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11. Construcción de nido.

¡Hola mis bonitos lectores! No me esperen para la BF Winter hoy, finalmente me venció el cansancio y solo quiero dormir, juro ser más funcional mañana, pero la fatiga no la soporto, así que iré a morirme luego de esto. A pesar de mi miseria, hoy tenemos a un personaje importante, por ende este capítulo debe ser dedicado religiosamente a LennaKurisu, ya sabes quien es, obviamente. Esto tiene muchas referencias al Principito tambien porque lo amo, así que espero se entienda.

¡Ojala les guste!

—El principito se fue a ver las rosas a las que les dijo: no son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

—Vaya, las rosas deben haberse ofendido al escuchar eso. —Ash encoge sus dedos alrededor del libro, aunque las palabras de Eiji han escapado en una tenue neblina fantasma, le retumban en la oreja con violencia, no es desagradable, esto se asemeja al canto de un mirlo o una ópera grácil, es sutil y extraordinariamente penetrante.

—¿Vas a seguirme interrumpiendo? —Bufa, hundiendo sus espaldillas en los asientos del bus, no sabe cuánto tiempo llevan viajando, el suficiente para leer más de veinte capítulos de una fantasía infantil al parecer—. Porque no vamos a terminar esto nunca si seguimos así.

—No. —El omega arruga su nariz, frustrado por el comentario—. Pero pudo ser menos grosero.

—Como decía. —Carraspea, alzando una ceja, asegurándose que su acompañante no lo interrumpa por centésima vez (diría que es un exagerado, sin embargo, el conejo es bastante mezquino para apenas poder leer dos frases en inglés, ¿quién lo diría?).

—Adelante.

—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella es más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Ash continúa leyendo el cuento, contemplando levemente a su acompañante por el rabillo, él queda embelesado por el fuego que pende en esas pupilas, tan cálido, brillante y rebosante de dulzura que parece puro caramelo a punto de fundirse, adora esa mirada, es una mirada donde es fácil ahogarse, aunque siendo franco, es bastante sencillo sumergirse en este chico y solo dejarse absorber por este inefable misterio que representa. Es el omega cuya lógica es inexistente, tan coherente como buscar una paja en una montaña de agujas o leer un cuento para adultos en un autobús hacia Nunca Jamás.

Él sonríe, sin dejar de recitar los versos que sabe de memoria, Griff solía leerle «El Principito», halló su copia de pura casualidad antes de partir, ha captado la atención del omega, por eso no han dejado de leerla juntos. Al principio quiso protestar por lo vergonzosa de la petición, permitirle a su cerebro cablear en esa crítica negativista que tanto adora del estrés post traumático, pero la cuestión es que se profesa más que un cóctel de síntomas cuando está con este terco.

Así que no pudo negarse a la petición.

¿Hay algo que le pueda negar?

Mataría y moriría por Eiji, solo lo sabe.

Es instinto, se repite, es por la mordida.

—Los hombres han olvidado esta verdad. Dijo el zorro. —Eiji le ha arrebatado las palabras de la boca antes de que pueda protestar—. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa. —Porque a fin de cuentas, lo que atañe es el tiempo invertido en los demás, Griff solía darle un discurso acerca de la importancia de la amistad y bla bla bla, no quiere pensar en su hermano, irónico considerando a dónde van.

—Yo soy responsable de mi rosa. —Repite Ash, cerrando el libro—. Demasiada lectura te va a fundir el cerebro, es tiempo de descansar para los ancianos. —Es una excusa pobre, le resulta más digerible a explicarle el verdadero significado de los siguientes capítulos, curiosa la manera en que el tiempo se congela entre las páginas de un libro, solo permanece ahí, a la espera de ser releído.

—Lo dice quien lee el guardián entre el centeno mientras desayuna. —Bufa, su cola lo ha traicionado otra vez, enrollándose con recelo a la cintura del japonés, eso empieza a ser un problema, no porque no le agrade pasar tiempo con ese terco, al contrario, le encanta, demasiado, ahí radica la cuestión—. Holden es un protagonista nefasto y grosero. —Bufa—. ¡Ah! ¡Ya sé porque te gusta tanto!

—¡Eiji! —Chilla, sino lo tuviese abrazado contra su voluntad se cambiaría de asiento en el autobús—. No sabes nada de cultura. —El aludido le saca la lengua, colérico—. ¿Acabas de...?

—Sí, me estoy burlando de ti. —Musita, repitiendo el gesto otra vez, seguramente jura que se mira intimidante, incluso masculino apretando sus párpados, tensando sus orejas de conejito y sacándole esa lengua rosada, pero no, al alfa solo le resulta jodidamente adorable—. Ahora déjame descansar. —Que se apoye contra su hombro lo quema de pies a cabeza, no le permite procesar nada.

—¿Tienes que usarme de almohada?

—Los viejos necesitan almohada, tú dijiste. —No cuando sus rostros se encuentran tan cerca y él parece vibrar como energía dentro de una jaula de electricidad—. Ash... —Le es destructivo, es un sentimiento que lo hace aspirar más de lo que debe de las feromonas de su amigo e inclinarse poco hacia su lado en el autobús—. ¿Estás bien con esto?

—No. —No ha hecho más que acumular grietas desde que tomó esta decisión, mantener sus muros le es imposible—. No estoy bien con esto.

—¿Te da miedo?

—Mucho. —Sus orejas de lince se encogen hacia esos mechones dorados, mostrando su verdadero estado anímico, le cuesta tragar—. No sé qué es peor, verlo mejor o verlo igual que antes.

Griffin.

Esta tragedia se remonta a Griffin Callenreese. Si bien, han pasado meses desde que lo inscribió a la rehabilitación en ese elegante centro, no se ha atrevido a visitarlo ni una sola vez, le han informado acerca de múltiples avances, tiene un plan detallado sobre los ejercicios cognitivos, entregó aquellos estímulos que podían despertar recuerdos coherentes, le han dicho que está mejor, que es el mismo hermano que se enlistó en la guerra y jamás volvió.

Tiene miedo.

No sabe qué es peor, debería profesarse contento de que no sea más ese cascarón vacío que recogió en el hospital de veteranos apenas siendo un niño, Griff está a salvo a pesar de todo, es patético, en el fondo es menos duro mantenerse pesimista, porque si las cosas salen mal puede maldecir un rato a la vida y ya, culparse a sí mismo por las violaciones, odiarse, destruirse y aborrecerse, aquellos son sus verdaderos vicios, cualquier cosa que le sirva para herirse un poco más es fantástica, incluido en esto se localizan su hermano y Eiji. Esconderse tras una bruma de rencor le impide confrontar, Aslan no tiene ganas ni energías para confrontar más decepciones, ha pasado muchas, desde que le rezaba a un Dios que lo olvidó mientras lo abusaban a cuando se propasaron en prisión.

Es una mierda ser un cúmulo de trastornos, por eso la droga es agradable, ¿cómo sobrevivir a tantos recuerdos sino es dopado? Le duele el corazón, le duele cerrar los ojos y tener que vislumbrar a ese niño de ocho años que él mismo abandonó, suplica para que se acabe, jamás lo hace. No es terrible disociarse, al contrario, es una bendición dejar de sufrir un instante. Si ignorar vilmente la existencia de su hermano mayor agonizante lo ayuda a escamotear, que así sea.

—No le gustaré. —Pero tanto la mente como el cuerpo de Aslan lo han comenzado a traicionar, no desea conectarse a sí mismo, se profesa mugriento y repleto de malestar—. No soy el mismo niño que dejó en Cape Cod.

—Deberías darle una oportunidad. —Musita, apretándole la mano por encima de la separación de los asientos, la cabeza le punza al escuchar esas palabras, como si estuviese ahogado bajo el agua—. Es tu hermano después de todo, ha pedido verte.

—Porque no sabe en lo que me convertí.

—Exacto, aún no ha visto la clase de persona que eres. —Eiji se levanta de su hombro lo suficiente para mirarlo, si tuviese lágrimas todavía habría llorado, porque esos ojitos de ciervo lo rompen con suma facilidad—. Tú tampoco has visto la clase de persona que eres, Ash.

—Deja de ser amable conmigo. —Gruñe, sacando las garras, arañándolo por accidente en ese tenue agarre de palmas, pero el omega no retira sus toques ni se horroriza en ningún instante.

—No puedo. —Se mantiene firme—. Necesitas un cable a tierra o los pensamientos catastróficos te van a comer. —Habla por experiencia, apuesta la vida eso—. Yo también estuve en un lugar bastante oscuro antes de volver a Nueva York. —Vacila—. Incluso antes de venir por primera vez.

—¿Por qué?

—Te dije que solía saltar la pértiga. —Ash se limita a asentir, la furia se evapora de a poco—. Sufrí una lesión de la que nunca me recuperé, tuve una depresión bastante fea y... —Niega, sacudiendo su cabello increíblemente oscuro, siendo tinta derramada contra el reflejo dorado de la ventana—. El punto es que es duro ver las cosas con claridad cuando tienes tanto encima.

—¿Por qué me has acompañado? —El omega parpadea abruptamente, su risa es lo suficientemente estridente como para removerle un mechón de cabello al alfa, eso lo incita a percatarse de lo cerca que están—. ¿Por qué no me has dejado solo?

—¿Lo necesitas preguntar?

—Sí. —La cola de Ash se tensa alrededor del omega, casi prediciendo una pelea o una huida, traidor.

—Porque yo soy responsable de mi rosa.

No necesita decir más.

Hijo de puta.

El centro de rehabilitación no se asemeja a nada que Aslan ha conocido, el contraste con la pocilga que era la enfermería de la prisión lo deslumbra y entristece en las mismas medidas, ha dejado a su hermano mayor en las manos más competentes que encontró, está bien, sus zapatillas no deberían pesar tanto contra las relucientes baldosas blancas, como si estuviese hundido en un mar sangriento o de otras sustancias que prefiere no pensar, la garganta no debería secarle como si hubiese tragado un cartucho de plomo y sus palmas no deberían sentirse pegajosas, escurriendo lamentos muertos desde la punta de sus yemas.

Pasa.

Estímulos llegan de golpe, entremezclándose a los recuerdos polvorosos de Cape Cod, derritiéndose en un espectáculo de horror de dos realidades que colisionan para destrozarle la razón, es macabro, le revuelve las tripas, si hubiese desayunado vomitaría, es una suerte que purgó antes de abandonar su apartamento ¡ja! Ojalá se desmaye antes de llegar al cuarto de Griffin, así no lo enfrentará jamás.

—Su hermano ha tenido grandes avances desde que trabaja con nosotros. —Su cola se ha metido entre sus piernas, seguramente luce patético arrastrándose por esos pasillos fluorescentes—. No ha dejado de llamarlo, nos alegra que haya venido. —Eiji le está dando la mano, esto lo mantiene vivo, atado a lo que es real. ¿Qué es real en realidad?

—Me alegra escucharlo. —No puede seguirle el hilo al doctor, ni siquiera logra alzar el mentón, se siente expuesto, como si tuviese nueve años y lo arrastrasen hacia el pasaje donde debe reconocer el cadáver de su hermano—. Cuando lo dejé acá no decía nada.

—Se debe a lo útil que ha sido la rehabilitación cognitiva y...

Pero Aslan no escucha más.

Se abraza a sí mismo, sus facciones animales le dan un aspecto lastimero y descuidado, lo nota tras mirarse en la ventanilla de una habitación, el aire acondicionado le hiela la sangre, más camina más se hunde en este océano de sangre, ni siquiera llegará al cuarto de Griffin, estará empapado, lo verá, sabrá exactamente que esas facciones que tanto adoraba acicalar, esas que decía le eran especiales porque las heredó de su mamá lo convirtieron en un prostituto. Aunque usualmente no le importa, hoy se profesa más quebrado que de costumbre, no sabe si es cuestión de síntoma o miedo infantil.

—Ash... —Pero Eiji le aprieta un poco más la mano, captando su atención—. Hemos llegado.

Va a vomitar.

—¿Quieres que te espere fuera?

¿Lo quiere?

Ni idea.

—Sí. —Pero el único pensamiento peor a ser despreciado por Griffin, es ser despreciado por estos dos al mismo tiempo, no lo soportará por muy fuerte que sea—. Espérame acá.

—Bien.

Entra.

Ver a Griffin, inerte, recostado con la mirada vidriosa en una camilla de hospital mata al niño que dejó en Cape Cod, no es una desrealización ni una reexperimentación, esto es mucho más profundo, es una dolencia de alma que lo mantiene sangrando acá, arrastrando sus zapatillas hacia la silla que tiene al lado, los médicos le dijeron que quedaría en estado vegetal, que sentían lástima al no poder desconectarlo contra consentimiento real, porque sería una carga. Sí, a eso se redujo el hombre más maravilloso del universo, el héroe de esos ojitos verdes, el hermano que lo crio siendo adolescente.

Una carga.

Ya no iba al baño solo, tuvo que aprenderle a poner pañal, apenas abría la boca para la papilla, pagó por ayuda clandestina, aprendió a sobrevivir con los dotes que su naturaleza dominante le obsequió, se ganó el afecto de Papa Dino debido a su belleza y su favoritismo a causa de su ingenio, luchó con garras y dientes aunque se quería morir, pero no podía, porque si se moría Griffin también perecería y sin importar que tanto Aslan se odiase a sí mismo, adoraba más a su hermano.

Así que sobrevivió, corrió y corrió, tratando de sobrevivir hasta que finalmente...

—Griff. —Ha dejado de huir—. Hola.

El tiempo no parece haber cambiado, es el mismo cascarón vacío que cuidó. Ash se deja caer encima de la silla, con las orejas y la cola gachas, sus puños se tensan encima de sus muslos, desea contarle muchas cosas acerca de estos últimos meses, pasarle los mensajes que Max le ha dado, hablarle del omega que lo saca de quicio, confesarle que ha matado a su creador.

—B-Banana Fish. —Pero Griff ni siquiera lo está mirando, solo se queda ahí, con la atención clavada en el techo, balbuceando esas malditas palabras una y otra vez, vacío, ido, hueco—. Banana...

—Ya se acabó. —Aslan le aprieta la mano, no recibe una caricia de vuelta, esto es frío e impersonal, es tocar un témpano—. Max y yo le hemos puesto final. —Empieza—. ¿Recuerdas a Max? El anciano me pidió que te mandara saludos y te trajera esto. —Es la fotografía que se tomaron juntos en Irak, la saca de su bolsillo, esperando una reacción, una señal, lo que sea, por favor, por favor Dios.

No pasa.

—También traje esta. —Ash tantea dentro de su chaqueta un poco más, tomando entre sus dedos esa instantánea que capturó con Griffin apenas entró al equipo de béisbol, encontrarla arremete contra su corazón, como si hubiese algo filoso destruyéndolo por dentro, haciéndolo sangrar—. Está bonita, tú recuerdas ese día ¿no? —Sangra y sangra—. Dijiste que ganaría el partido. —Sangra un poco más—. Y lo acabé haciendo, solo porque quería que pensaras que era genial.

Griffin ni siquiera parpadea.

Está vacío.

Está muerto.

—¡Esto es inútil!

La rabia se apodera de él, erupciona quemando la racionalidad, poseyéndolo para convertirlo en un infierno viviente. Tiene ira porque su hermano no ha mejorado nada, está encabronado, porque eso es una mierda pretenciosa y está cansado de fingir que no. ¿Rehabilitación? ¿Sanación? ¡Por favor! La gente como él se muere en las calles, de una sobredosis o SIDA, da igual que transgredan al niño mientras paguen, devorándolo en sábanas más costosas que la medicina de un soldado moribundo, la que ni siquiera sirve, ¡por supuesto! El espectáculo de gritos es magnífico en la noche.

Posee mucha ira dentro, hirviéndole desde el pecho hasta los ojos, haciéndolo estallar en lágrimas de puro odio, los recuerdos lo atormentan, lo entiende, sí, es un jodido genio. Está recordando más de esos asquerosos eventos porque no hay droga, tal vez si hubiese sido tan débil como su hermano y hubiese sucumbido sería él en esa mugrienta camilla, al menos no tendría que confrontar esto.

Confrontar.

Confrontar.

Confrontar.

¡Está harto! ¡Al diablo! Nada sirve, nada lo hará cambiar, es un maldito leopardo y...

—A-Aslan.

Griffin le ha dado la mano.

—Aslan. —Repite, como si lo hubiese conocido.

Y de pronto, esa rabia se convierte en lo que siempre fue, es pena. Ash no odia, por mucha amargura que esconda, es una consecuencia de la tristeza de haber perdido todo lo que le importó, por haber sido abandonado por la única persona que alguna vez lo amó. Ese miedo a que Griff verdaderamente vislumbre lo qué es, los horrores que ha pasado, las muertes que ha consumado y las noches que se ha quebrado, se esfuma. Está bien, está hablando, está a salvo.

Se desmorona sobre el regazo de su hermano, apretando con fuerza las sábanas, no llora, no lo nota al menos hasta contemplar la sombra en la funda, su familia parece hacer un esfuerzo sobrehumano por acariciarle los cabellos, sus huesos crujen como sino se hubiese movido en década y ha sido así, le repasa las orejas, igual que cuando era un niño y papá lo regañaba, cuenta manchas, lo hace creer que son estrellas, es paternal, lo incita a aferrarse desesperado.

—Griff.

Se está mejorando, de verdad...

No hablan mucho durante su visita, a su hermano le cuesta formular las oraciones más simples, Ash se niega a presionarlo, ha esperado una eternidad para verlo bien, o al menos, vivo. Disfruta de esos infantiles mimos con suma nostalgia, alejando los pensamientos intrusivos, se desclavan del mundo entero, es acá, bajo los gentiles toques de un fantasma que revive, que se percata de lo obvio.

Tiene dieciocho años pero sigue siendo un gatito desamparado.

—El médico me dio algunas instrucciones. —Si bien han pasado horas, Eiji lo espera afuera de la sala con una sonrisa esperanzada, está apretando una libreta contra su pecho—. Estímulos que le serían de utilidad para la terapia. —Quiere contarle lo que ha pasado, tiene muchas ganas de desahogarse ante esos ojos cafés, no obstante, lo aterra su propia vulnerabilidad desmesurada, así que regresa a su fachada.

—Gracias. —Pone un muro—. Vámonos.

Pone un muro para sí mismo y reza que funcione.

El regreso en el autobús es silencioso, la conmoción de tener a Griffin de regreso lo inunda, no le da tiempo para sumergirse, solo lo empuja hacia abajo en ese océano de incertidumbre, Ash no guarda esperanza, la esperanza hace daño porque puede decepcionar, aun así sonríe, apretándose el pecho para asegurarse que esto sea real. La llegada al departamento no es mejor, existe una ambivalencia chocando en su interior, quiere hablar con Eiji y él mismo se zurce la boca.

—Quiero estar solo. —Finalmente musita, se las ha arreglado solo durante toda su vida, hacerlo otra vez no lo matará.

—Entiendo. —Eiji hunde sus hombros en su chaqueta, se da la vuelta, listo para encaminarse hasta su cuarto—. Ash... —Un gruñido de frustración choca contra sus colmillos, impregnándole acidez en los dientes, esto es fastidioso, peor, es denigrante que su propia cola lo desobedezca.

—¡Quiero estar solo! —Gruñe, tirando de su rabo que se ha enrollado alrededor del omega.

—¡Pues entonces suéltame! —El agarre se torna aún más rígido, atrapándolos como una soga.

—¡Eiji! —Gimotea—. Solo camina hacia tu cuarto, nos soltaremos con impulso. —El omega obedece, empujando sus pantuflas por el pasillo, moviéndose hasta ponerse rojo. Lo que Ash no espera es ser arrastrado durante el proceso—. ¿Cómo eres tan fuerte? —Se queja, clava las suelas de sus converse contra los tablones de madera, tira con fuerza de su cola, tratando de aflojar desesperado el agarre.

—Solía ser deportista, te dije. —Apenas lanza esas palabras por la falta de aire, le va a cortar el torso antes de soltarlo. ¿Por qué diablos hasta su cuerpo lo traiciona? Nunca antes se comportó de esta forma...De hecho, nunca antes se manifestó.

—¡Pues no se nota!

—Aún tengo músculos de pertiguista. —Chilla, dándole un último tirón.

Aslan cae arriba del omega, se golpean contra la puerta del cuarto, cayendo estrepitosamente arriba del suelo de madera, incluso así, su cola se ha negado a separarlos, parece tener consciencia propia o tal vez, sea una manifestación infernal de lo que él ha tratado de ignorar durante una década, sino lo mira no es real, no quiere confrontarlo, no quiere confrontar nada. Está a punto de gritar de cólera pero la montaña de ropa encima de la cama capta su atención, tanto sus chaquetas de mezclilla, sus camisas de franela como algunos de sus jeans se encuentran ahí.

—Dijiste que mi ropa estaba sucia. —Aunque sigue aplastando a Eiji, la punta de sus orejas enrojece, ahí lo entiende—. Oh.

Es un nido.

El nido de Eiji.

Una de las cualidades más adorables de los omegas es esta, la construcción de un espacio de confort donde se llenan del aroma de su compañero, como un perrito atestando la cama de juguetes, es su zona de seguridad, donde se conciben a salvo y diablos, está repleta de sus cosas.

—Es por la mordida, tus feromonas me hacen falta. —Eiji se excusa, levantando la cara del piso, la tiene roja, tan roja que impresiona a punto de estallar—. Esto era lo más sencillo.

—Es lindo. —Ash se levanta para ayudarlo a ponerse de pie—. Nunca había visto un nido de cerca.

—¿Q-Quieres entrar?

Sí.

De verdad quiere entrar.

—Sí.

Y se permite admitirlo, es un día extrañamente compasivo.

Se recuestan frente a frente, completamente expuestos en el nido de ropa, alma con alma, piel con piel, temor con temor. Le cuesta trabajo sostener una respiración, porque los ojos de Eiji transmiten demasiadas emociones que, si bien, le son pinturas surreales, son gratas. Su cola sigue enrollada en la cintura del omega, eso le roba una sonrisa tras la frustración pasada, posee las mejillas rojas, aún le duele el corazón por haber visto a su hermano, sus orejas se encogen sobre una de sus chaquetas preferidas, le gusta este nido, cree que puede vivir acá para siempre y eso espera.

—Ash... —El nombrado afloja el agarre, pero no se apartan ni un solo centímetro, sus pies juguetean en la parte más recóndita del nido, junto a esos jeans rasgados que son geniales y de moda.

—Griff está bien. —Finalmente se atreve a pronunciarlo en voz alta, a hacerlo real, a dejar de correr, es difícil, ha estado toda su existencia corriendo para sobrevivir, el pensamiento de vivir cuando se profesa tan jodido le retuerce las tripas, quiere, quiere cambiar—. Él pudo reconocerme.

—Eso es fantástico. —La sonrisa de Eiji es tan hipnótica que Aslan jura haber caído hechizado en ese reconfortante nido con su aroma, sus rodillas chocan por accidente, más, no las mueve. Saborea a la perfección el azúcar en el aliento del omega, esa que le puso a un café que parece chocolate.

—Dijeron que debía traerle más cosas familiares para que mejorara. —Se hunde en el colchón, cae en las profundidades, llevándose a su alma, olvidando cada sentido, renunciando a la cordura—. Pero esas cosas están en Cape Cod y mi hogar no me trae buenas memorias.

—¿Quieres que te acompañe? —Acá está otra vez, palabras de huracanes y miradas de galaxias—. ¿Te sería más fácil ir de esa manera?

—¿Acaso los japoneses son masoquistas? —Bufa, más, no se queja en serio.

—No lo somos. —Le rebate, esbozando un puchero involuntario, moviendo la nariz y agitando las orejas aún contra la cama, desprendiendo ese adictivo dulzor que lo hace creer en la existencia de futuro florecido. Eiji un día lo deshará, desde su pasado, su cuerpo, su alma hasta su misma esencia, lo desintegrará para convertirlo en polvo de estrellas—. No te sientas obligado a aceptar.

—Quiero que vayas conmigo. —Solo para volver a esos ojos cafés, es un instinto, se repite de forma constante, es instintivo querer permanecer juntos—. ¿Por qué quieres ir a un pueblo decadente? —El japonés le sonríe, como si hubiese estado esperando la pregunta, seguramente lo hizo.

—¿Acaso no es obvio? —Igual que Aslan probablemente ha estado esperándolo acá, con el alma congelada en una carcasa, esperando para ser encontrado—. Soy responsable de mi rosa.

Suplicando para ser despertado.

El capítulo de mañana es más de transición para procesar todo esto antes de irnos más al tema del Club Cod y de Froggy, ya estamos en el segundo arco del fic, vamos a más de un tercio de la dínamica, gracias a todas las personas que han apoyado esto.

Algunos lectores igual me verán dos veces, porque~ llego con bird cage, luego de mi hiatus de un mesa empiezo las otras actualizaciones con ese. ¡Nos vemos mañana acá!

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