¡Hola mis bonitos lectores! Tengo dos cosas que pedirles hoy, lean la notita del final y la advertencia si quieren seguir con esta trama, recuerden, por mucho que se los pida no puedo hacerme responsable de lo que lean, así que sean conscientes con eso.
✩ Advertencias: Todo el presente capítulo gira en torno a un episodio purgativo, hay ideación suicida pasiva, pensamientos intrusivos y catastroficos, mucho negativismo, fuertes síntomas de ansiedad y panico. Recuerden que nada de esto es voluntario, así que se pide algo de empatia en los comentarios, estas cosas pasan en la vida real.
Aslan tiene noches malas y noches de mierda.
Noches donde el estrés post traumático resulta garrafal con sus pesadillas, ni siquiera le ve sentido, es una tortura casi medieval revivir una y otra vez las mismas sangrientas imágenes, lo merece, está consciente de eso, es quien tomó esas vidas después de todo, es un asesino, no pretenderá no serlo.
Pero también, hay noches como estas, donde simplemente da vueltas en la cama, intentando buscar alguna posición digna para dormir, sacando libros del estante para aplacar el insomnio, devorándose una novela entera con el tenue fulgor de la lámpara a sus espaldas, con su cerebro rumiando entre catástrofe y pensamientos intrusivos.
Hay noches donde el tiempo se estira hasta quebrarse.
Ash suspira, mirando la pila de novelas que se acaba de tragar, son las tres de la mañana todavía, le es inconcebible lo rápido que las ha terminado y lo lento que la luna cae, esto no es insomnio carente de sentido, sabe, esto es porque Yut-Lung se le acercó durante la sesión de fotografías que tuvieron en la tarde para entregarle ese maldito artefacto.
Un bozal.
Le ha pasado un jodido bozal.
Es una herramienta destinada para los alfas, durante la época más arcaica se les exigía el uso público en las calles, actualmente no es así, es una herramienta inofensiva para prevenir las mordidas hacia los omegas, sin embargo, Dino lo usaba para otro motivo torcido. Oh sí, he acá el bello surgimiento de esa anorexia purgativa, para que no engordara el pedófilo literalmente lo amarraba con un bozal, eso volvió el hambre una segunda piel, él es una especie exótica, tiene prohibido ser menos que una encarnación de la perfección y tener encima esa cosa en su velador, ha despertado sus fantasmas.
Ash se encoge entre las sábanas, intenta cubrirse, aplacando estos pensamientos pero no puede, es como si la llave que los contuviese hubiese explotado, ahora fluyen hasta ahogarlo, golpean de una sola vez, no hay piedad. Él mira la cubierta de la novela que leía, es esa que Eiji le regaló, esa acerca del amor que en el fondo es una metáfora a la decadencia humana romantizada, le agrada.
—Un bozal. —Musita, encogiéndose aún más, evitando a toda costa mirarlo—. Serpiente venenosa.
Aslan tiene pesadillas acerca de sí mismo muy seguido, acerca de engordar o cómo realmente se ve, se da asco, independiente de cuánto vomite o purgue, se da asco y no es por apariencia, es cuestión de control. Él no tiene control sobre absolutamente nada que lo rodea, ni siquiera de su cuerpo, por ahí va la cosa seguramente. Todo el que buscó intimidad lo ha abusado sexualmente, puede ser una tontería a estas alturas o encontrarse normalizado, debería superarlo, la gente suelta esas palabras como si pudiese hacerlo por arte de magia, puf, de repente despierta y ya no es hiriente vivir, ya no se concibe atormentado por ese pasado. Ja, lo superaría si pudiese, bola de ignorantes.
Mierda, es duro.
Y ahora, como una bola de nieve en bajada, no ha podido dormir porque ha cenado, sí, Eiji pidió una pizza gigante que más que encantado se tragó, había olvidado el genuino malestar que la comida le genera porque bueno, estaba mejor. Pero esta noche su estómago se siente como si fuese un globo, está tan inflado que cree que explotará, Dino lo regañaría, diciéndole que ha arruinado su magnífica obra de arte.
—Naciste como una vulgar prostituta, me tomaré el tiempo necesario para enseñarte. Te convertiré en una esposa decente.
Y de pronto, no puede más.
No sabe cómo se las arregla para arrastrarse en la oscuridad, solo es consciente del violento ardor en su garganta cuando se aferra a los bordes del baño y vomita absolutamente todo lo que guarda, se encuentra tan acostumbrado a purgar que no necesita nada, increíble ¿no? Ha convertido reflejo involuntario en algo completamente voluntario a merced de su autodestrucción, ¡qué maravilloso!
Aprieta los bordes del baño con fuerza, ha pasado demasiado tiempo desde la cena, las calorías han sido absorbidas y esto es inútil, sin embargo, la sensación de retener se ha tornado insostenible para el alfa, ese maldito bozal, el ácido estomacal le escurre hacia la nariz, destila hasta la alfombrilla que más tarde deberá limpiar, es grotesco, es una sensación visceralmente asquerosa, desclava un trozo de papel confort para sonarse, pero las fosas nasales le arden como si estuviese la carne abierta.
Su respuesta más coherente es vomitar más fuerte, tomar agua e intentarlo otra vez, una acuarela putrefacta flota junto a la pastilla de cloro, formando olas de colores muertos en un vacío de jaspe, el amargor envuelve sus dientes, teme que se caigan o se manchen, no lo suficiente para detenerse, no hay control, no ha sangrado esta vez, vomita más fuerte, debe sacarlo, sino lo saca engordará.
Vacío.
Debe quedarse vacío.
Porque a fin de cuentas, su cuerpo ni siquiera es suyo, sino de quienes lo tomaron a la fuerza, lo han usado a su merced, forzándolo a recibir el semen cuando se les diese la gana, lo odia, la manera más patológica que este chico ha encontrado para aferrarse al control, es tomando a su propio cuerpo por las riendas y destruirlo, porque sino puede ser suyo, no será de nadie, no es justo, acá la muerte vuelve a lucir tentadora, con mierda escurriéndole de la boca, con el inodoro lleno mientras le pega un ataque de risa. Ja, ja, ja. ¡Este es el sueño americano!
—Ugh.
No tiene fuerza para limpiarse, sus rodillas le han fallado y ha caído contra el suelo, justo encima de esa poza de ácido estomacal, ni siquiera le ha atinado al baño, ha hecho un caos, más que un felino es un maldito cerdo que traga y traga hasta explotar, por eso le ponían el bozal ¿no? Lo merece, se merece absolutamente todo lo que ha pasado porque es una basura homicida, no sabe hacer más...
—¿Ash?
Solo está acá, existiendo en ese océano de nada, no hay salida ni final, se hunde sin rumbo, el control a dónde va lo ha perdido y aún así, tiene la certeza de que no flotará mucho más, eso es crónico, es imposible que lo patológico salga gratis, tal vez es un suicidio muy lento.
—¿Ash?
Pero Eiji está acá, con una mirada de absoluta preocupación y eso lo rompe, porque es una imagen grotesca, él en una poza de vómito, con el baño rebasado, es un malagradecido, el omega compró la cena con su primera paga y él la despreció, es una carga para todos, debería morirse pronto luego de encargarse del Club Cod y ya.
Nunca se va a recuperar.
Jamás estará bien.
—Eiji...
No dicen más, el moreno lo ayuda a asearse en silencio, limpia su desastre sin reprochárselo, Aslan sangra con semejante comprensión, no es digno de amor, no es digno de nada bueno, han usado su cuerpo hasta que dejó de ser suyo y su alma, no cree tener más. Racionalmente comprende que ese es un ataque de pensamientos intrusivos gatillados por una serie de estímulos que se acrecentaron hasta concluir en una crisis, no la previno, no presenta las herramientas para hacerlo.
Pero ahora solo duele y se siente mal.
Eiji lo recuesta en su nido, le ha puesto un pijama limpio luego de lavarlo tras pedirle permiso, toda esta experiencia le es surreal, tener frente a frente a esos grandes ojos cafés, estar seguro entre las sábanas que desprenden un dulzor eterno, es violento y aterrador.
Hay días que son así, días que son simplemente malos, donde llora y quiere morirse, si bien no busca la muerte tampoco le teme, se compara constantemente con una historia en su novela favorita, con un leopardo para ser preciso, está escamoteando para no prestarle atención a esa mueca dolida, al japonés le duele que se destruya, le duele que se odie, le duele que se violente y ese dolor, a Ash lo hiere más que nada.
—Tengo problemas con la comida. —Finalmente lo suelta.
—Lo sé. —Claro que lo hace, bajo esa apariencia de ciervo perdido en el bosque se esconde un ingenio sorprendente. O tal vez, solo tal vez, Eiji se preocupa genuinamente por Aslan y por eso ha prestado más atención de la debida.
—Empezaron cuando era un niño. —No tiene idea de porqué le cuenta esto, ya se ha mostrado lo suficientemente jodido, si se muestra un poco más, lo va a espantar—. Dino me metió mierda sobre que no podía engordar porque los clientes no querían un prostituto gordo. —Él se encoge en la cama, el haber recuperado las fotografías de Froggy definitivamente lo afectó—. Me ponía un bozal, así no podía lastimar a los clientes ni comer, también me cortaba las garras.
—Ash...
—A veces me da un poco de miedo ¿sabes? Yo no elijo sentirme así, es un dolor de culo pensar en la comida todo el tiempo, me quita mucha energía, pero es inevitable, es difícil de sostener. De pronto me despierto mejor que otros días, ahí genuinamente me quiero recuperar y pienso que puedo, que si intento un poco más seré libre de esto, incluso mi cuerpo es una prisión, no lo soporto, ser un alfa es una maldición, lo odio.
Sus palabras son exactamente igual que sus pensamientos, un nudo laxo de caos.
—Duele mucho.
Sus párpados se humedecen, su mirada desenfocada se concentra en Eiji, Aslan está temblando en las sábanas, un sollozo sale de su garganta, es un gemido de pura agonía, arroja la cabeza hacia atrás en la almohada, chocando contra una de sus chaquetas deportivas, el nido es lindo en la noche.
—Me estoy muriendo, creí que estaba mejorando. —Se lo arranca, compartiendo este secreto por primera vez, porque sí, está jodidamente asustado. Ash bromea sobre la muerte y la violencia sexual constantemente, es su mecanismo de defensa el humor, en el fondo, sigue siendo el niño plasmado en esas imágenes que le robó a Froggy—. Pensé que estaba mejorándome.
—Ash, lamento que estés pasando por tanto.
Entonces, Eiji acorta la distancia y lo abraza. Es extraño, él ha pasado años enterrando a este niñito herido y asustado, jamás le ha dado el espacio para ser acogido, desde que este omega entró (más bien, voló) a su vida, no ha dejado de procesar ese dolor. Una voz en su cabeza le grita de inmediato que se aparte, que se va a morir de todas formas, que es un asesino, que no merece esto, que estos toques vienen con un interés de por medio. Pero otra voz, una apenas perceptible, ansía esto, desea que este terco omega lo haga sentir apoyado, no limpio, no más armado, no, solo quiere que alguien esté acá, Aslan aún no puede hacerlo, no puede estar para él mismo.
Así que permite que esos brazos protectores lo envuelvan, se aferra a esta calidez, como si pudiese hacerla eterna, quiere que esto borre todo el dolor que ha cargado, no lo hacen, tampoco lo harán, pero lo desea con fuerza. Eiji se mantiene firme en su posición, desprendiendo feromonas en el nido de ropa, presionándole tenues besos contra la frente, es suave, es gentil, es seguro.
Es Eiji.
Aslan lo adora tanto.
Nunca ha estado más agradecido de algo. Últimamente se la pasa llorando, eso le da un poco de risa considerando que es el efecto de salir de prisión, claro que matar a Dino lo afectó, es un ser humano a pesar de su negativismo, no hay consumo para disociarse y matar se ha vuelto insoportable. Cómo necesitaba dejar que esto fluyese aunque duela. Quiere decirle muchas cosas a Eiji, cosas como: «Lo siento por estar así, no lo elegí, no lo puedo evitar, también lo odio, también me odio, perdón», en su lugar lo único que puede decir es...
—Tengo miedo de morirme. —Eiji no lo suelta, sigue acariciándole suaves círculos en la espalda, va de su columna vertebral hacia su nuca, repasa su marca temporal, es gentil—. Tengo que pasarle las fotos a Max, es mi oportunidad pero tengo miedo de muchas cosas ahora.
—Está bien que lo tengas. —El omega lo valida, siempre es el primero en empatizarlo—. Has pasado por demasiado, ¿no es tiempo de darte ese espacio?
—Alguien tan jodido como yo no puede cambiar.
—No es cierto.
Se quedan en silencio durante un rato, fundiéndose en ese abrazo, hasta que se quiebra otra vez.
—Oye Eiji. —Aunque no se atreve a alzar el mentón, su cola se ha enrollado en la cintura del omega, esa costumbre le roba una sonrisa, por muy funcional que se muestre usualmente, hay días en que simplemente la máscara se cae y queda como ese niño, desnudo y expuesto bajo el clic de cámaras—. ¿Has pensado alguna vez en la muerte?
—¿Muerte?
—Hay algo en lo que admito no ser normal... —Se apartan levemente, la pieza está oscura, puede sentir la respiración del omega quemándole la nariz, recién se torna consciente de lo mucho que ha sucedido desde que salió de prisión—. No le temo a la muerte, los humanos son raros. No entiende la muerte, pero le temen por instinto. Ha habido muchas veces en las que he pensado que morir sería lo mejor. Morir parecía tan dulce y tentador en aquellos momentos.
—Ash. —La mirada de Eiji le quiebra el corazón.
—Hay una montaña en el Kilimanjaro, a 19.710 pies de altura, lleno de nieve. Los Maasai llaman a la cumbre occidental «la casa de Dios», cerca de la cima yace marchito y congelado el cadáver de un leopardo. ¿Qué hacía tan arriba? Nadie es capaz de explicarlo. Aparece en la novela las nieves del Kilimanjaro.
No espera una respuesta del omega, tampoco se la da, no verbal al menos, aún así, se mantiene acá, con unas caricias disonantes, son más suaves que el algodón, son la encarnación de la inocencia que se esfumó y ahora lamenta de múltiples maneras, le cuesta tragar, sus dientes saben a dentífrico.
—Cuando pienso en mi muerte me acuerdo de ese leopardo. ¿Por qué escaló tanto la montaña? ¿Se perdió cazando a su presa hasta que llegó a un punto en el que no podía volver? ¿O subió y subió, poseído por algún instinto y se desplomó intentándolo? Pienso en qué dirección estaba su cadáver. ¿Estaba intentando bajar? ¿O subir más alto? De cualquier manera, ese leopardo sabía que nunca volvería.
Eiji no lo suelta, incluso cuando habla libremente acerca de la muerte y acaba de tener un episodio purgativo, espera varios minutos antes de aflojar el agarre, sigue sosteniéndolo, permite que hunda su nariz en el hueco cerca de su cuello y su hombro, sintiendo a su corazón retumbar erráticamente dentro de su pecho, esto es suave y tierno. Solo cuando el abrazo se grieta se atreve a mirarlo, sonríe listo para usar el humor otra vez, eso le quita peso a su malestar, si bromea todos bromearán.
—No pongas esa cara. —Y si bromean lo suficiente lo olvidarán, al menos así podrá decir que intentó pedir ayuda, que hizo el esfuerzo por ser escuchado y no pasó—. Nunca he temido a la muerte, pero tampoco la he deseado.
—Bien, me alegra escucharlo. —Así es, el tema pasará a segundo plano, probablemente lo eviten y mañana al desayuno regresen a su normalidad, así podrá seguir en su sendero de autodestrucción en paz—. Los humanos pueden cambiar su destino, tienen sabiduría que los leopardos no. —Solo que...—. Además, tú no eres un leopardo ¿verdad?
Eiji no ignora el tema.
Eiji lo acoge.
A Eiji le duele que se odie así, eso duele aún más.
—Sí. —Ya no puede hablar—. Supongo que sí.
Se quedan en silencio un rato más, esos ojos cafés se encargan de decírselo absolutamente todo sin usar más que un pestañeo, un ronroneo gangoso escapa de lo más profundo de su garganta, Ash se acerca por instinto, como si Eiji fuese el mismo sol y él estuviese muriendo congelado en su carcasa.
—Sé que no es lo mismo, nunca me atrevería a contrastar mis problemas con los tuyos porque se ven tontos en comparación. —Su voz explota por toda la habitación, le martillea en los tímpanos, como si estuviese escuchando por primera vez—. Pero también he pasado por situaciones duras, aunque... —El japonés sonríe, ido—. Creo que me ahogaba en un vaso de agua.
No.
Aslan quiere decirle que no es así, que el sufrimiento es imposible de comparar por el simple hecho de ser personas diferentes, duele y ya, no tienen que andárselo justificando a nadie, pero no lo hace, la boca le pesa mucho, la siente cosida, como si hubiese zurcido un bozal entre sus labios, es familiar en un mal sentido, probablemente aprendió a callar siendo un cachorro y ni siquiera lo recordaba.
—Ir al psicólogo me ha ayudado bastante.
—Oh.
Terapia.
Aslan ha considerado la terapia, pero le da pena arruinar la carrera de un profesional porque no vale la pena.
—¿Me estás diciendo débil? —No quiere decir eso, desconoce tanto sus palabras como la chispa de ira en su voz—. ¿Estás tratándome de débil? Soy un alfa. —Pero Eiji se mantiene paciente, calmado por los dos.
—No. —Musita, acercándolo hacia su pecho, traspasando esa carcasa con suma facilidad, claro que lo hace, a pesar de su nombre real, este chico es su verdadero sol—. Estoy diciendo que estás pasando por muchas cosas duras y arduas, no tiene nada de malo buscar ayuda cuando te faltan las herramientas para superar esto.
—No soy débil. —Insiste, haciéndolo enfadar ligeramente.
—Cuando llegas herido a casa, yo te sano ¿no es así?
—Eres pésimo enfermero, pero sí.
—¿Entonces, por qué no dejas que esto sane? —Solo cuando Eiji le toca el pecho se percata de lo feroz que su corazón se encuentra latiendo—. ¿Por qué no te permites sanar, Ash? Puede gustarte lo que haya del otro lado. —El calor se le expande por encima del tórax, incluso sobre el poliéster del pijama, esto lo derrite, manteniéndolo vivo. Se cuestiona si estas manos se sentirán así de bien a lo largo de toda su piel y teme, teme las ideas que está teniendo.
—Creo que ese es el problema. —Se acerca, las orejas de conejo le hacen cosquillas encima de su propia cabeza, son rebeldes y esponjosas, usan pijamas a juego, es lindo—. No quiero gustarme. —Murmura, deslizándose un poco más cerca, acortando la distancia en el nido—. No tengo derecho.
—¿Por qué no?
—Estoy roto. —Es difícil ponerlo en palabras, Ash se concibe como si fuese un bebé conociendo su mundo interno por primera vez, solía cerrarlo con una puerta reforzada, con la muerte de Golzine las cerraduras se han caído, no tiene más remedio que mirar a la cara a sus fantasmas—. No puedo...
—Puedes. —Se lo asegura, acomodándole un mechón dorado detrás de la oreja, quemándole hasta la última fibra del alma—. Ahora cuéntame de qué trató esto. —No es una exigencia, esa voz gentil no le demanda nada, se lo suplica—. ¿Qué pasó? Has estado raro desde que llegamos del trabajo.
—Yut-Lung Lee me pasó un bozal. —Empieza, tomando uno de los hilos invisibles alrededor de sus labios—. Él me dijo que habló con Shorter, que están de acuerdo en formar una alianza, lo que es genial, ponerlo en contra de Arthur nos vendría bien. —El nombre hace temblar al omega, más, lo disimula cerrando el abrazo otra vez, acomodando sus palmas sobre la cintura del alfa, trazando caminos por el pijama.
—¿Eso no es bueno?
—Lo es. —Él hace lo mismo, no recuerda el instante dónde ha apoyado sus manos en la espalda de Eiji, pero no se detiene, es un toque que lo destruye hasta consumir, lo hace llamas, de dichas llamas solo quedan cenizas—. Pero su condición para reunirse fue que todos los alfas de mi pandilla usáramos un bozal en su presencia. —¿Puede algo resurgir de las cenizas?—. Eso pasó.
Aslan lo entiende, Yut-Lung tiene indicios de haber sido mordido (especula que por sus hermanos), debe ser duro exponerse sin ninguna clase de protección o garantía, más considerando que estarán en su territorio y puede ser una emboscada, lo único que aquel omega venenoso hace es protegerse, resguarda su integridad buscando un ancla de seguridad, lo comprende. Aun así, eso gatilló la serie de estímulos externos que le recordaron a sucesos traumáticos y colisionaron en crisis alimentaria.
He aquí la magia del politraumatismo, posee infinitas maneras de manifestarse.
—Aunque los rasgos de dominantes no dan tanto impacto, los carnívoros tienen ciertas necesidades alimentarias. —Comen mucho, quiere decir—. Griff solía regañarme por eso ¿sabes? Decía que era un glotón, siempre me daba parte de sus raciones para asegurarse que creciera bien, me hacía sentir seguro en mi cuerpo, en ese entonces no era una máquina, era solo... —Niega—. Da igual.
—Ash.
—Apenas llegué con Dino me colocó un bozal por seguridad y para mantener mi figura, los pedófilos quieren mantener la apariencia juvenil lo que más pueden, sino no venden y desde ahí tengo temas con la comida, desde que tuve que aprender que comer era malo e intimidante. A veces tengo días mejores que otros, incluso olvido el tema, pero hay otros donde no pasa.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
—¿Eh?
—¿Puedo hacer algo para ayudarte? —Lo repite, acariciándole desde el cuello hasta la nuca, no lo ha reducido a una etiqueta, él tiende a encerrarse en los trastornos, diciéndose que es simplemente eso, Eiji no, lo separa, de seguro ha adquirido esa habilidad gracias a su terapia—. ¿Quieres que deje de cocinar?
—No. —Las orejas de Ash se bajan, está vulnerable y lo expresa—. Excepto el natto, apesta.
—Americano idiota. —Se burla.
—Genio certificado, querrás decir. —El ambiente regresa de a poco a la normalidad, se dan mimos, es natural—. No sé si quiero estar bien. —Se arranca el hilo de golpe, se quita su bozal autoimpuesto, respira—. Llevo casi diez años así, no sé vivir de otra forma, no conozco nada más. —E intentarlo y fracasar, se ve más aterrador que cualquier síntoma del espectro ¿no?—. No sé si puedo cambiar.
—¿Qué te dije? —El omega le aprieta la nariz en un regaño—. Los humanos pueden cambiar su destino. —Eiji lo escucha, lo acoge y tiene las pelotas para contradecirlo—. No te mentiré, la terapia fue bastante dura para mí, por eso sigo yendo en la universidad.
—¿Fue por la pértiga? —Asiente.
—Aunque lo que me llevó al diván fue el incidente en Nueva York. —Se cuestiona severamente cómo fue su encuentro con Arthur hace medio año y le hiela la sangre—. Me siento más yo mismo, incluso he considerado en volver a practicar el deporte, todavía no sé, ni tengo que saberlo.
—Eiji...
—No tienes que resolverte la vida ahora mismo, ni saber qué tanto puedes o no cambiar, puedes dar ese primer paso y ya.
—¿Por qué debería darlo?
—Porque estás sufriendo, esa es razón suficiente, no eres feliz con esto, no tienes que justificarte con nadie, ni siquiera contigo mismo.
Eso lo deja sin palabras, tendido frente a frente en el colchón, con el corazón sangrando y desnudo. Quiere agradecerle, porque no presenta la obligación de conferirle piedad alguna, Aslan no ha sido más que un cúmulo de problemas desde que viven juntos, el japonés no ha ganado absolutamente nada de esta relación, no le ha exigido ni sexo ni protección, eso lo pone nervioso, es casi como si...
—Mereces ser feliz, Ash.
Lo hace porque son amigos.
Lo hace porque le importa.
Gracias.
—Suenas como un anciano. —Se burla, acunando contra su pecho al omega, presionándole un beso en cabellos esponjosamente negros, bebiendo de la calidez que desprende su cuerpo, Ash permite que esto lo derrita, que lo saque de su carcasa, de su montaña—. Buenas noches, onii-chan.
—Mañana podemos confrontarlo juntos.
Hay días que simplemente son malos, días como hoy, donde quiere llorar y morirse porque el mundo se vuelve demasiado. Ash se hunde entre las orejas del conejo, espera que mañana sea mejor, desea algún día poderse no mejorar completamente, pero tal vez, estar menos quebrado que hoy.
Se queda dormido, abrazado a Eiji, medio roto, medio vivo, pero también, medio esperanzado.
Eso es suficiente.
Muy bien, no tengo la necesidad de andar justificando porqué escribo las cosas, pero de todas maneras, tengo un poco de reputación de cruel así que quiero explicarme. Escribo de cosas que me importan, de cosas que son duras y díficiles de superar, de cosas que pasan en la vida real y son incomodas, por eso a las personas no les gusta tolerarlas, pero no porque sean incomodas, duras y tristes significa que hay que invalidarlas y dejar de verlas. Quienes me leyeron en el flufftober lo saben mejor que nadie, es duro un proceso de recuperación. En este fic Ash no ha entrado en eso, está con sintomas activos de todo, no tiene consumo de sustancia que eso lo ayudó mucho a disociarse (desconectarse en el lengua más cotidiano) de sí mismo, está sintiendo, tanto a él como el mundo a su alrededor, a sus emociones, a su cuerpo, a sus recuerdos y es una mierda por el momento. Que hayan tantos sintomas de PTSD y alimentarios dice eso, su cuerpo le grita por todos lados algo que su mente no está en capacidad de tolerar todavía, y para mí es imprescindible exponer eso y darle un lugar. Pasamos a la segunda mitad de este fic ahora, es mucho más suave y dulce de lo que ha sido, porque Ash encuentra una motivación genuina para cambiar y eso da marcha a la trama y muchas oportunidades. Pero así como Banana fish toca temas tan crudos y realistas, no me pidan que suavice algunas cosas porque son feas de leer, sino quieren leerlas está perfecto, pero eso no quiere decir que dejaré de escribirlas porque a mí me importan y sé lo importante que es hablar del tema.
Eso, debo advertir eso sí que la segunda mitad de la trama llega bastante de golpe, onda sin descanso no en el malsentido, pero siento que va a un ritmo completamente diferente de la primera mitad donde tuvimos más tiempo para profundizar en Ash y en su relación con Eiji, así que preparanse si siguen acá. Es una baja más suave y dulce, calma, lo que me gusta de esto siempre es mostrar el contraste y la diferencia que hace una recuperación. Muchas gracias a quienes fueron lo suficientemente gentiles para leer esto.
¡Nos vemos mañanita!
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