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12. Supresor.

¡Hola mis bonitos lectores! Días angustiosos pasan por este perfil~ Ya, me cansé de quemarme por tonterás, que fluya no más. Al menos este fic me ha dado bastante confort de hecho, me hace feliz y espero que a ustedes tambien. El capítulo de hoy es bastante ligero.

¡Espero que les guste!

—¡No puedo creerlo! —Eiji gimotea, dándole un hondo sorbo a su taza de café (que en realidad, es chocolate caliente)—. ¿Cómo volveré a confiar en ti? —Se ha tensado al otro extremo del asiento, aunque claro, no se aparta lo suficiente para que sus rodillas se dejen de tocar.

—Estás exagerando, onii-chan. —Se burla, dándole una primera probada a su expreso, una ola dulce chispea por sus papilas gustativas, inundando su boca con una marejada de azúcar espumosa—. Le falta amargor. —Se queja, provocando la indignación de su compañero, quien con mucha devoción, aprendió a usar la cafetera.

—No todos pueden beber el café tan amargo.

—Lo tuyo ni siquiera es café. —Dejan ambas tazas encima de la mesita, se cubren los regazos con una manta de polar, el reflejo de la televisión fulgura entre las pestañas de Eiji, yacen sentados tan cerca que si realmente lo intentase podría contar cada racimo entintado sobre esos ojos rasgados.

—¡No cambies de tema! —Patalea, tirando la frazada hacia su lado, apretando los bordes en contra de su pecho, dándole una imagen absolutamente adorable—. ¡Los linces comen conejos!

—En la vida salvaje. —Rueda los ojos, jalando de regreso la manta, no porque tenga frío, el motivo que se desglosa es mucho más profundo e inquebrantable, es el placer de ganarle a Eiji y podérselo sacar en cara más tarde—. Es diferente entre alfas y omegas.

—Aun así. —Bufa—. Eso explica el comportamiento de tu cola. —Cola que, por supuesto, se halla cómodamente enrollada en la cintura del moreno.

Esta discusión se remonta a cuando decidieron ver una película y acabaron con un documental sobre la vida salvaje del depredador, al parecer, el lince ibérico es el único carnívoro que orgullosamente es considerado un especialista en la caza de conejos, los que componen casi un 90% de su dieta. Eiji se engrifó a su lado, completamente pálido y exagerado con su bigote de chocolate caliente, con los malvaviscos aún derretidos coloreando sus labios, no es una imagen muy intimidante a ser sincero.

Últimamente ha estado más pendiente de Eiji, de su belleza a ser verdad, si bien, es omega de suma rareza, su belleza es completamente diferente a la que Dino alababa en Aslan, no abofetea con un golpe a primera vista ni son las espinas de una rosa ostentosa, sino un tímido capullo a expectación de florecer. Es un encanto que requiere paciencia, porque no cualquiera es capaz de desglosarlo, no es simple, todos dicen que este chico es sumamente simplón y claro, es fácil dejarse absorber en la primera impresión, sin embargo, hay tanto debajo de esa supuesta sencillez, esa belleza enigmática es lo suficiente para mantenerlo gravitando alrededor.

Es un tipo de belleza indescriptible y aún así, pasa sumamente desapercibida.

¿Por qué?

—Debería empezar a desconfiar de Ashie.

—No le pongas nombre a mi cola. —Se queja, intentando arrebatársela para solo acabar más cerca en la manta—. O al menos, ponle uno bonito.

—¿Clementine? —Dios no, la canción que el viejo no deja de cantar cuando los lleva a la empresa— . ¡Ya sé! ¡Nori Nori!

—¿Nori Nori? ¿Qué es eso?

—Es la caricatura que siempre uso en mi ropa, es bastante genial. —No le pondrá el nombre de un pajarraco infernal a su tan preciado rabo, por muy desobediente que sean sus facciones animales, conserva cierto nivel de respeto hacia sí mismo—. Le queda bien.

—No lo llamarás como esa cosa horrenda. —Espeta.

—¡Nori Nori es bonito! —Eiji le da una patada de conejo por debajo de la manta, es un golpe fuerte, tan fuerte que le deja punzando las costillas y presionando el vientre—. ¡Retráctate! —Esto es tan infantil que no puede creerlo, sin embargo, lo hace sonreír de verdad ser desafiado.

—No lo haré. —Bufa, aprovechando su cola para arrojar al omega hacia el sofá—. Ya no eres tan fuerte, ¿qué pasó con tus músculos de pertiguista?

—¡Ash! —Se acomoda sobre Eiji con una sonrisa de triunfo, meciendo sus orejas de lince a causa de la emoción—. Sale de encima, estás pesado. —El dulzor flota por la atmósfera, impregnándose a las paredes del apartamento, solía pensar que era esencia de girasoles, ahora reconoce las feromonas.

—Quizás deba comer un conejo para comprobar si me gustan. —Un chillido ahogado escapa desde lo más profundo de la garganta del omega, solo tontean, ambos lo saben, esa es la mejor parte. Por primera vez, Aslan se siente como un niño, es violento y aterrador acostumbrarse a esto.

Odia admitirlo pero Max tenía razón, necesitaba con urgencia de un amigo, no porque no tenga, su pandilla lo resguarda de una manera completamente diferente, sino porque Eiji es...Bueno, Eiji.

Es un sentimiento que no logra ponerle nombre, un sentimiento que le deja doliendo el corazón, un sentimiento que le paraliza los latidos, un sentimiento que lo deja embelesado contemplando hasta el más ínfimo detalle de su compañero, eso que lo incita a contar espesas pestañas brunas tras verse distraído, eso que lo incita a hacerlo reír aunque significa morder el anzuelo a las bromas o aumentar su nivel de terquedad, eso que lo hace despertarse para desayunar, eso que lo incita quedarse vacío en un sentido completamente diferente al de antes, este es quererle mostrar tanto de él que lleguen a un nivel donde no queden secretos, esto es una verdadera amistad.

«El sentimiento Eiji Okumura», así se llama.

—¿Ash? —Eiji le ha empezado a acariciar las orejas de lince con suavidad, es lento y paciente, dulce, ha aprovechado su distracción para robar un ronroneo—. Creo que estás luchando demasiado duro contra tu naturaleza de dominante, por eso tu cola hace lo que quiere.

—No es fácil para mi aceptarlo. —Musita, dejándose mimar, recibiendo de estos toques famélico por un poco de intimidad—. Me ha causado demasiadas desgracias parecerme a un lince.

—Pero también puede traerte cosas buenas si le das la oportunidad. —Eiji sonríe, el alfa casi puede saborear el chocolate caliente en su propia lengua, se ha inclinado más de lo que debería, esto pone nervioso al infame conejo, lo nota por la hiperalerta en sus orejitas—. ¿Verdad?

—Me gusta que me acaricies así. —Es un pensamiento tonto y vergonzoso que se escapa sin su consentimiento—. Las personas no suelen tratarme con cariño cuando... —No necesita terminar para que comprenda, esa es la magia de este sentimiento únicamente ininteligible, porque Eiji no tiene que haber pasado por la misma mierda que él, ni siquiera tiene que entenderla para estar acá, apoyándolo, apoyándolo porque lo quiere y ya.

—Me gusta mucho tu cabello. —Ríe, arrojando una mirada nerviosa de muchos parpadeos y pupilas temblorosas—. Me gustan muchas cosas acerca de ti. —Ash no puede evitar pensar, que este chico se ve aún más bonito de lo que ya es bajo el reflejo de la televisión, con el cabello esparcido encima del sillón, con una sonrisa jodidamente cariñosa.

—También hay mucho que me gusta sobre ti, Eiji.

—¡Chicos! —Max no tiene tacto al entrar a un apartamento ajeno, su sonrisa se reemplaza por un mohín curioso tras irrumpir en la escena—. ¿Se estaban intentando aparear?

—¡Viejo! —Aslan gimotea, clavando en sus garras uno de los cojines para arrojárselo en la cara, más, se niega a levantarse del omega—. ¡Al menos toca!

—¡Ei-chan!

—¡Ibe-san! —El omega menea su cola erráticamente ante la llegada del beta, quien endurece a frío glacial su mueca apenas contempla el parche en la nuca de su preciado pupilo, no tarda en fulminar, destrozar e incluso, enterrar a Ash con la mirada.

Será una tarde larga.

Una tarde llena de ancianos.

Yupi.

Su mugriento apartamento pronto se convierte en un asilo, hasta empieza a lucir como tal con esas sillas mullidas (que Eiji es reticente a usar sino hay visitas, por cierto) y bocadillos elegantes, Max se acomoda frente a la mesa, con un montón de trabajo del New York Times que no tiene ánimos para revisar, sin embargo, sabe que el omega lo vigila por el rabillo, por eso despliega sin descaro ese IQ, dejando boquiabierto hasta al periodista. No es difícil, es un montón de mierda sobre la casa blanca que Aslan conoce a la perfección porque tuvo a varios de clientes. Exponerlos no lo hace sentir mejor ni menos vacío, esa recóndita sensación de ahogo se incrementa, expandiéndosele desde los huesos hacia el corazón, drenándolo, consumiéndolo, matándolo.

—Me alegra que se lleven bien. —Max tiene una sonrisa de satisfacción tras musitar esas palabras, están a solas en ese rincón del apartamento mientras Ibe y Eiji hablan en el sillón en su idioma natal, aquel acento le encanta, lo deja embelesado y le dificulta concentrarse—. Hasta se marcaron.

—Fue por pura protección. —Gruñe—. Y es temporal, no es la gran cosa.

—No sé, tu cola parece querer ir con él. —Claro que su rabo lo continúa tironeando hacia el moreno, tiene ansiedad de separación sin duda, o tal vez es una impronta, como un patito que confunde a lo primero que ve tras nacer con su madre.

—Él es insufrible, Max. —Chilla, arrastrando sus zapatillas por debajo de la mesa, hundiéndose en esa montonera de papeles con notas y destacador—. Incluso insistió en comprar estos estúpidos dulces cuando no tenemos ni para pagar las cuentas. —¿Hola? Ambos son estudiantes pobres, por eso viven en un maldito basurero en Downtown.

—Me resultan ricos. —Max toma un muffin de chips para tragárselo, no sabe cómo fue posible que confundieran al sujeto con un alfa antes de meterlo a prisión cuando su falta de genialidad es obvia.

—¡Ese es el problema! —Chilla aún más, tomando una magdalena—. Eiji se ve estúpidamente lindo mientras los come, hace un desastre, las migas se le pegan alrededor de las mejillas y los chips se le derriten justo encima de los labios, es un bebé, tengo que andarlo limpiando con servilletas. —Claro, el omega hace lo mismo por Ash, no obstante, lo omitirá.

—Ajá. —Si bien, el alfa no logra descifrar la mirada que el beta le lanza, lo pone nervioso.

—¿Qué? —Tan nervioso que la cara le quema y sus orejas han caído.

—Te dije que se llevarían bien si le dabas una oportunidad. —¿Alguien se puede llevar mal con Eiji? ¿Es posible? No le cabe en la cabeza, debe ser un sujeto completamente irracional para que pase—. Griff estaría feliz de verte así.

Griffin.

Su hermano está bien.

Por muy bueno que Aslan sea escamoteando traumas emocionales, se ha forzado a pensar en Griffin y no solo eso, para tratarse de recuperar de verdad, al menos en las drogas, ha estado limpio desde que salió de prisión, eso no significa que ha lidiado de manera idónea en el craving o la dependencia, el consumo de sustancia es curioso, si bien, cada trastorno funciona diferente según la singularidad e historia de la persona, este es particularmente heterogéneo en la recuperación, Max es el ejemplo, también era un adicto en Irak y pudo rehabilitarse solo, sin centros costosos ni terapia, lo más seguro es que haya tenido las herramientas suficientes para recuperarse, Ash no, no ahora al menos.

Sería hipócrita ayudar a Griffin durante su proceso de desintoxicación y rehabilitación cognitiva sino está bien, debe estar bien para poder ayudar a su hermano a estar bien, considerar seriamente ser digno de ayuda...Mierda. Al menos, Eiji lo apoya con el tema, el primer paso es abrirlo, se encuentra más cerca que antes, debe contar en algo.

Y cuenta.

Realmente cuenta.

—Fui a ver a Griff hace poco. —Empieza, hablar de temas dolorosos es tener que tomar una punzada mal hecha en su corazón y romperla, tirando como si fuese una costra floja, reabriendo heridas que nunca cicatrizaron porque nadie las cuidó, Aslan jamás se cuidó a sí mismo, porque sigue con la idea de que no es merecedor de nada bueno—. Él me reconoció. —Pero quiere, quiere sanar, es tonto.

—¿Lo hizo? —La atmósfera ha cambiado, Max se ve conmocionado, tiene la respiración agitada, los lentes se le han deslizado hacia la nariz, sus dedos se crispan alrededor de los diarios, parece querer darle las manos, no lo hace. Ni siquiera en prisión le permitió consolarlo tras la violación grupal.

—Lo hizo. —Y esa es la cosa, Ash lleva tantos años diciéndose a sí mismo de que no vale nada, que solo sirve para matar o para que lo follen debido a su naturaleza de dominante, que atreverse a salir de estos esquemas que adoptó para protegerse a sí mismo, cuesta—. También le hablé de ti.

—¿Dijo algo?

—Que eres un amigo de mierda.

—¡Mocoso de mierda! —Una risa sale de lo más profundo de su garganta por tan fea mueca, eso lo incita a que se apriete el vientre y lance la nuca hacia atrás—. ¿Qué te dijo de verdad?

—Que deberías visitarlo. —De pronto, esa mirada que Max le dio antes, esa que le fue imposible de descifrar, porque a pesar de su inteligencia privilegiada es malo leyendo a los demás (no es su culpa, no tuvo la posibilidad de hacerlo mejor si de niño lo violentaron), ahora le es clara como el agua.

Es paternal.

Max está siendo paternal con él, vaya.

Ash baja el mentón, avergonzado por este instante de intimidad, no es la primera vez que considera a este idiota como su figura paterna, compartieron mucha mierda en su celda, ataques de furia que los dejaron con el alma sangrante, rotos un poco más en un mundo demasiado cruel para el cachorro perdido, momentos donde la humanidad floreció contra todo pronóstico u adversidad. Aslan ni una sola vez permitió que Max lo tocase tras las transgresiones, aún así, se quedó a su lado, consolándolo pese al odio escurriendo por doquier, se quedó pese a sus espinas, se quedó y lo recogió con ternura, como un padre lo haría y el suyo jamás se lo mostró.

El beta ni una sola vez le echó la culpa por provocarlos o incitarlos a violentarlo, lo defendió como si fuese la víctima incluso cuando él mismo no pudo. Porque es más fácil ponerse en ese papel, decir que le gustó o se lo merecía, no le cabe duda de lo diferente que habría crecido con Lobo de padre.

—¿Cómo estás con eso? —Max luce físicamente sufriente por no poderle apretar la mano, sabe que no es peligroso, que no es lo mismo que otros sujetos y ha estado mejorando en cuanto al contacto piel a piel, sin embargo, sigue aterrado.

En el fondo, es ese niño que nadie salvó.

—No lo creía posible. —Pero en lugar de abrazarse a sí mismo, pequeño y herido, es quien se atreve a cortar la distancia y a tomar la mano del viejo, son diferentes a las de Griffin o su padre, sus únicos dos referentes familiares (Eiji no cuenta, porque bueno...Es Eiji)—. Pero de verdad está mejorando.

—Ash. —No quiere alzar el mentón, el mínimo toque ha despertado una nostalgia que se encuentra arremolinada contra su pecho, tirando de esas heridas mal zurcidas, despedazando y devastando.

—Estoy asustado de que me odie. —Lo suelta, encogiéndose en su asiento—. Estoy asustado de que lo recuerde, de que sepa por lo que he pasado y le dé asco. —No lo culpará, Ash siente asco de sí mismo—. Igual que a Jim cuando se enteró.

—Oh, Aslan. —No lo llamaban por ese nombre desde hace años—. Eres la adoración de tu hermano, eso no va a cambiar por lo que has pasado.

—¡¿Cómo sabes?! —Ha sacado garras y subido la voz más de lo necesario—. No necesito compasión.

—No es compasión. —Max no lo aparta, si Ash realmente quisiese cortar el tacto podría, no ejerce de fuerza verdadera para retenerlo—. Pero eras prácticamente su único tema de conversación en Irak, debías escucharlo, todos en el escuadrón se reunían en ese infierno de arena, sin vida y Griff siempre sonreía, contando los días para volverte a ver.

—Pero... —La furia se apaga, porque nunca es furia lo que explota, siempre es pena.

—Griff realmente quería volver a ti. —De pronto, sus orejitas de lince se han encogido, su cola lo ha abrazado, es vulnerable—. Pero cualquier hombre enloquecería en esas circunstancias, no fuimos los únicos en consumir allá. —Él no los juzga, también ha estado ahí.

—Quiero que se recupere. —Musita, temblando—. Y no quiero que se recupere, soy horrible.

—No eres horrible. —Max se ha levantado de la mesa, se acerca con cautela, pidiéndole permiso a la distancia para poderlo abrazar, Aslan no es un hombre de abrazos, no le gustan porque se lastima, pero el beta de todas maneras lo atrae hacia su pecho, permitiendo que sea un bulto tiritón—. Solo eres un niño asustado. —Él se aferra a la camisa con fuerza, clavando sus garras involuntariamente.

—Él es mi única familia de verdad, si me rechaza yo...

—No pasará, Ash. —Son palabras inciertas que podrían y deberían gatillar otra réplica venenosa—. Prometo que no pasará. —Y no lo hacen.

—¿Cómo puedes asegurarlo?

—Porque subestimas lo mucho que significas para Griffin, yo no.

No dice más.

No puede decir más luego de eso.

Max le habla el resto de la tarde acerca de sus hazañas con Griffin, aunque el vínculo entre esos dos sigue sin calzar del todo, lo escucha atentamente, ha estado corriendo de su familia al recordarle su inocencia muerta, supone que es lo mismo que ocurrió con Eiji al inicio, intentó alejarlo no solo para resguardar al omega, sino por su propia seguridad emocional, es duro ver en alguien más inocencia, la suya no volverá.

Ibe se le acerca al final de la velada, parece animado y constipado en partes iguales, impresiona tan paterno como Max en una forma más rígida y ¿japonesa? Sigue desglosando esa brecha cultural, lo toma por los hombros para musitarle algo que obviamente no quiere que Eiji sepa, Aslan se prepara para recibir un discurso sobre lo peligroso que es, que debe apartarse al ser indigno de ese omega dominante, que es un asesino y...

—Ei-chan se ve más contento desde que te conoce. —Pero no, en lugar de palabras mordaces recibe esto—. Gracias. —Tiene que parpadear, pellizcarse, incluso tirarse de las orejas para comprobar que le sea real—. Extrañaba su sonrisa.

—Él siempre se ve feliz. —Bufa, cruzándose los brazos solo para disimular su sonrojo. Esa sonrisa hace estrellas, siente que puede contemplarla siempre, le encanta.

—No desde que dejó la pértiga. —El beta se intenta explicar, rascándose la nuca—. Aunque no estoy tan familiarizado contigo o tu situación, sé que has pasado por mucho. —Ni siquiera tuvieron que decirle algo, algunas veces los sobrevivientes solo lo escurren por los poros con cosas pequeñas, con hiperalerta, un desprecio quemante o un muro de espinas venenosas inquebrantable—. Gracias por no menospreciarlo.

—¿Menospreciarlo?

—Tanto Ei-chan como su familia tienden a menospreciar sus problemas, por eso lo traje a América hace un año, quería salvarlo, quería verlo de... —Ibe niega, cortando su discurso laxo—. No estaba seguro de traerlo otra vez.

—¿Por la redada? —Asiente.

—No quería exponerlo, pero al verlos juntos, sé que tomé la decisión correcta. —Max abraza por los hombros al otro beta, es de piel y adora recordárselo a todo el mundo a cada segundo, es un grandioso padre, eso se refleja en Michael a pesar del divorcio, espera que regresen.

—G-Gracias.

—De todas formas, antes de aparearse deberías tomar un supresor, Eiji puede quedar embarazado.

—¡Viejo! —Ash gimotea, es una suerte que Eiji se haya ido a su cuarto para ahorrarle la vergüenza—. ¡Nos mordimos para protegernos! ¡Nada más! Somos amigos, no necesito un supresor.

—Amigos que estaban encima del otro cuando llegamos. —Ibe le da un codazo en las costillas, no le ha hecho nada de gracia la idea de entregar a su preciado pupilo, parece tratarlo como una hija virgen, ese pensamiento le roba una sonrisa, les sienta a la perfección—. ¡Es verdad!

—Di una palabra más y regresarás caminando a la oficina. —El beta japonés tiene garras, le agrada.

Fue una tarde agradable.

Hogareña.

Apenas los ancianos dejan el apartamento se arrastra hacia el cuarto del omega, toca la puerta, solo cuando recibe el permiso entra. Una tonta sonrisa nace automáticamente en sus labios al encontrar a ese infame conejo en su madriguera (nido, en realidad) escondido bajo chaquetas de mezclilla, las camisas roñosas que compra en Walmart y sus jeans rotos, no pide autorización al ingresar, se les ha hecho costumbre pasar tiempo dentro de ese nido juntos.

—¿Viniste a comerme, lince? —Eiji bromea con esa sonrisa de muchas estrellas, es absolutamente deslumbrante y arrebatador, tiene el flequillo pegado a la frente, sus orejas de conejo se encuentran encogidas contra una de sus camisas de franela.

—¿Debo tomarlo como una propuesta indecente, onii-chan? —Como si regresase a su hogar, su cola se ha enrollado alrededor del moreno, dejándolos frente a frente en la cama, aislados de la realidad a causa de un muro de ropa.

—Ya lo desearías. —Se mofa, restregando su mejilla contra la almohada, le sonríe con complicidad, con mucha complicidad, como si ambos compartiesen el secreto de la humanidad y no pudiesen contarle a nadie más, eso lo pone nervioso de sobremanera, lo suficiente para encogerse hacia sus rodillas.

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

—Me acabo de dar cuenta que tus pestañas también son rubias.

—Ahí abajo también. ¿Quieres ver?

—¿De verdad? ¡Déjame ver!

Claro que Eiji Okumura debe darle una respuesta absolutamente incoherente.

El calor se le expande desde los pómulos hasta las orejas, quema, quema pero no es destructivo ni desagradable, no es como una explosión volcánica ni un incendio, esto es más bien un calor familiar, como las brasas de una chimenea en un día de invierno o los primeros rayos derritiendo la nieve. Es una respuesta descarada que le acelera el corazón hasta convertirlo en un nudo.

—Era broma. —Bufa.

—Eres muy raro. —Dice eso, no obstante, se niega a apartarse un solo centímetro en ese nido. Tiene la boca seca, la garganta le aprieta, culpa a las feromonas.

—Ibe-san te dijo algo ¿verdad?

—¿Cómo sabes? —Eiji apunta hacia sus orejas de conejo como si fuese obvio—. Tener orejas más largas no hace que escuches mejor.

—No, pero incrementan algunos sentidos. —Bufa, es un sabelotodo aunque en teoría no es el genio.

—Mencionó que te veías diferente. —No anhela escatimar mucho en la privacidad que le obsequió, fue una conversación ínfima a insignificante que de alguna manera, sigue resonando en su mente—. Él es protector contigo, incluso me dijeron que usara un supresor.

¿Supresor?

¿Embarazo?

¿Entre Eiji y él?

Nah.

No lo necesitan.

—Ibe-san es algo así como mi figura paterna. —Hay algo mágico en el aire, está cargado y eléctrico, se ve potenciado por la ilusión de cercanía y privacidad que le confiere el nido, es reconfortante, es su zona segura a pesar de ser alfa, Ash entiende perfectamente porqué es tan íntima la estructura—. Le tengo mucho cariño, me acogió cuando no le importaba a nadie, incluso me siguió acá otra vez.

—No parecía feliz de verte en Nueva York. —Su cola se tensa por sus propias palabras, reflejando su verdadero estado de ánimo, tiene razón, Eiji presenta tan buen control de sus facciones animales porque está conectado y trabajado psicológicamente con una terapia, Ash no, por eso es errático.

—Ni lo estaba, pero luego de conocerte quedó más tranquilo. —Aunque se han visto un par de veces en el trabajo, jamás entablaron una conversación profunda—. ¿Qué hay de ti y Max?

—El anciano es un dolor de culo. —Se burla, acrecentando esa sensación visceral que solo aparece con este infame omega—. Es el mejor amigo de Griffin, él me apoyó bastante estando en prisión. —Sus uñas se tensan contra las sábanas, se profesa extraordinariamente vulnerable y frágil—. Pasaron muchas cosas malas en ese lugar, Dino se encargó de mandar hombres para torturarme.

—Ash...

—Max ni siquiera debía haber estado ahí dentro, es un beta y la prisión era de alfas, fue mala suerte. —Haber estado atrapado durante tanto tiempo en el infierno fue una pesadilla, por eso necesitó de tanto consumo, se iba a suicidar de otra manera—. Me da miedo despertar en la celda otra vez.

—Ash. —Pero Eiji aprieta su mano, es distinta a la de Max, es pequeña, suave y transmite una calidez desmesurada—. No iré a ninguna parte. —Y es casi como si pudiese vislumbrar lo roto que está.

—¿Aunque los linces coman conejos? —Eiji se ríe, sus ojos oscuros se ven jodidamente cariñosos en un pequeño nido iridiscente, con los rayos de aurora empapándole las pestañas y un tenue sonrojo salpicado en sus mejillas.

—Aunque los linces sean depredadores solitarios e insoportablemente gruñones. —Ah, ahí está otra vez, «el sentimiento Eiji Okumura» no tarda en escaldarle desde las venas hasta inundarle el corazón con violencia, dejándolo congelado sobre la cama, expuesto de una forma completamente nueva y distinta, desnudo espiritualmente, vulnerable, pequeño—. Seguiré acá, es una promesa.

Ash teme que eso sea verdad.

Porque un lince y un conejo no pueden ser amigos.

¿Notan como burdamente ignoramos el promp? Yeah, es por algo, no es al azar~

Mañana nos iremos al Club Cod. ¡Cuidense!

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