrantarlo, no tiene pértigas para volar sus muros, no hay domos de vidrio para que la rosa cubra al principito ni sol suficiente para alzar sus girasoles.
Lo único que se le ocurre para tampoco transgredir su privacidad (es importante que la respete y le dé el tiempo necesario para procesar esto), es quedarse en silencio, dándole las manos y contar.
1, 2, 3.
Una pareja ha comprado café en esa máquina barata, el sonido que emite el sistema tras dejar caer el vaso de papel y abrir el chorro de cafeína le taladra en los tímpanos, contiene la respiración, roza las palmas del omega en suaves círculos.
157, 158, 159.
Las enfermeras se bajan en grupo del ascensor, parecen ir a comprar algo a la cafetería, eso lo incita a percatarse de que es hora de almorzar y no han comido nada, debería comprarle una magdalena para subirle el ánimo, pero las que ha visto en el escaparate lucen añejas.
1.789, 1.790, 1.791.
Las manos de Eiji se encuentran repletas de cicatrices viejas a causa de la pértiga, no las había visto o quizás, nunca había observado lo suficientemente cerca para contemplarlas. Recuerda otra vez el pensamiento que le era frecuente cuando recién se conocieron, esa apariencia que puede pasar por simple no es más que una carcasa para un interior infinitamente complejo, «lo esencial es invisible a los ojos», la frase del cuento relumbra en su mente hasta grabarse a fuego lento, se la ha dicho el zorro al principito cuando charlaban acerca de domesticarse mutuamente, ser domesticado significa ser único para el otro, porque serán amigos, porque se necesitarán, porque se es responsable de lo que se ama.
7.684, 7.685, 7.686.
«Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos».
10.555, 10.556, 10.557.
Mierda, es obvio.
Así como el principito es responsable de su rosa, la rosa también es responsable del principito.
Aslan no lo soporta más, se levanta de su asiento para posicionarse justo delante de Eiji, sus pupilas siguen apagadas, tiene la boca estremecida y apretada, como si estuviese desplegando un esfuerzo sobrehumano para evitar desmoronarse. No intercambian palabras, no cree necesitarlas, en su lugar prefiere rodearlo con sus brazos en un pequeño abrazo, el omega se demora en reaccionar, se queda estático contra el pecho de su pareja antes de apretar con fuerza los bordes de su camiseta y romper en llanto, su cola de lince los envuelve, lo abraza, procura no ser brusco, debe darle confort aunque no se le dé bien consolar a la gente, lo abraza presionándole besos en la punta del cabello, sus dedos navegan por heridas abiertas, esas que son invisibles pero son igual de importantes porque sangran, esas que tanto anhela sanar.
Se quedan en silencio quién sabe cuánto, ha dejado de contar.
Ash comprende que esto es el amor incondicional, estar tanto en las buenas como en las malas, en las malas ciertamente feas, así como el omega lo ha apoyado durante episodios purgativos o de reexperimentación, debe transmitirle que no lo amará menos porque se quiebre, no quiere que se muestre perfecto y sonriente, Dios, claro que no. Necesita transmitirle con acciones concretas que él también es su zona segura y que si bien, no puede arreglarlo, puede acompañarlo.
—Estaremos bien.
—Tengo mucho miedo. —Finalmente, Eiji rompe el silencio, con el rostro empapado de lágrimas y las orejas gachas, muestra debilidad genuina, Ash nunca podría amarlo menos por eso, al contrario, momento que transcurre lo enamora más—. Soy muy joven para estar embarazado, apenas puedo conmigo, no es un buen momento, no creo poder, yo...
—Eiji. —Y entonces, el alfa le acuna las mejillas, sacándolo de la tormenta—. Ni siquiera sabemos si es verdad, no hemos hecho la prueba de embarazo aún. —Ha aprendido a ser un cable de realidad, aún le cuesta aplicar aquello para sí mismo en medio de una crisis, sin embargo, es un avance—. Las cosas no han cambiado todavía ni podemos adivinarlo.
—Tienes razón. —El más joven se sienta a su lado en la butaca, ha puesto una mano sobre el pecho del omega.
—Quiero que respires conmigo. —Y lo ha incitado a hacer lo mismo—. Que contemos de diez atrás.
—Eso te lo enseñé yo.
—Con mayor razón deberías escucharte, eres bastante sabio, ¿verdad? —Se burla, el ambiente se ha aligerado, las gotas siguen pendiendo en esta tormenta garrafal, pero se exterioriza una mayor claridad—. ¿Listo? —Eiji asiente, ha presionado mansamente los párpados, es una manera muy sutil de decirle que confía a ciegas en él.
—Diez, nueve, ocho. —Comienza, sus músculos se relajan progresivamente dentro de ese mullido suéter de lana, la tensión en sus feromonas es reemplazada por ese exquisito y delirante dulzor que lo caracteriza—. Siete, seis, cinco. —La voz se le enciende con un acento adorablemente peculiar, la crisis fluye, necesita traerlo de regreso, evitar que suba a algo inapagable—. Cuatro, tres, dos.
—Uno. —Abre los ojos, su iris cobriza es la misma fantasía colorida que tantos poemas mentales le ha gatillado—. Puedes confiar en mí. —No es un reproche ni una exigencia, es más bien un ruego—. No me dejes afuera. —Los puños de su pareja se tensan de inmediato, apretando los bordes de su chaleco hasta que desgarra las mangas.
—¿Qué pasa si me vuelvo una carga?
—¿Una carga? —El conejito asiente, aún temeroso.
—Vives en un mundo peligroso, si tengo un bebé seré una carga para ti, ya no me amarás. —Mierda, escuchar eso es un golpe directo a su estómago, porque Eiji debió tener una infancia no muy bonita para que siga atormentado por esto—. En mi casa pasaron cosas duras cuando se enfermó mi papá. —Y como si pudiese leerle la mente, se lo explica—. Dejó de haber espacio para mis problemas.
—Eiji...
—Me volví el hombre de la casa, ya no podía ser una carga. —Ha bajado sus esponjadas orejas sobre su rostro, cubriendo sus párpados y desordenando su flequillo—. No es que no confíe en ti o te haya querido dejar afuera, solo estoy asustado. —Aslan no duda en volverlo a acunar entre sus brazos, si pudiese se llevaría la tristeza de esta persona, la absorbería con sus propias cicatrices para que Eiji fulgurase, es una reacción automática a lo aversivo del sufrimiento.
Es necesario estar mal de vez en cuando, no es agradable, no es lindo, pero es necesario.
—Te amo. —Lo mejor que se puede hacer en estas situaciones no es llevarse la pena, es dejarla fluir siendo el río que es, si se reprime el malestar se estancará como agua de presa, no existe nada más preciado que mirar el malestar del otro a pesar de la incomodidad, he ahí el secreto del verdadero amor incondicional—.Te amo mi terco, terco, terco, terco, muy terco...
—Estás exagerando con los terco.
—Mi terco y dulce Eiji. —Entonces, la crisis pasa.
—También te amo. —Las cosas vuelven a estar bien, no porque la realidad se haya solucionado por arte de magia—. Americano idiota. —Sino porque están juntos y efectivamente se concibe así—. Lamento haber armado un espectáculo, ha sido mucho que procesar en poco tiempo.
—Lo ha sido. —Ash divaga, su cola caprichosa se ha restregado hacia ese pompón—. Creo que a tu colita le gusta que la toque así. —Se percata de su estupidez solo al vislumbrar el sonrojo ajeno—. Es que se estira hacia la mía, como si también quisiese enlazarse. —Teme que su amante tome su comentario nacido a base de la más profunda estupidez enamorada como indiferente.
—¿Cómo pude vivir sin ti? —No lo hace—. Tus 200 puntos de IQ son adorables.
—¡Eiji!
—Tienes razón, estaremos bien.
—Señor Callenreese. —Una de las enfermeras finalmente se les ha acercado por detrás—. La sesión de su hermano ha acabado, se ha ido a descansar al jardín para cuando quiera verlo.
—Gracias. —Con una sonrisa cordial la despide—. ¿Tú aún...?
—Quiero. —No debe preguntar más—. Vine a conocer a mi cuñado y no planeo irme sin hacerlo.
—No tienes que presionarte, podemos regresar otro día a verlo, Griff lo entenderá. —Sin embargo, apenas vislumbra esos ojitos de ciervo ya sabe que ha perdido antes de empezar.
—Quiero.
¿Cómo decirle que no?
Cuando le daría el mundo si pudiera.
Necesita tomar un gran bocado de aire antes de ir al jardín del centro de rehabilitación, es modesto sin escatimar en la elegancia, es una oda a la sanación. Aunque suelen ser reticentes con las visitas, han hecho una excepción ante el desmesurado progreso que Griffin manifestó, los estímulos que ha traído de Cape Cod tuvieron maravillosos resultados, incluso Dawson se asombró, su droga era un arma imperfecta. Siendo honesto, todavía le aterra confrontar a su hermano en un estado de mayor lucidez, es distinto encontrarse con la expectativa que dejó en el niñito de ocho años a verlo siendo un asesino, sabe que no es solo eso, eso no quita el miedo.
Anhela acobardarse y retroceder, convencerse en su amado negativismo sobre que ni siquiera vale la pena intentarlo, lo odiará cuando se entere o peor, se culpará a sí mismo, el simple pensamiento le retuerce las entrañas hasta anudarlas. Pero Eiji está a su lado, parado en medio de hielo quebrado porque aún intenta descifrar cómo se siente en un posible embarazo, le derrite el gélido del corazón antes de que sea escarcha, sigue sonriéndole, no es una mueca amplia, es una sonrisa apenas visible que lo deslumbra hasta enternecer cada centímetro de su cordura.
Gracias por no dejarme solo en esto.
Te amo.
—Aslan.
Griffin le está sonriendo, no como ese cascarón vacío que encontró en el hospital de veteranos, sino como la única familia que lo amó, y lo sabe, lo sabe por la conmoción que inunda el alma, congelando huesos y pedazos, lo ama inclusive estando aterrado y quería verlo bien.
—¿No me vas a abrazar?
Lo hace, Dios, lo hace como si no lo hubiese hecho en una década, se ha arrodillado, Aslan se hunde en el vientre de su hermano porque sigue en silla de ruedas, quedó parapléjico en Irak, no va a sanar por mucho que lo desee y está bien, está vivo, eso es más que suficiente. Entonces, lloriquea a moco suelto como si fuese un niño lastimado, permite que le acaricia el cabello, sus toques son suaves, lo incitan a ronronear y a mecer la cola de un lado a otro, sus caricias son cálidas y seguras.
Está a salvo.
Griffin finalmente vino a casa.
Bienvenido.
—Estás mejor. —Musita, ansía reírse y lo hace, aunque el sonido se ve entorpecido por las lágrimas, esta mañana ha sido un caos, siente que no ha tenido descanso desde que salió de prisión, no es como si su celda hubiese sido una fantasía paradisiaca, pero sobrevivir conectado, lidiando con la mierda acumulada, es duro—. Te ves mucho más viejo, pronto te saldrán canas.
—Tú ya estás hecho un... —Los ojos azules de su hermano se inundan de melancolía—. Un hombre. —Le debe ser complicado procesar que ha pasado diez años en un estado casi vegetal, no recuerda mucho tras la guerra de Irak y siendo sincero, le alegra—. Eres un hombre adulto.
—Suenas como Max, qué asco.
—¡Aslan! —Que lo regañe lo atrapa con guardia baja—. No lo trates así. —Max y Ash lo han visitado antes en paralelo, por eso tiene una idea acerca de su relación—. Es sensible con la edad.
—Es un bebé llorón. —Bufa.
—¿Tú eres? —La atención de Griffin ha saltado hacia la espalda de Ash, eso lo incita a darse vueltas, nunca esperó encontrarse a Eiji con un mohín genuinamente tímido, con las manos tiritonas jugando sobre su vientre, con las orejas gachas, intentando esconderse detrás del alfa, lindo, muy lindo.
—Él es mi novio. —En ese momento se le ocurre que tal vez su hermano tenga algún prejuicio, le es factible considerando que ambos fueron criados bajo la ternura de Jim—. Eiji Okumura.
—Hola. —No obstante, sus pensamientos catastróficos e intrusivos nuevamente se aplacan por la realidad—. Es un placer conocerlo, Ash me ha contado mucho de usted. —Porque Griffin tironea a su conejito para envolverlo dentro del abrazo, está carcajeando de alegría, como si esto lo aliviase.
—No es necesaria la formalidad conmigo, somos familia. —Hace enrojecer al omega con violencia, si bien, no se maneja en la cultura japonesa es consciente de lo recatados que son con ese tema—. Soy Griffin Callenreese, es un honor conocer a cualquiera que ame mi hermanito. —El apodo quiebra algo en sus entrañas—. Y quien tenga las pelotas suficientes para soportarlo.
—¡Griff! —Aslan eleva la cara, engrifado. Se sientan frente al beta, deben arrodillarse encima de las flores ante la falta de sillas, sin embargo, no les molesta—. No me avergüences así. —Oh, pero como a su rabo le encanta humillarlo acaricia al omega con descaro frente a todo el bendito jardín, repasa desde sus mejillas, baja por su hombro hasta enrollarse a su cadera mientras ronronea.
—Creo que te avergüenzas solo. —Eiji se burla.
—Se ven muy unidos. —Y Griffin le sigue el juego—. ¿Cómo se conocieron?
—Max nos presentó. —Eso solo incrementa la satisfacción en sus dos acompañantes, a quienes les han bastado dos segundos mudos para acordar que harán lo imposible para humillarlo—. Empecé arrendándole mi apartamento, necesitaba dinero, casualmente terminamos trabajando juntos.
—Confío en que Aslan te dio una buena impresión.
—¡Fue horrible! —Eiji gimotea—. Ash tenía el apartamento hecho un basurero antes de que llegara, había polvo por doquier y ropa sucia acumulada hasta en la cocina, sus calzoncillos estaban incluso bajo mi cama. —Los desgraciados carcajean en conjunto, consiguiendo que las mejillas le quemen y el corazón le arda.
—Bien usaste esos calzoncillos sucios para tu nido. —Chasquea la lengua, logrando que se callara.
—Eres malo. —Aslan tiene muchas ganas de besar su puchero, no lo hará frente a su hermano mayor a causa de su inquebrantable orgullo, eso no mitiga las ganas, claro.
—¿En qué trabajan?
—Soy fotógrafo y Ash es modelo. —Los ojos de Griffin se encienden con un fulgor arrebatador.
—¡Apuesto que eres toda una superestrella!
Superestrella.
Ja.
Griffin no ha dicho esas palabras con maldad, las personas normales no andan preocupadas acerca del abuso o la prostitución infantil, probablemente no se le ha pasado por la cabeza la tragedia que ocurrió a manos de su entrenador de béisbol, sin embargo, tiene pena y más que nada, impotencia. Un padre debería tener instinto de protección y le es sumamente triste mirar hacia atrás para darse cuenta de que incluso así, hay una ambivalencia que lo sigue impulsando a que las cosas estén bien en su familia, su hermano ha vuelto, anhela ser el mismo niñito que jugaba béisbol y lo hacía sentir orgulloso, ese que mecía con cariño y le revolvía el cabello mientras alababa la suerte que tenía por ser un depredador, igual que mamá, es frustrante no poder odiar por completo.
—Ahora que lo recuerdo, tu sueño era ser jugador de béisbol profesional, ¿verdad?
—Lo era. —Ash se ha desconectado de la conversación.
—¡Eso es increíble!
—No es para tanto.
—Eiji, ¿sabías que Aslan era el preferido del entrenador? Siempre vio su gran talento, era el favorito de la clase. —Su novio le ha apretado la mano, esboza una mueca que si bien, le es indescifrable en este momento, lo reconforta más de lo que logra expresar—. ¿Has seguido con eso? ¿Cambiaste de interés al entrar a la universidad? ¿Qué carrera estudias? —Y es esperable que Griff crea que ha tenido una vida normal.
—No fui a la universidad.
—No importa, no hay prisa. —Pero su hermano le revuelve el cabello y eso...—. Debes tomarte tu carrera de modelo bastante en serio.
Lo enferma.
Lo hace sentir jodidamente enfermo.
Sucio.
Ah, lo escucha claro como el cristal.
«Estás sucio, eres asqueroso porque lo disfrutaste, te merecías lo que pasó».
De pronto le duele la vida, la suciedad se le ha impregnado tanto en el cuerpo como en el alma, se manifiesta de un solo golpe, la repentina urgencia de restregarse para poder tocar a Griffin le punza en el corazón, el miedo irracional a ser odiado le taladra hasta el cerebro infectando por doquier, al menos así se siente, como si fuese una maldita enfermedad terminal su propia piel, quiere limpiarse, quiere mostrarle su versión limpia e ingenua, pero no puede, no regresará por más que la lamente.
—Eiji... —El nombrado asiente, apretándole la mano—. ¿Puedes ir por algo de agua? Tengo un poco de sed. —Entiende la indirecta a la perfección.
—Iré a la tienda a comprar algunas botellas. —Agradece que no haga preguntas ni se sienta ofendido por su bruta escasez de sutileza—. Ash... —Acuna sus nudillos antes de pararse—. Te amo.
Gracias, gracias por amarme incluso si estoy sucio.
No se siente lo suficientemente fuerte para mirar a Griffin, mucho horror yace arremolinado en su alma, van desde las posibles reacciones donde su hermano se culpe por haber sido usado como una rata de experimento hasta una crítica donde lo regaña por no haber gritado más fuerte, por no pegar más duro, por haberse demorado un año de constantes violaciones en matar a su entrenador. Toma un gran respiro, ha acomodado las manos entre las del soldado herido, alza el mentón, encarnando el fantasma del Jade que se apagó.
—Mi vida no ha sido agradable desde que te fuiste. —Comienza, tallando la mugre atrapada en su interior—. El entrenador de béisbol no era una buena persona y Jim no me apoyó, he pasado por mucho gracias a mi naturaleza de lince, conocí a gente mala. —Los ojos le arden como ácido, la boca le retiembla—. Personas malas que me enseñaron maneras de sobrevivir malas.
—Aslan...
—No ha sido tu culpa, tampoco de papá. —Debe ir un poco más lejos, tallar más fuerte—. Tampoco ha sido la mía. —Pero no se limpia—. Ha sido de quienes me lastimaron, quiero que entiendas eso, ¿lo haces? —Griffin luce al borde del llanto, como si estas patéticas palabras lo explicasen todo.
—Lo hago. —Es la primera vez que lo ve sollozar, porque su héroe es fuerte, incluso en la adversidad se mantenía con una sonrisa esplendente para Aslan, en el fondo, es igual que Eiji.
—He hecho cosas horribles, me siento asqueroso. —Porque absolutamente todo ser humano sufre, sufre por sí mismo, sufre si su familia le enseñó que era una carga, sufre por el hermanito que no protegió—. Y fue así durante mucho tiempo, pero ya estoy mejor. —Sufre y está bien sufrir—. Recibí la ayuda de personas buenas como Max y Eiji, también tengo varios amigos que quiero presentarte más tarde, son un dolor de culo pero los quiero bastante.
—Oh, Aslan.
—No tienes que quererme después de esto, es duro de digerir y entiendo si llegases a odiarme, pero por favor no busques culpables, porque yo pasé buscándolos demasiado tiempo y ya estoy cansado.
Se quedan en una nueva clase de silencio.
Ha tenido muchos silencios hoy.
Al menos, ha logrado explicar esto en un estado de dominación asertiva, se ha expresado de manera adecuada, sin hostilidad, ni agresividad frente a otro ser humano, ha sido directo, empático dentro de lo posible, es un avance, pase lo que pase es un avance.
—Te amo, Aslan.
Griffin no dice más.
Lloran en silencio hasta que se acaba la visita.
Irónicamente se concibe más ligero durante el camino de regreso, haber sacado el tema lo ha hecho darse cuenta de que sin importar lo mucho que han transgredido su cuerpo, aún puede ser amado, Eiji es la prueba irrefutable de eso, el terco que se ha mantenido a su lado incluso cuando el destino los intentó separar en colisiones de puras casualidades.
Hablar sinceramente con su hermano es lindo, eso lo ayuda a que tenga cuidado con los comentarios que pueden ser reactivantes, ¿hola? La gente con estrés post traumático no adora sufrir de flashback o de hiperalerta pero son cosas que todavía no logran evitar, cada día las trabaja un poco más. Otra vez la prueba irrefutable son las fotografías, incluso ha aprendido a disfrutar de ser modelo, es gracias a una especie de terapia de exposición casera donde su novio le enseñó el placer de tomar imágenes tontas y ya, es poderoso tener pruebas de que puede cambiar.
Y tal vez, algún día quiera contarle todo lo que ha pasado a Griffin.
O tal vez no.
Ya lo resolverá.
Por ahora, prefiere dormitar en el hombro de su omega de regreso a casa, babeándole ese horrendo suéter, se tiende a relajar demasiado cuando se hayan juntos, le agrada.
—¿Estás bien? —Por supuesto, a pesar del estrés que sufrieron en la mañana, este terco lo antepone sin esfuerzo alguno, hace lucir tan sencilla la bondad y la compasión—. Cuando regresé el ambiente era diferente. —Se han sentado frente a frente en el comedor, con Ash tirado en el sillón y Eiji contra la mesa que usan para comer, no rompen el contacto visual.
—Fue lo mejor. —Musita, quitándose ese rebelde flequillo del ceño, está empapado—. Por ahora no recuerda, pero si mejora aún más... —La boca se le seca—. Habría sido mucho peor que tuviera una memoria repugnante a que alguien se lo explique, así al menos tendrá sentido.
—Ash. —Eiji se ha suavizado, es curioso, el alfa es quien suele suavizar tanto su tono de voz como mirada cuando se trata de su adoración, el sentimiento es mutuo y eso lo alegra—. No dijo nada de eso con una mala intención.
—Lo sé. —Se apoya correctamente en el sofá, enderezando su espalda en los cojines—. Ser ingenuo es un arma de doble filo supongo, fue mejor así. —Se hunde en la textura aterciopelada, aspira de las dulces feromonas que ha liberado su pareja con la mera finalidad de calmarlo, ¿no es lindo el detalle?—. No confío en Max para quedarse callado tampoco, el viejo tiene la lengua floja.
—¡Ash! —Lo hace patear el suelo como un conejo.
—Es la verdad. —Se encoge de hombros—. Es una vieja chismosa.
—¡No hables así de él!
—Puedes preguntarle a Ibe sino me crees. —Eiji escala al sillón para poder arrojarse encima del alfa, recuesta su cabeza contra el pecho del más joven, se mira cómodo debido a la diferencia de altura, impresiona protegido y seguro bajo sus brazos, esto es especial.
—Ibe-san me va a matar si estoy embarazado. —Chilla, el balde de realidad los empapa.
—No. —Ash lo resguarda—. Me va a matar a mí por no usar supresores.
—O condones.
—¿Me estás tratando de animar o no? —Entonces, el omega sonríe—. ¿Te sientes listo para hacer el test de embarazo? —Y diablos, aunque no precisa cuánto ha pasado desde que lo ha vislumbrado sonreír con semejante despreocupación, lo extrañaba.
—No.
—Eso está bien, podemos no hacerla.
Vuelven al silencio.
Ya no está contando.
Lo único que le preocupa es que Eiji se sienta amado, comprendido y acompañado.
Así como su novio se lo ha demostrado, no necesita haber vivido o estar viviendo puntualmente lo que su historia remarca para poder consolarlo. Aslan tiene diferentes preocupaciones acerca de ese posible embarazo supone, más que nada, le aterra echar a perder a ese inocente bebé, los niños no necesitan padres de mierda y él...Aún no está bien, todavía no consigue hacerse cargo de sí mismo, responsabilizarse de un ser que será dependiente al 100% de sus decisiones, lo asusta. Seguramente dentro de la catástrofe que tiene Eiji en su mente, eso relumbra, son niños, serían niños haciéndose cargo de un niño.
—Tengo miedo. —Repite, el omega jamás le había manifestado tanta vulnerabilidad, se ha encogido hacia el alfa hasta que se han vuelto incapaces de distinguir qué cuerpo le pertenece a quién.
—También tengo miedo.
Eiji lo mira como si le acabase de contar el secreto del universo, con ojos muy grandes (más de lo usual), la boca abierta y cerrada de manera intermitente igual a un pez fuera del agua y una timidez que lo incita a abrazarlo un poco más.
—Te apoyaré en lo que quieras, no necesitamos tomar la decisión ahora. —Lo apacigua, es su turno de soltar las feromonas en el cuarto, de impregnarlo para que el omega ronronee y se sienta a salvo en este nidito de amor—. Podemos recurrir a un adulto.
—Somos adultos.
—No. —Espeta—. Somos niños perdidos encontrando el camino a casa.
Aquello es suficiente para que Eiji se baje de su regazo, tome el test de embarazo que dejaron sobre la mesa en la mañana y haga la prueba. La espera se siente eterna, en ningún instante suelta la mano del omega mientras vislumbran la prueba como si pudiese huir a algún lugar, es solo un tubito blanco que sellará su destino, dos barras significa positivo mientras que una barra equivale negativo. Los dos aguantan la respiración cubiertos por la manta, no hace frío, precisan de algo que los envuelva, como si protegerse de la crudeza fuese tan sencillo, es una manta contra los monstruos que aún no se hallan dispuestos a enfrentar.
—Pase lo que pase, no eres una carga para mí y ese resultado no lo cambiará.
—Lo sé.
Entonces el reloj suena y la prueba se revela.
Dos barras.
Es positivo.
Estos ya son los temas finales, necesitamos pasarlos lentos y bien, así que se prestan los capítulos para eso, se profundiza mucho más en Eiji mañana y ya nos vamos de golpe con el último gran pick antes de más confort domestico. Espero que les haya gustado.
¡Nos vemos mañana!
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