19. Colmillos.
¡Hola mis bonitos lectores! Ya, los capítulos donde aparece Arthur se me hacen medios densos de narración o yo soy muy mala escribiendo ese tipo de escenas, no sé, pero la dinamica cambia un poco, así que espero haya quedado bien. Es un capítulo clave para el resto de la trama porque le da el pie. Y se lo dedico a mi adorada shimlexa, no es el mejor capítulo del mundo, lo sé, pero estás a finales y quería desearte suerte antes de que se acabe tu semestre con una dedicatoria, ¡gambare!
¡Espero que les guste!
—¡Eiji! ¡Corre!
El omega obedece, tratando de apartar su vista horrorizada del tiroteo de armas, han herido a Aslan en el hombro, la bala se encontraba destinada hacia él, pero el alfa no ha dudado en hacer de escudo humano para resguardarlo.
—¡Vámonos!
El lince lo tira de la muñeca, sacándolo del shock antes de que retomen la huida, los han arrinconado hasta un jodido laberinto compuesto por múltiples bodegas y rejas, es un basurero abandonado en la parte más putrefacta de Downtown, sus hombres no responden y Arthur luce famélico por sangre. Si bien, no es propio de Ash bajar la guardia, no esperaba que los emboscaran mientras regresaban de la universidad, Eiji le estaba hablando de un nuevo proyecto de fotografía con la sonrisa que hace estrellas cuando les dispararon en la motocicleta.
Así que corren.
Corren por sus vidas.
—¡No te vas a escapar, Ash! —El gruñido de Arthur le rebota en la cabeza, le taladra los tímpanos hasta perforarle la corteza—. No saldrás de esta con vida.
—Ash...
—No lo escuches, sigue corriendo.
No tiene tiempo para distraerse, debe poner a Eiji a salvo, esa es su prioridad. Doblan por un pasaje estrecho que lleva hacia una gigantesca bodega oxidada, no impresiona existir una salida, sus puños se tensan contra su arma, no quería que esos ojos cafés tuviesen que verlo matar, le duele el pecho, pero no es momento para desconectarse del escenario y hundirse en la catástrofe emocional, ya no hay tiempo para pensamientos intrusivos, negativismo, ni nada. Se detienen, Aslan le hace un gesto para que guarde silencio contra uno de los almacenes más pequeños, los vasallos de ese traidor van de largo, es un alivio.
Usan este instante para tomar aire, Eiji tiene su agarre tenso contra la mano de Ash, las respiraciones se les gatillan in crescendo, como los disparos en medio de una guerra o las víctimas esperando que caiga la bomba nuclear, hace demasiado viento, eso no ayuda a esconder sus feromonas, al menos, es de noche, su naturaleza de lince le da la ventaja en eso, su audición es increíblemente aguda.
—Ash...
—Aún no es seguro.
Presiona la boca de Eiji con gentileza, sin despegar su mirada de los pasillos de ese laberinto, le han bastado dos segundos para idear un plan, hará de distracción mientras su omega encuentra la salida, no queda de otra. La adrenalina se le encuentra perforando en el corazón, es estimulante (en el mal sentido, quería dejar este tipo de vida atrás), es deprimente.
Lo lamenta.
Solo cuando está seguro de que están a salvo, lo suelta.
—Voy a encargarme de Arthur. —Le queda una bala, no será suficiente pero sí le dará a este terco una oportunidad para escapar, eso es lo único que importa—. Quiero que corras, la pandilla no debe estar muy lejos, encuéntralos y ponte a salvo.
—No voy a dejarte atrás.
—Esta no es una discusión, Eiji. —Ha sonado más duro de lo que pretende—. Si algo te llega a pasar yo no lo... —De pronto, las palabras se vuelven difíciles, como si pesasen toneladas en su lengua—. Por favor. —Ambos se han tomado de las palmas, tienen miedo, saben que puede ser la última vez que se vean, no es por ser dramático, no obstante, acostumbra a la muerte con una escalofriante naturalidad—. Ponte a salvo.
—Actúas como si mi vida fuese más valiosa que la tuya. —El omega se encuentra temblando, tiene las orejitas gachas y la cola constreñida, está muerto de terror, probablemente mirar a Arthur ha gatillado síntomas de trauma.
—Lo es.
—No es verdad. —La impotencia le escalda en las venas—. Tu vida es tan importante como la mía.
—Eiji...
—¡Te lo demostraré! —Entonces, esos ojos de ciervo adquieren un brillo implacable, como si fuesen llamaradas destructivas consumiendo una galaxia entera—. ¡Acá! —El bastardo lo empujó contra la bodega para poderse poner justo en la maldita primera línea, los subordinados de Arthur lo cazan.
—¡Regresa! —Aslan salta hacia su dirección, sin embargo...
Arthur.
Hijo de puta.
—Finalmente estamos frente a frente. —El otro alfa no le permite avanzar—. Ash Lynx. —El aludido utiliza de su último disparo para herirle el tórax, haciéndolo jadear de dolor, eso solo lo incita a sacar más las garras, este es una grotesca mezcla con una hiena, el carroñero le sienta de maravilla.
—Apártate. —Aslan cede a su naturaleza animal, no tiene tiempo que perder con este idiota, no cuando su omega peligra—. Cobarde.
Han mostrado los colmillos, la luna ha comenzado a salir, empapándolos con las primeras centellas de oscuridad, se concibe como una suave caricia, las imágenes de Eiji riéndose entre dientes detrás de su motocicleta, hundiendo su rostro contra su espalda, coloreándole besos de vez en cuando en el cuello solo para molestarlo le retuerce las tripas.
Está a salvo, está a salvo, está a salvo, está a salvo, está a salvo, está a salvo.
—¿Sabes? Me la pasé muy bien con ese conejo. —Ha sacado sus colmillos, ni siquiera se percató de que le estaba gruñendo a Arthur, se acomoda en una posición casi animal, con las manos apoyadas contra la granita, con sus garras arañando el pavimento—. Me han ofrecido buena pasta por él.
—Estás muerto.
Ash no duda en abalanzarse como un depredador salvaje hacia el alfa, clava en el hombro herido de esa hiena, consiguiendo que arroje un alarido gutural que le martillea la cabeza, Arthur no tarda en apuñalarle la espalda con sus propias garras, siente la sangre escurrirle por el dorso, es pegajosa, caliente y espesa, como si hubiesen roto una bolsa con cola fría hirviendo. Usando todas sus fuerzas, el lince se dedica a arañar y cercenar lo que más puede a su contrincante, están luchando en el piso, las heridas son mortales, la pestilencia de las feromonas es una bruma insoportable.
Eiji.
Eiji.
Eiji.
Probablemente esté bien, es un chico inteligente, debe haberlos perdido y estar con la pandilla en estos momentos, Bones siempre anda cerca, él está bien. Incluso si Ash muere en esta contienda, él estará a salvo, seguirá su vida como fotógrafo haciendo uso de ese desmesurado talento, iluminará a las almas ofuscadas iguales a la suya y las inspirará para crecer. Debe concentrarse, sino se enfoca se va a morir.
—¡Ah!
Ash arroja un jadeo lastimero, Arthur le ha mordido el antebrazo, arrancándole un trozo de piel, su propia cola lo ha tratado de detener, enrollándose alrededor de la cicatriz en un flojo torniquete, la carne palpita abierta, la boca le sabe a tierra, el aire está repleto de asquerosas feromonas, agotado, está realmente agotado de esta batalla sostenida. La hiena no tarda en apartarlo, lo apoya contra el piso, hunde su rodilla contra sus costillas maltrechas mientras se relame con satisfacción la sangre escurriendo de los colmillos.
—Tienes una marca de protección. —Se burla, agarrándolo del cabello solo para estamparlo contra el pavimento, jura que le ha abierto la nuca, necesitará puntos—. Ese omega es tu puta.
—No hables de él.
Un gruñido escapa de lo más profundo de su garganta, Arthur no vacila en darle un puñetazo en la mandíbula, aprovechando que lo tiene inmovilizado. Aslan intenta escupir su propia sangre, pero en su lugar se termina ahogando, tiene la boca desgarrada, se concibe perdido. ¿Cómo diablos este psicópata pudo haber mejorado tanto en este tiempo? Quizás, el amor lo hizo débil.
Eiji se pondrá triste si se muere.
Eiji lo ama.
Debe regresar a casa, le prometió regresar a casa.
—Estaba pensando en matarte acá. —Arthur canturrea, presionando todavía más su vientre, acá se percata de que posee una puñalada probablemente hecha por las garras, el pánico ha inundado su cerebro, no puede desmoronarse, pero los pensamientos catastróficos explotan como agua en una presa—. Al ver esto me da envidia, así que atraparé a ese conejo y lo tomaré justo al frente tuyo. —Ash no puede levantarse, el cuerpo le pesa demasiado, ha dejado de responder, se hunde, se ahoga.
Eiji.
—Violaré al omega y no podrás hacer nada para evitarlo. —Le estampa la nuca otra vez en la acera, la mancha roja que colorea el pavimento es garrafal—. Nunca he probado a un conejo japonés, no seas egoísta y comparte, Lynx.
«Debes protegerlo».
Debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo, debes protegerlo.
Matará a cualquiera que le haga daño, no los perdonará.
¡Protégelo!
Aslan se levanta, Arthur lo dejó tendido en el pavimento medio muerto porque no creía posible que se pudiese volver a poner de pie, la ira le arde en las venas, a diferencia de la anterior, no es errática, al contrario, es la misma furia sosegada con la que se escabulló a la mansión de Dino Golzine, le miró a los ojos y lo mató a sangre fría, es una furia peligrosa que lo mantuvo resistiendo cuando creyó que podría morirse de SIDA en prisión, esa que lo mantuvo firme en las garras de un violador siendo un niño de ocho años, esa que lo vuelve un sobreviviente, Ash es un maldito sobreviviente.
—¡Arthur!
El nombrado apenas alcanza a darse vueltas cuando Ash vuelve a abalanzarse sobre él, desenfunda sus colmillos para morderlo justo en la yugular, no lo suelta, se hunde en su carne tibia, es grotesco, pero se mantiene firme hasta que escucha a sus huesos crujir, como si se hicieran trizas, aquella es la ira que lo ha convertido en una leyenda urbana, no debe olvidarlo.
—¡Mierda! —El alfa gimotea, lo estampa contra la pared, pero Aslan se niega a bajarse de su espalda o soltarlo, hunde aún más sus colmillos, como si fuese una maldita serpiente venenosa, tiene la voz helada y la mirada muerta, ya no es humano, es una bestia—. ¡Basta! ¡Me rindo!
El dominio fluye por sus venas, el cuerpo se le embriaga de poder, la sangre le escurre en los dientes, le ha inundado el paladar, se hunde un poco más, sonriendo, saboreando la carne floja del cuello de su presa, es una máquina asesina, es un depredador, va a matarlo, va a matarlo, va a...
—¡Ash!
—Eiji. —Lo suelta, no sabe de dónde ha provenido la voz así que corre, usa sus instintos más vagos para llegar hasta su pareja, ignorando las punzadas que las heridas le causan, la ha tenido peor, Dios sabe que la ha tenido mucho peor—. ¡Eiji! ¡¿Dónde estás?! —Intenta limpiarse la sangre con el antebrazo de la chaqueta, ha dejado tirado a Arthur entre las bodegas, espera que muera.
—¡Acá! —Cuando se reencuentran el alma le vuelve al cuerpo.
Ambos se ven como la mierda, el omega está herido, no tanto como Ash para su fortuna, lo suyo es mucho más superficial, le alegra tanto que podría llorar. Antes de que se puedan abrazar, se percata de una reja eléctrica que los aparta, de alguna manera el alfa se las ha arreglado para escapar del laberinto, su compañero no ha corrido con tanta suerte, no puede escalar el muro o morirá tostado.
—¡Eiji! ¡Debes huir! —Lo siguen persiguiendo, escucha a los depredadores correr cerca, el omega no parece estar presente, ha clavado la mirada al suelo mientras frunce el ceño, no es el momento para verse endemoniadamente lindo haciendo pucheros, ¡maldición!
—Tengo una idea. —Entonces, el conejo desaparece de su vista, gatillando una espiral de catástrofe en su corazón, antes de volver con un ¿palo?
—¡No era en serio eso de golpear a la gente con tubos! —Gimotea, volviéndose loco del otro lado, deben ir a un hospital clandestino pronto, sino zurcen sus heridas estarán en graves problemas.
—No es eso, voy a saltar.
—¿Acaso estás loco? —Pero el terco no lo escucha, en su lugar, ha empezado a cavar con la base de lo que parece una cañería oxidada un soporte para su gran hazaña.
—He saltado muros más altos en Japón. —Eiji detiene su labor, enrollando sus palmas alrededor del metal—. Soy un saltador de pértiga.
—¡Para! ¡¿Estás loco?! —Sin embargo, Ash no puede hacer más que observar incrédulo e impotente del otro lado del cercado—. Si se rompe la tubería oxidada, morirás. —Además, tampoco hay una colchoneta, es un plan tan irracional que la única persona a quien se le habría podido ocurrir es él.
—¡¿Entonces, me quedo a morir aquí?! —De pronto, la suavidad infantil que caracteriza a esos ojitos de Bambi se desvanece, siendo reemplazada por una fiereza eléctrica que lo deja paralizado frente a la reja—. Si voy a morir, prefiero morir intentando algo.
—¡Aquí! ¡Por acá está el omega!
Eiji retrocede algunos pasos, acaricia la vieja cañería como si fuese la misma extensión de su cuerpo, una pequeña sonrisa se traza entre sus labios antes de empezar a tomar aire y correr con fuerza, su determinación fluye hasta el cuerpo de Aslan, quien se queda pasmado al otro lado, contemplando cada pequeño detalle, alargando estos segundos suspendidos hasta una eternidad. Las mejillas del japonés enrojecen, sus cabellos se funden al lienzo nocturno, las estrellas apenas logran alumbrarlo, como si el omega pudiese congelar el tiempo corta el viento y vuela.
Eiji solo vuela por esa barra electrificada.
Es hermoso.
Aslan jamás lo olvidaría, porque se elevó alto, muy alto. Las estrellas lo iluminaron en el apogeo de la luna, en ese deslumbrante momento, sus ojos verdes se entornaron a pesar de la oscuridad y sus pupilas reflejaron la figura de Eiji volando en el aire. ¿Cuánto tiempo estuvo allí suspendido?, ¿dos segundos?, ¿tal vez tres? Aunque fue un instante, para él duró por siempre, la expresión del omega fue maravillosa, lo dejó ahí, desconcertado, con la vista de lo que parecía ser un ave (más bien, un conejito) surcando los cielos grabada en su corazón.
Este es el Fly boy.
—¡Ash! —No duda en atraparlo, usa su cuerpo como escudo cuando caen al suelo, no siente el ardor en sus propias heridas, no le importa, Eiji está a salvo—. Estás herido. —Eso es todo lo que importa.
—Boss!
Finalmente la ayuda ha llegado.
Qué alivio.
Aunque no sabe cuánto tiempo pasa desmayado despierta apenas siente el aroma de Eiji alrededor, le toma tiempo abrir los ojos, sigue con los párpados pesados y con gráciles flashes de aquella pelea quemándole lagunas de memoria, un quejido escapa entre dientes cuando se levanta, el japonés se halla aferrado a su regazo, abrazándolo como si su propia vida dependiese del bienestar de Ash, eso lo enternece de sobremanera, sus ojos cafés se rebosan de ilusión líquida al mirarlo consciente.
—¡Ash! —Eiji lo oculta entre sus brazos, como si quisiese esconderlo de toda maldad en su pequeño espacio, es lindo, le han cambiado las ropas y sanado las heridas, incluso con buena atención médica no debería sentirse tan...Bien—. Estuviste inconsciente todo un día.
—Lamento haberte preocupado, onii-chan. —No duda en devolverle el toque, hundiendo sus dedos en las espaldillas de este terco, deleitándose con la suavidad de ese suéter mullido—. ¿Cómo sané?
—Te inyecté de mis feromonas. —La voz inquebrantable es disonante a su rostro ruborizado—. Eres mi alfa, gracias a la marca puedes recibir mis beneficios. —Lo ha escuchado, los omegas son capaces de presentar propiedades curativas para su pareja, aunque otros son venenosos como Yut-Lung.
—Gracias. —Entonces, Eiji cierra los ojos y se restriega contra Aslan, ronroneando una y otra vez, se frota desde su mentón hacia su mejilla, marca territorio, piensa. Es una caricia extraordinariamente inofensiva que por alguna razón que desconoce, lo rompe.
—Estaba muy preocupado.
—Te prometí volver a salvo.
—Lo hiciste.
Aslan aprieta la mano de su pareja, su cola se ha enrollado caprichosamente en esa delgada cintura, no lo vislumbra del todo, no obstante, también cierra los ojos y se restriega contra el conejito, lo ha impregnado de sus feromonas y de su temperatura, es una acción agradable, los felinos domésticos suelen restregarse para marcar sus zonas favoritas, él lo hace mientras ronronea, ambos tienen sus orejas gachas, porque se sienten seguros, están en su burbuja de amor, lo sabe.
—¡Esto es muy lindo! —El chillido de Bones le cae como un balde de agua fría—. Los dos son muy lindos, es demasiada ternura para mi corazón, el jefe es un gatito. —No tarda en enfocar su atención hacia los desgraciados, Shorter está grabándolo en un video por el mero placer a molestarlo.
—¡Bones! —Kong lo golpea en el hombro—. Lo hiciste enfadar, ¿no ves que están tratando de tener intimidad? Si vas a mirar que no se den cuenta.
—¡Pero sí tú también estás mirando!
—¡Todos estamos mirando porque el jefe es adorable!
—¡Eiji es más adorable!
—¡Ya cállense! —Ordena, rojo de pies a cabeza—. Deja de grabar. —Shorter arroja un alarido de puro fastidio antes de detener su celular, no se ha alejado de Eiji, quien continúa restregándose un poco más antes de apartarse, lo agradece. Aunque no lo admite en voz alta, sabe que ha soltado feromonas para tranquilizarlo—. ¿Dónde estamos?
—En el nido de ratas. —Así llaman a su refugio, es un nombre poco atractivo—. Hemos estado acá desde la contienda con Arthur, también nos emboscó. —Claro que lo hizo, ni siquiera pudo esperar a la fecha que él mismo acordó para su disputa oficial, es un cobarde, un carroñero, una hiena.
—Me siento mejor.
—Claro, Eiji te lamió
—¡No lo lamí! —Chilla, alzando sus orejas esponjadas, manifestando molestia—. Le inyecté de mis feromonas, se puede decir que le puedo dar energía a Ash de esa manera, son revitalizantes.
—Wow, los omegas son geniales. —Shorter toma asiento al frente, solo Eiji y Aslan utilizan la cama, se siente como un maldito espectáculo de circo, esto es lo que acostumbra, que los subordinados lo contemplen como si fuese la misma ley, en la intimidad con su dulce omega es diferente, se profesa como una invasión a su vulnerabilidad—. Más tarde te debe revisar Yut-Lung.
—¿Por qué llamaste a esa serpiente venenosa? No lo necesitamos.
—¡No llames así a la futura madre de mis cachorros! —Ash rueda los ojos, amurrado—. Porque hay veneno en tu sangre, Arthur debió usar alguna navaja envenenada o empaparse las garras de eso.
—Oh...
—No seas terco y deja que te revise. —Y Eiji se lo pide con una voz tan débil mientras le aprieta la mano—. Si algo te llegase a pasar yo...
—Está bien, prometo no darle problemas. —No lo deja bajar el mentón, lo alza con ligereza, como el aleteo de un colibrí antes de presionarle un beso superficial encima de los labios—. Conejo terco.
—Lince idiota.
—Sabía que ustedes dos eran una cosa. —Shorter lo musita con una sonrisa de mierda, bajándose los lentes de sol hacia la nariz solo para intensificar su mueca altanera—. Tenía fe de que terminarían juntos.
—Nosotros luego tendremos una conversación. —Lo amenaza—. Ahora llévame con la víbora.
Yut-Lung.
Dios, no lo soporta.
El omega se encuentra esperándolo en la sala contigua con una sonrisa de absoluta superioridad, el hombre que suele llamar mejor amigo no tarda en perder mil neuronas más apenas lo vislumbra, al menos debería disimular su baba o algo, es desagradable de ver, espera que el encaprichamiento se le pase pronto, no cree poderlos soportar en una relación seria, ugh, el romance da asco (excepto el suyo, obviamente). Aún inmerso en este hilo de divagación, le permite al histriónico examinarlo, ha usado inyecciones y una serie de muestras sanguíneas, no confía en él todavía, pero supone que es mejor a morirse envenenado por Arthur.
—Es un veneno de principiante, seguramente tiene a un omega dominante igual a mí dentro de su propiedad, sobrevivirás si sigues mis indicaciones.
—¿Por qué viniste? No te agrado, es evidente.
—Porque Shorter me lo pidió. —Aslan alza una ceja, incómodo desde su butaca, arruga los puños a las orillas de su camiseta, los vendajes bajo la prenda le pesan, no le cree nada.
—No me importa que seas un omega, si llegas a lastimarlo no te permitiré vivir.
—Uy, el lince ha mostrado los colmillos, qué miedo. —Yut-Lung bufa, sacando y mezclando algunos frascos de su botiquín, parece diestro en química y lo comprueba en un santiamén—. No recuerdo haberte dado el derecho a entrometerte así en mi vida privada. —Con un embudo comienza a preparar algo, cree que se asemeja a una bruja cocinando una pócima o algo así, eso lo hace reír, le queda bien.
—Somos aliados.
—Ser aliados no te da el derecho a entrometerte.
—Si tanto te desagrado, ¿por qué te uniste a mí?
—Porque odio más a escorias como Arthur. —Sus movimientos se tensan, ha hundido sus hombros en un entallado vestido chino azul, puede jurar que lo escucha sisear a través de sus dientes—. Por bestias así, mi especie sigue siendo rebajada a creencias arcaicas, nunca me someteré ante un alfa, prefiero morir antes de perecer. —Entonces, el lince lo vislumbra con una impresionante nitidez.
—Tú... —No sabe si debe preguntarlo, tampoco tiene la intención de entrometerse, no obstante, ha atado los cabos sueltos—. Tu marca es permanente, ¿no es así?
—Me la hizo mi hermano mayor cuando tenía siete años. —Yut-Lung frena sus movimientos—. Él es mi alfa, retorcido ¿verdad?
Lo es.
Claro que lo es.
Y de repente, siente mucha pena por este omega. No es que haya poseído una epifanía empática ni nada parecido, sin embargo, se contempla fácilmente en su lugar, también intentaron marcarlo más veces de las que es capaz de recordar a pesar de ser un alfa, incluso quisieron que él marcara contra su consentimiento, por eso que Eiji sea tan cuidadoso y respetuoso con sus anhelos le es...Raro, que lo trate con cariño como si fuese lo más natural y obvio del mundo, cuando sabe que no lo es. Aslan supone que comprende a Yut-Lung en ese sentido, tener que vender la humanidad para subsistir e incendiar su jaula hasta perecer, fue lo único que conoció durante un tiempo. Pero tuvo la fortuna de descubrir a personas buenas a lo largo del camino, a Griffin, Skipper, Shorter, Max, los chicos, Eiji y muchos más.
Tal vez, Yut-Lung jamás ha sido amado.
Quizás, Yut-Lung quiere aprender a amar.
La marca que le muestra en su nuca, con los labios apretados y el entrecejo rígido, como si estuviese haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mostrarle ni una grieta de debilidad, lo encumbra a su propia inocencia perdida, seguramente cree que no le importa a nadie y probablemente así sea.
—No me malentiendas Lynx, odio a los alfas en general. —Se amolda la trenza para volver a cubrirse la nuca, a pesar de su tono venenoso impresiona a punto de llorar, el alfa siente que ha visto algo mucho más íntimo que la desnudes, esto es fragilidad—. Pero Shorter es un poco diferente.
—¿Diferente? —Y aunque desglosa completamente a lo que se refiere, aun así quiere escucharlo de sus propios labios—. ¿Cómo es eso? —Yut-Lung baja la barbilla hacia su equipo de química, lo ha acomodado encima de la mesa, solo hay un par de muebles en esta habitación, la pandilla los ha dejado a solas, seguramente se encuentran molestando a Eiji.
—Él no me mira como un mero alfa. —Esa confesión le es dolorosa—. Cuando nos conocimos estaba preparado para lo peor siendo sincero, Wong tiene su reputación en Chinatown incluso siendo un recesivo es de temer, hasta mis hermanos lo saben. —El omega tensa la boca aún más, conteniendo una sonrisa—. Al conocerme no me cuestionó, el idiota se dedicó a escuchar mis caprichos, ¿puedes creerlo? Soy un Lee pero nadie me había escuchado nunca.
—Conozco bien la sensación. —Todo esto se ha tornado demasiado doloroso, crudo y visceral.
—No lo sé, tengo la impresión de que Shorter es algo diferente. —Pero sobre todo, se vuelve real—. De que es zona segura, he estado cerca de alfas antes, de muchos, pero... —Niega, enrojeciendo de golpe—. ¡Nada de esto te incumbe! —No es más que un niño caprichoso por dentro, ¿no?
—Tú fuiste quien empezó a contarme su intenso enamoramiento con mi mejor amigo.
—¡No tengo un intenso enamoramiento! —Chilla, poniéndose aún más rojo—. Además, si fuera tú me preocuparía por mi propio romance fuera de control.
—No está fuera de control, pasamos el celo y somos una pareja acaramelada. —Yut-Lung parpadea un par de veces, anonadado.
—No hablaba de eso. —Al alfa no le agrada su tono voraz—. ¿Aún no te das cuenta?
—¿Cuenta de qué? —La hiperalerta se le dispara, sí, el estrés post traumático puede ser una perra de vez en cuando, pero tiene sus ventajas—. Habla.
—¿No notas un aroma diferente en tu omega? Estoy seguro de que ha cambiado desde la última vez.
—No entiendo.
—¿Usaron condón cuando anudaste?
Oh mierda.
Mierda, mierda, mierda.
No lo recuerda, probablemente sí, obviamente incluso en medio de la calentura sus hormonas con 200 de IQ tendrían la racionalidad suficiente para ponerse un condón.
—Acabemos pronto con el antídoto para que puedas preguntárselo directamente, no puedes dejar a un cachorro sin padre. —Yut-Lung resopla, acelerando el proceso entre los diferentes químicos con movimientos gráciles e increíblemente calculados—. Los alfas piensan con la cabeza de abajo.
—¡No fue mi culpa! No había un supresor. —Gimotea, raspando los bordes de la silla con flamantes converse escarlatas, las vendas se le han aflojado, el cuerpo le pesa y asume que es por el veneno.
—¿Nadie te lo recordó? —Max, aunque lo omitirá.
—No. —Ibe lo matará, maldición.
—Los alfas son idiotas.
El veneno que Arthur ha aplicado sale de su sistema con suma facilidad, le es ridículo a los extremos que ese idiota debe llegar para vencerlo, si ya han acordado una contienda es regla del bajo mundo el respetarla, recuerda que ese alfa dominante le dio un escalofrío desde que le quitó sus territorios, especula que desde ahí le guarda rencor, incluso cuando llegó a la correccional a los catorce años se alió con sus enemigos para causarle estragos dentro. Usualmente, aunque esa hiena no es tanto un problema, la situación da un vuelco de 180° con el omega dentro del panorama, sabe quién es Eiji y todavía le escaldan las tripas al recordar lo que dijo durante su batalla, quiere matarlo.
No se permite ahogar en el rencor, se ha prometido mejorar y para eso, debe dejar de aborrecer lo que lo sigue atañendo a su pasado, es mejor superarlo, si está lleno de pasado no tendrá un espacio para su futuro, es así de simple. Así que permite que Yut-Lung haga su trabajo, se acomoda otra vez la camiseta con la excusa de verse más guapo y entra al cuarto donde están todos cenando.
¿Cómo es posible que se vea hermoso incluso sorbiendo sopa?
No lo sabe, pero le dibuja una sonrisa tonta y enamorada, ese pompón no tarda en menearse apenas lo ve parado en la puerta, los chicos contienen sus comentarios ante tan gélida expresión, no quiere que lo piropeen, suficiente ha tenido con Sing quien luce encantado con los omegas.
—Ya estoy bien. —Eiji impresiona haber estado conteniendo la respiración hasta escuchar eso, Aslan se sienta en la cama a su lado, la lata de sopa queda sobre el suelo—. La víbora hizo un buen trabajo.
—Eres un malagradecido. —Yut-Lung bufa por detrás, aceptando un bocado de la cena de Shorter.
—Me alegra. —Sus palmas se encuentran por inercia bajo las sábanas—. Estaba muy preocupado.
—¿Qué haremos con Arthur? —La voz de Alex es seria, no llega a ser autoritaria pero corta el aire—. Debe pagar por lo que ha hecho, no podemos permitir que se expanda y reclute a más traidores.
—Sigue en pie nuestra contienda.
—Hará trampa.
—¿Acaso no hizo trampa hoy? Confío en ustedes, estarán ahí. —Los chicos se miran completamente conmocionados por esa confesión y es verdad, Aslan se enorgullece de gobernarlos—. Eiji... —Lo llama despacio, no es lo idóneo preguntarle acá, pero siente que enloquecerá antes de llegar a casa.
—¿Sí?
—Nosotros... —Sus manos se tensan alrededor del omega, provocando que le duela el corazón—. ¿Recuerdas si fuimos cuidadosos con el celo? —A su pareja parece tomarle un tiempo entenderlo—. Con la protección. —Hasta que enrojece de golpe mientras los demás charlan aparte.
—No las primeras veces.
Oh.
Oh no.
—¡El jefe tendrá cachorritos!
Esto es un desastre.
¿Nos vamos de intenso con esto mañana? Claro que sí~ Aún tenemos muchos temas que abarcar y quedan pocos promps, menos mal estaba bien organizado esta cosa o sería un caos con todo lo que pretendía meter. Muchas gracias a quienes se tomaron el cariño para leer.
¡Nos vemos mañana! (dos veces again).
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