DULCE BOCADO
Observo mi reloj de bolsillo, marcan las 4 de la tarde, hora donde el sol ya perdió su fuerza, decido ir a encontrar al elegido. En la entrada uno de mis colaboradores me advierte. —Señor Kao, una mujer lo pidió. Sonrío y me encamino hacia su encuentro.
—Bienvenida, usted es la primera que solicita nuestro nuevo té, permítame hacerle una atención por parte de la casa, sería un honor contar con su opinión —expreso e indico que se acerquen con la bebida.
—Muchas gracias, usted debe ser el dueño, el señor Kao, he escuchado maravillas de esta cafetería, en caso de necesitar publicidad no dude en buscarme. —aclara dándome su tarjeta de presentación, luego da un sorbo. Su reacción es de disgusto, trata de decir algo pero su cuerpo colapsa.
...
Horas más tarde en la bodega hundo mis colmillos en las zonas donde pasan las arterias; empiezo por los tobillos, voy a hacia los muslos, brazos, torso, y cuando llego al cuello me detengo. Espero a que ella este en el umbral de la muerte, perforo su yugular y bebo hasta la última gota; además de calmar mi hambre analizo el sabor de aquel líquido, al no detectar nada extraño, dejo que su cuerpo siga su camino hacia el más allá. De nuevo la frustración me enfurecen al no encontrar al autor de la profecía, esa que anuncia la llegada del humano que tendría la naturaleza vampírica oculta, en su cuerpo se guardaba los diferentes poderes de mi especie, el hará las veces de almacenador, y no permitirá que se extinga. Para encontrarlo debo buscar aquellos que reaccionan ante la sangre, detectar algo fuera de lo normal en esta, y despertarlo. Procedo a tomar el ingrediente fundamental, de cada herida recolecto un poco de sangre, lo mezclo con otros componentes y hago la preparación de esa bebida que es popular en horas de la tarde. Son pocos los que han llegado a pedirla, pues únicamente puede ser vista por gente con algo especial y en ese caso ella lo único de especial que tenía era una gran energía espiritual.
Estoy cansado de caminar buscando trabajo, solo he recibido rechazo tras rechazo, no entiendo que es lo que quieren, en todo siempre ven lo malo, que soy muy joven, no tengo experiencia, no tengo fuerza, y ni hablar de las críticas sobre mi apariencia, "muy delgado, se ve delicado, poco masculino, demasiado pálido". Espero mi bus y debido a ese calor comienzo a sentir mareo, síntoma claro de tener una sangre muy diluida y sufrir de anemia, necesito comer algo, camino sin ánimos hasta que logro ver el letrero "Sweet Bite". Con la poca fuerza llego a una mesa.
—Bienvenido, que desea tomar— anuncia el mesero
Todo está medio borroso, lo único que alcanzo a medio leer es la palabra té rojo, lo solicito viendo cómo se sorprende el.
—Señor, veo que se siente algo mal, porque no pasa y descansa en nuestra sala privada, allí no hay nadie en este momento, yo le llevo su té.
—Gracias, es que el calor me afectó, por cierto ¿cuánto cuesta?
—No se preocupe por eso, lo estamos lanzando hoy, así que este va por cortesía de la casa.
Lo bebo y percibo una mezcla dulce con algo acido, delicioso, el olor es tan estimulante que me invita a seguir tomando, me relajo y reacciono al escuchar esa voz.
—Veo que le gustó— indaga el dueño de esta, situándose al frente mío.
—Sí, está muy rico.
—¿Quiere más?
Ni siquiera respondí porque mi cabeza ya estaba confirmando. No se cuántas tazas terminé bebiendo, solo me acuerdo de sentirme volando, ver como ese señor se acercó a mí, me olio y e hizo algo en mi cuello. —Te encontré— fue lo último que escuché antes de quedar inconsciente.
Al despertar todo era diferente, mi cuerpo no pesaba, todo lo que tocaba se rompía, aquel hombre apareció repentinamente. —Bienvenido, Soy Kao, por ahora debes acostumbrarte y controlar todos esos cambios.
—¿Qué cambios?
El no respondió, solo lanzo un cuchillo hacia mí, no hubo miedo ya que lo detuve antes de que llegara a mi cuerpo.
—¡Qué me paso! —exclamo con asombro
—Nada malo, solo despertaste completamente.
—Explícate por favor —solicito al no entender nada de lo que decía.
—Bien, pero es una larga historia—afirma acercando una silla
—Espera un momento, podrías contármela con algo de ese té.
—Bien ordenaré una taza.
—Mejor que sean dos —dijo haciendo pucheros.
—Trae un termo —demanda él riendo.
FIN
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