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Un zorro alegre y pastelero.

Se dice que en la pastelería... O cafetería, o panadería... O bien, fuera donde fuere, había un pequeño zorro, uno rojo que tenía la punta de la cola blanca, que sus patas eran casi del todo negras, y que tenía un carácter excepcional.

La gente en aquel lugar; casi siempre salían corriendo, pues nunca has visto un zorro pastelero, o es que no lo conoces aún...

«¡Bestia feroz!» «¡Animal inmundo!» «¡Qué alguien saque a ese zorro!» le gritaban las "Buenas personas" del pueblo.

Al pobre zorro le dolía mucho escuchar eso, ya que el se consideraba a si mismo un "Buen zorro ciudadano", y lo era, tan sólo que era un zorro, y la gente creía que un zorro —además de no pertenecer a la cocina—, no debía relacionarse con los demás que no fueran de su especie.

Muchos y muchas cuentan a sus espaldas, que era un zorro callejero, que lo desterraron de su bosque ya que era muy "Pleitisto", pero yo no creo eso, ya que me sé muy bien su historia.

Un día en un bosque cercano al pueblo, miles de ardillas atacaron las casas de los zorros, todos se fueron en barcos hasta Barcelona, otros a Suecia, Inglaterra y tal vez alguna que otra playa; y el pobre zorro, cuando no supo que hacer, se escondió durante días debajo de una raíz, hasta que el bosque fue talado casi en su totalidad, él tenía miedo, frío y su panza retumbaba sin parar a causa del hambre.

Consiguió harina que tenía guardada el lobo... Ya sabes, para las cabritas en aquellos días... Y me vio, yo, un cerdo que también disfruta de la panadería, de los postres y cosas que puedes ver en mi tienda —a la que no sé cómo llamarle aún—, que toda la gente la tiene de "Mala fama", pero lo cierto es que somos igual que los demás, usamos jabón para lo platos, recortamos los jardines de vez en cuando, nos lavamanos las manos, tenemos permisos de salubridad y... Pero ya me estoy yendo por otro lado...

Ese día por la noche, el zorro se topó en el sendero con una bruja... Dijo que era fea, apestosa y muy, pero muy arrugada, que parecía de unos ciento y algo de años. Él estaba asustado, y quería correr, hasta que la anciana se levantó de la piedra que estaba sentada, y dio un estirón que hasta la hizo suspirar, la vieja le sonrió diciendo:

—¡Ay! ¡Llevaba tanto tiempo de no levantarme de ésta piedra que ya no tengo con que sentarme ahora! ¡Mira mi cabeza! ¡Llena de hojas y telas de araña! ¡Qué vieja me veo! ¡Qué apestosa estoy! ¡Debo hacer un hechizo ahora mismo...! —y así lo hizo. Se vio mil veces más bonita de lo que cualquier otra bruja puede verse.

Después de eso miró a la criatura roja y le sonrió cordialmente.

—¿Qué pasa pequeño? ¿Nunca has visto a una bruja despertar?

—¡No! ¡¿Realmente eres una bruja?! —dijo asustado.

—¡Pues claro! Y como me he despertado de buen humor, entonces te concederé un deseo que dure todo un día...

El zorro pensó por un segundo, pero no lo conseguía, pues en su mente sólo rebotaban las críticas de medio pueblo.

—¿Te pasa algo zorrito? —cuestionó la bruja.

—El pueblo no me quiere... Dicen que no debería hacer pasteles si soy un zorro tan feroz...

—¡Oh pequeño! La gente siempre critica... Sobre todo a aquellos que son muy felices... A veces la gente no le gusta el bienestar ajeno... Pero ya verás, que si eres una buena criatura, sin importar que tan feroz te vean, todos te van a querer, porque no importa lo que se ve afuera, sino lo que hay dentro de tu corazón...

—¿Pero y si la gente viera como es mi corazón y no mi exterior?

—¡Qué no se diga más! —dijo felizmente la bruja de un solo brinco—. ¡Bonito corazón... Que late y late, la gente te verá y no tendrán razón...!

Entonces el zorro ya no pudo ver más; su pequeña vista se hizo de negro y sólo recuerda desde el día siguiente...

Cuando los rayos del sol cantaban "Despierta, despierta", él observó sus patas —que ya no eran patas—, y vio sus garras —que tampoco eran garras—, y así con todo su cuerpo, que ahora era el de un pintoresco muchachito de traje azul.

Recordó que tenía trabajo por hacer, y fue directo al negocio, toda la gente le trataba bien; tanto, que hasta cuando su sombrero se le cayó, la gente se apuraba a recogerlo ¡Por que era muy bonito! Y todo el mundo quería hablarle.

Al salir y pasar por donde unos turistas, le hablaron y le invitaron a pasear en un bote. Él claramente aceptó su propuesta, pues nadie te ofrece —a menos que tengas aquella belleza—, un paseo en bote.

Hasta que estaban a mitad del agua, el zorro les contó lo que realmente significaba su belleza, que era en realidad un zorro "feroz", y que no tenían que ser tan amables ya que nadie lo hacía.

—¡Qué grandiosa historia! —dijo una mujer— ¡Quiere decir que tienes un gran corazón!

No pararon lo elogios al chiquillo, y le preguntaban cada vez más cosas, hasta que llegaron al punto en el que él era un buen pastelero, y me dijeron si podían probar algo de este gran chef, y así fue, ellos quedaron sorprendidos de lo rico que era el postre de fresa, pero aún más de su dulce y alegre corazón.

Al día siguiente, los mismos turistas vinieron y preguntaron por el señorito, pero ahora era un simple zorro, que al verle se asustaron, más sin embargo, era su mismo corazón el que se reflejaba en el amor que tenía por dar hacia los demás —y sobre todo—, con la alegría que hacía los pasteles.

Dijeron que lo querían llevar a su casa, en uno de esos castillos, y querían enseñarle a todo el mundo lo bueno y alegre que era, y así se hizo, subió a un barco y se fue, todos muy felices —pero sobre todo yo—, nos despedimos del animalito.

Ahora manda cartas, y me cuenta como es aquel lugar donde vive, ahora es dueño de su pastelería, y que nunca deja de cocinar para aquellos que apreciaron su corazón... Y si lo piensas bien, su historia no es tan triste, de hecho, cuando se tiene un corazón tan lleno de bondad y alegría, no todo es tan malo...

Fin.

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