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15. Collar de protección.

¡Hola mis bonitos lectores! Bienvenidos a la segunda mitad de este desafío, como les conte, el ritmo de esto va bastante diferente a la primera mitad donde tuvimos mucho tiempo para procesar y explorar psicologicamente a Ash (y emocionalmente) ahora nos centramos más en el AshEiji y en los problemas tras problemas tras problemas que tendrán (no necesariamente malos, conste, solo no planificados). Muchas gracias por leer.

¡Espero que les guste!~

Eiji se ha puesto un bozal para la reunión.

Eiji Okumura, un omega dominante, jodidamente terco (y lindo, pero lo omite), ha venido con bozal.

Aslan conoce el fondo del gesto, desde la conversación que tuvieron anoche se juzga increíblemente expuesto, hoy se siente mejor, sin las herramientas necesarias es imposible mitigar una crisis activa, ahora que ha pasado es consciente de ver lo qué ocurrió, en su momento fue vislumbrar una película con un protagonista ajeno. Esto se ha tornado demasiado real y violento, quiere mejorarse, esto no proviene de una abrupta catarsis ni nada, lo ha estado considerando y pateando al rabillo de su ojo, incluso antes de que Dino muriera, ha querido liberarse de sus cadenas, porque son pesadas y está cansado de cargar con tanto.

Que este omega se les haya unido como un igual en el bar, presentándose ante el heredero del clan Lee con un bozal le roba una sonrisa, incluso con el fierro tensándole la mandíbula mientras el resto de la pandilla contiene el aliento, tiene pelotas o simplemente es terco, aún no lo decide, cualquiera sea el caso, le agradece por su misericordia.

—¿Qué es esto? —Yut-Lung se mira ofendido, repasa el bozal de Eiji con una mueca de pura ira, se ha puesto rojo hasta las orejas, parece un volcán a punto de estallar, inclusive ha sacado colmillos, acá encuentra el parentesco con las serpientes—. Solo le pedí a los alfas un bozal.

—Mis amigos no son peligrosos para nosotros. —El japonés ni siquiera vacila en defenderlos, cruza sus brazos encima de su pecho y agita esa colita de algodón con parsimonia, balanceándola de un lado hacia otro, Aslan tiene el impulso de tirarla, a juzgar por los regaños de Sing hacia sí mismo al otro lado, no es el único.

—Lo pedí por precaución.

—Aun así. —Eiji gruñe—. Si quieren trabajar juntos lo más inteligente sería tenerse confianza, es necesaria. —Yut-Lung aprieta los puños antes de tensar el entrecejo, esa fachada agraciada que tanto pretende en el estudio de modelaje se ha esfumado, dejando al histriónico del que sospecha.

—Quítatelo.

—No.

—Quítatelo.

—No.

—¡Qué te quites el maldito bozal! —Chilla, tirando del aparato, intentando alcanzar la correa para así desabrocharla, fracasa, pese a su aspecto adorable esos músculos de pertiguista se encuentran presentes, dándole una ventaja física al conejo. ¿Quién lo diría?—. ¡Eres frustrante, Okumura!

—Si tanto quieres prevenir una mordida, ¿por qué no usas collar de protección? —Yut-Lung gruñe, colérico e indignado, ganándose una mirada compasiva de esos grandes ojos cafés, Ash sabe que si está insistiendo con semejante mezquindad es por lo que vio anoche y le contó acerca de su pasado, por esas heridas que nadie conocía, por esas heridas que ni él mismo acunó, por esas heridas que siguen sangrando—. Son muchos alfas en la pandilla y el bozal es denigrante.

—No tengo porque protegerme cuando ellos deben controlarse. —Y tiene razón, por eso existen tantas leyes de protección hacia su casta, las víctimas nunca tienen la culpa de una transgresión—. ¿Por qué yo debería...?

—Ellos no van a morderte, ¿acaso no trabajas con alfas? Incluso en la empresa has visto a Ash.

—Esto es diferente. —Yut-Lung se muerde el labio, se ha abrazado a sí mismo con tanta fuerza que cree que se va a romper, hunde sus uñas en los bordes de su suéter, desgarrando levemente la cachemira—. Es cuestión de estatus y poder, de control.

—Por favor. —Eiji lo suplica, el bozal es uno de los aparatos más arcaicos en esta sociedad, a nadie en su pandilla le ha hecho gracia usarlo, ni siquiera a Shorter quién planificó la reunión.

—Bien, pueden sacárselo.

La pandilla vitorea en silencio mientras se quitan el bozal, los dientes le crujen ante el movimiento, la boca le sabe a óxido, la carne le pesa, los ojos le arden. Creyó que tendría una reexperimentación, usar su viejo amigo le daba el pie para desrealizarse y tener un viaje hacia la tumba de sus memorias, no ha pasado, no sabe si es porque ha estado en una montaña rusa emocional con el tema del Club Cod o porque Eiji le ha dado la mano, le gustan estos toques, son suavecitos y dulces, son inocentes, son amigables, los amigos definitivamente se tratan así.

—Déjame ayudarte. —El japonés no logra alcanzar el broche de su bozal, por eso Aslan no tarda en quitárselo, hunde sus dedos en la hebilla de cuerina, liberándolo de su prisión.

—Gracias. —Quedan frente a frente, en casi un abrazo, eso lo pone tan nervioso que se congela, la cola se le mueve erráticamente de lado a lado, buscando la cintura de su compañero, atrayéndolo, un ronroneo escapa de lo más profundo de su garganta, la cercanía quema, este chico le duele.

—¡El jefe está ronroneando! —Por supuesto, no dejan pasar esto—. ¡También quiero! —Bones se acerca con la intención de acariciarlo, Ash saca las garras antes de gruñir, es el depredador más feroz que existe en la faz de la tierra, no permitirá que lo rebajen a una especie de gato doméstico.

—No creo que eso funcione para todos. —Shorter suspira, divertido, ha dejado su bozal encima de la mesa, sean alfas dominantes o recesivos, ese fue el requisito—. Creo que solo funciona con Eiji.

—¿Eiji ronronea? —Entonces, Bones se acerca al omega—. ¿Los conejitos ronronean? —Y se atreve a acariciarle debajo del mentón, intensificando un malestar que pesa en el estómago del lince.

—No ronroneo. —Chilla, en contra de su voluntad Eiji se relaja, comenzando a patear sutilmente el piso, recibiendo gustoso las caricias—. Un poco más arriba. —Bones es el primer bastardo en tocarle esas orejas esponjosas y negras, no lo admitirá en voz alta, aunque quizás, le da celos.

Celos, sí.

Así se llama la sensación.

—¡No se distraigan! —Aslan gruñe, su cola ha envuelto la cintura del omega, apartándolo de la multitud, colocándolo detrás como si fuese un escudo humano, como si pudiese protegerlo con este gesto, como si finalmente tuviese algo valioso que atesorar, lo posee, es violento—. Vinimos a concretizar la alianza con Yut-Lung, concéntrense. —Bones y Kong suspiran decepcionados.

—¡Sí jefe! —Apartándose del omega.

Eiji en ningún momento suelta a Ash.

Yut-Lung no solo le facilita información y acceso a las redes del Club Cod para exponerlos en el New York Times, sino que además se les ha unido en la contienda contra Arthur, existe un odio ardiendo en las pupilas de ese chico, es diferente al que conoce, a ese odio calmado que lo ayudó a destrozar a su creador o a volar hacia el sol hasta convertirse en cenizas, este es descontrolado, hierve, explota al instante, es una impotencia que probablemente ha acumulado incluso con los privilegios de casta.

—Arthur ha aceptado el desafío. —Es Alex quien alza la voz sobre la multitud, afinan un montón de detalles en paralelo, quiere ponerle fin a la catástrofe pronto—. El jefe tenía razón, ha elegido el subterráneo y ha permitido la mediación de Sing y de Cain.

—Deberían llevar bozales por si acaso. —Yut-Lung no escupe esas palabras con malicia, se halla en un rincón del bar, repasando uno de los artefactos con las uñas, acariciando desde la rejilla hasta el seguro de cuerina con suma familiaridad—. El tipo me desagrada de sobremanera, ha rebajado a mi casta como si fuésemos esclavos, un bozal lo facilitaría. —Quizás debería considerarlo.

—Ustedes deberían usar un collar de protección. —La mirada de Ash gravita inmediatamente hacia Eiji cuando musita aquello, ya lo han intentado morder desde que llegó a Nueva York, nada garantiza su seguridad mientras él pelea, debe protegerlo incluso en su ausencia.

—Tienes razón. —El japonés es suave y comprensivo—. Si yo hubiese estado usando un collar de protección no los habría involucrado en esto, lo siento.

—No es tu culpa. —Para su sorpresa, el otro omega lo apoya—. Que esos cerdos te hayan querido marcar no es tu culpa, se deberían haber controlado, eres la víctima. —La angustia de casi haberlo perdido todavía arremete en una marejada dentro de su vientre como olas en un acantilado, le arde desde el tórax hacia las costillas, es corrosivo y sofocante, es marchitarse en plena primavera.

—Gracias.

—¿Luego de que acaben con esa hiena, me ayudarán con mis hermanos? —Más que una petición, eso es una exigencia, se ha cruzado de brazos y tensado el ceño, es evidente.

—Ese fue el trato. —Yut-Lung bufa, arrojándose el cabello para atrás. Le desagrada, Ash no soporta a este mocoso caprichoso, tener que trabajar codo a codo en la empresa es un calvario.

—Amigo, creo que Yue me gusta. —El lince parpadea, seguramente se ha golpeado la cabeza para escuchar semejante disparate, no es posible que Shorter haya dicho eso, no, se niega a creerlo—. Es lindo.

—¿Lindo? —La saña en su voz chispea, se van hacia una orilla en el bar, donde las botellas de alcohol se encuentran abarrotadas y las luces apenas funcionan—. ¿Acaso perdiste la razón? Ese sujeto nos obligó a usar bozales, no hay nada de lindo con eso. —Claro, Shorter también ha tenido malas pasadas con dichosas herramientas, en este mundo de decadencia es común que los sometan.

—No lo sé, nosotros charlamos a solas. —Un tenue rubor ha coloreado las mejillas del otro alfa, eso lo deja boquiabierto, realmente cree que el omega ha usado un hechizo de serpiente o algo así para engatusarlo—. Él se ve frágil, es lindo, quiero conocerlo un poco más.

—No puedes hablar en serio.

—Yo no critico tu romance de heterosexualidad dudosa, no critiques a mi pequeño crush. —Bufa, indignado, acomodándose los lentes de sol en la punta de la nariz para darle énfasis a la seriedad, eso solo lo hace ver todavía más ridículo pero no se lo dirá.

—Somos amigos, no tenemos un romance.

—Por favor, miras a Eiji como si él fuese tu mundo entero.

—No lo hago. —Miente, por primera vez es un terrible mentiroso y lo sabe.

—Ajá. —Shorter eleva una ceja, completamente indignado—. ¿Por eso sigues abrazándolo aunque estén separados? —Esa maldita cola con vida propia se menea agraciadamente desde la cintura del omega hacia su cadera, no tiene vergüenza, eso lo hace enrojecer con furia—. ¿De verdad? ¿Lo sigues manoseando incluso ahora? —Como si su propia naturaleza quisiese darle la razón se enreda a la colita esponjada del conejo.

—¡No es voluntario! —Gimotea, tirando del pompón de Eiji, ganándose una mirada tan avergonzada como colérica por haberlo tocado—. Mi cola parece tener un crush, yo qué sé. —Chilla, pateando.

—Tu cola es más inteligente que tú. —Se mofa—. Seguramente te está haciendo consciente de lo obvio, te gusta. —Alto, alto, alto. ¿Gustarle? ¿Románticamente? Diablos no.

—Somos amigos. —Espeta, terco, con una mezquindad digna de competencia.

—Que duermen juntos en el mismo nido. —Shorter arroja un suspiro desde lo más profundo del alma, agarra una de las cervezas del costado, buscando paciencia, eso lo cabrea, se supone que el foco de la conversación era otro, no sus obvios sentimientos de pura amistad heterosexual con el omega—. Ash, te digo esto porque te quiero y te conozco, estás enamorado de ese chico.

—Imposible.

—Luego no vengas pidiéndome consejos amorosos. —Lo amenaza en broma, relajando el ceño, con una sonrisa comprensiva y burlona—. Al menos tu cola da la impresión de tener los 200 puntos de IQ. —Aslan lo golpea en el hombro antes de reincorporarse a la reunión.

¿Gustar?

¿Le gusta Eiji?

No.

Definitivamente no.

Terminan la reunión con la contienda planificada, tiene que ver a Max a la salida, aún no le entrega las fotografías que le robó a Froggy y luego de haberlo procesado, se concibe capaz de hacerlo, salen de la mano, Eiji y él parecen unidos por la cadera desde que se mordieron, quizás antes, sin embargo, se profesa normal y...Correcto. Ha traído la motocicleta para trasladarlos, el omega tiene clases en la universidad, él pretende irlo a dejar, no le dirá que le ha robado el vehículo a Shorter con la excusa de verse genial, pero bueno, el precio lo vale.

—¿Listo, onii-chan? —El aludido se sube en la motocicleta, abrazándolo por el vientre, afirmándose.

—¿Seguro tienes licencia para conducir?

—Nunca dije que tuviera licencia. —Eiji palidece, meciendo sus orejas con hiperalerta, tensando ligeramente el agarre alrededor de su cintura, acercando sus caderas—. Confía en mí.

—Lo hago.

Entonces, Aslan conduce como jamás lo ha hecho, permite que la adrenalina le destroce las venas, se le expanda por doquier, lo carcome, lo embriaga y lo intoxica. No hace maniobras imprudentes, no va a arriesgar la seguridad de este conejito, aun así, se luce, se hace el cool derrapando entre las diferentes curvas, abriéndose paso en los autos, saboreando el viento, coloreándose de éxtasis.

El corazón se le dispara fuera del pecho apenas el omega acomoda su mentón encima de su hombro, las manos le sudan contra el acelerador, la garganta se le cierra, están tan cerca, puede sentir a esos rebeldes mechones abenuz cosquillearle en las mejillas junto a adictivas feromonas, la calidez de este abrazo lo destroza, le derrite los huesos, convirtiéndolo en una masa de emociones disonantes, emociones que definitivamente son de amistad, por supuesto, es normal que el pulso le explote por semejantes mimos, es simplemente amistad incondicional.

—Cuando acabes tus clases te estaré esperando con la cena. —Ambos tienen el tema alimentario en la mesa, Ash le ha mostrado hasta la última grieta de su alma sin recibir rechazo, no tiene motivos para disimularlo o consumirse por la incomodidad, lo acepta, hay una zona segura—. Tengo antojos de perritos calientes. —Eiji bufa antes de rodar los ojos, la facultad es extraordinariamente grande.

—No vamos a cenar perritos calientes, son malos para tu salud.

—No sé cocinar otra cosa. —Se excusa, encogiéndose de hombros, una infinidad de árboles danza ante edificios monumentales, es una oda al conocimiento y la magnanimidad, es elegante, nunca antes ha estado cerca de la universidad de Nueva York, le gusta.

—Yo te cocinaré algo cuando llegue, procura lavar la ropa al menos. —Ash asiente, emocionado.

—Buena suerte en tus clases.

—Saluda a Max de mi parte. —El alfa le guiñe el ojo antes de arrancar el motor.

Universidad.

También ha considerado la universidad.

Últimamente, considera demasiadas cosas.

Pero no es momento para pensar en esto, debe encontrarse con Max, el sobre con las imágenes le está pesando dentro de la chaqueta de mezclilla, espera que al entregar esa parte de su pasado, ese instante que permaneció congelado en una inocencia usurpada, se profese más ligero, con más paz.

Se encuentran a las afueras del New York Times, probablemente acaba de salir de una reunión, luce extremadamente cansado con su traje de oficina flojo y el cabello enmarañado por el sudor, rechaza su invitación a tomar un café, se limitan a discutir esto frente al edificio, apoyados contra un muro de concreto, Ash le explica lo que ha hecho con Froggy, omitiendo hábilmente la reexperimentación y cómo Eiji se las ingenió para ampararlo, de alguna manera ese omega se las arregla para rescatarlo siempre, irónico considerando los roles impuestos.

Max se mantiene con una mueca indescifrable a lo largo de su relato, desaprueba sus métodos para conseguir las pruebas y es terrible disimulándolo, pero hey, al menos posee el sobre de fotografías. Hay un disco duro con la información de las otras víctimas, es cuestión de escribirlo, de generar una explosión con cada pequeño movimiento de teclas que haga hacia el computador.

—Utiliza mis fotografías. —No duda en extendérselas, mientras más sólido sea el artículo mejor, finalmente ha dejado atrás al niño quebrado, ya procesó el dolor, hora de seguir adelante—. Ya soy un hombre muerto, nada puede avergonzarme. —Pronuncia esas palabras con un poco de risa, él suele compararse con la muerte, porque bueno, no es vida lo que ha llevado, ha muerto a los ocho años y tiene el coraje para admitirlo.

Está bien que usen sus fotografías.

Está bien que el mundo se entere de lo qué es.

Pero entonces, Max saca un encendedor del bolsillo de su traje, la rueda cruje apenas la friega con su pulgar, una llama feroz se enciende, le quita el sobre de imágenes, no vacila, las quema.

Max está quemando sus fotografías.

—Olvídalo. —Las sostiene, viéndolas arder, admirando cómo las llamas consumen ese pasado, cómo lo convierten en meras cenizas—. Aunque supongo que ya lo habrías olvidado si pudieras. —Su voz es gentil pero increíblemente violenta, le remueve el corazón, desata un huracán en su interior, esto es una compasión destructiva—. Simplemente deja de pensar en ello.

Y de pronto, Ash respira.

—Esto ya no te controla.

Las imágenes no dejan de quemarse, no las suelta, incluso si le calcinan levemente los dedos, luego se las lleva el viento, no queda nada y...Está agradecido. Aslan está sumamente agradecido de aquel cursi e impulsivo gesto, sí, se dijo a sí mismo que estaba bien, se lo repitió una infinidad de veces, pero en el fondo, sigue esperando esta clase de compasión. Es duro, intentó ser un niño bueno si le daban la oportunidad de serlo, aun así, todos lo descartaron como una persona despiadada que no era merecedor de amor, nunca le dieron una oportunidad, solo deseaban lastimarlo.

Max es diferente.

—Creo que ahora quiero ese café, anciano. —Musita, apenado, nervioso, ansioso y cualquier otra emoción de esa índole que sea posible e imposible.

—Un chocolate caliente será. —Él bufa, metiendo las manos dentro de los bolsillos de sus jeans, le permite a Max que lo abrace por los hombros, se relaja, se ven casi familiares en el reflejo de vidrio.

Es lindo.

Compran algo para pasar el hambre, no quiere llenarse mucho, no por el trastorno alimentario, de hecho, desde que lo habló con Eiji se siente mucho mejor, seguramente quería quedarse vacío, pero no en el sentido estomacal o autodestructivo sino vacío de secreto, el pequeño Aslan nunca dejó de buscar esa zona de seguridad que lo aceptase de manera incondicional. Niega, encarrilando otra vez su hilo de pensamientos, el punto es que piden bebidas ligeras porque se muere por llegar a cocinar con el omega luego de que acabe las clases en la universidad. De todas maneras, acepta el chocolate caliente, ha adquirido un gusto por lo dulce desde hace algunos meses.

—Supongo que se acabó. —Se han sentado en una de las mesas del rincón, cerca de la barra, están en un Starbucks, si bien él odia estas abominables cadenas de moda, debe admitir que es delicioso.

—Supongo que sí. —Max se afloja la corbata, sus manos dejan manchas de hollín cuando tocan el vaso de papel, sus huellas digitales se graban con una resbaladiza nitidez en el logo—. Ash... —Su tono ha cambiado, este es serio, rasposo e incluso duro—. ¿Qué piensas de ir a la universidad?

—¿Universidad? —El chocolate le golpetea en la boca, dejándole un bigote de espuma.

—Eres bueno modelando, lo hemos hablado con Jessica, a ella le gustaría mantenerte en la empresa, pero creo que serías buen periodista, me has ayudado mucho con los artículos. —Le cuesta procesar esas palabras, para ser franco, luego del duelo con Arthur y cerrar lo del Club Cod, esperaba morirse, no era un plan concreto, pero no había nada más. Además, los síntomas lo consumen de a poco.

—No creo que la universidad sea para mí. —Aunque, considerándolo, ha podido superar algunas cosas—. No soy normal.

—Es el mejor lugar para ti. —Insiste—. Podrías asistir con una buena terapia. —Max baja la mirada, es consciente de lo poco que esto le incumbe, no por ser el hermanito de Griffin debe solucionarle la vida, eso no aplacará la culpa de lo vivido en Irak—. Podrías ir a la misma universidad que Eiji.

Oh.

Ser un universitario normal, como Eiji.

—Solo si quieres, puedes postular a Harvard o Yale con tu coeficiente intelectual, estoy seguro de que quedarías donde quisieras. —El beta se atraganta con la cafeína para pasar los nervios, la voz del barista se pierde entre la tenue tonada del local, es un ambiente agradable, se imagina justo así una salida paterna—. Tu futuro es importante, tómalo con mayor seriedad, ya eres libre de esto, Golzine murió.

—No tengo el dinero para hacerlo. —Ese fue el punto de haber buscado un compañero de cuarto.

—Dependiendo de cómo sale esto, podrían aparecer oportunidades, nunca se sabe. —El periodista se mantiene optimista, ha suavizado su mirada, soplando el humo del café—. Y sino quieres seguir adelante con el modelaje o la escritura, puedes explorar más alternativas, tienes apenas dieciocho.

—Ni siquiera terminé la escuela, solo llegué a la primaria.

—Podemos arreglarlo, Griff estará de acuerdo, cuando se mejore le puedes preguntar tú mismo. —Aslan levanta una ceja, divertido—. Le romperá el corazón ver a su hermanito perderse.

—¿Quebrarías la ley por mí? ¿Falsificando mis datos personales? —El beta se encoge de hombros, ha arrojado su nuca hacia atrás, hundiéndola en las mullidas fundas del asiento.

—Creo que Aslan Glenreed suena bien.

Gracias.

Gracias por quererme, mi papá nunca me quiso.

Conduce al apartamento con una sensación que si bien, es indescifrable y un tanto intimidante, no le desagrada, la permite derretirse en su pecho como si fuese una bola de caramelo o la espuma del chocolate que bebió, se deshace ese lago que antes creía que era de sangre y ahora, ve la posibilidad de que sea algo más. Sí, Aslan no es un optimista amante de la vida, pero él mismo se ha antepuesto las limitaciones, ser más, más de lo que nunca se imaginó, ser normal, ser un universitario, sanar, le gusta.

Apenas cruza el umbral de su hogar lo envuelve el aroma del salteado entremezclado a esas dulces feromonas, Eiji le arroja una sonrisa que le ilumina la existencia desde la cocina, se está balanceando al ritmo de una canción mientras añade verduras, no necesita de invitación para ayudarlo a picar o a condimentar la cena, es divertida esta sensación hogareña, supone que luego de la tormenta viene el sol, supone que aunque su estancia con Dino y sus experiencias de dominante lo dejaron herido, muy herido, las heridas no tienen por qué mantenerse abiertas.

—Te demoraste poco en clases. —Eiji le da a probar algunas de las verduras en la boca, el salteado aún no está, es delicioso, la crema se le derrite en la lengua en una mezcla increíblemente sabrosa, come, está comiendo y mierda, no hay culpa. Al diablo si se profesa en remisión o no, lo disfrutará.

—Se acortaron, básicamente fui a recibir un trabajo. —Bufa, meneando sus orejitas al ritmo de la canción, le gusta la tonada, es relajante, están hombro contra hombro frente a la estufa.

—¿Es divertido ir a la universidad? —Su cola traicionera ya ha clamado su hogar, envolviéndose en la cintura de su compañero con recelo. Ha notado que a Eiji también le agrada este ritual, sino no movería su rabito erráticamente contento.

—Es una constante tortura de insomnio y estrés. —Esa sinceridad le hiela la sangre, se congela contra un pimentón, dejándolo cortado en media luna—. Vale la pena si te gusta lo que estudias.

—Ya veo.

—¿Por qué preguntas? —Eiji le baja el fuego a la estufa, dejando que los camarones se cocinen—. ¿Estás considerando entrar a estudiar algo? —La cercanía lo ha puesto rojo, sabe por el reflejo que contempla gracias al brillo del cuchillo, no lo comprende, estos nervios no son normales.

—Max me dijo algo así hoy. —Escamotea, es bueno escamoteando.

—¡Eso es fantástico! ¡Felicidades, Ash! —Pero Dios, Eiji le sonríe y jura que se derrite, ama perderse en esos ojos cafés, independiente de la luz que los coloree, el fulgor que se desprenden entre su iris es inigualable, es un espectáculo de galaxias nacientes en constante movimiento, como estrellas fugaces destinadas a la eternidad o soles en extinción—. ¿Quieres estudiar medicina?

—¿C-Cómo supiste? —No necesita terminar.

—Dijiste que eras un estudiante de medicina cuando nos conocimos, debe ser por algo. —Tampoco es necesario que comience, con este omega puede tomar un hilo azaroso, jalarlo a ciegas y aun así será el tiempo correcto, es mágico, casi profético.

—Me intimida ir a la universidad, no creo encajar. —Un temor vulnerable y frágil, debe ser sostenido como si fuese cristal, con cuidado. ¿Qué hace este desgraciado? Bufa, arrojándole una risa altanera.

—¿Hablas en serio? —Esa mueca lo incita a arrugar el ceño—. ¿El señor voy a la biblioteca en mi tiempo libre no encaja en la universidad?

—¡Eiji! —Gimotea.

—Es la verdad, eres todo un nerd.

—¡No soy un nerd! ¡Tengo gustos clásicos! —Él lo ignora.

—Creo que la universidad es tu lugar perfecto, si quieres te puedo mostrar la facultad uno de estos días. —Y la molestia se esfuma mientras incrementa el color en sus mofletes—. Sería divertido ir juntos. —Sus hombros se rozan, el tenue calor de la estufa le enciende el corazón en una explosión atómica, esto es violento, es un tren bala, un tren descarrilado a millones de kilómetros por hora.

—Podría llevarte más en mi motocicleta. —El omega se ríe, impresiona nervioso, por la tensión que ha ejercido en el mango de la sartén, lo confirma—. Podrías abrazarme más fuerte, onii-chan.

—Ya quisieras. —Bufa, tomando uno de los camarones—. Abre la boca. —Lo traga, sin contar esas malditas calorías ni preocuparse por vaciar nada, lo traga porque es delicioso, lo traga porque Eiji lo hizo, lo traga porque quiere estar bien—. ¿Está rico?

—Lo está.

Y en el fondo de su corazón se permite el pensamiento de que quizás, solo quizás, esto sea poquito más que una amistad.

Maldición.

Vamos in crescendo con esta cosa~ Así que esperense mañana que tenemos un capítulo intensamente lindo, si se puede decir.

¡Nos vemos!

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