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Mientras suena una canción

Odio llegar del instituto y tener que soportar a mis hermanos pequeños que se creen superiores a mí. Odio que mi madre me esté mandando tareas de casa para hacer todo el rato. Grito y voy dando zancadas hasta mi cuarto. Cierro de un portazo que resuena sonoramente por toda la estancia. Cojo mis auriculares y pongo la primera canción de la playlist. En este instante, sólo me apetece meterme en la música, así que la pongo a todo volumen para no oír cómo mi padre exclama en un chillido desde el otro lado de la puerta por el escándalo que he causado nada más llegar.

Cierro los ojos para concentrarme en la música, al tiempo que le doy un punto más de voz.

No sé qué hora es cuando abro los ojos. La oscuridad reina en la habitación y hace frío. Busco con impaciencia la lamparita de la mesilla para alumbrar mi dormitorio, pero no la encuentro. Con el móvil enciendo la linterna y echo un vistazo. No hay nada sobre esta y todo está sucio. Cuando voy a encender la lámpara del techo no funciona. ¿Se ha ido la luz?

Me asomo por la ventana para comprobar si soy la única y lo que veo me deja totalmente de piedra porque mi barrio es distinto a como lo recordaba. Muy distinto. Salgo al pasillo y no hay nadie. Entro en la cocina para abrir el frigo y compruebo la poca comida que queda. ¿Qué me he perdido? Niego varias veces con la cabeza y cojo una chaqueta para salir a la calle.

Las calles son siniestras, aunque extrañamente sé que ya he pasado por ellas. Sigo mi instinto calle arriba hasta que la farola parpadea y me paro en seco. Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies cuando noto la mirada de alguien sobre mí. Me giro lentamente para ver una sombra en una callejuela estrecha. Todo empieza a darme muy mal rollo y decido ir hacia abajo con el paso apresurado.

Oigo pisadas detrás de mí y no lo pienso para echar a correr. Me giro varias veces y en todas ellas veo que esa figura encapuchada me persigue incansablemente. Dos calles más adelante, empieza a estar más iluminado todo y escucho una música que proviene de una casa muy grande y lujosa. Atravieso el jardín de césped artificial. La puerta de la mansión está entreabierta y paso rápidamente. Me cuelo de lleno en una fiesta que parece estar en su punto álgido. Sorteo a las personas que bailan y me doy cuenta de que muchos me miran raro. Pienso que es por mi ropa porque todos visten bastante elegante.

Prácticamente llego al otro extremo de la casa, donde está la puerta principal. Me dispongo a salir cuando un señor se cruza en mi camino. Su mirada no me da buena espina, así que me doy prisa por largarme.

De algún modo, vagando por las calles, llego a un hotel pequeño donde paso la noche. Está amaneciendo cuando decido salir. No tengo dinero, así que quiero escaparme. Al bajar las escaleras, el mismo señor de la fiesta está hablando con la recepcionista. Noto esa sensación de nuevo, como si ya le conociese y supiese que no es buena persona. Su mirada se cruza con la mía. Intento ignorarlo, pero al pasar una mano por la barandilla me conmueve un déjà-vu. Se me ponen los pelos de punta porque siento que algo malo va a pasar. No hace movimientos bruscos, así que intento relajarme hasta que veo que la mujer le hace una señal y recorro el hall en pocos pasos y giro el pomo de la puerta.

La brisa del puerto marítimo revuelve mi pelo. Meto las manos en los bolsillos, preguntándome de nuevo dónde estoy, cómo es que sé que ya he pasado por ciertos lugares, por qué siento que ya conocía a ese señor de algo... Elevo la vista para ver a un tipo que hace que la sangre se me remueva en el sistema. Mi instinto me dice que corra y lo hago. Él toca un enorme botón que dice "EMERGENCIA TSUNAMI" y el sonido de las bocinas recorre toda la ciudad. La gente empieza a correr, sin embargo, yo me quedo parada cuando el tipo viene a por mí. Un segundo después, alguien por detrás me coloca con ímpetu una bolsa de tela en la cabeza.

Repentinamente, abro los ojos. Me encuentro en mi habitación. La luz del atardecer pasa por las cortinas. Miro la hora y son las cinco de la tarde. Todo ha sido un sueño.

¿Nunca te has parado a pensar que los sueños que no tienen nada que ver contigo son recuerdos de otra vida o vivencias de otras personas?

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