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10. Parche.

¡Hola mis bonitos lectores! No hay mucho que reportar, estoy muerta, pero este capítulo es bastante dulce, tiene de mis sagradas referencias preferidas, sé que la reconoceran altiro, obvio. Y ya el capítulo de mañana se viene más intenso.

¡Espero que les guste!

—¡Es un conejito!

Bones salta encima de Eiji apenas se meten en el bar, es el local que frecuentan en Downtown para planificar los siguientes movimientos de su pandilla. Su subordinado se restriega de forma errática contra las mejillas del omega, lo ha apenado, aunque Ash todavía no es experto en este ininteligible idioma que solo puede ser leído por un versado, de a poco ha aprendido a desglosarlo. Además, hay una descarada debilidad por enfocarse en los gestos de ese chico, una debilidad alimentada por una ferviente curiosidad y un regodeo de dulzor, es extraño.

—Sabía que olía demasiado dulce para ser un recesivo. —Sing lo contempla embelesado, examina al japonés de pies a cabeza, no lo culpa, los omegas dominantes son extraordinariamente escasos, es una curiosidad casi infantil la que chispea en sus pupilas—. ¡Su cola es suave! —Al menos, lo era hasta que el bastardo aprieta la colita de algodón del moreno.

—¡Sing! —Su rabo ha actuado más rápido, enrollándose alrededor de la muñeca del nombrado para de esa manera apartarlo de su compañero, se ha vuelto receloso luego de la mordida—. No puedes ir tocando a personas sin su consentimiento.

—No hay problema, Ash. —Eiji lanza una sonrisa comprensiva mientras la pandilla hace el ridículo—. No me molesta.

Oh, ese no es el problema.

Claro que no.

El problema es que Aslan jamás ha querido tocar (más bien, se ha atrevido a hacerlo) las facciones animales de su compañero, una necesidad que no ha hecho más que acrecentar desde esa mordida, es curioso, aún le cuesta asimilar que este chico lo haya escogido marcar aunque sea temporalmente tras conocer su pasado. Si bien, no es la primera vez que intentan marcarlo, Dios sabe que tampoco será la última, esta fue consensuada y anhelada. Esto es un lío, no ayuda que en este momento Eiji luzca más esplendente que el sol en el cielo, meneando sus suaves orejas junto a su rebelde flequillo, dándole sonrisas más transparentes que el océano pero más violentas que una tempestad.

—Entonces... —Shorter es quien toma la palabra en el caos, sacándolo de su estado de ensueño, las feromonas del omega se sienten demasiado difusas, han pasado prácticamente pegados desde las mordidas, lo pone ansioso esta lejanía—. Si nos lo estás presentando es porque va a ser partícipe.

—Sí. —Ash trata de recobrar su temple, de imponer su voz como suele hacerlo—. Eiji fue atacado por la pandilla de Arthur, es su derecho estar acá con nosotros. —La brecha que se han impuesto a solo algunos metros del bar le es eterna, quiere cerrarla, sería tan fácil hacerlo—. Además ya conoce la mayoría del plan.

—Lo entiendo, boss. —Desea sentir el calor del omega descongelar su alma helada, pero no puede—. ¿Quieres ponerle protección?

—Exactamente. —Es una mera cuestión de instinto, se repite, suplicando para que sea verdad—. Quiero que lo cuiden cuando yo no puedo, mataré a Arthur antes de que le vuelva a poner un dedo encima. —Sus frases se arrastran por su tráquea, incluso con su valerosa fachada no tiene el coraje para ver a este chico porque lo ensuciará con sus pecados.

—Entendido. —Shorter parece divertido con el tema—. Así que ustedes dos subieron de nivel. —Se mofa, haciendo que las mejillas le quemen y esa sensación visceral que se ha estado expandiendo desde su estómago hacia su pecho, incremente mil veces más.

—No tenemos esa clase de relación.

—No estoy tan seguro. —Shorter lo da vueltas, examinando la marca en su nuca—. Ser elegido para que un omega te marque es bastante importante ¿sabes? Es un símbolo de protección absoluto e incondicional. —Es raro escuchar esas palabras, racionalmente las comprende porque bueno, posee una inteligencia superior (200 de IQ siendo preciso), sin embargo, lo intentaron marcar tantas veces por simple codicia o lujuria, para recordarle que él se encontraba debajo.

Es raro ser querido.

Eiji es raro por quererlo.

—Se preocupó al verme malherido en una pelea. —Se excusa, es bueno escamoteando y esta tarde saca a relucir su talento—. Me pidió que hiciera lo mismo, así que también lo mordí por protección. —Los chicos lucen horrorizados tras el comentario, eso lo incita a encogerse en su chaqueta.

—¿Mordiste a Eiji? —El tenue reproche enlazado a las palabras de su mejor amigo es evidente—. ¿Y no le pusiste un parche?

—¿Un parche? —Balbucea—. Pero yo no necesité de uno.

—¡Hombre! —Shorter gimotea, pateando el piso, frotándose el entrecejo repetidamente para hacer énfasis al drama—. Las mordidas de alfas implican otras cosas, estas marcan propiedad y dominio, por eso son tan pocos los omegas que permiten hacerla, se necesitan de parches para sanarlas.

—Oh.

—Aunque entiendo la estrategia, el vínculo entre ustedes se ve fuerte. —Pero él no está escuchando más ese discurso, se queda metabolizando el significado de su propia mordida, transmitir mando no es lo que pretende, si ha accedido a ese tonto plan es para gritarle al mundo entero que Eiji Okumura se encuentra bajo su protección y la de su pandilla, nada más—. ¡Skipper! ¡Necesitamos un parche!

—¿Un parche? —El aludido no tarda en llegar, solía cuidar a Griffin antes de que lo internara, es la única otra persona que conoce su existencia además de...Eiji, ha roto demasiadas reglas—. ¡¿Ei-chan?! —Los ojos del mocoso se encienden con un fulgor arrebatador.

—¡¿Skip?! —El omega se libera del agarre de Bones, encontrándose en un abrazo con el más joven, le presiona la espalda sin estrujar demasiado brusco o demandante, repasa los harapientos tirantes de la jardinera de mezclilla, acurrucándolo contra su pecho—. Hace mucho no te veía.

—Tenía miedo de que te hubiese pasado algo malo. —Todos en el bar están desconcertados, ¿cómo diablos se pueden conocer estos dos?—. Charlie me dijo que estabas bien.

—Gracias a ti. —Ash carraspea, rompiendo el melancólico momento entre estos dos.

—¿Cómo se conocen?

—Ei-chan venía con el periodista que te debía entrevistar antes de que fueras a prisión.

—¿Estuviste en prisión? —Ignora vilmente la pregunta del omega para enfocarse en esta ironía.

—Así que de todas maneras, te habría conocido.

Bufa, el destino es un hijo de puta retorcido.

Ash tiene vagos recuerdos antes de que lo inculparan de la muerte de Marvin, es consciente de que debía estar en este bar, dispuesto a una entrevista con los amigos de Max (en ese momento no tenía idea de quién era el anciano, pero el mundo es un pañuelo), le dijeron que eran dos extranjeros, no le pudo importar menos, es un dolor de culo hacerle favores a la policía y sino hubiese sido la pareja de Nadia quien se lo solicitó, lo habría rechazado. La redada de Arthur es lo consecutivo que ocurrió, ni siquiera llegó a la taberna para conocerlo, aunque claro, acá está el rey de los tercos.

Esta serie de coincidencias lo emborrachan, que incluso tras haber tenido esa horrenda experiencia haya regresado de Japón justo cuando Aslan ha salido de prisión, que ahora convivan, es casi como si estuviesen hechos para permanecer juntos, esta clase de ingenuidad lo atraviesa entero, lo deja incapaz de procesar lo que discuten sus subordinados. Es una tontera, pero se permite creer que tal vez, solo tal vez, el universo no le depara puras tragedias si le ha puesto un conejito en su camino.

—Te ves encariñado. —Hay una mirada dulce detrás de las palabras de Shorter, la detecta incluso con los lentes de sol puesto ridículamente en la oscuridad—. Me preocupaba que lo quisieras alejar.

—¿Por qué?

—Porque eres un experto apartando a la gente que te quiere, Ash.

No puede decir nada para refutar.

No es instante para sumergirse en cursilerías tampoco, mientras Skipper se encarga de acomodarle el parche a su compañero, Aslan se enfoca en el plan, le han traído diversos mapas de la ciudad, las identificaciones de los ingratos que siguen a Arthur a ciegas se hallan en esa mugrienta pila de papel, es perfecto, se ha puesto a pensar en varios escenarios posibles para su último encuentro, debe ser lo suficientemente familiar para darle una ventaja ya sea a su naturaleza de lince o al conocimiento que tiene alrededor de Nueva York, pero no tan obvio para que se dé cuenta.

—Necesitaremos de un árbitro, creo que Cain estará más que dispuesto a ayudarnos. —Balbucea, sin despegar su atención de los posibles puntos donde se llevará la contienda, lo absorbe el metro, no se imagina que Arthur se niegue porque pensará que tiene la ventaja.

—Yo también quiero presenciar la pelea. —El bufido de Sing retumba por las paredes, genera eco bajo los gritos de la canción, es suave pero violento—. Lo discutimos en la reunión pasada.

—Todavía eres muy joven para quitarme el puesto. —Shorter bromea, revolviéndole los rebeldes cabellos, acariciándole desde las orejas de león hasta el flequillo, va a ser un digno sucesor.

—Pero tiene razón, no te dejará a ti presenciar la pelea ¿no? —Su devoción es obvia, han gobernado juntos el centro de la ciudad desde que se hicieron amigos en el reformatorio—. No es mal plan permitirle a Sing que la vea. —El resto de sus subordinados permanecen en silencio, memorizando sus palabras como la misma ley—. Es mi decisión final.

—¿Algo más que necesitemos discutir?

—Bueno...

Mierda, el recuerdo de Yut-Lung le abofetea la cabeza, es desagradable siquiera conmemorar esas feromonas, no se asemejan en nada a las de Eiji, porque estas son suaves, adictivas y todavía así, le son reconfortantes, como beber la última gota del desierto, como los girasoles alzándose en plena primavera, como un sol brillante luego de un eclipse que duró mil años, como una galaxia naciente donde no había más que estrellas agónicas, es demasiado. Para su infortunio, su naturaleza de lince lo vuelve más susceptible a los aromas, de hecho, es el factor principal luego de cámaras fotográficas que le genera reexperimentación, jamás ha sentido asco o temor con ese omega.

—¿Bueno? —Shorter le ha alzado una ceja, los lentes le penden contra la perforación de metal, se va a hacer otra porque adora verse genial, no se lo dirá, aunque le sientan a la perfección—. ¿Hay algo mal, Ash?

—Yut-Lung Lee quiere conocerte.

—¿El clan Lee? —La emoción que pende en su tonalidad lo marea, Aslan se afirma contra la barra del bar, su pistola se halla escondida bajo su camiseta de franela, aunque es mera protección, no sale a las calles sin un arma, menos con un omega dominante paseándose al lado—. ¿Por qué ahora?

—El hijo menor dijo alguna mierda sobre derrocar a sus hermanos o algo así. —No prestó mucha atención siendo franco, tampoco lo hace ahora, porque la imagen de Eiji receloso, con orejitas bajas, con la caja de bento en su regazo le roba una sonrisa.

—¿Te gusta la idea? —El calor se le sube hasta la nariz, esta reunión es especialmente difícil porque se encuentra drogado por esas feromonas, la mordida es un arma de doble filo, se da cuenta.

—Dijo que tenía conexiones con el Club Cod, podría sernos útil. —Deben meterse pronto, Max le pidió que fuese paciente, pero al carajo, ese nunca ha sido su estilo y si Dino Golzine se halla muerto, debe estarlo haciendo bastante bien—. Creo que podríamos beneficiarnos de su ayuda, además por lo que estuve investigando los Lee tenían sus tratos con la fundación Corsa.

—Va a ser interesante charlar con Yut-Lung. —Shorter se inclina, destapando una de las cervezas de la barra, la espuma caliente gotea hasta el mostrador, el resto de la pandilla lo imita, sedientos—. Brindo por esa futura alianza. —Le quitan el alcohol a Sing antes de que pueda probarlo.

—¡No es justo! —Gimotea, recibiendo el refresco de mala gana—. A los catorce tú bebías.

—Te tengo que criar mejor. —Se lo advierte, volviéndole a revolver el cabello, este presunto lado más paternal le roba una sonrisa, esa gentileza lo salvó durante su internación en la correccional, cuando manipulaba a los hombres como si estuviesen atados a la punta de sus dedos, tuvo suerte—. ¿Lo conociste? —Las yemas de Ash repasan la etiqueta de su propia cerveza, es barata y vieja.

—El psicópata consiguió un trabajo en la empresa de Jessica para hablarme.

—Uy. —Los chicos lucen incrédulos ante semejante descaro—. ¿Es bonito?

—Bonito si te gustan las serpientes. —Musita.

Algo en Yut-Lung le da un mal presentimiento.

No le gusta.

—¿Esa pistola es de verdad?

Por supuesto, Eiji tiene que descolocarlo un poco más, a estas alturas el alfa se ha rendido al tratarlo de predecir, la fachada simplona del omega no es más que carcasa de una complejidad infinita, igual que los girasoles, que lucen agradables para el espectador e ignoran el mecanismo elegante que los impulsa a anhelar el sol. Aslan no asegura si su obvia inocencia es motivo de envidia, de temor o de anhelo, aún sigue vacilante acerca de si puede confiar en esa sonrisa brillante o debe resguardarse como si fuese una bomba atómica. Algunas explosiones son inicio, el mismo Big Bang o la supernova, otras consumen todo a su alrededor hasta el vacío, un agujero negro. Se pregunta constantemente acerca de cuál representa ese conejo.

—¿A qué te refieres? —Finalmente logra articular una respuesta coherente.

—Las pistolas reales están prohibidas en Japón. —Las orejitas de conejo se han bajado, tratando de ocultar el sonrojo que lo ha coloreado por preguntar, se está rascando la mejilla erráticamente, lo hace reír, porque sus ojos resplandecen tanto que cuando colisionan contra los suyos, simplemente le arrebatan la respiración, lo conmueve—. ¿Puedo sostenerla?

La pregunta deja a la cantina en silencio, incluso los miembros de su pandilla que no se encuentran involucrados en la conversación han dejado sus actividades para juzgarlo en silencio, el omega tiene bastantes pelotas para soltar semejante locura. Es acá cuando Ash se vuelve más consciente de esta línea que los aparta, esa que remarca que provienen de mundos diferentes y no puede cruzarla, no va a tapar el sol con un dedo y pretender que son símiles. Aún así, en estas semanas, el alfa decidió que Eiji tiene permitido vislumbrar este mundo de horrores si así lo desea.

—¡E-Espera! —Es Sing quien hace entrar en razón al japonés—. Esto es malo.

—Claro. —Pero Ash no duda en acercarse y extenderle el arma.

Es la primera vez que la presta.

Eiji le ha dado muchas primeras veces ahora que lo piensa.

Lo embelesa la manera en que este omega repasa el arma fascinado entre sus manos, sosteniéndola con sumo cuidado, como si fuese algo digno de cariño o gentileza, cuando solo sabe generar muerte, igual que él mismo, bueno, eso nunca lo detuvo a acunarlo o tratarlo con ternura. Y es que la mirada de esos ojos cafés es completamente diferente a lo que lo rodea, incluso vislumbrando un arma, es bonita y pura. Probablemente nunca ha tenido que lidiar con un cadáver, le alegra, espera que nunca lo haga.

—Increíble. —Balbucea, con una sonrisa linda y las orejas de conejo saltando hacia el cielo—. Cómo pesa. —Es dulce. Más rápido de lo que desearía, el omega se la extiende de regreso—. Gracias por confiar en mí.

—Me sorprende que no la hayas encontrado en casa.

—No ando husmeando en tu cuarto, para tu información. —Sus miradas se tropiezan, esa conexión le chispea hasta el corazón, impulsándolo con la ferocidad de un tren bala.

—Lo que digas, onii-chan. —Su cola se ha enrollado a la cintura del omega—. Te invito un trago.

Debe verse extraño, lo sabe.

Da igual.

Beben un rato antes de apartarse, el plan es simple, Shorter va a tener una charla personal con dicha serpiente escurridiza para analizar sus intenciones, él confía plenamente en ese idiota, si determina que Yut-Lung es digno de alianza, lo aceptará en contra de su intrínseco desagrado al histriónico, una vez aclarada la situación en Chinatown retará a Arthur y en paralelo se encargará del Club Cod, tiene la intención de pegarle una visita a Froggy, seguramente el desgraciado lo cree muerto.

—¿El parche duele? —Pero ahora no quiere pensar en nada de eso, no, ahora se encuentra ocupado perdido en esos curiosos ojos de ciervo, esos que al principio le resultaron superficiales y vidriosos, pero actualmente sabe que arden con una determinación inquebrantable.

—No mucho. —Eiji se acaricia la nuca, la gasa es delgada y simple—. No debo usarlo mucho tiempo, es solo mientras sana la mordida.

—Lamento no habértelo puesto yo mismo. —Se excusa, su cola se arrastra contra el empedrado siendo un problema para cada transeúnte, debe aprender a controlarse, su naturaleza animal nunca le representó un problema de disciplina, aunque claro, la ha evitado—. No sabía.

—Está bien. —Esa comprensión lo rompe—. Yo tampoco lo sabía, eres el primero en morderme.

—Sigo pensando que debiste guardar esa mordida para alguien más. —Las calles se encuentran vacías, es agradable pasear mientras el cielo quema los colores del atardecer, como las hojas secas cayendo de los árboles o las flores marchitas entre páginas de libros—. Debía ser especial.

—Te lo dije. —Eiji le golpea el hombro mientras caminan—. No me arrepiento de nada.

—Claro que no, eres terco.

—¡No soy terco! —Gimotea, inflando las mejillas y tensando el ceño.

—Te pegaste a mí como una garrapata hasta que te dejé acompañarme al bar. —Bufa, escondiendo una sonrisa, no admitirá en voz alta lo mucho que adora esa terquedad. Ash también es obstinado, es divertido competir con quien ponga en juego su título—. Eso es terco.

—Últimamente no me siento bien sino estás cerca. —El rubor que colorea sus mofletes lo hipnotiza, se toma un instante para apreciar la piel de Eiji, es color caramelo, se pregunta si al dejarla al sol lo suficiente podrá contemplarla en un dorado derretido—. Las feromonas generan necesidad.

—Lo entiendo. —La risa del japonés es apenas perceptible a su lado, aún así, lo aporrea como un látigo en el aire—. Me pasa lo mismo, es instintivo supongo.

—S-Sí. —Por alguna razón que desconoce, se vuelve difícil mirarlo—. Por instinto.

—¿No tienes miedo de meterte en todo esto? —El omega ni siquiera vacila al asentir, está asustado y es sincero acerca de esto, eso es refrescante, recuerda que le mencionó acerca de que su facultad le proporcionaba apoyo psicológico mientras lo necesitase, Eiji ha trabajado en sus trabas, quizás él deba hacer lo mismo, ir al psicólogo parece funcionarle bien.

—Pero de todos modos, quiero enfrentarlo contigo —¿Será cosa de japoneses? ¿O cosa de omegas?

—Eiji...

—¿Estuviste en prisión? —La pregunta se le escapa de la boca, la ha querido pronunciar desde que la escamoteó en el bar, es iluso pensar que lo engañaría con excusas baratas o superficiales.

—¿Quieres un café?

Compran de esos vasos de cafés baratos en un puesto de chatarra cerca, se sientan ante un mirador, encima de escaleras gastadas, con el atardecer quemando el cielo, aunque no es su lugar predilecto queda próximo a casa, precisa aire fresco si ansía seguir descosiendo sus heridas. Sigue siendo tema hablar acerca de su pasado, usualmente Aslan ataca con humor mordaz, mostrarse lo más inmundo posible es su defensa primordial frente a lo desconocido, pero no quiere que Eiji lo vea así.

—Está demasiado dulce. —Musita, dándole el primer sorbo, el viento los ha envuelto en una niebla de iridiscencia, los últimos rayos del sol duelen, lo fuerzan a entrecerrar la mirada, es más fácil mirar a Eiji, se equivoca, el dolor le sangra hasta los huesos, lo hunde en la tierra tras contemplarlo.

—Lo está.

—Estuve en prisión porque fui inculpado de un asesinato. —Irónico, Aslan ha matado a incontables hombres a lo largo de su camino, por eso la sangre lo atormenta en cada jodida pesadilla, al único sujeto que genuinamente le hubiese gustado asesinar con sus manos, se le prohibió hacerlo—. Dino me mantuvo atrapado ahí durante medio año, pensando que podría quebrarme. —Y casi lo alcanza, los reos que lo atacaron, mierda, por un momento temió haberse contagiado de SIDA—. Fue duro.

—Ash... —Violación grupal tras otra, todo gracias a sus facciones de felino, no fue divertido.

—Pero dentro conocí a Max. —Una sonrisa trémula pende contra el vapor del café—. Eso es bueno supongo, me quiere ayudar a derrocar el Club Cod y todos esos cerdos, era amigo de mi hermano, sirvieron juntos en Irak, me tomó por sorpresa.

—¿Club Cod?

—Venden niños en ese lugar. —Musita, gélido—. Ninguno vive lo suficiente para hablar.

Silencio.

Quedan en un largo silencio.

Probablemente Eiji no sabe qué decir, pero ¿qué se puede decir en esta clase de situación? Le tocó y le tocó, no se sentará a lamentarse por su pasado, incluso si la disociación se está esfumando y lo hiere de sobremanera despertar cada día más, incluso si ha considerado levemente recibir atención psicológica porque el estrés post traumático, el consumo de sustancia y la anorexia le devoran hasta los huesos, no es merecedor de nada. No es digno de ayuda, mucho menos de amor.

—Lamento que hayas pasado por tanto.

—No es tu culpa.

—Aun así. —Los dedos de Eiji tiemblan alrededor del vaso—. Lo lamento, me hubiese gustado hacer algo para ayudarte. —Son palabras que podrían haber gatillado una reacción agresiva. ¿Hola? Parte de sus síntomas son el negativismo, estar hiperalerta y escupir veneno lo colocan a salvo.

—No podrías haber hecho mucho.

—Podría haber estado para ti. —Palabras sumamente ingenuas que podrían y deberían gatillarle lo peor de su impotencia, lo rompen, lo hacen pedazos, se cae contra el suelo, con el alma doliente y el corazón sangrante—. Estoy a tu lado ahora. —Eiji suena tan determinado cuando le dice aquello que simplemente se rinde, se permite consumir hasta los huesos no por sus etiquetas, sino por estos ojos cafés y así lo sabe.

Eiji es una explosión naciente y terminal en paralelo, es una supernova que lo consume todo al paso solo para crear una constelación nueva, más brillante, real y nítida, como un ave fénix resurgiendo. Se ríe de sus pensamientos, igual que con los flashes o el cesar de las pesadillas, este omega no quita el sufrimiento, sin embargo, le hace compañía y eso, eso es suficiente por ahora.

—Dino Golzine era alguien terrible. —Le sorprende que lo conozca, no se halla familiarizado con la mafia, menos con la droga—. Ibe-san me ha comentado un poco, Charlie también.

—Ya veo

—Ash... —Eiji bebe de su vaso de café, escondiendo una mueca que le resulta imposible, que está en ese idioma indescifrablemente complejo pero simple—. Estoy a tu lado ahora.

Ash siente a esa conmoción visceral hervirle en el pecho, como si fuese un volcán erupcionando que lleva una eternidad esperando ser despertado, sus rodillas chocan en ese diminuto escalón, son caricias insignificantes y tiernas, tienen tanto ardor que jura que se le corta el aliento. El universo se le detiene en esto, en una nueva y embriagadora calidez, en la comodidad de estarse sincerando en las escaleras viejas de la ciudad, con su amigo sonriéndole como si él pudiese hacer estrellas, con el rubor de la inocencia tiñéndole levemente las mejillas.

—¡Ash! —De pronto, el semblante del omega cambia, su rubor se ha acrecentado hasta confundirse con el escarlata de una rosa, se encoge sobre sí mismo, tembloroso—. Estás tocando mi colita.

—¿Eh? —El lince parpadea, sus manos continúan sosteniendo el vaso, es imposible.

—Hace cosquillas, pero te estás propasando. —Imposible a menos que...Aslan se inclina, vigilando a su propia cola para efectivamente, encontrarla jugueteando con esa motita de algodón negra.

—L-Lo siento. —Dios, a veces jura que tiene vida propia, acercándolos sin vergüenza—. No puedo evitarlo, no sé por qué actúa así. —Posiblemente, estaba celoso de que Sing pudiese tocarlo y él no. ¡Por favor! Está seguro, no pretenderá—. Suéltalo. —El lince jala de su propio rabo en vano, el agarre caprichoso se tensa aún más alrededor de la cola de Eiji, forjando un nudo en su cadera.

—¡Ash! —Su nombre escapa con un puchero adorable, su cola los ha acercado tanto que parecen estar abrazados—. Estás tocando mi trasero.

—¡No es mi intención! Esta cosa tiene vida propia. —Gimotea.

—Déjalo. —El omega suspira rendido—. Probablemente sea necesidad de cercanía por la mordida.

—T-Tienes razón.

—Deberíamos ponerle nombre, creo que tu cola se ha encariñado conmigo. —Eiji se burla con una sonrisa socarrona, arrancándole un ronroneo—. Comenzaré a pensar en algunos apodos, creo que me agrada. —Acomodando su cabeza sobre el hombro de Ash.

Dejándolo con el corazón a mil por hora, hecho un completo desastre.

Mierda.

Mañana tenemos un tema bien intenso pero en el buen sentido, en ese que abre confort y le da a Ash la oportunidad de empezar a sanar, este fue más que nada de transición y porque amo la colita de Ash, ya se nota. Muchas gracias por todo el apoyo y el cariño.

¡Nos vemos mañana!

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