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18. Ronroneo omega.

¡Hola mis bonitos lectores! Siendo sincera, siento que la trama se me está haciendo nada, no he sentido el paso del mes, gracias por el tremendo apoyo que le han dado a esto, sé que tampoco es facil leer a diario, así que de verdad, gracias por no dejarme morir ignorada. Ya, ayer anduvo todo bien intenso, estos niños necesitan procesarlo y acá se da el espacio, tambien inicia el arquito más abierto a Eiji.

¡Espero que les guste!

El celo del alfa terminó.

Fue el rut más largo que Ash hubiese tenido, cinco días para ser preciso, donde el cuarto se convirtió en un torbellino de energía sexual, apenas se dieron espacio para asearse y alimentarse entre lapsus de libido. Le ha tomado tiempo procesarlo, cuando la calentura se acabó la realidad fustigó de golpe, Eiji Okumura, el chico del que ha estado innegablemente enamorado Dios sabe cuánto tiempo, no solo ha sido su compañero, sino que lo ama.

Eiji lo ama.

Lo ama a él.

¿Por qué?

Ash arroja un pesado suspiro, el cuarto apesta a sexo, hay condones usados repartidos por doquier, las feromonas se mitigan, de a poco su cuerpo regresa a la normalidad, está increíblemente cansado. Su atención navega desde el desastre que solía llamar nido hacia el japonés, quien yace acurrucado desnudo encima de su pecho, una sonrisa tonta pende entre sus mejillas al vislumbrarlo, esas ondas entintadas son un desastre pegajoso y sudoroso que se ha alzado junto a sus orejas, le dan cosquillas contra su inexistente barba, él extiende una mano para acariciarlo, la nariz de Eiji se arruga ante el mero toque, tiene cara de bebé, piensa, le da risa recordar que es dos años mayor.

Lo atrae aún más hacia su pecho, delinea desde su cuello repleto de marcas de beso, navega por su espalda y finalmente llega a su cadera, a esa colita de pompón, le encanta, esa piel bronceada se ha convertido en un lienzo salpicado donde las galaxias son prueba de su amor y la sinestesia de colores una oda al romance, es una manera más linda que llamarlos simples chupones, lo matará cuando se dé cuenta de lo llamativos que son, pero por ahora, dormita adorable.

Onii-chan. —Lo llama en broma, consiguiendo una mueca molesta, probablemente tenga sueño.

A Ash le es raro ser el primero despierto, Eiji es quien lo saca a rastras de la cama aunque deba tirar la colcha en el proceso, por eso, verlo con una expresión tan pacífica es...Lindo.

—Ya deberías despertar, tenemos que comer algo.

Pero el omega ronronea en respuesta.

Oh mierda, está ronroneando.

Eiji ronronea.

Ronronea, ronronea, ronronea, ronronea, ronronea, ronronea, ronronea, ronronea, ronronea.

Es tan adorable que quiere llorar.

Aslan nunca había sido testigo de semejante estado de vulnerabilidad, a diferencia de los alfas, estos son cálidos y tenues, vienen acompañados de un errático latido de corazón, esto lo paraliza, porque si está ronroneando a su lado mientras el omega se restriega contra su cuello, justo en las glándulas aromáticas, eso significa que lo hace sentirse seguro y amado.

—Aslan. —Su nombre escapa con un torpe bostezo, choca contra su cuello, quemándolo—. Buenos días.

—B-Buenos días.

Y el alfa, se ahoga en este momento.

No alcanza a tomar ni una simple bocanada antes de sumergirse en esos ojitos de ciervo, son grandes, brillantes y líquidos, excepcionalmente oscuros, lo suficiente para confundirse con pupila, recuerda que el japonés se quejaba de la simpleza de estos, le dio risa, porque estos son los ojos más preciosos del mundo no por su forma o su matiz, sino por la calidez que transmiten. Es ahí donde ha dejado su corazón, lo ha dejado congelado para siempre junto a ese pedazo de inocencia que no regresará jamás, pero merece un duelo.

—Ash... —Eiji luce repentinamente tímido por la cercanía, ha usado la sábana para esconderse, dejando a la vista desde su nariz hasta sus orejitas—. ¿Estuvo bien pasar el celo juntos?

—¿Te arrepientes? —Niega, deteniendo ese choque inevitable de catástrofe mental.

—Dijimos cosas muy vergonzosas por el rut. —La confesión, piensa—. Yo no quiero que te sientas incómodo conmigo, no estás obligado a regresar mis sentimientos, pero lo que dije fue en serio. —Y así como Aslan suele hundirse en un vaso de agua, este terco hace lo mismo, lo disimula bien, ya no le es de utilidad hacerlo, el alfa cada día se hace más experto en leerlo.

—Mis sentimientos también van en serio. —Su palpitar se dispara, nunca antes ha tenido el coraje para decir algo de este calibre, no se profesa digno, de hecho, hay una ambivalencia sumamente fuerte quebrandose entre sus entrañas a lo largo de la interacción—. Todo lo que dije fue real, jamás mentiría con eso. —Ambos se ríen, nerviosos.

—Vaya. —Eiji se deja caer encima de su pecho, es instintivo acurrucarlo apenas se ve envuelto por esa calidez—. Shorter me dijo que te regalara una piedra o una ramita para confesarme, esto no era parte del plan. —El alfa parpadea, procesando esas palabras con suma lentitud.

—¿Shorter? —Asiente.

—Él sabía que estaba enamorado de ti, me molestó bastante en el bar —¡Hijo de puta!

—¡Él también sabía que yo estaba enamorado de ti! —Gimotea, tensando el entrecejo e inflando las mejillas, debe estar esbozando un puchero y le da igual, la traición le es imperdonable—. Pudo haberme dicho algo. —El omega parece divertido con la situación, le está dando una sonrisa más brillante que el mismo sol mientras su colita se mueve bajo las sábanas.

—¿Y arruinar nuestra épica confesión?

—Me siento tonto. —Se queja, hundiendo su nuca en la almohada—. El desgraciado debe estarse riendo de nosotros, pero al menos nosotros nos volvimos una pareja, no como él con su estúpido crush de mal gusto. —El omega se ha ruborizado con violencia, alzando de golpe el mentón con los labios tiritones y una mirada desbordante de esperanza.

—¿Somos pareja? —Oh, se le ha escapado un pensamiento.

—Solo si tú quieres. —Es egoísta, se ha prometido apartarlo porque no es bueno y bla, bla, bla. Se encuentra demasiado cansado gracias al rut para destruirse a sí mismo, solo por esta vez, por una maldita vez en su vida quiere hacer algo que le haga bien, desea jurarse digno de su felicidad y si Eiji apetece aceptarlo, no lo detendrá, es curioso cómo de a poco ha empezado a valorarse más.

—Quiero. —Un ronroneo escapa de la garganta de su compañero—. Supongo que eso me convierte en el chico del jefe. —Se burla, quitándole mechones dorados de la frente, cepillándolo con suma ternura y lentitud, como si le fuese natural mimarlo, como si estuviese correcto amarlo, es lindo.

—La pandilla se sorprenderá. —Una idea maliciosa lo hace sonreír—. Le quebrarás el corazón a Sing.

—Siempre puedo reconsiderarlo cuando él sea mayor. —Entonces, el alfa intercambia posiciones para poderse colocar encima del conejo, dejándolo completamente a su merced—. Ash, debemos desayunar, no podemos juguetear. —Pero el nombrado no lo obedece, se inclina, repartiendo una serie de besos infantiles entre esas regordetas mejillas, consiguiendo que su risa estalle.

—Ya entiendo por qué los linces devoran conejos, son deliciosos.

—¡Ash, no! ¡Hace cosquillas!

Se quedan tonteando hasta que cae la tarde.

El desayuno (cena, en realidad) fue especial esa tarde, no dijeron mucho, Ash permaneció estático en la mesa mientras el omega se dedicaba a preparar algo rápido, sin embargo, su belleza lo acabó deslumbrando, lo ha pensado bastante consecutivo, pero es verdad, Eiji es ilógicamente hermoso, aún más mientras tararea una canción, bamboleándose en los talones mientras corta verduras con una sonrisa deslumbrante, sintiendo la tonada de la radio en su sangre. La imagen le resulta tan irresistible que no puede evitar pararse para rodearlo por el vientre, es un roce infantil, caprichoso se atreve a decir, a ninguno impresiona molestarle.

—¿Qué estás cocinando?

—Natto para pasar el hambre. —Un chillido quejoso escapa de su garganta, presionando el cuello del omega, justo encima de un chupetón que le hizo con orgullo.

—Prepara ensalada de aguacates con camarones. —Se lamenta, desconociéndose a sí mismo, la pandilla tendría un infarto si lo viese comportarse así, incluso Shorter quien es conocedor de aquel lado mimoso no lo ha apreciado con semejante cabalidad.

—¿Eso es lo que realmente quieres?

—Sí.

—Bien. —Entonces, Eiji depone de lado la tabla de picar para alzarse hacia la nevera, sacando una bolsa congelada de mariscos—. Ensalada de aguacates con camarones será. —Eso le arremete el corazón de manera injusta, como si sus berrinches fuesen lo suficiente para persuadirlo, como si su comodidad importase tanto, lo hace profesarse mareado, casi embriagado.

—Gracias. —A estas alturas supone que es obvio con sus sentimientos.

—Ash... —Eiji no detiene sus acciones, lava los camarones y empieza a aliñar las verduras, es un plato ligero del que presenta un craving garrafal—. ¿Desde cuándo te gusto? —La pequeña mierda esboza una sonrisa absolutamente altanera, como si le estuviese restregando en la cara que babea por su encanto de conejito tramposo.

—No te creas tanto. —Bufa, quiere cruzar los brazos sobre su pecho para separarse, pero el hueco entre el cuello de su compañero y el hombro es cómodo en demasía—. Yo también te gusto.

—Desde hace mucho, pensé que era obvio con mis sentimientos.

—No. —Ni siquiera se le pasó por la mente ese pensamiento—. Nunca lo hubiera imaginado.

—Te miro con cara de idiota enamorado, Shorter me lo dijo. —El traidor que llama mejor amigo quien debió haberse divertido bastante en esta tragedia—. No fui sutil con mis sentimientos. —A pesar del agarre, el omega se las arregla para darse vueltas, quedando frente a frente en la cocina.

—Lo fuiste.

—Lo único que me faltó fue un letrero que los gritara, todos en la pandilla se dieron cuenta, hasta Yut-Lung lo hizo. —Eiji baja el mentón, sus manos se han enrollado en su cola de lince, repasan las manchas, es una costumbre—. Hasta tu rabito se dio cuenta.

—¿Por qué me amas? —Deja escapar la pregunta con los pulmones pesados, se niegan a cooperar para que tome aire, no logra respirar en esta bruma de obviedad, el aliento le queda atrapado en la tráquea, las palpitaciones de su corazón taladran la cavidad de su pecho, es intenso, violento e irracional—. Mejor que nadie deberías saber lo jodido que estoy, no tiene sentido, ¿por qué...?

—Porque eres tú, americano idiota. —El apodo no le encanta, más, lo deja pasar—. Simplemente por eso te amo. —Y diablos, Eiji se encuentra vislumbrándolo como si él fuese su universo entero, con ojos relucientes, sonrisa suave, sonrojo profundo y una calidez tan intensa que lo consume.

—Ya veo. —No sabe qué más articular, esto es surreal.

—¿Y tú? ¿Desde cuándo te gusto?

¿Desde cuándo lo ama?

Desde que empezó a anhelar sus palabras, gestos, cada toque con una desesperación romántica casi infantil, desde que se dio el coraje para realmente buscar la libertad, inclusive si eso implicaba tenerse que confrontar, desde que la muerte pasó a segundo plano para que empezase a ansiar un futuro a su lado, desde que no tiene tiempo para pensar en leopardos, desde que ha desenterrado ese cachorrito perdido.

—Desde hace meses, no estoy seguro del momento exacto porque me cuesta entenderme aún. —El alfa batalla para ordenar sus pensamientos, siente que se balancea en una línea delgada, si dice las palabras incorrectas caerá al vacío, no le agrada—. Quizás siempre supe que eras especial, solo cada día caí más intrigado por tu insoportable terquedad.

—Una insoportable terquedad que te es irresistible. —Y el bastardo está moviendo ese pompón con una sonrisa tan altanera que le escalda en las venas.

—A veces, no infles tanto el ego por eso. —Bufa, antes de que pueda refutar aún más su celular interrumpe—. Maldición. —Palidece, sacándolo del bolsillo de sus jeans—. Olvidé que hoy tenía sesión de terapia. —Porque el rut lo ha inmerso en un hondo estado de disociación.

—¿Quieres que te acompañe? Así podemos pasar a comer algo apenas termines.

—Sí quiero.

Tiene muchas cosas en que trabajar aún.

Llega al consultorio antes de lo que le gustaría, su terapeuta lo está esperando con una disposición cordial, toma asiento en el diván, el atardecer le golpea contra la espalda. El alfa repasa la consulta con una mirada monótona mientras balbucea sobre lo que ella espera escuchar, falsifica acerca de asistir a una universidad, sobre tener amigos normales y un trabajo aburrido, engaña, a pesar de la agalla que ha necesitado para arrastrarse a la ayuda psicológica es intimidante ser sincero.

No es que haya venido a soltar pura utopía estas semanas, no, le ha hablado de cosas importantes como Eiji (de sus sentimientos por el omega, más que nada), lo ha ayudado a metabolizar en crudo sus propias emociones, les ha puesto nombre, lo ha vuelto consciente y se ha resignado a aceptar.

Pero ahora está pasando por demasiado, acaba de finalizar el rut, descubrió que es correspondido, no va a hablar de eso, no va decirle absolutamente nada, no necesita que un profesional le juzgue para saber que se encuentra jodido hasta la médula, ¿hola? Por eso está en terapia, no va a contar ni un detalle relevante porque no merece ayuda y no la quiere.

No.

No merece nada de nada.

—Acabó de tener el rut. —Lo suelta, está tiritando en el diván, tiene las orejas gachas y las palmas empapadas de sudor, el jeans se siente demasiado áspero, es un dolor de cabeza—. Con Eiji.

—¿Por eso llegaste tarde? —Ash asiente, se concibe pequeño, realmente pequeño, el recuerdo de la rosa en el principito lo abofetea de golpe, solían cubrirla con un domo de cristal con la finalidad de protegerla, la pobre flor tenía apenas cuatro espinas para defenderse, cuatro patéticas espinas y se juraba un depredador voraz—. ¿Cómo te hizo sentir?

—Bien. —Dice eso cuando la boca le tiembla y la mirada se le ha desenfocado—. Me sentí bien.

El pecho le sube y le baja erráticamente, presionando la camiseta, los botones se tensan, simulan una prisión para su corazón, la cola ha forjado un abrazo para él mismo, sigue trepidando, ¿la rosa del principito también temblaría o esas cuatro espinas serían lo suficiente para defenderla? Quizás se la haya llevado el frío invernal, por muchas espinas que se posean llega un punto en que no son lo suficiente para salvarse de perecer, llega un punto donde se pierde el equilibrio sobre la cuerda floja y se cae no más.

—Me siento mal por sentirme bien. —Lo suelta, debería felicitarse por haber identificado la raíz de su malestar, pero no puede, el pecho le presiona demasiado, la camisa lo va a estrangular—. No debería, no tengo el derecho de sentirme así. —Sus garras han salido, no se da cuenta hasta mirar sus muslos sangrar—. Soy un abusado, soy un prostituto desde la infancia.

—Ash...

—No tengo derecho a sentir nada con mi cuerpo asqueroso. —Los pensamientos intrusivos llegan de golpe, no tiene tiempo para tomar aire o para enfrentar la tempestad, se le revientan igual que una ola encima de la cara, lo dan vueltas en este océano de negativismo, lo arrastran—. Soy esto.

—¿Lo eres? —¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? Lo cabrea, lo jode, lo empuja hacia el final.

—¡Sí! —Se para de golpe, con las garras afiladas y los colmillos afuera, la furia le hierve entre las venas con tanta fuerza que le inunda la cabeza, no tiene la claridad suficiente para pensar, está al tope, es como si fuese una olla a presión sin la manilla, la cólera no tiene a dónde escapar.

—Cálmate.

—¡¿Acaso no me escucha?! ¿Qué no le pago para que lo haga? —Su cola se mece con violencia en la consulta, tirando los adornos de la mesita hasta hacerlos mierda. Pero cuando mira, Ash solo se ve a sí mismo repartido por doquier—. ¿Acaso es tonta? ¿O debo llamarlo prostitución?

—No me refería a eso. —No se inmuta, se mantiene serena presionando el lápiz contra las notas—. Tú sufriste un abuso sexual, eso no es lo mismo a ser un abusado.

—¿Cuál es la maldita diferencia?

—El primero es un hecho puntual, algo sobre lo que podemos trabajar. —Aquello le taladra en las orejas con ímpetu, resuena lejano pero encima, como una avalancha—. La segunda es una etiqueta, algo que tú mismo te has puesto. —Se inclina aunque es una simple beta—. Si tú mismo te reduces a esos traumas por muy duros que sean, no podremos cambiarlos.

—¡Eso es...!

—Y no es que podamos cambiarlos, no es que podamos borrar lo que pasaste, pero sí la manera en que estos te afectan hoy, esa culpa que sientes por haber pasado el rut con quien amas y sentirte bien, eso que te genera mucho malestar hoy, podemos reescribirlo, por eso debes darle importancia esta clase de detalles, tú no estás jodido, tú no eres un enfermo, tú no estás roto, deja de reducirte, no te has dado una oportunidad todavía.

Se calla.

Regresa a su silla.

Se queda quietecito, pensando.

—Oh.

Se da el espacio para considerar el rut libre de prejuicios y de porqué se siente así.

Lo entiende, desde Cape Cod lo hace, desde que su entrenador de béisbol lo encerraba en la pieza para que "jugaran", lo amenazó para que no le contara a nadie, tenía espanto, recuerda pensar en Griffin a lo largo de la pesadilla, haber llegado a la casa de su progenitor con la ropa deshecha, juró que nunca más tendría que ver a ese hombre, pero nada cambió, su padre no solo lo ignoró, sino que lo llamó puta. Es curioso el peso que presentan las palabras, le da la razón a su terapeuta, esta etiqueta fue inicio de muchas otras, se sintió sucio y tuvo vergüenza, de vez en cuando la escucha, hay una voz retumbando dentro de su cabeza que le dice:

«Estás sucio, eres asqueroso porque lo disfrutaste, te merecías lo que pasó».

Así que sí, no haber sentido culpa durante el rut, al contrario, haber llegado al orgasmo, mierda le es duro como no tendría idea. Su cuerpo sigue sin ser suyo, esa es su razón primordial al rebajarse o reducirse a una simple herramienta, él no es suyo, él no puede, él no se pertenece.

Él no se debe tocar.

Tocarse es sucio.

—¿Podemos hablar un poco más de esto?

—Es tu espacio, puedes hablarme de lo que quieras con sinceridad, no estoy para juzgarte, quiero ayudarte.

—Estoy jodido, arruinaré su carrera, no soy un estudiante de medicina como le dije, yo...

—No estás jodido, pasaste por cosas que te hacen sentir así, es diferente. —Eso debería haberlo molestado, pero en su lugar, lo alivia.

—No necesita repetirlo, soy un genio certificado. —Ella bufa, dándole la posibilidad de cambiar.

Habla el resto de la sesión más que nada sobre rut, fue una experiencia linda al ser consensuada, le da pena no poderse alegrar genuinamente por eso. Tal vez, inconscientemente ha adquirido las mismas expectativas de la sociedad, donde una persona que fue abusada sexualmente no puede tener sexo ni tiene el derecho a disfrutarlo, qué dañinos son los prejuicios, ese tipo de comentario sañoso deberían tragárselos, gente como Jim no sabe nada.

Sale más ligero, espera y teme en partes iguales que haya sido lo mejor, se ha mantenido sincero a lo largo de toda una sesión, es un avance pequeño que lo deja maquinando en la catástrofe hasta que esos ojitos cafés nublan su razón.

Eiji lo está esperando.

Eiji lo ama.

Eiji también lo disfrutó.

Está bien.

—¿Quieres caminar un rato? —Sus palabras son tan suaves como sus orejitas esponjosas, eso le roba el corazón en un santiamén, debió suponer que no podría detener sus sentimientos, no han hecho más que ir in crescendo—. Me gusta hablar luego de mis sesiones, en mi casa les solía incomodar un poco, pero en la universidad son bastante amables. —Aslan no precisa si aquello es por un cambio cultural o la familia del conejo es bastante...Mierdosa.

—¿Empezaste a ir por Arthur? —El omega arruga la nariz, se ha acurrucado a su lado, permitiendo que su cola caprichosa lo envuelva con suma comodidad.

—Ese fue mi punto de quiebre. —Empieza, caminan por las calles de la ciudad, el barrio es agradable, diferente al basurero donde viven en Downtown, no es que puedan darse el lujo de ir a terapia si están en quiebra, pero Max se las está financiando, lo agradece—. Pero comenzó con mi lesión, fue como si dos depresiones se superpusieran o algo así, me hundí bastante.

—Eiji...

—Mi familia tiene prejuicios fuertes acerca de la salud emocional, tuve que llegar a un estado muy deplorable para que Ibe-san convenciera a mi mamá, desde ahí he estado mucho mejor. Esto me dio el valor para aventurarme a Nueva York a hacer mi propia vida, necesitaba sanar lejos de ellos, y también entender quién realmente soy.

La confesión le resulta fuerte, porque bueno, Eiji le sonríe incluso bajo la tormenta, debe recordar constantemente sobre la fragilidad, no es un ángel, también es un ser humano que perfectamente puede cansarse, responderle con una actitud de mierda, quemarse y no andar siempre sonriente, Eiji es imperfecto, Ash desea darle un espacio seguro para que se desmorone, construir un refugio mutuo en las tempestades.

Supone que es verdad, a veces, se está tan repleto de pasado que no se puede construir un futuro, cada quien acumula llamase etiquetas, dolencias o cicatrices, hasta el punto de pérdida. Agradece tener la oportunidad de que Eiji se abra a estos temas, aún le duelen, lo nota por la manera en que el omega se encoge sobre sí mismo en las escaleras de Nueva York, y aun así, tiene el criterio para mostrarse vulnerable porque entiende lo duro que es estar en su lugar.

—¿Amabas saltar la pértiga?

—Bastante. —Se han sentado en las escaleras frente a coloridos negocios, no hay transeúntes a estas horas, ha salido bastante tarde de la consulta—. Sentía que saltar la pértiga era mi único respiro, me sostuve con fuerza para no desmoronarme, mi papá decía que era un hombre, que no podía caerme con algo tan pequeño o siempre sería una carga, así que aguanté la depresión hasta que no pude aguantar más.

—Lo lamento.

—Yo no. —El japonés se ha recostado encima de su hombro—. A veces esta clase de cosas son necesarias para seguir adelante. —Terco como un conejo inclusive en esto—. ¿Cómo te fue a ti?

—Sorprendentemente bien. —Han entrelazado sus manos, no le ha preguntado por las rasgaduras de sus jeans ni por los vestigios de ira en su rostro, lo agradece—. Le hablé del rut.

—Oh... —El omega no tarda en sobresaltarse y ponerse rojo.

—Ese fue mi primer rut consensuado. —La vergüenza pasa a una impotencia que lo enternece, si una persona tan magnífica como Eiji es capaz de enojarse por él, significa que no es tan malo, tal vez necesite darse la posibilidad de quitarse a sus fantasmas, no es bueno estar lleno de pasado—. Gracias. —No es que no lo haya intentado antes, es que no tenía una razón para tratar con ganas.

—Lo lamento.

—Yo no. —Usa sus palabras en su contra con orgullo—. Eso me ha hecho fuerte a fin de cuentas.

—Nunca más quiero que pases por algo así. —Y Eiji se mira tan sincero cuando musita aquello.

—¿Acaso me vas a proteger?

—Sí. —Presenta la voz quebrada y los ojos cristalizados—. Daría mi vida para protegerte, Aslan. No quiero sonar dramático, pero así se siente. —Y por primera vez, esos ojos verdes se enfocan en el futuro, si bien, no es adivino para saber qué le depara, está cansado de seguir cargando con tanto.

Dino Golzine está muerto.

El Club Cod se hunde.

Le dará una paliza a Arthur.

Es libre.

Finalmente, es libre y es amado.

Se interroga si esto es un vínculo de destinados, alguien que lo inspira a ser mejor, quien cree de una manera incondicional en Aslan, incluso antes de que él mismo haya podido o donde nadie más sería capaz de hacerlo, lo ama, lo acepta, lo hace querer mejorar, no cree que es cuestión de mero instinto, probablemente tiene un significado mucho más profundo, o tal vez está muy enamorado.

—¿Tú habías pasado el celo con alguien? —Ash suelta la pregunta por puro nervio, el agarre entre sus manos no ayuda, tampoco que la colita de pompón parezca tirar hasta la suya, abrazándose.

—No, pero estuve a punto.

—¡¿Qué?! —Eso ha sido grosero, lo sabe, no obstante, no se lo esperaba.

—¿Tan difícil es de creer? —Lo ha indignado, lo adivina por su irresistible puchero, con las mejillas infladas y los brazos cruzados sobre el pecho—. Era bastante popular como deportista.

—No pensé que hubieras tenido novio, eso es todo.

—No lo tuve. —El ambiente cambia, una capa de melancolía los ha cubierto, Eiji se hace un ovillo aún más pequeño sobre las polvorientas escaleras, ha empezado a tiritar, la terapia ayuda a sanar, eso no borra el sufrimiento—. Pero él me gustaba bastante, se puede decir que salimos cuando llegué de Nueva York, jamás lo aclaramos. —Un nudo desagradable se forma en el vientre de Ash, es áspero y denso, se engrosa con cada respiración.

—¿Dónde lo conociste?

—En el equipo de pértiga, se cambió a mi universidad durante mi ausencia. —El malestar aumenta igual que el drama en una sinfonía—. Admiraba mucho a Mizu-chan, él era genial, incluso siendo un alfa recesivo se las arregló para acortar la brecha, nos apoyamos mutuamente en el deporte. —Su sonrisa se ha vuelto descolorida, le duele, verlo así es sumamente destructivo.

—Él...

—Creo que no me tomaba en serio o salía conmigo por ser un omega dominante, no lo sé.

—Eiji.

—En ese entonces creía que estaba enamorado. —Aunque el omega no tiene lágrimas, se limpia el rostro con el antebrazo, quitándose un velo fantasmal—. Me rompió un poco el corazón, pero ya estoy bien, estoy mucho mejor.

—No hagas eso. —Ash se lo suplica con una voz débil, deteniéndolo.

—¿Eh?

—No sonrías cuando parece que quieres llorar. —Los ojos de Eiji se ven inundados por conmoción indescifrable, aún bajo los violentos colores del atardecer, Aslan se ve atrapado a sí mismo por el fulgor de este astro en extinción—. Me haces sentir excluido, como si no fuera confiable.

—Esa no ha sido mi intención.

—Amar a otra persona no significa estar siempre bien para la otra persona. —Esa confesión simple es lo bastante para que las lágrimas se agolpen en los oscuros ojos del omega, cayendo con una pena que no impresiona tener final, delineando sus mejillas hasta su sonrisa tiritona—. Sé que no soy lo más estable para sostenerte, pero quiero apoyarte también, no serás una carga para mí por eso.

—Pero... —Lo lee antes de que lo diga.

—Porque también te amo, Eiji.

Y entonces, Eiji llora de verdad. Ash lo prefiere así siendo sincero, prefiere verlo sangrante de alma con esas lágrimas escurriendo por doquier a contemplar esa sonrisa amable y forzada, aún resulta ambicioso en demasía pretender ser un refugio para este terco, pero por ahora, es suficiente darle ese espacio seguro, abrazándolo, permitiendo que solloce incluso sino tiene sentido en contra de su pecho, la tristeza no necesita una razón coherente, los recuerdos duelen y ya.

—Lo siento. —Pero el moreno se disculpa de todas maneras, tiene las orejitas gachas, aún intenta mitigar la pena con el antebrazo—. Ha sido mucho, tenía miedo de que me rechazaras, no era mi idea enamorarme de nuevo, estaría bien que no me hubieses correspondido. —El omega hunde aún más su rostro contra esa vieja camiseta—. Estaba asustado de que me rompieras el corazón.

—Sería un idiota si lo hiciera.

—¡Eres un idiota por no darte cuenta de mis sentimientos! —Chilla, alzando su rostro, mostrando sus pedazos por primera vez, la sobreadaptación debe ser su mecanismo de defensa, a juzgar por lo que le ha contado el japonés debió aprender a ser cauto para sobrevivir, es lo contrario a su historia, las dos son válidas e igualmente importantes—. Estaba asustado de que me odiaras hoy.

—Lo lamento. —Ash se disculpa más veces de lo posible—. Me aseguraré de compensarte.

—Eso espero.

Eiji se queda llorando en silencio contra su pecho, ha guardado el dolor desde que volvió a Nueva York, lo ha acumulado tanto que bastó de esta tenue brisa para que se desbordara, y Ash lo acuna, le musita palabras dulces y suaves, procura escuchar cada una de sus quejas, son importantes, así como el principito cubría a su rosa con un domo de vidrio para que no peligrara, la rosa lo proveyó de alegría desmesurada, se quedan sanando un poco más sus heridas, ahora hay espacio para ambas.

Eiji ronronea de pena.

Y Ash se asegura de besar esa pena.

Mañana comienzan los problemas reales con Arthur, no duran mucho pero son intensos, así que preparados y otra pequeña revelación, les dije, el contraste de ritmos me da risa en esto. Y creo que se aclaró en el capítulo, pero cada quien reacciona diferente a la intimidad, es entendible que haya culpa por haberlo disfrutado si aprendió durante toda su vida que su cuerpo estaba sucio y si sentía placer, era malo. Es un tema que aún debe procesar y trabajar, pero la puerta está abierta.

¡Nos vemos mañana! (Dos veces algunos).

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